Adaptación de la novela de Lynne Graham "Una Mentira Cruel".


CAPITULO 1

Trunks se adelantó a sus acompañantes y se abrió paso entre la multitud para lanzarse a los brazos de su madre.

— Te extrañé – dijo el niño y hundió la cabeza bajo la barbilla de ella, para así ocultar sus lágrimas. Bulma lo abrazó con fuerza. El estuvo con su padre durante todo un mes. Bulma observó el calendario durante cada día de su ausencia, resintiendo el poco habitual silencio que había en la cabaña y el vacío de los fines de semana. Cuando despacio colocó sobre el suelo a su pequeño de tres años, notó a los dos hombres que vestían trajes oscuros y que estaban a corta distancia. Eran la escolta de Trunks. Uno de ellos se adelantó y señaló con frialdad:

— En realidad no era necesario que viniera al aeropuerto, signora. Hubiéramos llevado a Trunks a casa como lo hacemos siempre. El hombre estudiaba con insolencia y sus ojos oscuros recorrían su cuerpo. Sin poder evitarlo, Bulma se ruborizó. Sabía que no debería de permitir al personal de seguridad de Vegeta que la amedrentara, mas lo hacía. Para ellos, ella no era una persona importante, sino la ex esposa olvidada, quien ni siquiera disfrutaba una relación afectuosa con su jefe, después del divorcio. Podían darse el lujo de ser tan rudos y superiores como quisieran, pues sabían mejor que nadie que Vegeta ni siquiera recibiría una llamada telefónica de ella. Las probabilidades de que la mujer se quejara, eran mínimas. Haciendo un esfuerzo, ella se levantó la barbilla y manifestó:

— Quise venir al aeropuerto.

— El señor Ouji prefiere que llevemos a su hijo a salvo hasta la puerta de su casa, signora.

— Soy perfectamente capaz de llevar a mi hijo a casa – aseguró Bulma, y con toda deliberación se volvió, pues no quería un enfrentamiento en el centro de Heathrow.

— Hasta que el niño llegue a casa, es nuestra responsabilidad – insistió el hombre y colocó una mano sobre el hombro tenso de ella. Bulma no podía creer que eso sucediera. Que uno de los hombres de seguridad la intimidara y tratara a su hijo como al pequeño Lord Fauntleroy. Trunks era su hijo, y aunque también lo fuera de Vegeta, ¿tenía ella que soportar ese trato? Arruinaba por completo la llegada de Trunks a casa. Bulma era consciente de que los ojos de color azul de su hijo estaban fijos en su rostro y que la miraba con ansiedad. Bulma intentó controlarse.

— Cuando yo estoy aquí, él es mi responsabilidad – aseguró Bulma y en su boca apareció una sonrisa forzada — . En realidad, esto es ridículo. Y sólo porque decidí venir a recibirlo al avión... El otro hombre también se adelantó. En una mano llevaba la maleta de Trunks. Los dos hombres intercambiaron unas palabras en italiano y Bulma sintió deseos de asesinarlos. Los últimos cuatro años fueron muy difíciles para ella y lo que no podía aceptar, era que cada vez resultaran más complicados. Celosamente, Vegeta trataba de mantener a su lado a Trunks cada vez por períodos más largos y el abogado de Bulma era una persona muy introvertida que le decía que no debería de provocar la hostilidad de su ex esposo.

— Al señor Ouji no le agradará – habló el hombre mayor por primera vez. Lo hacía como si Vegeta fuera Dios o tal vez el demonio, se dijo Bulma. La gente siempre empleaba ese tono impresionante de voz cuando se referían a su ex marido. Bulma llegó al punto en que sentía que la sangre se le helaba en las venas siempre que lo mencionaban. Vegeta se convirtió en una persona remota e intocable, con incalculable poder de influencia, mucho antes que se divorciara de ella. Resultaba humillante reconocer que la manera como Vegeta la trataba en los últimos años, la dejaba petrificada. Ese día Bulma decidió que ya era suficiente. Trunks era de ella y esos hombres estaban, lo creyeran o no, en tierra inglesa. Ella no tenía que estar allí dejándose intimidar por los secuaces de Vegeta. Sus ojos azules miraron a los dos hombres con enfado.

