Tabla: Nocturna.

One-shot: Estrella fugaz.

Pareja: Fuji-Sakuno-Fuji

Advertencias: Ooc y habla sexual (muy escasa)

Resumen: Ver una estrella fugaz siempre había sido su sueño, pero había veces que podías verlas en buena compañía… o no.

Sakuno le miró tan entusiasmada que una sonrisa se dibujó en el rostro de su novio. Fuji Shyusuke se encogió de hombros sin dejar de sonreír, tocándole las mejillas sonrojadas con los pulgares antes de afirmar de nuevo con la cabeza, asegurándole que pensaba cumplir su promesa.

-Gracias- le agradeció tímidamente. Él volvió a sonreír y se echó el abrigo por encima, marchándose.

Había descubierto por buenas fuentes que Ryuzaki, su novia desde hacía tres meses, no había visto jamás una estrella fugaz en el cielo. La idea de complacerla, le hizo comenzar a preparar la que esperaba que fuera, la mejor velada de la chica.

Por su parte, Sakuno Ryuzaki se quedó pensativa mientras atendía a sus quehaceres del trabajo. Vender libros y revistas podía llegar a ser aburrido en algunas horas, pero en otras, era una completa estampida. Este era uno de esos momentos y esperaba que no hubiera sucedido por haber visto a Fuji salir de la tienda. Eran capaces de ponerse a preguntarle a diestro y siniestro sobre sus cosas íntimas.

Y la verdad era que no quería contarle a nadie que su novio quería llevarla a un escampado para enseñarle una estrella que jamás había visto. Siempre creía que Fuji hacía cosas maravillosas, que la sorprendía cuando menos se lo esperaba, igual que cuando se conocieron.

Fue en un tren, mientras ella estiraba de la falda tan corta que se le había ocurrido ponerse ese día por ser un regalo de cumpleaños. Se había hecho una carrera y quería poder esconderla de las miradas pervertidas de los ejecutivos solteros que siempre se encontraban en los trenes y eran llamados pervertidos. Casualmente, alguien se colocó tras ella, cubriendo el lugar con su mochila de deporte. Se había tensado al instante. ¿Y si era un pervertido?

Mas cuando giró para verle, una sonrisa la esperaba. El muchacho mantenía las manos en la barra superior y la miraba con unos ojos entrecerrados azules. Tan azules que terminó haciéndola suspirar. Desde siempre había gustado de ese color. La sonrisa la inquieto un poco y aferró con más fuerza la falda y la barra ante ella cuando sintió la aceleración del tren.

Los labios masculinos quedaron impensablemente pegados a su oído.

-Tiene una carrera en la pierna derecha- habló con voz sensual- no se preocupe. Mi maleta la oculta. No la tocaré- aseguró.

-Gra… gracias- agradeció aturdida, sin saber si realmente tenía que hacerlo o no.

Pero él no se movió de detrás de ella y hasta soportó los empujones que demandaban acercarse. La maleta del chico rozaba gentilmente su pierna y evitó la visión de su rotura. Cuando salieron sanos y salvos, él se esmeró en convencerla para que se colocara uno de sus chándales. Al parecer, según le explicó, se dedicaba a jugar al tenis.

Le prometió devolverle el chándal si se volvían a encontrar en el tren, pero él se negó rotundamente, explicándole que no volvería a subirse a un tren en su vida. Que ya había tenido suficiente. Le dijo, entonces, que él se encargaría de buscarla y aunque lo vio como un acosador, cuando se lo encontró ante una de las portadas de las muchas revistas de deportes que vendían, casi se mareó. Era tenista profesional. Mundialmente conocido.

Y él cumplió la promesa. La buscó y recogió su chándal, aunque no fue con lo único que se marchó aquel día-, un día que trascurrió tras varias citas en las que casualmente siempre se olvidaba de llevarse la ropa-, también se llevó su corazón.

Aunque lo catalogaban como un hombre de mente retorcida del que no te puedes fiar, con ella era bueno y cauteloso. Si bien su sonrisa y gustos a veces le creaba un escalofrió, él se encargaba de quitárselo por completo del cuerpo. No habían tenido una experiencia sexual entre ellos- puesto que ninguno de los dos era nuevo en una relación- pero no encontraban la necesidad de hacerlo. Es más, siempre la estaba complaciendo en otros temas. Una vez, hasta temió llegar a un orgasmo sin la necesidad de que la tocara en la zona más sensible de su cuerpo.

