¡Hola a todas!
Vaya, si que ha pasado mucho tiempo desde la ultima vez que anduve por aqui, ya que por diversos motivos personales me tuve que ausentar. Pero bueno, bien dicen por allí que despues de la tormenta viene la calma y he regresado con más fuerza que antes para seguir compartiendo con mucho cariño para todas ustedes mis fics.
Por esta razón, quisiera compartir con ustedes esta nueva historia. Se trata de una adaptación de la novela Gallant Officer, Forbidden Lady de Diane Gaston. Esta es una historia de época, y ya que no hay muchas historias de este tipo por aqui, espero que se den la oportunidad de leerla y la disfruten. Les aseguro que no se arrepentiran.
Mujer Prohibida
Por Serenity
Prólogo
Badajoz, España, 1812
Seiya Kou corría por las calles y callejones de Badajoz como si lo persiguiera el diablo. O varios diablos.
La soldadesca británica, borracha, prendía fuego a los edificios y las llamas iluminaban sus caras, que parecían gárgolas. Los cuerpos de sus víctimas cubrían las calles, soldados franceses y ciudadanos civiles, hombres, mujeres y niños, cuya ropa española de colores estaba manchada del rojo de la sangre. A Seiya le quemaban los oídos con el rugido de los fuegos, los gritos de mujeres y los llantos de bebés, pero ningún sonido le parecía tan terrible como las risas de los enloquecidos que se entregaban a las violaciones y el pillaje.
Seiya agarraba la pistola con fuerza, perseguido por varios soldados de casaca roja que esperaban hacerse con las pocas monedas que llevaba en los bolsillos. Eran los mismos hombres a cuyo lado había escalado ese mismo día las murallas de Badajoz bajo el fuego de los mosquetes franceses. Ahora estaban dispuestos a clavarle sus bayonetas por pura diversión.
Los consumía la sed de sangre, como resultado de la terrible batalla que habían soportado y que había matado a casi la mitad de los suyos. Entre los soldados se había esparcido el rumor de que Wellington había permitido tres horas de pillaje y ese rumor había sido como acercar una chispa a una tea. No era verdad, pero una vez que habían empezado, ya no había quien los parara.
Había empezado la verdadera pesadilla.
Después de que los franceses se retiraran a San Cristóbal y empezara el saqueo, el teniente de Seiya les había ordenado a él y a unos cuantos más que lo acompañaran a patrullar las calles.
—Pararemos el pillaje —había dicho.
La soldadesca atacó de inmediato a la patrulla de Seiya, que corrieron para salvar la vida. Seiya se había visto separado de los demás y buscaba ahora un lugar seguro en el que esconderse hasta que terminara aquella locura.
Corría por el laberinto de callejuelas y ya no sabía dónde estaba ni cómo salir. Al fin dejó de oír el golpeteo de pasos detrás de él y se detuvo a recobrar el aliento. Avanzó despacio, pegándose a las paredes y confiando en que no lo traicionara el sonido de su respiración agitada. Tenía que encontrar una puerta abierta o un hueco en un callejón.
Todavía resonaban gritos y figuras oscuras pasaban corriendo a su lado como fantasmas en la noche. El olor a madera quemada, a alcohol, a sangre y a pólvora asaltaba su olfato.
Seiya se deslizó a lo largo de las paredes hasta que llegó a un pequeño patio. La luz que desprendía un edificio incendiado le permitió ver a un soldado británico que sujetaba a una mujer que se debatía en sus brazos. Un niño intentaba retirar las manos del hombre de ella, pero otro soldado lo empujó y lo lanzó sobre un cuerpo cercano. El hombre rió como si simplemente estuviera jugando a los bolos.
Un tercer soldado levantó al niño y alzó una navaja, como con intención de cortarle el cuello. Seiya entró en el patio rugiendo como un antiguo celta y disparó la pistola. El soldado soltó la navaja y al chico y huyó con su compañero. Sin embargo el hombre que atacaba a la mujer no pareció prestar atención al ataque de Seiya.
