Genialmente Ginny ***Cuidado spoilers Order of Phoenix; 5to. libro***
Por Coralys
"Harry Potter" le pertenece a JK Rowling; yo sólo trato de vencer mi aburrimiento...
***Cuidado spoilers Order of Phoenix; 5to. libro***
Clasificación: PG-13
***Cuidado spoilers Order of Phoenix; 5to. libro***
***Cuidado spoilers Order of Phoenix; 5to. libro***
***Cuidado spoilers Order of Phoenix; 5to. libro***
***Cuidado spoilers Order of Phoenix; 5to. libro***
Capítulo I ... La rebeldía de Harry
***Cuidado spoilers Order of Phoenix; 5to. libro***Cuidado spoilers Order of Phoenix; 5to. libro***
Harry siempre supo que su primo Duddley andaba en malos pasos, pero nunca imaginó que algún día iba a desear acompañarlo en una de sus tantas huídas a lo prohibido, a lo incorrecto, a lo insensato. La primera tentación fue el cigarrillo que su primito "Big D" había dejado olvidado en el lavamanos del baño. Harry lo miró entre risas la primera vez.
- A ver si tu mamita por fin te pilla - había pensado.
Pero cuando volvió al baño, ese mismo día, el cigarrillo parecía llamarlo por su nombre...
- Tómame Harry, tómame Harry- lo escuchaba decir... lo estaba tentando.
El joven adolescente de 16 años tomó el cigarrillo y se lo llevó a su cuarto donde lo mantuvo entre sus manos por horas, hasta que no resistió más. Bajó a la cocina, lo encendió y fumó. La experiencia no fue buena pero se sintió rebelde, sintió que lo que hacía no estaba bien, que a nadie le iba a gustar verlo así, fumando...
- Excelente- pensó. - Justo lo que quisiera que Dumbledore me viera hacer-.
Ese fue el inicio del nuevo Harry.
Una noche no resistió su encierro en la casa de sus tíos, Petunia y Vernon, y decidió escapar a la calle. Aunque allí tampoco podía escapar de las miradas y murmullos de los vecinos que lo creían un delincuente incorregible. Curiosamente eso ya no le causaba malestar. Por el contrario, le importaba poco o nada lo que los demás pensaran de él... y mucho menos ahora que estaba decidido a cambiar.
Caminó por más de media hora hasta que se encontró -en el parque- con nada más y nada menos que su primo y su pandilla. Esta vez no se iba a esconder, ni iba a correr... los enfrentaría sin importarle las consecuencias.
- Hola primito Dudlitin. ¿ Qué haces? , ¿ Ejercitas tu cerebro?- le dijo Harry mientras Duddley miraba una revista, esas que sólo sirven para ver y no para leer.
- ¡No seas estúpido!- le gritó Duddley
- Es cierto', ¿ cómo pude ser tan tonto?... tú no tiene cerebro- le espetó Harry con una sonrisa maliciosa, oscura.
- Lárgate Potter si no quieres que te partamos la cara-
- Uy, qué miedo. ¿ Sabes algo, primito?, ni tú ni tus amigos me asustan. Tú eres un gordo idiota que duermes con mami y papi cuando hay relámpagos... ay, no me pongas esa cara... no me digas que no le habías dicho a tus amigotes- dijo Harry en un tono tan sarcástico que incluso a él mismo le dio coraje.
Duddley se levantó tan rápidamente que Harry apenas pudo mover la cabeza... o no quiso. El golpe fue fuerte, directo en su ojo derecho. Sus espejuelos se partieron en dos al contacto. Después sintió otro golpe en el estómago, otro entre las piernas y sin saber cómo ya tenía a tres grandes monstruos gordos, y con caras de locura, propinándole puños en cada parte de su cuerpo... la cara parecía ser el mejor objetivo.
Harry no se defendió Por el contrario, muy dentro de sí deseaba que cada golpe fuera el último... el que ya no sentiría nunca jamás.
Despertó a la mañana siguiente en la grama del mismo parque. Le dolía cada parte de su cuerpo, en especial el pecho, los brazos, las piernas, la espalda, las nalgas y su ojo derecho. Ajá, ese sí que le dolía mucho y casi no podía ver por él.
- Aaauuch- fue lo único que alcanzó a decir cuando intentó levantarse del suelo.
- Quédate quieto muchacho. Toma, tus espejuelos estaban hecho trizas en la grama- escuchó decir a una voz gruesa pero al mismo tiempo serena.
- Profesor Lupin, ¿ qué hace aquí?
- Anoche me tocaba vigilarte. Fue una pena que no se me permitiera intervenir. Bueno, en realidad no quise intervenir. Esperaba un mejor uso de tus habilidades de defensa. ¿ Qué pasa Harry?. Parece que querías que te mataran.
- Pues le parece bien- dijo Harry mientras se incorporaba- quería que me mataran... ¿No es eso lo que quiere nuestro amigo Voldemort? Pues anoche le quise hacer el favor; pero ya ve, mi destino es vivir para sentir el dolor.
