Los gritos de dolor de Hermione estaban a punto de petarle los tímpanos. Se le partía el corazón de verla hay sufriendo, viendo como perdía sangre y lo único que podía hacer era darle la mano y consuelo. Miro a los magos de la sala, empezaba a dudar de que supieran que hacían. Y lo peor de todo es que era su culpa. Si no hubiese sido tan ansioso, ella no estaría pasando por esto. Hermione pareció entender en que estaba pensando Ron.
-No es tu culpa-Tenia la frente perlada de sudor y en su cara estaban la prueba del sufrimiento por el cual estaba pasando. Volvió a gritar agarrándole aun más fuerte la mano, parecía que quisiera romperle la mano.
-si lo es si no te hubiera forzado, no estarías aquí sufriendo- Dijo aguantándose las lagrimas. Necesitaba salir y respirar aire puro y dejar de notar el olor a sangre incrustado en su piel.
Pero de repente Hermione grito mucho mas fuerte, y dejo caer la cabeza hacia atrás, temblava mucho, lo miro con una gran sonrisa y lagrimas en la cara. Ron se giro y vio a una bruja que llevaba a una manta que debía haber sido blanca al principio, pero que ahora estaba cubierta de sangre. Vio que algo se movía dentro de ella.
-Felicidades señor Weasley, es una niña muy bonita.- le dijo la bruja entregándole la manta. En ella había una niña recién nacida, tenia el cuerpo surcado de pecas, y lo que parecía pelo, de un color naranja chillón. Le dio el bebe a su mujer.
-Tanto esfuerzo a merecido la pena… eres preciosa Rose-Dijo Hermione mirando a su primera hija.
Rose era la mejor recompensa que había obtenido nunca. Y después le siguió Hugo.
