¡Hola! Les traigo la primera historia que publico aquí, he escrito unas cuantas historias, pero han sido publicadas en otras páginas, pero eso no es lo importante, en fin.

Hace poco que me hice amante de este fandom y tenía muchas ganas de escribir algo de esta pareja, que es la que más amo sin lugar a dudas, así que espero que sea de su agrado; antes de iniciar me gustaría hacer una aclaración, al principio de cada capítulo vendrán pequeñas partes de cómo fue el crecimiento de la relación entre Rivaille y su hija, después de eso vendrá la narración del tiempo actual, sin más que decir, los dejo leer.

Los personajes no son míos, son de Hajime Isayama.

2 semanas.

Suspiró intentando controlar su mal humor, ¿a quién quería engañar? ¡Estaba jodidamente enojado! Había sido un día de mierda, literalmente; durmió sólo dos horas para terminar el puto proyecto, para que al final les cancelaran la cita que tenían concertada porque les había surgido un "inconveniente" de último minuto, después había olvidado la cartera en su casa, así que tuvo que gastar su valioso tiempo escuchando tonterías por parte de Hanji, la cual muy amablemente, nótese el sarcasmo, le pagó la comida a cambio de que se quedara con ella; finalmente cuando el día parecía no poder empeorar, comienza a nevar, causando que estuviera 3 horas, ¡tres malditas horas parado en el tráfico!, juraba que si alguien se acercaba a hablarle lo tiraría por las escaleras sin remordimiento alguno.

Entró en el elevador y oprimió el botón número 17, donde se encontraba su apartamento; al llegar, camino a paso lento hasta su hogar, coló su mano derecha al bolsillo de su pantalón y sacó las llaves, las introdujo en la cerradura para después abrir la puerta e ingresar, sin saber porque un extraño sentimiento lo embargo, caminó a oscuras por el pasillo que lo llevaría a la sala y a pesar de conocer su casa como la palma de la mano, tropezó.

¡Puto y jodido día! gruñó quedándose tirado en el suelo.

Fue entonces que algo llamó su atención, la cosa con la que había tropezado tenía algo dentro y comenzaba a moverse, se paró con lentitud dirigiéndose al apagador para así encender la luz, dio media vuelta encontrándose con aquel objeto, era una de esas mierdas para bebés, ¿cómo se llamaba?, ¿moisés?, sí, así se llamaba, ¿qué hacía eso en su casa?, extraño en él, pero de pronto una oleada de nerviosismo lo atacó, llegó a aquello y entonces apreció al pequeño ser que se encontraba acostado en él, era una niña de cabello negro, piel clara, facciones finas y unos expresivos y grandes ojos azabache.

Se hincó y la miró con detenimiento, notó que a su lado se encontraba un sobre y lo tomó entre sus manos bajo la mirada de aquellos pozos negros, desdobló el papel y comenzó la lectura.

Rivaille, perdóname por lo que acabo de hacer, sé que no es la manera y probablemente al terminar de leer esto creerás que es una broma de mal gusto, además de que me odiarás toda tu vida, pero no tengo otra opción.

La niña que está junto con esta carta es tu hija, sí, tuya; ¿recuerdas aquella última vez que hicimos el amor antes de terminar?, bueno, pues ella es el fruto de eso; seguramente ahora estás deseando hablarme al celular y gritar diciendo algo como "¡si lo llamas fruto de nuestra relación, entonces hazte responsable tú!", sinceramente, deseo hacerlo, con todo mi corazón, pero no puedo, realmente todo está en mi contra en este momento.

No quiero que ella sufra por mis decisiones y no quiero dejarla en manos de otra persona que no tengo la menor idea de como la tratará, además, eres su padre y sé que puede contar contigo; probablemente no seas el más amoroso, el más dedicado o el más consentidor, pero de lo que puedo estar completamente segura es que tú le darás todo lo que necesite, contigo sabrá cómo enfrentar la vida sin ningún problema.

Eres lo único que tiene, por eso te pido, aunque no tengo derecho que la cuides y le des todo el amor que puedas, no la dejes, no como yo lo estoy haciendo; si en algún momento pregunta por mí, dile la verdad, así sabrá la clase de persona que soy y no deseará conocerme.

Gracias por todo lo que me diste, gracias por darme la bendición de ser madre, sólo pude pasar los nueve meses del embarazo y escazas dos semanas con ella en brazos, pero sin duda fue la experiencia más maravillosa que pude haber experimentado junto con nuestra relación.

Cuídala, cuídate, cuídense.

Petra Ral.

Amargo.

Llegó al coche, un mercedes color negro, abrió la puerta de atrás del lado del copiloto educadamente permitiendo la entrada de la niña, después camino a la del conductor y se introdujo en el coche con gran delicadeza.

—Cinturón—ordenó mirando por el espejo retrovisor.

—Ya sé, ya sé—respondió la menor colocándoselo.

Y ya han pasado 5 años.

—Hoy tendré una junta importante, según lo planeado saldré a tiempo para ir a recogerte, de todas formas, si tardo más de la cuenta debes esperarme.

—Lo sé, ¿pero no sería mejor que me fuera a la clase de natación? El maestro siempre me regaña por llegar tarde, además no está tan lejos.

—¿Cuántos años crees que tienes mocosa?

—Menos de los que tienes tú, pero los suficientes como para hacer muchas cosas por mí misma.

