House of cards.


Creo que hacía toda una vida que no escribía en primera persona :3 Me hubiera gustado escribirla también desde el otro punto de vista, pero quiero escribir historias nuevas!!

No soy médico, por cierto. He intentado ser coherente e informarme, pero puedo estar equivocada! Por favor, no me lo tengáis muy en cuenta :33

BTW. Gracias mil a todas las que me habéis ayudado en esta historia; Marta, que es una gran guionista, Seve, Lyra y Mar y sus cuasi-beteos, Rakel, mi beta oficial y un tesoro, y Andrea, la niña que me pidió este fic.

Y como me ha costado un año escribirla... no es T4 compliant, lo siento U porque la empecé a escribir a mitad de la T3, así que solo hay spoilers hasta esa temporada.


El teléfono no paraba de vibrarme en el bolsillo y estaba por apagarlo para que dejara de distraerme. Lo había dejado sin sonido hacía un momento, después de colgar dos veces y volver a recibir otra llamada. House podía ser muy pesado cuando quería, y quería demasiado a menudo.

Sentí una vez mas los ojos de mi paciente de urgencias fulminarme por distraerme de su caso, y me miró tan mal durante tanto rato que terminé por soplar exasperado.

- Perdóneme un momento - saqué el móvil conteniendo un gruñido y me aparté un poco de ella - House¿no tienes a nadie mejor con quien pagar tu insomnio?

- Cállate - espetó - Necesito que vengas a buscarme, estoy en las obras de la Quinta - La voz del nefrólogo sonaba un tanto rasposa, como si se hubiera emborrachado a conciencia y acabara de volver a la sobriedad. No parecía de muy buen humor, pero yo tampoco lo estaba.

- Son las cinco de la mañana, llevo aquí desde ayer y no he parado... Créeme, lo último que tengo en mente es jugar a ser tu chofer. Pide un taxi - Le dije crispado. House siempre parecía pensar que el mundo estaba ahí para servirle a él y aunque le consentíamos cientos de tropelías a diario aquella no iba a dejársela pasar.

- Mi paciente se muere… - Me dijo con un soplido que hablaba de paciencia, y no pude evitar hacer un aspaviento.

- ¿En serio? No sé quién le firmaría a Cameron la autorización para meterle en la cámara de aislamiento... - Porque claro, no sólo tenía que hacer mi trabajo, sino también el suyo. Cameron había necesitado la firma de un jefe de departamento para poder trasladar al paciente, y ¿dónde estaba House? En su casa. ¿Para que iba a venir a trabajar pudiéndolo hacer los demás por él?

Si Cuddy le pagara realmente por su trabajo efectivo el hospital iba a ahorrarse una millonada...

La línea se quedó de pronto en silencio, o más bien, ausente de la voz del nefrólogo. A lo lejos se oía el ruido de algún coche y el crepitar de las grandes máquinas de la obra.

Sólo tuvieron que pasar unos segundos sin que habláramos para que mi conciencia empezara a molestarme, y realmente era una vocecita incordiona que normalmente sólo me salía con él. Hazle caso. Vamos, no te cuesta preguntar. Ya sabes cómo es…me dijo, y apreté los dientes. Claro que sabía cómo era, y odiaba que tuviera que salirse siempre con la suya simplemente "por ser como era".

Maldita sea. Cerré los ojos y me toqué el puente de la nariz con un suspiro.

- ¿Qué haces en la Quinta...? - le pregunté pensando que era una calle muy aburrida. No tenía bares ni nada de interés a excepción de los grandes socavones de las obras, y aquello no le interesaría a House. Esperé un momento, pero no recibí respuesta - ¿House? No te atrevas a ignorarme...

Escuché el murmullo de una voz de fondo y me pregunté dónde demonios había dejado el móvil que oía cosas y nadie contestaba.

Tal vez lo hubiera tirado a un hoyo después de mi rechazo; siendo él me esperaba cualquier cosa.

De pronto me di cuenta que la voz no era la de House. Era un tipo con el tono bastante grave, hasta desagradable, pero no fue eso lo que me puso el pelo de punta.

- ¿Está bien? - le oí preguntar - ¿Quiere que llame a una ambulancia?

La sangre se me heló en las venas. ¿¿Ambulancia??

- ¡House! - le grité al teléfono de golpe tras unos momentos de estupor - ¿¿Estás bien??

Dios mío. Ambulancia. Y House no me contestaba.

- ¡Maldita sea, House!

Estaba a punto de asesinar al móvil en mi mano ante la mirada atónita de la paciente, que no entendía que pudiera estar tan preocupado que quisiera subirme por las paredes de la consulta. Le había pasado algo, de verdad, y yo le había mandado al carajo nada menos.

Oh Dios, no me puedo creer que no le haya hecho caso...

- ¿Está seguro de lo de la ambulancia? - Le oí decir al tipo de fondo. Aquello me había tranquilizado un poco porque eso significaba que no era tan serio, pero el estómago me dio un vuelco momentos después al escuchar a House gritar y maldecir.

- ¿House...¿Estás bien?

Cerré los ojos nada más decirlo; era una pregunta absurda fruto de la desesperación y la culpa. Acababa de tirar todos mis años de médico al retrete.

Hubo unos momentos de silencio, o más posiblemente un momento donde el receptor del teléfono no era capaz de captar nada, y de pronto la voz de House al otro lado.

- Sí... Estupendamente - gruñó entre jadeos. Fuera lo que fuera debía dolerle una barbaridad, y ya era demasiado tarde para preguntar algo más inteligente como la causa de sus males - Y ya viene un jodido taxi… Así que gracias por nada.

El nefrólogo me colgó de golpe, dejándome a solas con mi conciencia y con una paciente que me carraspeaba con humor de perros. Me froté la nuca, sintiendo la culpa aferrarse a mi estómago. House no me iba a perdonar en mucho, mucho tiempo. Si lo hacía.

- Disculpe... ¿por donde íbamos?

Diez minutos más tarde, tras haber despachado a la enferma, me paseaba de parte a parte del despacho como un león enjaulado.

Había dejado el teléfono sobre mi mesa de madera pero no había vuelto a sonar, y se me estaba comiendo la ansiedad. ¿Qué habría pasado¿Sería la pierna, que no le dejaba conducir?

Aceptaba que le volvía a doler después de lo de la ketamina, pero no me había parecido que fuera más serio que cuando vino a pedirme el último MRI. Aunque también era cierto que los meses que Tritter estuvo jugando con nosotros casi le presté la atención justa para que no me robara más recetas...

Dios, espero que lo de necesitar un taxi no haya sido por tomar pastillas de más o lo mato...

Di un manotazo en la mesa y cogí el móvil para llamarle porque si no lo hacía me volvería loco. Un tono, tres, y por fin al otro lado del auricular escuché un gruñido.

- ¿Qué?

- ¿Qué te ha pasado, estás bien?

- Te he dicho que estupendamente.

Murmuré una maldición cuando me colgó, y volví a llamar. La había cagado por no creerle, y no iba a cagarla de nuevo haciendo como si no me importara, así que no me rendí y use la rellamada durante al menos otros diez minutos.

- Qué pesado eres - Me dijo cuando por fin accedió a descolgar, el mismo amor de la contestación anterior en su voz. Raudo, empecé a hablar antes de que decidiera que no valía la pena perder el tiempo conmigo.

- House, lo siento. De verdad, perdona. Pensaba que estabas jugando a que viene el lobo, como siempre... Lo siento. Dime qué ocurre, por favor - Le pedí preocupado, y de pronto caí en la cuenta de algo que me sorprendió y me hizo preocuparme más.

Greg House, el hombre que todo lo hacía solo, me había pedido ayuda para ir al hospital.

Me puso nervioso el obtener como respuesta algo parecido a un suspiro. Durante un tiempo estuvimos sin hablarnos, y a veces escuchaba su respiración trabajosa sobre el ronroneo del motor del taxi. Era extraño que no colgara. Si fuera algún otro hubiera pensado que tal vez el saber que estaba al otro lado le hacía algún tipo de compañía, pero era House. Agité la cabeza, incapaz de imaginar lo que le pasaría por la mente.

- ¿House¿Sigues ahí... preferiblemente de una pieza? - Le dije intentando hacer una gracia por no sonar demasiado desesperado.

Escuché algo parecido a una risita que me trajo malos recuerdos, y no pude evitar suspirar antes de que nos quedáramos en silencio de nuevo.

- De la vuelta ahí y entre por el parking. Sí, yo me encargo de la puerta - Le oí que decía al taxista. El estómago se me encogió otra vez, y recordé por qué los doctores no solíamos atender a familiares y a amigos próximos; porque no éramos objetivos ni doctores, sólo familia y amigos. Apreté las mandíbulas y fruncí el ceño con determinación obligándome, aunque fuera por un momento, a ser el doctor.

- ¿Ya estás aquí? Voy a buscarte, no hagas nada que pueda agravar lo que sea que te pase. Espérame¿oyes?

- Como si fuera a irme a algún sitio - Murmuró cansado, y salí corriendo por la puerta del despacho hacia el parking, pulsando los botones del ascensor varias veces hasta que subió a mi planta y me bajó a la calle.

Hacía un frío del demonio y el aire parecía cortar cada vez que soplaba. Me crucé de brazos intentando guardar el calor y me acerqué corriendo al coche. El taxista estaba dentro y eso me relajó un poco. Recordaba haber tenido que salir un par de veces a atender pacientes graves que venían en taxi y siempre me había encontrado al conductor ondeando los brazos y gritando a pleno pulmón, medio histérico.

Helado, abrí la puerta de atrás donde estaba mi amigo y me quedé sin habla un momento antes de medio suspirar. O medio soplar, no lo sé. Supongo que la parte de mí que estaba preocupada suspiró y la que se enfadó al verle sopló. Tenía la ropa destrozada y sucia de barro, y si no se había hecho más había sido por la cazadora de cuero que llevaba. Cazadora que, por cierto, debía ser la nueva que me dijo que se había comprado porque no era la habitual.

- Tú y tu maldita moto - dije apoyándome en el arco de la puerta - ¿A cuánto ibas por la Quinta? Dios, debes estar más loco de lo que creía...

House tampoco parecía estar demasiado contento, pero yo me sentía con derecho a regañarle aunque no sirviera de nada porque era lo único que podía hacer para liberar mi frustración.

Odiaba su maldita moto porque un día se iba a matar con ella.

- Vete a tomar por culo. - Me dijo entre dientes fulminándome con la mirada.

Al ver que tenía el pelo con barro también le hice volver la cabeza hacia mí para ver si tenía algún golpe, pero me dijo que llevaba el casco y que lo había dejado sujeto a la moto. Aún así lo comprobé mirándole de cerca y probando aquí y allá con los dedos, y no puedo decir que no me aliviara saber que a pesar de lo inconsciente que solía ser, siempre lo llevara puesto.

Me agaché suspirando a mirar si sólo eran raspones lo de sus piernas o había algo más. Mis ojos fueron automáticamente a su muslo derecho donde apretaba la mano a la altura de la rodilla, pero conociéndole preguntar no sería buena idea. Además, era obvio que le tenía que doler después de rodar por el suelo como parecía que había hecho. Lo divertido sería lo que le dolería en un rato y durante los próximos días y lo extraño, que no quisiera subirse aún por las paredes.

