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Books » Harry Potter » Efectos de la rutina

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Author: Alemar107

Rated: M - Spanish - Romance/General - Reviews: 51 - Published: 09-10-08 - Updated: 09-19-08

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Capítulo 1

No hay absolutamente nada seguro al cien por ciento en esta vida. Nada. Excepto el amor que Ronald Weasley siente por Hermione Granger.

Tanto es así que cuando ella decidió vivir en el mundo muggle y desligarse del mágico, él la siguió sin dudar.

Las razones eran válidas y más aún la imposibilidad de vivir sin ella.

Hacía doce años que vivían en su suburbio de Londres, ella trabajaba en una firma de abogados y él se había convertido en un excelente profesor de matemáticas.

Nadie creyó posible que él lograra sobrevivir al mundo muggle, y si alguien hubiese augurado en algún momento que él sería profesor, de seguro se burlarían aún más de lo que ya lo hacían de Madame Trelawney, su ex profesora de adivinación.

Pero lo cierto es que el amor te cambia, en muchos casos te mejora en otros te desvirtúa, pero a él, el matrimonio le había puesto los pies sobre la tierra y el amor por Hermione lo había mejorado en muchos sentidos y en lo profesional aún más.

Ese año le habían asignado el curso superior, lidiar con adolescentes era bastante motivador por suerte, porque su vida familiar estaba estancada.

El amor entre Hermione y él era cada vez mayor, pero la rutina era avasallante y la pasión inexistente.

Día tras día las mismas cosas, las mismas comidas, los mismos planes, las mismas salidas, lo más emocionante era ver el crecimiento de Rose y de Hugo que tenían tres y un año respectivamente, y aquellos escasos encuentros nocturnos, insuficientes para él y siempre y cuando el cansancio del día laboral los permitían.

No se quejaba, tenía una vida tranquila y apacible, pero con sus aún veintinueve años, parecían una pareja de ancianos, culpaba al gran conocimiento y conexión que tenían, mayormente debido a haber sido amigos por siete años, aunque aún lo seguían siendo. Pero la realidad era que nunca hubo pasión entre ellos, su noviazgo se dio naturalmente, como si así debiera ser, y si bien Hermione tomó la determinación y dio el primer paso con ese espectacular beso antes de la batalla final, luego se dio cuenta que había sido una necesidad desesperada de demostrar sus sentimientos por si la muerte le tocaba a alguno de los dos.

Por suerte no fue así, otros murieron y fue muy doloroso, él estuvo un tiempo trabajando con George en Sortilegios Weasley suplantando a Fred, pero lo cierto era que nunca se arrepintió de haberlo hecho, estaba realmente a gusto trabajando con su hermano y juntos llevaron la compañía a un nivel bastante alto; Hermione terminó su séptimo año, él aprovechó la oportunidad del ministerio de darlo por aprobado, y fue, además de la recompensa, lo único que aceptó a cambio de lo que los demás denominaron una heroica misión que a ellos tres nunca les pareció tal; todos habían luchado heroicamente, pero el dinero siempre había sido una preocupación y esa recompensa era importante para poder incrementar los ingresos de la empresa y de más estaba decir que no ir a Howgarts para él fue la mejor recompensa de todas, el estudiar no era su fuerte.

Nunca pensó que el ser educando lo elevaría tanto mentalmente y lo estimulara a tal nivel.

Tal vez eso era así debido a su carencia sexual, no podía culpar a Hermione, ella era así, siempre lo fue, estructurada y reservada. ¿Qué le hizo pensar que al casarse cambiaría? Él intentaba complacerla lo más que podía, siempre fue un tema de preocupación desde el principio, debido en realidad a la poca o casi nula experiencia; además intentaba asesorarse con Harry, él único que sabía del tema con lo que tímidamente su amigo le comentaba por supuesto luego de superar que lo que le comentaba lo hacia con su pequeña hermana, motivo por el cual no fue su primer confidente. Pero su hermosa esposa llevaba lo cerebral a la cama y eso realmente no le era del todo estimulante, más allá de ello él nunca dejó de desearla y amarla, y rogaba día a día que ella se diera cuenta de sus urgencias, pero a la vez, y debido a su aún inseguridad, nunca tocó el tema con ella. Le resultaba bochornoso y sabía que a Hermione le sería aún más, por lo tanto se dedicó a estimularse con los libros y sin darse cuenta se convirtió en un excelente profesor.

