Prólogo.
Era una noche brillante de verano. Una brisa de aire tibio recorría los techos de los suburbios mientras que la luna iluminaba una figura encapuchada. Aquella figura iba bastante armada, con objetos que no parecían contemporáneos. Una espada, una ballesta, y otras más escondidas a la vista. La capucha, junto con una especie de túnica, eran de un color azul oscuro que se camuflaba con la noche. ¿Qué estaría planeando aquella persona? ¿Una persecución?¿Un asesinato?, las dudas de un chico que observaba desde la distancia se responderían pronto, el chico, de catorce años, caminaba intranquilo y preocupado por las calles, era bastante tarde, y no debería estar fuera a esas horas. Pero a él poco le importaba, ya no tenía donde ir, sus padres habían sido asesinados un día antes.
La apariencia de la persona era tan misteriosa que le hizo pensar por un momento que aquel hombre o mujer era el asesino de sus padres. Cosa probable. Quizás la razón por la que aquella figura estuviera cerca de su barrio podría significar que viene por él. Empezó a asustarse, y a darse cuenta que cada vez estaba más cerca de la figura. ¿Debería retroceder o seguir avanzando? El chico optó por dejar de caminar y contemplar con mayor detalle a la persona.
Era enigmática, la capucha que llevaba no dejaba ver bien la forma de la cabeza. La túnica, ceñida a la cintura por una especie de cinturón hacía pasar desapercibido el género de la figura misteriosa, mas habían detalles que indicaba a un hombre, su postura, por ejemplo.
La figura comenzó a moverse, directo hacia el chico.
Éste demoró unos pocos segundos en darse cuenta de su situación. Un sospechoso desconocido se acercaba cada vez más velozmente, sin ninguna razón aparente.
El chico comenzó a desesperarse. Corrió por las calles más rápido de lo que podían dar sus delgadas piernas. Se puso su capucha encima para poder camuflarse sin éxito entre unos matorrales, no veía otra manera. El chico pudo sentir otra presencia, una distinta a la del sospechoso. Ralentizó el paso para luego descubrir que el encapuchado no lo seguía a él, sino a una persona que no pudo distinguir. Aquella persona llevaba un traje oscuro, y de su cuerpo, más exactamente de su cuello, salía un collar con una cruz roja. El chico recordó haber visto esa cruz antes, pero no recordaba donde. El sospechoso lo había asesinado.
Era la primera vez que Daniel presenciaba un asesinato. El de sus padres no lo vio, cuando llegó a casa después de la escuela encontró la casa desordenada, y a sus padres en el sillón, con muestras claras de haber sido asesinados. La sangre brotaba del cuerpo como un rio lento y pausado. Lentamente, el asesino quitó lo que parecía una un cuchillo que salía de su ropa, que luego se retrajo, ocultándose dentro de un guantelete en su manga. El asesino dirigió la vista hacia Daniel, este, aterrado por haber presenciado un la muerte de una persona, se quedó parado y boquiabierto, mientras que el asesino se acercaba lentamente hacia él. Mientras que Daniel se reincorporaba a la realidad, se dio cuenta de lo armado que iba, y también pudo notar una parte de su rostro, y sus ojos, de un color verdoso, que reflejaban la luz de la luna.
—Tranquilo—habló el asesino tranquilamente, esto en parte molestó a Daniel, ¿Cómo podría hablar así luego de matar a una persona?— Soy… más bien, "era" amigo de tu padre—dijo finalmente el asesino.
—No…No lo creo, mi…mi padre no se relacionaría con un loco asesino como tú. —dijo Daniel, con un tono que marcaba un miedo constante en sus palabras.
—Sé que, por mi aspecto, parezco de temer, pero, tranquilo, desde ahora estarás en buenas manos—afirmó el asesino, tratando de aligerar el ambiente.
— ¿A qué te refieres?—preguntó el adolescente con un tono altanero.
—Desde ahora serás parte de la Orden de los Asesinos.
No podía creerlo, ¿Asesinos?, era increíble que le propusieran eso, era imposible aceptar aquella demanda. Él, que ni siquiera había matado la más insignificante mosca, formando parte de una "orden de los asesinos". Era simplemente ridículo.
—La respuesta es no. —negó Daniel con un tono cortante.
—No era una pregunta, ya está decidido, tú padre dijo que después de tu décimo octavo cumpleaños te convertirías en un asesino.
— ¡PERO SI TENGO CATORCE AÑOS!
—Así es, pero, con la muerte de tu padre, tuvimos que acelerar un poco las cosas…
— ¿¡Un poco!? ¡Son cuatro años!
—Veo que te estás tomando un poco mejor el hecho de volverte un asesino…
—De eso nada, no pienso hacerlo. —Daniel negó rotundamente— Por más que… mi padre haya querido que yo fuese un asesino…Es más, ¿Por qué él querría que su hijo se convirtiese en uno?
—Es porque él era uno.
