Leo estaba preparando tranquilamente la cena, Otabek estaba en la habitación de Jean ayudándolo a estudiar para su examen final.

—Mmm quizás debería llevarles la cena, no quisiera que se interrumpiera su sesión de estudios.

Dicho eso, Leo sirvió los sándwiches y el jugo de naranja en una bandeja para llevárselo a sus amigos.

Al llegar a la habitación del canadiense abrió la puerta y entró encontrándose con una sorpresiva escena.

Jean y Otabek estaban profundamente dormidos en la cama del canadiense, Jean tenía su cabeza apoyada en el pecho del kazajo mientras abrazaba el cuerpo del mismo.

Eso no era novedad, Jean tenía el hábito de abrazar siempre sus almohadas al dormir.

La pregunta era... ¿Cómo es que terminaron así? Leo pensó en que quizás lo mejor era despertarlos...pero tuvo una mejor idea.

Puso la bandeja en el escritorio del moreno y se acercó a ellos, tomó los brazos de Otabek para rodear la cintura de Jean, haciéndolos mirar tiernamente chistosos, intentó con carcajearse para no despertarlos, sacó su celular y les tomó una foto, la editó con un marco lleno de corazones y la subió a su Instagram etiquetándolos, sin más, salió rápidamente de la habitación esperando ansiosamente que sus amigos despertaran.

Al día siguiente...

Eran las diez de la mañana, Leo estaba en la cocina tomando tranquilamente una taza de café cuando.

— ¡AAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHH! —fueron los delicados gritos de sus amigos.

—Aaaahh, música para mis oídos—dijo Leo con una sonrisa.

Jean y Otabek llegaron corriendo a la cocina rojos de la vergüenza.

—Buenos días chicos, ¿qué al estuvo el estudio? —preguntó Leo con toda normalidad.

—Esto...bien, supongo—dijo Otabek.

—Checaré si tengo algún mensaje.

Dicho eso Jean sacó su celular de su pantalón, desbloqueó su celular y entró a su Instagram para ver si había novedades, de pronto palideció.

— ¿Qué te pasa? ¿Por qué tienes esa cara? —preguntó Otabek al ver a Jean tan pálido.

Jean no dijo nada, sólo tenía sus ojos como platos, moviéndose como un robot, le mostró la pantalla a Otabek, ahora el kazajo también se puso pálido.

Ambos miraron a Leo quien seguía tomando su café con toda tranquilidad.

—Leo...

— ¿Acaso tú...?

Leo los miró con una sonrisa y...

—Bien dicen que los que se pelean se aman, al parecer es verdad—dijo con una sonrisa pícara.

Otabek y Jean se pusieron rojos hasta las orejas.

— ¡LEEEEEEOOOOOO! —gritaron ambos al unísono.

Leo seguía sonriendo y tomando su café disfrutando de la hermosa sensación de tener amigos a quienes hacerles bromas.