Disclaimer: Los personajes y lugares le pertenecen a Akira Toriyama, creador de este increíble anime. Asimismo, la historia se inspira en… no, mejor no se los digo, descúbranlo XD. Cualquier frase en cursiva, dentro de los diálogos, es el pensamiento de los personajes o la voz de otra persona en las llamadas telefónicas.


LA SOMBRA DE TU AMOR

Nuestro futuro

El polvo cubría todo el lugar: de por sí oscuro, a causa de las ventanas tapiadas. Bajo las sábanas amarillentas, había muebles y demás objetos sin usar y, pese al gran tamaño que tenía, aquel espacio se veía descuidado. Todo daba la apariencia de un largo abandono… que, sin embargo, no duraría mucho.

Un golpe seco rompió el silencio del lugar. Al segundo intento, un hoyo mediano dejó filtrar un rayo de luz en aquellas tinieblas y una pequeña charla trivial.

—¡Muy bien! Aún conservas tu fuerza —la voz de una mujer resonó al otro lado del muro.

—No exageres. Sólo me siento emocionado con el trabajo —le respondió un hombre.

—¿En serio? A ver si puedes con esto… —un tercero intervino, con tono divertido.

Al instante, los sonidos de unos mazos volvieron a repetirse, esta vez en una especie de concierto disonante que obligó a la fémina del grupo a no quedarse atrás. Tras alcanzar una sincronía en los tumbos, la pared machacada se desintegró en pedazos, dando entrada al espacio desordenado.

Tras asentarse la tierra levantada, un hombre de cabello negro se sacó su mascarilla para tener una mejor visión.

—Así que éste es el segundo piso. Nada mal… —dijo, mirando a su alrededor.

—Sucio, oscuro: podrían utilizarlo como desván —mencionó el tercero.

—¿Bromeas? ¡Es extenso! Si lo adecuamos bien, podría ser tu laboratorio personal. ¿Qué dices, Gohan?

—Sí, aunque le haría falta más luz. Pero no te preocupes —respondió el aludido, mientras abrazaba la cintura de la mujer—: ¡por ahora, disfrutémoslo!

En un impulso, levantó a la muchacha y dio vueltas con ella, entusiasmado por la labor que ambos realizaban.

—¡Gohan, bájame! —le pidió la joven, entre risas.

—¡Nuestra casa, Videl! ¿Qué te parece? —le dijo Gohan, tan alegre como ella.

Frente a ellos, un joven de cabello rubio corto se sacaba su mascarilla, tratando de cubrirse el rostro. Siempre le abochornaban esas situaciones.

—Por favor, no comiencen o me retiraré. ¡Lo juro! —mencionó, bromista.

—¡Vamos, Barry! —Gohan bajó a Videl con cuidado, mientras la luz llenaba más el segundo piso— Prometiste quedarte.

—Siempre y cuando se concentraran en el trabajo.

—¿Le damos un motivo? —dijo Videl, aún aferrada al cuello de Gohan.

—Si quieres… —el joven de cabellos negros sonrió, besando con ternura a la chica.

—Bueno, yo les avise —Barry arrojó su mascarilla y se fue corriendo.

—¡Barry, espera! —Videl lo llamó

—¡No te vayas! ¡Prometo pagarte! —Gohan lo siguió con la joven, en medio de sonoras carcajadas.

Las cosas estaban resultando bien. Mejor de lo que esperaban.

Después de tres años de trabajo, Gohan había comprado un apartamento en la Capital del Oeste. Algo grande para una pareja de solteros… ¡pero quién sabía! La familia podía crecer de repente: al menos, era el sueño más anhelado de Videl Satan, la radiante novia del investigador Son Gohan, un científico muy respetado en las empresas de Corporación Cápsula.

La prosperidad parecía sonreírles últimamente y, tras una oferta de empleo tentadora, ambos decidieron mudarse a aquella zona concurrida. La ciudad era una novedad para ellos y prefirieron compartir su dicha con todos los amigos que tenían. Y el más cercano a ellos era Barry Khan, compañero de Gohan e inversionista principal de sus proyectos. Su amistad les aseguraba un excelente trato, como socios en la empresa.

En cuanto a Videl, contaba con unos veintidós años y estaba haciendo progresos en pastelería (gracias al apoyo de su suegra). Había conversado con Gohan al respecto y planeaba montar su propio negocio para el año siguiente a su mudanza. A menudo participaba en eventos culinarios y recibía críticas favorables, pero lo que más amaba la joven de ojos azules era la nueva etapa de su noviazgo. Estaba segura que en Gohan, había hallado al hombre correcto.