- ¿Cuánta vicodina has tomado? - Le pregunté mirándole desde abajo.

- La suficiente.

- ¿Cuánta? - Mi voz bajó una escala y House hizo una mueca.

- Una.

- Una al levantarte. ¿Y cuando el accidente? - Presioné, y supe por su gesto que le había pillado. A aquellas alturas no sabía cómo podía intentar engañarme en algo tan obvio.

- ¿Vas a volver a mandar a Tritter tras de mí? - Preguntó todo veneno, y sentí que se me tensaban las mandíbulas al recordar todo lo que había pasado.

- Tenía que haberte confiscado la moto para siempre mientras me jodía la vida. Sólo por estar algo más a mano tú y yo - Gruñí absolutamente serio aún a sabiendas que le daría igual lo que dijera - No me has respondido a cuántas pastillas.

Fui a mirar si había quedado algo medio sano entre los jirones de su pantalón cuando me agarró de una muñeca antes que pudiera tocarle. Por lo que podía ver, aún sangraba; maldita hidrocodona de la vicodina.

- Ni voy a hacerlo. Vamos dentro. Estoy bien, es mi paciente quien se muere - Me recordó intentando poner cara de fastidio y consiguiéndolo sólo a medias; al parecer todo lo que se hubiera tomado no era suficiente para que el dolor no fuera visible en sus gestos.

House me soltó y sacó el bastón del taxi, dándome con él en un hombro para que me apartara. Por supuesto, no lo hice.

- Si estás bien o no lo decidiré yo. Y no vas a entrar a ver a tu paciente inmunocomprometido y moribundo estando lleno de sangre, barro y quién sabe qué más cosas.

Masculló una maldición entre dientes que se convirtió en quejido cuando empezó a salir del coche intentando atropellarme a su paso. Le cogí del brazo para ayudarle y despacio, tirando a veces y dejándole a él agarrarse a mí consiguió salir. Por supuesto, no le hizo ninguna gracia que hubiera tenido que asistirle.

- ¿Le has pagado? - le pregunté no sé para qué, y saqué la cartera para darle al taxista lo que le debía y que se pudiera ir. Volví a suspirar al verle apoyarse pesadamente en el bastón - ¿Por qué no has entrado por urgencias?

- ¿Por qué es tan fea tu corbata?

Giré los ojos.

- Hubieras tenido que andar menos - Continué sin hacerle caso.

- Hubieras podido combinar mejor la camisa.

- Vaya, no sé si estás tan ingenioso por lo que molan los accidentes o por lo colocado que estás - Le dije secamente, mirándole de soslayo.

- Ni molan ni estoy colocado - Su voz bajó una octava como clara advertencia de que dejara el tema, pero tenía ganas de seguir. Después de todo, él había empezado a hacer el gilipollas con sus respuestas cuando yo sólo quería ayudar.

- Venga... ¿estrellarte con la moto no te parece divertido? Pensaba que eso entraba en el pack de la velocidad de vértigo, la cojera y la adicción sobre dos ruedas...

Sentí su mirada azul traspasarme de parte a parte como si fuera un rayo láser, pero no me importó. Nunca había estado de acuerdo con la moto del demonio así que no iba a disculparme de ningún modo por algo que me había parecido apropiado decir.

Lo que sí hice fue sujetarle contra mí inconscientemente al ver peligrar su equilibrio, apartándome un poco en cuanto me chilló que no le apretara así.

Al instante estaba auscultándole el brazo izquierdo, que por los raspones de la cazadora era el que peor parado había salido, y notando por primera vez que llevaba la mano en el bolsillo.

- ¡¿No te ha quedado claro que me duele?! - Me espetó de pronto intentando apartarse cuando llegaba al hombro, y tuve que sujetarle por la cintura antes de que cayera de espaldas al tropezarse con su sombra. Siseó, todo su cuerpo tensándose de golpe, y pensé que en el hospital le harían menos daño que yo.

- Está bien... - miré arriba dándome por vencido - Vamos dentro. En urgencias nos dirán qué te has hecho.

- No vamos a urgencias - Dijo rotundamente entre dientes, y le miré con los ojos como platos. Básicamente porque estaba hecho polvo y porque el brazo del bastón le temblaba al apoyar su peso sobre él.

- ¿Estás tonto o qué? - Me escuché decir, y hasta me sorprendí. El subconsciente me había traicionado y había dicho en alto lo que pensaba.

- No quiero a un médico de urgencias. Y no quiero que Cameron baje corriendo como un alma en pena - Explicó con una mueca de fastidio.

- ¿Entonces qué¿Te curo yo en mi despacho con los peluches de mis críos?

- Hasta "despacho" es una idea estupenda. Después de todo creo que eres médico o algo parecido…

- House, no - me puse serio, realmente serio, y enfaticé mis palabras con un gesto - No dices más que sandeces¿seguro que llevabas el casco?

Aquello estaba comenzando a ser absurdo. Había tenido un accidente, le dolía hasta lo que era imposible doler¿qué esperaba conseguir con no ir a urgencias¿Una baja más larga para no pasar consulta?

De pronto vislumbré un rencor en su expresión que sólo había utilizado contra mí en contadas ocasiones. Una recientemente, cuando Tritter y yo fuimos a ofrecerle el trato y otra... la otra fue aquella noche en mi despacho, cuando descubrió el pequeño engaño que Cuddy y yo habíamos montado para bajarle el ego.

- ¿Ahora no sólo hago carreras por las obras puesto de pastillas sino que además voy sin casco? - preguntó sin alzar una palabra más que otra, y casi parecía como si bromeara a pesar de que había visto cadáveres menos serios - Por favor, termina el juicio con algún atropello antes de tirar al mar la llave del calabozo...

Tragué saliva cuando se soltó de mí de un tirón y echó a andar, costándole cada paso un obvio triunfo. No se paró, ni miró atrás, justo igual que aquella noche, sólo que esta vez le seguí.

Tal vez había sido demasiado duro con él. Había sido un accidente, después de todo... Uno que no sabía cómo había sucedido.

No estaba puesto, tal vez no había sido su culpa, ni de su moto. Tal vez... quizá había sido injusto con él.

- Oh, Dios... Vale. - suspiré. No quería que me evitarapor los pasillos durante semanas como entonces - Esquivaremos a Cameron y miraré qué te has hecho...

Despacio, tan despacio que sentía que se me debían haber formado carámbanos en la bata, llegamos al ascensor. House apoyó la espalda en una de las paredes con un suspiro de alivio y yo pulsé el botón repetidas veces de nuevo, queriendo que las puertas al reino del hielo se cerraran de una vez.

- Bueno¿algo que tenga que ir sabiendo…? - Le pregunté mientras subíamos acompañados del zumbido de las poleas del ascensor. La postura forzada de su espalda y el hecho de que las caídas de moto tuvieran un alto porcentaje de probabilidades de fractura en miembros superiores hacían que mis ojos fueran constantemente hasta su brazo izquierdo. Tenía algo roto, estaba seguro. Astillado al menos. Por eso tenía la mano en el bolsillo, como intento precario de inmovilización.

- Déjame pensar. ¿Que salí volando de la moto? - Respondió con tanta acidez como fue capaz.

Mi mente actuó antes de siquiera recordar que ya había tenido suficientes broncas con él.

- ¿En serio? - giré los ojos al techo - ¿Y para decirme algo que ya me dicen tus raspones casi me da un infarto del susto y dejo mis consultas?

Por un momento esperé uno de sus famosos "nadie te dijo que...", pero ni siquiera House tenía tanta cara para decirme eso después de ser él quien me buscara en primer lugar con esa insistencia.

Me crucé de brazos esperando respuesta y por la expresión que puso deduje que no esperaba que estuviera tan peleón. Respiré hondo y volví a recordarme que no quería pelear. Llevaba mala noche, amén de larga, pero por una vez House no tenía culpa de

que estuviera a punto de quedarme dormido de pie. Seguramente aquella vez, y sin que sirviera de precedente, no tuviera culpa de nada.

El ascensor sonó al llegar a la planta baja, y cuando fui a salir pensando en hacer un intento por portarme bien, un bastón me lo impidió.

- Vamos arriba - Dijo, y apretó el botón de nuestra planta con la contra, haciéndome fruncir el ceño.

- Tengo que curarte - Le recordé con toda la paciencia del mundo.

- Puedes hacerlo en un sitio donde no se entere todo el hospital. Quiero salvar a mi paciente antes de que alguna histérica me ate a una cama o me mande a casa - Murmuró haciendo una mueca de disgusto que no tenía muy claro si iba dedicado a Cameron o a Cuddy. O a ambas.

- Pero las radiografías son abajo - La campanita del ascensor sonó otra vez y las puertas se abrieron en nuestra planta para dejarnos salir.

- No las necesito.

La forma en que le costaba hablar, cansado y más grave de lo normal, era un indicador obvio de que, efectivamente, no lo necesitaba. Ni eso ni nada, como de costumbre. Inconscientemente llevé una mano sobre mis ojos y acabé bajándola al puente de la nariz.

Ya en el pasillo le cogí del antebrazo y suavemente a pesar de todo le saqué la mano izquierda del bolsillo. No tuvo ni tiempo de gruñir o mirarme mal; no se lo esperaba.

A su exclamación de dolor le siguió una maldición, y las piernas dejaron automáticamente de sostenerle. Sin pensar clavé los talones al suelo y le apreté contra mí antes para evitar que cayera, y él me echó un brazo por el cuello, bastón y todo en la mano.

Siseó entre dientes desde mi hombro, clavándome el puño en la espalda con tanta fuerza que temblaba entero. Claro que, bien podría haber dicho que el cielo era verde y lo hubiera dado igualmente por válido. El olor a cuero y a champú no me dejaba pensar con claridad.

Tenía su hombro casi en mi cara por la forma en que me rodeaba el cuello, pero no tragué saliva porque me resultara difícil respirar. O sí, pero no porque apretara o pesara. Era el hecho, la sensación de tenerle sujeto a mí como si de nuestro agarre dependiera el mundo lo que me dejaba sin resuello.

Eso y las puntas de los ricillos que le salían por la nuca haciéndome cosquillas. Y sus jadeos cálidos, los gemidos, en mi cuello. Y sus caderas apoyándose en las mías para guardar en equilibrio.

Sus caderas.

Cerré los ojos un momento y me esforcé por recordar que todo era culpa de su moto y que estaba enfadado con él. En momentos como aquellos odiaba profundamente que no sólo mi mente estuviera dispuesta a dejar de hacer algo por atenderle, sino que mi cuerpo también lo estuviera. En más de un sentido.

Estuvimos así el tiempo que tardó el dolor en volverse manejable, y casi suspiré aliviado cuando empezó a maniobrar torpemente para apoyarse de nuevo en el bastón, confiando ciegamente en mí mientras se estabilizaba por sí mismo. Cuando le solté tenía la sensación de que se me iban a caer los brazos del esfuerzo que había sido sujetarle, pero no podía quejarme de algo que había disfrutado.