Una vez más posó su mirada en el espejo, encontrándose con la mirada infantil llena de diversión, eran tan usuales aquella clase de discusiones entre ellos, bufó con molestia ganándose una sonrisa llena de ternura; si debía ser sincero, no notó cuando pasó tanto tiempo, aún podía recordar aquel horrible día cuando la encontró en su departamento, su rechazo ante la noticia y la lenta asimilación; le había costado meses adaptarse a su nueva vida, una llena de noches en vela, berrinches a toda hora, aprender a cambiar pañales, saber que debía comer y que no, como bañar, como peinar, miles de cosas que jamás habían pasado por su cabeza, al menos hasta ese momento, todas aquellas vivencias que lo marcaron poco a poco y le resultaron fastidiosas, estresantes y hasta molestas, pero cuando veía un gesto como el que sólo ella podía regalarle con tanta sinceridad, sabía que de una u otra forma todo había valido la pena.

—Bueno, entonces deberías cocinarte tu misma.

—Hago suficiente con asear gran parte de la casa, porque cierto maniático no soporta ver un montículo de polvo en su casa—respondió frunciendo el ceño.

—¿Desde cuándo sabes el significado de maniático?—cuestionó interesado.

—Tía Hanji me la enseñó el otro día—sonrió.

—Deberías dejar de pasar tanto tiempo con ella, quizá termines tan loca como ella y solterona de por vida—sonrió casi imperceptiblemente al ver la reacción contraria.

—¡No!—gritó—Yo me casaré con un hombre guapo, rico y tendremos muchos hijitos—entrelazó sus manos dentro de su ensoñación.

—Nada de hombres hasta los 40—dijo al instante.

—¿A los 40? ¿Quién me querrá siendo una vieja? ¡A esa edad seré tan amargada como tú! Y mira que a penas tienes 30—rió con burla.

—Por esa misma razón, porque nadie te querrá y tendrás que quedarte conmigo soportando mi amargura, ése será tu castigo por ser tan insolente conmigo—respondió burlonamente.

—Prefiero entrar en un convento antes que eso—susurró para sí misma.

—¿Dijiste algo?

—Que prendas la radio—el mayor obedeció sin decir más—¡Oh! ¡Amo esa canción!—dijo desviando su mirada a la ventana mientras comenzaba a cantar.

Por tercera vez en el recorrido observó a su hija por el espejo, viendo cada una de sus expresiones, su largo cabello negro amarrado en una coleta alta, aquellos bonitos ojos negros y su tez clara adornada con aquellas finas facciones que la hacían parecer una muñeca, no dudaba que en un futuro muy lejano, esperaba él, muchos estúpidos hombres estuvieran detrás de ella, asediándola; claramente él no se los dejaría tan fácil.

"Te veo detrás de mis párpados, cuando cierro los ojos, me has ayudado a ser fuerte, yo también quiero ser eso para ti."

—Hablo en serio niña, cuando llegue quiero verte aquí, si llego y no te encuentro la pasarás muy mal, ¿me has entendido?—amenazó.

—Sí, sí, señor amargado, aquí lo esperaré—respondió acercándose por detrás depositando un pequeño beso en su mejilla—Nos vemos—bajó del coche.

Hizo una seña con sus manos en forma de despedida, viendo como el carro negro se perdía junto con aquel hombre de cabello azabache, ojos grises oscuro, afilados y pequeños, de tez blanca.

—¡Hey!—se acercó una compañera—¿Lo has oído?—preguntó.

—¿Qué? —cuestionó con fingido interés.

—Hoy llegará un ayudante para la maestra, ¡un hombre!

—¿Un chico?—eso sí que era nuevo.

—Bonitas, es hora de entrar al salón—una de las maestras interrumpió su plática.

La pelinegra tomó asiento en su lugar habitual interesada por el nuevo asistente de la profesora, ya que hasta el momento el único hombre en el plantel, fuera de los estudiantes, claro está, era el profesor de educación física y él ya era un hombre mayor; no tanto para ser llamado viejo, pero si en una edad donde ya se estaba casado y se tenían hijos, se preguntaba cómo sería éste.

—Niños, el día de hoy les tenemos una sorpresa—los alumnos comenzaron a murmurar entre ellos—A partir de este momento y hasta finales de año tendremos un ayudante con nosotros, él estará apoyándonos en muchas de las actividades que realicemos, así que les pido que sean buenos con él—después de eso la puerta del salón se abrió dejando ver al joven al cual se refería la profesora.

Alto, complexión delgada, cabello castaño corto, de expresivos y grandes ojos verde, pero sobre todo joven.

—Buenos días a todos—saludó con nerviosismo—Mi nombre es Eren Jaeger y todo este año estaré compartiéndolo con ustedes, así que espero podamos hacer grandes cosas juntos—agregó sonriendo.

La campana sonó una vez más, indicando la hora del receso.

—Eren—la pequeña pelinegra se acercó al chico que se encontraba en ese momento borrando en pizarrón.

—Dime—dijo un tanto sorprendido por la informalidad de la chiquilla.

—Nada, sólo quería verte más de cerca, es extraño que un hombre tan joven esté aquí—lo miró detenidamente.

—Sí, supongo—rascó su cabeza con nerviosismo—Amara, ¿cierto?—intentó cambiar la conversación.

—Sí—continuo mirándolo.

—Suena lindo, es igual que tú, pero, ¿qué significa? ¿Por qué tus papás decidieron llamarte así?

—¿Eh?—se sonrojó levemente ante el cumplido—Amargo.

—¿Amargo?—preguntó confundido.

—Amara significa amargo, papá lo escogió—sonrió.