La piedad del diablo

Rígidas formaciones se extendían frente a sus ojos, una tras otra mantenían el mismo esquema, era una barda interminable, infranqueable, que de cuando en cuando dejaba asomar una ventana o una puerta maltrecha. Continuaba y continuaba la construcción asfixiante cerniéndose sobre de él, en él, con él. Respiró profundamente pensando que con eso el ladrillo se dilataría para dejarle de ofuscar, cuan equivocado estaba, incluso pareció que se cerró todavía más para él.

Sólo asfalto, cristal y periódico viejo le acompañaban. Se acomodó la gabardina. Algo no cuadraba con el momento, eso no le gustaba. Volvió a respirar hondamente. No quería pensar, no debía pensar, estaba trabajando y eso era lo único que debía de importar. Intentó agudizar la mirada, buscaba movimiento, calor, sed de sangre, ansias de asesinar.

Frío, el día era terriblemente frío, incluso con su constitución inhumana temblaba.

Caminó por la calle vacía con las manos en los bolsillos aunque sus sentidos estaban en alerta total. No confíes, no creas en tus sentidos, la vista engaña, miente, mata. Las palabras resonaron en su cabeza cual si de un zumbido molesto se tratara y sin embargo creía en ellas, se aferraba a su significado. ¡No! No era el momento.

Tocó los ladrillos con la yema de los dedos mientras seguía su paso. Podía escuchar los débiles movimientos de una vida detrás de la muralla ¿Habría llegado padre a casa? ¿Madre sobreviviría al invierno? ¿Dónde vivirían el día de mañana? Remembranzas de un pasado olvidado flotaron en el ambiente, desvaneciéndose pesadamente sobre el suelo blanquecino. Cada copo caído era una plegaria inacabada. Continuó alzando el rostro y recobrando la compostura, tenía un trabajo por cumplir, en algún otro momento tontearía.

Una pareja con las manos enlazadas avanzaba presurosamente por la acera contraria, el hombre era quien lideraba la caminata, preocupado observaba constantemente el cielo frunciendo el ceño cada vez que veía las nubes oscuras arremolinarse en la bóveda celeste. La mujer le seguía el paso pero en su rostro había un toque de fantasía como si se encontrara fuera de este mundo, ella estaba más allá de las preocupaciones climáticas, menuda tonta, la tormenta pronto empeoraría le convenía llegar pronto a casa.

En el hogar le esperaba un sermón, una cena decente y una cama caliente. No sonaba tan mal al decirlo de esa manera, pero temía volver a perderse en el intrincado torbellino de palabras y frases tan conexas como ilógicas, ya se lo habían advertido algo no estaba bien. ¿Qué en él podía andar bien? Era una bestia, un monstruo, una aberración… por eso se aferraba a sus falacias.

El viento helado sopló impúdicamente sobre su rostro. Nostalgia estiraba sus brazos para envolverlo en su manto. Se llevó una mano al cuello, dejando a ansiedad penetrar en su mente. ¿Dónde estás cordura mía? Los copos de nieve aumentaron su densidad, la visibilidad de la calle se redujo aunque para él no representaba un gran problema y sin embargo dolía, el pecho se le desgarraba, esa incómoda sensación reptaba por su piel sin intención alguna de fenecer.

Se frotó los brazos en un intento de sacudirse los malos recuerdos. Había llegado al final de la angosta calle. La plaza debería encontrarse desierta a esas horas, la tormenta de nieve había obligado a la ciudad a dormir mucho antes de lo acostumbrado y sin embargo una risa resonaba. Fina, frágil como el cristal rebotaba de un edificio a otro ¿Acaso no temía a la nevada? ¿No tenía miedo de la oscuridad? ¿No sabía que los monstruos andaban sueltos?

Pobreza vestía su inocencia, la crudeza de la sociedad se marcaba en cada andrajo que portaba, el rojo de su nariz desvelaba las horas acompañando a la soledad, la tierra adornaba su estropeada belleza, manos y pies mostraban su empeño para sobrevivir día a día. Desgracia se cernía sobre su figura pero ella reía jugando con la inclemente naturaleza cuando nadie más podía juzgarle.

