¡YO NO SOY EL DUEÑO DE LOS PERSONAJES DE HOTEL TRANSYLVANIA! A EXCEPCIÓN DE LOS OC'S

Sin nada más que agregar, los dejo con el capítulo


I

Reencuentro

Había transcurrido diez años desde el día en que Dennis obtuvo sus colmillos de vampiro y actualmente era un joven de quince años cuyo cumpleaños número dieciséis estaba a tan solo cinco días de distancia. Ahora tenía un aspecto más acorde a su edad, era casi una copia perfecta de su padre: su cabello rojizo era aun más rizado y rebelde, tenía casi la misma estatura de Jonathan y sus ojos eran de ese mismo color azul que asemejaba al cielo, que con el pasar de los años y de la experiencia, emanaban madurez.

Se encontraba viviendo con sus padres en California por petición de Mavis, ya que ella pensaba que debía terminar la secundaria, acabar sus estudios humanos para que si alguna vez deseaba alejarse del mundo de los monstruos, tuviera alguna base en el mundo humano de la cual sostenerse. Por su lado, Jonathan no tenía inconveniente, aunque él sabía que su hijo ansiaba con toda su alma volver al hotel.

En cuanto a lo académico Dennis era destacado, podría deberse a que sus poderes de vampiro lo ayudaban en muchos (si no es que en todos) de los casos. ¿Una prueba de resistencia? Superada con una de las notas más altas. ¿Algún examen de cualquier asignatura? No había problemas, Dennis tenía la capacidad de memorizar algo con una enorme rapidez y en caso de no haber podido, su visión de vampiro lo ayudaba. Eso lo ayudó a completar su camino académico más rápido, se encontraba en quinto curso, ya tenía un pie afuera de la institución; él era el único con quince años en un salón donde todos tenían diecisiete o más.

Dennis se encontraba en su escuela sentado en su lugar estratégicamente elegido: ni tan cerca, pero ni tan lejos de la ventana. Aunque él podía tolerar la luz solar sin sufrir consecuencias, no le gustaba estar lejos de la misma, porque en momentos de ocio se dedicaba a observar a través del vidrio. Era el último día de clases, ese día darían las calificaciones y anunciarían la fecha de la graduación con su respectiva celebración. Eso no causaba nada en el joven vampiro, no le interesaba si había fiesta o no, lo único que quería era terminar la secundaria para irse a vivir de una vez por todas a Transilvania. Quería ver de nuevo a su abuelo, a sus tíos Frank, Murray, Griffin y Wayne, a su bisabuelo, pero sobre todo quería volver a ver a su mejor amiga, Winnie.

Al pensar en ella se alegraba, pero a la vez se entristecía. Se ponía triste porque no la veía desde hace mucho tiempo, la última vez fue en su décimo cumpleaños, ese día jugaron e hicieron de las suyas por todo el hotel, mas de ahí en adelante no la volvió a ver. El motivo, Wayne tuvo que mudarse lejos por una nueva oferta de trabajo ya que pagar la escuela de obediencia de trescientos hijos no era nada económico para la pareja, y Dennis los entendía.

En su décima Navidad fue al hotel para celebrarla con sus familiares monstruos, sin embargo, se sorprendió al no ver a los Werewolf. Al preguntarle a su abuelo sobre su paradero, este le respondió que ellos no vendrían, cosa que lo entristeció. Pensó que las siguientes festividades ellos…, o mejor dicho, ella, estaría, pero no fue así. Su decimoprimera Navidad y cumpleaños, nada. Decimosegunda, nada. Decimotercera, nada. Y así hasta la actualidad.

No obstante algo que lo alegraba enormemente era que no perdió comunicación con ella, se mantenían en contactos a través de cartas. ¿Por qué no por teléfono? A Dennis le parecía que las cartas plasmaban mejor sus emociones, y por su lado Winnie no tenía problemas.

Estaba en su asiento escribiéndole una carta a la chica lobo, totalmente inmerso en la misma. Hacía tres días le había enviado una diciéndole sobre que celebrarían su cumpleaños número dieciséis en el hotel y quería que ella estuviera presente, no le importaba cómo, pero la quería allí, incluso le pagaría el viaje si tuviera que ser necesario.

En este manuscrito plasmaba todo lo que esperaba: escribía sobre su pronta graduación, sus ganas de volver al hotel, pero sobre todo sus ganas de volver a verla; lo hacía con una sonrisa retrospectiva en su rostro. Mientras lo hacía, su mejor amiga (humana) arrastró la silla a su lado y le colocó un brazo sobre el cuello en tono juguetón.

—¿Qué haces Dennis? —quiso saber.

—Escribiendo.