Se desató los pantalones y rió:
—Únete a la fiesta. Hay de sobra para ti también.
Seiya vio que aquel hombre llevaba el fajín rojo de los oficiales. El hombre se volvió y mostró la cara. Seiya lo conocía.
Era el teniente Zafiro BlackMoon, ayudante de campo del general de brigada Diamante BlackMoon, su padre. Seiya los conocía a ambos desde niño. El general había convertido a la madre de Seiya en su amante antes de que se cumpliera un año de la muerte de su padre. Seiya sólo tenía entonces once años.
Retrocedió a las sombras antes de que Zafiro pudiera reconocerlo. Siempre había sabido que éste era un matón y un cobarde, pero nunca había sospechado aquel nivel de depravación.
—Deja en paz a la mujer —ordenó.
—No lo haré —Zafiro hablaba con voz pastosa y era obvio que había bebido—. La deseo demasiado. Me la merezco —una expresión demoníaca cubrió su rostro de barbilla débil y el pelo moreno le cayó sobre los ojos. Se lo apartó con la mano y apuntó a la mujer con un dedo—. Deja de luchar conmigo o tendré que matarte.
Seiya guardó la pistola en el cinturón y sacó la espada, pero la mujer consiguió hacer perder el equilibrio a Zafiro y se interpuso entre Seiya y su atacante. Empujó a Zafiro en el pecho y el niño se lanzó contra su espalda. Zafiro lanzó un grito de sorpresa y manoteó intentando quitarse al niño. Tiró a la mujer al suelo y al fin consiguió agarrar al chico por el cuello.
Seiya sujetó la espada con fuerza, pero antes de que pudiera dar un paso al frente, la mujer se incorporó con la navaja del soldado huido en la mano.
—¡No! —gritó.
Se lanzó contra Zafiro como una leona que defendiera a su cachorro. Zafiro retrocedió, pero la bebida parecía haber nublado su criterio.
—¡Basta! —gritó, con la sonrisa todavía en el rostro—. O le parto el cuello —rió como si aquello fuera un chiste—. Puedo matarlo con las manos.
—¡No! —gritó de nuevo la mujer. Y se lanzó contra él.
Zafiro se tambaleó y el chico se retorció y escapó de sus manos. La mujer le cortó la mejilla a Zafiro, donde hizo una herida desde la oreja hasta la boca.
Zafiro aulló y cayó de rodillas, llevándose la mano al rostro ensangrentado.
—Te mataré por eso.
La mujer sacudió la cabeza y levantó los brazos para intentar hundir la navaja en la espalda descubierta de Zafiro.
Otro oficial británico apareció de súbito y la agarró a tiempo por detrás.
—¡Oh, no, nada de eso, señora! —la desarmó con facilidad.
Un segundo oficial se unió al primero. Eran un capitán y un teniente con uniforme de los Dragones Escoceses, un regimiento que había mandado BlackMoon en otro tiempo.
Zafiro señaló a la mujer.
—¡Ha intentado matarme! —se esforzó por levantarse, pero se tambaleó y cayó al suelo, debilitado por la bebida y el dolor.
El capitán agarró a la mujer.
—Tendrá que venir con nosotros, señora.
—Capitán —protestó el teniente.
Seiya enfundó su espada y se mostró.
—Esperen.
Ambos hombres se giraron y el teniente apuntó su pistola al pecho de Seiya.
Este alzó las manos en el aire.
—Soy el alférez Kou, de East Essex. Él pretendía matar al chico y violar a la mujer. Yo lo he visto. Él y dos más. Los otros han huido.
—¿Qué chico? —preguntó el capitán.
Una figura surgió de las sombras. El teniente volvió la pistola hacia él.
Seiya le puso la mano en el brazo.
—No disparen. Es el niño.
El capitán se acercó a Zafiro sujetando a la mujer por el brazo. Le dio la vuelta con el pie y miró al teniente.
—¡Santo cielo, Yaten! ¿Habéis visto quién es?
—El hijo del general BlackMoon —repuso Seiya.