El viento sopló una vez más, el vuelo de su falda deshilachada reveló sus piernas golpeadas, contuvo el embate de Bóreas encorvándose al mismo tiempo que agarraba con ambas manos una capucha maltratada. La nieve revoloteó a su alrededor, le observó temblar cual hoja al viento, moriría si no corría a algún lugar caliente. Ella se giró y agitó la mano antes de escabullirse por una calle estrecha. ¿De quién se despedía?

Detuvo su andar. Ahí estaba su presa, inmóvil bajo blancas capas de infructuosas promesas, como si deseara ocultarse de lo desconocido. Sacó la pistola lo más rápido que le dictaron los sentidos, no era un vampiro cualquiera, era un bastardo sangrepura, no debía darle ni el más mínimo chance de aventajarle. Pero él seguía impávido, sentado correctamente con los pies juntos en la incómoda banca de hierro y las manos a sus costados acumulando nieve. Ni siquiera daba muestras de haber notado su presencia. Estaba delante de la muerte y no se daba cuenta.

Avanzó a paso firme con la pistola abajo pero lista para disparar en cualquier instante, se detuvo a la distancia necesaria para poder estirar el brazo colocando la punta metálica sobre la frente del vampiro. ¿Cuántas horas llevaba bajo la nieve? Su ropa húmeda no correspondía con la imagen del Dios todopoderoso, la docilidad con la que había ladeado el rostro no era normal en un ser como él. El lerdo movimiento de la cabeza del sangrepura le dio tiempo para pensar ¿quién era ese que tenía delante?

Había venido por un ser violento que había perdido la cabeza, una bestia inhumana etiquetada de psicótica pero se había encontrado mirándose al espejo.

—¡Zero, no!

Alguien le llamaba pero sus ojos no dejaban de observar al rostro perenne ¿Dónde estaba la maldad? ¿En dónde escondía la crueldad? ¿Por qué no veía lo pérfido de su ser? Cómo podía tener delante de él la existencia que más detestaba y sin embargo, sentir que se deshacía si lo tocaba. ¿Acaso ese era su truco? Usaba esa inocente fachada para atacar a sus enemigos, acabarlos a traición… aun así su argumento se desquebrajaba. Lo sabía, lo sentía porque en su mirada ambos parecían ser iguales.

—¡Kiryuu! Es una trampa. —El hombre se apunto a sí mismo protegiendo con su cuerpo al vampiro. Lo conocía ¿quién no lo haría? El cazador legendario era un ícono presente entre la Asociación, aunque pocas veces se le veía rondando por la zona, vagaba por el mundo en busca de… no lo sabía. Pero ahí estaba frente a él protegiendo a quien debía asesinar, el hombre tenía una respiración agitada, la ropa arrugada; sucia por el lodo, el cabello cubierto de nieve y el desasosiego en el rostro ¿a qué le temía un cazador de su calibre?

Bajó el arma, debía estar loco para hacerlo pero delante de él estaba el más poderoso de su estirpe ¿qué podía hacer un sangrepura contra dos poderosos cazadores? El hombre se volvió hacia el joven sentado en la banca de la plaza que acumulaba nieve.

—Kaname —susurró colocando sus manos sobre los níveos dedos de la bestia ¿cómo un cazador podía hablarle a un ser bestial con tanta preocupación?—. Ven conmigo, te explicaré… en este momento corres peligro, debemos salir de aquí.

El vampiro entrecerró los ojos y ladeó la cabeza, dejando que el hombre agarrara sus manos entre las suyas, parpadeó con pereza como si estuviera invocando muy lerdamente a sus recuerdos.

—¿Cross Kaien? —murmuró arrastrando las palabras, dando la impresión de haber dicho tan corto nombre en un largo periodo de tiempo.

—Te lo explicaré todo pero no aquí —insistió el cazador jalándole los brazos.

Se levantó, la nieve se deslizó cuesta abajo. Para ser un individuo de escalafón social tan alto, vestía de manera sencilla con ropa hecha de algodón simple.

