Disclaimer: Prince of Persia no me pertenece.


Mil y una veces


Resulta extraño verse a uno mismo morir. Contemplar cómo tu otro yo exhala su último aliento, tan cerca como estaba de lograr su objetivo. Porque él mismo había estado a punto de lograr su objetivo, hasta que todo se torció.

La criatura de arena observaba el cuerpo sin vida de su otro yo, aún aferrado a la cadena del reloj como el que se aferraba a la vida. Estando de espaldas, no se dio cuenta de su presencia y, por tanto, no pudo evitar ser apuñalado. El verdugo ejecutado por el condenado. Ironías del destino.

Mientras las arenas de la criatura se disolvían hasta desaparecer, la máscara se fue soltando hasta que pudo quitársela totalmente. Allí estaban, su cuerpo sin vida y él mismo. Fijó su vista, entonces, en el reloj. Y en las propias Arenas que brillaban en su interior. Pasó una mano por el cristal, sintiendo el poder que manaba desde dentro, pugnando por ser liberado. Con firmeza, tomó aire fuertemente y cogió la cadena que su otro yo había soltado.

Y fue en ese momento, justo en ese preciso momento, cuando las Arenas, simplemente, desaparecieron, evaporándose.

—No… ¡No, no, no!

Rabioso, tomó la máscara espectral y la tiró con fuerza contra una pared, rebotando en ella y cayendo al suelo.

El Maharajá cayó de rodillas al suelo. Una vez más, las Arenas del Tiempo habían decidido desaparecer ante su rostro, justo en el momento en el que ya eran suyas, como si el destino se burlase de él, justo cuando había vencido a todas las adversidades. Una vez más. Había perdido ya la cuenta de las veces que se había puesto la máscara y había retrocedido en el Tiempo, intentando averiguar qué era lo que salía mal, qué era lo que le impedía poseer las Arenas del Tiempo y hacía que estas desapareciesen ante él. Tembloroso, lejos de parecer el hombre más poderoso de toda India, se arrastró hasta la máscara, tomándola entre sus manos. Tembloroso, se la puso en el rostro. Y gritó.

Mil y una veces había padecido su tormento y mil y una veces lo padecería, hasta que las Arenas fuesen suyas. Suyas y de nadie más.


Me estoy aficionando a este fandom. Originalmente, las Arenas del Tiempo habían sido robadas por el Maharajá de la India junto al Reloj de Arena y los Artefactos del Tiempo: la Daga, el Medallón y el Báculo, los cuales protegen a su portador del poder de las Arenas. Cuando el Príncipe llevó a Kaileena al presente, las Arenas nunca fueron creadas al no morir ella, por lo que cuando el Maharajá llegó a la Isla del Tiempo, se encontró un Reloj vacío y los artefactos sin poder alguno. Esta es mi particular visión de la historia, donde el Maharajá consigue llegar hasta las Arenas y, cuando está a punto de hacerse con ellas, estas desaparecen (porque el Príncipe llevó a Kaileena al presente). He preferido hacerlo así porque la Máscara Espectral da bastante juego, y me gusta pensar que el Maharajá se la pone una y otra y otra vez hasta darse por rendido.