Capítulo 1: El Legado de Todd
Benjamin Barker lloraba mientras tenía entre sus brazos el cadáver de su querida Lucy, quien él mismo había matado, creyendo que era una mera pordiosera. Lloró todas sus lágrimas y miró sin mirarla, a Mrs. Lovett.
- ¡Sabías que vivía, puta! ¡Lo sabías! – Bramó Barker.
- Lo siento, amor – Sollozaba Lovett – Te juro que te lo oculté por tu bien, ¡Yo sería mejor esposa de lo que ella nunca fue!
Barker consideró esa posibilidad. ¿La perdonaría y la tomaría como segunda esposa? ¿O quizás debiera tirarla a la ardiente hoguera, como pensó al descubrir que la mendiga era en realidad Lucy?
"Oh, Joanna, dime ¿Qué he de hacer? Tú estás ahora lejos ya de aquí, con Anthony, pero dime qué hacer, por favor…"
Sollozó un rato más, agarrando el cuerpo de Lucy, estrechándolo por última vez. Y decidió perdonar a Lovett. Al fin y al cabo, el arsénico hizo que Lucy enloqueciera, y ya no hubiese sido la misma nunca más. "¿No le conozco de algo, caballero?" fueron sus últimas palabras.
De repente, Toby salió desde la reja de la alcantarilla, y se colocó justo enfrente de Barker.
- Señor Todd, la señora Lovett obró mal, pero debería usted perdonarla, ya me quedé sin amo el otro día, y… no tengo ganas de volver al hospicio…
- Sea pues. Mrs. Lovett, la perdono por ocultarme la verdad y, de hecho, entiendo sus motivos. Creo que es razonable que ocultara la locura de Lucy, pues de no haber sido así, no hubiera podido llevar a cabo mi venganza de manera efectiva. Me recomendó ser paciente y acertó. Maté a todos aquellos que en su día fueron mis enemigos y eso me compensa.
Lovett se abalanzó sobre Barker y le plantó un beso en toda la boca, un beso apasionado, lleno de ternura y gratitud. Barker supo apreciar eso, y se unió a él, se fundió con Lovett. En esos momentos Barker, aún besándola, pensaba en las ventajas que le ofrecía la opción que había tomado: primero el favor de Toby, claro está. Segundo, la oportunidad de beneficiarse a esa moza de 28 años, y mientras fornicaran asir sus generosísimos senos como tanto había estado deseando todo ese tiempo, palpar esos enormes y calientes volcanes de Afrodita.
Toby sonreía porque sabía que, con esa unión, había conseguido los padres que siempre quiso tener, ya no tendría que volver a ese infernal hospicio.
"Por cierto, Marjorie – Dijo llamándola por su nombre de pila – ¿Qué me dirías si te pido tu mano en matrimonio?"
"¡Por Satanás, sí!"
Con otro beso sellaron secretamente su acuerdo.
Después de una rápida e íntima boda donde fueron los únicos asistentes, con Toby como portador de los anillos, volvieron a casa, acostaron a Toby en su improvisada cama y se acostaron ellos en la suya. Se arrancaron las vestiduras con fiereza, como leones que disputan un mero pedazo de carne, dos en este caso. Barker pudo ver cumplido su sueño de montar a Mrs. Lovett, y asir sus enormes montañas con avidez.
Despertó Barker abrazado a Marjorie Barker (Tendría que acostumbrarse a ese nuevo nombre). Se levantó y se puso la ropa, presto a empezar su jornada laboral. Subió presuroso a su querida barbería pensando que, sí podía y Marjorie tenía suficiente dinero recaudado, desmontaría el aparejo de su butaca, ya no necesitaba matar más gente. Era divertido, pero poco ético, y podía verse envuelto en un buen lío si se destapaba la verdad. También podía venderla a un chatarrero, a una siderúrgica o a un científico loco y sacar una buena tajada.
Distraído como estaba, no vio que Toby ya había limpiado la barbería de sangre, y había aderezado un poco la estancia.
- He cogido un poco de dinero de mamá y he comprado unas flores y un espejo de pared, así como una espada de decoración. Creo que le da un aire profesional a esta estancia señor… ¿Señor, qué? – Balbució Toby al ver la cara de sorpresa que dibujó Barker.
- Señor Barker, si lo prefieres, aunque si a mi esposa, la ahora señora Barker, la llamas "mamá", ¿Por qué no he de ser yo tu padre?
- No comprendo, señor – Respondió extrañado Toby.
- Digamos que he expedido una petición para que, legalmente seas Tobías Benjamin Barker, hijo de Benjamin y Marjorie Barker, residente en Londres, Inglaterra.
- ¡No me diga, señor! Gracias, seño… padre – Dijo Tobías Benjamin, dibujando una amplia sonrisa de agradecimiento – Supongo que debo llamarle padre a partir de ahora.
- Como desees, pues para mí tú eres mi hijo. Por cierto, serás para mí Benjamin Jr., en vez de Tobías, ¿Ok?
- Sí, padre.
- Ah, por cierto, ven, acércate. ¿Ves estas navajas de plata? – Dijo, extendiendo dos brillantes navajas de afeitar, que relucían a la luz del tenue sol que se filtraba por la ventana – Son para ti, hijo mío, Benjamin, para que sigas con mi legado, para que seas el mejor barbero de todo Londres, y de todo el mundo. Quiero que aprendas de mí, y seas mi sucesor en esta tarea.
- Sí, padre, honraré su legado, honraré estas navajas.
- Bien. Así lo espero. – Sonrió – Harás grandes cosas, Benjamin Barker Jr., estoy seguro.
