Capitulo 3
Memorias al compás de las Olas: Alcyone de Tauro
Un radiante sol iluminaba las costas de Cabo Sunión. En opinión de Leonor, éste era uno de los rincones más apacibles del santuario; por eso, cada vez que podía tomar una pausa en sus obligaciones, la estratega de Atenea acostumbraba a pasear por la arena. Hace dos días, esta misma playa había sido el escenario de un encuentro que no podía quitarse de la cabeza... nada menos que con Kanon, el gemelo del caballero de Géminis. No sólo se sentía incómoda por haber vuelto a verle... sino por el hecho de que él aún la recordara.
- Dioses... de todas las personas con las que pude haber coincidido, era el que menos me esperaba...
Su lacio y largo cabello castaño claro ondeaba por la brisa marina, mientras sus ojos verdes contemplaban con melancolía el suave oleaje. ¿Podía el viento despejar las ideas de su cabeza...? Vamos, Leonor. Sólo olvídalo.
Al menos de momento, su deseo pronto se vio cumplido. Desde una pequeña colina, un travieso niño pelirrojo observaba la escena; y, sin saber quién era la persona en la playa, decidió teletransportarse y aparecer a sus espaldas, sólo por el placer de darle un buen susto.
- ¡Holaaaa! ¿Qué hace usted tan sola por acá? ¿No sabe que puede ser peligroso?
Leonor volteó, un poco sorprendida. Pero fiel a su oficio, supo mantener la calma.
- Hola, pequeño. No te preocupes por mí... conozco este lugar como la palma de mi mano. Debes ser uno de los sucesores de Azael, ¿verdad?
(Azael fue una encarnación anterior de Shion).
Kiki ladeó graciosamente su cabeza, extrañado ante tal comentario. ¿De quién hablaba? Llevaba mucho tiempo en el santuario, pero él no conocía a nadie con ese nombre.
- Lo siento -continuó ella-. Me cuesta mucho trabajo acostumbrarme a llamarlo "Su Eminencia"... él fue mi compañero en una vida pasada.
Kiki se sorprendió ante la declaración de la mujer. ¿Acababa de llamar al Patriarca por otro nombre? En su cara se dibujó una mueca de extrañeza; como siempre, su curiosidad natural pudo más, así que le preguntó:
- ¿Eminencia, dice? ¿Se refiere al Patriarca Shion?
Una mente inquieta siempre era algo agradable de ver. Con una tierna sonrisa, la chica se inclinó hasta su altura antes de contestar.
- Así es... él fue mi compañero. Me llamo Leonor. ¿Cuál es tu nombre, jovencito?
- Mi nombre es Kiki, mucho gusto -contestó con una pícara sonrisa, mientras se llevaba las manos a la nuca.
- Un placer... -dijo ella, evidentemente concentrada-. Mmm... Veo que también tú viviste una encarnación anterior. Te llamaste Axl, y sucediste a Azael diez años después de que murió.
Tal aseveración hizo que el pequeño lemuriano perdiera su aire travieso. Sus ojos se abrieron como platos, embargado por la sorpresa... pero aún así, fue capaz de intuir por qué esta mujer, de tez morena y casi tan alta como Aldebarán de Tauro, adjudicaba nombres extraños a las personas.
- ¿¡Usted puede ver las vidas pasadas!? Extraña habilidad... Y dice que, ¿yo sucedí al Patriarca Shion? Pero no ahora, sino antes...
Las ideas no paraban de girar en la cabeza del pobre chico, mientras intentaba darle sentido a todo esto. Jamás había comentado con nadie su sentir acerca del Patriarca: era como si un lazo muy antiguo los uniera, del tipo que sólo puede crearse con quienes has compartido importantes experiencias de vida. Siempre pensó que era algo que nadie más podría comprender... sin embargo, cuando estaba cerca de Shion, actuaba naturalmente, sin barreras emocionales, dejándose llevar por lo que sentía.
Al poco rato, reflexionó:
- Eso explicaría por qué me siento tan cercano, tan familiar a él, aún cuando no pase tanto tiempo con el Patriarca como con el señor Mu...
- En efecto... eso explica varias cosas. En épocas pasadas llegué a sentir mucho cariño por Azael, y también por Tao. Ya sabes que Azael es ahora conocido como "Su Eminencia"; Tao, por otra parte, es actualmente Dohko de Libra. También quiero mucho a Alnath... o, como tú lo conoces, Aldebarán. Él fue mi discípulo.
Aunque absorto por las revelaciones, de pronto el niño se puso pálido. Había tenido una idea: ¿y si había cruzado su camino con una amazona? ¡Por enseñanza directa de Mu, conocía muy bien las reglas sobre ellas!
Estaba en un problema. Pero Kiki era valiente, y estaba dispuesto a asumirlo.
