Se que había dicho cuando termine mi anterior historia que por lo menos esperaría hasta después de Navidad para continuar las otras que tengo empezadas y quizás empezar una nueva, pero también avise que mi mente a veces no para y las ideas no dejan de venir a mi cabeza y no puedo evitar escribir y escribir. Este no ha sido el caso, esta historia la empece ya hace mas de un año y cuando llegué mas o menos a la mitad me estanque totalmente, o quizás mi mente no estaba totalmente puesta en ella o también pudo ser, que perdí las ganas de escribir, no sabría decirlo con exactitud. Aun así no he desistido con ella y me conozco y se que si no la subo no la continuaré.
Es un Faberry aunque originalmente era una historia sin mas, con personajes inventados pero tienen cierta similitud con ellas así que lo he adaptado. A pesar de eso no es como las historias comunes de Glee, el instituto no es el mismo, ni la ciudad pero no daré nombres porque quiero que cada uno se lo imagine a su manera. Me gusta hacer que los lectores recreen las escenas o escenarios por si mismos, aunque yo les ayude y creo que no es necesario definirlo como un espacio concreto sino como algo mas generalizado.
Tanto la familia de Rachel y de Quinn será diferente a la original aunque el padre de Rachel sigue siendo gay no se haran muchos comentarios al respecto y uno de ellos no aparecerá en la historia, el motivo se explicara mas adelante. Y la de Quinn os sorprenderá bastante creo yo.
Los capítulos serán mas largos de lo que normalmente hago porque tengo bastante escrito pero imagino que en cuanto se me agote tendré que volver a la rutina del largo de los mismos aunque pretendo ir adelantándolo poco a poco desde este mismo momento.
Lo siento si mientras que vais leyendo se os hace difícil asociar a Rachel y Quinn con los personajes aquí escritos pero es algo que necesitaba saber y a pesar de que me encantaría que os cautivase tanto como a mi esta historia, si no es así no me rendiré y la terminaré, mas que nada porque me han amenazado si no la continuo. Que vida esta... Ademas la forma de escribir es algo diferente a lo que os tengo acostumbrados, pero es lo que tiene que ya tenga un tiempo, que la forma de escribir cambia, mejora, o por lo menos eso espero, aun así he intentado mejorarlo un poco antes de subirlo pero sin cambiar la esencía.
Este es mi regalo de fin de año, tomarlo como una promesa de continuidad con las historias y con esta en particular.
Las continuaciones pretendo que sean de un día si y uno no, pero eso dependerá de la acogida que tenga.
Bueno, creo que ya os he dado demasiado la tabarra así que aquí os lo dejo.
Capítulo 1: El principio de una nueva vida
Todo era nuevo y distinto, los lugares, la gente, todo era diferente, inusual y extraño, pero sin embargo, me gustaba que fuera así.
El coche avanzaba por la calle abarrotada de individuos que vagaban sin rumbo por esa nueva ciudad que me esperaba, una ciudad que yo no había elegido, en la que no quería estar pero aun así, allí me encontraba. Miraba por la ventanilla, analizando cada calle, cada rostro que se reflejaba en mis ojos intentando averiguar que es lo que me iba a deparar el futuro. Pero a pesar de todo ello, nada me ayudó a descubrir lo que me iba a suceder en los meses siguientes. Mi vista se dirigió al interior del vehículo donde observé que mi hermano pequeño miraba boquiabierto los grandes edificios que nos rodeaban, parecía entusiasmado por este cambio de vida que nos había sorprendido a todos, incluido a mi padre, que si bien esperaba el ascenso nunca imaginó sus consecuencias.
El coche se internó por una calle relativamente desierta comparado con el ajetreo que acabábamos de pasar, y observé como mi padre reducía la velocidad buscando un lugar donde dejar el coche. Parecía que ese lugar seria el principio de algo completamente distinto.
Abrí la puerta y bajé mirando alrededor con curiosidad, buscando algo que se pareciese a mi antigua vida. Pero fue inútil, mis amigos se habían quedado atrás junto con los recuerdos de una infancia repleta de olvidos y rencores de una madre que nunca quiso tener hijos.
- No pongas esa cara - la voz de mi padre me sacó de mis pensamientos y lo mire, prestando atención a sus palabras - Tampoco está tan mal, ya veras como pronto te acostumbraras.
- Lo se, lo se... - dije sabiendo que en el fondo él tenía razón, aunque ahora no quisiese admitirlo.