Y aunque no podía negar que había ansiado notarle más allá de sus senos, no se lo pidió y él no continuó. Tenía demasiada cabeza y siempre la regañaba cuando se vestía cubierta. Fuji disfrutaba verla. Le gustaba ver carne y alegaba odiar el invierno desde que la conoció. Y aunque era tímida, ella también gustaba de faldas cortas que esterilizaban sus piernas o de tops que podían colocarse cuando tenías un vientre plano y tu piel era medianamente morena. Era una ropa la mar de fresca en verano. Y era bastante refrescante saber que tu novio no era de aquellos que eran tan celosos y cubrían a las mujeres hasta las cejas. Quizás, era porque contaba con que su propia vergüenza no le dejaría hacer demasiado.

Suspiró y cobró la factura de la penúltima persona en la tienda. La hora de salida estaba ya cercana y cada vez que pensaba que solo tendría tiempo de correr hasta su casa, ducharse y vestirse para ser llevada hasta un lugar que desconocía de la mano de Fuji, su corazón latía con terrible fuerza.

Iba a ver algo que siempre quería haber visto desde que era pequeña. Un sueño. Siempre había querido pedir un deseo en especial. Ahora, tenía que cambiarlo por otro diferente. Le había estado dando vueltas y esperaba que fuera verdad.

-Puedes irte a casa, Sakuno- informó su jefa con una sonrisa- ten cuidado de regreso a casa. Y pásatelo bien.

-¡Gracias!- Agradeció sonriente, encaminándose hasta su pequeño piso, discreto y lo bastante grande como para una persona.

La primera vez que había visto a Fuji en él sintió unas tremendas ganas de reírse. Le parecía que aquella casa no era lo más eficiente para él y mucho menos, grande. Fuji no era un hombre corpulento ni mucho menos, pero su figura ya la abarcaba por completo a ella misma. Aunque no se podía esperar mucho de una persona que medía menos de uno cincuenta y ocho.

Se observó ante el espejo, completamente desnuda. Algo que únicamente podía hacer cuando se encontraba sola en el baño y de vez en cuando. Sus senos eran firmes y pequeños. Sus caderas pequeñas- cosa que creía dificultosa para tener hijos- vientre plano y brazos delgados. Una pequeña mancha en uve entre sus piernas formada por sus rizos y pequeñas piernas bastante elegantes. Pies pequeños y dedos medianamente rectos. No podía quejarse.

Se vistió con un elegante vestido marrón y mientras esperaba, se encargó de su terminio de acicalamiento. Unos zapatos negros a conjunto con el bolso y el timbre tan puntual como siempre sonando. Cuando abrió, Fuji la recorrió con sus ojos azules abiertos y una sonrisa maliciosa que se tornó ligeramente lujuriosa antes de tomarla de la cintura y pegarla contra él.

-Vámonos- invitó nada más liberar sus labios tras quitarle el carmín con los suyos- antes de que sea tarde.

Mientras decía esto, enroscó su nariz entre los largos cabellos castaños de su novia. Tenía un olor dulzón que siempre terminaba atrayéndolo y tenerlo a punto de perder la razón. Pero esperaba que Sakuno ignorara ese esfuerzo. Si bien estaba ansiando poder disfrutarla, comprendía muchas cosas de la chica con solo mirarla.

—Venga— repitió.

Sakuno afirmó y caminó a su lado para cerrar la puerta de aquel apartamento pequeño. Ya habían sido otras veces la que le había dicho que se buscara una casa más protectora, pero Sakuno gustaba de ese pisito con mucho amor. No podía llevársela y arrancarla de lo que le gusta. No todavía. Tenía que ir con pies de plomo. Más tarde, se encargaría de disfrutar a su buena manera de ella.

No era un novio maltratador, pero si bien era algo sádico algunas veces. Ella ya lo había ido comprobando como con el picante y algunas otras cualidades escondidas. Pero no podía comprometerse. Esa chica le gustaba de verdad.

¿A dónde iremos? — quiso saber la chica antes de subir al Rolls-Royce negro.

Te aseguro que será muy romántico — respondió sonriente.