—Tú también, Kiryuu, si estás aquí no creo que sea por coincidencia. En realidad me preocupa el doble que seas precisamente tú. —Lo sabía, de alguna extraña manera su mente concordaba con él pero más le inquietaba tener que ir a algún sitio con un vampiro—. No tenemos tiempo, Kiryuu.

El hombre le tomó por el antebrazo obligándole a caminar velozmente por la plaza. Los dos chicos avanzaban detrás del cazador sin tener idea a dónde irían a parar.

0-0-0

Kuran Kaname, el nombre merodeaba por su cabeza como la araña ascendiendo por su hilo hasta el techo ennegrecido debido al paso de los años. ¿Cómo era posible que no reconociera el nombre del sangrepura? Los conocía a todos, desde Isaya que dormía por cortos periodos en las profundidades de su mansión, Ouri que deambulaba entre los bosques custodiado por sus fieles sirvientes, Shirabuki quien se contoneaba de aquí para allá en los eventos sociales, Touma que jugueteaba con sus nobles parientes de cuando en cuando, Hanadagi recorriendo los lugares más recónditos del mundo, Shoutou en las heladas tierras del extremo norte y el bastardo entre los malnacidos, el detestable Kuran, Rido Kuran, en teoría el último en la línea de la sangre de los reyes.

Sí, las facciones eran muy similares podía verlo ahora que le prestaba atención, la forma del rostro, la misma nariz, las mismas manos, sólo que no exudaba ese aire de locura, lujuria y blasfemia. El detestable Kuran portaba en su rostro un gesto burlesco, insano, demente, la gula lo consumía y lo siniestro era su mejor atractivo; era el diablo hecho carne. Quien estaba delante de él se parecía más a un joven huérfano sin la menor idea de a dónde ir. No había una gran similitud en sus actitudes pero el talante no podía negar el parentesco.

—¿Por qué fuiste a la plaza, Kiryuu?

Giró la cabeza para observar cazador y dejar a sangrepura sentado en la sala quien removía la taza de té con una cucharita. Cross se encontraba sentado a su lado. Él ya no formaba parte de la Asociación había renunciado a su rango y su vida tiempo atrás ¿por qué debía darle esa información? Se cruzó de brazos recargándose en el respaldo de la silla de madera.

—Nos dieron una orden —murmuró.

—¿A quiénes? —insistió Kaien mientras le servía una taza de té. No le agradaba la situación debía salir de ahí lo más rápido posible, ni siquiera tenía que devanarse los sesos buscando alguna excusa. El ex cazador era un civil interponiéndose en su trabajo… que no había terminado, a nadie le molestaría si él salía sin dar ninguna clase de explicación—. Kiryuu, tu vida puede estar en peligro. —¡Ja! ¿Con quién estaba conversando Cross? Su vida siempre había estado al filo de la navaja ¿por qué ahora debía ser peor?—. ¿Qué sabes de la situación actual, hijo?

La situación actual ¿a qué se refería con esa pregunta? Bueno creía que le preguntaba sobre su conocimiento sobre las acciones de los cazadores y los vampiros pero ¿qué quería saber en específico?

—Hay una buena relación con el Consejo de Mayores —farfulló. No le agrada esa posición, Kaito podía decir que representaba una ventaja debido a que los vampiros bajaban la guardia ante los cazadores, dándoles oportunidades de acabar con ellos pero Zero prefería el enfrentamiento abierto, no veía razón alguna por la que tuviera que ser de otro modo.

La ceja incrédula de su interlocutor irritó al muchacho, vale, no estaba muy interesado en la política, en realidad… su posición no se lo permitía. Era un cazador, cierto, pero de condiciones aún más especiales que la del ser delante de él, le daba tirria pensar en ir a los cuarteles de la Asociación en donde recibiría miradas suspicaces, comentarios grotescos y majaderías, prefería mantenerse al margen. Asesinaba vampiros, fin de la discusión.

Kaien se soltó el cabello rubio y retiró sus anteojos aunque los mantuvo entre sus manos.

