En efecto, mis amores. No leyeron mal. Esta historia involucra a los primogénitos de las familias McCormick y Marsh; un Kelly (o para mí así suena). Comentarios al final.

Ni "South Park" ni sus personajes me pertenecen. Narrado en primera persona por Shelly. Enjoy~!

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—Si necesitas algo más no dudes en pedírmelo por el transmisor.

—Que sí, papá. — Asentí para que saliera de mi cuarto de una vez. Ya me encontraba recostada en mi cama sin destenderla y con una almohada apoyando mi espalda.

—Bien. Y Shelly. —Apenas si puse el esfuerzo necesario en girar mi cabeza hacia la puerta mientras sostenía en mis manos una revista de las que leía cuando adolescente. —Papi te ama ¿lo sabes, verdad?

—Ya vete, Lorde. —Me obedeció sin dejar de lado esa ensanchada y estúpida sonrisa que tenía desde hace prácticamente 3 meses; desde que se enteró que su "princesa" traería un bebé al mundo.

Apagué el transmisor y con mi mano busqué el celular por debajo de mi almohada. El maldito ya se había quedado sin batería y estaba demasiado fastidiada como para buscar el condenado cargador. Esperaba poder llamarte aunque sea unos minutos.

—Te necesito a ti. Ahora. —Susurré para mí a la vez que miraba fijamente hacia mi ropero, como si pudiera ver a través de este. Bien lo recordaba, que en uno de sus cajones tenía una foto de hace muchos años. No necesitaba levantarme e ir por ella.

—Cuando fuimos al cabrón Cirque Du Cheville. —Reí hasta donde mis frenillos me dejaron. Ese día antes de partir a la función nos tomaron una foto a los menores; al mojón de mi hermano y sus amigos, a Kevin y a mí.

Me puse de pie, posando mi mano sobre mi estómago y usando la libre para halar las colchas me resigné a dormir, sin importar en qué parte del suelo había caído mi revista. Apagué la luz de mi lámpara y notaba tristemente los leves cambios que había sufrido mi cuarto.

—Estúpida cuna.

—Estúpida pañalera.

—Estúpidos mamelucos en mis cajones con mi demás estúpida ropa.

—Estúpido catálogo de carriolas. —Y lloré sólo por lo que había durado mi emoción. Unos diez segundos. Nunca había sido una niña y adolescente normal ¿Cómo se suponía que iba a sobrevivir a esto?

Pero obviamente era responsable.

¿Qué me llevó a esto? ¿Enserio había tanto alboroto porque Shelly Marsh estuviese embarazada?

Sí, y aún así no me gustan estos cambios. Sencillamente porque no estoy acostumbrada a recibir atención.

Kevin McCormick es alguien como yo. Miembros en una familia donde somos algo así como un cero a la izquierda. Dos chicos de diecinueve años que están convencidos que todo el amor de sus padres van dirigidos a sus hermanos. Dos aún adolescentes que se hicieron rudos por culpa de esa falta de atención. Que bueno, esa ventaja nos ha ayudado a no salir con ridiculeces ni sentimentalismos frente a los demás. A, como diría el gordo amigo de mi hermano, hacer respetar nuestra autoridad aunque fuese un poco.

¿Y de dónde sales tú?

De la fiesta de cumpleaños número 15 del hijo favorito de la familia Marsh.

Sólo recuerdo que ese día la casa se llenó de un ambiente que en ninguno de mis cumpleaños he vivido. Con todos sus amigos presentes, mis padres, e inclusive familiares que ni sabía que tenía. Hasta el abuelo hizo lo imposible por que lo trajeran del asilo para ver a su querido "Billy".

— ¡Feliz cumpleaños, Stan!— Y buenos deseos era todo lo que he escuchado, no sólo en sus cumpleaños sino en mis diecinueve años de invisible vida. Recogí mi chamarra de una de las sillas y me dirigí a la puerta, de todas maneras nadie notaría si estaba ahí o no. Solté una maldición cuando vi al hermano mayor de los McCormick parado frente a la misma.

— ¿Qué mojones quieres?—Respondí fingiendo enojo para cubrir el susto que aún conservaba en mi tono de voz.

