Disclaimer: Harry Potter es totalmente de JK, yo sólo me divierto con sus personajes.
Entre el metamorfomago y la veela
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Capítulo 1
2 de mayo de 2005
—Teddy Lupin va a venir a la fiesta de Victoire.
Victoire levantó su orgullosa cabecita rubia. Segundos antes ella miraba con atención su plato de brócoli - ugh -, pero ahora sólo podía observar a su padre con los ojos abiertos.
No podía ser, ¿verdad? Su padre no acababa de darle la peor noticia de su vida, ¿cierto? Él no había hecho eso, ¿verdad?
—¿Qué Teddy qué?—logró decir.
—Va a venir — repitió un jovial Bill Weasley.
Al otro extremo de la pequeña mesa que hacía las veces de comedor en la pequeña casa de Sell Cottage, su esposa Fleur puso los ojos en blanco, preparándose mentalmente para lo que estaba por venir.
—Hablé con Andrómeda y me aseguró que no tendría ningún problema en traer a Teddy. ¿No es fantástico?
— ¡No! — gritó Victoire. Cuando era pequeña, la pequeña Vic tenía unos pulmones que provocaban ruidosas llantinas, capaces de hacer que hasta el más valiente se acobardara.
Fleur la miró fijamente, intentando comunicarle un no digas más, por favor, pero sus esfuerzos fueron en vano cuando Victoire gritó:
—¡YO NO QUIERO QUE TEDDY VENGA!
La pequeña Dominique apartó su plato de verdura y le prestó total atención a la discusión que tomaría lugar.
Bill Weasley nunca se enojaba. No perdía la compostura. Siempre guardaba la calma. Era el que tranquilizaba a su madre cuando esta perdía los nervios. Era el que casi siempre aconsejaba a sus hermanos. Era el que tenía la fama de estar siempre sereno, aún en situaciones tensas o incómodas. En ese momento sin embargo, Bill no se sentía precisamente sereno.
—Bill… — susurró Fleur, previendo que su esposo estaba haciendo grandes esfuerzos por mantener la calma.
—¿Qué has dicho, Victoire?
Mostrándose más valiente de lo que sentía, pero con el deseo de salirse con la suya, la niña alzó la cabeza en actitud desafiante.
— Que no quiero que Teddy esté en mi fiesta.
Fleur cerró los ojos. Ya estaba: Victoire había prendido la mecha. Suspiró y se preparó para escuchar a Bill.
— ¿Puedo saber a qué se debe esta repentina actitud contra Teddy? —su tono calmado sólo revelaba la rabia que se formaba en su pecho.
—No tan repentina — murmuró Victoire —. No tan repentina — repitió —. Él… él n-no… no me gusta. ¡No es de la familia! No tiene… No tiene por qué estar en mi fiesta. ¡NO SE LO MERECE!
La cara de Bill era como una máscara de rabia contenida. Victoire sintió que empezaba a lamentarse de sus palabras.
—No quiero volver a oír ni una palabra contra Teddy Lupin — gruñó su padre —. No creo que haya hecho algo en tu contra. O que te haya faltado el respeto. Me parece que siempre se ha portado bien contigo…
—¡Pero es que no me gusta! — protestó la niña con un puchero que cualquier otro día se vería adorable.
— ¿Y te has ocupado de conocerlo?— replicó Bill —. ¿O de jugar con él? ¿O incluso de tratarlo amablemente? No, lo único que haces es mirarlo mal y quejarte de él. Ni siquiera puedes prestarle sus juguetes.
Victoire abrió la boca para seguir protestando, pero una mirada de Fleur hizo que volviera a cerrarla. No digas más nada, parecían decir los ojos azules de Fleur. Y la niña por primera vez decidió hacerle caso.
—Teddy va a venir a tu fiesta, tanto si te gusta como si no.
—Pero…
—Tanto si te gusta como si no — repitió su padre en un tono que no admitía réplicas.
Victoire era la princesa de su papá y sabía - con esa intuición que tienen los niños pequeños - que podía conseguir cosas de su padre sin apenas esfuerzo. Se daba cuenta, sin embargo que esta vez no se saldría con la suya.
Ella se levantó y se digirió a su cuarto corriendo escaleras arriba. Las lágrimas corrían por su pequeña carita. Lágrimas de impotencia y de rabia. La puerta de su cuarto se cerró tras ella. Victoire se dejó caer en la cama, sollozando. ¿Por qué nadie podía entenderlo? ¿Por qué nadie podía comprender que Teddy…? ¿Por qué su padre, su madre, sus abuelos, sus tíos… porque todos insistían en que Teddy estuviera en todas las fechas especiales de la familia?
