** DEL ODIO AL AMOR **
POR: JulietaG.28
Disclaimer: Todo personaje de Captain Tsubasa pertenece a su creador Yoichi Takahashi y SheiShua, nada es mío. Esta historia es solo por entretener.
— 1. Balonazo —
— Munich, Alemania. Viernes (03:00 PM)
— Campo de entrenamiento del Bayern Munich
A pocos días de que Febrero hubiera comenzado, el frío invierno comenzaba a aminorar. Las noches se veían aún cargadas de su típica esencia friolenta, aunque las mañanas se calentaban pronto con la luz de los tibios rayos del sol. Para esas horas, en que el clima se había regulado y el viento había dejado de soplar, el equipo que por años se había mantenido a la cabeza de la liga alemana, el Bayern Munich, se encontraba enfrascado en la recta final de su práctica intensiva de aquella tarde.
Posicionado frente a la línea de penal, seguro de que un solo tiro bastaría para enviar el esférico directo a la red y con una sonrisa triunfal grabada en los labios, Stephan Levin —mediocampista— se dispuso a efectuar su característico Levin Shoot que bien podía compararse con el poderoso Kame-Hame-Ha de Gokú y que, podía apostarlo, terminaría por derrotar al portero frente a él.
Desde su lugar, bajo los tres palos, Genzo Wakabayashi se posicionó para atajar cualquiera que fuera el disparo de su oponente, cubriendo con la vista cada posible espacio que el mediocampista frente a él, pudiera aprovechar. Su sonrisa de medio lado —cínica y altanera— logró su cometido. Picar a Levin.
Un segundo después, el balón salió disparado contra el arquero, que observó su trayectoria durante una fracción de segundo antes de ponerse en movimiento. La esquina inferior izquierda del arco, un tiro complicado. Sin pensarlo, el arquero se lanzó, rozando el esférico con los dedos para luego imprimirle fuerza al agarre. El tiro que de no haber sido él, habría llevado una anotación segura quedo paralizado. Con una sonrisa burlona e irguiéndose en toda su altura, el portero arrojó el balón a los pies del tirador, regodeándose en su victoria al ajustarse la gorra que siempre llevaba puesta.
— Parece que debes practicar— se mofó el arquero.
— Cállate Wakabayashi— escupió Levin pateando el balón cancha fuera— Eso lo dices porque tú sí que has practicado para detener mi tiro— terminó el mediocampista con una sonrisa arrogante danzando en su labios. Genzo abrió la boca para rebatir aquel comentario, cuando el capitán del equipo hizo acto de presencia; junto a él, el otro delantero del equipo Sho Shun Ko, también se acercaba.
— Ya basta los dos— habló el capitán— Stephan, debemos seguir trabajando en tu disparo. Es mejor para ti, si ni siquiera él puede detenerlo— aseguró el chico con una sonrisa— Wakabayashi, puede que puedas detener el tiro de Levin, pero dudo que en verdad puedas con todos los disparos— alardeó Karl con la misma sonrisa arrogante que caracterizaba a los cuatro miembros estrellas del Bayern Munich.
— Bueno…— suspiró Sho con una sonrisa— No es como que Schneider sea el mejor ¿cierto?— se mofó y ante sus palabras las carcajadas de Genzo y Stephan no se hicieron esperar.
Finalmente, la práctica de aquel viernes llegó a su fin. Tal y como rezaba su horario, el equipo local entrenaba a diario desde las 7 hasta las 3 de la tarde de lunes a sábado con un solo descanso los días domingo. Viéndose liberados de sus obligaciones y deseosos de tomar un merecido descanso, uno a uno, los jugadores del equipo se comenzaron a retirar.
El cuarteto de oro seguía con sus bromas mientras se dirigían a la banca para refrescarse y sacarse el equipo de entrenamiento, cuando el campo se quedó vacío y ellos se encontraron solos, aunque aquello ya no era de extrañarse. Aunque al principio, cuando sus diferencias aún eran muchas y la confianza no emanaba de ellos, les había resultado complicado entenderse unos a otros, el tiempo había hecho mecha en los cuatro presentes llevándolos a convertirse en grandes amigos.
Desde la personalidad reservada y elegante del capitán, Karl Heinz Schneider, hasta el carisma y a veces molesta alegría de Sho Shun Ko, el mismo Stephan Levin —al principio distante— e incluso el frío y arrogante Genzo Wakabayashi, sostenían una sólida amistad que acoplaba sus diferencias y sacaba a relucir sus personalidades más competitivas cuando como equipo, arrasaban con los oponentes dentro de la cancha.
— ¿Por qué no vamos por una partida al parque?— propuso Sho con una sonrisa, mientras se sacaba las espinilleras que esa mañana no se había colocado bien del todo— Quiero la revancha por la última vez…—
— Sería una buena idea…— alegó Genzo— Pero no. No vuelvo a apostar contigo— sentenció el japonés sin miramientos sonriendo en complicidad con Levin y Karl.