- No digas tonterías, Harry- dijo Lupin pero Harry ya había emprendido su camino directo a la casa de sus tíos. - ¡Harry te estoy hablando!- insistió Lupin pero el muchacho parecía sordo y siguió caminando sin mirar atrás. Lupin, de pie, lo continuó mirando con su habitual seriedad pero con ojos llenos de dolor.
Harry caminó toda la calle de regreso a la casa de sus tíos, con la cabeza agachada. Se sentía miserable. Aunque le dolía todo su cuerpo, el dolor que sentía en ese momento en el pecho superaba cualquier estrago de aquella paliza. No debió ignorar así a Lupin, y fue un estúpido al dejarse golpear por Duddley y sus amigotes... Pero la imagen de un Dumbledore irritado con él le devolvió un poco la felicidad.
Desde que regresó del colegio, hacía ya cuatro semanas, un sentimiento de odio hacia Dumbledore lo invadió, quería demostrarle que no lo podía controlar, que sus mentiras -o medias verdades- tendrían un precio. Se vengaría de Dumbledore demostrándole que él hacía lo que le viniera en gana... que ya no era un niño sino casi un hombre.
Claro, su venganza parecía no rendir los resultados que él deseaba. Dumbledore no había mostrado ni un poco de enojo, al menos a través de cartas o gritadoras.
Mientras seguía caminando por la calle desierta, Harry recordó con una sonrisa la semana de su retorno a Privet Drive y su huída en el carro del tío Vernon. Su idea original era robar el auto, dar algunas vueltas lejos de allí y regresar más tarde, quizás con Dumbledore gritando a sus espaldas.
Pero todo se complicó. Sus habilidades como conductor no eran muy buenas y se distrajo en una calle, lejos de Privet Drive, yendo a parar sobre otro carro... bueno en realidad era una patrulla.
Terminó en un cuartel de la policía; dos horas después sus tíos llegaron gritando, maldiciendo y rogando para que la multa no fuera muy alta. Nada, que tío Vernon tuvo que gastar parte de sus ahorros -para las vacaciones de Navidad- en una fianza que le impusieron como tutor de Harry y el pago por los daños a la patrulla. Ni Duddley lo había superado en eso... pero Dumbledore continuó en silencio.
La segunda semana, de aquel endemoniado verano, estuvo llena de sorpresas. Permaneció encerrado y castigado en su cuarto por par de días, hasta que descifró la manera de abrir la cerradura y echarle pique a la comida de sus tíos.
- Sólo fue una broma- le dijo inocentemente a su tía que parecía botar fuego por la boca y los oidos. -Bueno, es para que aprendan a no dejarme encerrado... no siempre necesitas ma..., magi..., magia (aja, sufran) para llevar a cabo una venganza-.
Una noche, al final de esa semana, se sentó a un costado de la casa, mirando hacia la casa vecina (no la de la Sra. Figg porque le recordaba demasiado a Dumbledore y a Sirius) sino la casa de la familia Richardson, sólo para variar. Sus pensamientos, que habían volado hasta el colegio junto a Ron y Hermione, se vieron interrumpidos por una figura femenina, de pie a través del rosal. Tenía el cabello castaño, los ojos "geiser", grandes pechos y pronunciadas curvas. Era Jackeline, la hija de su vecina... también conocida como "la sueltecita", o mejor aún... el peligro de los chicos. Era una chica hermosa, de 17 años, que nunca, nunca jamás le había dirigido la mirada. Pero en esta ocasión le sonrió, le guiñó un ojo y le habló con una voz suave y sensual.
- Hace calor, verdad-
- Sí- contestó Harry más asustado que sorprendido.
- Haz crecido, pareces otro-
- Crecí un poco... sí, gracias- dijo tontamente.
- Imagino que habrás notado la piscina que instaló mi papá-
- Claro, anoche estuvieron hasta tarde, bañándose-
- Lo siento, es que hacía mucha calor. Tu primo estuvo aquí, y sus amigos Mickey y Damian.
- Lo sé, también los escuché-
Ambos se quedaron mirándose en silencio. Harry tenía cara de no entender nada, se sentía en otra dimensión. Cómo es que la chica más popular de la calle le estaba hablando ahora a él... hasta donde él sabía ella lo apreciada tanto como su primo Duddley. Su consternación fue mayor cuando la vio dándole una sonrisa muy sexy... y lo miró de arriba a abajo.
- ¿ Por qué no me peiné hoy?- lamentó mentalmente Harry. - Oh,oh... tampoco me cambié de ropa, me puse la misma de ayer-
Harry se sentía tonto, pero al mismo tiempo no podía resistir la tentación de medir con su mirada cada parte del cuerpo de Jackeline. Se sintió muy raro cuando volvió a mirarle sus pechos... trago hondo... se levantó... y sin darse cuenta de cómo o por qué ya estaba huyendo de ella.
- ¡Espera!- gritó Jackeline. - ¿ Te gustaría venir esta noche a la piscina?
