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Zelda no me pertenece y blablabla


Rojo Link iba sentado en el asiento trasero del auto que manejaba su padre, mirando por la ventana. Poseía puesto unos auriculares azules, mientras escuchaba el disco entero de músicas celtas, y su mente se dejaba llevar por la melodía y ese sonido tranquilizante. Su expresión era seria, sus bellísimos ojos azules miraban concentrados todo el mar que acompañaba el recorrido que el auto que manejaba su padre estaba haciendo. No iba pensando en nada, realmente no lo motivaba mucho el hecho de saber que iba a estar un verano entero en una ciudad que desconocía, sin sus amigos y teniendo que desenvolverse en un ambiente extraño.

La carretera era larga y parecía infinita. A la izquierda de la misma había un gran parque, que también parecía interminable. A la derecha estaba la playa y el mar. El pequeño iba mirando atento la belleza del paisaje que lo bordeaba y, al menos, lo motivaba el saber que iba a estar en un lugar naturalmente muy lindo y estético. Su madre, que estaba sentada al lado de su padre, en el asiento del copiloto, iba hablando animadamente, y así estuvo durante las tediosas cuatro horas del viaje. Su padre también hablaba animadamente. Rojo ni siquiera los escuchaba, se perdía en el universo de la música y en el mar azul. Al lado suyo iba sentada su hermana, Zelda, que tenía su misma edad: 14 años. Muy parecida a él, la adolescente poseía una larga cabellera rubia brillante y ojos celestes. Su cutis era limpio y suave, su nariz tenía un tamaño ideal y era realmente bella. Todo el tiempo fue chateando, vía Whatsapp, con sus amigas, a las cuales no vería por un trimestre.

El infantil tampoco prestaba atención lo que estaba haciendo su hermana, simplemente seguía con su rutina de escuchar música y perderse en el mar. Lamentablemente, el disco de músicas Celtas no era eterno, asique cuando finalizo la última canción y Rojo notaba que no se reproducía la siguiente, se dio cuenta que había terminado el disco entero. Se sacó los auriculares y los guardo en su mochila, la cual estaba entre sus piernas. Se fijó en el celular: Eran las 18:18 horas, y solo le quedaba una barra de cinco de batería, asique lo apago y lo guardo en su bolsillo.

-¿Cuánto falta?- Pregunto sin mucha animo.

-Falta poco, Rojo, a eso de las siete ya estaremos ahí.- Exclamo su madre y continuo conversando con su esposo. El menor miro a Zelda y se sonrieron en un momento cómplice.

-Como le gusta hablar a nuestra mamá, Rojo! No se cansa más de hablar con nuestro padre- Dijo ella riendo, mientras Joaquín también reía animadamente. Amaba a su hermana como a pocas personas en el mundo. No sabía si era por una cuestión de edad o qué, pero desde que tenía memoria se llevaban perfecto, poseían un vínculo realmente tierno y hermoso, combinando lo fraternal y la amistad. Se daban una mano cuando más lo necesitaba el otro, se tiraban consejos y se protegían contra todos. Además, iban juntos al mismo colegio, y al mismo grado, asique eso había fortalecido más su relación. Igualmente, ella tenía su grupo de amigas, y el, el suyo.

-Lo peor es que cuando comienza a hablar, no termina hasta 2019 más o menos- Dijo Rojo, haciendo reír a Zelda.

-¡No soy sorda, les aviso!- Exclamo la mama , haciendo que los cuatro que iban en el auto rieran.

Tal y como lo predijo su madre, Rojo y compañía llegaron a las siete a la atractiva ciudad costera y playera denominada, casualmente, "Estrella del mar", un nombre más que peculiar para aquel pequeño pueblo de no más de 2000 personas. Un clima muy armónico y amistoso reinaba en esa ciudad ínfima, la calidez entre los ciudadanos era algo más que admirable. El padre de los mellizos llevo el auto hasta un barrio bien familiar, donde había alquilado una casa por toda la temporada de verano. Era un barrio no muy grande, no pasaban muchos autos, los niños podían jugar tranquilos con sus bicicletas, y atrás de los patios de aquellos hogares se erigía la gran región boscosa que predominaba allí. A tres cuadras de la casa donde habitarían Rojo y su familia, estaba la playa de la ciudad, grande, arenosa, con un mar templado y una paz extraordinaria.