El joven trío no tardó en volver a la remodelación y, con ayuda del servicio de mudanza, empezaron a llenar cada rincón vacío. Aquel solitario apartamento parecía cobrar vida por arte de magia.

[…]

Corporación Cápsula. La Meca de la tecnología en la Capital del Oeste. Segundo hogar de las mentes más brillantes del planeta, que colaboraban con nuevas creaciones para la cada vez más acelerada humanidad. Si bien su sede principal estaba en el centro de la ciudad, contaba con sucursales y plantas de investigación. Las fábricas del futuro. El lugar favorito de Gohan, después de su hogar.

—¿Lo tienen?

—Aún no, señor —respondió un colega de su proyecto—. Parece que la sustancia es inestable.

—Vayan midiendo la reacción. Veré si puedo modificar la fórmula…

Gohan tecleó algunos códigos en la computadora y revisó su voluminosa y desordenada agenda llena de garabatos que sólo un investigador acucioso como él entendería.

—Señor Son, lo llaman del sector ejecutivo.

—Enseguida atiendo —el joven científico volvió a teclear un nuevo código—. ¡Hachi, acabo de mandarte otra prueba!

Casi a la velocidad de la luz, Gohan tomó el teléfono y apretó el número que indicaba la línea 2.

—¿Dígame, señor Makoto?

¿Cómo va el proyecto? —una voz gruesa le contestó del otro extremo de la llamada.

—Estamos progresando. Si seguimos así, calculo una semana para obtener el producto.

Bien. Ya debes estar enterado.

—¿De qué?

Se realizará una Convención de Ciencia, por el aniversario de la Corporación.

—¿La que anunciaron dentro de tres semanas?

Exacto. Espero que ese elixir califique. No me decepciones.

—Descuide, señor. Le notificaré cualquier avance.

Bien, hasta luego —la llamada terminó.

—Esto me tomará más tiempo del que imaginé… —Gohan resopló y volvió a hojear su libreta, para luego fijar la vista en la computadora.

¡Tenía que funcionar! Era el Gran Son Gohan, obtendría un buen lugar en esa Convención. Lo haría por su carrera, por su futuro. Por Videl. Sí, ella lo valía todo.

—¿Nunca descansas?

—¡Barry! —Gohan reaccionó, desprevenido—. ¿Qué haces aquí?

—Quería verte —dijo el joven, dándole un vistazo a las notas de Gohan—. Y también a tu proyecto. ¿Obtuviste algo?

—No mucho. La sustancia no alcanza el punto de reacción estable. Tal vez… —Gohan anotó un nuevo algoritmo en la computadora— deba revisarlo en casa.

—¿Y perder tiempo junto a Videl? Qué aburrido eres.

—No exageres. Ella comprenderá —Gohan sonrió, recordando a su novia.

—Bien, porque te tengo una noticia.

—¿Ahora? Estoy un poco atareado.

—No te quitaré tiempo. Mañana habrá una reunión de ejecutivos. Discutirán el destino de tu proyecto. ¿Vendrás, verdad?

—Gran pregunta, gerente Khan —mencionó Gohan, irónico.

—Anótalo en tu agenda. Jueves 15, a las 10:00 a.m. Tengo que volver a la oficina. ¡No llegues tarde! —Barry se despidió rápidamente, saliendo del laboratorio.

¿Una nueva reunión? Gohan volvió a suspirar: asegurar un futuro conllevaba sacrificios.

[…]

Tres hombres jalaban unas cuerdas gruesas, pero ni así conseguían acercar el refrigerador a la ventana principal de la casa. Videl atendía una llamada, sin perder de vista el trabajo del servicio de mudanza: había conseguido una plaza en una feria de la ciudad, para presentar una orden de pasteles. La noticia la alegró tanto, que intentó colaborar con el transporte del gran aparato metálico.

—¿Seguros que ese artefacto no puede pasar por abajo?

—Es una pieza grande, no hay otra forma de hacerla entrar. ¡Tiren! —gritó uno de los hombres de la mudanza.

—Cielos, no recordé que fuera tan pesado —Videl trepó el borde de la ventana, cogiéndose del marco superior.

—¿Señorita Videl, qué hace? —se espantó el segundo cargador.

—Ayudarlos. Deben estar muy agotados… ¡no dejen de sujetar!