- No... no sé-
- Te juro que nunca muerdo en la primera cita-.
- ¡CITA!- pensó Harry y sus ojos se abrieron tan grandes que casi se le iban a brotar.
- Vamos, no seas tímido. No me digas que me tienes miedo-
- No... no te tengo miedo. Es que no sé si deba ir-
- Eres lindo-
- ¿ Ah?-
- Te espero a las 8:00 en punto, ven en tu bañador-.
Harry no le contestó. Le sonrió tímidamente y regresó a la casa, subió las escaleras -mientras la tía Petunia le gritaba improperios-, entró al cuarto y se lanzó de cara sobre la cama.
Cuando se hicieron las 8:00 de la noche se puso decididamente el bañador, bajó las escaleras y se dirigió a la casa vecina. Toda la tarde estuvo pensando en lo tonto que había sido. Evidentemente ella quería ser su amiga... en realidad había crecido algunas pulgadas y ya no era el niño de antes. Tal vez le gustaba a ella.
Su plan de venganza anti Dumbledore se había borrado de su cabeza. Ahora su preocupación era qué diablos quería Jackeline con él. Antes de tocar a la puerta ella lo llamó por una esquina de la casa. Desde allí pasaban a través de un portón y por un pasillo en acera, rodeado de flores, llegaban hasta la parte de atrás de la casa donde estaba la pequeña piscina.
Sin decirle una sola palabra, Jackeline se quitó el ajustado traje que llevaba puesto y se quedó con un diminuto bañador de flores rosadas. Él desvió la mirada, aunque con el rabo del ojo la siguió mirando hasta que entró a la piscina. Él también entró y le sonrió.
- ¿ Te gusta el agua?-
- Está un poco fría-
- Ya te acostumbrarás-
Ella se fue acercando a él y sin mediar ninguna otra palabra lo besó en la boca, apasionadamente. Harry no se resistió. Por el contrario, le respondió el beso acercándola más hacia él.
-Me gustas mucho, Potter-
- A mí también me gustas, Jackeline-
- Quiero que me acompañes a una fiesta dentro de dos semanas, es en la otra calle-
- ¿ Qué?... ah, ok está bien-
Y se volvieron a besar, pero esta vez fueron interrumpidos por el padre de la muchacha.
- ¡Potter, fuera de mi casa!- le gritó.
- Papa, acaba de llegar-
- Es un delincuente, no quiero que nos traiga problemas. Te vas antes de que te saque a patadas-
Harry obedeció. Jackeline le guiñó un ojo y él se fue sumamente feliz... tenía una cita con la chica más guapa de Privet Drive.
Los siguientes días se siguieron viendo, pero ella desde su cuarto y él desde el jardín. Harry estaba desesperado por volverla a besar, pero ella no había vuelto a acercársele.
En la cuarta semana - para aminorar su desesperación- decidió retomar el plan de venganza contra Dumbledore- . Paseó por otras calles lejanas, rompió algunas ventanas de la casa de la Sra. Figg, le mandó insultos escritos con Hedwing (eran anónimos pero de seguro Dumbledore sabría que eran de él) y se fumó otro par de cigarrillos.
Pero al final sólo había terminado con un tobillo adolorido, de tanto caminar; Figg le cobró los cristales a los Dursley; Hedwing regresó con una carta en la que Dumbledore le daba las gracias; y tras el último cigarrillo terminó con una alergia nasal tan fuerte que apenas podía dormir de noche y de día casi no se podía mantenerse en pie por la soñolencia que le causaban los medicamentos.
- Estas vacaciones no han estado del todo mal- pensó Harry mientras se acercaba a la casa de los tíos, pero con la cabeza alzada en dirección a la casa de Jackeline.
- Estupendo, hoy es nuestra cita y yo estoy adolorido y con un ojo que casi no puedo abrir- volvió a pensar. Se fue directo a la cocina -ya los Dursley había desayunado- llenó una bolsa (o funda) con hielo y subió hasta el cuarto que estaba más desordenado que nunca. Miró el reloj. Eran las 8:00 a.m., dentro de diez horas se estaría encontrando con Jackeline y la volvería a besar.
- ¡Coño!- se quejó al poner una media llena de hielo sobre su ojo. Todo estaba bien, tenía todo un día para bajar la hinchazón y descansar. Una luchuza entró por la ventana de su cuarto. Era Pig que traía tres cartas de Ron, Hermione y los gemelos. Las tomó y sin abrirlas las colocó en una gabeta del escritorio.
- Las leo más tarde- decidió, Se volvió a acostar no sin antes tomarse un analgésico fuerte que de seguro le ayudaría a dormir.
Despertó sobresaltado. Eran casi las 5:00 de la tarde,. Había dormido todo el día, pero ahora se sentía más cansado y adolorido. Pero el recuerdo de la fiesta le hizo olvidar cualquier malestar. Bajó a la cocina, se comió un sandwich mientras su tía y su tío celebraban lo bien que le quedaba a Duddley su nueva camisa y pantalón. La verdad es que parecía un rollo de carne, pero prefirió escapar de las miradas de sus familiares.