— Desafortunadamente, los deseos del señor Ouji no tienen el mismo peso conmigo – murmuró Bulma y de manera desafiante, extendió la mano para tomar la maleta de su hijo. Después de un momento de duda, el hombre se la entregó y el peso de esta, casi le disloca la muñeca. Ella era una mujer pequeña y delgada. Animada por su pequeña victoria, sonrió y dijo — : gracias.

— Despídete de ellos. Trunks volvió la cabeza.

— Vienen detrás de nosotros – la informó el niño. Bulma se dijo que si ellos querían perder el tiempo al seguirla hasta el estacionamiento, era asunto de ellos. Decidió que debió ser firme desde mucho antes. No debía permitir que para ella tuviera importancia la opinión de extraños. Comprendió que lo que temía era que supieran el motivo por el cual su matrimonio terminó. Era un temor profundo de que su secreto fuera conocido entre el personal de seguridad de alta jerarquía de Vegeta. Era eso lo que inevitablemente la mantenía en silencio... la vergüenza y culpa, aun después de cuatro largos años. Sentía que ya no era digna de respeto, por lo que los demás no se lo dieran.

— Se fueron – dijo Trunks un tanto desilusionado, durante el largo trayecto hasta la camioneta. Los tensos hombros de Bulma se relajaron un poco, bajó la maleta y la tomó con la otra mano. Era una mañana fría, con escarcha y las botas que llevaba resbalaban sobre la blanca acera. Se cerró el grueso abrigo y apresuró el paso para llegar hasta la camioneta azul estacionada cerca de cerca. Cuando colocó la maleta de Trunks en la parte posterior y se sentó detrás del volante, notó que Trunks estaba silencioso. Por lo general charlaba mucho y le contaba historias de sus aventuras. Por algún motivo, faltaba su habitual alegría.

— ¿Te divertiste? – le preguntó Bulma.

— Oh , sí – le sonrió con aprensión, mientras ella ponía la camioneta en movimiento.

— ¿Qué hiciste?

— Fuimos a pescar y a nadar... y viajamos en el avión. Nada especial – murmuró el niño y volvió su pequeña cabeza. Bulma supuso que para Trunks eso no era nada especial, puesto que desde muy pequeño voló alrededor del mundo para reunirse con su padre. Cuando Trunks era un bebé, Vegeta volaba hasta Londres y una niñera en un coche conducido por un chofer iba por Trunks y tenerlo con él durante el día. No obstante, cuando Trunks fue menos dependiente de su madre y tuvo más familiaridad con su padre, los paseos de un día poco a poco se convirtieron en eventos que duraban un fin de semana. Ahora el niño tenía casi cuatro años, era muy inteligente y tenía confianza en sí mismo. En esos días ya no iba la niñera para cuidarlo y una llamada telefónica o una carta del abogado de Vegeta, era suficientes para avisar de su llegada. Vegeta tenía acceso ilimitado con el niño. Cuando Trunks era un bebé, esto no preocupaba a Bulma pues parecía que Vegeta no intentaba inmiscuirse demasiado. Sin embargo, la situación cambió con rapidez durante un año. Además, Trunks adoraba a Vegeta de manera abierta y Bulma nunca pudo comprender ese hecho sorprendente. Vegeta era frío, remoto, capaz de sentir mucho odio hacia la madre de su hijo... ¿cómo era posible que Trunks le inspirara confianza y afecto? Ella no podía imaginarse a Vegeta agachado para estar a la altura de un niño de tres años, más parecía que así sucedía.

