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/Crack.


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Kakuzu y Hidan caminaban por el centro de la ciudad. Los ojos violetas de Hidan se fijaron en un cartel colorido que pendía de la pared.

Se relamió los labios. Kakuzu observó su acción por el rabillo del ojo.

—Quiero un helado —exclamó, repentinamente emocionado.

Kakuzu no dijo nada. El albino empezó a esculcar los bolsillos de su pantalón.

—Joder… —susurró molesto al no encontrar dinero. Volteó a ver a su acompañante —. Dame dinero.

Kakuzu lo miró unos segundos.

—No —respondió simplemente.

—Mierda Kakuzu, préstame un dólar —insistió cabreado.

—No —repitió.

—¡Que te jodan! —exclamó molesto.

Una sonrisa maliciosa apareció en su rostro, cubierta por la máscara. Sin embargo, Hidan conocía ese brillo en sus ojos verdes.

—Hazlo tú —ordenó pícaro.

Las mejillas de Hidan se encendieron repentinamente.

—Joder, eres un pervertido…

—Así te gusta.

Se cruzó de brazos, mirando hacia otro lado. Odiaba a Kakuzu, a él, su estúpida avaricia y su repentina perversión que lo descolocaba.

—Te odio —le declaró.

—Y aún así te cogeré esta noche.

Y por muy molesto, tacaño y pervertido que fuera Kakuzu; sabía que aquello era cierto. Esa noche le pagaría el helado.


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Ouh, yes~ Me uno a la sociedad Yaoista, ésta, mi pequeña aportación.

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/Edited.