—Kenny me llamó para que le trajera el regalo de tu hermano. —Contestaste con simpleza alzando la pequeña bolsa de papel con un moño visiblemente reciclado que llevabas en las manos. — El imbécil lo olvidó en casa. —Me hice a un lado para dejarlo ingresar a mi casa pero se detuvo a mi lado. — ¿Y tú? ¿A dónde vas con tanta prisa?— Saqué mi cabello de mi espalda y dejé el lugar sin responder. El recién llegado cerró la puerta tras de él aminorando el ruido de adentro. Y comencé a caminar por la parte del pueblo que carecía de personas que me conocieran. Era tarde para que una chica anduviera sola por las calles pero eso no me preocupaba ni un gramo. Nunca había sido una adolescente atractiva, aún llevaba frenillos (transparentes afortunadamente) y mi cabello seguía siendo un tanto disparejo ¿Quién se atrevería a acercarse y hacer algo "indecente"? Pero por un instante ese pensamiento se disipó cuando escuché pasos acelerados acercándose. Opté por tomar la postura más a la defensiva que pude y girarme.

—Tranquila. No pensaba tocarte. —Soltó divertido al ver mi puño alzado y preparado para darle un golpe en donde se dejara. Dejé de fruncir el ceño ligeramente y bajé mi puño.

— ¿Qué quieres ahora? ¿Estás siguiéndome? —Reclamé escupiendo apenas una gota de saliva en su cara la cual no se molestó en remover.

—Sí. —Afirmaste desvergonzadamente pero te apresuraste a arreglar tu respuesta. — Pero en mi defensa, es un pueblo libre así que puedo caminar por donde quiera. —De ahí en fuera no fue necesario reclamarle algo.

A decir verdad, no es que odiara a Kevin. Simplemente nos soportábamos. En los años que nos conocíamos apenas si habíamos conversado unas 3 veces. Pero esa noche no hicieron falta las palabras altisonantes (casi), ni los comentarios despechados hacia algo o alguien. Únicamente sacar a flote lo que era ser parte de nuestras respectivas familias.

—Pero si mal no recuerdo siempre estabas en el cuadro de honor de la primaria y de la secundaria. —Cuestionaba algo confundido trayendo el tercer par de cervezas de la noche, de la reserva especial de su padre. Y sentándose a mi lado en el jardín de su humilde morada.

—Promedio de nueve punto siete y primer lugar en lenguas extranjeras. —Aclaré. — Siempre he sido una cerebrito aunque no lo parezca.

— ¿Y tus padres no lo saben?

—Más bien no se han dado cuenta. — Di un sorbo a mi cerveza y apreté contra mis manos la parte superior de la lata. — Siempre es la boleta de Stan la que está pegada en el refrigerador, con su "deslumbrante" nueve de promedio. —Ironicé con una mezcla de humor y rabia al recordarlo.

—Los padres pueden llegar a lastimar sin darse cuenta.

—Mucho. — Añadí jugueteando con la lata casi medio vacía en mi mano y girándome a verlo. —Ey, ¿y qué sucedió con el basquetbol? No me gusta admitirlo pero lo jugabas mejor que ningún otro idiota.

—Lo dejé hace tiempo. —Notaba que estaba herido al comentármelo. —Nunca nadie iba a verme a los partidos, mis padres nunca firmaron la autorización para la beca, vendieron mis balones para comprar los regalos de Navidad de mis hermanos. —Desvió su rostro dejando salir un eructo y volvió a la charla normal. — Así ya ni ganas tenía de seguir jugando.

—Ni hablar. De todas maneras ese uniforme te hacía lucir como un marica. —Terminé mi bebida escuchando una carcajada de parte del anfitrión. Este terminó su cerveza y aplastó la lata contra su cabeza sin dejar de reír.

—Esa es la Shelly que conozco. — Sentí cómo mi cabeza era golpeada a mano limpia por él. —Ya me estabas deprimiendo. —Gruñí fingiendo dolor y lo imité regresándole el gesto.

—Jódete, mojón. — No obstante, sentí un calor infernal cuando sentía de nuevo su mano en mi cabeza pero acariciando apenas perceptiblemente mi cabello. Oh Dios, ya empezamos con los efectos del alcohol.

—Ya bebiste como un enfermo. Déjalo. —Asumí tambaleándome al levantarme y ofrecerle mi ayuda.

