Prefacio
El dolor llegó de forma leve, como una ligera punzada en su zona abdominal y al cabo de unos instantes empezó a arder de forma súbita y alarmante, dándole la sensación de que se estaba quemando por dentro de su ser. Era así, que le costaba el solo hecho de respirar pese a estar tomando bocanadas de aire continuamente. Claro que el veneno introducido junto con la puñalada que le habían acertado dificultaba la tarea.
Se tocó la herida anonadada, su cerebro todavía no procesaba lo que había pasado, y parte de su ser estaba sin poder creérselo; "sin querer creérselo". Pero era real, tan real como el dolor que sentía. Bajó una mano hacia la zona afectada y su propia sangre empañó a esta tan pronto como se produjo el contacto. Era inminente, era muy frío y caliente a la vez y era extremadamente doloroso, en todos los sentidos.
Se negó a levantar la mirada sin querer toparse con los ojos del hombre que estaba delante de ella. Se sentía frustrada y traicionada, porque pese a pesar de todas las advertencias que había recibido diciéndole que no confiara en él, ella había decidido ignorarlos creyendo firmemente que él había cambiado; pero…"es un traidor y de ellos no hay que fiarse" y esa frase la carcomía enormemente en esos momentos. Pero lo que más la agobiaba no era el hecho de que él la haya traicionado sino de que le perdonaría si él se lo pidiera, sin dudarlo ni un minuto.
Miró hacia los lados buscando alguna vía de escape, pero los resultados fueron más que desalentadores. Se encontraban en las ruinas de templo; el lugar estaba completamente abandona, las rocas estaban rotas y la hierba junto con la hiedra se avistaban por todas partes y las fisuras que se encontraban por el suelo impedían cualquier movimiento de forma libre. Lo peor era la ubicación del lugar, ya que situado en la cima de un acantilado, el lugar estaba rodeado de niebla debido a la altura, una niebla leve sí; pero eso no impidió que se tropezara varias veces al subir allí. Y agregando que el lugar estaba desierto, era imposible que alguien fuera en su ayuda, además el filo del acantilado estaba a pocos pasos detrás de ella y del mar sobresalían grandes rocas. Sin salida y sin escapatoria vio que era el lugar perfecto para su muerte.
Ante esta revelación una sensación ardiente y potente empezó a surgir de su ser, sin saber verdaderamente si era porque el veneno empezaba a hacer efecto; pero la ira empezó a dominarla. No iba a humillarse más. Menos frente a ese hombre. Ya se había humillado lo suficiente y si iba a morir prefería una muerte digna y sin pasar sus últimos momentos viendo la cara del traidor. Porque se negaba rotundamente a decir su nombre; ya que la persona que ella había conocido no se parecía en nada a la que ahora estaba frente de ella, le sentía como un extraño y la sensación de lo desconocido la abrumaba tanto como su propia muerte.
Ya estaba decidido, pero antes, levantó la mirada de forma lenta y miró sus ojos oscuros aunque estos originalmente eran azules. Pero ya no importaba. Se encargó de que su mirada trasmitiera todo el odio y la ira que sentía. Y esos sentimientos se vieron reflejados en los ojos contrarios.
-Percy, yo ...
Pero se negó a escuchar. Retrocedió cinco pasos y sintió como la gravedad empujaba su cuerpo hacia el fondo del precipicio viendo pasar el risco de rocas. Y con una última hacia el cielo cerró sus ojos esperando el inminente impacto.
