Parte I
Capítulo I Liam
Liam veía como los demás chicos jugaban con la pelota mientras que él, tenia que limpiar de rodillas todo el largo pasillo de la planta baja.
Esta vez, el ataque de mal comportamiento había sido tan enorme, que había llegado a lanzar, una de las mesas. por la ventana... y todo, porque, la hermana Frederica, había vuelto a acusarlo de robar comida de la despensa, y lo iban a volver a encerrar, en el helado ático, otro día mas.
No pudo soportar la injusticia de sentirse acusado sin razón, otra vez, en esa semana, y su rabia término de una forma espantosa. Hasta él, estaba asustado.
Metió el cepillo en el agua fría y dejó que se empapara lo suficiente. Luego lo sacó y lo dejó escurrir unos segundos. Tenía práctica en estos quehaceres. En los 14 años que llevaba viviendo allí... toda su vida, había fregado tanto el suelo, que casi podría haber llegado a Londres de rodillas.
Agachó la cabeza, pensando como hubiera sido nacer rodeado de unos padres que te quisieran y cuidasen, en lugar de dejarte abandonado en la puerta de un hospicio. Cerró los ojos y se concentró de nuevo en el trabajo que tenía que hacer.
De repente, la puerta principal se abrió, ante su enfado, porque tendría que volver a fregar allí, por donde pasasen.
Frederica echó a correr, pisando sin miramiento todo lo que Liam acababa de fregar, con una sonrisa en rostro mientras lo hacía.
Esa mujer lo odiaba, estaba seguro de ello. Aunque también, pudiese ser que odiase al mundo entero por la mala suerte que había tenido. Era una mujer grande que tenía más aspecto de hombre que de mujer. De manos grandes y hombros anchos, lo único que la hacía pasar por mujer era, un más que generoso pecho.
Su cara no era precisamente la de una belleza clásica, pero además, un sin número de pequeñas verrugas, hacia que fue bastante difícil de mirar, pero lo peor de todo era su expresión… Liam estaba seguro de que nunca la había visto reír salvo cuando le daba alguna paliza, entonces casi había oído carcajadas.
Las visitas habían entrado ya en el edificio, cuando ella llego allí. Eran dos personas, una señora, bastante importante, pensó Liam, por las reverencias que le había la gobernanta y una niña con su pelo oscuro recogido en una trenza de raíz, que nada más entrar se lo quedo mirando y no dejaba de hacerlo.
- Pasen por aquí, la Stra. Grey les está esperando.
Fueron andando detrás de ella y Liam vio como todo se llenaba de barro. Cuando ya hubieron entrando y antes de que la puerta se cerrase, Frederica se volvió:
- No te quedes parado Liam, vuelve a limpiarlo todo otra vez… cuando salga quiero ver mi cara reflejada en ese suelo…. si no, ya sabes lo que te espera.
Liam la miró fijamente con cara de asco mal disimulada y volvió a meter el cepillo en el cubo. Cuando ella vio que seguía fregando, pareció quedarse tranquila y cerró la puerta.
Él, con resignación, volvió a limpiar la parte del pasillo por donde acababan de pasar. Quería dormir en su cama esa noche, no soportaría otro castigo más…
En ese momento, la puerta del despacho de la directora se abrió. El se dio la vuelta esperando que Frederica saliera para reprenderle otra vez, o alguna cosa peor, pero se sorprendió cuando vio aparecer a la niña de la trenza.
Resuelta, se dirigió hacia donde él estaba.
- Permíteme que te ayude… por nuestra culpa, esa mujer,.- dijo con desagrado-… te ha regañado y eso no me parece nada justo.
Liam no sabía qué hacer, solo podía quedarse observando los ojos verdes de ella, enmarcados en unas interminables pestañas.
Era apenas un muchacho y nunca hasta ese momento se había sentido interesado por las chicas pero, esta niña que apenas tendría 9 ó 10 años, acababa de volver su vida del revés
- No te preocupes, yo fregaré lo que hemos manchado.- se pusó de rodillas a su lado. Liam le sacaba casi la cabeza-… por cierto, me llamo Rebecca Reynolds, ¿y tú?.- le preguntó con una sonrisa adorable, tendiéndole su pequeña mano.
El solo puedo mover los labios lo justo para decir:
- Liam…
- Muy bien, Liam, encantada de conocerte…..- le estrechó la mano con fuerza-. Me vas a ver mucho por aquí a partir de ahora, mis padres han decidido que el orfanato de Saint Vincent se va a convertir en su buena acción de ahora en adelante…..- lo tocó en el hombro-. ¿Podemos ser amigo, si quieres? Te prometo que todo lo que quieras lo intentaré conseguir... Además estoy segura de que tú sabes lo que hace falta, mejor que esas "señoras "que lo dirigen.- Cogió el cepillo de dentro del cubo y se agachó para limpiar las manchas de barros que habían dejado los zapatos de su madre y los suyos, mientras le preguntaba sin mirarle-. …. ¿Cuánto tiempo llevas a aquí?...
Liam le contestó agachando la cabeza. Era duro decirlo.
-Toda mi vida… 14 años…
Rebecca se incorporó y lo miró con los ojos llenos de una pena infinita.
- ¿Tus padres murieron?
- No lo sé…
-¡ Oh! .- ladeo la cabeza sin saber lo que decir. Pero de repente sonrió y ojos se iluminaron.
- Entonces, decidido, serás mi amigo, y tendrás todo aquello que yo sea capaz de darte…. Voy a hacerte feliz Liam, siempre…. .- y sonriendo volvió a fregar el suelo, manchándose la falda de lana de su vestido.
Y así fue como se hicieron inseparables.
Liam consiguió de Rebecca mantas, ropa, mejor material escolar para todos los niños, un poco más de comida y hasta una estufa de hierro que pusieron en el comedor. Fue su ángel de la guarda.
Ella era hija única en una familia, donde el dinero de las herencias, había hecho que sus padres decidieran, que siempre será mejor repartir que acaparar. Su padre trabajaba para el misterio del interior, y su madre, hija y nieta de marqueses emparentados con la familia real, tenían más que suficiente. Rebecca desde muy, muy pequeña había aprendido que el ayudar a los demás era uno de los grandes propósitos de su vida.
Ella iba allí par de veces a la semana y Liam la esperaba siempre en la puerta enrejada que daba el camino. Cada vez que oía el los cascos de los caballos, su corazón se aceleraba y ver su sonrisa iluminando el rostros de ella cuando lo veía, era maravilloso.
Estuvieron jugando a conocerse durante 3 años. Una parte del huérfano que era Liam, ya no se sentía abandonada, la tenía a ella y un montón de sueños imposibles.
Uno de ellos se repetía constantemente:
"…Un hombre rico aparecía de la nada y lo acogía como su hijo, dándole su nombre y un lugar en la sociedad. El viajaba por el mundo aprendiendo todo lo que su protector podía enseñarle y volvía a Londres convertido en un hombre rico, con futuro y con nombre… Entonces acudía a buscar a Rebecca, que siempre le había estado esperando, sintiendo que ahora, era merecedor de ella.."
Ese era el sueño de Liam, y desde luego en su caso, el sueño se hizo realidad, pero no del modo en que él había imaginado.
Continuará...