—Shelly, 3 cervezas no emborrachan a nadie. Al menos yo no. —Esperaba que me lo confirmara y pudiera ponerse de pie él mismo pero insistió con la mirada que le diera mi mano de nuevo valiéndose de esta para apoyarse. —Tranquila. —Aún con la mirada desafiante que desarrollé desde niña no podía evitar sentirme algo intimidada por la diferencia de alturas entre los dos. Apenas unos 5 centímetros pero odiaba sentirme expuesta o inferior. —Oye...—Me tomó por el cuello acariciando mi mejilla y acercándome a su rostro. Lo detuve pero lo hizo de nuevo. — ¿Sientes que has estado sola mucho tiempo?—Susurró más parecido a una afirmación. Kevin apenas si podía coordinar sus orbes con los míos. Ja, y decía que no estaba tomado.

— ¿Y tú qué?

—No me has contestado.

—No tengo por qué. —Sentí sus brazos rodear mi cintura. Lo golpeé en la espalda y brazos pero aún seguía siendo más fuerte que yo. Era comprensible, supongo. Siendo una chica que apenas si había tenido tres o 4 cortos noviazgos, desacostumbrada a la cercanía con los demás y que de pronto acaricien tu cintura. Eso no se ve todos los días. —Suéltame, imbécil. Te dije que bebiste demasia...—Reposó su cabeza entre mi cuello ignorándome.

—Mañana me importará un carajo. —Marcó mi cuello con un beso tensándome al instante. —Pero hoy no quiero quedarme solo. —No di respuesta alguna. Dejé que me moviera a su voluntad, a lo que quisiera hacer, a donde quisiera llevarme. Sin rechistar hasta que fuese necesario.

Nos bastó una noche. Entendíamos el mismo dolor. Y así como pretendíamos que los demás no nos importaban, también lo haríamos con lo que sucediera entre esas cuatro paredes.

Kevin no era el chico más refinado del pueblo. Ni el mejor arreglado. Y era medio bruto en sus acciones. Pero modales no le falta. Supo tratarme aunque él no tenía ni puta idea de lo que hacíamos.

— ¿Todo bien?—Me cuestionó aún concentrado en lo que estaba haciendo con su intimidad dentro de la mía. Y aunque le hubiera respondido que no, sabía que era pura cortesía. Ya no me estaba escuchando.

—K-kev...—Supliqué como nunca antes. Que esto nunca acabara. Sólo por esa noche a esa persona no le importaron mis kilos de más, mis frenillos ni mi cabello algo seboso. Para Kevin McCormick fui la persona más atractiva del planeta.

Debo admitir, y en serio, que en su momento fue aterrador perder mi virginidad. Porque, hijo mío, nunca se sucede como uno sueña. No sentía nada más que ansiedad al estar cubierta por otra piel desnuda en vez de mis habituales sábanas. Los orgasmos son otra cosa, y mi reacción lógica fue corresponder gustosa a aquello que sin control se desbocaba en mi interior. Pero luego el remordimiento y sobretodo la incomodidad te rondan la maldita cabeza hasta que uno de los dos rompa el silencio. Y peor dormir en otra casa.

— ¿Te lastimé?— Era la tercera vez en la noche que lo preguntaba y mi respuesta era la misma, una negativa. —Me voy a dormir. — Sin más rodó en el colchón dándome la espalda y cubriéndose hasta el cuello con las sábanas rotas de su cama.—Ah, y ni se te ocurra irte ahora. —Giró su rostro apenas asomando sus ojos. —Ya es muy tarde y no quisiera que te pasara algo. Mañana se nos ocurrirá algo qué decir. — Dicho esto volvió a recostarse. Advertí que ya había puesto el seguro a la puerta, y eso me dio tranquilidad en caso de que su tonto hermano regresara de la fiesta de Stan.

—Kevin...—Le llamé pero se había dormido (o eso parecía). Me abstuve de acariciar un segundo su espalda donde anteriormente le había golpeado. De volver a trazar las marcas de mis uñas en su piel. Terminé arañando la almohada y me dispuse a dormir. Por dentro estaba feliz, había sido el centro de atención para alguien que pasaba lo mismo que yo. Y espero haberlo reconfortado también. Sólo una palabra me cruzó antes de profundizarme en un sueño de apenas unas horas. —Gracias.

No llovió armonizando el ambiente, la habitación no olía a flores, y no había luz de luna. Aún así ese momento me había dado mucho más que con mi familia.

Pero sentí el miedo más grande cuando corrí al baño a vomitar a los 3 días de esa noche. No había que ser un genio para entenderlo. Esto siempre pasaba hasta en las telenovelas.

Bastó con que lo citara esa misma mañana en las vías del tren después de que visitara a Karen quien ahora vivía en la casa de unos tíos.