Ante la expectativa de los cargadores, Videl se extendió lo más que pudo y trató de coger una de las sogas para jalar el refrigerador hacia el interior. La posición en la que estaba era riesgosa; y calculando la altura del apartamento hasta el suelo, cualquier probabilidad de caer era alta. Por fortuna suya, alguien llegó para salvarla.

—¿Qué estás haciendo? —Videl sintió que alguien la cargó, sacándola de la ventana.

—¡Gohan! ¡Me asustaste! —sonrió la joven a su novio, ahora vestido con una camiseta y un pantalón deportivo.

—Debiste esperarme —el científico besó a Videl.

—El envío del nuevo equipo llegó más temprano. No podía retrasar las cosas y menos con el pedido de hoy, y tu trabajo…

—De eso no te preocupes. Podías lastimarte, Videl —dijo, acariciándole la mejilla.

—Tampoco exageres. ¡Mírame, estoy bien! —le respondió la joven, reluciendo su orgullo e independencia.

—¡Bueno, cariño, entiendo! —Gohan reía por la ocurrencia de Videl y miró el aparato suspendido— ¿Qué está pasando?

—El refrigerador pesa demasiado. No podemos alcanzar esa cuerda para jalarlo —acotó el primer cargador.

—Sencillo —mencionó, golpeando un puño contra su mano.

—Gohan, ten cuidado… —Videl se aproximó un poco, inexplicablemente temerosa.

El científico hizo gala de sus ágiles movimientos y se colgó del mismo marco que Videl, impulsándose. Con una ligera patada, el refrigerador se movió hacia adelante y regresó con más impulso hasta la ventana, donde los cargadores pudieron sujetarlo a tiempo. Entre todos, hicieron ingresar el aparato.

Mientras el servicio terminaba la última parte de la mudanza, alguien sorprendió a la pareja.

—¿Vine en mal momento?

—Claro que no. ¡Pasa! —Gohan se cruzó entre el servicio de la mudanza y ayudó a pasar a Barry, que traía una botella— Ya está todo listo en casa.

—Trabajan muy rápido. Felicidades —Barry palmeó suavemente el hombro de su amigo.

—¿Champagne? Barry, no te hubieras molestado —agradeció Videl.

—La vida se ha hecho para celebrar, Videl —Barry tomó tres copas y destapó la botella—. Yo, al menos, pienso disfrutar esos pequeños triunfos. Como el de hoy, por ejemplo.

—¿Hoy? —preguntó Gohan.

—Te fuiste una hora antes. Pero en fin, tendrás que dar de todo, Gohan. ¡Nuestro proyecto ha sido aceptado en la Convención!

—¿Qué? –Gohan casi derramó su champagne.

—¿Saldrá en la exposición? —exclamó Videl, tan sorprendida como su pareja.

—Dentro de tres semanas. Necesitan arreglar ese asunto en la reunión de la que te hablé. ¿Qué te parece?

—Pues —Gohan tomó aire, tratando de asimilar—, yo…

—¡Gohan, reacciona! ¡Estás en un concurso nacional! —dijo su novia, abrazándolo.

—No puedo decir más… —el científico esbozó una gran sonrisa— ¡brindemos, Barry! Por el proyecto, la feria de Videl y nuestra casa.

—Salud por los buenos tiempos, Gohan… —concluyó Barry.

Los tres chocaron suavemente sus copas y empezaron a reír, luego de que el servicio de mudanza se había retirado del apartamento. Mirando a su hermosa mujer, Gohan hizo un breve repaso mental de todo lo acontecido en sus últimos años. Tenía un buen trabajo, una adorable novia, un amigo incondicional. No tenía dudas. Era el mejor comienzo. Una nueva etapa. Era realmente feliz.

No obstante… sin entender por qué, tal idea lo aterró.


N.A.:

¡Qué tal! Después de tiempo, vengo con otro fic para ustedes.

Si han llegado hasta aquí, de seguro se preguntarán si este inicio ya lo han visto en alguna parte… ¿para qué les digo que no, si sí? XD. ¡Exacto! Esta historia se inspira en Ghost: La sombra del amor, y tendremos a Gohan y Videl como protagonistas (para deleite de los fans de esta pareja). Lástima que este fic salga tarde (ya que San Valentín era la fecha planeada), pero sé que me perdonarán :3

En cuanto a los personajes, son tan normales como los de la película, pero buscaré no arruinar su perfil. Así que aquí tienen un comienzo algo distinto a la película, que espero los enganche. ¡Rían, lloren, pero sobre todo disfrútenlo, que va con mucho amor para ustedes! ¡Háganme saber qué les parece, cuídense!