- ¿Aún no crees que necesites las radiografías? – Le pregunté intentando mirarle a la cara y consiguiéndolo a medias.

- Estoy bien... - sopló entre dientes. Dio un par de pasos titubeantes al frente; no sólo le costaba andar más que antes, sino que era incapaz de mantener el gesto inmutable incluso sin moverse - ¿Y mi paciente…?

- ¿Que estás bien...¿Cómo eres tan cabezón? - Pregunté frunciendo el ceño. Dios, las radiografías eran de las pruebas más tontas que solíamos hacerles a los pacientes y eran absolutamente necesarias en este caso para diagnosticar fisuras y roturas.

Y en caso de que tuviera razón, cosa de la que no estaba nada convencido, tendría que hacerle pruebas para ver el alcance del daño muscular.

- Porque la última vez que dejé que alguien me diagnosticara acabé cojo… – tragó saliva y no pudo evitar hacer una mueca - Mi brazo me gusta donde está y como está… y no quiero ponerte en una posición que me obligue a aborrecerte - Me dijo amargo, como siempre que salía a relucir el tema.

Mi busca sonó tres veces, evitándome así el tener que responder o mejor, morderme la lengua y envenenarme.

- ¿Y tu móvil? - Le pregunté a pesar de imaginar la respuesta.

- Apagado y fuera de cobertura. ¿Cameron?

- Sí.

- ¿Mi paciente?

- No. Quiere saber dónde estás.

House resopló como con burla.

- ¿Cómo está mi paciente?

No le dije nada, intentando pensar qué decirle a Cameron, pero cuando me preguntó de corrido una quinta vez le contesté por no escucharle más.

- Está estable. Grave. Inmunocomprometido, en una sala de aislamiento. Cameron estaba tratándole las hemorragias, pero aún así seguía perdiendo mucha sangre la última vez que hablé con ella.

- Quiero que le hagan una punción lumbar… ¿Cómo está el hígado?

- Y yo que sé. Es tu paciente. Pregúntale a ella si quieres saber más… aunque creo que la punción se la estaba haciendo motu propio…

Nada más dije eso se detuvo en el pasillo y se dio la vuelta, yendo hacia la primera puerta que encontró a la derecha.

- Es el vestuario, House - Casi gemí de la desesperación que me provocaba siempre que se le metía algo entre ceja y ceja.

- Ya lo sé - Empujó la puerta, se metió dentro y los hombros se me hundieron. Tenía sueño, estaba cansado... e iba a tener que pelearme con él por no dejarme curarle. Tal vez debería llamar a una enfermera y a un par de celadores para obligarle a bajar a urgencias y dejarnos de tonterías de una vez.

Me pasé una mano por la cara y suspiré. Miré a la puerta unos momentos, y entré tras él.

House se dejó caer en uno de los bancos de madera, pero la nueva postura no pareció darle alivio. De hecho se llevó la diestra al costado izquierdo, obviamente dolorido, y aquello añadió una preocupación más a mi lista, aunque al menos no era el top uno. Si tuviera las costillas partidas de ningún modo se estaría moviendo como lo hacía.

Cerré los ojos un momento y me acerqué a él. Las radiografías tendrían que esperar, pero se las haría.

Metió una mano en el bolsillo y sacó sus siempre presentes pastillas, pero se las arrebaté antes de que pudiera abrirlas.

- No más pastillas hasta que venga. Y de ahí no vas a moverte - le dije casi poniéndome en jarras – Voy a ir a por todas esas cosas que tendría a mano en urgencias...

- De acuerdo mamá, dejaré el rally por las obras para otro rato.

Miré al techo y levanté un dedo destinado a apuntarle, pero lo único que salió fue un suspiro exasperado así que me di la vuelta y salí del vestuario.

Cálmate James. No estás haciéndole bien ni a él ni a ti. Necesitamos un plan de acción ahora que no está delante para distraerte, me dije, y enseguida estaba pensando qué y cuánto iba a necesitar. Tendría que ingeniármelas para hacerle un MRI de la pierna por si acaso, y seguro que antiinflamatorios y relajante muscular estarían a la orden del día… y reposo. Pero de todo aquello no podía encargarme yo como oncólogo... sino que debería llevar el seguimiento al menos de un internista.

Agh, debería llevarle a urgencias ahora mismo y que le ataran a una cama...

Cogí el móvil y mandé al busca de Cameron un mensaje para que bajara a la planta de abajo; necesitaba entrar al despacho de House para coger algo de ropa.

Suspiré cansado y fui al departamento de Diagnósticos; Cameron ya no estaba allí y entré en el despacho de mi amigo sin ningún contratiempo. Tanteé en busca de la llave de la luz, pero terminé por quedarme inmóvil con la mirada perdida en ninguna parte.

El olor de aquél despacho, su olor, me había recordado de golpe lo que había pasado en el pasillo. Por un momento me pareció volver a oír el cuero crujiendo al moverse y el peso de su cuerpo, su calor. Tragué saliva de nuevo. Las mejillas me ardían.

No sabía si era su mente brillante, su carácter infantil o qué lo que me atraía. Tal vez su estatus de persona inalcanzable me diera morbo, o el hecho de que sólo a mí me enseñara su sonrisa olvidada para el mundo.

A veces... A veces House hacía algo, un movimiento, un gesto con sus dichosos chupachups, cualquier cosa sin significado aparente, y las piernas me flaqueaban. Las primeras veces me negaba a creer que tuviera aquél efecto en mí y salía corriendo a mi despacho o a donde pudiera escaparme durante todo el tiempo que necesitara para recomponerme. Después de varias veces me di cuenta de que no podía negar lo evidente, que mi afán por estar siempre a su lado, por cuidarte y protegerle, el pagarle sus vicios, las comidas, pasarme tardes y noches completas disfrutando de su compañía... todo eso era parte de lo mismo. Mi cuerpo reaccionaba a él como había hecho a otras personas y no había forma en que yo pudiera evitarlo.

Nunca pensé que se fuera a dar el caso de que nuestros cuerpos estuvieran tan juntos, de sentir su aliento contra mí. Me había abrazado, aunque fuera involuntariamente, y eso me había dejado la miel en los labios y las hormonas revueltas.

Me hubiera encantado besarle.

Me sonreí un poco, frustrado y amargo, y al darme cuenta que las manos me temblaban hice dos puños con ellas.

Me había llamado para que le ayudara, me necesitaba y confiaba en mí todo lo que alguien como House podía confiar. Eso era lo más que iba a conseguir de él porque pensar en House como algo distinto a un amigo era fracasar antes siquiera de empezar.

Salvo en bromas absurdas, nunca me había demostrado que le gustara algo que no fueran las mujeres y, por Dios, si hubiera querido algo conmigo obviamente ya lo hubiera sabido; Greg House siempre conseguía lo que se proponía, fuera lo que fuera y quien fuera.

Aquello tendría que bastarme. No le dejaría tirado en el vestuario.

El camino de vuelta lo hice casi tan rápido como el de ida, mirando bien por si me encontraba con Cameron o alguien que pudiera notar sospechoso lo que llevaba en las manos. Había cogido su ropa del cajón donde solía guardarla y había asaltado el almacenillo donde las enfermeras se aprovisionaban de vendas, esparadrapo y similares.

No había cogido demasiadas cosas, sólo antisépticos y utensilios del estilo para hacerle una primera cura hasta que le convenciera de ir a urgencias... porque no le iba a dejar irse a casa, y menos a ver a su paciente, tal y como estaba. De hecho tenía el plan perfecto.

Cabezota como era, accedería en un primer momento por muy loco que pudiera parecerle… pero estaba seguro de que cuando tuviera que levantarse la cosa cambiaría y se daría cuenta de que necesitaba bajar a urgencias.

- Vas a ir derechito a la ducha - Le dije dejando a su lado la ropa, casi sintiéndome James Bond al llegar a mi destino sin incidencias. Allí mismo, aunque un poco más lejos, dejé las medicinas, vendas y desinfectante que había traído para él.

Analgésicos no había cogido por dos cosas. Una, de momento tenía suficiente vicodina en el bote que le había confiscado, y dos, como su cuerpo estaba demasiado acostumbrado a ella sabía que no aliviaría los golpes, la fractura, fisura, distensión o lo que fuera que se hubiera hecho en la caída, así que tenía un punto más de fuerza en mi plan.

Sí, era mayormente cruel, pero siendo House cualquier precaución era poca.

- ¿Eso es lo mejor que se te ha ocurrido? Se reblandecerán las costras – Refunfuñó.

- ¿Prefieres que te las arranque tirando de la tela?

- Punto y partido - Murmuró derrotado por una vez, y mi lado más infantil se llenó de orgullo. Ya había picado el anzuelo.

Cansado, puse me puse una mano en la cintura y balanceé el peso de una pierna a otra, expectante. Mi racha de ganador no se había terminado aún.

House era incapaz de desabrocharse por completo la cazadora; la cremallera se atascaba en los pliegues, y por supuesto al final, y con una mano estando sentado simplemente no podía.

Me miró con rencor, como si hubiera sido yo el culpable de que se viera en aquella situación, y desistió, agarrando con fuerza el banco sobre el que se sentaba.

- ¿Es que no eres capaz de dejar a un lado tu pose de amigo hipócrita ni siquiera cuando estás viendo que no…? – se miró haciendo un gesto, remiso a decir que no era capaz él solo - ¿Lo del catéter no fue bastante¿También tengo que inmovilizarme yo solo el hombro?

Su tono era todo veneno, y apenas sin pensar le tomé de las solapas de la cazadora sintiendo el cuero crujir en mis dedos y se tensó, no preparado para que le hiciera daño, sino pasándolo verdaderamente mal con aquél único gesto.

La espalda recta, el hombro izquierdo inusualmente forzado atrás en comparación con el derecho y por supuesto sus palabras, confirmaban mi teoría de que había algo roto… y no sólo hacía el cabestro no diciéndomelo sino que encima me acusaba de no quererle ayudar.

- No hacía ni dos semanas que nos habías engañado a todos fingiendo que tenías un cáncer inoperable¿recuerdas¡Cualquier persona en su sano juicio hubiera dudado de tu palabra! – Espeté, y él me miró fatal.

- Qué curioso que ese dudar tuyo tenga efectos retroactivos… de un año atrás, o incluso ahora más de medio año después… – dijo entre dientes, porque no me daba la gana de soltarle y debía estar haciéndole daño - ¿No será más bien que… por defecto no me crees¿O es que tengo… que suplicarte?

- ¿¡Suplicarme¡Pero si hasta ahora no has sido capaz de decirme lo que te has hecho¡Si no me has dejado llevarte a urgencias, no me has dejado hacerte pruebas! – exclamé incrédulo tirando un poco del cuero y pasando los dedos por los dientes de la cremallera por no estrangularle. - ¿Crees que me dieron una bola de cristal con el título de oncólogo, o qué¿Qué absurda prueba de las tuyas es ésta, House¿Es que querías que no te hiciera caso y llamara a los celadores para que te arrastraran a una cama¿Es eso¿No he pasado la prueba de buen amigo porque he hecho lo que me has pedido que haga?