Esperó hasta que el reloj marcara las 8:00 de la noche para ir hasta la casa de la fiesta. Jackeline lo estaba esperando en la entrada vestida con un traje de tela fina, rojo, muy corto, escotado y con una abertura en la cintura que le dejaba ver su ombligo. El cabello lo tenía recogido en un moño y calzaba unos zapatos de tacón demasiado altos. Eso preocupó mucho a Harry; y al acercarse a ella se percató que sus temores eran ciertos. Jackeline se veía, ahora, mucho más alta que él. Sin mediar palabras, ella lo tomó por la mano y lo llevó hasta la sala en donde se encontraban varias chicas y chicos de su antiguo colegio... y muy en especial su primo y sus amigotes.
- ¡Bienvenido primito!
- ¿ Quieres un trago, Harry?- le ofreció uno de los pocos chicos que no conocía.
- Ven, Harry, amigo; prueba este jugo sabe brutal- le dijo otro muchacho quizás de unos 19 años.
- Déjenlo tranquilo, ven Harry, quiero que estemos solos- intervino Jackeline.
Harry caminó sorprendido por la casa, no sólo por el saludo de su primo sino por la cantidad de atenciones que recibió... se tuvo que tomar un trago de un jugo que sabía agrio y que quemaba la gargante... pero no le parecía que fuera licor. Le apretujaron dos galletas polvoreadas y hasta le metieron en los bolsillos dos paquetitos con dulces y condones, disque como recordatorio de la fiesta. Él a penas pudo aceptar o rechazar lo que le daban cuando Jackeline lo haló por las escaleras y lo llevó a un cuarto oscuro, con una luz encendida cerca de la cama.
Comenzó a sentirse tonto, y alegre, y excitado; todo al mismo tiempo. Pero su excitación fue mayor cuando ella le abrió de sopetón la cremallera ( o zipper) de su pantalón. Segundos después estaba sobre la cama, con el pantalón hasta las rodillas, y una chica sobre él que no dejaba de tocarle todo el cuerpo.
- Creo que debemos empezar otra vez, Jackeline- alcanzó a decir Harry con la voz agitada.
- Oh, no Potter. Te juro que ésto lo recordarás por siempre-
Pero antes de que pudiera decir algo más, Harry sintió una corriente eléctrica que se apoderaba de su cuerpo... Pero el placer que por segundos sintió cambió de repente a una sensación de vacío, dolor y angustia. Sintió que su cuerpo volaba por toda la habitación. El estómago le ardía y la garganta también. Lo último que pudo ver fue una diabólica sonrisa en el rostro de Jackeline, cuando comenzó a temblar hasta que se le nubló la visión.
Al despertar se encontró rodeado por los chicos y chicas de la fiesta, en el centro de la sala. Un frío le penetró las entrañas al verse frente al espejo de la pared completamente desnudo. Instintivamente se cubrió, sus lentes habían desaparecido pero aún así pudo ver en la pantalla de seis televisores, colocados juntos, un vídeo en el que se veía a Jackeline riendo como loca -a puras carcajadas- y a él desnudo sobre la cama, temblando, con la vista perdida en el techo. Sintió odio, sintió vergüenza y un dolor profundo como de miles de alfileres que se le enterraban en el pecho y le congelaban la garganta.
Mientras se escuchaba una sirena de un carro de policías, comenzaron a volar por toda la casa platos, vasos, comida, espejos, cuadros; hasta los televisores. Los gritos de terror crecieron cuando las puertas de la casa se cerraron solas y como si se perdiera la gravedad, todos en la fiesta comenzaron a flotar hasta el techo... todos excepto Harry.
Los policías trataban de romper la puerta para entrar -que parecía sellada-, los muebles se incendiaron súbitamente y la música que se escuchaba alcanzó un volumen inmensamente alto, tanto que los oidos de Harry comenzaron a sangrar.
En ese instante, la figura del profesor Lupin apareció frente a él, lo tomó del cuello y lo subió corriendo al cuarto. Harry temblaba y respiraba con dificultad mientras Lupin lo vestía. Dejó a Harry sobre la cama, con la mirada perdida en algún punto de la pared...
El profesor Lupin bajó las escaleras, tomó su varita y devolvió a los chicos al piso, bajó el volumen del radio -pero no tanto- devolvió cada uno de los artículos que volaban a su lugar, hizo desaparecer los tragos y las galletas polvoreadas... los cigarrillos y pastillas... las hojas que quemaban y las jeringuillas. Con un último encantamiento limpió la mente de los muchachos y muchachas fiesteros. La policía ya había entrado a la casa cuando apareció nuevamente en el cuarto, con un casette de vídeo en las manos. Miró a Harry -mitad con enojo y mitad con angustia- y lo abrazó.
- Ahora sí lo lograste Harry... nunca había visto a Dumbledore tan enojado. Esta noche regresamos a la madriguera-
Un "pung" se escuchó en el justo momento cuando un oficial abría la puerta y miraba con cierto desconcierto el cuarto vacío.
