LA CANCIÓN DE FUNBARIGAOKA

A la espera del verdadero final de Shaman King, hacemos una mirada donde se quedó el Funbari no Uta... He aquí la continuación de la obra de Takei, al menos desde mi perspectiva. Espero que la disfruten! Reviews! No es un spoiler! YohxAnna, RenxPilika, Horo Horo xTamao... y otros más!

Capítulo 1: En camino

- Ryû, estoy muy cansado. ¡Hay demasiadas escaleras!

- Vamos, señorito, un poco más y llegamos –lo alentó Ryû.

Se rascó su rubia cabellera y bufó con cara de cansancio. ¿Habría más de 5000 escalones? Y encima, estaba tan empinado... Ni si quiera el paisaje tan peculiar de China hacía que se le fuera el cansancio ni el sudor.

- Pero es que no es lo mismo, tú eres más resistente, y, además, más mayor que yo –se cruzó de brazos el pequeño.

- Jeje, si estás cansado –se volvió hacia él Ryû, lo cogió de la cintura y colocó las piernas del niño en sus hombros– te llevaré a hombros, ¿de acuerdo?

- Esto está mucho mejor n.n –se alegró Hana.

Ryû empleó todas sus fuerzas en los últimos 700 peldaños para recorrerlos a toda prisa, Hana disfrutaba con la velocidad del movimiento. Sobre 15 minutos, más o menos, llegaron a una gran explanada con mucha tierra blanca y en sus alrededores césped de un verde intenso, acompañados de esos árboles (cipreses, sauces, etc) tan raros para el niño, así como unas montañas frondosas, a la vez que terrosas, redondeadas, como si un maestro de la pintura las hubiera perfilado con suavidad a través de los pinceles. En el centro, una gran pagoda de muchos pisos, que parecía un palacio.

Hana se quedó con la boca abierta, pero para Ryû era la segunda vez que la veía, hace mucho tiempo...

- Ya hemos llegado. Es la casa de los Tao –informó Ryû, dejando a Hana en el suelo con cuidado.

- Los Tao... ¿Uno de ellos es de los Cinco Guerreros? –preguntó el rubio con curiosidad.

- Por supuesto, al igual que Chocolove –asintió el hombre del tupé, se ajustó bien las gafas de sol y tocó la puerta y después el timbre.

Esperaron unos cinco minutos (normal, la casona era tan grande...) y la puerta chirrió, abriéndose, y se vio a una mujer. Tenía los cabellos verdes, recogidos en un pasador y vestida con un típico atuendo chino de color esmeralda. Hizo una inclinación, sin mirarlos.

- Bienvenidos a la casa de los Tao...

- Oh, es increíble. Jun, ¿no me reconoces? –se emocionó Ryû, cogiéndole las manos a la china.

- ¡¿Ryû?! O.O –se sorprendió Jun–. ¡Vaya, qué alegría de verte! No has cambiado mucho.

- Oh, gracias. Podemos pasar, ¿no? Tengo que hablar con tu hermano, es urgente –dijo con seriedad el hombre.

- Por supuesto. Está en la tercera planta. Oye... –Jun se inclinó ante el niño con curiosidad– ¿quién es este niño?

- Me llamo Hana, tengo seis años y ya soy mayor ¬3¬

- Jiji n.n ¡Qué gracioso! ¿Y dónde está tu mamá?

- ¡Está trabajando en el mejor balneario de todos! ¡En el Balneario Funbari! –exclamó Hana con ilusión.

- Luego te explico, Jun –le susurró a Jun el hombre del tupé.

Se adentraron en la gran pagoda, y Hana dijo un "Waoooo" que hizo eco por toda la planta. Subieron por las grandiosas escaleras, mirando por encima los menajes, el mobiliario, de los pisos. Llegaron a la tercera planta y se dirigieron a la derecha, guiados por Jun, hasta que se encontraron con una gran puerta de oro que imponía. La mujer abrió la puerta un poco y habló algo en chino, idioma que Ryû y Hana no entendían. Jun se volvió hacia ellos con una sonrisa.

- Podéis pasar, no hay ningún inconveniente.