—No lo creo. —Negó nuevamente—Es imposible.
— ¿Conque no lo crees? Pues créelo chico, tu padre era un Asesino, de los mejores, de hecho, era mi mentor, si supieras a cuantos templarios ha matado…
Daniel no prestó atención… "Templarios", de ahí salió esa cruz, era el símbolo de los caballeros templarios, lo vio en su libro de historia.
—Eh, ¿Daniel?
—Espera, ¿cómo sabes mi nombre?
—Tu padre me lo dijo.
—Imposible—Aseguraba Daniel—Es imposible que mi padre haya sido un asesino. Él siempre me cuidó, siempre estuvo conmigo, no creo que haya podido salir sin que mi madre se enterase, sin que yo me enterara.
—Ambos, tu madre y tu padre eran asesinos, retirados, pero eran asesinos de todas formas. Si no quieres creerme te lo mostraré. —Dicho esto el asesino sacó de su bolsillo algo que parecía una placa octagonal con un agujero en el centro— Bonito, ¿verdad?, desde que Altaïr usó uno los hemos utilizado para grabar nuestras memorias.
— ¿Alta…qué? —preguntó Daniel, no entendía nada.
—Altaïr, Altaïr Ibn-La'Ahad…Uno de los mayores asesinos que pisó este mundo, y uno de los más sabios.
Daniel no comprendía como podían estar tan orgullosos de sus actos, matar gente, era algo inconcebible. Daniel tomó extrañado el objeto que tenía el asesino en la mano, que empezó a emitir rayos de luz dorados.
— ¿Qué…qué está pasando?
—Sólo espera.
Daniel veía todo blanco, hasta que luego de unos segundos se encontró en un evento pasado, sólo que lo vivía con los ojos de su padre.
—Tiene sus ojos…—decía tiernamente su madre.
—Y su cabello, mentora. —Aseguró con una voz un tanto más joven el mismo asesino que le estaba hablando momentos atrás. —Servirá tan bien al credo como su padre.
—Creo que es muy pronto para decidir si servirá o no a la orden…Es nuestro hijo del que estamos hablando, Sara. —Daniel pensó que aquello no tenía nada que ver con lo que dijo el asesino minutos atrás, ¿Qué acaso no había dicho que su padre lo quería en la orden?
—Bien sabes que corre peligro por el simple hecho de ser hijo de dos mentores asesinos. Si no lo entrenamos como tal, podría terminar muerto, y ninguno de los dos quiere eso.
—Tiene razón. —Apoyó el asesino.
—Está bien…—esto desconcertó a Daniel, ¿Tan rápido cambiaría de parecer sobre su futuro? ¿Por qué deberían decidir su futuro?
—Fred… creo que hay alguien espiándonos…—advirtió Sara, apuntando sigilosamente a la ventana.
—Templarios…—tan ágil y rápido como un rayo, Fred desenvainó su espada adornada con detalles dorados y se dirigió a la ventana. El templario no tuvo tiempo para escapar y sólo pudo presenciar como Fred rompía la ventana con su espada y atravesaba su abdomen.
—Es… muy tarde…he advertido…a los templarios… sobre tu hijo…—el templario escupió sangre sobre la hoja de la espada de Fred.
—Imposible, no había nadie más. —Negó Fred, enterrando aún más su espada en el cuerpo del templario.
—Tenemos…comunicadores… y un satélite… podemos comunicarnos con cualquier hermano en… cualquier parte del mundo. — La sangre que brotaba de su herida se hacía más notoria. —El único destino… que le espera a tu descendencia… es la muerte.
—Como el de todos. Descansa en paz, bastardo. —Fred, luego de rematar al templario se notaba preocupado, su hijo estaba en peligro. —Será un asesino. —Con un susurro apenas audible.
— ¿Cómo dices?—preguntaba Sara, con un tono tranquilo.
—Será un asesino, no cualquiera, el mejor. Mejor que Altaïr y Ezio juntos. —Decía el mentor con una voz seca.
—Te ves entusiasmado, ¿Eh?—dijo el joven asesino—hace menos de cinco minutos te negabas completamente a la idea.
—La orden se está debilitando, aunque no lo notes. Yo también me estoy deteriorando…cuando muramos, ¿Quién cuidará de él? Si los gran maestres templarios mandan a sus mensajeros y súbditos a matarlo, ¿Qué mandarán después? Ni tú podrás contra todos.
El silencio se hizo parte de la habitación. Sara sabía que su pareja tenía razón, sentía como los templarios ganaban más apoyo, y que en cada misión perdían más asesinos que antes.
—Si llega a pasarnos algo deberás instruirlo…—la memoria terminó en ese instante.
—No creas que de los típicos asesinos depravados y psicópatas, te estás haciendo una mala imagen—el asesino intentaba explicarle a Daniel—veras, nosotros trabajamos por un bien común, no por problemas mentales como los asesinos seriales, nosotros planeamos a quien matar, no vamos por las calles matando templarios a diestra y siniestra, ni matamos gente inocente, nuestro "credo" y sus reglas nos lo impide.