¿Por qué nadie podía entender que Teddy no era, y nunca sería parte de la familia Weasley, de su familia?
La túnica de Victoire era rosa, con volantes y un moño en el centro. Parecía una princesita, se dijo su madre orgullosa. Una princesita que tenía el ceño fruncido y ninguna gana de bajar a su fiesta.
—Vamos, songíe. Es tu fiesta.
—No voy a ir — replicó.
—¿Y eso? — preguntó Fleur, aunque ya sospechaba la razón.
—No voy a ir mientras él venga a la fiesta.
Él era Teddy Lupin.
Fleur suspiró. A veces pensaba que su pequeña hija se le parecía demasiado.
Ella tampoco había sido una mata de simpatía cuando era pequeña. Sus padres habían tenido dificultades para hacerle entender que debía compartir con niños de su edad, que el mundo no giraba a su alrededor, y que debía ser amable con todos. Fleur se preguntaba cómo podría hacerle entender eso a Victoire.
—Vas a bajar — le dijo, en perfecto francés —. Vas a bajar y vas a saludar a todos, porque todos han venido a verte. Y si ves a Teddy lo vas a saludar, vas a ser amable con él y le vas a agradecer el regalo que te traiga, ¿está claro?
—No. No voy a hacerlo—replicó Victoire, también en francés.
—Sí, lo hagás.
—¡NO! ¡Y no puedes obligarme!
Victoire se sentó en su cama. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho, el gracioso puchero en el rostro e incluso resoplaba de disgusto. Fleur perdió la paciencia: había invertido tiempo en preparar la fiesta, en hacer las invitaciones y en preparar a Victoire. Aún tenía que ocuparse de vestir a Nique, de que todo saliera bien y que no hubiera ningún accidente. En resumen, no tenía tiempo para aguantar las malcriadeces de su hija mayor.
Generalmente intentaba razonar con Victoire, intentaba llegar a un acuerdo con ella, pero había un momento en que las negociaciones no resultaban, y ese era uno de ellos.
—Igás, o llamagé a tu padge. ¿No queggás que sepa que tiene una niña malcgiada, no?
—No, claro que no.
—Entonces vas a bajag — concluyó Fleur, mientras levantaba a Victoire y arreglaba la túnica.
— Iré, pero no disfrutaré — aseguró la niña con toda su convicción de cinco años.
Su madre no le prestó atención. Terminó de dar unos toques a la túnica y se separó unos centímetros para apreciar el resultado.
—¡Oh, Victoire, estás preciosa! — exclamó en francés —. Anda, ven a verte en el espejo.
Victoire seguía enfurruñada con su madre, con su padre, y con la perspectiva de que en su fiesta, SU FIESTA estuviera Teddy Lupin, pero obedeció a su madre. Sonrió al verse en el espejo. Sí que estaba hermosa, su madre no la había engañado.
Y Victoire decidió en ese momento que Teddy Lupin no arruinaría fiesta de cinco añitos.
Los abuelos Delacour no habían podido asistir - el señor Delacour estaba muy enfermo - pero le habían enviado un oso de peluche de tamaño natural. La niña se había fascinado con ese regalo y por poco no abre los demás. Pero su mamá le puso otra caja arriba de sus piernas.
Los regalos de ese día eran variados. La abuela Molly y el abuelo Arthur le habían regalado un libro de cuentos. Su tío George le llevó un cargamento de Sortilegios Weasley, inofensivo, según él. La tía Ginny le había comprado una escoba de juguete que sustituiría a la de hace tres años, para que seas una jugadora de quiddicth, había dicho ella. A Victoire no le gustaba el quiddicth, pero sí que le gustaba volar.
Todos y cada uno de los regalos fueron agradecidos con una sonrisa, incluso el extravagante regalo de la tía Gabrielle, un diario con la cubierta azul y con su nombre bordado en letras plateadas. Victoire se preguntó para qué rayos ella quería un diario, ¡si sólo tenía cinco años!, pero igualmente había sonreído y había dicho que le encantaba. Probablemente la tía Gabrielle había entendido que su sobrina no estaba muy conforme con regalo, y por ello había aclarado:
— Tal vez ahora no le veas mucha actualidad, pero cuando crezcas… — y dejó la frase en el aire para que Victoire se lo pudiera imaginar.
— Gracias, tía.
Gabrielle asintió.