La verdadera diversión de Ron estaba en ver a sus alumnos, no podía evitar sentirse identificado por su jovial actitud, él era el profesor favorito, aún era relativamente joven y los alumnos confiaban en él, y lo respetaban; además, modestia aparte, no estaba mal físicamente y era aún apuesto y se reía de cómo era adorado por las niñas, recordándole al profesor Lockhard, aunque él nunca les prestaba atención a esas coqueterías.

Al comenzar el año, estudiaba a sus alumnos, rápidamente identificaba entre otros al ingenuo Neville, al melancólico Harry, al soberbio Malfoy, al inseguro Ron, a la coqueta Lavander y por supuesto a la sabelotodo Hermione.

Ahora más que nunca le daba la razón a Snape, los sabelotodos eran insoportables, no podía creer como era que él nunca notó eso en Hermione, pero le eran muchas veces intolerables en lugar de estimulantes; por ello había creado un club de matemáticas y generalmente luego de que los escasos pequeños genios resolvieran los problemas que él escribía en el pizarrón, les daba algunos más complejos y les ofrecía un aula para que se marcharan. De esa forma él podía tranquilamente educar a aquellos menos favorecidos mentalmente.

Estaba sentado en su escritorio, leyendo unos papeles mientras los alumnos resolvían unos problemas cuando tocaron a la puerta.

- Profesor Weasley.

-Buenos días directora Robertson. – Pudo notar que detrás de la dama una chica se asomaba.

- Ella es Susan Peterson va a ingresar hoy como estudiante nueva.

Pero Ron no la escuchaba, por primera vez o mejor dicho por segunda en su vida estaba embobado, aunque intentaba disimularlo.

La chica frente a él lo impactó, como sólo Hermione lo había logrado hacer, su cabello era castaño y extremadamente lacio, le recordaba cuando su mujer se lo peinaba de esa manera, sus ojos eran verdes con puntos cafés, los pudo ver de cerca cuando la niña le entregó un papel.

- Me marcho. Buen día. – Dijo la directora saliendo de allí.

-Buen día – Saludó él tomando el papel, sin dejar de mirar a la nueva estudiante.

Observó el uniforme, la corbata inexistente y dos, ¡No! Tres botones desabrochados de la camisa, dejando asomar apenas la puntilla de su sujetador blanco; la pollera era tan corta que cuando se sentó en la mitad de la clase no pudo evitar ver sus bragas.

De más estaba decir que todo el alumnado masculino había quedado más impactado que él. En realidad no más, pero Ron supo disimularlo, mientras que los chicos estaban realmente alborotados con la nueva presencia femenina.

Lamentablemente su materia era de las más exigentes con lo cual tenía una hora diaria de clases, intentó en los días siguientes no modificar su forma de enseñar, pero le fue imposible; él solía recorrer la clase caminando mientras explicaba los conceptos, pero ahora se quedaba sentado en su escritorio. No podía pasear más, porque siempre se encontraba con el juvenil escote y la falda corta que dejaba casi la totalidad de los muslos expuestos. Se sentía un pervertido, pero no entendía que le pasaba, era la única vez en toda su carrera que una niña lo afectaba tanto, y culpó inconscientemente a Hermione por no brindarle ese desahogo sexual que necesitaba, pero a la vez se arrepentía de esos pensamientos, su mujer tenía muchas cosas en la cabeza y además había muchas otras cosas de las cuales él también era culpable o al menos eso creía.

Uno de esos tantos días de tortura que había comenzado a vivir, estaba dispuesto a explotar la mente de sus alumnos, ya se había desecho de los cerebritos y plasmado en el pizarrón los problemas, dedicándose a explicar al resto de la clase los mismos.

- ¡Vamos! Piensen, acabamos de verlo ayer, miren la ecuación, observen el desarrollo y el resultado es… - Miró a toda la clase esperando la respuesta correcta.

- Menos uno – escuchó la sensual voz detrás de él, puesto que había encontrado la forma de estar parado en clase dándole la espalda a la chica.

- ¡Muy bien! – Dijo complacido volteando a verla y como era habitual le ordenó a la muchacha que fuera a colocar el resultado en la pizarra.