— ¡Oh, venga gorritas!— exclamó el chino cuál infante berrinchudo.
— No-me-llames-gorritas— espetó el portero con dureza.
— No sé porque no quieres, si el que perdió la última vez, fui yo— siguió el delantero— ¿Ustedes que dicen chicos?— Karl y Stephan se miraron y sonrieron.
— Tres a uno y si no anotas nada, nos pagas las comidas del mes a los tres— le propuso Schneider.
— ¿Y si anoto?— inquirió el chino.
— Cubriremos el pago total de ese crucero por las islas Caimán que tanto has deseado abordar…— aseguró Levin sin rechistar, a su lado tanto arquero como capitán se vieron en acuerdo con lo dicho. Sho aceptó sin dudarlo y la sonrisa con que dejo el campo adelantando a sus amigos solo los hizo reír por lo bajo a ellos también.
Sho siempre estaba seguro de ganar. Y Sho siempre perdía.
:-:-:-:-:
— Teatro Nacional de Munich
El lugar se hallaba vacío. Aunque no era extraño, dado que el personal que ocuparía las instalaciones no tenía por qué presentarse, sino hasta el día lunes. Bailarines y vestuaristas, músicos y técnicos, aquel año, el ballet Stuttgart y la Filarmónica de Munich, cooperarían a partes iguales para llevar a cabo la puesta en escena de El Cascanueces.
Desde los primeros vestuarios, hasta el equipo básico, el material había sido llevado al teatro esa misma mañana y en su lugar predilecto, en el escenario bajo, al fondo del mismo, un piano de cola —con su reluciente madera negra brillante y las letras doradas grabadas que anunciaban se trataba de un Yamaha— esperaba paciente a quién fuera que tuviera el talento para ejecutar sus teclas y crear música de ellas. Aunque primero necesitaría afinarse.
Y para esos momentos, aquello ya había sido realizado. Sentada frente al piano, ocupando el banquillo que tanto adoraba y dispuesta a escuchar de primera mano su tarea como afinadora de su propio instrumento, la chica que había permanecido largas horas de su día entregada a la labor de afinar, se dispuso a tocar.
Sus manos, que habían permanecido en sus piernas durante un par de minutos, se posicionaron en las teclas correctas y tras coger una amplia bocanada de aire, la música al fin, comenzó a brotar.
Primero unas suaves notas —bajas como el susurro de un amante que solo quiere llegar al oído de su amada— luego una escala que iba del grave al agudo y que aumentaba en intensidad. De poco en poco, la música cobró forma y su sonido se esparció por el teatro envolviendo hasta el último recoveco que ahí hubiera. Las hechizantes notas del Cristofori's Dream brotaban como magia surgida de una varita mientras que su ejecutante, disfrutaba de cada sonido y sentía como suya cada nota que lograba marcar. Finalmente, la música volvió a su sonido grave y su expresión más suave, al tiempo que la última escala era tocada y la pieza terminaba suave y dulcemente.
— ¡Bravo! ¡Bravo!— exclamaron desde las butacas del público, al tiempo que un par de palmadas se esparcía por el lugar. La pianista se giró en breve, con una sonrisa en los labios.
— Gracias, Syd— respondió, advirtiendo de primera mano los movimientos amanerados del que no solo era su maestro sino también su amigo.
— Estoy orgulloso, pequeña… No cabe duda, que te enseñé bien— siguió Syd. Sus cabellos platinados se movieron de un lado a otro, mientras fingía limpiar un par de lágrimas imaginarias de sus mejillas.
— No te des mucho crédito— repuso la chica con sorna— Eres un gran maestro, claro, pero la mayor parte del trabajo es gracias a mi fantástica ejecución— resolvió.
— Vaya niña, siempre tan humilde— espetó el maestro.
— Siempre, ya lo sabes—
— Y testaruda— añadió Syd, logrando que la pianista frunciera el ceño, confundida— Creí haberte dicho que yo, afinaría ese piano— lo que antes había sido una broma se convirtió en un reproche.
— No te sulfures, Syd, tenía tiempo de sobra— le dijo la ejecutante, restándole importancia a la reprimenda, al tiempo que se ponía de pie.
— ¿Y la mudanza?
— Va por buen camino, quizás consiga que un vecino amable termine de ayudarme— la chica guiñó un ojo y sonrió. El maestro suspiró una vez más, antes de observar a la joven marcharse del teatro. Había acudido al teatro nacional para afinar el piano que sabía sería puesto en uso desde que la chica ejecutante, apareciera el lunes a primera hora del día, solo para llegar y advertir que la misma ya había hecho su tarea por él. «Presumida…» pensó, burlón. La puerta principal se cerró y solo, Syd Furtwängler acarició la superficie del piano antes de cerrar la tapa.