(continúa)
Por Coralys
"Harry Potter" le pertenece a JK Rowling; yo sólo trato de vencer mi aburrimiento...
***Cuidado spoilers Order of Phoenix; 5to. libro***
Clasificación: PG-13
***Cuidado spoilers Order of Phoenix; 5to. libro***
***Cuidado spoilers Order of Phoenix; 5to. libro***
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***Cuidado spoilers Order of Phoenix; 5to. libro***
Capítulo I ... La rebeldía de Harry
***Cuidado spoilers Order of Phoenix; 5to. libro***Cuidado spoilers Order of Phoenix; 5to. libro***
Harry siempre supo que su primo Duddley andaba en malos pasos, pero nunca imaginó que algún día iba a desear acompañarlo en una de sus tantas huídas a lo prohibido, a lo incorrecto, a lo insensato. La primera tentación fue el cigarrillo que su primito "Big D" había dejado olvidado en el lavamanos del baño. Harry lo miró entre risas la primera vez.
- A ver si tu mamita por fin te pilla - había pensado.
Pero cuando volvió al baño, ese mismo día, el cigarrillo parecía llamarlo por su nombre...
- Tómame Harry, tómame Harry- lo escuchaba decir... lo estaba tentando.
El joven adolescente de 16 años tomó el cigarrillo y se lo llevó a su cuarto donde lo mantuvo entre sus manos por horas, hasta que no resistió más. Bajó a la cocina, lo encendió y fumó. La experiencia no fue buena pero se sintió rebelde, sintió que lo que hacía no estaba bien, que a nadie le iba a gustar verlo así, fumando...
- Excelente- pensó. - Justo lo que quisiera que Dumbledore me viera hacer-.
Ese fue el inicio del nuevo Harry.
Una noche no resistió su encierro en la casa de sus tíos, Petunia y Vernon, y decidió escapar a la calle. Aunque allí tampoco podía escapar de las miradas y murmullos de los vecinos que lo creían un delincuente incorregible. Curiosamente eso ya no le causaba malestar. Por el contrario, le importaba poco o nada lo que los demás pensaran de él... y mucho menos ahora que estaba decidido a cambiar.
Caminó por más de media hora hasta que se encontró -en el parque- con nada más y nada menos que su primo y su pandilla. Esta vez no se iba a esconder, ni iba a correr... los enfrentaría sin importarle las consecuencias.
- Hola primito Dudlitin. ¿ Qué haces? , ¿ Ejercitas tu cerebro?- le dijo Harry mientras Duddley miraba una revista, esas que sólo sirven para ver y no para leer.
- ¡No seas estúpido!- le gritó Duddley
- Es cierto', ¿ cómo pude ser tan tonto?... tú no tiene cerebro- le espetó Harry con una sonrisa maliciosa, oscura.
- Lárgate Potter si no quieres que te partamos la cara-
- Uy, qué miedo. ¿ Sabes algo, primito?, ni tú ni tus amigos me asustan. Tú eres un gordo idiota que duermes con mami y papi cuando hay relámpagos... ay, no me pongas esa cara... no me digas que no le habías dicho a tus amigotes- dijo Harry en un tono tan sarcástico que incluso a él mismo le dio coraje.
Duddley se levantó tan rápidamente que Harry apenas pudo mover la cabeza... o no quiso. El golpe fue fuerte, directo en su ojo derecho. Sus espejuelos se partieron en dos al contacto. Después sintió otro golpe en el estómago, otro entre las piernas y sin saber cómo ya tenía a tres grandes monstruos gordos, y con caras de locura, propinándole puños en cada parte de su cuerpo... la cara parecía ser el mejor objetivo.
Harry no se defendió Por el contrario, muy dentro de sí deseaba que cada golpe fuera el último... el que ya no sentiría nunca jamás.
Despertó a la mañana siguiente en la grama del mismo parque. Le dolía cada parte de su cuerpo, en especial el pecho, los brazos, las piernas, la espalda, las nalgas y su ojo derecho. Ajá, ese sí que le dolía mucho y casi no podía ver por él.
- Aaauuch- fue lo único que alcanzó a decir cuando intentó levantarse del suelo.
- Quédate quieto muchacho. Toma, tus espejuelos estaban hecho trizas en la grama- escuchó decir a una voz gruesa pero al mismo tiempo serena.
- Profesor Lupin, ¿ qué hace aquí?
- Anoche me tocaba vigilarte. Fue una pena que no se me permitiera intervenir. Bueno, en realidad no quise intervenir. Esperaba un mejor uso de tus habilidades de defensa. ¿ Qué pasa Harry?. Parece que querías que te mataran.
- Pues le parece bien- dijo Harry mientras se incorporaba- quería que me mataran... ¿No es eso lo que quiere nuestro amigo Voldemort? Pues anoche le quise hacer el favor; pero ya ve, mi destino es vivir para sentir el dolor.