Llegaron a la casa, y de forma comunitaria se ayudaron entre todos para desempacar y llevar casa cosa para su lugar. Se dividieron los cuartos, organizaron donde poner cada elemento que habían traído, llenaron con ropa los armarios, guardaron el auto en el garaje, y pusieron la comida que habían traído en la alacena. Los padres de Rojo se fueron a su cuarto a cambiarse y ponerse ropa más cómoda, Zelda hizo lo mismo en su cuarto, y Rojo también. El chico que desde hacía unos meses tenia catorce años, se puso una remera roja con un logo negro en el medio, una malla también del mismo color, y unos zapatos negros . Se revolvió un poco más su medianamente largo pelo rubio, y se fue a la cocina donde estaban su hermana y sus padres. Vio que estaban hablando seriamente.

-¿Paso algo?- Pregunto preocupado el menor.

-¡Trajimos todo lo necesario para cenar unos sándwiches pero nos olvidamos el jamón!- Exclamo su madre.

-Lo peor es que no tenemos ninguna otra cosa para hacer de cenar- Agrego su Zelda. Pensando, Rojo recordó algo:

-A dos cuadras de aquí, vi un mercado. Seguramente allí habrá algo, ¿Quieren que vaya?- Dijo, siempre siendo tan servicial.

-Mmh bueno, ¿estás seguro que viste un mercado? Ya veo que te equivocas, acuérdate que estamos en una ciudad que no conocemos-

-Relájate, mamá, aquí todos son muy amables y sociales, además Rojo se sabe desenvolver solo- Entre dudas y sobreprotecciones, la madre de Rojo accedió al pedido de su hijo.

-he?- miró el menor

Rojo fue caminando hacia el mercado, mirando todo con suma extrañeza y admiración. La ciudad estaba limpia y la gente que pasaba realmente parecía amena y cálida. Llego hasta el mercado e ingreso. No había nadie, salvo el dueño que era el que atendía.

-Buenos tardes, joven, ¿Qué se le ofrece?- Pregunto con suma cordialidad aquel hombre, viejo, algo gordo, pelado, con anteojos y un frondoso bigote gris.

-Ehh, vengo a llevar 300 gramos de jamón cocido- Exclamo el chico. Recordó que su madre le había dado algo más de dinero por si quería comprarse algo más para el- Y también deme uno de esos chocolates que están ahí- Agrego.

-Agárrelo usted, hijo- Con algo de timidez, Rojo tomo el chocolate y se lo guardo en el bolsillo. -¿No es de por aquí, o no?- Afirmo, mientras cortaba el jamón.

-Ehh, no. Llegamos hace dos horas y nos dimos cuenta que nos faltaba el jamón-

-Jajaja, es comprensible, entre toda la movida del viaje siempre suceden esos imprevistos. ¿Dónde viven?-

-A dos cuadras para arriba de aquí- Termino de decir Rojo, y un chico de su misma edad entro a la tienda. El hombre que atendía levanto la vista y lo saludo:

-Hola Azul- Exclamo el hombre.

-Hola Pablo- Dijo con algo de timidez el chico. Rojo, al principio, se dio vuelta y lo presencio sin darle mucha importancia, pero cuando escucho la voz dulce del chico, volvió a darse vuelta y a mirarlo con detenimiento.

Ese chico, Azul, parecía de su misma edad. Tenía la misma estatura, ambos medianos. Su pelo era rubio, rubio como el sol, su piel era blanca, a pesar de, ser de una ciudad donde el calor, el sol y la playa eran los protagonistas, sus ojos eran color mar, mar claro. El chico no había parecido notarlo, y se había ido directo a la zona de los helados. Sin saber porque, Rojo lo continuaba mirando, sentía que su corazón latía con fuerza mientras veía como el chico retiraba dos helados de la heladera que había allí. El chico de ojos azules trago algo de saliva y volvió al mundo real cuando noto que el hombre que le estaba cortando el jamón lo estaba llamando:

-Hijo, ya corte todo el jamón y lo envolví.- Dijo aquel señor tan amable.

-Ah, muchas gracias. ¿Cuánto es? ¡No se olvide cobrar el chocolate!- Afirmo el adolescente, siempre siendo tan noble.

-El chocolate es cortesía de la casa, llévatelo gratis, no hay problema-

-No, deje, se lo pago, no me cuesta nada- Exclamaba el menor, mientras sacaba el dinero del bolsillo. Con un gesto, el señor le pedía que guardase el dinero.