La joven quitó su brazo de él y miró la carta con curiosidad. Clarisse era de tez morena, color chocolate claro, tenía una larga melena castaña rizada que le caía de tal manera que le cubría uno de sus dos ojos color marrón claro. Dio un suspiro derrotado y le mostró el escrito, el muy bien sabía que si ella quería saber algo nada se le interpondría.

Clarisse tomó la carta y la leyó a una rápida velocidad, al terminarla vio con unos ojos pícaros al joven vampiro.

—¿Tanto la quieres? —preguntó con una sonrisa sugerente.

Dennis sonrió sin que le afectara la pregunta.

—Claro que sí Clarisse —dijo mientras estiraba su brazo para tomar la carta—, ella es mi mejor amiga.

Clarisse alzó la carta, alejándola de su alcance, y con la otra mano se tocaba el pecho haciéndose la ofendida.

—Creí que yo era tu mejor amiga —dijo haciendo un puchero.

Dennis rodó los ojos, divertido. Aunque ella fuera su mejor amiga, aún no le contaba sobre su otra vida. Ella le había hecho anteriormente preguntas sobre sus colmillos, a las cuales respondía con que eran «herencia de familia.»

Y de hecho, no mentía; lo eran.

—Y lo eres —aseguró—, pero ella es diferente.

Se estiró un poco más intentando agarrar la carta, pero Clarisse se echaba para atrás con cada intento. Dennis la miró algo fastidiado por el juego, cosa que ella pasó por alto, aún tenía esa sonrisa pícara en el rostro.

Cuando Clarisse consideró que ya había fastidiado lo suficiente a Dennis procedió a darle la carta, pero se la arrebataron de la mano. Dennis vio sorprendido y a la vez asustado al sujeto que se la quitó, era nada más que Rubén, el más creído de la escuela, estaba como siempre, con un suéter color vino que contrastaba con su piel clara y su cabello negro tenía mínimo cinco kilos de fijador; poseía un brillo ridículo y ni el viento lo podía mover.

—¿Dedicándole cartas a Clarisse? —se burló.

Tanto Dennis como Clarisse fruncieron el ceño, molestos.

—No es para mí Rubén —respondió con lentitud, eligiendo bien las palabras—, y devuélvela. —Dio un salto hacia el joven en un intento de quitarle la carta.

Rubén estiró su mano lo más alto que su cuerpo le permitía y debido a que él era de más estatura que Clarisse, ella no llegaba a alcanzarla. Mientras con una mano evitaba que ella se acercara mucho, iba leyendo en voz alta.

—«Pronto me graduaré… —Ignoró la mayor parte del escrito y se concentró en lo que más vergüenza daría—. Iré al hotel después de que hable con mis padres sobre quedarme un tiempo allá… Quiero verte pronto, Winnie»

Después de leer eso en voz alta, Rubén empezó lanzar carcajadas estridentes. Por su lado, Dennis estaba con su ceño fruncido, sin expresar ninguna otra emoción, pero en su interior la pena, la vergüenza y la ira estaban al máximo.

—¿Quién te crees para leer eso en voz alta? —espetó Clarisse—. Son cosas privadas de Dennis.

Dennis la llamó y le hizo un ademán para que se sentara y le restara importancia a lo sucedido. Ella, que conocía el carácter de su amigo, solo asintió, él no era alguien conflictivo, al contrario, Dennis era muy bondadoso con los que le demostraran su confianza.

Restándole importancia al asunto, se puso a leer un libro, esperando que Rubén, al ver que no le afectó, dejara el tema de lado y se fuera. Eso hacía siempre y funcionaba. ¿Por qué hoy sería distinto? Comenzó a leer, el libro era una novela de monstruos: Drácula de Bram Stocker, llevaba tiempo leyéndola y encontraba curioso e incluso cómico lo que algunos humanos escribieron sobre su abuelo, aunque no negaría que la novela era muy interesante. Ignorando olímpicamente las burlas y carcajadas de Rubén se sumergió en el mundo de la lectura, lo que duró muy poco porque una frase que salió de los labios del joven hizo que la sangre le hirviera.

—¿Winnie? ¿Quién tiene un nombre tan ridículo?

Uh… Esa frase fue el detonante de la ira de Dennis. ¿Quién era él para opinar eso sobre Winnie? Cerró su libro con sumo cuidado y lo dejó sobre la mesa, se levantó y miró con furia a Rubén.

Clarisse estaba en su puesto viendo incrédula la expresión de Dennis. ¿Acaso Rubén dijo algo que lo ofendiera? Vio como Dennis se levantó y dio un gran suspiro. Lo siguiente que observó fue a Rubén contra la pared mientras Dennis lo sujetaba por el cuello ¿pero en qué momento?