- ¡Estupendo! ¡Vamos, Hana!

Entraron en un gran salón recubierto de oro, de delicadas pinturas al agua chinas y lienzos dorados de excelente caligrafía con proverbios y refranes chinos, y de armas antiguas como espadas, lanzas, alabardas, jabalinas y tridentes, ricamente ornamentadas de las mejores piedras preciosas y de valiosos metales como la plata, el bronce, el oro y el platino. El suelo estaba pavimentado con madera, recubierta de exquisito saúco. Sin embargo, el lugar, sin ventanas, era bastante sombrío, excepto en el centro de la sala, donde había un gran brasero cuadrado, despidiendo luz y calor a causa de las llamas. Distinguieron la gran figura de un panda, dándoles la espalda, y una figura un poco más pequeña y más delgada.

- GRAAAAAAW –rugió el panda, defendiendo a su amo ante los pasos de los dos japoneses.

- Tranquilo, Bing Xing –dijo la figura delgada, acariciando el lomo del panda para que se tranquilizara.

- Ya han llegado –dijo Jun, sonriente, y luego se dirigió a Hana–. Ven, dame la mano.

- Después de meditar siempre viene bien hablar con la gente u.u –hablaba aquél hombre, levantándose y girándose para ver y hablar con los visitantes.

A Ryû se le pusieron los ojos como platos al ver a... ¿Ren? ¡Cómo había cambiado! Con un vestuario propiamente chinesco y caracterizado de la familia Tao en tonos rojos, morados, negros y dorados, era irreconocible, muy majestuoso. Y no solo eso, sino que creció en altura (parece ser que beber tres litros diarios de leche han servido), su porte se volvió más gallardo, sus ojos dorados eran más almendrados y adultos... y no se imaginó Ryû que Ren se pusiera una barba negra puntiaguda (muy parecida a la de él) y unos finos bigotes.

Ren se encogió de hombros ante tal visita, abrió la boca pero no sonó ni una palabra por su boca, no sabía ni qué decir de la impresión que le causó.

- ¡Jajajajaja! ¿Ren? ¿Eres tú? ¡No me lo puedo creer! ¡Jajajajaja! –reía Ryû, intentando no llorar de la risa ante las pintas que ofrecía Ren.

- Anda que tú no has cambiado mucho... –murmuró el chino, acercándose al hombre del tupé.

- Oye, te has fijado en mi estilosa barba. No está bien copiar a los colegas, ¿eh? Aunque si me has plagiado, eso significa que he calado hondo en tu corazón y que me admiras mogollón –dijo Ryû, haciendo una pose un tanto ridícula, imitando a los bailes de los 80.

- Sigue soñando, Ryû –puso los ojos en blanco Ren–. Esta era la visita, ¿no, hermana?

- Sí, Ren –asintió Jun, cogiendo de la mano a Hana.

- Vaya, este niño me recuerda a alguien muy familiar... –lo escrutó con la mirada al pequeño.

- Me llamo Hana, tengo 6 años y ya soy mayor ¬3¬ –volvió a repetir la misma frase de presentación el niño.

- Jeje, qué espabilado que es... ¿y cómo es que está contigo, Ryû? ¿Es un pariente tuyo o algo así? –preguntó Ren.

- Es como si lo fuera, amigo –respondió Ryû, acariciando una mejilla del chaval–. No me lo he querido dejar solo, su madre estaba haciendo la compra...

- ¿Y su padre?

- Mi papá está de viaje, trabajando. Mi mamá me dijo que tuvo que irse por motivos de trabajo, pero estuvo cuidando de mí desde que era muy pequeño, y ahora soy el hombre de la casa n.n –dijo con orgullo Hana.

- Qué raro, pero en fin... Si quieres, podemos hablar un rato en privado, Ryû. No creo que hayas venido desde Japón a China sólo para vernos a mí y a mi familia –dijo Ren, abriendo la puerta.

- De acuerdo –accedió Ryû–. Jun, ¿podrías cuidar de Hana por un rato?

- Por supuesto que sí, no hay ningún problema –sonrió Jun, llevando a Hana a otra habitación.

AVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAV

Se quedaron por largo tiempo hablando y charlando. Sus rostros estaban más serios que de costumbre. Ryû se quitó sus gafas después de una larga explicación del porqué estaban aquí tanto el niño como él. Ren se levantó de su asiento y se quitó su sombrero chinesco, revelando que su pelo seguía igual que antes, con su "pelopincho".

- Entiendo... Ahora lo capto todo –murmuró Ren.

- Pues si lo entiendes, ya me comprenderás.

- No imaginé eso... Así que volveremos otra vez a reunirnos. ¿Estarán todos?

- Bueno, de Chocolove no estoy seguro, pero creo que todos harán un intento por venir...

- Ya veo... Pues Ryû... puedes contar conmigo. Partiremos al alba, iré con vosotros. Pero hoy podéis quedaros aquí, después de un viaje tan largo.

- Muchas gracias, sabía que podía contar contigo, Ren –lo abrazó el del tupé con emoción.

- No es para que te pongas así... –dijo algo molesto el chino.

- Hemos gastado tanto dinero que seguro nos regañará... –lloraba Ryû.

- Bueno, a lo mejor yo cubriré los gastos, pero tranquilízate, hombre. Además, no será para tanto –se alejaba de Ryû el joven hombre Tao.

- Snif, vale. Muchas gracias por tu ayuda, amigo –asintió el del tupé, algo más animado.

AVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAV

Jun y Hana estaban con el panda en otra habitación, mucha más luminosa a causa de unas grandes y redondas ventanas, pero más pequeña y de colores claros. El niño miró con curiosidad el panda, quería tocarlo, pero recordó cómo se puso antes cuando llegaron, y eso hizo estremecerlo de miedo.

- ¿Quieres tocarlo? Te aseguro que gruñe, pero no muerde –le sonrió al niño la taoísta.

- No sé, me da mala espina... –dudaba el rubio.

- Vale. Pues cuando quieras, me avisas. En serio, no hace nada. A veces gruñe así porque tiene hambre. Me parece que le toca comer. Voy a por bambú –se levantó de su asiento Jun y se fue por la puerta.

- Jo, ahora estoy solo... Hum, echo de menos a mi madre... y me gustaría ver a mi padre... –dijo Hana, mirando por la ventana las nubes.

AVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAV

"Welcome to Funbarigaoka's Station. Enjoy your travel, please".

Miró su reloj, después de bajar de su avión. Con su maleta al lado y ajustando bien su gabardina, paseó entre la multitud de gente. Unas gafas de sol ocultaban su rostro, además de su sombrero. No hacía falta que la gente lo reconociera.

Lo que no supo es que después de él otro avión venía de América, y el hombre que estaba dentro de él tenía muchas referencias con él.

- Well, I' m going to Funbari's spa now –dijo el hombre inglés, mirando un reloj de bolsillo plateado que tenía en uno de los bolsillos de su gabardina.

Miró a los lados, algo perdido. La verdad es que apenas conocía el Balneario Funbari, y seguro que estaba remodelado. Tendría que recorrer varios kilómetros para encontrarlo. A no ser que preguntara a la gente…

- Be careful. You're a good man, and you will be free at once –se dijo a sí mismo un hombre alto y corpulento, de tez negra, saliendo por la puerta del avión algo inseguro.

Llevaba una mochila azul a sus espaldas, un abrigo color café claro, una gorra roja que tapaba su cabeza rapada al cero y unas gafas negras que ocultaban su rostro. Sabía que tuvo un error en el pasado, y estaba pagando por ello… Pero menos mal que le dieron un permiso penitenciario de sólo una semana para salir de Estados Unidos y venir a Japón. Por fin… ¡la libertad! ¡Cómo la echaba de menos!

El único inconveniente, era que tenía un localizador en la muñeca. Si de todas formas no iba a hacer algo malo, ¿no?

Mucha gente lo miraba por encima del hombro, pero a él le daba igual. Sólo quería encontrar a sus amigos… los extrañaba mucho.

Sin querer, se tropezó con una persona y ésta cayó al suelo. Oh, no, ¡se sentía tan estúpido!

