Autor: Framba
Titulo: Adamantos
Tipo: romance, angustia, drama
Resumen: un enfoque distinto a cómo pudo haber sido tratada la enfermedad de Kardia y lo que ésta representó para Dégel
Advertencia: no sé cuándo podré ponerme al día con todo el anime y manga de Saint Seiya, por lo que mi canon no es cien por cierto exacto. Procuro mantener el ambiente lo más apegado, pero sé que al no contar con toda la información, caigo irremediablemente en AU, de cierta forma.
Pareja: Kardia x Dégel
Comentario adicional: sigo con Kardia y Dégel para esta historia. Es difícil describir el proceso que tomé para este fic, pero en pocas palabras, me dejé llevar. No tenía una trama específica pensada (ahora ya la tengo), pero los dos primeros capítulos fueron sin nada en mente en realidad, sólo solté lo que traía adentro, y salió de esta manera, espero les guste.
Estado: completo
¡Gracias por leer!
Adamantos
-1-
—¿Y qué sucedió entre ustedes?
La memoria vino de inmediato, tan inmediato que parecía que había estado siempre pegada a las paredes de su cerebro y a la menor provocación se hacía presente:
¿Vas a marcharte?
¿Para qué quieres que me quede?
—¿A qué te refieres? —respondió Dégel, ofendido por la pregunta repentina, supuso que le estaba preguntado sobre él. Todos parecían traer esa pregunta nadando en sus bocas, pero nadie se había atrevido a preguntarle directamente.
El otro lo miró consternado, dudoso de continuar preguntando, pero sabiendo que tenía que hacerlo, que era importante que mostrara su apoyo en un momento suponía difícil para Dégel. Sísifo se animó a decirlo:
—¿Tú y Kardia están bien?
Dégel estuvo a punto de voltear los ojos o reírse, pero las dos acciones mostrarían que el tema tenía importancia y era lo que menos quería proyectar.
Solamente Sísifo conocía la relación que sostenía con Kardia, lo cual se había dado de esa manera porque un día Sísifo les preguntó a los dos si eran algo más que amigos, y Kardia le había dicho que sí. Sin más explicaciones, sólo le respondió que sí. Dégel sabía que los demás caballeros hablaban de ellos, sabían de su cercanía y seguramente sabían que estaban juntos, pero nadie les había mencionado nada a la cara.
—Más que bien —contestó Dégel con sarcasmo, más del que pretendía musitar. Sísifo no tenía la culpa, pero la pregunta lo había puesto de inmediato a la defensiva.
—Puedes hablar conmigo sobre el tema.
—No hay nada que hablar — aseguró Dégel, alejándose de Sísifo, alejándose de todos los caballeros que ahí estaban, huyendo de todo aquello que le recordara o tuviera que ver con Kardia, incluso las preguntas.
Camino a su santuario, se sintió perseguido, como si un fantasma lo siguiera a cada paso, casi una sombra… la sombra del recuerdo. Era un caballero dorado de Atena, el mismísimo caballero de Acuario, debía ser fuerte, pero no era así, al contrario, tenía un profundo pesar en sus entrañas.
o-x-o
Sabía como a locura, Dégel sabía que no debía pensar en él, pero no tenía soberanía sobre sus pensamientos, irrevocablemente se dirigían a Kardia. Era como un sueño, se sentía como una brisa envolviendo su cuerpo, como un fuerte sol quemando cada poro, como estar suspendido en agua con la humedad incrustada como un segundo forro de piel, así se sentía al pensar en Kardia.
Era agotador estar a solas, tenía que luchar contra la batalla de recuerdos que amenazaban con asfixiar su cabeza.
o-x-o
Dégel tenía que terminar tajantemente con esos sentimientos, evitar seguir buscando pedazos de los dos, los libros ya no eran suficientes para apagar la realidad, ya no lo transportaban a ningún otro lado, a ninguna otra dimensión; cada historia, cada descripción, cada personaje nacido de las hojas tenía algún rasgo de él. En su mente retorcida, convertía cada situación ficticia en una situación que había tenido que ver con él.
