Corrí la persiana de la cocina de casa. Era la hora del almuerzo y él aún no llegaba. Busqué hacia la calle el jeep negro que solía avisarme con un leve rugido cada vez que él estaba cerca, pero no logré divisar nada.
Ese día me había esmerado de sobremanera para cocinar algo que le gustara, aunque sabía que cualquier cosa que hiciera le agradaría, después de todo no por nada nos habíamos casado luego de 4 meses de noviazgo. Quería sorprenderlo, esa era la verdad. Sabía que estaba muy ocupado con su trabajo y era mi deber como su esposa tenerle una rica comida, sobre todo cuando él hacía el esfuerzo de salir del trabajo para que almorzáramos juntos, algo que últimamente no se daba tan seguido desde que lo habían ascendido en la empresa.
Me había mudado hace casi 3 meses a éste lugar luego de la boda. No voy a mentir, al principio me había encantado la fachada de la casa y los jardines que la rodeaban, pero luego de un tiempo la distancia que le separaba de la ciudad me había comenzado a inquietar. Extrañaba salir por las tardes a dar una vuelta al centro comercial, aunque fuese a mirar un par de vestidos, sin tener que depender de un transporte o alguien que me llevara y como nunca había aprendido a conducir, estaba atada a quedarme en el mismo lugar a menos que tomara un taxi, pero bueno, hoy sería un día distinto. Sai vendría a almorzar, luego en la tarde visitaría a mi vecina para llevarle un arreglo de flores y más tarde quizás llamaría a Ino para que me diera una visita fugaz.
El musical din don del timbre de casa hizo que corriera en saltitos a abrir la puerta. Quizás mi oído había fallado aquel día. Mi corazón se sobresalto cuando giré la perilla. Dibujé una enorme sonrisa y abrí la puerta.
- Carta señorita – me dijo un hombre bajito, medio regordete de bigotes.
- Señora - corregí divertida y me miró con asombro. Otra persona que agregar a la lista de gente que creía que era demasiado joven para casarme.
Recibí el par de sobres, que más bien eran cuentas y firmé con una sonrisa, sintiendo un poquito de decepción de que no se tratase de la persona a la cual esperaba.
- Gracias… - le ofrecí un gesto amable y cerré la puerta.
Volví a la cocina y miré el reloj con ansiedad. El horno había comenzado hace un par de minutos a arrojar un olor agradable.
- Vamos Sai… llega pronto - susurré.
De pronto sentí aquel ruido que tanto estaba esperando. El motor se detuvo frente a la casa y luego de cerciorarme que era él, salí a abrir la puerta a su encuentro. Al verme, sonrió con dulzura pero aún así sus ojos reflejaban el cansancio latente que probablemente había experimentado en su jornada.
- Llegaste… - sonreí y me puse de puntillas para besar sus labios.
Me besó luego la frente y entró a casa. Era fácil acceder a mi frente, no sólo porque soy algo frentona, sino porque no soy la chica más alta del mundo. Con mis 1,60 era fácil que cualquiera se viera alto a mi lado y Sai, me sacaba por lo menos unos 20 centímetros.
- Huele bien… - dejó su maletín sobre la mesa de la entrada y se dirigió a la cocina.
Caminé detras de él, esperando que el almuerzo me hubiese quedado perfecto. Lo guié hasta el comedor, donde había adornado la mesa con una rosa blanca en el centro, un par de servilletas de colores y le pedí que se sentara mientras yo iba por la comida. Caminé, entusiasta, con la fuente humeante en mis manos y la puse sobre un plato.
- Sakura… - le miré con una sonrisa – vendrá mi madre a almorzar con nosotros ¿puedes poner un puesto extra?
Traté de ocultar mi decepción y fastidio. Mi hora de romance y amor, se había ido por la borda.
- Si… . sonreí... que sínica - ¿viene en camino?
- No... – se levantó de la silla con su celular en mano – me acaba de avisar que está afuera.
Genial...
Fui con frustración en busca del plato faltante que poner en la mesa para mi adorada suegra. Pude divisar a través de la ventana como Sai estrechaba entre sus brazos a Nanako Hayashi. Siempre había tenido la imagen de la suegra maternal, sobretodo en mi caso que me había criado con mi tía Tsunade luego de la muerte de mis padres, pero esa mujer era todo lo contrario. Nunca le había agradado, pero al final se amoldó a la situación de una forma tan inteligente, que era imposible sacarla de nuestro diario vivir.