— ¿Y cuál ese dichoso credo y sus reglas?—preguntó Daniel.
—"Nada es verdad, todo está permitido"
—Eso es una contradicción—dijo Daniel después de pensar acerca de la frase.
—Ya lo entenderás…bien, las reglas son tres. No comprometer a la hermandad, apartar tu hoja de la carne inocente, mantener la discreción ante todo.
—Bien, eso tiene más sentido…—luego de unos minutos. —Está bien, cumpliré la… la voluntad de mi padre.
—Entonces acompáñame, novicio—dijo el asesino. —Iremos por los tejados.
— ¿Cómo me…? No importa, pero, ¿en serio crees que podré subir hasta allí?
— ¡De seguro heredaste la habilidad para escalar de tu padre! ¡Vamos!
Difícilmente Daniel pudo escalar hasta el tejado, nunca lo había hecho pero… le resultaba familiar. Una vez en el tejado comenzó a correr torpemente siguiendo al asesino de pies ágiles y certeros, como sabiendo de memoria donde pisar. Daniel tropezó un par de veces pero lograron llegar ilesos hasta un bosque, Daniel se limitó a seguir en silencio al asesino.
—El bosque está muy silencioso, ¿no crees?
Daniel asintió distraído, le resultaba familiar, su padre le llevó a acampar a un claro cerca de ahí, hasta pudo reconocer las marcas que dejó en los troncos de los árboles.
—Llegamos—dijo el asesino con un tono de satisfacción—Espera. No estamos solos.
Una figura mejor esculpida salió de entre las sombras de los árboles, aplaudiendo.
—Bravo, Quentin, bravo, bonita forma de acabar con mis empleados, un golpe certero justo en el cuello, es lo tuyo, ¿no?
—César… ¿cómo nos encontraste?—preguntó Quentin el asesino frunciendo el ceño dentro de la capucha.
—Gracias a la información que nos entregó amablemente Frederich y su esposa pudimos desarrollar esa asombrosa habilidad. ¿Cómo le llaman? ¿Ojos del halcón?...—dijo César con un notorio sarcasmo, haciendo énfasis en "amablemente".
—Es vista de águila. ¿Qué es lo que quieres?—preguntó con un tono molesto.
—Al chico. Nos ayudaría mucho en la orden del Temple.
—El chico ya decidió irse con nosotros, César.
—Eso me trae sin cuidado, Quentin, quiero al chico.
—Ven por él—le retó.
Inmediatamente, Quentin activó su hoja oculta, dispuesto a acertar un golpe directo en el pecho. César, sereno desde el principio, se limitó a recibir el golpe. Quentin se detuvo en el último momento.
— ¿Por qué no te defiendes?—cuestionó indignado la posición de César. — ¿Quieres morir?
—Oh Quentin, sé de antemano que no lo harías. No te atreverías ni siquiera a rasgar mi piel.
— ¿Seguro?—Quentin se acercó más aún.
—Seguro. —Respondió confiado César, mientras apartaba la mano con la que Quentin "quería" atacarle. —No dañarías a tu propio hermano.
Daniel se sorprendió un poco. ¿Hermano? ¿Por qué su hermano sería tan diferente?
—Uh, Quentin…—Daniel llamó su atención tímidamente.
—Vaya chico, ¡hablas!—vociferó César fingiendo sorpresa.
Daniel se sintió cohibido por el simple hecho de que César le dirigió la palabra. Daniel se desplazó un paso más atrás, y pisó un interruptor escondido en el suelo.
—Oh no…—La expresión de Quentin pasó de enojo a preocupación, el chico acababa de activar el interruptor que abría la compuerta hacia la guarida de los asesinos.
—Parece que el chico es más listo de lo que parece, Quentin, no quiero importunar, ¡au revoir!—despidiéndose burlescamente, César se abrió paso entre los árboles. Sus pasos, apenas audibles, se mezclaban por el sonido de las hojas agitadas por la brisa.
—Bueno, Daniel, creo que ya conoces la entrada la guarida. ¡Bienvenido!—luego de la corta bienvenida, Quentin se dispuso a ingresar por una escalera de caracol a la guarida. Daniel lo siguió. Esta vez mucho más seguro. Se había hecho a la idea de convertirse en un asesino.
Bueno, este es mi primer fic, espero que les haya gustado n_n.
Más bien, es el prólogo, estoy abierto críticas y consejos, de preferencia constructivos xD, cualquier cosa me puede ayudar a seguir con esta historia... Espero que no les moleste el uso de OC's. Sin más que decir dejo un Disclaimer.
Los personajes como "Ezio Auditore" "Altaïr Ibn-La'Ahad" y demás son propiedad de Ubisoft.
Esta historia está hecha sin fines de lucro.
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