Llevaban tres días sin ningún tipo de contacto, sin hablar, sin compartir ni siquiera cinco minutos en el mismo espacio.
Era un calvario ver a Kardia de pronto por una milésima de segundo en los pasillos; en las reuniones, cuando Dégel llegaba, Kardia se retiraba; incluso no lo había visto en los entrenamientos, ¿sería que Kardia había decidido hacer ejercicio con otro grupo de caballeros?
Era insoportable, Dégel necesitaba hacer algo al respecto, poner tierra de por medio si era necesario.
o-x-o
Dégel pidió permiso al Patriarca de ir a la Isla Kanon con el pretexto de entrenar, sabía que en ese lugar podría regenerar sus fuerzas e intentar sanar. El Patriarca le concedió permiso de ir por una semana.
Al primer rayo de sol, Dégel salió de su santuario, caminó hacia la aldea de Rodorio para poder llegar al puerto y tomar un barco para dirigirse a la isla. A nadie le informó de su partida. Pudo sentarse cerca de una ventanilla del barco y observar el mar mientras navegaban.
¿Vas a marcharte? Dégel había preguntado, le había lastimado cada letra al abandonar su boca, habían rasgado su garganta al ser pronunciadas.
Los ojos de Kardia se veían brillosos, Dégel no sabía si eran lágrimas que empezaban a formarse en sus pupilas.
¿Para qué quieres que me quede? Kardia había dicho en la puerta, antes de marcharse.
o-x-o
Dégel rentó una cabaña cerca de la costa, poca gente vivía en la isla y pagó para rentar la cabaña más alejada de la villa, no tenía ganas de estar con la humanidad, bastante tenía con lidiar consigo mismo.
Ya estando en la cabaña, se quitó la camisa que traía puesta y dobló sus pantalones para que quedaran detenidos arriba de sus rodillas y, sin esperar más, salió de la cabaña y caminó hacia el mar.
El sol apenas se asomaba por el horizonte, debían ser nueve o diez de la mañana, se dirigió a la orilla, diminutas olas mojaron sus pies, sintió que la temperatura del agua era fría aún. Siguió caminado unos metros dentro del mar hasta que el agua llegaba a la mitad de su pecho.
Se quedó ahí parado y cerró los ojos, esperó que lo frío del agua hiciera comunión con su cuerpo y lo avivara, el frío tenía que hacerle sentir algo a su cuerpo que se sentía como un cadáver desde hace tres días. Esperó que la sal del mar se colara por sus poros y desmoronara las memorias impregnadas a su piel. Ojalá la cantidad de agua que le rodeaba pudiera purificarlo de alguna manera.
Se sentía exhausto, cansado, apagado, la corriente del agua quería mecer su cuerpo y, con un suspiro, dejó de poner resistencia en su peso, dejó que esa marea lo arrastrara, se dejó hundir y mover en el agua por un largo rato.
¿Cómo lo iba a poder olvidar?
o-x-o
Salió del agua una hora después con un fuerte dolor de cabeza, intentar pensar en nada exigía un doble trabajo mental. Se separó unos pasos del mar y se tumbó en la arena rasposa de la costa.
Recostó su cuerpo mirando hacia arriba, el sol ya en lo alto del cielo lo cegó por un momento, cubrió su rostro con su brazo, cerrando los ojos, tenía ganas de llorar, pero las lágrimas no salían, tenía miedo que si las dejaba salir el dolor sería más intenso, más real, más tangible, insoportable.
—Levántate, es hora de marcharnos.
Dégel quitó su brazo con rapidez al escuchar esa voz. Entrecerró los ojos porque el sol no le permitía ver con claridad. Kardia estaba ahí, parado junto a su cabeza.
¿Dégel estaba alucinando?
—Vamos, levántate.
No, no era una alucinación, Kardia estaba ahí, vestido con su armadura dorada. ¿Por qué?
—¿Qué haces aquí? —La voz de Dégel fue rasposa, débil, la voz de un muerto, así se sentía al menos.