Todos los argumentos de los que me había convencido en su despacho, entre ellos el de que confiaba en mí, acabaron hechos un reguño en la papelera de mi mente.

Nos aguantamos la mirada unos segundos más y le solté, sintiéndome imbécil como de costumbre, y House agachó la cabeza.

- Es la clavícula. – Murmuró, y se le dibujó una mueca mientras su mano frotaba con más delicadeza de la acostumbrada a una distancia considerable del hueco de su cuadriceps.

- Y por supuesto prefieres atiborrarte a pastillas y dejar que te haga polvo quitándote la cazadora antes de confiar en mí. - Suspiré dejando caer los brazos contra mis caderas. Ya no tenía fuerzas para exasperarme como antes así que me contenté con mirarle arqueando las cejas, pero House no hizo nada.

- No es una cuestión de confianza…

- No, es de hacer las cosas como te da la gana. Es decir, de comportarte conmigo como si fuera a tirarte a los leones en vez de curarte. – agité la cabeza y fui al montoncito donde había dejado las cosas - ¿Cómo… cómo puedes echarme en cara que no quiero ayudarte cuando nunca eres capaz de tener una conversación seria y sincera conmigo sobre lo que te pasa?

Me senté en el banco, dándole la espalda. No tenía ganas de que me viera en la cara lo que me dolía que no confiara en mí porque se reiría de mí y le odiaría por ello. Más.

- Porque siempre que lo intento pasas de mí. Como antes, que no has creído una palabra de lo que te he dicho. – Gruñó.

- Porque estoy más que escarmentado de tus perrerías.

- Yo también lo estoy de tus supuestos intentos de ayudarme, entre los que se incluyen un par de desintoxicaciones sin el más mínimo control médico…

¿Un par…? La de Tritter es obvia pero ¿¿cómo se ha enterado de que la apuesta con Cuddy fue idea mía…??

Tuve la decencia de sentirme un poco mal por sus palabras, pero poco, porque estaba aún demasiado enfadado con lo que acababa de pasar. Puede que mis intentos de ayudarle no fueran demasiado fructuosos, pero desde luego nadie podía decirme que no lo intentaba, y mucho menos él.

Nos quedamos en silencio unos momentos, hasta que House lo rompió con la voz algo ronca.

- Sabes que odio los hospitales - Escuché en su tono algo exasperado el comienzo de una de sus disculpas que no eran tales, y decidí no darle cuartel.

- Pues entonces te equivocaste de profesión, House. - Contesté cortante jugueteando con el bote de antiséptico que había traído. El cuero crujió, y le imaginé mirando al techo.

- Vale. Odio que me traten en los hospitales.

- Puedes compartir esa reflexión con todos los que están en urgencias, más tu paciente, más todos los ingresados, mis enfermos de cáncer... - Respondí, y hasta me salió una sonrisita mordaz. Agité un poco el bote y me quedé ensimismado escuchando el sonido lechoso del líquido en su interior.

- Dios¿qué quieres que diga?

- ¿La verdad, para variar¿O que sientes ser un capullo, por ejemplo?

- ¡Ya te he dicho la verdad¡Odio los hospitales, no quiero que Cuddy o Cameron me encuentren, y no decirte nada era la forma mas fácil de evitar la planta baja!

Normalmente lo hubiera gruñido un tercio más alto que su tono habitual, pero como debía estar demasiado cansado para hacerlo añadió la fuerza que le faltaba tirando su bastón al suelo para que repicara contra las baldosas.

- Claro, porque como soy idiota no me daría cuenta de que necesitas radiografías. ¿Tan mal médico crees que soy?

- Si lo creyera no te habría llamado.

- ¿Y lo hubieras hecho todo tú sólo, inmovilización en ocho incluida? - Tuve que volverme a mirarle, no pude contenerme, pero mi gesto vicioso se trocó en uno de absoluta incredulidad casi al momento al ver lo serio que me devolvió la mirada.

- Sí.

Pero ¿¿cómo que sí?? gritó mi mente, al instante recordé la historia del catéter. Mi cuerpo reaccionó por instinto y escondí los ojos detrás de mi mano, bote y todo entre los dedos.

- Eres... - tragué aire y casi me ahogué del enfado- No sé cómo, pero te las habrías apañado aunque fuera por restregármelo por las narices.

- ¿Podemos seguir ya con la parte en que eres el héroe de la película y ayudas al villano moribundo…?

- No te estás muriendo. Y aunque lo estuvieras te quedaría mejor ser el villano tocapelotas - Gruñí exasperado dejando el frasco sobre el banco y arrodillándome frente a él. Cogí el cuello de la camiseta con la mano libre y lo estiré todo lo que pude, obligándole a mantenerlo sujeto para que pudiera ver qué se había hecho.

En principio no se veía ningún bulto, y soplé aliviado.

- Al menos parece que has reducido la fractura, les diré a los de pediatría que te pongan una estrellita en la frente... ¿Es múltiple? - pregunté llevando dos dedos a la intersección de la clavícula y el esternón – Aguanta quieto un momento. Esto va a dolerte.

- Creo que no… – Se quejó cuando llegué aproximadamente al primer tercio del hueso, pero como el resto parecía intacto asumí que tenía razón como de costumbre. Soplé y agité un poco la cabeza, metiendo la mano en mi bata para sacar el móvil.

- No vas a… llamar a nadie… - Dijo entrecortadamente, recuperándose aún de la exploración en la fractura.

- Claro que sí. - le dije sin levantar la vista de la pantalla – Hasta donde llego, un hueso roto no es un cáncer. - Pulsé varias veces, y cuando iba a ponerme el teléfono en la oreja House lo tiró al suelo de un manotazo que le hizo ver las estrellas. - Pero ¿qué coño haces?

- Te digo… que no les llames... – Casi gruñó entre dientes sujetándose el brazo contra el cuerpo por primera vez desde que le sacara del taxi.

- No voy a sacarte la cazadora a tirones, House. Tu masoquismo puede que no tenga límites, pero el mío sí. - Me agaché a recoger el móvil y me quedé doblado a medio camino al escucharle decir que le cortara la cazadora y le inmovilizara con vendas.

Parpadeé un par de veces. ¿Cortarle la cazadora de cuero¿La nueva de los dos mil dólares?

Le miré frunciendo el ceño y lo que vi no me gustó. Su gesto, sus ojos me decían totalmente en serio lo de la cazadora.

- ¿Te has quedado sordo de pronto...? - gruñó estirando la espalda atrás y gimiendo a la vez - Dame mis pastillas...

- No.

Lo dije como acto reflejo, sin siquiera pensarlo, y casi sentí el odio de House tangible a mi alrededor.

- Ya sé que te duele - intenté aplacarle - Vamos abajo, y en urgenc...

- ¡Corta la chaqueta de una puta vez, joder! - Exclamó de pronto, sobresaltándome.

- ¡No tengo tijeras!

- ¡¡Pues ve por ellas!!

Me llevé las manos a las sienes un momento para detener las palabras en mi cabeza antes de que salieran por la boca y le pusiera a parir.

- Pero¿no ves que voy a hacerte polvo sin ponerte anestesia¿Por qué no quieres ir a urgencias? -intenté decir lo más despacio y calmado posible, como si intentara razonar con un niño con pataleta en vez de cruzarle la cara.

- ¡Porque no quiero!

- ¡Ah, vamos¡Eso no es una razón!

- ¿No querías que confiara en ti¡Confía tú en mí! - La voz estuvo a punto de quebrársele y se llevó la mano buena a los ojos, cerrándolos y apretando con fuerza el puente de la nariz. Estaba temblando de arriba abajo.

Hice un aspaviento y me levanté del banco. Entrecerré los ojos cuando me tiró la espalda y aproveché para estirarme. Llevaba casi veinticuatro horas en el hospital ya.

- Está bien….Voy a buscar unas tijeras... - Dije con un suspiro, y salí del vestuario sin mirar atrás camino al almacenillo de las enfermeras mientras pensaba en lo manipulador y ruin que podía llegar a ser a veces. A menudo. La mayoría de las veces.

- Vale. Aquí están las tijeras. - dije al regresar - Espero que valgan para cortar eso...

- Si valen para cortar escayolas... - Murmuró entre dientes abriendo los ojos al escuchar que me acercaba. Se había cambiado ligeramente de postura en mi breve ausencia; la espalda aún la mantenía completamente recta, pero tenía el brazo malo sobre el regazo y la mano derecha frotaba el muslo siguiendo siempre el mismo patrón, lejos del borde exterior.

La verdad es que tenía un aspecto lamentable, y al ver mi teléfono en el suelo un rinconcito de mi mente intentó convencerme de a llamar a urgencias, pero recuperé el aparato y lo acallé.

House quería que confiara en él. Bien. Eso haría. Después de todo le dolía a él, no a mí. Si quería ser terco como una mula…

Además aún se estaba desarrollando el plan original para llevarle a urgencias, y en el estado en que estaba cada vez tenía más claro que tendría que dar su brazo a torcer.

No que mi plan fuera bueno, de todos modos. Era una tontería. Una idiotez. Pero valdría para que intentara levantarse, y entonces…

- Te recuerdo que no tengo con qué dormirte el hombro, así que te va a doler… pero necesito que te estés bien quieto mientras corto. - Le expliqué innecesariamente, y como no me contestó comencé a la tarea, deteniéndome de cuando en cuando a coger el aliento.

Al terminar me dolía la mano de hacer fuerza y cortar el cuero tan grueso, pero con un poco de cuidado y su ayuda fui capaz de sacarle las dos mangas sin hacerle mucho daño, lo cual esperé que agradeciera. Luego, corté la camisa y la camiseta.

Hice una mueca en simpatía al poder verle por fin; parecía que le había pasado un camión por encima de las marcas que tenía por todas partes. Obviamente había caído sobre el brazo con todo el cuerpo, así que era un milagro que estuviera tan entero.

Al menos, para como podía estar, el hombro no tenía mal aspecto.

- Sólo voy a preguntártelo una vez. ¿Tienes algo más roto? - Le dije cogiendo las vendas y desenrollándolas. Necesitaba un ocho de verdad, pero obviamente igual que las enfermeras no guardaban drogas líquidas tampoco guardaban ese tipo de material de traumatología.

Mejor. Más puntos para mi plan.

- No que yo sep... ¡joder! - Maldijo encogiéndose lejos de mi mano haciendo una mueca de dolor; le había cogido por el brazo muy despacio para alinearle bien el hombro.

- Lo siento. - Me agaché y suavemente fui tanteando el costado enrojecido por si encontraba indicios de fisura en alguna de las costillas Era cálido bajo las yemas de mis dedos, y tragué saliva al darme cuenta de que estaba tocándole.

Nunca había soñado con... bueno. Soñado sí, en el sentido estricto de la palabra pero... Aquello era casi un milagro. El segundo milagro del día, contando con haberle tenido en mis brazos.

De pronto sentí una mano en la cabeza y mi corazón perdió un latido. La boca se me secó, me quedé quieto como una estatua.