— Mamá, papá quiere que viva con él – murmuró el niño. Los ojos de Bulma estaban fijos detrás de la camioneta. Bulma estuvo a punto de frenar de pronto al escuchar lo que decía Trunks.

— ¿Qué dijiste? Repítelo – pidió Bulma y respiró profundo.

— Me preguntó si me gustaría – comentó el niño. Bulma se dijo que Vegeta era un hombre manipulador al preguntar eso a un niño de la edad de Trunks. Fue sólo una charla, y era posible que de estar ella en el lugar de Vegeta, habría hecho lo mismo. Eso no significaba que ella tuviera que preocuparse, después de todo, Vegeta no luchó por la custodia de Trunks cuando éste nació. ¿Por qué iba a hacerlo ahora?

— ¿Qué le respondiste? – quiso saber Bulma.

— Que me gustaría, sólo si tu también ibas. Lo he pensado muchas veces – le aseguró Trunks — ,y me gustaría mucho, pues así no te extrañaría a ti ni a papá. La solución de Trunks era muy conmovedora y práctica, pues él no comprendía el divorcio. ¿cómo podría hacerlo? Ni siquiera entendía lo que era el matrimonio. Nunca vio a sus padres en la misma habitación juntos. Mamá y papá eran personas muy diferentes, quienes vivían vidas diferentes y con quienes él hacía cosas opuestas. Los ojos de Bulma se llenaron de lágrimas y deseó que el coche en el que viajaban Nappa y Turles dejara de seguirlos tan de cerca. La camioneta no alcanzaba una gran velocidad en subida.

— ¿Y qué dijo papá? – Bulma no pudo evitar la pregunta.

— Nada. Parecía malhumorado – comentó el niño, con tristeza y Bulma pensó que el pequeño no comprendió que su padre estaba iracundo, no malhumorado. ¿Intentaba Vegeta apartar a Trunks de su lado o acaso ella actuaba como una paranoica?

— Todavía no me has dicho lo que hiciste en Roma – Bulma cambió de tema— . ¿Fuiste a navegar?

—Launch también fue. Es simpática. Tiene mucho cabello amarillo.

— ¡Oh! ¿es bonita? – la curiosidad venció a Bulma.

— Espectacular, según Bardock. ¿Eso significa bonita? Bulma no preguntó quien era Bardock. Vegeta tenía una familia numerosa incluyendo sobrinos y sobrinas con quienes Trunks jugaba cuando iba a visitar a su padre. Los Ouji vivían por todo el mundo: Milán, Roma, Atenas, Nueva York... Vegeta tenía una nueva amiga...¿y eso qué? Desde que se divorciaron, Vegets tuvo una aventura tras otra. Trunks siempre la mantenía informada. La hermana de Bulma fue alguna vez una modelo internacional y aunque ya se había retirado para abrir su propia agencia, todavía frecuentaba los círculos de la alta sociedad y en Europa, Vegeta era siempre noticia. Launch... el nombre no le agradó, se tensó y sintió una gran pena, que era una amargura y cólera, no celos. Los celos se sienten cuando se ama a una persona y Bulma dejó de amar a Vegeta mucho tiempo atrás. Le temía y lo odiaba por partes iguales puesto que él casi la destruyó. Vegeta no sabía perdonar y era más probable que Bulma lograra la compasión de una estatua que la suya. El amor que una vez sintió por él murió cuando su marido le demostró su desdén y su ira. Lo único bueno que obtuvo del matrimonio, fue a Trunks. La unión que parecía de cuento de hadas se volvió un desastre y los sueños terminaron en cenizas. Bulma intentó apartar esos pensamientos de su mente y de escuchar la charla de Trunks. El niño estaba relajado después de haber planteado la pregunta que le hizo Vegeta. Al pequeño le gustaba su mundo tal como era, mas ¿siempre sería así?