Él se acercó y me abrazó, consolándome como tantas veces había hecho y que aun así seguía funcionando. Tras devolvérselo suavemente nos dirigimos al maletero para sacar las cajas que nos habían acompañado desde nuestra antigua vida. Mi hermano, ansioso por ver la nueva casa nos apresuraba a que cogiéramos las pocas pertenencias que habíamos traído y lo siguiéramos. Mi padre lo miró sonriendo, alegre por ver que al menos uno de nosotros estaba feliz por el cambio. Así que los dos se apresuraron a entrar mientras yo por me retrase, aun observando los edificios a mi alrededor. Y entonces algo captó mi atención, el sonido de un claxon. Mi vista se dirigió al lugar de donde procedía y pude apreciar la figura de un chico con la capucha de la sudadera puesta que se apresuraba a cruzar la calle para no ser atropellado y antes de que pudiese ver algo más, la voz de mi padre me llamó desde la puerta.
- ¡Rach, venga entra que tu hermano esta impaciente! - lo mire y asentí.
- ¡Ya voy!
Pero en lugar de seguirlo, mi mirada se dirigió otra vez hacia ese chico pero solo encontré el vacío de una calle desierta. Con una pequeña sombra de decepción en mi rostro me volví hacia la puerta y entré tras mi padre al que sería nuestro nuevo hogar.
Cuando por fin entré en la casa lo único que se podía apreciar eran cajas, cajas y cajas de nuestros objetos preciados, traídos desde su antiguo emplazamiento en la anterior casa. Mi hermano corría entre ellas como si fuera un explorador perdido en la selva buscando sus pertenencias. Lo miré sonriendo y me dispuse a ayudar a mi padre.
Tan solo quedaban unos días para el principio de las clases y en el fondo no quería que llegase ese momento. Gente nueva, colegio nuevo, demasiadas cosas de golpe teniendo en cuenta que nunca se me dieron bien las relaciones sociales.
Y como siempre pasa cuando no quieres que llegue algo, parece que el tiempo corre en tu contra y al momento ya lo tienes ante ti. Y confirmando la regla el instituto se alzaba ante mi, frío e imponente.
La gente se arremolinaba en pequeños grupos a mí alrededor conversando como viejos amigos deseosos de nuevas experiencias. Yo en cambio me desplacé a un rincón intentando pasar desapercibida hasta que de repente algo captó mi atención, las risas y gritos de unos adolescentes que rodeaban a un chico comenzando a empujarlo como si se tratase de una pelota. Me acerqué extrañada por el trato recibido hacia el pobre chico, que en vano intentaba escapar del circulo que se había formado a su alrededor. Algunas personas también se acercaron atraídas por el alboroto pero no parecían disgustadas con esta situación, todo lo contrario, se unieron a los gritos y risas. En un momento dado, después de recibir uno de los empujones, el chico no pudo aguantar más y tropezó, cayendo hacia adelante sin darle tiempo a evitarlo. Su rostro chocó contra el suelo y cuando lo volvió a levantar un corte en el labio había hecho que su camiseta se llenase de sangre, pero su rostro no reflejaba dolor ni ira. Parecía acostumbrado a ese trato despectivo y aparentaba no tener intención de defenderse. Yo sin embargo no podía permitir que esa situación siguiese adelante.
Como pude, entre empujones y gritos me hice paso hasta donde se encontraba el chico, lo ayude a incorporarse y él me miró algo confundido.
-Tranquilo, no te voy a hacer nada - dije mientras sacaba un pañuelo de mi bolsillo ofreciéndoselo para que se limpiara la sangre.
Él lo cogió aún un poco desconfiado y pude ver como los demás me miraban de manera extraña.
-¿Qué hace esa chica? - oí que alguien decía a mi espalda.
-No sabe donde se está metiendo... - le respondía otro.
-¿Alguien sabe quien es?
-Nunca la había visto por aquí...
Ignoré las voces y me concentré en el chico, hasta que de repente un empujón me hizo perder el equilibrio y justo antes de que tocara el suelo noté como alguien me sujetaba. Cuando me volví a incorporar vi que me encontraba entre los brazos de él.
- Jajaja - Oí la risa que parecía provenir de una chica a mis espaldas - Mira que torpe es la nueva, no sabe ni mantenerse en pie.
Me gire queriendo averiguar quien era la causante de todo aquello. Al hacerlo vi algo que realmente no me esperaba, ante mi se encontraba aquella chica que nunca pensé volver a ver.
- ¿San? - susurre aun con incredulidad.
Ella me miró sorprendida y algo confusa porque supiese su nombre, pero ese gesto solo duró unos segundos porque enseguida volvió a su aire de superioridad.
-¿Quién te ha dado permiso para llamarme así? -dijo mirándome fijamente.
-Tú - espeté sin más dándome media vuelta y me aleje hacia el interior del edificio.
Mientras iba caminando oí la voz del chico a mis espaldas.
-Oye espérame - Me giré y miré como me seguía a pasos rápidos - No te pude agradecer lo que hiciste antes por mí.
-No tienes que agradecerme nada, no soporto las injusticias y es lo mínimo que podía hacer - le dije sonriendo.