Caminé hacia el comedor y puse el plato cargado con desgano, esperando con fingida sonrisa la llegada de mi marido y su madre. El sonido de sus tacos me avisó de su cercanía y solté un suspiro exhaustivo.
- Sakura… - traía un sombrero elegante y un traje de tela color crema, besó mi mejilla con suavidad y luego sonrió a Sai.
No lo hacía porque le agradara, lo hacía para seguir manteniendo a Sai a su lado. Se sentó y observó atentamente la mesa que yo había puesto con tanta alegría.
- ¡Pero qué decoración tan pintoresca! – aquella palabra, hacía directa alusión a que le parecía vulgar y poco sobria, pero como siempre, lo adornaba lo suficientemente bien para que Sai no se percatara de ello.
- Sakura lo preparó – soltó Sai dirigiéndonos una sonrisa a las dos mujeres de su vida.
Luego de servir la comida y algo para beber, me senté al lado de mi marido. Posó su mano sobre la mía y sonreí al ver como la apretaba. Me besó con suavidad la mejilla y yo besé corto, pero dulce, sus labios. Luego, Sai tomó el tenedor y dirigió la primera probada hacia su boca y yo observé expectante su reacción.
- ¡Está exquisito! – dijo mirándome – creo que ésta será mi nueva comida favorita.
Sonreí ampliamente y solté su mano para comenzar a comer. Él, por su parte continuó terminando su plato.
- Esta comida me ha alegrado el día… - elevé el pecho, orgullosa de mi trabajo en la cocina.
- No es para tanto… - soltó Nanako - ¿qué la criada no te hacía lasaña de verduras también?
Apreté los puños. La hubiese golpeado, pero era la madre de mi marido... una mujer demasiado inteligente y calculadora a la cual él adoraba de sobremanera. Se podría decir que era el único defecto de Sai era ella, y yo, al casarme con él, había tenido que aprender a aceptarlo.
- No es lasaña común… - solté mirándola – la salsa es la que me enseñó mi madre – mi voz era cortés, pero no dejaba de ser seria.
- Pues a mi me parece… - iba a continuar pero Sai habló.
- Madre… a mi me parece delicioso y creo que eso es lo más importante ¿no?
Nanako me miró y sonrió.
- Te pasaré el libro de recetas de la familia… - bebió de su copa – ha ido de generación en generación y Sai adora las recetas de la familia ¿cierto?
- Madre… - más que para callarla por atacar mi cocina, la calló porque se sentía avergonzado.
Era un caso perdido. Cada vez que yo quería cocinar y me esperaba por hacerlo, ella salía con algo así.
El resto del almuerzo transcurrió con normalidad, sin dejar por supuesto, una que otra intervención de Nanako o historia sobre la perfecta infancia de mi marido.
Los llevé hacia la puerta, algo cansada y con ganas de quedarme sola nuevamente. Esa mujer me agotaba. Me despedí, besando a mi marido lo más efusivamente que pude y le miré caminar hacia su jeep.
- Sakura… - habló Nanako, provocando que Sai se detuviese.
Caminó hacia las ligustrinas del antejardín y me miró con reproche.
- Las plantas necesitan amor querido – volteó hacia Sai – creo que necesitas cambiar de jardinero.
Miré las plantas con algo de detención y por primera vez estuve de acuerdo con ella. Souta era agradable, pero carecía de experiencia en el jardín. Era excelente para todo el tema de la electricidad y obras menores, pero en podado era un desastre.
La mujer caminó hacia mi, sacando un papel de su enorme y costosa cartera prada. Supuse, que como siempre, ella tendría lo indicado para un problema de nosotros, que ella misma, por supuesto, se había encargado de descubrir, pero no… ésta vez ¡no!
- No se preocupe Nanako… ya conseguí un jardinero – mentí, pero de todas formas ¿cómo podría ella saberlo?
Se volteó hacia Sai, que permanecía a un costado del jeep observándonos y nuevamente le sonrió a su último y adorado heredero.