— Papá me llevó a su oficina y me enseñó el retrato del abuelo – comentó Trunks con tono importante, por lo que Bulma sonrió se dijo que no le gustaría que el pequeño se convirtiera en un industrial como Vegeta, en un genio de las finanzas con una calculador como cerebro y un corazón que sólo latía un poco rápido frente a un estado de cuenta.

— Debió ser interesante – comentó Bulma con diplomacia.

— Cuando crezca, seré pescador como Bardock – aseguró el niño. Bulma pensó que eso no sucedería mientras Vegeta estuviera cerca. El hombre era una mezcla letal de genes griegos e italianos. Su madre fue la heredera de un naviero griego y su padre, el hijo de un magnate italiano. Era una mezcla explosiva, aunque no en la superficie. Vegeta era sofisticado, calmado, conciso y muy controlado. Algunas veces, Bulma se preguntaba cómo pudo ser tan tonta para ver otra cosa en él. Peor las jóvenes de dieciocho años piensan con el corazón y el cuerpo, no con la cabeza, observan lo que quieren ver. En el caso de Bulma, tenía enfrente un mundo perfecto, cuyo eje era Vegeta y no miró hacia los lados, por lo que no advirtió ninguna mancha, sino un amor obsesivo que la cegó. Comenzó a nevar y Bulma se enfadó por el coche insistente que los seguía. ¡Vaya tontería! Ellos tenían órdenes y como robots programados, llegaban al ridículo para seguir las instrucciones de Vegeta al pie de la tierra. Bulma sintió dolor en los hombros debido a la tensión por conducir con precaución y por el monstruo que la seguía. El trayecto hasta Hampshire era largo. Allí era donde ella vivía ahora. Tenía la mitad de las acciones de una casa de antigüedades. El negocio no estaba en auge; sin embargo, vivía a una distancia conveniente de la casa de sus padres. Trunks quería mucho a sus abuelos, por lo que tenía ataduras fuertes en Inglaterra y a Vegeta no le resultaría tan sencillo romper esos lazos. Tomó una curva muy cerrada, mientras mentalmente enumeraba la ventajas que tenía sobre Vegeta respecto al niño y se encontró con una vaca parada a mitad del camino. Emitió un grito de horror al mismo tiempo que giró el volante para tratar de evitar chocar al animal y con el coche que venía atrás. Debido a la nieve sobre la carretera, la camioneta derrapó. Sintió que el cielo y una cerca pasaban frente a ella a través del parabrisas. Algo la golpeó en la cabeza y perdió el conocimiento.

— ¡Trunks! – Bulma recobró el conocimiento y lanzó un grito que había quedado en su garganta y que nunca pudo emitir, excepto en su mente. Unas manos firmes la sostuvieron contra la cama y su cabello turquesa se movió sobre la almohada — . ¿Trunks? – preguntó temerosa.

— Su hijo está a salvo, señora Ouji – le dijo una voz calmada, que pertenecía a una enfermera. Bulma se llevó una manos a la cabeza, que le dolía y sintió la venda que tenía en la frente.

— ¿En realidad está bien el niño? – preguntó Bulma. La enfermera le acomodó la cama.

— Tiene algunos golpes y está asustado – le informaron.

— ¡Oh, no! – los ojos de Bulma se llenaron de lágrimas — . Debo ir a su lado, ¿ en dónde está?.

— Tiene que permanecer en cama, señora Ouji.

— Mi apellido es Brief, no Ouji – aseguró Bulma con voz temblorosa — , y quiero estar con mi hijo. La puerta se abrió y entró un hombre alto de bata blanca.

— Ya está con nosotros de nuevo, señora Ouji – dijo el hombre con una sonrisa jovial — . Estuvo inconsciente durante algunas horas. Tuvo suerte.

— La señora Brief – la enfermera enfatizó el apellido y Bulma se ruborizó— , desea ver a su hijo.

— El padre de su hijo está con él – comentó el médico — . No tiene de qué preocuparse, todo está bajo control.

— Su padre...¿Vegeta? – preguntó Bulma con incredulidad — . ¿El está aquí?