—¿Qué has hecho todos estos años, Zero? —Agachó la mirada. Su relación con Kaien Cross había sido corta, en sus recuerdos sobre su infancia el hombre aparecía intermitentemente a lado de su profesor, a veces conversando con su padre o platicando con su madre sobre la cena. Al morir sus padres a manos de Hiou Shizuka, él había terminado en los cuarteles de la Asociación, Cross había intentado adoptarlo pero se lo denegaron, ya habían trazado otros planes, Yagari seguiría siendo su maestro y estaría bajo la estricta vigilancia del Presidente.

Nada de eso le había parecido a su maestro pero siempre le había dicho que no tenía otra opción. Había algo raro en la Asociación, desde entonces lo sabía pero cada vez que intentaba probarlo no encontraba algo lógico a lo cual agarrarse, sin embargo esa extraña sensación persistía. Terminado el entrenamiento Yagari había sido enviado a una misión en tierras lejanas, Zero comenzaría con sus primeras misiones, Kaito entonces volvió a su vida. Su viejo hermano de armas regresó a su camino, sin prejuicios, sin sarcasmos o vulgaridades, lo aceptó tal cual su condición ayudándole a recordar continuamente que él era humano. Kaito lo hacía humano.

Eran enviados a las más peligrosas misiones, de tanto en tanto su hermano de armas comentaba sobre lo corrupto de algún compañero pero nunca entraba en detalles, luego maquinaban la manera de hacer caer a sangrepuras. No necesitaba de la política, necesitaba una excusa para asesinar. ¿Y por qué no había disparado esa noche?

Kaien movió la mano restándole importancia al hecho. —Las relaciones entre el Consejo de Mayores y la Asociación van "demasiado" bien —el joven frunció el ceño—, ¿sabes a lo que me refiero?

—He escuchado rumores, algunas veces los perros del Consejo han prestado servicio para atrapar a algunos nobles o dar caza a sangrepuras dementes. ¡Esa no es su labor! Deberían mantenerse al margen, si me dejaran…

—Eso es bueno —Ambos cazadores se giraron hacia el sillón en donde se encontraba el vampiro, quien se retrajo un poco al sentirse observado—. Una convivencia entre todos, eso es bueno, si los vampiros hacen algo malo deben ser castigados por los cazadores.

Zero ahora confirmaba que el sujeto estaba chiflado, ningún vampiro que se preciaba estaría de acuerdo con su argumento.

—Ese no es el problema, Kaname —terció Kaien—, la colaboración entre vampiros, cazadores y humanos es un sueño que muchos anhelamos, pero el Consejo busca la eliminación de los sangrepura, por eso…

—Asato quiere protegerme. —Cross bufó—. El Consejo quiere protegerme pero yo…

—No, Kaname, quiere asesinarte por eso ha promulgado una orden para darte caza, Zero puede confirmártelo.

El sujeto parpadeó varias veces ante el nulo tacto del Cross al dar la noticia. La mirada borgoña clavada en sus ojos lilas le inquietaba, demasiado clara y a la vez tan distante.

—No dieron el nombre, sólo nos anunciaron que un sangrepura joven se había vuelto loco y debía ser asesinado ipso facto al verlo, existía un listado de posibles lugares en donde podía aparecer.

El vampiro dejó la taza de té sobre la mesa de centro.

—¿Hice algo mal? —preguntó dirigiéndose a Cross. Zero estuvo a punto de decir, sí naciste.

—No, el Consejo quiere eliminarte para tomar ellos el poder. —El chico de cabello plata interrogó al ex cazador con la mirada—. Desean eliminar a todos los sangrepura y ellos volverse los regentes.

—¡Ja! Entonces sería mejor darles una mano, matamos a todos esos bastardos y luego acabamos con todos los demás, la situación es perfecta.

—¡Zero! —Golpeó la mesa con una mano, la taza vibró, el sonido retumbó el los sensibles oídos de ambos jóvenes—. Eso es espeluznante ¿crees que ellos quieren asesinar a los sangrepura y convivir en paz con la humanidad? Creí que tenías más cabeza para no creerte los cuentos de Ichijou.