-Aun así gracias. Por cierto me llamo Charlie - dijo tendiéndome la mano y con una sonrisa algo tímida.
- Rachel, encantada - le di un apretón de manos mientras una pequeña risa se escapaba de mis labios.
Después de aquella pequeña presentación, los dos nos dirigimos hacia el salón de actos para saber en que clase nos tocaba. Esperamos sentados pacientemente mientras salían nombres y nombres de desconocidos de la boca del director. Hasta que después de mucho esperar salió mi nombre seguido al poco por el de Charlie.
Al entrar por la puerta de mi casa la observé detenidamente. Los de la mudanza ya habían llegado y colocado todos nuestros muebles, aunque todavía se podían apreciar cajas por los rincones ya podíamos empezar a llamarlo hogar. Me dirigí a mi habitación y dejé la mochila sobre la cama, después busque a mi padre por la casa y lo encontré en la cocina, terminando de preparar el almuerzo. Realmente olía delicioso.
- ¿Qué tal te ha ido el día cariño? - me preguntó como siempre tan atento.
- Bueno, podría haber sido peor.
Mi padre se giró y me observó.
-¿Pasó algo?
Suspiré y le miré.
-¿Te acuerdas de Santana? ¿Mi amiga en el colegio, que de un día para otro dejo de hablarme? Pues me la encontré en el instituto.
-¿Te dijo algo? - dijo mi padre preocupado, sabiendo que no habíamos acabado muy bien.
-No... bueno... es que creo que no me reconoció. Pero mejor, no quiero hablar con ella, se ha vuelto una persona indeseable, es la típica matona de instituto, cuando la vi estaba molestando a un chico.
-Entonces será mejor que te alejes de ella - añadió él.
-Si... -suspiré- aunque he hecho un amigo, el niño al que molestaba Santana, se llama Charlie y encima nos ha tocado en la misma clase.
-Me alegro mucho cariño, ya sabia yo que enseguida harías amigos. Anda pon la mesa y llama a tu hermano que ya está la comida lista.
Después de poner la mesa me dispuse a llamar a Lucas que se encontraba en su cuarto. Toqué en la puerta y al entrar vi como estaba terminando de poner unos posters en la pared. Sonreí y él me miró.
- ¿Te gusta, Rach? - me devolvió la sonrisa.
- Si, está muy bonita Lucas, anda, vamos a comer ¿si?
Lo cogí por los hombros y le revolví el pelo mientras nos dirigíamos hacia la mesa. Mi padre ya se había sentado y nos esperaba cubiertos en mano.
- U os dais prisa o empezaré sin vosotros.
Nosotros nos reímos y nos sentamos. Durante la comida Lucas nos contó su primer día de colegio, parecía que le había ido mejor que a mi.
Mi hermano era mas sociable que yo, no había tenido problemas en hacerse amigo de los chicos de su clase enseguida, además parecía entusiasmado por su nuevo colegio. Nos contó que ya había estado investigando, intentando averiguar cada uno de los recovecos que tenía.
Entre risas y palabras terminamos de comer y recogimos la mesa. Cuando lo hicimos mi padre nos miró y dijo:
-Chicos me tengo que ir a la oficina a arreglar unos papeles del traslado y demás. No creo que tarde mucho, pero ¿porque no salís a dar una vuelta y conocer el barrio y la ciudad?
-Yo prefiero terminar de arreglar mi habitación - añadió Lucas.
-Yo no sé que haré, ya veré si me apetece.
-Esta bien, como queráis - nos dio un beso a cada uno en la mejilla y miró a mi hermano - Si Rachel sale y pasa algo ya sabes donde encontrarme, pero aun así ten cuidado y no hagas el trasto por la casa.
Lucas puso morritos, indignado porque le tratasen como a un niño pequeño, al fin y al cabo ya era mayor, ya tenía 8 años, o por lo menos eso es lo que decía él cada vez que le trataban así.
-Se cuidarme solo - añadió.
Mi padre y yo nos reímos.
-Lo se, lo se - dijo mi padre y cogió el abrigo para después abrir la puerta de la calle - Portaos bien - y salió.
Me quedé mirando a Lucas para después avisarle que iba a salir, que tuviera mucho cuidado y que si pasaba algo no dudara en llamarme al móvil. Él volvió a repetir que era mayorcito y que no le pasaría nada. Yo suspiré y le revolví el pelo. Fui hasta mi habitación para coger una sudadera y después me dirigí a la salida, asegurándome de cerrar bien la puerta. No pensaba ir muy lejos, pero aun así me preocupaba que le pudiera pasar algo a aquél pequeñajo.