Tragué saliva esperando que mi postura no le dejara verme la cara, porque de golpe sentí el aire de la habitación como si hubieran dejado todas las duchas abiertas con el agua hirviendo.

Enganchó la mano en mi pelo y suspiró como si hubiera dejado de contener la respiración, pero no me atreví a mirar. La sangre me latía con fuerza en las sienes y parecía como si de sus dedos se radiara todo el calor del mundo.

¡Reacciona, James¡¡Reacciona!!

- ¿Ah...?

¡Joder, di algo¡Pregunta¡Habla!

- ¿Va... todo bien? - Conseguí articular, y me sentí orgulloso de que tuviera hasta sentido.

- Si sigues haciendo eso te devolveré encima. - Admitió con cierto tono molesto, tragando saliva para hacer más creíble su amenaza.

- Ah...

Eso es, inteligencia ante todo...

Hubo un pequeño silencio y, aunque bajé el brazo seguí agachado junto a sus piernas. La mano del delito a veces tironeaba de mi pelo, y mi corazón parecía latir con más fuerza a cada segundo que pasábamos así. Bajé la cabeza de golpe, cerré los ojos e intenté calmarme; La situación estaba acabando con los pocos nervios que me quedaban. Y con mi cordura. El estómago se me había hecho un nudo y el instinto que me decía de salir corriendo de allí era tan claro como el hormigueo en mi bajo vientre.

Hormigueo. En el bajo vientre.

Oh, Dios, oh, Dios... Seguí tomando el nombre de Dios en vano como una ametralladora durante unos momentos hasta que tragué saliva penosamente y con la excusa perfecta de descalzarle clavé la mirada en sus pantalones. Mi mente cambió el chip al modo doctor, por lo cual di gracias, e hice una mueca.

Entre la sangre seca, el barro y los retales de tela no tenía muy buen aspecto, aunque si no hubiera llevado vaqueros el destrozo hubiera sido mucho mayor.

A la que me levantaba cogí mi móvil y el bastón y se lo ofrecí rogando no estar sonrojado, aunque con el calor que sentía suponía que era un intento fútil. House me miró de arriba a abajo con aquellos ojos de hielo y el nudo en el estómago se tensó.

- Vamos a... - me aclaré la garganta, intentando no sonar nervioso - ...la ducha, anda. A este paso tu paciente se curará solo...

- O se morirá del todo - gruñó - ¿Te importaría vendarme antes de que… se me caiga el brazo al suelo…?

Deseé que se me tragara la tierra; tenía las vendas en la mano.

Sonreí apurado y eché la culpa de mi despiste a que tenía sueño, mucho sueño. No sé si me creyó o no pero no dijo nada, y tanto silencio por su parte me ponía aún más nervioso. House nunca era de callarse cuando había posibilidad de meter el dedo en la yaga, así que estaba seguro de que algo le pasaba por la mente.

¿Tu comportamiento de quinceañera, tal vez¡House es de todo menos idiota! Ay Dios...

Para quitarme de su escrutinio fui tras él para vendarle, y cuando pensaba que allí estaría seguro apoyó el lomo en mi cintura obviamente para estar más cómodo. Mi estómago, o más bien lo que estaba bajo él, dio un brinco y me aparté tan rápido que estuvo a punto de caer al suelo.

El movimiento brusco de sujetarse al banco le arrancó un quejido y me mordí el labio sintiéndome fatal por ello.

- Pero ¿¿qué coño te pasa?? - Casi me chilló intentando mirarme por encima del hombro cuando el dolor remitió lo suficiente.

No pudo girarse tanto como para verle el gesto completo, pero fue suficiente. Me acerqué de nuevo, el corazón latiéndome a toda velocidad.

No tenía excusa, y no podía decirle que casi se había estampado contra el suelo porque mis hormonas se revolucionaban cada vez que me tocaba.

- Lo siento... - Me disculpé en un murmullo, y haciendo de tripas corazón le puse las manos en la base del cuello, frotando suavemente lejos de sus heridas para intentar aplacarle.

- ¿Te has vuelto idiota del todo de pronto o qué?

- Lo siento, lo siento… Estoy un poco despistado... Muchas horas aquí, ya sabes… Anda, sujeta aquí - Le di el empiece de la gasa y le vendé lo mejor que pude, deteniéndome sólo cuando no podía evitar rebullirse. Sabía que le estaba haciendo daño y mi instinto me decía de revolverle el pelo canoso para darle ánimos, pero sabía que sólo conseguiría un gruñido o algo peor. Aunque bien visto posiblemente una tarascada de las suyas hubiera servido para bajarle los ánimos a mis hormonas.

Corté un poco de esparadrapo con los dientes y sujeté el vendaje. Esperaba no haberlo puesto demasiado apretado como para que estuviera incómodo; iba a tener tiempo de sobra de estarlo cuando le pusiera el ocho de verdad.

- No hace falta que lo jures - Murmuró entre dientes. Con otra de las vendas que había traído improvisé un cabestrillo para que estuviera lo más inmovilizado posible, y al terminar le di un golpecito amistoso para que se levantara. O lo intentase, al menos.

- A la ducha, vamos...

Quería terminar con aquello cuanto antes para escaparme a cualquier lado donde el hormigueo infame sólo fuera un problema molesto en vez de una fuente inacabable de burlas.

House plantó el bastón en el suelo y respiró lo más profundo que sus heridas le dejaron antes de apoyarse pesadamente en él. Encajó la mandíbula, el brazo del bastón le tembló y por un momento pensé que no iba a conseguir levantarse, pero tenía que haberlo imaginado A orgullo no le ganaba nadie.

No necesitó dar el primer paso para que le cambiara el gesto, con apoyar el mínimo peso en la pierna fue suficiente. Se tambaleó tragándose un quejido y yo, resignado a mi suerte y a su cabezonería fui a su lado, alerta y dispuesto a cogerle si la pierna le fallaba. El nefrólogo, que lo sabía, me odió con la mirada para que no se me ocurriera intentar ayudarle.

Sopló aliviado cuando por fin entró en una de las duchas y se pudo recostar contra la pared. Le caían gotas de sudor por las sienes y estaba más pálido que hacía un rato, lógicamente por el esfuerzo. No me gustaba tener que reconocerlo ni aunque fuera a mí mismo porque me daba mucho coraje cuando se obstinaba con algo, pero la verdad es que a veces era imposible no admirar su perseverancia.

Como el habitáculo era estrecho, era muy complicado que una vez libre del bastón no pudiera sujetarse con la mano si había algún problema. Lo dejé a mi lado, fuera y a salvo del agua y al fijarme bien en mi amigo me di cuenta de un pequeño detalle en mi absurdo plan. Porque era absurdo de principio a fin, para empezar, porque nadie en su sano juicio hubiera metido a un accidentado en su estado en una ducha.

Pero no se suponía que fuéramos a llegar a esto… pensé haciéndome a la idea de que era imposible que en su estado fuera capaz de mojarse, sujetarse y limpiarse las heridas él solo.

- ¿Te has traído el bañador, lince…? - Me preguntó con sorna como si me leyera el pensamiento. Entonces suspiré y tuve una de mis ideas marca registrada Wilson, de esas que nos hacían famosos como familia en nuestro barrio y entre nuestras amistades.

Ésta desbanca a la de meterle en la ducha, sin duda… pero ¿qué puedo hacer si no? Ya no puedo echarme atrás…

Dejé la bata junto al bastón y me metí en la ducha tal y como estaba, pensando acertadamente que no me mojaría en exceso si no abríamos mucho el grifo pero sin tener en cuenta otro pequeño detalle; mis zapatos de suela.

Planté un pie dentro de la ducha y con el impulso de meterme entero resbalé sobre el embaldosado empapado. Choqué contra House, nos agarramos, trastabillamos y frenamos en seco contra la pared del fondo. Le escuché quejarse roncamente por el impacto, aunque bien podía haber sido yo porque me había dado de cabeza contra los azulejos.

El agua de la ducha, que no sabía muy bien cómo habíamos activado, me empapó la espalda en cuestión de segundos y se llevó parte del atontamiento del golpe.

Aún le tenía cogido y sentía su mano apretando en mi espalda. Su brazo malo había terminado entre el cuerpo de los dos, y aunque por suerte mi peso no le caía en el hombro una de sus piernas estaba entre las mías.

Al darme cuenta me eché atrás rápidamente para soltarle, con la mala fortuna que me dio un mareo y cerré los ojos, y lo único que conseguí fue que el chorro de la ducha me cayera sobre la cabeza en lugar de en la espalda. El agua me caía por la cara al escurrir por el pelo empapado y la ropa se me pegó al instante casi como una segunda piel.

Estábamos tan cerca que sentí cuando se encogió tragando aire, dolorido por la postura. Engarfiando la mano en mi camisa empapada se apoyó en mí para moverse, y tragué saliva sin querer cuando mi bajo vientre tomó conciencia de lo cerca que estaban nuestras caderas y de su muslo moviéndose entre los míos. Abrí los ojos y me percaté del hilillo de sangre que le escurría por el mentón.

Me vencí sobre él despacio, la cabeza latiéndome como si el cerebro continuara rebotando contra el cráneo por voluntad propia. No podía desviar la mirada de su boca y aunque sabía que debía apartarme no era capaz.

- Jimmy... - Murmuró suave. No sabía si estaba desconcertado o preocupado, o si simplemente quería que me apartara porque le hacía daño. Tragué saliva. Tan incómodo como el latir en mi frente eran la voz que me chillaba que estaba al borde de un precipicio sin paracaídas ni red, las mariposas en mi estómago y el calor que me subía por las caderas.

Sabía que no debía hacerlo, pero no era la primera vez que tiraba al retrete años de relación por no poder dejármela guardada en el pantalón. Sentía esa desazón que me había llevado a engañar a tantas mujeres, esposas incluidas, y como todas aquellas

veces no era capaz de detenerme. El hecho de que fuera mi mejor amigo y que pensara que se iba a intentar librar de mí de un puñetazo sólo lo hacía más morboso, más prohibido.

Y lo prohibido siempre me había excitado sobremanera.

Besé tentativamente la herida en su labio y House no se movió, así que cerré mi mente por completo a la voz que decía que estaba cometiendo el mayor error de mi vida para poder dedicar toda mi atención a su boca.

Si aquella iba a ser la primera y última vez que le probara, quería tener algo que recordar.

Una de mis manos fue junto a su cuello, por el lado bueno, y le tomé por la quijada con toda la suavidad del mundo. Le fui tanteando, dulce y tranquilo para que no se sintiera apresado, mientras besaba su labio inferior con los ojos cerrados. Me sujeté como pude con el otro antebrazo en la pared para descargarle de mi peso y le sentí respirar aliviado, su garra en mi espalda aflojándose ligeramente. Se movió entre mis piernas para ganar estabilidad cambiando su centro de gravedad y mis caderas le siguieron.

No quería, no podía dejar de sentirle.

El corazón me saltó en el pecho cuando de pronto su barba me arañó un poco al moverse para corresponderme. Le miré con los ojos como platos, sorprendido, pero él había cerrado los suyos y me tomaba de la nuca, enredándose en mi pelo mientras nuestras bocas cogían confianza.