- ¡Qué descuidado he sido! Aparecí de repente y he visto su rostro... ¡Discúlpeme! Sé que tiene todo el derecho a matarme...
Para una estratega, los soldados valientes son una valiosa herramienta. Así pues, sintió una gran simpatía por este chico... no sólo sabía reconocer sus faltas, sino también asumirlas. Era capaz de enfrentar las posibles consecuencias de sus actos.
- No te preocupes... no soy una amazona. Al menos no en esta vida.
Kiki sonrió, aliviado por la noticia. No quería padecer como su amigo Seiya.
- Entonces... si no eres amazona, ¿qué eres?
- En esta vida, soy estratega de nuestra diosa Atenea.
- ¡Atenea, eso es genial! -Y recordando que tenía que volver al Templo de Aries, agregó:- ¡Ven! ¡Te presentaré a mi maestro y a los demás!
Ella sonrió dulcemente. Éste simpático chico había renovado sus ánimos, así que... ¿porqué no?
- Muy bien.
Tímidamente, el pelirrojo tomó su morena mano y se dispuso a partir. Ella conocía el camino, por supuesto... pero dejarse teletransportar por Kiki le pareció una buena manera de honrar su hospitalidad.
Un segundo más tarde, el paisaje costero era reemplazado por otro, árido y rocoso. Ante sus ojos apareció el Templo de Aries; y sentado en su escalinata, un joven de rasgos finos y largos cabellos violáceos.
- ¡Maestro Mu!
El niño corrió alegremente al encuentro del joven santo; ella, en cambio, se les acercó a paso lento, con una misteriosa mirada que incomodó a Mu... la recién llegada lo hacía sentirse profundamente escudriñado. Esta sensación se trocó en curiosidad cuando ella comenzó a hablar; su tono, lleno de nostalgia y asombro, se condecía bien con sus palabras.
- Hace 740 años que no pasaba por estas escaleras... es una sensación extraña...
La voz de la extraña visitante, y el modo en que contemplaba todo a su alrededor, no inspiraba la necesidad de ponerse en alerta; no se veía peligrosa, ni poseía el cosmos de un guerrero. Mu decidió mantener una actitud de cautela y respeto; después de todo, era una dama.
Mientras, Kiki informaba alegremente de su descubrimiento.
- Traje a esta chica para que la conociera. ¡Acabo de conocerla, pero es muy cercana al Patriarca Shion!
- Pero, Axl... es decir, Kiki... aunque yo sí fui amiga de Su Eminencia, eso fue hace mucho; alrededor del año 1248, si recuerdo bien. En ese entonces, yo era amazona de Tauro, ¿sabes? -hablaba en un tono comprensivo, mientras revolvía los cabellos del niño.
- ¡Pero estoy seguro de que el Patriarca le recordará, o al menos sentirá que le ha visto en algún lado en cuanto se encuentren! -expresó convencido, mientras le daba la espalda a su mentor. Y agregó:- ¡El Patriarca también es asombroso!
Luego se volteó emocionado, buscando que su maestro secundara esta afirmación. En lugar de ello, encontró un gran símbolo de interrogación en donde solía estar la cara de Mu... ¿Axl? ¿1248? ¿Amazonas en Tauro? ¿De qué estaban hablando?
- Maestro, ella es Leonor, estratega de la señorita Atenea. Tiene la habilidad de ver las vidas anteriores; ¡apenas me conoció, me dijo sobre mi pasado! Es más, ¡antiguamente, fue compañera del Maestro Shion! -El chico hablaba atropelladamente, lleno de entusiasmo, mientras hacía las presentaciones.- Leonor, él es mi maestro Mu, caballero de Oro de Aries -expresó con orgullo.
- Es un placer, Mu... tú eres un alma joven. Tú encarnación pasada fue en 1743... Tu nombre era Atla.
La joven sonreía amistosamente. El ariano luchaba por mantener los ojos dentro de los límites de su sorprendida cara. Kiki se divertía como nunca intentando grabarse en la memoria la expresión de su maestro.
¿Es que ella siempre saludaba a la gente de la misma manera?
Cuando terminó de reír, a Kiki aún le quedaba algo de aliento para preguntar:
- Atla, ¿eh? ¿Y también fue caballero, cómo ahora?
- Antes que tú, Atla fue el sucesor de Shion como Patriarca.
Aún asombrado, y por demás incómodo con tales revelaciones, el caballero logró reunir suficiente compostura como para decir:
- Dioses... me siento desnudo...
La conversación prosiguió, ahora ya con más calma, hasta que fue interrumpida por dos jóvenes que se acercaban desde la entrada del santuario. Eran Danae e Isabel, sosteniendo una agradable charla musical... hasta que ambas se percataron de la presencia de aquella mujer. Como es natural, se acercaron para saludar; pero antes de poder decir nada, la visitante se adelantó y dijo a la escudera:
- Es un placer verte, Antonia.
