Disclaimer: Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling, Bloomsbury Publishing, Scholastic Inc. y AOL/Time Warner Inc. Nadie gana ningún beneficio económico con esta historia.
N/A: Sí, nos hemos saltado un año ya que era necesario más tiempo para que progresara la historia, a partir de este año vamos avanzando hacia el meollo.
Capítulo 1
Agradeció a la directora McGonagall el favor especial, el entrenamiento que había estado llevando a cabo en esas vacaciones había durado hasta el día anterior cuando se había examinado, y por tanto, no había podido llegar a la Estación de King's Cross esa mañana siendo un viaje tan largo, había precisado muchas escalas. Salió del despacho y se dirigió a las mazmorras con aire resuelto, un poco más seguro de sí mismo que un año antes. Pensó en esos meses de verano, en el entrenamiento exhaustivo en Kung Fu y la aprobación en los ojos de quien había sido su maestro allí por su progreso, por haber alcanzado el nivel intermedio tan rápido. Sabía que esas prácticas no eran usuales en magos sangre pura, le había costado convencer a su padre, pero la importancia de ejercitar los reflejos y agilidad física era algo que había llegado a comprender el año anterior en los duelos, eso por no mencionar que un mago enclenque no era nada sin su varita, y ya a mitad del año había comenzado a ejercitarse por su cuenta, aunque si echaba la mirada atrás, el momento en que había comprendido la importancia de la fuerza física había sido en eso que creía un sueño demasiado vívido y cuyo miedo sufrido aún lo atenazaba algunas veces, esa vez que había creído morir al caer de las escaleras móviles.
Salthira le abrió la puerta, e interiormente suspiró aliviado. Bill Weasley había acabado con los ecos, había permanecido como profesor el año anterior para comprobar que no había más brotes, pero parecía que la repulsa del colegio hacia él no se debía a ello, no obstante, ya no trataba de matarlo con tanto empeño como en segundo curso, actualmente sólo tenía problemas con los escalones, pero acostumbraba a llevar un hechizo levitador en sus pies cuando iba por las escaleras móviles, y en ocasiones la puerta de la sala común se negaba a abrirle.
Divisó a sus amigos sentados en unos sofás cerca de la chimenea charlando animadamente, aunque podía ver una arruga de preocupación en el ceño de Leyna, eso lo caldeó un poco, ya había terminado de aceptar que ella y Emery eran importantes para él. Se acercó por su espalda para rodear el sofá y sentarse junto a Leyna, aunque la expresión en el rostro de Emery casi lo delató.
—Buenas noches —saludó como si no llevaran meses sin verse y sin saber absolutamente nada de él.
—¡Altais! —gritó con sorpresa, alivio, y feliz de verlo, casi saltó a abrazarlo, pero se contuvo un poco y dejó un beso en su mejilla—. ¿Qué tal estás?
—Bien, si te refieres al descanso sigo igual —contestó el moreno mientras los observaba, incluso sentado notaba cómo sus amigos habían seguido creciendo a gran velocidad en comparación con él, apenas superaba el metro cincuenta, Emery le sacaba una cabeza, Leyna media, con Zaniah parecía más a mano, pero incluso ella era más alta. Se sonrojó un poco más de lo que ya lo hacía con los besos cuando se percató de que las chicas no habían crecido sólo en altura y maldijo interiormente las hormonas adolescentes que le nublaban el juicio—. ¿Y vosotros?
La rubia sonrió suavemente. —Bien, aunque estábamos preocupados porque no estabas —confesó sonrojándose un poco por eso, también apreciando el cambio en su cuerpo, más musculoso, más fuerte... estaba mucho más guapo.
—Estuve en China todo el verano, hasta ayer mismo. Con todas las escalas que se han de hacer con los trasladores no podía llegar a tomar el tren, McGonagall me permitió llegar por Flu —explicó sin dar más detalles de las necesarios si no se los pedían—. ¿Qué tal vuestro verano juntas? —preguntó esbozando una fugaz sonrisa maliciosa al mirar a Leyna.
—¡Fue genial! Hicimos una fiesta cada semana, cada vez de un tema distinto y fuimos a muchísimas tiendas, fue sublime, ¡fantástico! —explicó Zaniah con ilusión—. ¿Verdad, Leyna?
La chica rodó los ojos y miró mal a Altais. —Sí... tengo muchos libros interesantes nuevos para leer este año. Si eres bueno te los dejo —ofreció sonriendo de lado.
El moreno elevó una ceja. —¿Qué tal llevas el duelo? —replicó.
—Practiqué con mi tío Theo, es el mejor, te lo aseguro. Pero sigo queriendo clases particulares —respondió.
—¡Vais a volver a dejarnos solos como tooodo tercero! —protestó Emery, haciendo referencia al curso anterior cuando Altais y Leyna habían empezado con esas clases privadas, entre eso, la biblioteca y el Club de Duelo casi no se veían... aunque igual exageraba un poco—. ¿Qué hiciste en China? ¿Viste dragones?
—Para ti todo tiene que ver con dragones —dijo Altais, lo pensó y se decidió a contestar, parecía que no había nadie por allí prestándoles atención, tampoco quería que fuera de dominio público—. Estuve aprendiendo Kung Fu.