¡Craso, enorme, inmenso error! El problema era el primero y por lo tanto estaba escrito al tope de la pizarra, la chica tomó el fibrón se puso en puntillas de pie y estiró el brazo para colocar el resultado en su lugar.

Los muchachos más osados se agacharon para observar mejor, pero lo cierto era que no hacía falta, la falda se levantaba dejando ver parte de su trasero redondo y firme.

Ron no lo toleró más he hizo uso de su magia.

Algo con lo que nunca había contado al alejarse del mundo mágico era que al estar en el mundo muggle expuesto, el sentido de preservación corporal y mental lo habían hecho más poderoso, y podía hacer hechizos mágicos que nunca había visto hacer en su casa. No sabía si a Hermione le pasaba lo mismo, preferían no hablar del tema porque lo cierto era que a él lo ponía melancólico recordar las cosas que había dejado de lado.

El hecho era que él apenas tocando su varita, que de más está decir nunca había dejado y siempre portaba en el saco del traje, podía hacer que todas las personas a su alrededor se congelaran sin darse cuenta de esta situación ni lo que sucedía mientras estaban en esa condición.

Él miró a los alumnos y luego a la chica en total estado de inmovilidad.

Se acercó y comenzó lentamente a bajarle la falda.

- Señorita – Decía en voz alta aún sabiendo que no era escuchado – Si supiera que es mejor dejar volar la imaginación, en lugar de exhibirse, se vestiría apropiadamente.

No era del todo cierto, su mente y su virilidad estaban exaltadas con la muchacha, pero también había algo de verdad en lo que decía.

Sin darse cuenta rozó con sus dedos el muslo de la chica y sintió que la misma temblaba, pero luego interpretó que sería el movimiento por estar bajándole la prenda, la puso en una altura donde podía resguardar la dignidad de la chica a la vez que no se notara demasiado para no levantar sospechas.

Cuando hizo que todos volvieran a su movilidad normal pudo notar que algunos chicos miraban extrañados pero aún así no dijeron nada.

Por la noche intentaba dormir, la escena se le plasmaba una y otra vez en su mente y maldijo un millón de veces mentalmente, se sentía pésimo de fantasear con una alumna, sentía que estaba siendo infiel a Hermione y a sus principios morales, pero por alguna razón no podía alejarla de su mente, tal vez por ser prohibido, casi ilegal, no, completamente ilegal y eso parecía hacerlo más atrayente.

Viró para ver el cuerpo de Hermione dormir a su lado, dándole la espalda, levantó apenas las sábanas y observó fascinado su cuerpo, envuelto en un corto camisón de finos tirantes, era realmente preciosa, aún más que hacía catorce años atrás cuando la descubrió sexualmente y se concentró en pensar en ella. Por suerte los pecaminosos pensamientos juveniles desaparecieron pero iniciaron unos más pecaminosos con su esposa.

Estiró lentamente la mano, rogando que ella estuviera animada, lo sorprendió gratamente ver que sí, porque apenas rozarla ella viró y lo besó.

Durante varios minutos se deleitó disfrutando del profundo beso y de las caricias que ambos se daban mutuamente.

Estaba extasiado de ver que su mujer respondía casi apasionadamente a sus caricias y ese sólo hecho lo enervó como nunca.

Se colocó sobre ella aún besándola y con su mano fue hacia el sur, se maravilló que ella no tuviera ropa interior y se deleitó pasando los dedos por los pliegues de su intimidad hasta lograr que los mismos se humedecieran, se bajó el pantalón y la penetró lentamente.

Se sentía formidable, hacía mucho que lo estaba deseando y realmente se sentía extremadamente excitado por la escena de la mañana, en realidad no podía ser hipócrita con él mismo, él vivía enervado, pero más aún porque no había nada más majestuoso que el cuerpo de Hermione; sin ella saberlo él se masturbaba a diario, sin poder contener sus impulsos sexuales recordando su cuerpo, al no poder concretar el espectacular acto que estaban ahora ejecutando.

- Así – la escuchó decir y abrió los ojos. ¡No lo podía creer! Debajo de él estaba Susan, volvió a cerrar los ojos y se maldijo por esos pensamientos lascivos pero sin darse cuenta embistió con más fuerza intentando sacarse la imagen de la chica de la cabeza pero a la vez entusiasmado con la perversa idea.