—Sin sangrepuras, podemos eliminar a todos los demás vampiros hasta extinguirlos, no habrá más de esas alimañas. Por supuesto que sé que Ichijou tiene tantas ganas de convivir con nosotros, como yo de convivir con ellos. Pero sin fuente generadora de monstruos sólo sería cuestión de tiempo para exterminarlos.

—¡Ellos no son bestias salvajes! Tú no eres una bestia salvaje que va por ahí asesinando humanos o vampiros por igual, incapaz de mantener la cordura ¿o sí? Usa la cabeza, muchacho, los sangrepuras no se dejarán asesinar tan sencillamente, crearan soldados que luchen a su lado, no todos los nobles están de acuerdo con eliminar a los sangrepura lo cual llevará a división de casas y una guerra. ¿Eso es lo que quieres, una guerra en donde sólo sufrirán inocentes?

Se puso de pie.

—¡No soy como ellos! Soy un cazador.

La mirada contrariada de Cross le inquieto. Lo sabía, lo sabía, lo sabía su fantasía se pegaba a su realidad envenenando su mente, opacando el raciocinio, corrompiendo la verdad. El hombre suspiró profundamente, dejó los lentes que jugueteaba en sus manos sobre la mesa, tamborileó sus dedos en la madera.

—Eres un cazador —confirmó con pesadumbre—, pero debes saber que no es fácil asesinar sangrepuras y que Ichijou sólo provocara una cruenta guerra en donde los humanos sufrirán. ¿Eso quieres? Docenas de niveles E, docenas de familias destrozadas a cambio de eliminar a los sangrepuras.

La dimensión de sus palabras abrió un abismo en la mente del chico, incluso sin cerrar los ojos podía vislumbrarlo. Niveles E recorriendo las calles en busca de alimentos, batallas en los pueblos, vampiros alimentándose de todo aquello que les fuera posible con tan de tener las energías suficientes, familias destrozadas por la muerte, la miseria, el hambre y el sufrimiento, niños vagando por las calles buscando un poco de paz.

—¿Y yo que tengo que ver aquí? —cuestionó de mala gana.

El ex cazador colocó sus codos sobre la mesa, entrelazando sus dedos para poder recargar los labios sobre sus manos.

—Honestamente, no lo sé. —Entrecerró los ojos buscando una explicación—. Pero ¿por qué te enviarían a eliminar al último descendiente de los Kuran?

—La Asociación dio una orden masiva, yo sólo tuve suerte.

La cabellera rubia se meneó negativamente.

—Sus mejores cazadores están en el suroeste peleando con una vieja casa que tiene nexos con los Souen —expuso—, la caza de un sangrepura no se le encomienda a cualquiera o los próximos en las inmediaciones, necesitan gente eficaz, no aumentar la lista de bajas. Tú eres un gran cazador, el mejor diría yo pero precisamente a ti más a que a ningún otro cazador, te negarían el involucrarte en la caza de un sangrepura.

Zero desvió la mirada al suelo, podría tener la fuerza de su lado eso era cierto, pero la influencia de un sangrepura sobre de él surtiría un efecto con el que no tendría que lidiar cualquier otro cazador. Claro, él podía luchar contra ese influencia pero si el caso era tan desesperado como lo habían anunciado… ¿por qué arriesgarse con Zero?

—¿Cómo sabes que él es inocente?

—¿Habías escuchado hablar de él antes? —Se apresuró a negar con la cabeza, para él el único Kuran que existía era Rido—. ¿Por qué crees que Rido lo había escondido?

—Quería protegerme —contestó el sangrepura con tranquilidad. Kaien rodó los ojos y después le dirigió una mirada de elocuencia a Zero.

Si el chico pensaba así de ese tipejo, no dudaba que en realidad hubiera cometido alguna clase de crimen aunque fuera por omisión.

—Es cierto, bueno… los nobles quieren cazarme para beber mi sangre y aprovecharse de mí, no todos los sangrepura están de acuerdo con los Kuran, a los cazadores no les agrada los vampiros como yo. Mi tío decía que yo no tenía que ver lo espantoso del mundo, sólo tenía que disfrutarlo.