Emery y Leyna lo miraron con sorpresa.
—¿En serio? ¿Esa cosa muggle de romper tablas y tirar a gente por los aires sin hechizos? —preguntó el castaño emocionado.
—Supongo que es eso, sí —concedió Altais un poco desagradado por esa descripción tan superficial.
—Es un arte marcial, Emery... entra en la materia de este año de Estudios Muggles —explicó Leyna—. Requiere disciplina, concentración, agilidad... muchas cosas —agregó aunque sin extenderse mucho para no aburrirlos, miró de nuevo a Altais y sonrió de lado—. Se nota el ejercicio.
—Es útil para que muerdas más el polvo en nuestra próxima clase —dijo el moreno, sonando como si se excusara.
—Espera, ¿dices que has estado haciendo esas cosas muggles de correr sin sentido y sudar y todo eso cansado? —cuestionó Zaniah, Altais asintió—. Ahora sí que ha perdido la cabeza —murmuró negando con la cabeza, en tono dramático.
—La fuerza física también influye a la hora de tener un duelo, y hay que reconocer que los muggles saben mantenerla mejor que los magos sólo con el Quidditch y esas pociones asquerosas —repuso la otra chica encogiéndose de hombros.
—Jugadores de quidditch… —suspiró Zaniah con aire soñador, después miró a los dos chicos de un modo que los hizo removerse con cierta incomodidad.
—¿Y tú qué hiciste en el verano, Emery? —Altais decidió cambiar de tema por el bien de todos.
—Adivina —lo retó el chico, sonriendo con evidente emoción por poder contarlo, sus ojos brillando acorde con su expresión.
—Has estado viendo dragones —respondió el moreno, casi con aburrimiento, era obvio que era algo de dragones con sólo verlo.
—¡Mucho más que eso! Estuve en Noruega, en una reserva, y estuve ayudando en la rehabilitación de muchos dragones, los toqué, con estas manitas, y aprendí demasiadas cosas de ellos —explicó casi botando en el sitio.
—Enhorabuena. No sabía que tenías predilección por el ridgeback noruego —comentó Altais.
—Son increíbles, pero en realidad fue porque mi padre tenía contactos allí que fui a esa reserva, me gustan todos demasiado para tener un favorito —contestó con aire soñador.
Altais bostezó tapándose la boca con la mano, había sido un día largo, cansado con tanto viaje, apenas había hecho una parada en su casa para preparar el baúl, cenar y soportar que su madre lo estrujara y protestara porque prácticamente no le había visto el pelo en todo el verano y una hora no era suficiente como para que se fuera tan pronto. Sin duda lo último había sido lo más agotador.
—Me voy a dormir, o algo así. Hasta mañana —decidió que no tenía sentido posponerlo, parecía que ya se habían puesto al día, lo que sólo le hacía estar más seguro de que cartearse sería una pérdida de tiempo, y se puso en pie.
—Zrinski me dio tu horario, mañana a la mañana te lo doy —lo despidió Leyna sonriendo.
—¿Por qué te lo dio a ti en vez de a Emery? Sería más lógico y eficiente… no importa. Buenas noches —se cortó, de todas formas no iba a preocuparse por las clases hasta el día siguiente y se alejó hacia las escaleras que llevaban a los dormitorios.
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—¡Confundus! —gritó el hechizo con todas las fuerzas que tenía en ese momento, después de tres asaltos no eran muchas, pero aun así se mantenía a la altura del combate, una cosa era perder, la otra hacerlo de un modo desastroso y humillante, eso nunca.
—Protego —esa vez Altais decidió alzar un escudo, para que respirara, además el Confundus era un hechizo un poco volátil, en vez de sólo esquivarlo como había estado haciendo la mayor parte del tiempo, probando que el verano había sido productivo—. Relaskio
—Impedimenta —Leyna detuvo el ataque de Altais, aunque la fuerza la echó un poco para atrás. Se mordió el labio inferior y avanzó un paso con la varita en alto—. Confringo —el humo de una gran explosión llenó una parte de la sala, limitando la visibilidad—. Defodio —trató de hacer caer a su contrincante en un hoyo, si lo lograba sólo necesitaría paralizarlo y ya habría ganado, pero seguramente no se lo pondría tan fácil.
—Podrías haberme volado, no me constaba que quisieras matarme —escuchó la voz de Altais que se había logrado meter tras una mesa y convertido ésta en piedra para salvarse de la explosión—. Avis —susurró—. Hay un hechizo específico para crear humo que no requiere tanto gasto mágico —habló mientras se movía por la sala en la polvareda para que no adivinara su posición—. Oppugno
—Protego —la chica no pudo evitar agacharse cuando esos pájaros se acercaron a ella, aunque sabía que no llegaría a ella—. No pretendo matarte… no te apuntaba a ti —se defendió mirando a los lados esperando encontrarlo—. Estás usando mi hechizo a tu favor —protestó, aunque sabía que no era una norma.
—Eso era algo que deberías haber considerado. Mimble Wimble —lanzó el hechizo de atadura de lengua, como siempre sin alzar más la voz o incluso diciéndolo más bajo.
