Disclaimer: Soy excelsa, hembra caliente y fría, masoca. Pero no soy Oda-sensei. One Piece, a él le pertenece.
Este fic va dedicado a todos los fans de Mihawk, esos que se hallan recluidos en el oscuro pasillo del olvido, porque sé que realmente existen. Creo en ustedes, porque en algo hay que creer, como dicen por ahí.
Porque los fans de Mihawk no son papanoeles ni el chocolate que le promete la mami al nene (trauma infantil). ¡Existen realmente!, ¿verdad?
¿Verdad que no estoy sola en este mundo?
*Ren acumula nubes negras sobre su cabeza, arracimada contra una pared*
Cuando la vida te manda al rincón, tú única opción es rebelarte.~
Notas: Esta es una serie de drabbles o viñetas que realicé en mi necesidad de escribir sobre Mihawk. Es una necesidad que crece, se agita y me domina (L)
Creo que tiene algo que ver el mate (no subestimen la mateína), la lluvia y el beso de ayer, y cierta pastillita.
Como sea, hay algo que tienen que saber: Mihawk es sexy~, y si se inspiran en su personaje para escribir fics, está comprobado que bajarán los kilitos que tengan de más, tendrán más orgasmos, o aunque sea tendrán uno (no siempre se consigue...), y no desafinarán cuando canten. GARANTIZADO.
Advertencias: El lector ha de tener imaginación y leer como si no hubiera mañana.
.
.
.
Llegó a resultarle vergonzoso observar la cabeza inclinada y sumisa de aquél que se declarara como su rival sin siquiera estar a la altura de ello. Aquél a quien, sin embargo, reconoció. ¿Se habría equivocado? Acaso viera en ese muchacho la pasión de su propia juventud y, dejándose ablandar por sus memorias, le atribuyera al imprudente espadachín una voluntad que no tenía, como si le fuera necesario respirar, aunque sea por una vez más, los padecimientos y la convicción de antaño, aquello que hizo de él quien era.
Como en el primer encuentro, acabó sorprendido.
Esa temeridad escapaba a su cálculo, sus predicciones se tornaban obsoletas con Roronoa Zoro. Eso le gustaba.
Incluso podría ganarle a él en un futuro, quién sabe. Todo hombre poseía un destino que ignoraba.
Quedaba claro que sólo un incauto de su talla podía aspirar a algo así, que sólo el muchacho tenía ese derecho. Parecía evidente, natural.
¿Entrenar al hombre que habría de matarlo? Quizá él mismo se estuviera volviendo un imprudente. La sola idea lo hacía reírse consigo.
.
.
.