- Oh, sorry. It isn't my intention… –se disculpó el hombre de color.

- Jaja, this is nothing… but… –se levantaba aquél hombre que también hablaba en inglés, cogiendo su maleta y quitando su sombrero.

- O.O That's impossible… ¿Lyserg? –preguntó alucinado, quitándose las gafas para comprobar que no era una ilusión.

- ¿Chocolove? –se quedó anonadado el tal Lyserg–. Is hard to believe it!

- Oh my God! I'm so happy! –lo abrazó Chocolove al hombre del pelo verde.

- Chocolove, me ahogas –murmuró Lyserg, ya hablando en japonés.

- Jaja, lo siento, tío, me he dejado llevar por la emoción –se disculpó el americano, dejando de abrazar a su amigo.

- ¿Tú no estabas en la cárcel? –inquirió Lyserg, andando con Chocolove hacia la salida del aeropuerto.

- Sí, pero me han dejado salir por una semana, aunque tengo un localizador en la muñeca. Los errores del pasado se pagan, y yo lo estoy pagando –dijo con pena.

- ¿Y no has recurrido a…?

- No, yo soy legal, tío, y tengo que pagar por lo que les hice a esos dos niños, les privé de un padre…

- Bueno, espero que salgas pronto de la cárcel, amigo n.n

- Jeje, gracias por tus ánimos. Lo malo es que desde que estoy en la cárcel, no me salen chistes buenos que podría contar a los demás –se rascó la barbilla el negro.

- Jajaja, ya verás como todo saldrá bien –le sonrió.

- ¿Y esa frase?

- Digamos que estoy viviendo esa frase que tanto dice Yoh, esa frase la estoy trasladando a mi vida y a mi forma de ver las cosas… –respondió el peliverde.

- Anda que no hemos cambiado todos, ¿eh? Bueno, Ryû no tanto, sigue igual, jaja –rió Chocolove, poniéndose unos pequeños auriculares en ambas orejas.

AVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAV

Miraba su querido campo, fruto de todo su trabajo y de sus sueños. Hoy se había dedicado a labrar la tierra y a seguir plantando más bulbos. Sudaba mucho, pero gracias a una toalla que tenía alrededor del cuello, se quitó el sudor de su frente.

Estaba algo cansado y desaliñado, por no decir sucio de la tierra y el barro. Puso una mano en la frente y miró hacia el Sol resplandeciente, los rayos inundaban su hermoso campo.

Se puso de cuclillas, y de repente salió una pequeña esencia de la naturaleza, llamada koropokkuru, que se elevaba en el aire y portaba una hojita entre sus manos.

- Kororo, ¿has visto? Nuestro sueño se ha cumplido. Un precioso campo de plantas –dijo aquél hombre, sonriéndole al koropokkuru.

- Korooo –dijo Kororo, contenta.

- Aunque son bulbos comestibles, pero da igual, lo importante es que son plantas, jeje. Todavía me falta esa pequeña parte de allí por arar…

- ¡HERMANOOOOOO! –le llamó una voz de mujer.

- Ya está aquí –suspiró él, poniendo una cara de cansancio extremo.

Echó la vista atrás y vio a una mujer de 19 años saludándolo con la mano enérgicamente, con su pelo largo azul ondeando al viento, en medio de la carretera y al lado de la furgoneta de trabajo que él utilizaba para su campo.

- Pilika… –volvió a suspirar, mientras Kororo reía.

- Horo Horo, hermano, ¿es que acaso no me has escuchado? Te he estado llamando –le regañó su hermana pequeña, ya a su lado.

- ¡Ahhhhh! –se asustó el hombre peliazul–. ¡¿Desde cuándo has venido tan pronto?!

- ¬¬ He corrido, ya que no me hacías caso –dijo Pilika, cogiéndole la mejilla y estirándosela, haciendo daño a Horo Horo.

- ¡Ahhhhh! –volvió a chillar éste, moviendo las manos como un loco–. ¿Me quieres dejar en paz? ¿O es que acaso no ves que estaba trabajando?