Leyna trató de contestarle pero no pudo y maldijo interiormente por volver a sufrir de nuevo ese hechizo. Infló los mofletes y se sentó en el suelo, con los brazos cruzados bajo su pecho, esperando que él la liberara, había ganado de nuevo.
Altais hizo que la humareda saliera de la habitación abriendo una ventana y se entretuvo reparando el suelo y devolviendo a la mesa a su estado original, haciéndola esperar por pura diversión.
—Finite —se detuvo frente a ella y la liberó de la maldición, había una pequeña sonrisa arrogante en sus labios, aunque respiraba algo más agitadamente de lo normal por el ejercicio.
—¿Por qué tienes que acabar con ese hechizo? ¡Es horrible! —lo reprendió ella nada más pudo hablar y se dejó caer de espaldas al suelo, con la respiración agitada y sintiéndose sudorosa.
—Es muy útil y te impulsa a tratar de aprender hechizos no verbales con más empeño, al menos el Finite —contestó dando unos pasos hasta sentarse en la mesa más próxima del aula en desuso.
—Aún no conseguí que me saliera bien… —murmuró ella, mirándolo desde abajo.
—De todas formas te sentenciaste mucho antes, saber hechizos no verbales no habría sido tu salvación realmente —repuso tratando de que analizara el duelo mientras bajaba el nudo de su camisa buscando algo más de fresco.
Leyna tragó ante ese gesto, aunque lo achacó al cansancio y no a lo bien formado que estaba el cuerpo de su amigo desde ese verano.
—Cuando hice la explosión lo perdí todo, aunque de cualquier forma no hubiera ganado. Tú estás más entero y sigues pudiendo esquivar mis ataques sin magia. Yo no podía seguir protegiéndome por tiempo indefinido —contestó incorporándose un poco para recogerse el pelo y desabrocharse también la corbata, era una buena idea.
Altais observó una gota bajar desde la oreja hasta perderse en el cuello de la camisa de Leyna y sus ojos siguieron el camino imaginario bajo la prenda, pestañeó saliendo de esa distracción y apartó la mirada antes de centrarla en los ojos de la chica, al tiempo que maldecía por enésima vez sus alocadas hormonas adolescentes.
—Para tener rapidez en el duelo es bueno ser capaz de lanzar el primer hechizo que pase por tu mente, no todo el mundo es capaz hacerlo —dijo refiriéndose a sí mismo, a las primeras prácticas con su padre, pero no lo especificó—. Pero también es positivo analizar qué usar cada vez para no gastar energía mágica innecesariamente como con la explosión que al parecer sólo querías utilizar para reducir la visibilidad, eso sólo se aprende practicando.
Ella asintió apoyando la barbilla en sus rodillas. —No sirve de nada hacer hechizos al tuntún rápido, necesitas coherencia —concordó y suspiró largamente—. Pensé que este verano sí había mejorado algo… pero cuando fuimos a Milan, con Zaniah no podía practicar casi.
—Rapidez es mejor que nada —reiteró—. Podrías haber practicado puntería con ella, un buen sujeto de pruebas —agregó.
La chica soltó una carcajada y negó con la cabeza. —Zaniah tiene muchas cosas buenas, pero aceptar quedarse practicando duelos mientras está en una ciudad llena de ropa… no es una de ellas —aseguró sonriendo—. Quizá el año que viene tenga que llevarte a ti de vacaciones y no a ella.
—Mis próximas vacaciones serán igual que estas —contestó—. Y nunca dije que ella tuviera que estar de acuerdo.
Ella volvió a reír. —A veces eres malvado, Black —bromeó, siempre que lo hacía lo llamaba por su apellido—. Podrías llevarme contigo, dejaré que me secuestres y a cambio te consigo entradas en el palco para el mejor partido de quidditch del mundial.
—Es una buena oferta, pero no lo suficiente. Además Teddy se ocupa de eso, tiene el mejor contacto —respondió Altais.
—Una lástima —chasqueó la lengua poniéndose en pie y estirándose como un gato—. ¿Qué te parece el libro sobre Animagos para pagar esta clase? —dijo sacando el tomo de la mochila y acercándose para ofrecérselo—. Edición única, veinte ejemplares.
—No tenía planeado adentrarme en este tema hasta sexto curso, pero no puedo rechazar una oferta así —aceptó cogiendo el libro y comenzando a ojearlo, pero aún sin bajar de la mesa, de ese modo estaban a la misma altura, aunque era molesto que le colgaran tanto las piernas.
—Lo sé, yo pensaba lo mismo pero… estaba llamándome en aquella polvorienta librería italiana, lo leí en una noche —le contó poniéndose a su lado para ojearlo también.
—¿Ahora sufres insomnio? —cuestionó más centrado en el libro que en su compañera.
—No, pero cuando tienes una loca de las fiestas y las compras contigo, tienes que sacar el tiempo de donde sea —respondió ella y observó el rostro de él, seguía pareciendo cansado, llevaba dos años así y parecía que ese iba a ser igual. Sin meditarlo demasiado llevó una mano a su mejilla y dejó una suave caricia ahí—. ¿Cómo estás descansando? Sigues pareciendo cansado.