Me asaltaron mil pensamientos ante lo insólito que me estaba pasando, pero su lengua acariciándome los labios terminó de golpe con todos los que no tenían que ver con su cuerpo y el mío pegados y húmedos.

Entreabrí la boca para dejarle entrar y forcejeamos, intentando hacernos con el control del beso. La sangre dulzona se mezcló con nuestra saliva a mordisquitos y tirones, y bajé la mano de su mentón con todo el cuidado que pude en nuestra situación para tocarle, por fin, sin timidez. No tenía el mejor cuerpo del mundo, eso ya lo sabía; mayormente delgaducho y obviamente desgarbado por la cojera, ya ni siquiera era tan fibroso como cuando hacía tanto ejercicio, pero no me importaba.

El agua que salpicaba de mí le llenaba de gotitas por las que resbalaban mis dedos y nos besábamos casi al ritmo presuroso del agua corriendo, hambrientos, ansiosos. Me mordió el labio y se movió bajo mí, haciéndome gemir en la garganta. Los pantalones me apretaban, estaba duro y quería violarle allí mismo, pero mis manos no respondían a la orden de bajar a su entrepierna. Estaba preocupado por él, porque se removía incómodo mientras nos besábamos y porque obviamente le dolía, y eso distraía a mi mitad doctor, maldita fuera.

- Venga... Vamos a que te curen... - Murmuré tan cerca de su mejilla que la barba me hacía cosquillas, aunque por el tono y mis caderas contra su pierna buena perfectamente podía haberle sugerido buscarnos una cama.

No, Dios. No pienses en eso. Tienes que esperarte, me dije, Espérate y gemirá por lo que le hagamos y no por lo que le ha hecho la moto

En lugar de articular respuesta, House se enganchó a mi pelo más brusco de lo que me habría gustado y se pegó a mí haciendo obviamente oídos sordos a mi petición. La idea de urgencias seguía sin gustarle, pero ya le había dejado jugar bastante a ser testarudo.

- Podemos seguir con esto luego - razoné entre besos, y su mano me cogió del cuello de golpe - Cuando estés mejor y pueda... podamos... estar más cómodos - Por suerte mi boca no dijo lo que mi mente estaba pensando; fue más lista y diplomática, y se lo agradecí usándola para delinearle una oreja.

No me había apartado de él cuando le escuché gemir, su mano como acero en mi cuello. Un escalofrío le hizo temblar entero y a pesar que le sujetaba fuerte sentí que ni la pared ni yo podíamos mantenerle de pie más tiempo.

El estómago se me encogió de preocupación mientras intentaba que su aterrizaje en las baldosas del suelo fuera lo más suave posible, sujetándole contra mi cuerpo y agachándome con él.

Sollozó algo inteligible en el hueco de mi cuello cuando sus rodillas tocaron el suelo, algo que bien pensado quizá podría haber sido una maldición, y me apresuré a intentar sentarle de lado para que distribuyera mejor su peso. Su espalda encontró pared en la que apoyarse y me soltó, los ojos fuertemente apretados, para agarrarse el muslo. La mano no le duró encima más de unos segundos; gimió y se soltó, echando la cabeza atrás y apretando el puño a escasos centímetros de donde había estado antes la palma.

Como era de todos sabido que odiaba mostrarse débil perdí la vista en las paredes azules por darle tiempo, pero al mirar de reojo comprendí que iba a necesitar algo más que tiempo para componerse. El agua de la ducha me caía de pleno sobre la cabeza una vez más y alargué un brazo para apagarla, tomándome un par de segundos para pensar qué hacer.

La palabra MRI se había grabado a fuego en mi mente, pero eso tenía que esperar. Lo imperativo era conseguirle algo de alivio en el momento, así que con todo el cuidado del mundo y aguardando cuando sus quejidos me decían que era demasiado, le estiré las piernas al frente.

- Voy a... Aguanta aquí un momento - Terminé diciendo, y corrí fuera sujetándome en las paredes para no resbalar. No quería dejarle solo, pero serían unos momentos nada más.

Chorreando agua agarré la bata y saqué m mi móvil del bolsillo para llamar a que vinieran de urgencias a por él. Mi mano chocó con el bote de vicodina que le había confiscado antes y lo agarré sin pensarlo.

Me acerqué a la ducha mientras me atendían para no dejarle sin vigilancia y tragué saliva apretando el bote de plástico. Le había visto engañarnos multitud de veces y siendo bastante convincente, pero aquello era imposible de fingir.

Un rinconcito en mi mente se preguntó cómo de terrible habría sido el infarto y me odié, me odié mucho por no haber estado a su lado entonces.

- Sí, en la cuarta planta...

- ¡...Wilson! - Aulló en un sollozo rabioso. Quería que no llamara, que no le metiera en urgencias a saber por qué absurdo argumento como que no le gustaban los médicos, pero ya era tiempo de terminar con aquella charada; su cuerpo no daba más de sí por muy cabezota que se pusiera y yo no hacía milagros.

- Ya está hecho. Te pediré un MRI para primera hora... - Le dije un poco cariacontecido metiéndome el móvil en un bolsillo mojado. No le debía una disculpa por obrar bien pero no pude evitarlo, aunque la culpa que me corroía era por lo que aún no había dicho. Tragué saliva.

- Tengo tus pastillas. O... puedo bajar corriendo a por morfina. - Dije a media voz. Me sentí lo más hipócrita y rastrero del mundo por ofrecerle los mismos calmantes que siempre le negaba, pero era lo único que podía hacer para ayudarle hasta que vinieran. House jadeaba entre dientes, crispado y pálido como un fantasma, pero su mirada al pensar lo mismo que yo fue más fría que el aire del Polo.

Su gesto se contrajo de nuevo por el dolor, y se fue bruscamente hacia delante para echar lo poco que tenía en el estómago.

Estuve a su lado tan rápido como pude, frotándole la espalda en un intento de darle apoyo.

Le había visto vomitar borracho unas cuantas veces, alguna hasta le había acompañado en su miseria, pero no le veía vomitar por algo así desde... desde nunca. El bote de pastillas seguía en mi mano, pero hasta que no se le asentara algo el estómago sería absurdo dárselas... lo cuál me dejaba sólo con la morfina, y aquella era una decisión que odiaba tener que tomar.

Se encogió un poco más hacia delante más o menos quieto y pensé que las arcadas distraían al dolor, pero al ver que su mano temblaba a milímetros de clavícula saltaron todas las alarmas de mi mente.

- House, no. ¡No! - Le sujeté de la muñeca y del hombro bueno intentando que no decidiera agravar la fractura para olvidarse de la pierna, y di gracias porque le doliera todo demasiado como para oponer demasiada resistencia. Dejó caer la cabeza, gimiendo en la garganta.

- Suéltame... - Murmuró entre dientes sin mirarme, tragando saliva compulsivamente para mantener la náusea a raya.

- Te soltaría si supiera que no vas a hacer más burradas, pero conociéndote...

- Quítame las manos... de encima... ¡coño...!- Forcejeó de nuevo intentando apartarse de mí y no tuve más remedio que reducirle a la fuerza. Peleamos, me gritó de todo, y aproveché que un movimiento involuntario forzó la fractura para sujetarle por el pecho y el hombro bueno contra la pared, quedando a horcajadas sobre él.

- ¡Deja de retorcerte, bestia! - casi le grité poniendo cuidado extra en no hacerle daño en la pierna en nuestros forcejeos - ¡Estoy intentando ayudarte!

Como si mis palabras hubieran llegado a su mente gimió, quedándose quieto por fin, y echó la cabeza atrás contra los baldosines. Sin poderlo evitar mis ojos se clavaron en el movimiento de su nuez al tragar saliva y entonces me di cuenta de que con toda aquello y gracias a Dios, la libido se me había esfumado. Un hilo de sangre bajó por su mentón y comenzó a gotear; se estaba mordiendo el labio fuerte y había abierto más la herida.

- ¿House...? - le llamé despacio. Gimiendo y tragando saliva de cuando en cuando ya no parecía peligroso, así que aflojé mi agarre un poco - Ánimo. Deben estar al llegar...

- No... quiero un... puto médico de... urgencias... - Jadeó obviando mi intento de manual de darle apoyo.

- Necesitas que te atiendan... - casi suspiré, y cuando parecía que iba a contestarme intentó echarse hacia delante con un quejido apretando la mano en el abdomen justo encima de su cadera derecha, pero le sujeté contra la pared.

Por un momento me había dado miedo que fuera a intentar otra de las suyas, pero el gesto de dolor era genuino. Le solté despacio e intentó encogerse sin conseguirlo, y mi preocupación subió otro punto extra en la escala al volverse su respiración irregular.

¿Podría tener alguna lesión interna de la que no nos hubiéramos percatado antes? Era improbable hasta el punto de ser casi imposible, pero no podía descartar nada. Con cuidado le quité la mano para auscultarle, y al aplicar presión y escucharle tuve que apretar los dientes para no apartarme. Mierda, cómo odiaba tener que hacerle aquello.

Vale, calma. Toma aire y piensa. Piensa. Está rígido, pero no puedo saber si es interno o es por lo tenso que está todo por el dolor. El MRI tendrá que ser más extenso...

Sus jadeos se hicieron más rápidos, y le tomé de un lado de la cabeza. Sendos regueros de lágrimas le surcaban las mejillas y estaba hiperventilando, y yo comenzaba a asustarme.

- House. ¡House¡Escúchame! - le agité un poco intentando que reaccionara, y se me encogió el estómago cuando me miró con aquellos ojos desorbitados - Ya sé que duele mucho pero tienes que intentar respirar normal¿vale? Sólo un momento, mientras voy por la morfina y vengo. ¿Puedes hacerlo? - Apreté mi mano en su hombro bueno unos segundos y no esperé una respuesta que sabía no iba a llegar.

Salí corriendo una vez más, sujetándome en las paredes para no matarme y acababa de salir de la ducha cuando se abrió de par la puerta del vestuario. El enfermero que venía primero y yo intercambiamos miradas, pero solo fue un segundo. Al momento estaban

todos dentro, camilla y equipo incluidos.

- ¿Está ahí dentro? - Me preguntó el médico cuando hubieron llegado hasta mí, y asentí.

- En la primera a la izquierda. Cuadro de dolor crónico agudo en la pierna derecha y fractura de la clavícula izquierda, además de dolor abdominal en el cuadrante inferior derecho y contusiones por accidente de moto. La cabeza está bien, llevaba casco. Ponle 4 mg de morfina intravenosa y 2 de fenergán. No quiero que agrave lo que sea que le pase en el costado por culpa de las arcadas.

- ¡¿Qué?! - Un tono demasiado agudo para ser humano se me clavó hasta el alma y me giré. Cameron estaba en el marco de la puerta mirándome como si fuera una aparición, aunque la cara de sorpresa le duró bien poco.

Oh, mierda...

- ¡Dr. Wilson! - Me llamó casi con un grito y todo, desde su gesto hasta la forma de repicar sus tacones por el suelo, me decían lo enfadada que estaba conmigo por haberla ignorado y engañado sobre House.