Placer, ahora creía por donde iba la cosa, probablemente Rido le hizo hacer algo al chico, el Consejo lo descubrió y el tío se lavaba las manos, muy típico de él. Así se deshacía de… quien podía quitarle el trono. Se giró para observar con mayor atención al sangrepura, no tenía la omnipotencia pedante de los nobles, en su mirada había una especie de sorpresa limpia hacia la vida, todo parecía causarle curiosidad como si nunca antes hubiera visto cosas tan cotidianas, sus vestimentas sencillas. ¿Por qué no se sabía nada de él? Querían protegerme. No era anormal encerrar a los sangrepuras debajo de algún castillo, viviendo tras poderosas cárceles de donde muy pocas veces los sacaban aunque luego se volvían locos y terminaban asesinando a quienes los habían encerrados, a ella le había pasado algo similar. ¿A quién había asesinado el chico?

—Kaname, entonces dime ¿por qué escapaste? —inquirió Kaien con rudeza.

Su cuerpo se tensó, hizo una inspiración profunda antes de comenzar a respirar con agitación, sus ojos se movieron frenéticamente por toda la habitación. El vaso de agua de Kaien se quebró.

—Está bien si no deseas contestar, sólo piensa en tu discurso y las acciones que te llevaron a escapar, te darás cuenta de tus contradicciones. Escucha esto atentamente, Rido Kuran y Asato Ichijou fueron quienes emitieron la orden entre los vampiros de darte caza, fueron ellos los que pidieron al Presidente de los cazadores que pusieran tu nombre en la lista. Ellos no querían protegerte.

Así que, su tío lo había encerrado por tantos años bajo una escusa lamentable. Asato Ichijou era el mejor amigo de Rido Kuran, era raro verlos separados, vamos que hasta podía imaginarlos en la misma cama. Zero hizo una mueca de disgusto. Sería imposible asumir que Asato no sabía de la existencia del chico, ¿pero porqué el Consejo no lo conocía? En realidad, ¿por qué alguien fuera del círculo de confianza de Consejo no conocía la existencia de este sangrepura? Claro, si hubiera una segunda opción que pudiera liderar la casa Kuran, las cosas no pintaría bien, pero el vampiro le tenía aprecio al tío ¿por qué no habrían de llevarse bien enfrente de la sociedad? Debía existir ahí un asunto bastante truculento para que el sangrepura Rido, llegara a ese extremo. Y Kaien Cross conocía los detalles, de hecho… ¿cómo se había enterado de la salida del sangrepura? ¿por qué había huido el vampirillo de los barrotes de amor de su tío?

¿Qué era lo que tenía ahí?

Cross se levantó de la mesa, merodeó por la sala dedicándole una suave sonrisa al sangrepura quien le devolvió el gesto pero con menos entusiasmo, en realidad apenas si había movido los labios. El hombre colocó una de sus manos sobre la rodilla del chico quien se sobresaltó echándose hacia atrás.

—Debes estar cansado, hay una habitación para ti arriba, mañana hablaremos de todo lo que quieras.

Se levantó con cierta pereza, salió de la sala para ascender por las escaleras, su andar era demasiado lento, parecía que gustaba de jugar con el tiempo, era un maldito ser eterno ¿qué le importaban a él los milenios? Kaien ya se había movido de su sitio recargándose sobre la ventana, detrás de las cortinas debía continuar la nevada.

—No es seguro que salgas de aquí, Kiryuu —su voz no tenía un aire de ser orden pero tampoco hablaba con ligereza.

—No le conocía, ni siquiera tenía la certeza de que me iba a encontrar con él.

—No entiendo ¿por qué te eligieron a ti como su verdugo? —Zero se encogió de hombros, la mala suerte siempre le acompañaba—. ¿Por qué querrían deshacerse de su mejor cazador?

El joven cazador movió la silla arrastrando las cuatro patas sobre el suelo.

—¡¿Qué?

Kaien golpeó el cristal.

—Es cierto que añadieron el nombre de un sangrepura en la lista de inmediato, pero ¿por qué dejarían vivo al ejecutor de las órdenes? Enviar cazadores débiles por un sangrepura debía ser un boleto seguro al otro mundo, pero te eligieron a ti.