La sorpresa cruzó por los ojos de Altais y se apartó de ese toque, después meditó si tendría que mejorar su máscara o es que ella de algún modo podía ver un poco a través, o quizás sería momento de empezar a realizar hechizos glamour para ocultar los signos de cansancio.
—Ya lo dije, estoy como siempre. Sólo funciona esa poción —contestó, al terminar el segundo año sus padres lo habían llevado a San Mungo a que le hicieran pruebas, pero no habían dado con la razón por la que tenía ese desgaste de energía.
Leyna bajó la mano y la entrelazó con la otra para mantenerla quieta. —Le preguntaré a mi tío, igual sabe de otra que también te vaya bien, no sería bueno si te volvieras dependiente de ella… —comentó y suspiró—. Es verdad que apenas se nota cuando la tomas, prácticamente nada, no te preocupes.
—Han sido cuatro duelos, tú pareces más cansada —la acusó, de nuevo con esa sonrisa arrogante, de las pocas que esbozaba, pero a la que parecía estar cogiéndole el gusto.
—Oh, lo estoy, pero más te vale que no salga de aquí, sabré que has sido tú —le advirtió divertida.
—¿Y…? —la retó.
—Te recuerdo que soy muy buena en pociones, Black, podría envenenarte y ni te darías cuenta —completó acercándose un poco con una sonrisa ladeada.
—¿Me tomas por un confiado Hufflepuff para poder echar algo en mi bebida? —replicó él.
—¿Quién dijo que sería en tu bebida? —preguntó ella a su vez sacándole la lengua.
—Bebida, comida… —le quitó importancia, no mentó que algunos venenos se podían aplicar por la oreja mientras dormía como en algunas clases de Historia de la Magia, no iba a darle ideas aunque fuera una broma—. Además, ¿quién te daría tu dosis semanal de morder el polvo?
Leyna frunció el ceño y se volvió a cruzar de brazos. —Listillo… está bien… trataré de no matarte —aceptó rodando los ojos.
Altais asintió y se bajó de la mesa. —No creo que quieras otra revancha hoy. Me voy, tengo que terminar de ponerme al día con los libros del año y… una lectura interesante —declaró levantando el libro prestado con lo último, se pasó una mano por el pelo negro como la tinta, se recolocó la corbata y se inclinó un poco para coger su túnica de una silla.
—Te acompaño, estar en un aula abandonada no es tan emocionante sin alguien pateando tu trasero —contestó ella apresurándose a hacer lo mismo, ponerse su capa—. ¿Luego vas a ir a la biblioteca o descanso?
—Me quedaré en la sala común hasta la cena, me ahorro un paseo, no queda mucho tiempo de cualquier modo —respondió tras comprobar la hora.
—Una larga ducha y acurrucarse en el fuego con un libro, es una buena idea —concordó ella alegremente abriendo la puerta de la clase, aunque no llegó a salir, Higgs y compañía estaban ahí, delante de la puerta; maldijo interiormente, más al ver la sonrisa de ese petulante.
—Vaya, vaya… así que es aquí donde os metéis… —dijo Higgs sonriendo.
—Hola. Vaya, Leyna, estás… preciosa con esa pinta tan agitada —comentó Rigel con una sonrisa.
—¿Qué estarían haciendo? —dijo Azaleh en tono reflexivo, estudiándoles.
—Evidentemente nada bueno, nada decente —aportó Mabel mirándolos con soberbia.
—¿Ahora a parte de juntarte con malas compañías les haces trabajitos, Leyna? —preguntó Higgs jactancioso.
Ella se puso roja por la rabia y las palabras de esos cuatro, los odiaba demasiado. —No tenemos tiempo para vuestras tonterías —dijo saliendo del aula finalmente.
—¿Qué vais a hacer? ¿Puedo unirme? —preguntó Rigel acercándose más y siguiéndola.
La chica lo miró mal y bufó. —Darme una ducha si te interesa, y aunque sé que lo estás deseando, no, no puedes unirte, prefiero sola que mal acompañada —contestó con un tono ácido.
—¿Por qué él sí va contigo? —cuestionó el rubio tras reponerse de la reprimenda.
—Estamos en la misma Casa, genio.
Rigel ladeó la cabeza. —Pero Arley no va contigo.
Ella gruñó y se giró para mirarlo, ese chico la sacaba de sus casillas demasiado rápido. —Porque hemos estado entrenando, juntos, porque es mi amigo —contestó antes de seguir con su camino.
El rubio corrió para interponerse en su camino. —Seamos amigos —le dijo por enésima vez en esos años, con una sonrisa amistosa.
Leyna bufó, la misma respuesta que todas esas otras veces que le había preguntado, no se molestó en añadir nada más.
—Vaya… así que le das clases, Black, ¿y qué le pides a cambio? ¿Poder trabajártela? —preguntó Higgs, cortando al otro chico en sus intentos de socializar.
Altais había tratado de ignorarlos, no merecían la pena, pero sobre todo Higgs tenía un don para hacer que cambiara de opinión y no se contuviera las ganas de maldecirle. Se detuvo y se giró para mirarlo.
—¿Cómo llegas a esas conclusiones, Higgs? ¿Es porque es lo que tú precisas para conseguir algo de afecto? Aunque… no veo qué puedes ofrecer —replicó en tono helado, con la varita rodando en sus dedos en clara amenaza.