- Eso a mí no me importa… ¡Recuerda que hoy es el día! ¡Despistado, que eres un despistado! ¡Y fíjate qué pintas llevas! –exclamó Pilika, mirando asqueada a su hermano.

- Qué pesadez de hermana tengo… Mira, Pilika, yo me visto y me pongo como me da la gana, ¿vale? No necesito a una sargento que me vigile las 24 horas del día –bufó Horo, más cansado todavía.

- Ni te has afeitado, con esa barba de cinco días… ¡Nadie te reconocería! Y deberías de ir a la peluquería, ¿sabes? Te has dejado el pelo demasiado largo, que ni siquiera se te notan las raíces negras…

- Blablablablablaaaa, no te oigo, no te oigo –canturreó el ainu, tapándose los oídos.

- Humm, como lleguemos tarde, será por tu culpa, que lo sepas –se cruzó de brazos la chica, harta del comportamiento de su hermano.

- Eso ya lo sé. Venga, cojamos la furgoneta y vayamos a casa para cambiarnos y todo eso. No vayamos a llegar tarde…

Se dirigieron a la furgoneta, ambos llevando los utensilios de arado de la tierra y los dejaron en la parte trasera de ésta. Se montaron en los asientos (era Horo el que conducía) y antes de poner el automóvil en marcha le dio un beso en la frente, diciendo "Sé que lo haces de buena intención, pero no me agobies tanto, que sé lo que hay que hacer".

AVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAV

Empresa Oyamada. Un edificio alto se erguía en un barrio exclusivo de Tokio, en el centro de éste. La empresa se dedicaba a los componentes electrónicos y aparatos de última tecnología. Había varias sucursales en el mundo, pero la de Tokio era la más grande.

Muchos trabajadores iban de un lado a otro con millones de papeles y carpetas en sus manos, trabajando a destajo, atendiendo llamadas de teléfono y atendiendo a los ordenadores, su esencial herramienta de trabajo.

En un despacho enorme, se encontraba el propietario y el reciente heredero de esta empresa: Manta Oyamada. Caminaba de un lado a otro, nervioso, dándose paseos en círculo, con el móvil en la mano.

- Maldita sea… ¿Por qué no contesta? –se lamentó Manta, que a pesar de los años, seguía tan bajito como siempre (sólo creció 5 centímetros) y se compraba unos zapatos especiales que le hacían crecer unos 10 centímetros.

- Señor Oyamada, tiene una llamada de la compañía "Electronic Components" –dijo una mujer pelirroja, al parecer, era su secretaria.

- No, Aiko, no me pases ninguna llamada, cancela todas las citas que tenga hoy… Creo que me voy a pedir el día libre… –dijo Manta, estresado, volviendo a llamar por el móvil.

- Pero señor… –balbuceó Aiko, asustada por el comportamiento de su jefe.

- Dile a Motoki que se queda a cargo de la dirección, al menos este día, ¿de acuerdo?

- Eh… Sí, señor, como usted mande… ¿Desea algo más?

- Que… no te preocupes tanto por mí. Hoy es un día especial para mí, y necesito irme. Lo malo es que no me contesta este hombre…

- ¿Si no es molestia, le puedo preguntar qué va a hacer hoy, siendo un día tan especial para usted? –preguntó la secretaria, algo tímida.

- Voy a ver a mis amigos, después de tanto tiempo –sonrió Manta–. Supongo que todos habrán cambiado… Jeje, el encuentro será fantástico, nos contaremos un montón de anécdotas… Qué ganas tengo de verlos, y sobre todo a… ¡Ryû! ¡Por fin contestas!

AVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAV

- ¡Manta! Perdón, es que tenía el móvil en silencio, y entre tanta montaña hay poca cobertura… ¿Que para cuándo? Bueno, yo estoy en China… Sí, entiendo… Vaya, pues entonces se lo diré a Ren… Sí, él va… Vale, vale, pero no te estreses tanto, ¿vale? Venga, nos veremos pronto –colgó Ryû su móvil y lo puso en uno de sus bolsillos del pantalón.

- ¡Es Manta! ¿Él también va? –preguntó Ren, desde un cuarto de baño.