- No digas tonterías, Harry- dijo Lupin pero Harry ya había emprendido su camino directo a la casa de sus tíos. - ¡Harry te estoy hablando!- insistió Lupin pero el muchacho parecía sordo y siguió caminando sin mirar atrás. Lupin, de pie, lo continuó mirando con su habitual seriedad pero con ojos llenos de dolor.
Harry caminó toda la calle de regreso a la casa de sus tíos, con la cabeza agachada. Se sentía miserable. Aunque le dolía todo su cuerpo, el dolor que sentía en ese momento en el pecho superaba cualquier estrago de aquella paliza. No debió ignorar así a Lupin, y fue un estúpido al dejarse golpear por Duddley y sus amigotes... Pero la imagen de un Dumbledore irritado con él le devolvió un poco la felicidad.
Desde que regresó del colegio, hacía ya cuatro semanas, un sentimiento de odio hacia Dumbledore lo invadió, quería demostrarle que no lo podía controlar, que sus mentiras -o medias verdades- tendrían un precio. Se vengaría de Dumbledore demostrándole que él hacía lo que le viniera en gana... que ya no era un niño sino casi un hombre.
Claro, su venganza parecía no rendir los resultados que él deseaba. Dumbledore no había mostrado ni un poco de enojo, al menos a través de cartas o gritadoras.
Mientras seguía caminando por la calle desierta, Harry recordó con una sonrisa la semana de su retorno a Privet Drive y su huída en el carro del tío Vernon. Su idea original era robar el auto, dar algunas vueltas lejos de allí y regresar más tarde, quizás con Dumbledore gritando a sus espaldas.
Pero todo se complicó. Sus habilidades como conductor no eran muy buenas y se distrajo en una calle, lejos de Privet Drive, yendo a parar sobre otro carro... bueno en realidad era una patrulla.
Terminó en un cuartel de la policía; dos horas después sus tíos llegaron gritando, maldiciendo y rogando para que la multa no fuera muy alta. Nada, que tío Vernon tuvo que gastar parte de sus ahorros -para las vacaciones de Navidad- en una fianza que le impusieron como tutor de Harry y el pago por los daños a la patrulla. Ni Duddley lo había superado en eso... pero Dumbledore continuó en silencio.
La segunda semana, de aquel endemoniado verano, estuvo llena de sorpresas. Permaneció encerrado y castigado en su cuarto por par de días, hasta que descifró la manera de abrir la cerradura y echarle pique a la comida de sus tíos.
- Sólo fue una broma- le dijo inocentemente a su tía que parecía botar fuego por la boca y los oidos. -Bueno, es para que aprendan a no dejarme encerrado... no siempre necesitas ma..., magi..., magia (aja, sufran) para llevar a cabo una venganza-.
Una noche, al final de esa semana, se sentó a un costado de la casa, mirando hacia la casa vecina (no la de la Sra. Figg porque le recordaba demasiado a Dumbledore y a Sirius) sino la casa de la familia Richardson, sólo para variar. Sus pensamientos, que habían volado hasta el colegio junto a Ron y Hermione, se vieron interrumpidos por una figura femenina, de pie a través del rosal. Tenía el cabello castaño, los ojos "geiser", grandes pechos y pronunciadas curvas. Era Jackeline, la hija de su vecina... también conocida como "la sueltecita", o mejor aún... el peligro de los chicos. Era una chica hermosa, de 17 años, que nunca, nunca jamás le había dirigido la mirada. Pero en esta ocasión le sonrió, le guiñó un ojo y le habló con una voz suave y sensual.
- Hace calor, verdad-
- Sí- contestó Harry más asustado que sorprendido.
- Haz crecido, pareces otro-
- Crecí un poco... sí, gracias- dijo tontamente.
- Imagino que habrás notado la piscina que instaló mi papá-
- Claro, anoche estuvieron hasta tarde, bañándose-
- Lo siento, es que hacía mucha calor. Tu primo estuvo aquí, y sus amigos Mickey y Damian.
- Lo sé, también los escuché-
Ambos se quedaron mirándose en silencio. Harry tenía cara de no entender nada, se sentía en otra dimensión. Cómo es que la chica más popular de la calle le estaba hablando ahora a él... hasta donde él sabía ella lo apreciada tanto como su primo Duddley. Su consternación fue mayor cuando la vio dándole una sonrisa muy sexy... y lo miró de arriba a abajo.
- ¿ Por qué no me peiné hoy?- lamentó mentalmente Harry. - Oh,oh... tampoco me cambié de ropa, me puse la misma de ayer-
Harry se sentía tonto, pero al mismo tiempo no podía resistir la tentación de medir con su mirada cada parte del cuerpo de Jackeline. Se sintió muy raro cuando volvió a mirarle sus pechos... trago hondo... se levantó... y sin darse cuenta de cómo o por qué ya estaba huyendo de ella.
- ¡Espera!- gritó Jackeline. - ¿ Te gustaría venir esta noche a la piscina?
- No... no sé-
- Te juro que nunca muerdo en la primera cita-.