El aludido sonrió de lado. —Yo puedo tener a quien quiera, Black, no necesito aprovecharme de nadie.
—No necesita alguien como ella —aseguró Mabel acercándose a su amigo.
Leyna también se detuvo y apretó los puños, tratando de respirar hondo.
—Os felicito por vuestra próxima unión —se burló—. Pero haríais bien en cuidar a quien insultáis, creo que la lengua se os está haciendo un lío —agregó con una sonrisa ladina—. Delaluengo, Delaluengo, Mimble wimble —dijo en rápida sucesión, apuntando primero a Higgs y luego a Mabel, modificando un poco el movimiento para que el segundo hechizo afectara a ambas.
—¿Qué…? —el Slytherin fue a contestar, pero su lengua empezó a crecer rápidamente, al igual que la de su compañera Gryffindor y se hicieron un nudo ellas mismas, impidiéndoles hablar.
Rigel se carcajeó. —Qué flipe.
—Rigel… —lo reprendió Azaleh antes de atacar a Black.
—Sí, pero es divertido —se excusó uniéndose a la lucha.
Los cuatro intercambiaron hechizos hasta que Azaleh se tomó unos segundos para lanzar el Finite que necesitaban sus amigos. Altais aprovechó para crear un muro de hielo que los retrasara e instó a Leyna a alejarse con premura, ambos estaban cansados después de la práctica como para meterse en un duelo en el que les doblaran en número, además de que podían pillarlos y castigarles.
Corrieron hasta la sala común y una vez dentro se dejaron caer en unos sillones más apartados, Higgs no iría a reclamar venganza solo así que estaban a salvo. Leyna miró a Altais y se sonrojó un poco, en parte por el aspecto de él, ese un tanto desaliñado pero también atrayente, y también por las palabras de esos estúpidos.
—Inventan cosas muy raras —murmuró, quitándose los zapatos y las calzas así como la capa para poder subir las piernas al sillón.
Los ojos de Altais se demoraron unos segundos de más en las piernas descubiertas por unos segundos.
—Sí, comienzo a pensar que ese golpe en la cabeza del que nos habló Emery sea generalizado —respondió. Convocó un vaso de una mesa y lo llenó de agua—. ¿Estás bien? —preguntó al pensar que tal vez las horribles palabras de Higgs la hubieran afectado, eso dañaría su amistad y no le hacía gracia con el esfuerzo que le había supuesto afianzarla, decidirse por tener dos amigos y medio.
Ella lo miró y sonrió asintiendo. —Sí, no me importa lo que digan esos imbéciles, aunque siempre consiguen cabrearme más de la cuenta; a veces pienso que eso es una característica demasiado Gryffindor —contestó haciendo una mueca con lo último, para aligerar el ambiente.
—No te aflijas mucho, también se esfuerzan mucho en ello, parece su meta en la vida —la consoló.
—Lo sé… no entiendo cómo pueden pretender que me una a su grupo siendo así —bufó y negó con la cabeza cerrando los ojos relajadamente—. Rigel es extraño…
—Wildsmith es despreocupado, más Gryffindor —contesto Altais.
Ella asintió, decidiendo que era mejor dejar de hablar de ellos se puso en pie y se inclinó un segundo para coger sus cosas y dar un beso a Altais en la mejilla. —Gracias por la clase, profe, nos vemos antes de la cena —se despidió subiendo ya hacia los dormitorios de las chicas.
Altais la observó alejarse, siempre tardando un segundo de más en reaccionar con esos besos que no comprendía cómo había tomado por costumbre darle y cada vez con más frecuencia, y él también se puso en movimiento, necesitaba una ducha.
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Terminó el ensayo para Aritmancia y contempló sus opciones, finalmente decidió coger el libro de chino que aún estaba aprendiendo y dejar el libro sobre hechizos no verbales para después de la cena, eso podía leerlo incluso en la sala común. Estiró un poco la espalda en la silla, miró a Leyna frente a él advirtiendo que ya había acabado con ese aburrimiento de Estudios Muggles y había pasado al ensayo para Runas Antiguas, y volvió a bajar la mirada a la mesa para concentrarse en la nueva tarea elegida, no iba a interrumpirla, si necesitaba algo sabía que se lo diría, aunque no solía suceder.
—Altais… ¿Black? —un rato después dos chicas de su curso, una de las casa de los leones y otra de las águilas se acercaron a ellos, concretamente a él. Parecían algo nerviosas, pero decididas y casi emocionadas.
Altais tardó unos segundos en llevar sus ojos grises hasta ellas y lo hizo porque intuyó que no se irían sólo con fingir que no estaban, además arrojaban una molesta sombra en su libro difícil de ignorar.
—Sí —dijo secamente.
—Escuchamos que das clases —dijo la Gryffindor con una sonrisa y una mirada recorriéndole, sentándose de lado en el borde de la mesa, demasiado cerca.
—Escuchasteis mal —respondió Altais, absteniéndose de cruzar una mirada con Leyna, eso tenía que ser otra molesta broma de Higgs y compañía.
