Disclaimer: Los personajes pertenecen a José Antonio Cotrina, yo solo hago esto porque los feels me controlan.


Alexander se revuelve en la cama provisional una vez más cuando deja de notar la mirada preocupada de Maddie sobre su nuca y no puede evitar envidiarla un poco por ser capaz de conciliar el sueño.

Está seguro de que en los últimos días ha dormido menos que en toda su maldita vida y, en un intento de humor que tan solo consigue deprimirle más, se recuerda con sorna que no es necesario dormir cuando se está dentro de una pesadilla.

No es una aventura, es una pesadilla. Vive en una pesadilla completamente típica, huyendo de peligros que le pisan los talones y que acabarán atrapándole y desgarrando todo lo que se interponga entre la saciedad y sus colmillos. Por eso guarda un grito en las profundidades de sus entrañas, junto a la poca esperanza que le queda, esperando pacientemente que los monstruos le ataquen para gritar, gritar con todas sus fuerzas, igual que al final de cada pesadilla, y despertar vivo, con el alivio raspándole la garganta en forma de respiración agitada.

Deja de prestar atención a sus propios pensamientos al notar un movimiento a su espalda y, cuando se da la vuelta, se encuentra cara a cara con Adrian, que le mira sin siquiera parpadear.

―¿Estás bien?―dice, y de algún modo los ojos azules clavados en él captan toda su atención, logrando que toda las preocupaciones desaparezcan por un momento, y no puede evitar sonreír al pensar que en toda pesadilla hay momentos para tomarse un respiro.

Adrian asiente con lentitud y, aunque Alex no lo nota del todo seguro, se limita a dedicarle una sonrisa un poco más amplia, pues sabe que está intentando con todas sus fuerzas fingir que no tiene miedo y a veces piensa que le está saliendo incluso mejor que a él.

―¿Y tú?―su voz es apenas un susurro, pero Alex no es capaz de ignorar el tinte de preocupación que hay en ella y que solo consigue que se odie un poco más por no poder ser fuerte, por hacer promesas que no puede cumplir.

Aun así mantiene su sonrisa, tan imborrable como falsa, y le revuelve el pelo con cariño.

―Ahora mucho mejor que antes―responde, sintiendo por una vez que no está mintiendo en absoluto.

Adrian le devuelve la sonrisa y Alex, acostumbrado a sus propias sonrisas llenas de mentiras, no puede evitar pensar que es como una llama de esperanza en medio de la oscuridad.

Adrian se queda dormido a los pocos minutos, y cuando Alex por fin cae en la cuenta de que la mano del otro lleva entrelazada con la suya un buen tiempo, un cosquilleo aparece en la boca de su estómago y agradece que nadie pueda notar lo endemoniadamente rojo que se ha puesto.

Una llama de esperanza en medio de la oscuridad, repite en su cabeza.

Poco antes de rendirse también al sueño, piensa que eso no deja de ser una pesadilla y que, si Adrian es el fuego, él es una maldita hoguera alimentada por engaños y falsas ilusiones.

Por algún motivo, tiene la certeza de que Adrian conseguirá reducirle a cenizas.