Dennis tenía sujeto del cuello a Rubén y lo tenía contra la pared. Los ojos del sujeto irradiaban miedo y pavor, mientras los de Dennis, ira.

—Que sea la primera y última vez —susurró con un tono amenazante, sin lugar a réplicas— que dices algo malo sobre Winnie. ¿Entendido?

Rubén asintió con nerviosismo sin apartar la vista de sus ojos, que comenzaron a tomar una tonalidad rojiza.

Dennis lo soltó y se agachó a recoger la carta, con mucho cuidado la dobló y la guardó en su bolsillo, se dio media vuelta y se dirigió hacia su asiento. En el camino vio a una sorprendida Clarisse que lo miraba con la boca abierta, sin poder creer lo que acaba de pasar. Y los susurros de los demás compañeros no se hicieron esperar.

—¿Lo viste?...

—…en un instante lo empujó contra la pared…

—… parecía que volaba.

Tomó su bolso y su libro y se retiró del lugar. Recorrió el pasillo hacia la salida, pero un gritó de Clarisse lo detuvo.

—¡Dennis, ¿qué fue eso?!

Él ladeó la cara, mirándola seriamente, sin emitir palabra, sin expresar algo. Después de unos segundos, le respondió:

—Es algo difícil de explicar. Te agradecería que le digas a Rita que mande el boletín de calificaciones en una carta a mi casa. —Sonrió con pesadez—. Nos vemos después.

Se dio media vuelta y siguió su recorrido hacia la salida.

Estaba rumbo a su casa y muchas preguntas retumbaban en su mente.

¿Fue correcto? ¿Debía decirle a Clarisse que él es un vampiro?

Sobre lo de decirle a su amiga sobre su identidad tenía sus dudas, ¿pero dudar que lo que hizo fue correcto? ¡Claro que lo fue! Rubén se atrevió a hablar mal de Winnie. Por el lado de las calificaciones no se preocupó, Clarisse de seguro le avisaba a Rita, la secretaria de la institución, que se las enviara a su casa.

Serenó su mente y apresuró el paso.

Al llegar a su hogar lo primero que revisó fue el buzón de la entrada, en una esperanza de que hubiera alguna carta de Winnie, y al abrirlo… nada. Suspiró e ingreso al domicilio.

Abrió la puerta, entró y se dirigió a la cocina a buscar algún aperitivo. Esa era una de las cosas que le intrigaban, los vampiros no tenían la necesidad de comer alimentos, con Splendangre podían subsistir, pero aún así comían alimentos sólidos para no sentirse excluidos de los demás monstruos. Su madre era un claro ejemplo, pero él debía comer como un humano normal, y no podía vivir a punta de ese suplemento sanguíneo, y aunque pudiera, no lo haría, sabía horrible.

Al salir de la cocina con un emparedado en su mano vio a su madre sentada en el sillón de la sala leyendo un libro. Mavis lo saludo con una sonrisa que él respondió con cariño.

—Llegas temprano cariño.

—Salí antes, mamá —mintió, quiso evitarse un posible regaño por lo sucedido.

Mavis asintió sonriente y volvió a posar su vista en las páginas del libro.

Dennis se dirigió hacia su habitación, comenzó a subir las escaleras, pero Mavis le habló.

—Dennis, recogí el correo de hoy, si quieres lo revisas —informó sin quitar la vista del libro.

Se le iluminaron los ojos al oír aquello, se fue hacia la mesa y tomó las cartas que estaban ahí. Con una sonrisa y a una rápida velocidad se dirigió a su habitación. Entró a ella y lanzó su bolso al suelo mientras veía la correspondencia.

Factura, factura, aviso, reunión pendiente, invitación a un baby shower, factura, cheque y la lista seguía, eran aproximadamente unas quince o veinte cartas. Empezó a desilusionarse, sin embargo, la última carta era la que estaba esperando: un sobre rosa y con una huella de una pata. La abrió y se recostó en su cama para leerla.

Hola, Dennis.

Me alegró mucho tu carta, enserio, aprecio mucho que quieras que esté presente en tu cumpleaños. Después de rogarle, suplicarle y negociar con papá, podré ir al hotel, me pagarán el viaje de ida, y veré cómo me resuelvo con el de vuelta.

Iré discretamente, porque si alguno de mis hermanos se entera, el caos no sería normal. Partiré hoy mismo y me tomará tres días llegar, espero que termines la escuela humana rápido para volver a vernos.

¡Cinco años! ¿Quién lo diría? ¿Me pregunto cómo estarás ahora? Tengo muchas ganas de verte.

Winnie.

P.D. ¿Acaso era en serio lo de pagarme el viaje? ¿Tanto te importo? ¡Nos vemos en el hotel, mi Zing!

Dennis sonrió mientras doblaba la carta y la guardaba en un cajón.