-El chocolate es gratis, hijo. Es el regalo del mercado para los nuevos turistas- Rojo le sonrió y le otorgo el dinero por el jamón. El señor amable le dio el vuelto y cuando Rojo estaba a punto de irse, el chico de su misma edad se acercaba a la caja con los helados. Por esos asuntos de la vida, inexplicables y extraños, Rojo arrastro con fuerza un pie, mientras con el otro caminaba normal, lo que le produjo que cayera torpemente al piso, golpeándose la rodilla, sin ser nada preocupante. Cayo entero al piso y sintió que un mar de vergüenza lo inundaba.

-¡Uh! Azul, se tropezó, ayúdalo a levantarse- Afirmo el Señor Amable. El chico identico a Rojo se acercó con algo de nervios al menor y le tendió una mano.

-¿Estas bien?- Pregunto con una voz muy dulce y una sonrisa en su rostro, se notaba que era muy tímido e intentaba ser cordial. Rojo solo logro corresponderle la sonrisa y no había notado que Azul le tendía la mano.

-Ehh, sí. He sufrido caídas peores- Exclamo cuando noto la mano de Azul ofreciéndole ayuda. Rojo levanto una de sus manos y la apoyo con suma lentitud y delicadeza en la palma de ese chico. Este último, la apretó un poco. Sintió que su palma transpiraba y que el contacto de las palmas era suave. Con algo de fuerza, Azul ayudo a Rojo a levantarse.-Muchas gracias por ayudarme, Azul- Afirmo Rojo mientras levantaba la bolsa con el jamón. El chico solo atino a sonreírle, bajando un poco la mirada.- Ehh, bueno, tengo que irme. Gracias por el jamón, señor, y gracias por ayudar a levantarme, tú.-

-Se cruzaran muy seguido este verano- Intervino el Señor Amable- Serán buenos amigos.- Ambos chicos, que estaban uno al lado del otro, sonrieron torpemente.- Espero que tenga una buena cena, hijo-

-Mi nombre es Rojo, mejor que lo sepa, seguramente voy a venir aquí muy seguido- Dijo con suma simpatía- Ahora sí, me voy yendo. Adiós, señor, adiós Azul- Exclamo el adolescente mientras era despedido por el otro adolescente y por el Señor Amable.

-Adiós, Rojo- Exclamaron ambos al unísono.

El adolescente de pelo rubio y ojos azules volvió a su casa, con la mirada fija en el piso, pensando en el momento que vi, y conoció a ese nuevo chico Azul. Cuando llego a su casa, y su madre le pregunto acerca de si la gente era amable y esas cuestiones, él afirmo:

-Sí, el señor que atiende es muy bueno, y además justo entro un chico de mi edad-

-¿De enserio? ¡Qué bueno!-

-Sisi, se llama Azul y me ayudo a levantarme cuando me tropecé-

-¿Te tropezaste?-

-Sí, no sabes la vergüenza que me dio- Dijo Rojo, intentando no recordar ese vergonzoso momento.

-¿No te habrás tropezado mirando a una chica me imagino, no?- Pregunto su madre.

-¡Mamá!- Exclamo el adolescente.

-Bromeo, hijo, bromeo nada más. Pero bueno, que suerte que haya un chico de tu edad, ¿no? Pueden ser amigos-

-Ojala- Afirmo el menor- ¡Ah! Me olvidaba, toma, le compre este chocolate a Zelda..., luego, si no es molestia, se lo puedes dar- Dijo Rojo, mientras miraba ese chocolate de manera adicta, se iba de la cocina rumbo a bañarse. Su madre solo atino a sonreír.

Luego del baño y de la cena, se fue a dormir. Mientras estaba acostado en la cama, veía por la ventana una enorme luna llena que adornaba la belleza del cielo nocturno. Rojo la presenciaba mientras justo su mente se acordó de Azul, ese nuevo chico que había conocido, ese nuevo chico que, a pesar de su timidez, seguramente iba a ser su amigo. Seguramente.