- Si Ron, si – escuchó gemir a Hermione y nuevamente abrió los ojos, para su suerte allí estaba su esposa, sonrió complacido, era a ella a quien quería ver gozar, como lo estaba haciendo ahora, y continuó frenéticamente haciéndole el amor ante la ausencia de reclamo por la intensidad con la cual la estaba poseyendo.

Cuando el calor del orgasmo de ella envolvió su miembro llegó el también al clímax, volteó y la acercó a su pecho esperando que sus respiraciones se calmaran.

- Eso fue…

- Maravilloso – Completó él la frase. Ambos reían era tal la compenetración que completaban las frases uno del otro constantemente.

Realmente estaba esperanzado de que su mujer comenzara a demostrar un poco más de pasión, y mentalmente se apuntó el hablar con ella al respecto muy pronto.

A su vez suspiró tranquilo, el amaba a Hermione y no había ninguna duda al respecto, igualmente un lacio cabello castaño y unos ojos con puntos cafés lo desorientaban.

Al día siguiente era viernes.

- "Fin de la tortura" – Era en lo que pensaba en cuanto entró al aula, pero notó la cara de sorprendidos de sus alumnos y los imitó cuando reparó el porque de aquellas expresiones.

Susan estaba sentada en su pupitre habitual, pero ya no tenía la apariencia de una fémina fatal.

Todos los botones de la camisa estaban abrochados, la corbata había aparecido y estaba correctamente en su lugar.

La pollera tapaba todo el muslo y las medias tres cuarto se ubicaban por debajo de las rodillas sólo dejando a la vista esta última parte de toda su anatomía.

Saludó y luego volteó a escribir en el pizarrón, sonrió complacido, ya no más distracciones pero a la vez pensaba cual habría sido el motivo.

Si ella lo había escuchado, significaba que era una bruja puesto que su nueva magia no afectaba a los magos, o sólo fue obra de la casualidad.

Si fuera una bruja no debería estar allí, debería estar en Hogwarts.

O tal vez… ¡No! Era imposible, fuera de todas las posibilidades del universo.

Lo más lógico era pensar que la directora se puso firme con la niña, de la cual ya le había hablado y exigido el uso correcto del uniforme. Seguro esa era la razón del cambio.

Pero ya no importaba, lo mejor era que ahora tendría tranquilidad, se sentó en el escritorio y notó que la muchacha cuando llevaba la vista al pizarrón para copiar el ejercicio lo miraba y sonreía.

Dejó pasar por alto el coqueteo, no era la primera y definitivamente no sería la última vez que una estudiante lo hacía, pero estaba seguro que ya no habría pervertidos pensamientos, pero a pesar de su templanza y seguridad al conectarse a los ojos de la chica estas menguaban.

Ahora que estaba más cubierta, eso no dejaba de hacer que su mente volara, ya lo había dicho él, la imaginación era más poderosa.

Además así vestida le recordaba más a Hermione.

Por suerte la clase terminó tranquilamente y regresó a su casa, decidido a preparar una rica cena, y debido a que la noche anterior había sido tan extraordinaria, se comunicó con Jane para que fuera por los niños para estar a solas con su mujer.

Su suegra llegó rápido y luego de compartir un té se marchó con los niños.

El padre de Hermione había fallecido seis años atrás, tenía una enfermedad que lo mantuvo postrado por mucho tiempo, ese fue el motivo por el cual ella había decidido vivir en el mundo muggle y él la acompañó sin dudar.

Nunca se arrepintió de hacerlo, lo único que lamentaba era que no podía ver tan seguido a su familia y a Harry, sólo lo hacían en las fiestas, otros eventos y algunos esporádicos fines de semana; además extrañaba algunas cosas mágicas a las que estaba acostumbrado, pero era poco el sacrificio con tal de estar con ella.

No era momento de lamentarse, estaba dispuesto a pasar una velada agradable y en lo posible salvaje con Hermione, sonrió por la idea y continuó con los preparativos.

Pero, muchas veces, nada sale como lo esperamos, Hermione llegó con los cabellos más alborotados que de costumbre, señal que había tenido un día pésimo, y así fue.