- ¿Quién? ¿Yo? Disculpe, señorita... pero me llamo Danae -logró expresar ella, completamente confundida.
Kiki observaba la escena desde la primera fila. No quería perder ningún detalle, ¿qué revelaciones tendría esta mujer para sus dos amigas?
- Discúlpame tú a mí. Fuiste la escudera de mi discípulo, Alnath.
Esta segunda revelación dejaba a Danae aún más confundida. Isabel, a su lado, se preguntaba si se había perdido de algo... pero justo entonces, la extraña mujer fijó su atención en ella. Sonriendo, declaró:
- Y esta jovencita se llamaba Lara... fue una princesa del pueblo de Lemuria.
- ¿Qué, qué? -dijo la aludida, con ojos tan abiertos como los de Mu.
Sí, bueno... quizás desencajar la mirada de la gente no fuese la mejor manera de presentarse, pero las vidas pasadas eran algo tan evidente para ella que no podía evitar el mencionarlo.
- Discúlpenme... me llamo Leonor. Y si sé de estas cosas, es porque tengo el don de ver las vidas pasadas.
- Entonces... entonces siempre he sido escudera. Qué alivio. ¡No me veo como una princesa! -Danae había escogido bromear con Isabel para aliviar su confusión... aunque el asombro inicial persistía.
- ¿Y qué queda de mi? ¡Yo soy más chilena que los porotos burros! ¡No tengo nada de princesa! -reía ella, divertida, pero igualmente llena de asombro.
Kiki se divertía de lo lindo mirando la escena; para él, las expresiones que Leonor lograba sacarle a la gente simplemente no tenían precio. En parte gracias a la alegría del chico, Isabel logró recomponerse lo suficiente como para devolver el saludo.
- Mi nombre es Isabel, ¡mucho gusto!
Mientras se acercaba amistosamente para darle un suave beso en la mejilla, pudo contemplarla mejor. Se veía mucho mayor que ellas; debía tener alrededor de 28 años, y era tan alta que apenas llegaba a su hombro. La verdad es que era muy bonita: delgada y de suaves contornos, su morena piel contrastaba con unos ojos verdes, salpicados de tonos cafés; su cabello, liso y abundante, era de color castaño claro con tonos cobrizos. Llevaba un sencillo vestido ceñido a su cuerpo, en tiras de suaves tonalidades verdes, y unas cómodas sandalias adornaban sus pies.
"De seguro hay más de algún hombre interesado en pretenderla", pensó Isabel.
- Un placer, Isabel. -Leonor también examinaba a su interlocutora: no le calculaba más de veinte años, o quizás menos incluso, pues el cuerpo de la lemuriana le pareció muy juvenil-. Espero que en esta vida estés siendo feliz y que abunde bendición, pues en la anterior padeciste mucho siendo princesa... te casaron con alguien que no querías, y esa persona no te cuidó.
La estratega hablaba con cautela y algo de tristeza, pues sabía bien lo dura y dolorosa que había sido esa encarnación... y decirle más sólo conseguiría angustiarla, o que sintiera temor de repetir esa desagradable experiencia. No obstante, pensó: "Sólo deseo que el hombre con quien te cases sea bueno, que te ame de verdad y nunca atente contra tu vida, Lara".
Isabel no llegó a "oír" este pensamiento; pero el caballero de Aries, más entrenado en sus habilidades, logró captarlo en su totalidad. Aquella revelación le dejó fuertemente impresionado; un tenue sentimiento de aprensión hacia su nueva amiga comenzó a formarse en su corazón.
Ante su comentario, la chilena permaneció pensativa; pero en seguida, sonrió y dijo:
- No te preocupes. En esta vida, a pesar de los tumbos que pueda darme, seré feliz.
Tanta confianza y seguridad había en su voz, que Leonor no pudo sino mirarla con cariño. Pero luego volvió a fijarse en Danae, y se dirigió a ella con una mirada interrogativa.
- ¿Sabes, Antonia? Me extraña no verte con Jacinto. Fueron grandes amigos en 1248, aunque tú eras 13 años más joven que él.
- ¿Jacinto? -repitió ella, otra vez confundida.
- Señorita Leonor, ¿está ésa persona en este tiempo? -intervino Kiki. Su curiosidad demandaba respuestas.
-Sí, y también su hermano Eleazar. Ustedes los conocen como Saga y Kanon.
De inmediato, Isabel dirigió a Danae una mirada alegre y pícara, digna del mismísimo Kiki.
- ¡Ajá! ¡Eso explica muchas cosas! -le dijo, acompañando sus palabras con un suave codazo.
Danae se puso más roja que un tomate, mientras Leonor suspiraba discretamente. ¿Estaba preparada para otro encuentro con Kanon? Después de todo, habían compartido una historia en su vida pasada... una larga y complicada historia que prefirió no recordar.