—¿Y qué diablos hace aquí? —preguntó el teniente.
Seiya señaló a Zafiro.
—Ha intentado estrangular al niño y ella lo ha defendido con la navaja.
De la mejilla de Zafiro salía todavía sangre, pero él seguía inconsciente.
—Está borracho —añadió Seiya.
El chico corrió hacia el cuerpo del soldado francés.
—¡Papá!
—¡No, no, no, Claude! —gritó la mujer, que se soltó del capitán.
—¡Maldición, son franceses! —el capitán se arrodilló al lado del chico y puso los dedos en el cuello del hombre—. Está muerto.
—Mi marido —dijo la mujer en francés.
El capitán se incorporó y volvió hacia Zafiro. Alzó la pierna como para darle una patada, pero se contuvo. Zafiro volvió a girarse y quedó gimiendo hecho una bola.
El niño tiraba de la levita de su padre.
—¡Papá! ¡Papá! ¡Despierta! —decía en francés.
—Está muerto, Claude —la mujer lo apartó con gentileza.
El capitán miró a Seiya.
—¿Lo ha matado BlackMoon?
Seiya negó con la cabeza.
—Yo no lo he visto.
—¡Maldición! ¿Qué será de ella ahora? —el capitán miró de nuevo a la mujer.
Sonaron gritos cercanos y el capitán se enderezó.
—Hay que sacarlos de aquí —hizo una seña al teniente—. Yaten, lleve a BlackMoon al campamento. Kou, necesitaré su ayuda.
El teniente Yaten parecía sorprendido.
—¿No pensara entregarla?
—Por supuesto que no —repuso el capitán con resolución—. Le buscaré un lugar seguro. Tal vez una iglesia. U otro lugar —miró a su teniente y a Seiya—. No diremos nada de esto. ¿De acuerdo?
—Habría que colgarlo por esto —protestó el teniente.
—Es el hijo del general —replicó el capitán—. Si denunciamos su delito, el general nos fusilará a nosotros, no a su hijo —señaló a la mujer con la cabeza—. Y puede que los persiga también al niño y a ella —miró a Zafiro, que estaba ahora en silencio—. Ese bastardo está tan borracho que puede que ni siquiera sepa lo que ha hecho.
—La bebida no es excusa —el teniente asintió con la cabeza después de unos segundos—. Muy bien. No diremos nada.
El capitán miró a Seiya.
—¿Tengo su palabra, Kou?
—La tiene, señor —repuso Seiya, al que no le gustaba la idea de que el padre y el hijo supieran que había estado allí.
Hubo un ruido de cristales rotos y el techo de un edificio en llamas se derrumbó lanzando chispas al aire.
—Hay que darse prisa —dijo el capitán. Pero tendió la mano a Seiya—. Soy el capitán Taiki. Ese es el teniente Yaten.
Seiya le estrechó la mano.
—Mi capitán.
Taiki se volvió hacia la mujer y su hijo.
—¿Hay una iglesia cerca? —preguntó.
—No, no hay iglesia, capitán —repuso la mujer, en un inglés bastante pobre—. Mi… mi casa. Vengan.
El teniente se echó a Zafiro al hombro.
—Ve con cuidado —le dijo el capitán.
El teniente asintió con la cabeza, miró a su alrededor y se alejó por la dirección por la que había llegado.
El capitán miró a Seiya.
—Quiero que venga conmigo —miró el cuerpo del francés—. Tendremos que dejarlo aquí.
—Sí, señor.
—Vengan —la mujer miró a su esposo con desesperación, pasó el brazo por los hombros de su hijo y les hizo señas de que la siguieran.
Se abrieron paso por el callejón hasta una puerta que daba a una calle estrecha, no lejos de donde habían estado.
—Mi casa —susurró ella.
La puerta estaba entreabierta. El capitán les hizo señas de que esperaran y entró. Regresó unos momentos después.
—No hay nadie.