La otra chica lo rodeó y se puso al otro lado. —Podemos darte primero el pago —ofreció dejando una sutil caricia en su brazo.
El chico frunció levemente el ceño. —Ya he dicho que no doy clases de nada —se contuvo de apartar el brazo porque eso sería darle el gusto a alguien de ver que le molestaba, que le afectaba de alguna forma y él estaba por encima de eso.
—Pero sabemos que sí lo haces, lo han dicho en la radio —repuso la chica de Ravenclaw, inclinándose un poco hacia él, mostrando algo de escote.
—La radio —dijo con absoluta incredulidad, sus ojos captaron el movimiento, lo que se mostraba, pero los controló sin demasiado esfuerzo—. La WNR tiene mejores cosas que hacer que siquiera prestar atención a lo que hace o deja de hacer un alumno.
—No… no esa radio —rio la Gryffindor—. La de Hogwarts. Vamos, di que sí, mi pago lo disfrutarás mucho más —casi ronroneó y se lamió los labios mirando los de él.
Altais fue a replicar que no había radio en el colegio, pero con lo siguiente captó el cariz que estaba tomando esa conversación.
—Ni doy clases ni me pagan de ninguna retorcida forma. Fuera —les espetó.
—Pero nosotras vamos a hacerlo mejor que ella, además somos más guapas —protestó la otra chica, haciendo un mohín.
—Di un lugar y una hora y allí estaremos, Altais —dijo la de su izquierda y acercó una mano con intención de tocarle algún lugar del rostro, se supo cuál, el chico atrapó esa mano tan rápidamente como si fuera una serpiente venenosa y la apartó.
—No —pronunció la palabra muy lentamente—. Desapareced de mi vista.
La Gryffindor se sujetó la muñeca levemente lastimada.
—¿Por qué ella sí? —inquirió furiosa.
—Será una guarra —contestó su amiga cogiéndola de la mano para alejarse, mirando a Leyna con odio, aunque la Slytherin seguía con su tarea, o eso parecía.
Altais estaba más que molesto, pero apretó los dientes y no dijo más, estaban en la biblioteca, no podía dejar salir su temperamento y que lo echaran de la biblioteca, la pluma que había estado sujetando en la mano derecha se partió, después por sus labios se formó una sonrisa maliciosa con ese tono de locura de los Black que no presagiaba nada bueno y murmuró una maldición moviendo la varita oculta en su manga en dirección a las chicas, en unas horas no se sentirían tan guapas. Y finalmente trató de volver a concentrarse en el chino, aunque seguía demasiado molesto para ello, aunque la maldición le había dado cierta satisfacción no era suficiente, sólo lo sería cuando atajase el foco del problema.
Leyna se mantuvo escribiendo frases sin mucho sentido en su pergamino, finalmente se dio por vencida, no iba a concentrarse de nuevo. Quería saber de esa radio, quería saber quién había dicho eso y quería hacerle tragar sus palabras.
—Creo que voy a ir a la sala común, lo acabaré mañana —dijo sin mucho ánimo.
Él la estudió unos segundos y asintió. —Hasta mañana —la despidió.
Ella sonrió un poco antes de girarse para poner rumbo a la puerta. Aún no había dado ni dos pasos cuando escuchó a otra chica acercarse a Altais con la misma cantinela, tuvo que apretar mucho los puños para no girarse y maldecirla.
—Todo lo que hayas oído es mentira, ¿entendido? —dijo el chico algo apresuradamente y decidió también marcharse, parecía que de cualquier forma no iba a hacer nada en la biblioteca, ¿dónde se metía Madame Pince cuando hacía falta? Recogió sus cosas y alcanzó a Leyna fuera de la biblioteca—. ¿Qué mantícora le ha picado a todo el mundo?
Ella lo miró y sonrió con pesadez. —Creo que podemos preguntarle a la experta —contestó pasándose la mano por el pelo—. Más le vale a Higgs no haber sido él, ese seguro que no se da cuenta ni del más obvio veneno.
Altais sonrió un poco por lo último. —¿Quién ha podido soltar ese rumor sino? Es justo lo que dijo el otro día y está claro que es alguna clase de broma molesta, no sólo rumor.
—El problema es que no estoy segura de que Higgs sea tan inteligente como para crear una radio, si es verdad que existe —contestó mirándolo largamente—. Atraes a las chicas —agregó riendo un poco por eso.
Él negó con la cabeza desestimándolo. —Es otra burla molesta para acabar hasta con la paz de la biblioteca. Puede que sea Farley, en clase parece tener algo dentro del cráneo aunque cuando tenemos que aguantarle no lo demuestre —teorizó centrándose en la radio.
Ella pensó que no se daba cuenta realmente de lo atractivo que era, pero decidió dejarlo. —Es posible que sea él… aunque lo de los rumores siempre es más de las mujeres… Zaniah sabrá algo.
—Zaniah… —musitó, lógicamente ni la había considerado para solucionar algún problema—. Supongo que sí, sólo resta que esté en la sala común.
—Siempre podemos gritar fiesta y esperar a que aparezca —bromeó un poco.
—No la invoques antes de tiempo —concordó.
Ella sonrió de nuevo. —Esperemos que no —dijo empezando a bajar las escaleras a la sala común, tenían que averiguar cosas de esa radio.