- Me alegro que a pesar de tu juventud… sepas las necesidades de un hogar – parecía un halago – pero la verdad es que a tu edad, yo llevaba más responsabilidades… ¡tenía 3 hijos ya! ... entonces me pregunto...
No… nuevamente ese tema…
No había pasado ni una semana, desde la última vez que tuve que escucharla en el living hablándole a Sai, sobre lo importante que era ampliar la familia y no es que yo no quisiera tenerla, pero tenía 24 años y si bien Sai se acercaba a los 30, aún teníamos tiempo de sobra y quería disfrutar nuestro matrimonio.
- Ma… - interrumpió Sai – ya lo hemos hablado… - ella le miró apenada.
- Me conformaré por el momento con ver que arreglan esta maleza que traen por jardín… ya sabes que soy muy sensible a los organismos con clorofila.
¡Qué mujer más irritante! Agradecí que sus visitas fueran cortas últimamente. Era el único beneficio de que Sai trabajara más… ella jodía menos. Vi con melancolía el jeep de mi marido alejarse y con alivio el de mi suegra desaparecer.
¿Ahora qué iba a hacer? No quería perder y terminar teniendo nuevamente que tomar a alguno de sus renombrados o experimentados lacayos… ¡no!
Caminé en busca de mi guía telefónica y partí por lo básico ¿qué nadie ponía la palabra jardinero en el directorio? ¡joder! Miré por la ventana de la cocina con desesperación y vi a mi vecina, la señora Mei, caminar con lentitud hacia su casa.
¡Bingo!
El bello jardín trasero que había visto la última vez que la había acompañado a tomar el té, me trajo la idea de ir por su ayuda.
Salí rápidamente por la puerta y le grité, sin resultado. Caminé hasta ponerme a su altura y ella me ofreció una sonrisa cálida.
- Señora Mei… - la miré con angustia – necesito su ayuda.
Me miró divertida y se cruzó de brazos.
- Si la puedo ayudar… - agradecí que aún existieran personas de buena voluntad.
- Su jardín… necesito… - me cortó con su voz.
- No regalo plantas Sakura querida… son mis bebés… - negó con la cabeza.
- No es eso… - resoplé – necesito el número de su jardinero… por favor – supliqué.
- Pero hija… - me miró apenada – a mis bebés los podo, los riego… les hago todo yo…
Estoy perdida… o mejor dicho... totalmente jodida...
Nanako nuevamente se pondrá a la delantera y seré la esposa joven inepta. Odiaba que me hiciera sentir así.
- Está bien… gracias de todas formas – solté con pesar y comencé a caminar de vuelta a casa, pensando incluso en tomar un curso de jardinería, aunque era probable que no se me diera bien… soy un desastre con esa tijera podadora.
La anciana me miró con algo de tristeza, al parecer, captó de lleno mi angustia y preocupación.
- Hija… espera – me volteé a verla.
Abrió la cartera y comenzó a buscar, entre lo que supuse sería un revoltijo de cosas, algo con mucha atención. Finalmente sacó un papel blanco y me lo entregó con una sonrisa.
- Espero te sirva…
Miré el papel, que por el otro lado traía un color celeste. Leí con atención el contenido y le entregué una gran sonrisa a la mujer que me había salvado el día.
- Mi amiga de la ciudad le llamó y dice que le dejó el jardín bastante bien…
- ¡Gracias! – la abracé y creo que en mi emoción se me pasó algo la mano pues ella tosió un poco – lo siento – la solté - ¡pero muchas gracias, me salvó la vida!
Caminé de vuelta a mi hogar con la mirada llena de esperanza sobre aquella especie de volante que llevaba en mis manos. Al cerrar la puerta, tomé asiento y releí con atención el título.
"Sasuke Uchiha: jardinería a domicilio"
Parecía el nombre de un señor responsable y si tenía suerte, experto en plantas. Sonreí al leer por segunda vez el nombre de mi salvador, seguido de su teléfono, porque esa llamada que estaba a punto de hacer me iba a cambiar la vida.
Hola... aquí estoy de nuevo, mostrándoles mi nueva historiaa.... espero les guste :) ya saben k soy pésima con los resúmenes así k ojalá le den una oportunidad
besos!!!