Pero Kiki no se perdía ningún detalle, y se animó a preguntar:
- Señorita, ¿por qué ese suspiro después de nombrar a Kanon? ¿Será que acaso lo extraña? ¡Si gusta puedo conducirla a la casa de Géminis! -remató con su pícara sonrisa, y su peculiar postura de niño travieso e inocente: los brazos cruzados detrás de la nuca.
El "inocente" comentario del niño logró desarmar momentáneamente a Leonor; pero en seguida su semblante se relajó, para dar paso a una sonrisa. Mientras revolvía sus cabellos rojizos, le dijo:
- No es que lo extrañe... pero tengo una historia pendiente con él.
- Entonces no te deprimas -le animó Isabel-. Eres afortunada al tener la oportunidad de arreglar las cosas que quedaron pendientes.
- No es tan sencillo. Digamos que él trató de seducirme para conseguir información. Éramos de bandos enemigos...
Todos quedaron de piedra, dándose cuenta de que la ahora incómoda Leonor les estaba compartiendo información muy íntima y personal. Finalmente, el niño rompió el incómodo silencio para expresar su sorpresa.
- Es raro... pues hace algunos años atrás hizo algo muy similar a eso.
- Pero... ¡es increíble! ¿De modo que Eleazar traicionó a la orden de Atenea? Justo como Kanon... -expresó la escudera.
- No. Jacinto y él fueron separados desde muy pequeños... sus vidas siguieron caminos diferentes -comentó la morena, reflexivamente, mientras Danae le dirigía un gesto de comprensión.
Mu había permanecido en silencio, repasando eventos y comparando historias. Recordaba muy bien la infancia de los gemelos de la casa de Géminis.
- Ya ves, Kiki... parece ser que su pasado no tiene tanta semejanza con sus vidas actuales.
- Pues no, maestro... de hecho, en esta vida no se ha visto que ande con alguna mujer, a diferencia de entonces...
- En realidad no logró enamorarme -aclaró la estratega-. Yo me tomaba muy en serio mi cargo de capitana de los Santos dorados.
- ¿Capitana? ¿Fuiste matriarca, Leonor? -preguntó el caballero, sorprendido, y ya sin poder ocultar su curiosidad.
- No, no llegué a eso... encontré la muerte el 11 de octubre de 1248, a los 31 años de edad. Justo después de matar al espectro de Wyvern.
- Qué joven... -dijo él, con una mirada sinceramente apenada.
Mientras tanto, Kiki compartía sus pensamientos con Danae.
- Sería interesante ver cómo funcionaría el Santuario estando al mando de una mujer... -dijo él.
- Sería un gran avance...
- ¿Por qué lo dices?
- Este lugar esta lleno de machistas -sentenció la chica, sin miramientos. Sabía que en el Santuario había amazonas, y que ella era la única escudera; pero el uso obligatorio de máscaras, el trato de inferiores que recibían en algunos aspectos, y las absurdas prohibiciones que les eran impuestas, le resultaban absolutamente inadmisibles.
- Pero Danae, tiene que haber alguna vez excepciones... no creo que las cosas, según como las cuentas, sean para siempre. Recuerda que todo va cambiando con el tiempo -apuntó Isabel.
- El tiempo... el problema, Isa, es que han pasado siglos y las cosas aquí no han cambiado -dijo, con cierta resignación en su voz.
Leonor intervino en la conversación.
- Hasta ahora hemos habido dos Santas doradas. Una mujer que vivió en el Renacimiento, Lidia de Escorpio, y yo. Lidia encarnó y será sucesora de Milo, el actual caballero dorado de Escorpión... como ustedes saben, en estos días se llama Shaula, y es su aprendiz.
- ¡Wooo, genial! -comentó Kiki, riendo-. Así que ya tiene experiencia en el oficio... Con mayor razón debo recordar no molestarla o hacerle trampa en los juegos... ¡no sea que de verdad me deje como colador!
Todos rieron con la ocurrencia del menor... menos la estratega, que contemplaba la escena desde una discreta distancia. No porque no le hiciera gracia el ingenio del chico, sino porque había un gran componente de nostalgia en todo lo que había visto hasta ahora... y al mismo tiempo, era imposible no reparar en cuán diferentes eran las cosas entre el pasado y el presente. Por eso, mientras los demás expresaban su alegría, ella levantó una silenciosa plegaria a su diosa, desde lo más profundo de su ser.
"Atenea, te ruego que este presente sea distinto, por el bien de todos... y que los cambios por venir, provengan de tu infinita sabiduría".
Este escrito es parte del mismo roleo que sigo con AyanaAurora. Sin embargo, la protagonista es Leonor, en cuya vida pasada se hacía llamar Alcyone. Mil gracias por leerme y gracias de antemano por los reviews.