Fuera del teatro, Allison Mondragón, americana de nacimiento y pianista por elección del destino, miró a su alrededor sopesando las opciones que tenía frente a ella para volver a casa. Ir andando o tomar un taxi. «Que sea a pie…» se dijo y conectando los auriculares a su iPod dentro de los bolsillos de sus jeans pulso en reproducir, mientras Counting Stars de One Republic, comenzaba a sonar.
:-:-:
— ¡Sho!— exclamó Schneider al tiempo que Levin y Genzo rodaban los ojos. A escasos dos metros de ellos, el chino había encontrado una nueva oportunidad para coquetear, con una bella jovencita alemana que paseaba por el parque donde los jugadores se encontraban.
— No entiendo porque nos trajo si lo único que deseaba era coquetear— se lamentó Levin con el portero que asintió en acuerdo con sus palabras. Sho, despidió a la chica con que estaba y volvió con el balón en los pies, como si nada hubiera sucedido.
— ¿Jugarás o qué?— espetó Schneider con dureza a su amigo.
— Eso hago, tonto— repuso Sho. Sin más, su pequeño juego (que había vislumbrado más tiempo perdido debido a Sho que tiempo de juego real) se reanudó.
El trío entero volvió a la carga, echando a correr en pos de la improvisada portería de Wakabayashi que se preparó para detener cualquiera que fuera el tiro que sus amigos lanzarían. Una vez más, Sho tenía el poder del esférico cuando la alemana a la que había despedido regresó y le pidió que se acercara. El chino lanzó el balón lo más lejos que pudo sin reparar en que en realidad, no había apuntado al arquero.
Los tres restantes, siguieron la trayectoria del esférico, hasta el momento en que este bajó de altura y se dirigió sin dudas a la cabeza de la única chica que pasaba por ahí. El balón impactó de lleno en la joven que desequilibro por el golpe y cayó de espaldas al suelo. Al instante los jugadores se acercaron donde la muchacha, Genzo —el más cercano al lugar— llegó al poco rato con la chica que se había sentado en el suelo con la mano en la cabeza, ahí dónde el balón la había golpeado.
— Hey…— comenzó el portero, cuando la joven víctima de Sho alzó la vista. De piel tan blanca como la nieve de invierno y de cabellos tan negros como el mismo carbón, la joven poseía un par de orbes brillantes y grisáceos. Su mirar, asemejaba tanto los plateados destellos de la luna contrastando con las tonalidades de su piel y su cabello.
Desde su lugar, Allison agitó la cabeza intentando recobrar el equilibrio que había perdido, mientras que el chico que se había acercado a ella la sujetaba por la cintura ayudándole a ponerse de pie. Apenas su vista lo enfocó con claridad, la americana percibió la imagen de aquel caballero.
Alto y fornido, de cabellos negros y ojos igual de oscuros que la misma noche, el joven resultaba verdaderamente atractivo. Una punzada de dolor en la cabeza la hizo volver a la realidad.
— Deberías tener más cuidado… idiota— dijo la chica. Genzo reaccionó entonces y se alejó de aquella mujer. La hermosura de la chica pasó a segundo plano cuando sus oídos captaron sus palabras.
— ¿Qué?
— Idiota y sordo— refunfuñó la pelinegra— Escucha, si no sabes patear un balón, no juegues. Solo eres un peligro público— resolvió sin mermar la brusquedad que cubría sus palabras.
— ¿Acaso no sabes quién soy?— cuestionó molesto el arquero.
— ¡Claro!— celebró Allison— Eres un idiota—.
— ¡Niñita…!— Schneider y Levin aparecieron entonces, con Sho entre su brazos siendo arrastrado para enfrentar su patada mortal.
— Hey, tranquilo, gorritas— le pidió Levin.
— Que no me llames así— le recriminó el japonés sin siquiera mirarle. Schneider clavó entonces sus ojos azules en la chica frente a Genzo y tras sopesas la posibilidad, se adelantó a los demás.
— ¿Allison? ¿Allison Mondragón?— cuestionó el alemán. Lo que antes había sido furia creciente se transformó. Allison observó detenidamente al rubio y tras un momento sonrió.
— ¿Karl?
Continuará…
N/F:
* Del Odio al Amor es la segunda entrega de la colección **Mundial de Locos** (detalles en mi perfil) perteneciente al apartado —Rumbo Al Mundial—.
* Allison Mondragón es un OC propiedad de JulietaG.28
* Banda Sonora: Cristofori's Dream (David Lanz), Counting Stars (One Republic).
* Otras referencias: Todo lo referente a Dragon Ball pertenece a su creador Akira Toriyama / El Cascanueces es un cuento de hadas-ballet con música compuesta por Tchaikovsky.
JulietaG.28
Última actualización: Abril 03, 2015.