Kardia no respondió nada y giró en su eje para empezar a caminar.
Dégel se levantó sobre sus codos y miró que Kardia se marchaba, giró sobre su costado y también se levantó, ¿qué hacía Kardia aquí?, ¿por qué le ordenaba cosas?, ¿por qué había venido?
—Kardia —llamó Dégel para que Kardia girara y le diera una explicación, pero no lo hizo.
El asombro de Dégel se transformó en enojo cuando Kardia no volteó a verlo, en un segundo tenía un hoyo de ira y enfado en el estómago. Se inclinó y tomó con su mano derecha un puñado de arena de la costa y la lanzó con toda su fuerza a la espalda de Kardia, quien estaba a unos ocho pasos de distancia.
Kardia dejó de caminar al recibir el golpe y giró para verlo.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Dégel en voz alta, enfurecido.
Kardia caminó con pasos largos de vuelta hacia él y, al llegar, lo empujó del pecho con las manos, Dégel retrocedió dos pasos.
—Cobarde —dijo Kardia con furia.
La palabra traspasó el cuerpo de Dégel, creando un sentimiento de rabia que Dégel no había sentido en mucho tiempo. Dégel encendió su cosmos y se abalanzó sobre el cuerpo de Kardia, logrando tirarlo al piso. Quiso golpear su cuerpo, pero la armadura de Kardia detenía sus golpes, los nudillos de Dégel empezaron a sangrar con los golpes.
—Detente —ordenó Kardia y logró sujetar uno de los brazos de Dégel.
Dégel siguió golpeando lo que podía con su mano libre. Kardia encendió su cosmos y volvió a empujarlo del pecho para quitárselo de encima.
Dégel volvió a levantarse rápidamente y Kardia estaba haciendo lo mismo, Dégel aprovechó que Kardia estaba en ese proceso de levantarse para acercarse y darle un golpe con toda su fuerza en el estómago. El golpe no pareció lastimar demasiado a Kardia, quien se incorporó por completo y le soltó un puñetazo en la cara a Dégel como respuesta.
Un golpe dado con la armadura puesta no tenía comparación, Dégel sintió como si un yunque hubiera golpeado su rostro. El golpe hizo que Dégel cayera sobre la arena, pero su cabeza pegó primero fuertemente con algo que se sintió como una piedra, tardó unos segundos en reponerse y quiso volver a incorporarse, pero su cuerpo no le respondió.
Notó que Kardia estaba dándole la espalda, alejándose de él de nuevo y, de pronto, toda su vista se nubló.
El doctor había dicho su sentencia: una enfermedad del corazón y el tiempo estaba contado, la cuenta regresiva había comenzado, no había vuelta de hoja. Dégel le había estado aplicando frío al corazón de Kardia, nivelándolo, pero las fiebres seguían y cada vez eran más frecuentes, se duplicaron en los últimos tres meses. El doctor indicó que un infarto era inminente si Kardia seguía realizando actividades de alto impacto, le daba un año más de vida si seguía con el mismo ritmo.
¿Vas a marcharte? Dégel había preguntado cuando Kardia le dio la noticia en el santuario de Acuario.
Kardia acababa de ver al Doctor y había ido a avisarle lo que habían conversado. Kardia le había dicho el diagnóstico y le había comentado a Dégel que sólo permanecería una semana más en el santuario como caballero de Atena para resolver los pendientes que tenía, tendría que marcharse de las doce casas.
Habían platicado decenas de veces sobre el tema desde que las fiebres aumentaron, Kardia le había dicho que tendrían que terminar la relación en caso de que las noticias no fueran favorables, Kardia quería que Dégel siguiera con su vida, que encontrara a alguien más. Dégel le decía que no dijera tonterías, pero al parecer, Kardia no le daría la oportunidad de estar juntos, estaba decidido a marcharse.
¿Para qué quieres que me quede? Habían sido las últimas palabras que compartieron. Kardia se marchó y evitó a toda costa tener contacto con Dégel de nuevo.