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—Ay… no me decido. ¿Qué color crees que va mejor, Leyna? —preguntó Zaniah mientras iban de clase de Encantamientos a Defensa contra las Artes Oscuras.
—El verde esmeralda —contestó ella mirando a su amiga—. Pero, ¿para qué?
—¿No me has escuchado en todo el tiempo? —dijo ofendida—. Para la fiesta del sábado.
—Estábamos en clase —se disculpó ella encogiéndose de hombros—. Yo usaré un vestido verde, pero a ti te quedaría mejor uno azul.
—No has escuchado nada de nada —dijo soltando un pesado suspiro—. Es para la decoración, ya sé que irás de verde, siempre vas de verde.
—Es el que mejor me sienta —respondió y la miró—. Vale… decoración, tú eres la experta, pero creo que un lila puede estar bien.
—Con negro o los chicos me echarán a los perros. ¿Qué opinas, Emery, te gusta? —preguntó adelantándose para coger la mano del chico.
—Lila y negro… me gusta, mejor nada de color de Casas —contestó él sonriéndole.
—¿Vas a venir, Altais? Va ser una grande esta vez —preguntó Leyna colocándose al lado del otro chico.
—¿Y desaprovechar la oportunidad de tener la biblioteca tranquila? —replicó, le habían seguido molestando de vez en cuando, creía que ya habían pasado todas las chicas de su año y parte del otro, o al menos a él le habían parecido demasiadas.
—Cierto… con todos los incidentes que hay últimamente es mejor aprovechar —dijo comprendiendo su punto y sonriéndole.
—¡Ey, Black! ¿Vas a matar más pollos? —escucharon la voz de Higgs, como siempre diciendo estupideces.
Altais se detuvo y se giró lentamente. —Por cómo cacareas debería matar uno al menos —replicó, le tenía tan harto y además iba con compañía, lógicamente camino de DCAO igual que ellos—. ¿Otra de esas "noticias" en esa radio? —preguntó con pesadez a Zaniah.
La chica abrió mucho los ojos e hizo el hechizo para comprobarlo, había estado muy centrada en la fiesta para haberse parado esa mañana a escuchar.
—Es peor que eso —musitó la chica, no se atrevía a decirle todo lo que decían, ni ella podía tragarse eso, aquello era pasarse de la raya.
—No me extrañaría nada que lo hicieras, al fin y al cabo has salido como todos los de tu sangre, sobre todo como tu querida madre —contestó el chico sonriendo arrogante.
Altais tuvo que admitir que eso lo descolocó, los Jones habían sido magos de la luz por casi un siglo, su madre era miembro de la Orden del Fénix. ¿De qué demonios estaban hablando? Dio un paso adelante.
—¿Por qué tan críptico, Higgs? ¿Tienes miedo? —Zaniah le tiró de la manga, pero la ignoró.
—¿Miedo? ¿De ti? Por favor, Black, has heredado demasiada locura de Bellatrix, además de que claro, los genes se van deteriorando al tener hijos con primos.
Altais se dividió entre la incredulidad por la gilipollez totalmente incoherente y la rabia por los límites que estaba pasando, de nuevo incidiendo en aquella locura por mantener la pureza de una rama de la familia que irónicamente era la que había dado un mago de luz. Analizando fríamente todo lo demás era absolutamente imposible que Bellatrix Lestrange hubiera tenido un hijo y no cuadraba con su edad, eso por no pensar en la primera acusación; un par de días atrás los pollos que se criaban en Hogwarts para abastecerse de comida habían sido matados por alguna bestia que había salido del bosque, suponer que él podía convocar cualquier animal era absurdo, magia demasiado avanzada para él, incluso para los alumnos de séptimo.
—No sé si reírme por tu evidente deficiencia o enseñarte dónde están los límites —dijo en tono helado, amenazante, con la varita ya rodando en sus dedos. Después sonrió, fue una sonrisa que no expresaba ninguna alegría, sino una satisfacción por el dolor que vendría, una sonrisa escalofriante—. Haré ambas —decidió emplearse a hechizos.
Los tres Gryffindor que acompañaban a Higgs se unieron al duelo y en consecuencia también lo hicieron sus amigos. Altais lanzaba hechizos con rapidez y esquivaba los contrarios, aquello no era ninguna práctica, no era una simple reyerta en los pasillo, para él esa vez era un ajuste de cuentas más serio. Finalmente logró mover una armadura del pasillo que cayó sobre Higgs, el joven mago trató de levantarse pese a que el peso le hizo gritar, pero Altais ejerció más presión. No atendió a que los demás habían detenido su lucha. Pisó sobre la armadura y le apuntó con la varita, quería hacerle sangrar, que pagara con sangre el insulto a su sangre, pero se contuvo.
—Vuelve a insultar mi linaje y lo pagarás con tu sangre —siseó su amenaza, su promesa, en un tono que sólo el destinatario pudiera oírlo y se apartó finalmente, encontrándose con los ojos del profesor de DCAO que había detenido la pelea.
—¡Señor Black! —la voz del nuevo profesor de DCAO resonó en todo el pasillo, parecía más que enfadado—. Esto no es el Club de Duelo, señores, podría expulsarlos ahora mismo por ese comportamiento.