-Azul y yo nos llevaremos muy bien- Murmuro de la nada, sin saber porque, sin haber pensado ese frase. La había dicho de forma inconsciente. No le dio mucha trascendencia, observo por última vez a la luna, cerro sus ojos y se durmió pensando en ese nuevo chico con el cual, según había dicho inesperadamente, se llevaría muy bien.

se despertó con una gran sonrisa en su rostro. Recordó que no estaba en cualquier lugar, sino que estaba vacacionando en una bella y pequeña ciudad playera. La ventana de su cuarto estaba al frente de su cama, por lo que, el adolescente podía ver el cielo completamente teñido de celeste y con un gran sol radiante que estaba inserto en él. Miro al cielo y volvió a sonreír. Era un adolescente más que carismático y divertido. sin lugar a dudas, Rojo era, un chico radiante, radiante como ese sol que atestaba de calor a toda la ciudad. Su simpatía, su carisma y su generosidad afloraba en todo su ser, daba gusto de ser amigo de un chico como el, tan leal, tan fiel, tan comprometido en ayudar al otro. Además, era un chico precioso. Su piel era levísimamente de un tono común, poseía dos jemas azules como ojos y su rubio revuelto al despertar lo hacían más que un chico hermoso. No era sorpresa, pues, que ese chico tuviese un gran listado de chicas a las cuales les había roto el corazón porque, al fin y al cabo, Rojo era un ser humano con todo los pro y contras que eso conlleva. En su escuela se había ganado, sin sorpresa, el gran título del más infantil de su colegio. Cada vez que iba a alguna fiesta siempre era él el que llamaba la atención con, al menos, sus estupideces. Enamoraba a muchas chicas pero nadie lo enamoraba a él. Desarrollaba una actitud completamente enamoradiza para con las chicas pero, hasta ahora, ningún ser humano había podido adueñarse del corazón de el menor, si quiera su hermana…

Se levantó, se bañó y fue a almorzar con su familia.

Su padre, era un gran emprendedor en todo asunto vinculado a las ciencias naturales, decir que era un "científico" es un término muy de ciencia ficción pero, al fin y al cabo, eso es lo que era: un hombre de ciencias que trabajaba en campos de investigación de distintas universidades desempeñándose en áreas científicas muy diversas desde biología molecular hasta astrofísica. Además, poseía una personalidad que su hijo había heredado: la capacidad de sonreír y de ser simpático, cordial y generoso. Era un muy buen tipo, gracioso, familiar pero algo hosco con sus propios conocimientos y bastante orgulloso y presumido de ellos. Ese defecto también había sido heredado por Rojo.

Su madre, también era una mujer de ciencias pero no de las ciencias naturales, sino que de las ciencias sociales, más bien de las ciencias políticas. Era licenciada en politología, desempeñaba su vida laboral dando clases en Universidades y escribiendo artículos y ensayos que examinaban la vida política. Era una mujer muy reservada, callada y atenta en su vida profesional y laboral, pero nada que ver a lo que era personalmente: una mujer desenvuelta, divertida y de constantes risas.

Zelda, la hermana de Rojo, era una adolescente también hermosa. Era una gran compañera de su hermano, prácticamente eran mejores amigos y se ayudaban absolutamente en todo. Como en cualquier vínculo, tenían sus peleas y discusiones. La última se debía a que Rojo cogió su peluche... Y nunca se lo devolvió. Pero eran discusiones de ínfima duración, se amaban mucho entre ellos como para estar enemistados. Era una chica absolutamente compañera, buena onda y con mucha alegría en su forma de ser, pero también era muy celosa y con elevados signos de inseguridad, que evitaba demostrar.

Los cuatro almorzaron con voracidad.

-¿Y qué tal durmieron?- Pregunto el padre.

-Bien- Contestaron, paradójicamente, los tres a la vez. Había un grado de complicidad muy fuerte entre todos que generaba ese tipo de situaciones delirantes y cómicas.

-¿Qué van hacer hoy a la tarde, chicos?- Pregunto la ama de casa.

-Si quieren, pueden acompañarnos a Úrsula y a mí a la playa, estaremos toda la tarde ahí disfrutando del sol y la arena- Dijo el padre, que se había levantado y colocaba algunos elementos que llevaría a la playa en su mochila. Rojo y Zelda se miraron alternadamente, ya con sus miradas se entendían y sabían que iban a decir.

-Úrsula tu fukingmother- dijo la madre cruzando sus brazos y entrecerrando el cejo

-Ehh, no sé, yo había pensado con Rojo recorrer un poco la ciudad- Comento Zelda.

-Ah, también pueden hacer eso. Tal vez se encuentran al chico que se encontró ayer Rojo- Exclamo la madre mientras miraba atentos a los niños.

-Azul…-Exclamo el menor, haciendo referencia a su nombre.