El último regalo era pequeño, mucho, y Vic se preguntó quién caracoles había metido algo allí. Levantó la vista. Ya todos le habían regalado un cosa, excepto… Teddy. Teddy Lupin no le había regalado nada. Aquel debería ser su regalo. Por un segundo Victoire contempló la posibilidad de lanzar el regalo antes de siquiera abrirlo, pero luego recordó a su madre. Le vas a agradecer el regalo que te traiga, había dicho ella, y la niña decidió que le haría caso.
Victoire suspiró, dramáticamente según la tía Ginny le diría años después, y abrió el regalo con cuidado. Adentró sólo había una pulsera, una pulsera de cuero de color rojo con su nombre escrito en letras doradas. La miró la contempló largamente, como si tratara de discernir si era alguna especie de broma o no.
Miró a Ted que sonreía, a ella le pareció que un poco tímido. Victoire miró la pulsera y la alzó. Le parecía una horterada más grande que la del diario de la tía Gabrielle. ¿Para qué rayos ella quería una pulsera con su nombre? ¿Creían que se le perdería? El genio, el famoso genio que todo buen Weasley debería tener, estaba a punto de salir a la superficie; pero el tío Harry salvó el día - y de paso a su ahijado - proponiendo un juego de quiddicth.
Algunos accedieron de inmediato, como Ginny, George y Ron, los demás dijeron que no y Percy se excusó con un para esta ocasión no, que hizo que algunos rodaran los ojos porque el tercero de los Weasley jamás jugaba al quiddicth. De todas maneras la tía Ginny no jugó, porque como dijeron el tío Harry y la abuela Molly "ella estaba en estado", sea lo que sea que significara eso, pensó Victoire que ya iba a su cuarto - en compañía de su padre - para dejar los numerosos regalos que le habían obsequiado.
— ¿Te gustó la pulsera? — le preguntó Teddy al volver.
Victoire estuvo a punto de mandarlo de paseo cuando recordó las palabras de su padre: trátalo con amabilidad.
— Um… sí, mucho.
— ¿De veras?
Parecía sonriente, demasiado sonriente, se dijo la niña. ¿Tanto le importaba que ella le dijera que le gustaba esa horterada de pulsera? Ella decidió hacerle creer que sí, que le gustaba.
— Sí, de veras…
— Me alegro. ¿Sabes? No sabía que regalarte, yo…
— No tenías porque regalarme nada — dijo Victoire cruzándose de brazos. ¿Por qué tenía que ser amable con él? ¿Por qué? No eran familia, no eran nada. Teddy era el ahijado del tío Harry y eso era todo. Ellos dos no tenían ninguna relación.
— Bueno, pero es tu fiesta, ¿no? No podía presentarme sin tu regalo, ¿o sí?
— Sólo digo que no tenías por qué…
— Oye, ¿te gustó o no?
Parecía molesto y Victoire se preguntó por qué. ¡Él había empezado! Era Teddy quien la había abordado, quien le había preguntado por esa tonta pulsera, quien le había traído un regalo horrible. Él no tenía derecho a molestarse con ella, como no tenía derecho de estar ahí.
— Ya te dije que sí, ¿no?
Sabía que estaba siendo brusca. Sabía que estaba desobedeciendo a su padre y su madre, pero en ese momento no le importó.
Teddy también se cruzó de brazos.
— Sí… igual que le dijiste a tu tía que te gustaba el diario que te dio…
La llegada de tía Gabrielle evitó que Victoire replicara.
¿Por qué todos parecían tan amables con Teddy? ¿Por qué parecía que Teddy era parte de la familia? ¡Ni siquiera tenía el cabello rojo! A veces lo tenía de color jengibre, de frambuesa, incluso una vez lo había visto de azul, pero de rojo, no, nunca. Teddy no era de la familia. Y a Victoire le reventaba que todos parecían aceptarlo como uno más. Su padre… su padre parecía que lo aceptaba como un hijo, como el hijo que no tenía.
Como si su hermana y ella no fueran suficientes. ¿Por qué? ¿Por qué eso? Victoire sentía que las lágrimas estaban a punto de acudir a sus ojos.
Notas de la autora:
¡Bienvenidos lectores!
He decidido que voy a editar algunos capítulos, los primeros. Hay varias cosas que leo y que siento que debo mejorar, eso sí, sin cambiar los hechos de la historia principal.
Hay uno importante sin embargo: Cuando escribí la historia puse a Dominique como un hombre (el nombre sirve tanto para hombres como mujeres) y ahora es una chica (tal y como Rowling dijo). Eso es para darle otro color a la historia.
También he decido hacer las personalidades de algunos personajes más creíbles (por ejemplo las de Fleur y Bill).