— Llegó hace dos horas y su pequeño está bien, señora...Brief – le guiñó el ojo a la enfermera, como si disfrutara una broma feminista y tomó la muñeca de Bulma. Vegeta estaba allí. ¿En dónde era allí? Se dijo que no podía estar muy lejos de su casa. ¿Cómo podía Vegeta estar tan cerca? ¿Qué hora era? Suspiró. Supuso que los empleados de Vegeta lo informaron de inmediato del accidente. El médico añadió:

— Cálmese, señora Brief. Le dije que no hay de qué preocuparse. Pensamos tenerla aquí durante la noche en observación.

— No puedo quedarme...¿eso significa que Trunks puede irse a casa?

— Su padre dijo que él tomaría la responsabilidad. Bulma sintió pánico. ¿Vegeta la culparía del accidente? ¿Por qué iba a culparla? No fue culpa suya encontrarse con una vaca o que sus guardaespaldas la siguieran tan cerca. Vegeta estaba allí... en el mismo edificio...sintió que la sangre se le helaba.

— Creo que le vendría bien un sedante – comentó el doctor.

— No quiero tomar un sedante – dijo Bulma e intentó sentarse de nuevo.

— Todavía está en estado de shock, señora Brief – le aseguró el médico. Bulma lo ignoró y apartó las sábanas. Sintió un vértigo. Tenía que ir al lado de Trunks. De pronto se quedó quieta... no podía estar al lado del niño si Vegeta estaba con él. Después de cuatro años, tendría que volver a enfrentarse con Vegeta. Recordó que su último encuentro fue en un hospital, horas después de que naciera Trunks. Sentía que las sienes le palpitaban por la tensión. Con cobardía, volvió a subir las sábanas.

— Por favor acuéstese – el tono de voz de la enfermera era suave e implicaba que Bulma estaba al borde de la histeria.

— No lo dejen entrar – insistió Bulma, dejándose caer sobre la cama.

— ¿A quien?

— A mi ex marido – dijo Bulma y cerró los ojos. Se sentía avergonzada. No actuaba como un adulto, ni con normalidad a sentir temor por un encuentro, mas no podía evitarlo. Era algo ilógico e instintivo.

— Si ese es su deseo – dijo el médico y miró a la enfermera. Ninguno de los dos comentó que su ex marido ya había estado allí durante bastante tiempo mientras ella estaba inconsciente. Bulma respiró con tranquilidad, aunque todavía temblaba al saber el desconsuelo del niño y que ella no estaba a su lado. Sintió que una aguja le picaba el brazo y se estremeció en reacción refleja, antes que sus párpados se cerrara.

— Tiene terror de él – señaló la enfermera con voz baja — . ¿Lo notó? Me pregunto...

— No es asunto nuestro investigar el motivo – apuntó el doctor — . Resulta obvio que la señora Ouji es una mujer muy emotiva. La enfermera rubia continuó estudiando a Bulma con curiosidad. Era demasiado joven para estar divorciada. Le pareció hermosa con ese cabello resplandeciente y se dijo que Vegeta Ouji también era guapo. Sonrió. Nunca conoció un hombre tan atractivo, con esos ojos y ese acento. Sin embargo, ella no pareció resultarle atractiva a él, mientras permanecía de pie en silencio, observando a su ex esposa, sin mover un solo músculo del rostro, contemplándola sin emoción, como si ella nada tuviera que ver con él. Sólo cuando él preguntó si ya se había solicitado a un especialista fue cuando la enfermera notó su palidez. Mientras él hablaba con el médico, apartó la mirada de la cama y no volvió a mirar a esa dirección. Bulma despertó temprano por la noche, la luz se desvanecía detrás de la ventana sin cortinas. Bulma recordó... Trunks... Vegeta…Quiso ver su reloj y notó que faltaba, en su lugar tenía una etiqueta de plástico con su nombre. Se dio cuenta de que estaba en una habitación privada y se preguntó cómo pagaría la cuenta. Yamcha, su socio en Antiques Fayre, estaría preocupado por ella. El restauraba muebles antiguos y trabajaba en el taller que se encontraba en la parte posterior de la tienda. Aunque el tiempo por lo general no tenía significado para él, se preguntaría en dónde estaba Bulma, pues ella prometió pasar a la tienda, camino a casa. Se escucharon varias voces al otro lado de la puerta. Bulma decidió pedir su ropa, tenía que ir a su casa, encontrar a Trunks...¡oh, una docena de cosas más! Cuando una puerta se abrió, ella se sentó y volvió a sentir dolor en las sienes. Se encendió una luz que la cegó momentáneamente, antes que quedara paralizada por la sorpresa y el color desapareciera de sus mejillas.