—No me eligieron, tuve suerte —insistió— yo no les causo proble…

Pero eso no era verdad, no les agradaba Zero, por el poder que poseía, porque no seguía las órdenes, porque no era un cazador común y corriente.

—Claro… lo olvidaba, el más poderoso de todos nosotros —murmuró Kaien—, del linaje élite de los Kiryuu, eres lo que más temen y ahora que huyó el último del linaje de los Kuran, hijo del sucesor legítimo de ese clan. El presidente no es capaz de contenerte, dos desordenes que pudieron matarse el uno al otro.

No entendía demasiado del parloteo de Kaien, excepto que de alguna manera él era peligroso para la Asociación, así que sencillamente él había ido sin rechistar al altar a sacrificarse. Malditos bastardos. Pues se joderían porque seguía vivo y planeaba seguirlo estando. Apretó la mandíbula fuertemente antes de hablar—: ¿Por qué me has salvado? —dudaba que por mero acto de caridad, además se notaba a leguas su mayor preocupación por el vampiro.

El hombre se cruzó de brazos, hizo un gesto de indignación antes de entrecerrar los ojos.

—Eso es bastante obvio.

Para él, no lo era.

—¿No querías que culparan al cachorro?

—Kaname, su nombre es Kaname, así que no seas irrespetuoso.

—Sería irrespetuoso llamarle por su nombre de buenas a primeras —protestó.

—Dudo que quiera ser llamado: Kuran ¿lo entiendes, verdad? —Suponía a lo que el ex cazador se refería, a él tampoco le gustaría que cada vez que se dirigían a él le recordaran a Shizuka o algo semejante, pero el muchacho parecía tener severos problemas en su cabeza sobre sus sentimientos acerca de su tío.

—Podría ir a la Asociación a contar que él está aquí, no tengo porque guardarte el secreto, mi lealtad me obliga a…

—Nunca has confiando en el Presidente, ahora tampoco es la excepción. Además lo sabes ¿verdad? Kaname no ha hecho nada malo, es una víctima como tú.

—No lo sé, pero si hace algo raro le atravesaré el cuerpo con tantas balas que no quedará nada para convertirse en ceniza.

Kaien le sonrió.

—Sigues siendo el mismo de antes.

Desvió la mirada hasta perderse en las sombras, él había cambiado, todo había cambiado desde hacía muchos años, el Zero que Cross había conocido se esfumó una noche de invierno entre sangre, lágrimas y vacío. El Zero de ahora era… era… era… Kaito, sí necesitaba de Kaito. Debía regresar a casa o su compañero se preocuparía y saldría a buscarlo en este peligroso estado, no era bueno salir mientras se buscaba a un sangrepura demente que resultaba inocente o aparentemente culpable de no seguir las órdenes de su tío o el Consejo o quien sea que estuviera detrás de eso, el Consejo tenía a sus perros sueltos, los cazadores había sido enviados a la muerte. Tenía que volver para no preocuparle, le diría que no había encontrado nada ya se inventaría alguna excusa ¿y luego qué? No dejaría a Cross con un sangrepura bajo su techo, no sabía las intenciones del ex cazador al quedarse con él. No lo iba a usar para algo malo, eso lo tenía presente pero… y todas esas contradicciones dentro del vampiro. Su lugar estaba ahí, lo sabía… lo intuía…

—Zero, hay un lugar para ti aquí en casa.

Algo se quebró en la lejanía. Cross ya estaba a su lado esperándole para indicarle donde estaban sus aposentos, así que se limitó a seguirle en silencio, caminando por entre los muebles y luego subiendo por las escaleras. El hombre tocó la puerta de caoba con suavidad, el seguro de la manija se removió. Entraron en la habitación oscura, la cama de la izquierda crujió ligeramente ante el peso del vampiro. ¿Pero qué diablos estaba pensando ese excéntrico hombre?

—Es una buena obra, siempre me pregunté por qué me prohibían leer tan excelente historia, ahora lo entiendo.