- ¡CITA!- pensó Harry y sus ojos se abrieron tan grandes que casi se le iban a brotar.
- Vamos, no seas tímido. No me digas que me tienes miedo-
- No... no te tengo miedo. Es que no sé si deba ir-
- Eres lindo-
- ¿ Ah?-
- Te espero a las 8:00 en punto, ven en tu bañador-.
Harry no le contestó. Le sonrió tímidamente y regresó a la casa, subió las escaleras -mientras la tía Petunia le gritaba improperios-, entró al cuarto y se lanzó de cara sobre la cama.
Cuando se hicieron las 8:00 de la noche se puso decididamente el bañador, bajó las escaleras y se dirigió a la casa vecina. Toda la tarde estuvo pensando en lo tonto que había sido. Evidentemente ella quería ser su amiga... en realidad había crecido algunas pulgadas y ya no era el niño de antes. Tal vez le gustaba a ella.
Su plan de venganza anti Dumbledore se había borrado de su cabeza. Ahora su preocupación era qué diablos quería Jackeline con él. Antes de tocar a la puerta ella lo llamó por una esquina de la casa. Desde allí pasaban a través de un portón y por un pasillo en acera, rodeado de flores, llegaban hasta la parte de atrás de la casa donde estaba la pequeña piscina.
Sin decirle una sola palabra, Jackeline se quitó el ajustado traje que llevaba puesto y se quedó con un diminuto bañador de flores rosadas. Él desvió la mirada, aunque con el rabo del ojo la siguió mirando hasta que entró a la piscina. Él también entró y le sonrió.
- ¿ Te gusta el agua?-
- Está un poco fría-
- Ya te acostumbrarás-
Ella se fue acercando a él y sin mediar ninguna otra palabra lo besó en la boca, apasionadamente. Harry no se resistió. Por el contrario, le respondió el beso acercándola más hacia él.
-Me gustas mucho, Potter-
- A mí también me gustas, Jackeline-
- Quiero que me acompañes a una fiesta dentro de dos semanas, es en la otra calle-
- ¿ Qué?... ah, ok está bien-
Y se volvieron a besar, pero esta vez fueron interrumpidos por el padre de la muchacha.
- ¡Potter, fuera de mi casa!- le gritó.
- Papa, acaba de llegar-
- Es un delincuente, no quiero que nos traiga problemas. Te vas antes de que te saque a patadas-
Harry obedeció. Jackeline le guiñó un ojo y él se fue sumamente feliz... tenía una cita con la chica más guapa de Privet Drive.
Los siguientes días se siguieron viendo, pero ella desde su cuarto y él desde el jardín. Harry estaba desesperado por volverla a besar, pero ella no había vuelto a acercársele.
En la cuarta semana - para aminorar su desesperación- decidió retomar el plan de venganza contra Dumbledore- . Paseó por otras calles lejanas, rompió algunas ventanas de la casa de la Sra. Figg, le mandó insultos escritos con Hedwing (eran anónimos pero de seguro Dumbledore sabría que eran de él) y se fumó otro par de cigarrillos.
Pero al final sólo había terminado con un tobillo adolorido, de tanto caminar; Figg le cobró los cristales a los Dursley; Hedwing regresó con una carta en la que Dumbledore le daba las gracias; y tras el último cigarrillo terminó con una alergia nasal tan fuerte que apenas podía dormir de noche y de día casi no se podía mantenerse en pie por la soñolencia que le causaban los medicamentos.
- Estas vacaciones no han estado del todo mal- pensó Harry mientras se acercaba a la casa de los tíos, pero con la cabeza alzada en dirección a la casa de Jackeline.
- Estupendo, hoy es nuestra cita y yo estoy adolorido y con un ojo que casi no puedo abrir- volvió a pensar. Se fue directo a la cocina -ya los Dursley había desayunado- llenó una bolsa (o funda) con hielo y subió hasta el cuarto que estaba más desordenado que nunca. Miró el reloj. Eran las 8:00 a.m., dentro de diez horas se estaría encontrando con Jackeline y la volvería a besar.
- ¡Coño!- se quejó al poner una media llena de hielo sobre su ojo. Todo estaba bien, tenía todo un día para bajar la hinchazón y descansar. Una luchuza entró por la ventana de su cuarto. Era Pig que traía tres cartas de Ron, Hermione y los gemelos. Las tomó y sin abrirlas las colocó en una gabeta del escritorio.
- Las leo más tarde- decidió, Se volvió a acostar no sin antes tomarse un analgésico fuerte que de seguro le ayudaría a dormir.
Despertó sobresaltado. Eran casi las 5:00 de la tarde,. Había dormido todo el día, pero ahora se sentía más cansado y adolorido. Pero el recuerdo de la fiesta le hizo olvidar cualquier malestar. Bajó a la cocina, se comió un sandwich mientras su tía y su tío celebraban lo bien que le quedaba a Duddley su nueva camisa y pantalón. La verdad es que parecía un rollo de carne, pero prefirió escapar de las miradas de sus familiares.