— Veo que estás despierta – comentó Vegeta, y notó su reacción al reconocerlo. Cerró la puerta y durante varios segundos permaneció de pie junto a la cama, estudiándola. Temblorosa, Bulma bajó la cabeza. Le pareció muy hermoso. Esa no era la palabra usual para describir a un hombre, pero le quedaba muy bien a Vegeta. Era moreno y tenía las facciones perfectas de un ángel caído, y la elegancia de un leopardo. No había cambiado, todavía tenía esa mirada brillante que parecía traspasarla. Bulma no pudo evitar recordar su último encuentro.

— Hice los preparativos para que regreses a Inglaterra con nuestro hijo – le indicó Vegeta con frialdad, antes de irse, sin importarle las lágrimas de agonía que vio reflejada en el semblante de ella al destruir sus últimas esperanzas de reconciliación. Bulma cerró las manos de manera convulsiva. Una voz interior le dijo que tenía que controlarse. Él la destrozó y no creía poder volver a recuperarse, pues para eso, primero tenía que perdonar, apreciarse a sí misma, olvidar el pasado...y Bulma no logró nada de eso. La brillante y desafiante mirada de un tono ámbar— dorado le daba un mensaje. Él no había olvidado, al igual que ella. ¿Cómo podía Bulma olvidar que destruyó su matrimonio al hacer algo imperdonable? Después de un largo silencio, él comentó:

— Me insinuaron que no querías verme. Bulma se dijo que eran como un gato y un ratón. El había atrapado con anterioridad y volvería a hacerlo. ¿Qué lo detenía? Bulma se pasó una mano nerviosa por el cabello. Levantó la mirada por accidente y se encontró con los ojos de Vegeta que seguían cada movimiento de sus dedos.

— No pensé que quisieras verme – atacó Bulma. No tenía derecho a condenarla. Era esa sensación de estar en un error lo que la hacía aceptar su culpa, la cual estuvo a punto de ocasionarle un colapso nervioso cuando esperaba a Trunks. Vegeta caminó hacia la ventana y miró hacia fuera, quedando de perfil.

— Quiero discutir el accidente contigo – manifestó él. Bulma cerró los ojos con amargura, Vegeta se negó a verla para discutir acerca de su matrimonio, no recibió sus llamadas, le regresó las cartas y dejó en claro que ya no la consideraba su esposa... pero por supuesto que ahora podía acercarse a ella para pedirle una explicación del accidente — . ¿Encuentras algo divertido en esto? – le dirigió una mirada implacable y ella palideció todavía más.

— No, no hay nada gracioso de ello. Es muy simple. Después de tomar una curva, me encontré con una vaca que estaba a mitad del camino. Cuando intenté evitarla, la camioneta derrapó, haciendo que virtualmente fuera imposible que el...coche que nos seguía, evitara golpearnos.

— ¿Y eso es todo lo que tienes que decir? – preguntó Vegeta. Bulma no dudaba que él escuchara una versión diferente de sus hombres de seguridad, una historia que la culpara a ella. Tal vez dijeron que ella conducía con demasiada velocidad sobre la carretera nevada, arriesgando la vida de Trunks.