Pues verás cuando se entere Cuddy… Y lo peor es que tendrán razón... Tendría que haberle llevado a urgencias según entró por la puerta. Ay Dios, en qué lío me he metido yo solo...

Inconscientemente bajé la vista al suelo. Todo yo estaba empapado, y aunque camisa, pantalones y puede que hasta la corbata fueran aprovechables, los zapatos tendría que tirarlos seguro.

- ¿Un accidente de moto¿Cómo... cómo habéis acabado aquí después de eso¿Qué ha pasado? - La mujer se colocó frente a mí con expresión ansiosa y la miré. En sus ojos vi que quería que le diera una explicación creíble y lógica para aquello, pero no la tenía. Y me daba la sensación de que un "es que no esperaba que acabara tan mal" sería cavar mi propia tumba.

Casi suspiré. La iba a cavar de todas maneras... así que lo mejor sería intentar escapar por la tangente.

- ¿Esto no puede esperar a después? - Señalé vagamente a la ducha y me pasé una mano por la cara y el pelo con mi mejor expresión de preocupación y paciencia. Cameron ni siquiera se inmutó. Debía estar demasiado acostumbrada a los teatros de House como para que funcionaran los míos.

- Me parece que no podemos hacer mucho - también señaló a la ducha, y al volverme vi que, efectivamente, la entrada estaba bloqueada por ellos. Desde donde estábamos escuchaba un suave murmullo y pensé que estarían intentando serenar a mi amigo. - Y¿qué te ha pasado en la frente?

No pude evitar hacer una mueca al tocarme el golpe de forma inconsciente, y el pulsar de mi cabeza volvió en toda su gloria. Me sorprendí de haberlo olvidado, aunque no debí hacerlo. Con todo lo que había pasado en tan poco tiempo era lógico...

- Me... me di un golpe. Sin querer. - Especifiqué sin saber muy bien por qué, quizá porque estaba empezando a notar de nuevo el cansancio mortal que arrastraba desde hacía horas. Eso, y que mi mente estaba empezando a asimilar lo que había pasado y estaba atontándose por momentos.

No podía creerme lo que había hecho.

- Oye... ¿Estás bien? - Me preguntó de pronto Cameron pareciendo preocupada, y yo me apresuré a sonreír.

- Sí... Sólo estoy cansado, nada más.

De pronto un pensamiento me hizo hacer una mueca casi de terror.

Oh Dios, me mata. Si se entera de lo que pasó en la ducha, me mata... Dios... ¿por qué me meteré yo en estos líos...?

- ¿Wilson...?

- Pe…perdona. - me reí un poco, intentando poner mi mejor cara de inocencia - Tengo muchas cosas en la cabeza ahora mismo... Ya sabes, me asusté al verle así...

- Pero ¿cómo acabasteis en la ducha¿Por qué no le llevaste a urgencias?

Era una pregunta lógica. Obvia. De las que haría cualquiera con dos dedos de frente. Aún así sentí el estómago como si me hubieran tirado de golpe desde varios metros de altura. No sabía qué contestar, y la miré durante demasiados segundos como para que ninguna excusa fuera creíble.

Me froté la nuca. La tumba estaba terminada a mis pies y ya tenía la corona de flores. Sólo me faltaba saltar dentro, así que le conté a Cameron la historia evitando tantos detalles como me fue posible; no quería que me cayera la losa de mármol sobre la cabeza tan pronto.

Al menos tuvo el detalle de dejarme terminar de contarlo todo antes de saltar a por mi cuello.

- ¡¿Cómo se te ocurre hacerle caso¡Tenías que haberle arrastrado a urgencias! Por dios¡que es cojo!

Perfecto. Sólo me faltaba que los demás también usen su excusa de la pierna...

- Que sea cojo no le hace manejable¿sabes? - le contesté con un poco de amargura - Además te aseguro que sabe cómo usar el bastón.

- ¡Ah, vamos! Como si en urgencias no estuvieran acostumbrados a reducir a gente...

- Y planeaba llevarle abajo una vez le hubiera demostrado que no podía hacer nada más por él. – Medio mentí, básicamente porque no quería entrar en explicaciones banales.

- Qué considerado... - Me dijo con sorna, y no pude evitar hacer un aspaviento.

- Me pidió que no lo hiciera¿vale? Que confiara en él.

- Y decidiste que esta vez era la buena para hacerle caso¿no?

El veneno de sus palabras me tomó por sorpresa y por un momento me quedé con la boca abierta. ¿Le había contado algo y no me había dado cuenta o es que me la tenía guardada por algo que yo no recordaba?

Siendo mujer posiblemente sería por aquello último, pero eso no era excusa para hablarme así.

- Creo que mi relación con House no es de tu incumbencia. – Le dije secamente. Desde luego Cameron no era quién para decir ni media palabra sobre nuestra relación, básicamente porque House y ella apenas se hablaban más que para pasarse el café.

Los labios de la inmunóloga se apretaron en una línea muy fina.

- Sí cuando nos afecta a los demás.

- Que yo sepa, al que le duele es a él. Si tiene algo de lo que quejarse no te preocupes que ya me lo dirá a mí. – Enfaticé aún más las últimas palabras poniéndome en jarras esperando a que se atreviera a contestarme.

En realidad, a pesar de lo dicho la conciencia me estaba pateando por haberle hecho caso, pero no había necesidad de que ella lo supiera.

Cameron me miró con una mueca de disgusto y echó a andar, pasándome de largo y yendo hacia la ducha. Me giré al escucharla hablar con uno de los enfermeros y vi que estaban terminando de inmovilizar a House en la camilla.

La morfina estaba haciendo su efecto y estaba mucho más relajado, aunque la mano derecha aún agarraba con fuerza el borde de la camilla.

- ¿Cómo? – Escuché a la doctora preguntar casi sorprendida. Me acerqué a ellos y mi gesto se fue endureciendo al escuchar al interno.

- … reducirle. No tuve más remedio. Cuando le auscultaba intentó coger la jeringuilla. Peleamos y tuv-

- ¿Se puede saber por qué no hizo lo que le dije que hiciera? Le di instrucciones bien claras¿verdad? – Espeté casi entre dientes. No tenían ni idea ni de quién era House, ni de cómo tratar a alguien con sus síntomas. Ni de cómo seguir órdenes, aparentemente. Novatos. Eso eran.

- Lo siento doctor, pero es el procedimiento estándar. Hay muchos casos en urgencias de gente que finge para conseguir drogas. No podía dárselas sin comprobar primer…

- ¿El qué¿Mi diagnóstico? – le corté de mala manera. Cameron siseó mi nombre como advertencia, pero no la hice el menor caso. – ¿Es que cree que me dieron el título ayer¿Qué no se hacer mi trabajo?

- No, pero…

- ¿Pero qué¿Desde cuándo un interno tiene capacidad para poder--

- ¡Dr. Wilson…! – Intentó la mujer de nuevo, y la ignoré.

--decidir cuándo un superior tiene o no razón? Tenía sus órdenes y un paciente agonizando¿qué necesidad tenía de comprobar nada?

Estaba indignado. No sólo habían dudado de mí sino también del dolor de House. Imperdonable, eso era.

¿Por eso no querías médicos de urgencias? Ya te había pasado esto antes¿me equivoco?... Claro. Cuando el infarto. Ya me acuerdo. Nos lo contaste aquél día que diste clase a los de primero… Hay que joderse…

El médico de urgencias se miró los pies sin nada que contestarme, y los enfermeros simplemente miraban a otro lado para no encontrarse conmigo.

- Cre-creo que ya podemos llevárnosle – Dijo por fin uno de ellos unos segundos más tarde intentando cambiar el tema antes de que alguien más saliera herido.

Miré a mi amigo. Las drogas ya habían hecho su efecto por completo y parecía descansar tranquilo. Suspiré, frotándole los ojos. Estaba tan cansado el mismo suelo me parecía un sitio estupendo para dormir.

- Sí. Ingresadle, por favor. Cameron…

- Iré pidiendo radiografías, MRI y pruebas en sangre – me cortó, y agradecí por una vez su proactividad – Cámbiate y descansa un poco. Yo me quedaré con él.

- Cuida que…

- Dr. Wilson... No me apartaré de él.

Me froté el cuello y asentí, y los cuatro salieron del vestuario. Yo me quedé a recoger ropa, utensilios y bastón, y con todo ello en los brazos fui a mi despacho.

En mi armario tenía ropa para cambiarme pero no zapatos, y si no me secaba entero estaba seguro de que terminaría cogiendo una pulmonía, así que cogí prestada ropa de quirófano hasta que se secara la mía.

Dejar de chorrear agua por todas partes fue una bendición, así como encontrar analgésicos para mantenerme a raya el dolor de cabeza. Una butaca, una silla, un banco o la misma pared para apoyarme en ella habría sido otra bendición, pero antes de dejarme morir en un rincón tenía que ver a House.

Cameron me había mandado al busca la habitación donde le habían ingresado, pero antes pasé por mi despacho, a mi escritorio. Abrí un par de cajones, porque me sonaba tener algo de la última jaqueca que tuve en alguna parte, y revolví un poco entre mis cosas hasta dar con el bote de pastillas blancas.

No pude evitar sentarme en mi silla negra, mullida y cómoda para tomármelas. Mis riñones se quejaron al instante y estuve un momento quieto hasta que los músculos se relajaron lo suficiente y me pude apoyar.

Respiré hondo, deseando que las pastillas me hicieran efecto pronto, y sin darme cuenta, se me cerraron los ojos.

El sonido de mi móvil me despertó de golpe, y sujeté inconscientemente contra mí el bote de pastillas, parpadeando un par de veces antes de que el dolor de cabeza me hiciera recordar.

Auh… ¿Me he dormido¿Cuánto tiempo…?

Miré el reloj y casi me atraganto con mi propia saliva.

¿TRES HORAS?

Me froté los ojos para despejarlos de sueño y cogí el teléfono, que sonaba insistentemente.

Contestó un tipo que no conocía de nada, hablando de una Honda pintada con los colores de Repsol que había pasado la grúa a recoger. Tardé unos segundos en darme cuenta que tenía que estar hablando de la moto de House, y por un momento me dieron ganas de colgar.

- Sí, que me llamen cuando abran el taller. Eso es. Muchas gracias.

Colgué con un suspiro pensando que no se lo merecía y me levanté, haciendo una mueca. Mi espalda había conocido días mejores, eso seguro.

Reprochándome el haberme quedado dormido fui a la habitación que me había indicado Cameron y entré casi suspirando al verle allí otra vez. Otra. Vez.

¿Cómo te las apañas, House?

Dormía tranquilo, medio sentado para evitar poner peso en el hombro y con una vía en el brazo bueno. La pierna la tenía elevada por almohadones, posiblemente por cortesía de Cameron, y el brazo izquierdo en cabestrillo.

Cogí la ficha de los pies de su cama y me salté la parte de su historia clínica que ya conocía, yendo directamente a las pruebas que le habían hecho mientras yo estaba en estado comatoso.