-Okey, entonces ustedes recorrerán la ciudad y nosotros iremos a la playa- Decía el mayor.

-¡QUE HACES! ¿Vas a llevar el microscopio a la playa? Qué vergüenza…- Dijo la madre.

-Es que quiero investigar como es el estado de la arena en esta ciudad- Marido y mujer tuvieron una graciosa discusión que termino, como siempre, a favor del "padre", el cual, con sus ingeniosos dichos convencía siempre a su mujer.

Los hermanos iban caminando por calles de casas simples en una vereda, en la otra se erigía el gran bosque de la ciudad.

-¿Y Rojo? ¿A cuántas chicas besaras este verano?- Dijo Zelda, caminando cerquita de su hermano, el cual, haciéndose el humilde, contesto:

-Qué?… -no entendía Rojo.

-¡Ay, no! Si sabes muy bien que las vas a derretir a todas, tonto- Exclamaba Zelda, riendo.

-A los peluches?- Decía Rojo, sabiendo que sus palabras no eran verdaderas.-No me interesa, además, aguante ser feo- acomodaba su fleco

-Deja de hacerte el humilde, querido. Eres tremendamente hermoso, y posees un físico espectacular- Reclamaba Zelda. Posando una mano sobre el hombro de su hermano y acercando su boca a la oreja de la misma, susurro:

-AHHHHHHHHHH- Dijo con voz de chillona, riendo fuertemente, Rojo la empujo. Ambos estallaban de la risa. -¡Ah! Rojo, me has descubierto, mira... yo... no... quiero mas peluches...- Decía Zelda, con voz de actriz de telenovela. Rojo ponía su mejor cara de enano confundido. Ambos, sin darse cuenta, habían cruzado la calle y habían ingresado al parque pero, habían entrado por un sendero sin árboles y con mucho pasto que nutria ese camino de madera. Los árboles se perfilaban a los costados, a diez metros del sendero.- después compraremos- Afirmo la chica, mientras reía y hacia que seducía a su hermano.

-Oh si, ven, crucemos los árboles, y robemos peluches como nunca!- Dijo Rojo, agarrando de la mano a Zelda. Ambos reían a carcajadas cuando decían lo que decían, corrían agarrados de la mano hacia los árboles.

-Como digas será divertido- Decía en el pico máximo de la risa. Reían y reían tanto y de forma tan verborragica que no habían logrado ni llegar a los arboles cuando ella cayó al piso sin querer, pero no fue nada grave. Su primo se arrojó al suelo, descostillándose de la risa junto con la chica de ojos azules y pelo rubio. Hacía rato que no reían tanto entre los dos. No sabían cuánto tiempo habían estado así pero la risa y la alegría les hizo cortocircuito cuando lograron recomponerse y vieron que, desde el sendero, había alrededor de una docena de chicos de su edad, mirándolos impactados.

-Qué vergüenza- Dijo Rojo, con voz muy baja, estando muy cerquita de su hermana, ambos rojos de tanto reír y por la vergüenza de ser descubiertos de esa forma.

-¿Quiénes son?- Pregunto uno de los tantos que había en esa masa de adolescentes, con algo de frialdad

-Ehh, somos Rojo y Zelda, vinimos ayer y ...estamos vacacionando- Aclaro el adolescente.

-Ahh, está bien. Nosotros somos nativos de este lugar- Afirmo aquel mismo chico, ya sin aquella actitud fría y desconfiada. Todo lo contrario, de forma rápida se acercaron esa docena de chicos a saludarlos. Se presentaron entre todos y se dieron a conocer los nombres. Rojo saludaba con respeto y simpatía. Ya había comenzado a conversar con dos chicas cuando noto que había a un chico al cual no había saludado.

Era Azul, el adolescente con que se había encontrado el día anterior. Estaba de espaldas a él, y se dio cuenta que era Azul por su cabellera rubia y estatura. El adolescente sintió algo de nervios al verlo, sin saber porque, y decidió que era mejor romper el hielo y conocerse como se estaba conociendo con los otros. Se acercó, tragando algo de saliva, y coloco su mano en el hombro del adolescente. Este, se dio vuelta con timidez y sus ojos color mar chocaron con el del chico de ojos celestes y se quedó mirándolo, anonadado.

-Ehh, hola- Afirmo de forma suave y muy tímida Azul.