- Sí, está ansioso por vernos. Me preguntó a qué hora podría ir al Balneario Funbari, yo le dije que no había prisa, y que nosotros estamos en China –contestó el hombre del tupé, mirando por la ventana las vistas de la parcela de los Tao–. La hora… le dije que a las tres de la tarde o cosa así.

- Entonces no hay tiempo que perder –dijo Ren, saliendo del cuarto de baño, con una toalla rodeando uno de sus hombros.

- ¡Hala, Ren, ahora sí te reconozco! –exclamó Ryû–. Siento decirte que tu anterior imagen no te pegaba en absoluto, ni con cola.

- Lo hice porque a lo mejor se ríen de mí, y preferí quitarme la barba y los bigotes… Y por cierto, así parezco más joven. Para que luego el imbécil de Horo no me trate de chinito –se excusó Ren, abriendo un armario ancestral.

- Jajaja. Bueno, te dejo, voy a ver cómo está el pequeñajo, ¿vale?

- De acuerdo. Saldremos dentro de una hora y cogeremos uno de mis jets privados –le informó Len, quitándose uno de sus trajes típicos chinos por una ropa más actual (parecida a su casaca granate y a sus pantalones negros).

- Ok –aceptó, yéndose de la habitación.

AVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAVAV

Llegó de sus compras algo cansada, portando varias bolsas. Abrió la puerta con algo de dificultad y se metió en la casa, principalmente en la cocina. Sacó todas las cosas que tenía en las bolsas y empezó a pelar patatas.

Un tejón y un zorro la miraban callados, y de vez en cuando atendían a la televisión. Veían un programa de concursos, pero no les interesaba mucho. El espíritu llamado Conchi se acercó a…

- Tamao… ¿te encuentras bien? –le preguntó el zorro–. Te veo muuuuy seria.

- … No te preocupes por mí, yo estoy haciendo la comida. Además, pronto vendrán… –murmuró Tamao, ocultando su rostro con su largo cabello tintado de rubio.

- ¿Segura?

- Sí, sí… sí –insistió Tamao, mirando a Conchi.

- Vale, está bien –se alejó de ella el zorro y siguió viendo el programa de televisión junto con Ponchi.

- "Vendrán pronto, estoy segura" –pensó Tamao, probando la sopa–. "Espero que no me bombardeen con preguntas… Y espero que piensen que lo he cuidado con todo el cariño del mundo, como si fuera mi propio hijo…".

"Toc, toc"

¿Quién llamaba? Eran las una, ¿quién llamaba a estas horas? Dejó que la sopa siguiera hirviendo y se lavó las manos lo más rápido que pudo. Caminó por el pasillo con andar ligero mientras se atusaba bien el cabello. Aclaró su garganta y abrió la puerta, dispuesta a decir "Bienvenidos al Balneario Funbari, ¿qué desean?".

Sin embargo, al abrir la puerta y empezando a decir su particular frase, no pudo continuar. De repente, sintió nervios, como si su estómago se retorciera como una culebra. Empezó a sudar, su corazón latía rápidamente, su boca estaba ligeramente abierta y sus ojos abiertos como platos. Tal era su asombro y sorpresa…

Su mano se quedó en la puerta, estaba estática como una estatua de piedra, no sabía si llorar, si alegrarse o reír. Un hombre se le acercó, hasta que mostró su mirada y ella supo quién era.

- Jijiji… ¿Podemos pasar? n.n

0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o

Hola!

Un nuevo fic, jeje. Espero que este les guste mucho!!

Ya se acercan los episodios finales de Shaman King… Ah, como me encantaría tener el KZB de Shaman King… dicen que está genial, que ha redibujado algunas cosillas y todo eso… Ojalá hubiera nacido en Japón

Adivinan quién dijo la última frase del cap? Jejeje, no lo diré, muajajaja.

Todos nuestros anteriores amigos aparecerán en el cap 2, así que no se lo pierdan!

Disclaimer: Shaman King no me pertenece, es propiedad de Takei n.n

Espero sus reviews!! Que se cuiden!!

Con todo mi amor…

Anna Mary Marian