Como cada navidad, Light Yagami se despertó de su perfecta cama a la hora perfecta (sin usar despertador).

Bajo las escaleras tranquilamente y su futura (casi) perfecta esposa lo saludo con una perfecta sonrisa y un regalo que ella creía perfecto en sus brazos.

Light rompió el perfecto papel que lo envolvía y le dio unas gracias de perfecta cortesía. La especialidad de Amane no era escoger regalos. Pero por su ingenuidad era perfecta para Light Yagami.

Light cogió su perfecto coche y se paseo por la perfecta ciudad nipona que había escogido para vivir.

Al pararse en un semáforo saludo a un vecino perfectamente amable que iba con su perfecta hijita a comprar.

Se detuvo en la pastelería perfecta, donde la perfecta dependienta, mirando a Light con perfectos ojos de cachorrita, le preparo su pedido de una forma perfectamente impecable.

Light pagó y se fue y, cuando estuvo perfectamente seguro de que nadie le seguía, subió de nuevo al coche.

Lo aparco en un sitio perfectamente escondido, y cogió el primer taxi que paso. Era un plan perfecto, no quería que nadie supiera donde se dirigía.

Indico al taxi que fuera al cementerio, donde lo aguardaban unas tumbas y unas lapidas perfectamente decoradas.

Cogió directamente el camino que cogía todas las navidades y sentó en la tumba más olvidada que había en todo el cementerio

De hecho, la única olvidada, las otras eran perfectas.

Arreglo las pocas flores que había, y dejo un trozo de pastel de fresa como ofrenda. Se sentó al lado de la tumba a esperar el anochecer, como cada navidad.

- Fuiste lo único imperfecto que hubo en mi vida, lo único…

Light esperó un poco antes de continuar, intento resistirse a pronunciar esas palabras, aunque sabía que era inevitable…

- y la única persona… a la que realmente… quise…

En la tumba rezaba: A L, el mejor detective del mundo.

Un panegírico perfectamente misterioso para el joven de la identidad desconocida.