Las cogí y me puse a leer, comprobando el daño en su cuerpo a la vez para asegurarme de que no se les había pasado nada. Los hombros estaban sujetos por un ocho bien hecho, no como el mío, y el izquierdo estaba amoratado e hinchado por la rotura de capilares.

Las radiografías decían que había sido una fractura limpia, y me pregunté otra vez cómo se la había reducido él sólo.

Además, Cameron había demostrado la confianza ciega que todos teníamos en el nefrólogo y había pedido un perfil de alcohol, drogas y hepático, pero todo estaba en orden al menos, para lo que solía ser House.

Miré las piernas parcheadas por las heridas y con todo el cuidado del mundo fui auscultando la cicatriz, apenas sin tocarle por no causar daño. En el MRI era claro que no había sufrido modificaciones, que estaba bien. Sólo había contusiones e hinchazón localizadas, de ahí que se hiciera polvo al intentar agarrarse, pero el diagnóstico no me encajaba.

Era demasiado dolor para tan poc…

- ¿…Sigue todo en… su sitio…?

La voz de House me sobresaltó y me aparté de su pierna como si fuera un metal al rojo.

- ¿Te he despertado? Lo siento… ¿Te he hecho daño? – Pregunté intentando no parecer demasiado preocupado.

- Mmmno… - Murmuró otra vez, su voz pastosa por las drogas. Miré en la ficha que no le hubieran puesto demasiadas y comprobé el estado de la bolsa de salino para mantenerle hidratado. Aunque no había en la ficha ninguna nota sobre vómitos recientes, no me atreví a darle líquido vía oral.

Le cogí de la muñeca del brazo en cabestrillo para ver que la hinchazón y la fractura no comprometían el pulso distal cuando House se revolvió débilmente, aún demasiado drogado para poder apartarme a la fuerza.

- Quita…. Estoy bien.

- Sí. Estupendamente. – murmuré - ¿Te duele algo?

- …. El orgullo – Tardó un poco en contestar, gruñendo y volviendo la cabeza a un lado para no mirarme.

Soplé, porque el muy idiota se avergonzaba de lo que había pasado.

- ¿Mi paciente…?

- Para pacientes estás ahora… ¿Tienes nauseas?

Mi amigo carraspeó un poco y me miró con una expresión de absoluta cabezonería que hablaba de que no me contestaría a nada si no lo hacía yo primero. Medio suspiré medio soplé, resignado.

- No sé nada nuevo. Luego les preguntamos a los niños. Creo que Cameron me dijo que habría la punción después de llamarte,así que ya la tendrá hecha seguro. ¿Podemos seguir ya contigo?

El nefrólogo me miró fatal, y soplé.

- ¿Prefieres que la llame y que mientras te lo cuenta sea tu médico? Porque yo no tengo ningún problema…

- Vaaaale…. - Capituló. Sabía que mi amenaza sería suficiente para hacerle entrar en razón.

- La fractura fue limpia y te la colocaste rápido, así que los daños en los tejidos fueron mínimos. El ocho será suficiente si no haces el burro y la desplazas…Eso sí, parece que te haya arrollado un camión. El MRI de la pierna está bien. Sólo son contusiones, pero curarán pronto. – fruncí el ceño al llegar al final, lo que no me encajaba en ninguna parte - El abdomen…

- Está bien….

- No. No sabemos qué te pasó. En las pruebas no hay nada que…

- Estoy bien Wilson… - casi suspiró haciendo un esfuerzo por hablar - No me… pasa nada…

- Pero…

- Es muscular….¿vale? - dijo incómodo, frunciendo el ceño hondo como si quisiera taladrar la pared del fondo – Todo… es lo mismo. La puta navaja de Occam.

Fruncí el ceño yo también y abrí la boca para rebatirle pero la cerré de nuevo. ¿Muscular?

House sopló entre exasperado y cansado, y cerró los ojos. Parecía estarse espabilando y tenía todo el aspecto de no querer, porque eso significaba tener que hablar conmigo de algo que no quería.

- No… me hagas explicártelo…

- Si pudiera saber lo que sabes o lo que piensas nuestras conversaciones serían muy aburridas….

- Lo son de todos modos… - La mano derecha se le fue al muslo y las yemas de los dedos tocaron suavemente donde sabía estaba el borde de la cicatriz. No registré ningún cambio en su gesto, lo cual indicaba que los calmantes hacían su efecto.

Suspiré y me dispuse a esperar. Me lo iba a decir, estaba seguro, pero necesitaba tiempo para ponerlo en palabras. Así era House, brillante para unas cosas y completamente inútil para otras.

- En resumen… no puedo…

Chasqueó la lengua, frustrado, y supe que estaba odiando cada segundo de aquello. Me apiadé de él y encendí los engranajes de mi mente para intentar entenderle, pero estaba sin pistas.

- ¿Qué no puedes qué?

- Pensar si no te callas. – Gruñó mortificado, y no dije nada más. Un par de minutos después volvió a la carga, obviamente sin mirarme aún.

- Me… ha pasado otras veces.

Realmente no me sorprendió. Después de todo algunos días llegaba al trabajo pareciendo algo que trajo el gato y apenas salía de su despacho, estaba de un humor de perros y gritaba a todo el mundo. Y normalmente esos días yo le llevaba de vuelta a casa porque siempre, siempre había llegado en taxi por la mañana.

Sabía que había días que le dolía más que otros, así que no, no me sorprendió. Más bien me mordí el carrillo para no exteriorizar mi preocupación. Le había pasado otras veces. ¿Sólo¿En su casa¿En la oficina? Dios no lo quisiera¿conduciendo?

- Como cuando volví a rehabilitación. – Dijo como si me leyera la mente, y esta vez sí que me quedé atónito.

- Si sólo fuiste media sesión…

- Lince. – se mofó – ¿Y por qué crees que fue…?

Sentí una punzada en el estómago al imaginarlo y estuve a punto de ser incapaz de neutralizar mi expresión.

- Pero… pero ¿por qué¿Por qué a esa y no a la otra?

¿Y por qué yo no me enteré entonces?

House levantó la mano buena y se frotó los ojos, luego, la barba. Ese gesto me hizo llevar mi propia mano a mi cara. Raspaba. Necesitaba afeitarme. Y peinarme, seguramente. Y cambiarme de ropa, ya de paso.

- Pareces un indigente… yonki que ha robado en el hospital…

- Qué gracioso… Habló el que parece un saco de boxeo viejo. Por cierto – me puse serio de golpe - No pienso volver a hacerte caso en la vida. – Gruñí bajando los ojos a las sábanas blancas.

- ¿Ya te estás echando la culpa? – se burló claramente exasperado, y como ni así le miré gruñó – Jesús. Y eso que no te he dicho nada…

- ¡Es que alguien debería ser el maduro y el responsable!

- No, si duro estabas…

Los ojos se me abrieron como platos y sentí todo el calor del mundo subirme a la cara. Si no hubiera podido verle de soslayo me hubiera imaginado igualmente su sonrisita soberbia.

- ¡No me cambies de tema! – Siseé entre dientes, mortificado, incapaz de mirarle a la cara.

House se rió entre dientes un poco, disfrutando de su maldad a pesar de acabar quejándose suavemente.

- No me hagas…reír coño… - suspiró llevándose la mano buena al costado - ¿Cuánto tiempo he dormido…?

-… Creo que algo más de tres horas.

- ¿Crees?

- Es que… yo también me quedé dormido.

- ¿Estaba moribundo y te dormiste? – Exclamó con una mueca de horror.

- ¡House¡No estabas moribundo¡Y no me dormí a propósito! – Me froté la cara y siseé al tocarme el golpe. No me había mirado, pero posiblemente tendría un buen chichón que añadir a mi aspecto lamentable.

El nefrólogo me miró casi divertido y supe que una vez más me había tomado el pelo. A veces tenía la sensación de que si House tenía un pasatiempo favorito, ese era hacerme saltar.

Me senté al borde de su cama, lejos de cualquier herida, y volví al tema que me preocupaba.

- House. En serio. Dime qué es lo que te…

La puerta de la habitación se abrió de golpe y Cuddy se plantó delante de House con una agilidad sorprendente para lo altos que eran sus tacones. Puso las manos en las caderas y nos miró a los dos con el ceño muy fruncido.

Hice una mueca, inconscientemente.

Ay madre…

- De ti me espero siempre cualquier barbaridad pero ¿¿de ti?? – me fulminó con la mirada y agaché la cabeza, culpable de todos los cargos - ¡Eres un inconsciente¡Se supone que tú eres el responsable de los dos¿¿Qué se te pasó por la cabeza, Wilson??

Antes de que pudiera expresar mi culpa, Cuddy volvió su mirada castigadora hacia House.

- No quiero ni saber cómo le convenciste para que accediera a meterse en este lío. Dios¿por qué tengo dos jefes de departamento que deberían estar en parvulario¿Qué pretendíais hacer en el vestuario¡Es que no lo entiendo!

- Quería tirarme a Wilson.

El estómago se me encogió como si lo hubieran sellado al vacío y Cuddy se quedó con la boca abierta y los ojos como platos. House sólo se sonreía socarronamente.

- ¡No te rías de mí! – gritó saliendo de su estupor. Hacía mucho, mucho que no la veía tan enfadada - ¡Eres un idiota¿Y si te hubiera pasado algo¿Y si le hubiera pasado algo? – Me dijo a mí al ver que House parecía aburrido con la charla, y yo me encogí sin querer.

- Lo sé, no tengo excusa…

- ¡Claro que no tienes excusa…! – Cuddy respiró hondo un momento y miró al techo para calmarse - ¿Y ahora qué, House¿Voy a tenerte aquí ingresado por tu genialidad de esforzarte demasiado sabiendo que no debes?

Arqueé las cejas.

- ¿Qué es eso de "esforzarte demasiado sabiendo que no debes"? – Le pregunté al nefrólogo, y él ni siquiera me miró.

Me sentí como el último de la clase. No podía creerme que Cuddy supiera algo de House que yo no conocía. Y algo tan serio, además.

- No. Me iré a casa – Le respondió a Cuddy, ignorándome.

- No puedes valerte solo, y lo sabes.

- Estoy bien – Sopló girado los ojos al techo. Cuddy enarcó las cejas.

- No me obligues a demostrarte que no puedes andar.

- Claro que puedo.

- Claro. Y cuando te caigas y te muevas la fractura volverás a ocuparme una cama. No. Lo que vamos a hacer es que Wilson aprenda a ser responsable. Vas a irte a su casa con tu móvil, busca y portátil y vas a cuidar de que no se abra la cabeza mientras diriges a tu equipo desde allí.

Tragué saliva y quise decir algo, pero su gesto de "atrévete" me hizo cerrar la boca.

- No necesito que Wilson merodee a mi alrededor durante días con su cara de santo resignado, gracias. Puedo cuidarme solo.

- Haberlo pensando antes, House. No es una negociación, es una orden.

La mirada de rencor del nefrólogo hablaba mundos sobre lo que le disgustaba aquella orden, y le vi odiarme cuando no me opuse a las órdenes de Cuddy.


Siguiente capítulo --- la tarde-noche del día del accidente.