Esperó hasta que el reloj marcara las 8:00 de la noche para ir hasta la casa de la fiesta. Jackeline lo estaba esperando en la entrada vestida con un traje de tela fina, rojo, muy corto, escotado y con una abertura en la cintura que le dejaba ver su ombligo. El cabello lo tenía recogido en un moño y calzaba unos zapatos de tacón demasiado altos. Eso preocupó mucho a Harry; y al acercarse a ella se percató que sus temores eran ciertos. Jackeline se veía, ahora, mucho más alta que él. Sin mediar palabras, ella lo tomó por la mano y lo llevó hasta la sala en donde se encontraban varias chicas y chicos de su antiguo colegio... y muy en especial su primo y sus amigotes.
- ¡Bienvenido primito!
- ¿ Quieres un trago, Harry?- le ofreció uno de los pocos chicos que no conocía.
- Ven, Harry, amigo; prueba este jugo sabe brutal- le dijo otro muchacho quizás de unos 19 años.
- Déjenlo tranquilo, ven Harry, quiero que estemos solos- intervino Jackeline.
Harry caminó sorprendido por la casa, no sólo por el saludo de su primo sino por la cantidad de atenciones que recibió... se tuvo que tomar un trago de un jugo que sabía agrio y que quemaba la gargante... pero no le parecía que fuera licor. Le apretujaron dos galletas polvoreadas y hasta le metieron en los bolsillos dos paquetitos con dulces y condones, disque como recordatorio de la fiesta. Él a penas pudo aceptar o rechazar lo que le daban cuando Jackeline lo haló por las escaleras y lo llevó a un cuarto oscuro, con una luz encendida cerca de la cama.
Comenzó a sentirse tonto, y alegre, y excitado; todo al mismo tiempo. Pero su excitación fue mayor cuando ella le abrió de sopetón la cremallera ( o zipper) de su pantalón. Segundos después estaba sobre la cama, con el pantalón hasta las rodillas, y una chica sobre él que no dejaba de tocarle todo el cuerpo.
- Creo que debemos empezar otra vez, Jackeline- alcanzó a decir Harry con la voz agitada.
- Oh, no Potter. Te juro que ésto lo recordarás por siempre-
Pero antes de que pudiera decir algo más, Harry sintió una corriente eléctrica que se apoderaba de su cuerpo... Pero el placer que por segundos sintió cambió de repente a una sensación de vacío, dolor y angustia. Sintió que su cuerpo volaba por toda la habitación. El estómago le ardía y la garganta también. Lo último que pudo ver fue una diabólica sonrisa en el rostro de Jackeline, cuando comenzó a temblar hasta que se le nubló la visión.
Al despertar se encontró rodeado por los chicos y chicas de la fiesta, en el centro de la sala. Un frío le penetró las entrañas al verse frente al espejo de la pared completamente desnudo. Instintivamente se cubrió, sus lentes habían desaparecido pero aún así pudo ver en la pantalla de seis televisores, colocados juntos, un vídeo en el que se veía a Jackeline riendo como loca -a puras carcajadas- y a él desnudo sobre la cama, temblando, con la vista perdida en el techo. Sintió odio, sintió vergüenza y un dolor profundo como de miles de alfileres que se le enterraban en el pecho y le congelaban la garganta.
Mientras se escuchaba una sirena de un carro de policías, comenzaron a volar por toda la casa platos, vasos, comida, espejos, cuadros; hasta los televisores. Los gritos de terror crecieron cuando las puertas de la casa se cerraron solas y como si se perdiera la gravedad, todos en la fiesta comenzaron a flotar hasta el techo... todos excepto Harry.
Los policías trataban de romper la puerta para entrar -que parecía sellada-, los muebles se incendiaron súbitamente y la música que se escuchaba alcanzó un volumen inmensamente alto, tanto que los oidos de Harry comenzaron a sangrar.
En ese instante, la figura del profesor Lupin apareció frente a él, lo tomó del cuello y lo subió corriendo al cuarto. Harry temblaba y respiraba con dificultad mientras Lupin lo vestía. Dejó a Harry sobre la cama, con la mirada perdida en algún punto de la pared...
El profesor Lupin bajó las escaleras, tomó su varita y devolvió a los chicos al piso, bajó el volumen del radio -pero no tanto- devolvió cada uno de los artículos que volaban a su lugar, hizo desaparecer los tragos y las galletas polvoreadas... los cigarrillos y pastillas... las hojas que quemaban y las jeringuillas. Con un último encantamiento limpió la mente de los muchachos y muchachas fiesteros. La policía ya había entrado a la casa cuando apareció nuevamente en el cuarto, con un casette de vídeo en las manos. Miró a Harry -mitad con enojo y mitad con angustia- y lo abrazó.
- Ahora sí lo lograste Harry... nunca había visto a Dumbledore tan enojado. Esta noche regresamos a la madriguera-
Un "pung" se escuchó en el justo momento cuando un oficial abría la puerta y miraba con cierto desconcierto el cuarto vacío.
(continúa)