—No podemos estar seguros hasta que te hagas una de esas pruebas caseras de embarazo. — Apagaste con tu zapato el cigarro que tenías en la mano sin siquiera haberle dado una calada. —Vamos a tener que esperar.

— ¿Y qué pasa si...?—

—No habrá más remedio que avisar a tus padres y a los míos. —Te diste la vuelta, estabas algo retrasado con tus tareas y deberes de la preparatoria abierta. —Será...interesante. —Sonreíste y te dirigiste lentamente de regreso a tu hogar al que no habría nadie a esas horas. Kenny estaba en la secundaria con mi asqueroso hermano y tus padres al fin habían conseguido un trabajo de lavaplatos y lavaloza en un restaurante de tiempo completo. Paga promedio pero al menos más seguridad económica de la que están acostumbrados.

Y así fue, esperé mi primer día de retraso y corrí al baño. Ya había comprado la prueba unos días antes.

Malditas dos líneas en la prueba.

—Entonces...ya es seguro. — Fue lo último que escuché a través de tu celular. Al instante llamaste a la puerta de mi casa. Al parecer estabas preparado para cualquier respuesta que pudiera darte. —Bajé las escaleras esperando a que no hubiera alguien más en casa. Y para mi mala suerte…

— ¡Qué sorpresa! ¿Qué hace el mayor de los McCormick aquí?

—Buenas noches, señor Marsh. — Correspondió mientras Kevin se colocaba a mi lado. Yo simplemente me quedé al pie de las escaleras. —Acabo de mandarle un mensaje a mis padres, ya vienen en camino. —Me susurraste mientras recuperabas la postura al ver a mi madre saliendo de la cocina y limpiando sus manos en el delantal para estrecharla con la tuya.

—Carajo, ¿no crees que es muy pronto?—Le reprendí entre dientes.

—Entre más pronto se enteren, mejor. — Percibí un aliento alcohólico proveniente de él. Nada escandaloso. Probablemente había tomado para darse valor. —No pienso deslindarme de ese "mojoncito". — Tanta consideración me espantaba. Cualquiera en su situación habría huido o sugerido abortar.

—Vaya, ustedes parecen ser más cercanos de hace un tiempo para acá. —Soltó sugestivamente mi madre haciendo que ambos nos sonrojáramos.

No sabes cuánto.

—Vengo a hablar con ustedes. Mis padres deben estar por llegar. —Cambió de tema mientras tomaba asiento en el sofá.

—Pero...

—Shelly...— Me riñó para dejar de debatir. Y tenía razón. Esto se sabría en cualquier momento. —Bien. —Mamá intercalaba su atención entre él y yo pero no hizo comentarios. Kevin se las ingenió para que mi papá desistiera su ciclo interminable por saber el motivo de su visita. A los pocos minutos sus padres llegaron con un extraño olor a grasa y comida frita.

— ¿Y bien?—Al unísono, los hombre de familia comenzaban el interrogatorio. Yo permanecí sentada con brazos cruzados. El chico palmeó mi pierna y se puso de pie aún a mi derecha.

—Shelly...ella es-está esperando un hijo mío.

—Y quiere hacerse cargo. —Añadí recibiendo una sonrisa de parte de mi cómplice como respuesta.

Por supuesto, los gritos no se hicieron esperar.

Mi madre antes que nada me abrazó. Mi bobo padre preguntaba al aire que cómo había podido par eso. La señora McCormick soltó un grito de terror y el señor, bueno, él se desmayó por unos 4 minutos después de exclamar un largo "¡No!"

—Ciertamente es muy extraño de ustedes considerando que ni siquiera se dirigían la palabra. —Comenzó mamá siendo quién más cuerda estaba en ese instante. —Pero Kevin, es un alivio que quieras asumir tu responsabilidad. —Mamá le agradeció mientras esperábamos nerviosos la sentencia de los otros 3 adultos siendo Lorde el siguiente.

—...—

—... ¿Pero cuándo carajos sucedió?

— ¿En serio quieres saber, papá?—Mamá cubrió la boca antes de que se le ocurrir preguntar algo similar.

—Bueno, admito que estoy bastante sorprendido. —Continuó sacando de su boca el calcetín que la había metido mamá. —Estoy feliz de que estén juntos en esto. Y más porque...—Todos notamos cómo la voz de mi progenitor se quebraba y desviaba la vista de nosotros. —Lo siento. Lo siento. Un momento. —Han sido pocas las veces en mi vida que Randy Marsh llora, y eso produjo en mí una mezcla de rabia y tristeza. —Es increíble que mi niñita vaya a tener un bebé. Mi próxima canción será para mi primer nieto. —Acarició mi estómago y se volteó a los padres de Kevin a celebrar que ahora serían una familia.

