Zack estaba carcajeándose al ver un maldito -en el buen sentido- programa en la televisión. En medio de eso, Ray se colocó enfrente de aparato.

—¿Qué carajo estás haciendo? —preguntó Zack, no solo por bloquear su vista de la pantalla sino que ella, estaba llevando su guadaña con sus débiles brazos.

Ella llegó hasta su lado antes de que pudiera quitársela, quien se la entregó para su desconcierto.

—¡Mátame! —su voz no sonaba como una simple petición. Estaba suplicando.

—¿Qué? ¡No! —denegó con fuerza.

—Zack... —llamó desesperadamente— ¡Hey, mátame!

Sus ojos temblando descontroladamente, rogándole que lo haga de una vez.

—¡No puedes pedírmelo así y esperar que lo haga! espetó— ¡Estoy mirando televisión!

Desde hace días, estaba actuando rara, distante y evitando contacto visual como físico. Pero... ¿Ahora se le acercaba para que la mate? ¿Estaba bromeando?

—Haz estado actuando extraña, últimamente —refutó.

—¡Por favor! ¡Oh, por favor!

—¿Que mierda te pasa? —cuestionó al verla tan ¿asustada? Nop seguramente estaba emocionada.

—¡Te lo ruego! ¡Date prisa y mátame!

—No creas que por suplicar, yo lo voy a hacer ¡Ahora dime que te sucede!

En eso sus manos se apoyan el mango de la guadaña y vuelve a suplicar.

Sus ojos fijos en él, pidiéndoselo en silencio.

—¡Hey! ¿Qué diablos estás haciendo? —objetó— ¡Suelta!

—¡Por favor date prisa!

—¿Que estas cotorreando ahora?

Mientras con su mano libre la desprendía de ese agarre y levantándose del sillón, se apartaba de ella. ¡Se había vuelto loca!

—¿Por qué diablos quieres que te mate justo en este momento? —preguntó— Todavía tu sonrisa apesta y no demostraste tu utilidad.

—Pero...

—¡Pero nada! —refutó— Todo tiene un momento y un lugar. Y este no es el jodido momento.

—Por favor... tú hiciste un juramento.

—¡Deja de joder y detente! —gritó— ¡Maldita sea! —toda esta situación lo estaba comenzando a enfermar.

—¡No lo entiendes! ¡Tiene que ser ahora! ¡Antes de que sea demasiado tarde... ¡Tú! ¡Debes matarme!

—¿De qué porquería estás hablando?

—Antes de que se complique las cosas —ella junto sus dos manos a la altura de su pecho. Implorándole que la asesine.

—¿De qué demonios estás hablando? —volvió a interrogar.

—Mátame... por favor.

—¡No, hasta que me lo digas!

—¡Amor! —declaró de un sopetón con los ojos cerrados, ocasionando que él -por la sorpresa- suelte de su mano la guadaña, donde la hoja quedo un rato resonando en el suelo— Creo que te amo, Zack —volviéndolos a abrir.

—¿Eh?

Sus mejillas ocultas por las vendas comenzaban a calentarse. En cambio Ray, lucia como un fantasma... deseaba tanto estar muerta.