Sakuno sonrió, encogiéndose de hombros y aceptando la idea. Siempre se mostraba inquieta cuando subía a su coche. Seguramente lo encontraría demasiado lujoso para su gusto. Pero él no podía hacer nada al respecto. Era rico. Famoso y la amaba. Nunca había pensado que una aventura en el tren le llevaría a conocer a la chica tímida de largas trenzas que intentaba por todos los medios que nadie viera la carrera de sus medias. No comprendió por qué, pero le pareció divertido protegerla. Lo que no esperó fue enamorarse de ella.

—Y… ¿cómo fue el entrenamiento hoy? — Preguntó la joven en medio del silencio roto por el arrullo del motor.

Él sonrió, encogiéndose de hombros.

—Muy bien, como siempre —Únicamente que Inui ha mejorado sus zumos. Son deliciosos.

Sakuno arrugó la nariz ligeramente turbada. Seguramente, para ella no sería delicioso y no querría ni verlo. La había llevado un día a cenar con el intelectual y experimental hombre y terminó no queriendo volver a verle tras beber un simple sorbo de uno de los jugos. Claro que lo que a él le parecía bueno, no quería decir que a Sakuno también.

Había llevado una mano hasta la pierna izquierda de la joven, acariciándola suavemente. La piel suave era una seda bajo sus dedos. Sakuno siempre se sonrojaba, pero no le negaba cualquier roce. Pero el roce no duró demasiado. Ya habían llegado al lugar de destino.

El árbol centenario de la ciudad. Había pedido permiso para colgar un columpio que no hiriera las ramas gruesas de los árboles por un solo día y se lo habían concedido. Una manta los esperaba junto a una cesta repleta de comida. Sakuno miraba todo aquello completamente asombrada.

— ¿Podremos ver la estrella desde aquí?

—Seguro- respondió invitándola a salir— no queda demasiado.

Sakuno se agarró de su brazo gentilmente y a paso lento, caminaron hasta el columpio. La chica miró todo con ojos deliciosamente sorprendidos y una gran satisfacción inundó su pecho.

—Siéntate— invitó.

—Sí, gracias— Agradeció obedeciéndole— ¿No necesitaremos un catalejo o algo así?

Soltó una carcajada y la abrazó contra él, besándole la frente antes de cubrirla con la manta.

—No. Confía en mí— Demandó— Verás tú estrella fugaz. No te preocupes.

Ella afirmó con la cabeza, inclinándose para descansar su cabeza sobre su hombro y suspirar agradada. Estaba siendo lo más romántico que podía permitirse, aunque estaba deseando llevar a cabos sus más suculentos planes por los que era conocido. Era lo suficiente retorcido como para sacar de sus casillas a cualquiera y hacer que confesara. Sakuno era tan pura que no necesitaba esas cosas. Por eso, se sentía totalmente desconcertado de que con ella no funcionaran.

Sakuno continuaba con la mirada fija en el cielo, esperando aquella estrella fugaz que tanto anhelaba. Ya tenía más que pensado el deseo y esperaba poder ser lo suficiente rápida como para pedirlo. A medida que el tiempo pasaba, su corazón latía con gran fuerza.

Fuji la mantenía bien sujeta de la cintura y le permitía utilizar su hombro como apoyo. Sentía el cálido aliento del chico contra sus cabellos y como de vez en cuando acogía el aroma de su pelo en su nariz con una caricia suave y casi imperceptible. Ella también bien podía percibir su olor y eso la tentó a levantar la cabeza y mirarle. Con los ojos entrecerrados, entreabrió sus labios. Fuji no tardó en apoderarse de un bien correspondido beso. Esos besos que terminaban por hacerle perder el sentido y la razón.

Y sí. Una estrella fugaz pasó. Justo ante ellos. Pero ninguno de los dos logró ver aquel suceso. Y el deseo que Sakuno pensaba pedir, tarde o temprano terminaría cumpliéndose, porque si era por Fuji Shyusuke, Ryuzaki Sakuno no se escaparía de él.

n/a

Tanta estrella fugaz y luego no la ven, si es que… vaya par u.ú. Todo por besarse. Si hubieran esperado un poco más… En fin, primera pareja de esta tabla. Son diferentes parejas las que vendrán, así que no se asusten. Para cualquier información ya saben: A mi lj.