-Hola Azul, ¿Cómo andas?- Pregunto siempre tan simpático y educado, Rojo. Azul le sonrió, lo ponía contento ver a gente que le transmitía seguridad- ¡Espera! ¿Te acuerdas de mí, no?- Algo sonrojado y con la vista baja, afirmo con la cabeza. Rojo sentía algo de nervios ya que no sabía que decirle, lo tenía al frente y no sabía que decirle.- ¿Al final que compraste ayer?-

-Helados, dos helados compre, ¿Acaso estuviste ciego?- Afirmo Azul. Rojo recordó que lo había visto comprar esos dos helados.

-Ahh no... se nota que tenías hambre- Dijo Rojo, arrancándole del rostro puro una sonrisa a Azul.

-era uno para mí y otro para mi mamá- Exclamaba Azul. Justo, en ese momento, apareció Zelda.

-¡Aquí estabas, hermano! Estaba hablando con las chicas de allá. ¡No sabes lo buena onda y divertidas que son! Creo que nos llevaremos muy bien con esta gente- Dijo Zelda, Rojo asentía con la cabeza, estaba de acuerdo con lo que decía. De pronto, la chica noto que al lado suyo estaba Azul, ese chico cuya presencia no era muy notable en un ámbito social…- ¡Ay! Discúlpame, no te vi. ¡Hola! ¿Cómo andas? Me llamo Zelda, soy la novia de Rojo- Decía Zelda riendo. El rostro de Azul fue de absoluta sorpresa y miro a Rojo buscando respuestas.

-¿De enserio?- Pregunto muy asombrado.

-Sisi, ya llevamos dos años y medio de novios- Dijo zelda, agarrando de la mano a su hermano y besándolo de la mejilla.

-Pero osea... Qué pedo, lo llamaste hermano- preguntaba el azulado

El otro ponía sonrisa de victorioso. Al ver que Azul se dió daba cuenta, ella aclaro- Nah, mentira. No soy su novia, somos hermanos.-

-Ahh, está bien. Ya me parecía- Dijo el, cortito y al pie.

-¿Cómo te llamas?- Pregunto ella.

-Azul- Contesto

-Azul, que lindo nombre- Afirmo la chica de ojos celestes. El rubio se ruborizo y Rojo estuvo atento a su reacción. De pronto, los tres adolescentes notaron que uno de los chicos decía:

-¡Oigan! ¿Quieren que caminemos por el sendero un rato?- La población popular vitoreo que si.- ¡¿Rojo y Zelda?! ¿Ustedes quieren también?- Dijo aquel chico, con absoluta confianza. Los adolescentes nuevos afirmaron y aquella manada comenzó a transitar. Zelda se acercó a ese grupo de chicas y continuo hablando con ellas. Rojo quedo parado junto con Azul y todos ya estaban caminando excepto ellos dos.

-¿Tú quieres ir?- Pregunto Rojo.

-Bueno, dale. Sigámoslos.- Afirmo Azul. Siendo los últimos de la "manada", iban conversando. Rojo todo el tiempo tiraba un tema de conversación, fiel a su estilo amistoso y simpático. Azul era muy tímido pero disfruto mucho estar ese momento con ese chico nuevo, se sentía cómodo y en paz-…y por eso creo que el GTA SAN ANDREAS siempre será el mejor GTA de todos, por más que haya salido el 5, nunca será derrotado- Afirmaba Azul, mostrando su gran gusto por los videojuegos. Rojo lo escuchaba con atención mientras descubría que le gustaba escucharlo a Azul, era muy entretenido, gracioso y, asimismo, el adolescente poseía una voz muy agradable y amena.

-Sí, es cierto. Lo peor de todo es que los de RockStar buscan todo el tiempo sacar nuevos GTA que sean mejor que el SAN ANDREAS, cosa que es imposible-Agregaba Vaati,desde lejos ya con un poco más de confianza.

-¡Tal cual! Pienso lo mismo, o sea un clásico surge cuando uno menos lo espera y lo busca, creo yo- Exclamo Rojo.

-Es cierto, igualmente todos los GTA son buenos y entretenidos- Añadió el adolescente rubio Azulado. Su voz tambaleaba bastante y se lo notaba algo nervioso, Vio a Vaati darse la vuelta, y volvió a mirar a Rojo con esos típicos registros de timidez y desconfianza. Con su voz se percibía mucho esta cuestión, en cambio, hablaba firme y pronunciadamente.