Los libros siempre habían sido un peligro para aquellos que deseaban gobernar sobre de otros, el conocimiento es el arma más poderosa que se le puede otorgar a alguien.

—Y sin embargo, la leíste. —Un gesto de culpabilidad apareció en el rostro del muchacho, pero ya tendría más tiempo para averiguarlo—. No hay muchos cuartos aquí y todavía espero a alguien más, me parece que es buena idea que se conozcan un poco más, a los dos les conviene tener nuevas compañías.

El vampiro parpadeó varias veces, tenía muchas dudas en la cabeza, tantas como las que Zero debía tener, sin embargo ninguno de los dos se atrevió a expresarlas. Kaname se limitó a volver a su lectura, mientras Kaien empujaba al joven de cabello plateado hacia la cama de la derecha.

—Que pasen buena noche.

Nadie contestó pero el sangrepura asintió con la cabeza mientras Zero hizo un extraño sonido con la boca. La puerta se cerró, dejando a ambos jóvenes solos.

No estaba tan mal o eso creía, al menos podría tener el vampiro vigilado por si planeaba hacer algo raro. Colocó la pistola ruidosamente sobre el buró que estaba al lado de su cama, sin embargo el otro ocupante se limitó a pasar a la siguiente hoja de su libro. Comenzó a quitarse las botas con lentitud, su presencia parecía no haber alterado el estado de su acompañante, su respiración regular, el latido de su corazón estable, todo él parecía estar despreocupado aunque Zero podía asesinarle en cualquier instante, había estado a punto de hacerlo hacía unas horas atrás y tampoco le había importado.

De alguna manera eso irritó al cazador ¿era tan insignificante para el sangrepura? Se sentó sobre la cama recargando la espalda en la cabecera de madera, con los pies estirados y los brazos cruzados, lo vigilaría todo el tiempo desde esa posición, además, de un solo movimiento tendría su pistola en la mano por si la ocasión lo requería.

Kaien dio unos pasos hacia atrás hasta tocar pared, había padecido, su cuerpo había temblado al ver su temida visión pintada entre copos de nieve, miseria, una pistola y vulnerabilidad. Pero ahora por algo que no alcanza a comprender, recuperaba dos cosas que había perdido hacía mucho tiempo. Esta vez no esperaría a que el destino le diera una oportunidad, él le arrebataría la oportunidad al destino y no permitiría que nada, ni nadie se los arrebatara.

Bien esto es un intento de UA en donde aunque el mundo de VK es el mismo, la manera en la que se desarrolló la historia es diferente. Comencemos porque Haruka y Juri no recuperaron a Kaname de manos de Rido cuando este lo raptó y despertó al ancestro. Zero no fue adoptado por Kaien, la Academia Cross no tiene la clase nocturna, la Asociación sigue en manos del Presidente que tiene tratos con Asato y hay varias cosas más, pero esto es material que deberé desarrollar en los siguientes capítulos, si me permiten.

Luego, me siento comprometida a hacer la siguiente advertencia… pero la verdad es que he escrito y reescrito esto sin saber cómo explicarlo de tal forma que no suene exagerado o en el peor de los casos poco serio. Así que traté de hacerlo lo mejor posible, principalmente porque no quiero que alguien se lleve un disgusto, pero también ten presente que hay de gustos a gustos y eso se debe respetar.

Este fanfic es yaoi/slash (con escenas explícitas), si no te gusta el género, no leas el fanfic porque te disgustará enteramente. Esta es una historia siniestra que es el resultado de pensar cómo sería el mundo si los malos gobernaran (Rido/Asato/el viejo Presidente de la Asociación, etc.), hablará sobre las relaciones patológicas (enfermizas), gustos que salen fuera de la norma, comportamientos llevados a cabo para dañar a alguien psicológica o físicamente, el extremo de la corrupción, entre otras cosas. Cabe aclarar que tampoco pretendo escribir tragedia; paradójicamente es la única historia en donde me siento con los ánimos para escribir un final agradable. Así que una vez que sabes a donde te metes, disfruta de la historia.

Dispuesta a recibir cualquier comentario como de costumbre:

Kirsche.