Randy Marsh no lloró cuando nací.
Randy Marsh jamás me dijo cosas como "mi niñita" o "mi princesa".
Randy Marsh nunca me había acariciado.
Randy Marsh nunca me había celebrado algo.

Recuerdo que mis padres se turnaban para envolverme protectoramente entre sus brazos o decirme lo orgullosos que estaban de mí.

Al parecer que abriera las piernas tenía más peso que mi buen promedio. O al menos así me hicieron sentir.

Con tu padre las cosas fueron más complicadas.

— ¿Acaso sabes lo que implica tener un hijo? ¿¡Y con qué dinero vas a mantenerlo!? ¡Mierda! ¿Qué tu madre y yo no te hemos enseñado nada?

—Francamente no. —Si la señora McCormick no hubiese sujetado a su marido por el torso Kevin habría recibido un buen golpe. —Pero puedo trabajar por las mañanas y acabar la preparatoria por las tardes. Sólo nos faltan dos meses para graduarnos. Papá, Mamá...—Ambos ignoraban cómo esa parte madura de su hijo mayor. Quizá porque no le habrían prestado atención. —No me voy a alejar del niño, y haré lo posible porque su vida no sea tan miserable.

—Hijo, ¿Crees poder con esto?—Su madre lo miraba preocupada. Ella sabía a la perfección cómo era tener una familia con carencias económicas e hijos en este ambiente.

—No es si puedo o no. —Kevin talló su nuca aún nervioso. Porque nunca había recibido esa atención. Las únicas veces que hablaba con sus padres era para discutir. —Elegí hacerme cargo. Tan difícil es de creer o qué rayos. —Sus padres optaron por creerle y esto les dio paso a abrazar al futuro padre y a felicitarse entre ellos ¿Por qué? Quién sabe. Ahora puedes ver a tu abuelo paterno feliz de la vida presumiendo de su futuro nieto

—Apoyaremos a los chicos, Stuart. —Apoyó mi papá. —Saldremos adelante como la familia que somos. —Entonces ¿es hasta ahora que somos una familia? ¿O que me notan como parte de la suya? ¿Tenía que suceder esto para sentirnos apoyados?

Fue la primera vez en que nadie notó cuando los pendejos de Stan y Kenny llegaron a mi casa pasadas las ocho de la noche. Que nadie les preguntó cómo les había ido. O que quisieran ponerlos al tanto de lo sucedido.

El día en que supieron que venías en camino fue una revelación para mí y para tu padre. No había un lugar mi momento donde me sintiera así.

Kevin y yo no nos amamos. Admito tenerle cariño por cómo reaccionó desde esa noche en que te concebimos. Pero aún no puedo sentir amor hacia él. Quizá después. Pero por ahora estamos bien así.

Tal vez algún día aprendamos a quererte por ser lo que eres. Únicamente por ser nuestro hijo. Por llevar parte de la sangre McCormick. Y por llevar también algo de los Marsh.

Probablemente algún día te cuente todo esto. Estoy consciente que seré cruel cuando suceda. Perdón. Conmigo no fueron cariñosos, y en mis planes no está serlo contigo. Quién sabe.

Pero hoy, te cuidamos y queremos por ser quién hizo que nos voltearan a ver. Porque le hicieran caso a los hijos renegados de cada familia. Quien hizo que Stuart le diera golpeas amistosos y de hombre a su hijo mayor cada vez que regresaba del trabajo o la escuela. Que mi papá me diera besos en la mejilla y barriga cada vez que pudiera.

Nuestro tesoro mesiánico

Sólo porque llegaste para que nos hicieran caso.

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¿Nunca han pensado qué sucede con ellos? para mí son 2 personajes a los que les podría sacar mucho "jugo". Simplemente fue "¿Qué estarán pensando o sintiendo estos dos a los que dejan de lado en la serie?" y así nació esta historia. JURO que el siguiente será más cortito xD.

Pensaba hacerlo one-shot pero créanme, iba a quedar larguíiiiisimo (sí, aún más), se puede decir que la continuación está casi completa. Probablemente en a lo mucho 2 semanas suba un "extra" o una pequeña continuación.

Ojalá les haya gustado y si pueden estaré gustosa de leer sus review, son chispitas de helado para mi negro kokoro c: chaitouu.