—No ha sido nuestra culpa, profesor —protestó Emery guardando su varita.
—¿Acaso ve usted que me importe quién tuvo la culpa, señor Farley? —repuso el hombre moreno y recorrió con la mirada a todos, deteniéndose en Altais y quitándole la armadura a Higgs de encima—. Quince puntos menos para cada uno. Señor Higgs, vaya a la enfermería, después los quiero ver a todos limpiando trofeos, y eso por el momento.
Altais apretó los labios, vio al profesor alejarse y después lo siguió al interior del aula sin decir nada, había hecho lo que tenía que hacer, era el primer castigo en todos los años que llevaba en Hogwarts, pero no le importaba esa vez. Se sentó en su lugar usual y abrió el libro, aún mortalmente serio.
—No le hagas caso, tío, es gilipollas. Aunque hubiera quedado bien fusionado con esa armadura —Emery trató de aligerar algo el ambiente.
—Aunque sea gilipollas debe saber qué límites no puede cruzar, lo mismo que los de esa… estúpida radio. Hasta un Hufflepuff hijo de muggles de primero lo comprendería —contestó Altais—. Sé que toda esa basura no tiene ninguna base lógica, no pretendo darles crédito, pero era lo que tenía que hacer.
El castaño asintió y palmeó su espalda. —Hay gente que solo vive para joder al resto, has hecho bien en ponerlo en su sitio —concordó, mirando al profesor que acababa de empezar la clase.
—Siento haberos arrastrado con las consecuencias —dijo sinceramente, era lo único que sentía.
—No nos importa, eres nuestro amigo —le restó importancia el chico.
—Luchamos por la gente que nos importa —agregó Leyna desde atrás.
Altais sólo asintió en agradecimiento y trató de vaciar su mente de todo lo que lo había alterado y centrarse en la clase.
—Hoy vamos a hablar de las maldiciones imperdonables. Evidentemente no haremos una demostración de cada una, pero sí descubriremos su fundamento y cómo pueden usarse —empezó a explicar Dimitri Ivanov, apoyado como siempre en el borde de su mesa sobre la tarima—. ¿Quién puede decirme el nombre de las tres maldiciones?
La clase se mantuvo en silencio, ni Leyna levantó la mano en un primer momento, aunque al final lo hizo.
—Imperio, Cruciatus y Avada Kedavra.
—Cinco puntos para Slytherin —la felicitó el hombre—. Esas son las tres maldiciones imperdonables, maldiciones prohibidas, como muchas de magia oscura, pero estas tienen la máxima condena a quien la utiliza. Antiguamente el beso del dementor era la condena para estas maldiciones —explicó—. ¿Quién me dice de qué tratan cada una?
Un chico de Gryffindor contestó más o menos correctamente a la pregunta, dando una explicación superficial de las maldiciones. Dimitri le concedió diez puntos para su casa y puso los nombres en la pizarra.
—Para conjurar estas tres maldiciones hace falta una cosa en común, odio, pero sobre todo es necesario cuando quieres matar a alguien. Un Avada es igual que un Patronus, éste no toma forma si no tienes recuerdos suficientemente felices, la tercera maldición no puede conjurarse de no ser que odies suficiente.
Explicó una a una las maldiciones, sus efectos directos e indirectos, lo que se precisaba para hacerlas y preguntó casos en los que se habían usado cada una.
—La semana que viene quiero un pergamino de dos metros sobre las maldiciones, su origen, su hechizo y sus efectos detallados.
—¡Dos metros! Eso sí que es una cruciatus hecha palabras —se lamentó Zaniah en voz baja.
—No es muy largo —repuso Leyna ya pensando los libros que debería buscar para hacer el trabajo.
—Es más largo que las cintas de adorno para la fiesta, es muy largo —aseguró la chica—. Además me duele esta muñeca de cuando me caí —levantó la mano izquierda.
—Eres diestra, Zaniah, y además puedes ir a ver a Poppy y Taneeh —contestó riendo un poco.
—Claro que voy, pero eso no quita que duela, doler quita mucho tiempo —replicó—. Y nos toca limpiar trofeos… —lloriqueó saliendo de la clase.
—Sin magia —agregó Emery sonriendo divertido.
—Eso, mete el dedo en la llaga —lo recriminó Zaniah—. Podrías ser unos caballeros y hacer el trabajo vosotros.
—Si buscas caballeros, no estás en la época adecuada —rio el castaño, abrazándola con un brazo por los hombros y dejando un beso en su pelo—. Pero puedo librarte de uno.
—Algo es algo. Sabía que podía contar contigo —dijo sonriendo orgullosa de sí misma.
Emery negó con la cabeza sonriendo y miró a Altais. —Siempre consigue lo que quiere.
—Te maneja como quiere y te dejas —concordó el moreno y continuaron su camino hacia el Gran Comedor, después tendrían clase doble de Pociones y que cumplir su castigo.
Continuará…
Notas finales: ¿Qué os parece el nuevo Altais, canijo pero potente? ;P ¡Las hormonas se alteran!
La ficha del profesor Dimitri Ivanov en FB.