-Sí, ¡eso ni hablar! ¿Qué GTA tienes?- Pregunto Ghirahim.

-Ehh, tengo el Vice City, el Liberty City y el San Andreas- Dijo Rojo.

-¡Wow! Genial, y ¿para qué consolas?-

-PlayStation 2 y PC. No tengo mucha tecnología moderna…- Exclamo, con rubor en sus mejillas. Era muy tierna su forma de comportamiento, muy inocente, muy aniñado.

-Yo tengo el GTA Vice City, el San Andreas, el IV, y el V- Afirmo Ghirahim- Para la PlayStation 3 y la XBOX 360- Dijo con orgullo.

-Ghirahim... lárgate- sonrió enbrocado Azul

-¡Pero tú tienes los mejores y para las mejores consolas!- Decía Vaati, llevandose a su amigo peliblanco

-Es lo que hay- Ambos rubios se sonrieron tímidamente y sonrojados. Sin saber muy bien porque, pero decidido, Azul comento- Ehh, si quieres te puedo invitar algún día a mi casa a jugar-

-¿A jugar?-

-O sea, a jugar con mis consolas- Decía Azul. No sabía muy bien porque lo decía, o sea tan solo hacia una hora que lo conocía a ese chico pero se sentía tan bien cuando estaba con él, se comportaba de forma tan natural, sentía que no se quería desprender de él, quería que la conversación fuese eterna. Rojo dudo mucho en su respuesta, cosa que incomodo al chico de ojos azules.

-Sí, bueno, le tengo que preguntar a mi mamá, pero creo que no habrá problemas-

-¡Obvio que no habrá problemas! O sea, vamos a jugar al GTA u otro juego a las consolas… ¡Espera! ¿Tu madre es de esas que prohíben a sus hijos a jugar juegos violentos?-

-Ehh, no. Sino no me hubiese dejado tener tantos tipos de GTA.-

-Tienes razón, que inteligente eres- Dijo Azul, produciéndose un sonrojo fuerte tanto en sus mejillas como en la de ese chico nuevo.

-No, no lo soy- Dijo, serio, Rojo

-Sí, lo eres…-Decía Azul, cuando fue interrumpido por Zelda. Ni la había visto venir. Ella noto que interrumpía una conversación entre los muchachos, ya que ambos estaban sonrojados.

-Ehh, perdón si interrumpo algo- Afirmo Zelda. No obtuvo respuesta. Se dio cuenta que si había interrumpido una charla. Decidió proseguir- Rojo, me llamo mamá Úrsula, tenemos que ir volviendo a casa. Parece ser que vamos a cenar con un matrimonio que conocieron en la playa - Exclamo Zelda.

-¡¿Es necesario que vayamos?!- Renegó Rojo, verdaderamente la estaba pasando muy bien con Azul, a pesar de, los incomodos e inexplicables sonrojos y miradas encontradas que se producía entre ellos.

-Yo creo que si- Afirmo la chica- Pero pueden seguir hablándose todos los días, ¡pásense los celulares!- Dijo, de forma persuasiva, Zelda. Los adolescentes intercambiaron miradas algo tímidas hasta que Rojo tomo la posta:

-Buena idea, así seguimos en contacto- Exclamo Rojo. Se intercambiaron números de celulares entre ellos.

-Bueno Rojo, vayamos. Adios, Azul. Un placer conocerte, parece ser que nos vamos a ver seguido, seguramente serán muy buenos amigos- Dijo cordialmente Zelda, saludándolo con un beso.

-Adiós, Zelda- Solo atinó a decir Azul, nervioso y tímido. Rojo se le acerco, con intención de darle un beso en la mejilla como despedida pero sus ojos azules se encontraron con los ojos del chico que vetía de rojo y se retractó. Lo mejor sería no hacerlo, no sabía porque pero evito darle un beso en la mejilla, solo le estrecho la mano.

-Prometo que seguiremos en contacto, Azul. Nos vemos- Dijo Rojo.

-Chau, Rojo- Exclamo Azul. Rojo se dio vuelta y lo miro. Sin saber muy bien porque le sonrió, alegremente. Le produjo una gran satisfacción que aquel adolescente le hubiese dicho "Rojo" no entendía el porqué, pero le daba satisfacción y alegría.

-Adiós- Volvió a exclamar.


Buenooo espero les haya gustado .w.U Bueno si aparece un nombre desconcisdo, uso diccionario y se pone ccualquier cosa ¬¬