LA BELLA Y EL LEPRECHAUN

CAPÍTULO 1

Era noche cerrada cuando Isabel salió del hostal. La luna se alzaba grande y redonda sobre Dublín. A la española le encantaba esta ciudad, le recordaba a la época en que su hogar también era apacible y feliz. Ahora, en cambio, sufría constantes guerras y una profunda crisis; lo que la había empujado a la única persona que la ayudaría sin cobrar nada a cambio. Según tenía entendido Irlanda odiaba a su hermano mayor y estaría dispuesto a aceptar cualquier trato con tal de incomodarlo.

Isabel llegó a la esquina indicada por el mensajero irlandés. Había un pub maloliente y con las ventanas muy sucias, tanto que no se podía ver el interior del local, pero España oía los gritos y las risotadas; y también como alguien tocaba el acordeón. Inspirando profundamente entró con paso decidido en el antro y avanzó con dificultad hasta la barra, esquivando a los borrachos y tapándose la nariz con la manga del vestido, el olor era insoportable.

-Perdone- Le preguntó al camarero- Estoy buscando a Finnian Kirkland.

El camarero no hablaba español, pero al reconocer el nombre señaló una puerta cerrada al fondo de la sala. La acompañó hasta allí y picó tres veces pero hasta que no se produjeron unas exclamaciones en inglés al otro lado de la puerta y una contestación airada por parte del camarero, nadie la abrió. Cuando por fin la dejaron entrar, la hispana se quedó boquiabierta. Si el pub era cutre y maloliente, aquella habitación era todo lo contrario: en todas las esquinas había cofres dorados apilados y las paredes estaban llenas de estantes con libros, muchísimos libros. Supuso que eran manuscritos originales. El suelo estaba tapizado con suave terciopelo rojo y las paredes revestidas de madera oscura. En el centro de la sala había una mesa de aspecto caro y algo frágil, de ébano con rebordes dorados. Y sentado en ella, con aspecto indiferente, estaba Irlanda. Al ver a la española sus ojos se abrieron más de lo acostumbrado y esbozó una sonrisa torcida. Ciertamente era un chico muy guapo, con uno ojos muy bonitos, el pelo brillante…

-¿Me extrañabas, preciosa?

… hasta que abría la boca, claro. Todos los Kirkland eran iguales.

-Tu mensajero dijo que querías verme. Así que ve al grano.- Isabel no estaba para bromitas. La situación era muy crítica y si no atajaba al inglés, éste acabaría por arruinarla definitivamente.

-Así es.- Contestó el pelirrojo.- He decidido acceder a tu petición y ayudarte a asesinar al bastardo de mi hermano; además de a derrotar a la armada inglesa, claro.

-Yo nunca dije nada de asesinar.

-Sí, bueno…- Puso cara de psicópata. Esa misma cara que pones cuando no te sale una operación matemática.- Me gustaría negociar ese punto.

-¡Está bien!- Declaró Isabel levantando las manos en señal de rendición.- Es todo tuyo. Solo espero que no seas demasiado sádico.

-Tranquila, no lo seré.- Profirió un insulto en inglés mientras reía por lo bajo.- Bien, ahora que ya está todo acordado puedes marcharte.

-Pero…

-¡Fuera!- Gritó mientras señalaba la puerta. Isabel se levantó lentamente y se acercó a la puerta. Sabía que no era buena idea hacer enfadar a este tipo así que hizo lo que le ordenaba. Pero antes de cerrar la puerta tras ella alcanzó a escuchar:

-Bonito trasero…