Ahí fue cuando cayó en cuenta. ¡Tres días! Abrió el cajón y miró la fecha de envío de la carta; y fue exactamente hace tres días, ¡ella debería estar llegando al hotel! Debía ir a verla, dio un respingo desde su cama y se miró en el espejo, la ropa no importaba mucho, ¿debía llevar equipaje? No; su habitación en el hotel tenía muchos conjuntos, ya resolvería, ahora lo importante era llegar allá. Vio el reloj y eran las 3:25 pm, muy tarde para tomar un avión, de seguro los boletos ya estaban vendidos… Un momento… ¡Él era un vampiro! Podía ir volando a Transilvania, si su madre lo hizo una vez, ¿por qué él no?

Bajó saltando de dos en dos las escaleras y se dispuso a salir; pero su madre lo interrumpió.

—¿Adónde vas tan apurado? —indagó, sonriendo.

Dennis le hizo un breve resumen de la carta, e incluyó sus calificaciones para poder convencerla.

Mavis estuvo algo dudosa en dejarlo ir, aunque terminó accediendo, con un abrazo y un beso en la frente se despidió de su hijo. Vio como se transformó en murciélago y salió como alma que lleva el diablo, pero alcanzó a decirle algo:

—Me saludas a Winnie.


Dennis surcaba el cielo a gran velocidad, según lo que había oído de su madre, un vuelo le llevaría unas cuatro a cinco horas. Se preparó mentalmente para semejante viaje y acelero el vuelo.

Transcurrido el viaje se encontraba a pocos kilómetros del hotel, muy cansado, pero todo ese esfuerzo valdría la pena. Luego de volar otros treinta minutos, por fin, arribó al hotel, el primero en recibirlo fue su abuelo.

—¡Denisovich! —exclamó Drácula, sorprendido—. ¿Y eso que te aparreciste porr aquí?

Dennis se convirtió en humano, se apoyó de la pared con una mano mientras con la otra se agarraba el pecho del cansancio.

—Larga… historia…después… te cuento… —jadeó.

Drácula esbozó una sonrisa maliciosa mientras ataba los cabos, que de por sí, no eran muy difíciles.

—Es porr Winnie, ¿cierrto? —inquirió—. Wanda me dijo que ella vendrría parra tu fiesta de cumpleaños.

Dennis asintió, aun jadeando.

—Aun no ha llegado, yo te aviso cuando lo haga —afirmó Drácula.

Eso alegró a Dennis, la ausencia de la lobuna le daría tiempo de estar presentable, no podía recibirla así bañado en sudor. Entró al lavabo y se dio una muy merecida ducha.

Al salir se vistió con un conjunto muy característico de él. Su camisa amarilla con mangas verdes y en el pecho el número quince, y unos bermudas color marrón. Dio una mirada rápida a su cabello, pero no intentó arreglarlo, ya sabía que sería caso perdido.

Bajó al vestíbulo del hotel a esperar a Winnie. Drácula lo estaba esperando ahí, y como ella aún no aparecía, se dispuso a hablar con su abuelo. Le contó muchas de las cosas que había hecho y lo que había vivido con su amiga Clarisse, tocó el tema de la pelea que tuvo ese mismo día, pensó que se ganaría un regaño de Drácula, pero fue todo lo contrario. Su abuelo estalló en carcajadas.

—Le diste su merrecido —rió.

Dennis nunca hubiera pensado que esa sería la reacción de su abuelo, agradeció que entendiera y de improvisto le dio un abrazo.

—Gracias, papádrac.

Drácula se sorprendió y conmovió, hacía muchos años que no lo llamaba de esa manera, correspondió el abrazo y le sonrió. Después de un momento se separó viendo hacia la puerta giratoria.

Crreo que deberrías irr a saludarr —sugirió, señalando la puerta.

Dennis no captó el mensaje, se dio media vuelta y ahí la vio. No habían hecho contacto visual, pero la reconoció perfectamente, como si algo en él se lo dijera. Ahí estaba Winnie en la entrada, con una pequeña maleta, tenía su típico vestido rosa con una calavera estampada, pero esta vez con un cinturón negro de cuero en su cintura, al cuello llevaba un collar, y ahora no tenía una, sino tres perforaciones en cada oreja.

Winnie al llegar dejó su maleta en el suelo y pasó la vista por el lugar, no tardó mucho tiempo hasta que lo vio.

Ambos se veían perplejos sin hacer o decir nada, estaban a cuatro o cinco metros de distancia, hasta que en sus ojos brilló un pequeño destello rosa.

Ambos salieron a correr hacia el otro con notoria felicidad y se fundieron en un fuerte abrazo.

—No sabes cuánto te he extrañado —dijeron ambos al unísono, sin soltarse del abrazo.