Seiya entró a su vez. Habían saqueado la casa. Los muebles estaban rotos, los platos hechos añicos y había papeles esparcidos por todas partes. La casa consistía en una habitación principal, una cocina y un dormitorio. Apartó restos del saqueo con el pie para que pudieran andar. El capitán Taiki sacó lo que quedaba de un colchón a la habitación principal y le hizo un hueco en un rincón. La mujer salió de la cocina con tazas de agua para ellos. El niño permanecía a su lado con aire aturdido.
Seiya bebió con sed.
—¿Puede hacer guardia? —le preguntó el capitán cuando terminó de beber—. Yo dormiré una hora y después lo relevaré.
—Sí, mi capitán —repuso Seiya. Prefería quedarse de guardia, pues no podía dormir. De hecho, no estaba seguro de que pudiera volver a dormir nunca.
Hicieron una barricada en la puerta con algunos de los muebles rotos y Seiya colocó una silla que tenía aún las patas y el asiento intactos al lado de la ventana y se sentó.
El capitán hizo señas a la mujer y su hijo de que durmieran en el colchón y se sentó en el suelo con la espalda apoyada en la pared.
Fuera proseguían los ruidos de pillaje, pero no se acercó nadie. Seiya miraba la calle, engañosamente inocente y pacífica.
Quizá por la mañana habría acabado la carnicería y pudiera volver a su campamento. Quizá su teniente y los demás de su patrulla siguieran vivos. Quizá, antes de que acabara la guerra, alguien le clavara una espada a Zafiro BlackMoon en el corazón por su parte de culpa en aquel horror.
Seiya recargó su pistola y la mantuvo preparada. En su mente se sucedían las imágenes, obligándole a revivir el horror de aquel día.
Los dedos le cosquilleaban por el ansia de detener aquellas imágenes, capturarlas y encerrarlas para que lo dejaran en paz.
OoOoO
El cielo se iluminó con la luz del amanecer, pero Seiya seguía oyendo gritos de borrachos, tiros de mosquetes y gritos. Eran reales. Aunque era de día, continuaba el pillaje.
El capitán Taiki despertó y se acercó a Seiya. Se detuvo un momento a escuchar.
—¡Maldita sea, siguen con ello! —se frotó la cara—. Duerma un poco, Kou. Esperaremos. Quizá las cosas se calmen pronto.
Seiya cedió su asiento al capitán. Miró el rincón donde yacían la mujer y el chico. El niño estaba acurrucado formando una bulto y parecía muy vulnerable. La mujer estaba despierta.
Seiya miró la habitación y empezó a recoger los papeles esparcidos por el suelo. Los miró. Algunos estaban en blanco.
—¿Necesita esto? —preguntó a la mujer.
—No —ella se volvió.
Algunos papeles parecían ser cartas, quizá de seres queridos en su país. Seiya se sintió culpable por tomarlos, pero su cuaderno estaba guardado en el campamento de su regimiento y necesitaba desesperadamente papel.
Encontró una tabla y la llevó a un lugar de luz al lado de otra ventana. Se sentó en el suelo con las piernas cruzadas, colocó la tabla en el regazo y buscó su lápiz de grafito y madera en el bolsillo. Puso uno de los papeles en la tabla y respiró hondo.
Empezó a dibujar.
Las imágenes atrapadas en su mente fluían desde sus dedos a la punta del lápiz y hasta el papel. Necesitaba sacarlas deprisa. Llenó uno, dos, tres papeles y todavía no había terminado. Tenía que dibujarlas todas.
Sólo entonces, después de haber capturado las imágenes, se vería libre de ellas. Sólo entonces se atrevería a descansar. Sólo entonces podría dormir.
Esta historia recien va empezando y no se preocupen que para el siguiente ya veremos en escena a Serena.
Me despido por ahora esperando que les haya gustado el capitulo de hoy, como siempre, les pido que no olviden dejar sus comentarios, dudas, quejas o sugerencias que tengan. Muchos saludos para todos y nos vemos en el proximo capitulo!
XOXO
Serenity
P.D. En los proximos días habra actualizaciones del resto de mis fics, así que no se preocupen que dentro de poco tendremos nuevos capitulos.