— Sí, eso es todo lo que tengo que decir – respondió ella y cerró la mano sobre la sábana blanca almidonada — . No creo que hubiera podido evitar el choque.

— Mis hombres no mencionaron a un animal... Bulma perdió el control.

— Bueno, puedo asegurarte que había uno, más sé a quién vas a creerle, por lo que será una pérdida de tiempo explicar lo sucedido. Ahora, si podemos dejar este interrogatorio, quizá puedas decirme cómo está Trunkd. Vegeta se desconcertó al verla perder el control y juntó las cejas.

— No permitiré que me hables en ese tono – aseguró Vegeta con voz helada. La intención de Bulma no fue gritarle, pero se dijo que no tenía por qué disculparse. Ya no estaban casados y el pasado no permitiría que fueran corteses uno con el otro. Vegeta era el culpable al apartarla y al comunicarse con ella sólo a través de terceros. Su hostilidad mató el amor de Bulma. Ella aceptó lo que sucedía y él no tenía derecho para obligarla a un encuentro cara a cara.

— No hay mucho que puedas hacer al respecto, Vegeta – se atrevió a decir Bulma— . Ya no obedeceré más tus órdenes, yo no...

— Continúa. Esto se está poniendo muy interesante – dijo él con suavidad, aunque con un tono falso. Bulma guardó silencio bajo la mirada furiosa de Vegeta. Nadie le hablaba a él de esa manera, nadie lo había hecho...y no lo iba a hacer la esposa que repudió. Bulma volvió a bajar la cabeza. ¿Qué le sucedía? Si su abogado estuviera presente, no aprobaría esa provocación.

— No tengo más que decir – murmuró ella y oprimió los labios. Él la miró a la cara y después fijó la vista en sus manos nerviosas y una expresión de insatisfacción se reflejó en su rostro.

— Trunks está con tus padres. No era necesario que él permaneciera en el hospital.

— ¿Con mis padres? ¿El está con mis padres? – preguntó Bulma y él levantó una ceja.

— ¿No dije eso?

— Pero...eso significa... – Bulma tragó saliva y su expresión era de horror — . Que también fuiste allá.

— Sí, y fue una experiencia fascinante – comentó Vegeta— . Nunca les dijiste la verdad, ¿no es así? No tienen idea del motivo por el que nos divorciamos. Parece que creen que fuiste tu quien quiso divorciarse de mí. Bulma sintió que los latidos de su corazón repercutían en sus oídos. No podía defenderse contra lo que él le decía y podía imaginar la reacción de sus padres ante la aparición repentina de Vegeta. Con seguridad fueron corteses y muy hospitalarios. Su padre era un vicario retirado y ninguno de los dos aprobaba el divorcio o la forma como Trunks era educado por padres que nunca se hablaban. Nunca dejaron de señalar que para ellos, Vegeta todavía era su marido. Para bien o para mal, el matrimonio era para toda la vida y no podía apartarse a la primera señal de falta de armonía. Bulma sentía náuseas al imaginar a sus padres y a Vegeta cerca y hablando.

— No podía decírselo – dijo Bulma y sollozó al tiempo que su cuerpo se estremecía — . Ya era bastante malo cuando regresé a casa. La verdad los hubiera destruido.

— A mí también me destrozó – comentó él y se apartó de ella — , pero regresando al presente...si me hubieras dado oportunidad de hablar, comprenderías que no te culpo por el accidente.

Muchas gracias por leer las adaptaciones. Espero les guste esta, es una de mis preferidas de mi escritora favorita del género Romance.

Pau Brief-LOVE-Vegeta: Sí, trato de subirlos lo más rápido posible ya que a mí tampoco me gusta esperar. Por ello, si me animo a hacer mi propio fic, lo subiré cuando ya tenga algunos capítulos para que no se impacienten.

Gracias a todos los reviews.