Iba caminando tranquilamente observando las tiendas cuando alguien en monopatín paso por mi lado dándome un suave empujón. Me quejé pero esa persona siguió hacia delante ignorándome. Resoplé y justo en ese momento vi como un autobús se aproximaba a gran velocidad mientras que él patinador comenzaba a cruzar. Se lo iba a llevar por delante. ¿Qué podía hacer? Corrí tras él, y llegué a tiempo de agarrarlo por el gorro tirando hacia atrás provocando que cayera al suelo y el monopatín saliera disparado arrollándolo el bus.
Al tirar de él hacia atrás los dos caímos al suelo, él encima de mí. Cuando abrí los ojos, que había cerrado instintivamente, solo pude ver un montón de pelo rubio cerca de mi rostro.
-¿Te importaría quitarte de encima mio? - le pedí, ya que me estaba aplastando.
Él patinador se incorporó y se giró para ayudarme a levantarme. Me tendió la mano y yo se la agarre, pero cuando tiró de mi, lo hizo con demasiada fuerza y acabé pegada a él, demasiado pegada diría yo.
Enseguida me puse colorada y baje la mirada intentando evitar que me viera así mientras me separaba rápidamente.
-¿Estas bien? - me preguntó.
Me quedé callada y aun mirando al suelo, intentando descifrar esa voz que me sorprendió. Tenía voz de chica, pero... desde el primer momento parecía un chico. ¿Qué hago pensando en estas cosas si solo con levantar la vista podré descubrirlo?
Lentamente levanté la cabeza mirándole al rostro. Sus rasgos eran delicados y suaves, pelo corto y rubio y unos ojos color verde con tonos marrones, que me miraban preocupados. A pesar de todo, si que era una chica, eso o era un chico muy muy femenino y no lo parecía.
-¿Estas bien? - me volvió a preguntar.
Yo tan solo pude asentir a su pregunta y bajé la mirada aún sonrojada. Ella me cogió la cara y me la levantó, al hacerlo pude ver que me miraba sonriéndome.
- Muchísimas gracias por salvarme.
- No.. No hay de que... Es lo menos que podía hacer.- me sonrojé aún más.
- Si hay de que, aunque mi monopatín quedó algo destrozado.
Las dos dirigimos la mirada hacia la carretera donde se veía la tabla hecha picadillo y dos ruedas a su lado. La chica puso una cara de pena y luego me volvió a mirar.
- Anda vamos, te invito a tomar algo como recompensa.
- No, no hace falt...
Antes de que pudiera terminar la frase me había agarrado por el brazo y tirado de mi hacia una de las calles de la zona.
Tras caminar unos metros acabamos en una pequeña cafetería que se encontraba cerca. En esos momentos había poca gente, lo que la hacia cómoda y agradable para conversar. Aun así la chica me guío hasta una de las mesas mas apartadas, donde nos sentamos. Yo aun seguía algo sonrojada y no sabia que decirle, nunca me había ocurrido algo así y la verdad es que aun así, nunca se me había dado bien hablar con gente que no conocía.
Nada más sentarnos ella me miró sonriendo.
-Espero que te guste el lugar.
Yo solo asentí, seguían sin salirme las palabras, me ponía demasiado nerviosa esa mirada suya.
-Por cierto, mi nombre es Quinn, pero tu puedes llamarme como quieras - dijo guiñándome el ojo.
-R-rachel - dije titubeando mientras me volvía a sonrojar. Como odiaba eso de mi, no poder estar tranquila para mantener una conversación decente con otra persona.
-¿Te puedo llamar Rach?
-Claro... de hecho todos me llaman así.
-Oh, que pena, yo que quería ser especial. Ya encontrare otra forma de llamarte que solo diga yo - seguido de esto me sacó la lengua.
Se notaba que era muy sociable y encantadora, sobretodo encantadora.
-¿Qué quieren tomar? - dijo una camarera apareciendo de repente. O quizás es que yo no me había fijado mucho en lo que había a mí alrededor.
-Yo un café con leche, por favor - dijo Quinn dedicándole una sonrisa a la camarera.
-Lo mismo - añadí cuando la camarera se fijó en mi.
La chica se alejó con el pedido apuntado en una libreta y yo volví a dirigir mi mirada a Quinn que me observaba divertida.
-¿No eres muy pequeña para tomar café? - dijo riéndose suavemente.
-Tengo ya 17 años, no soy tan pequeña - replique y eso provocó que Quinn se riera aun mas.
En ese momento me di cuenta de cuanto me había parecido a mi hermano hablando así y me morí de la vergüenza volviendo a bajar la mirada.
Mientras miraba atentamente los surcos de la mesa, notaba como Quinn no me quitaba la vista de encima. Sentía como esa sonrisa aún seguía posada en sus labios y eso no ayudaba a que mi sonrojo pasara. Me encontraba muy estúpida en esa situación, totalmente sonrojada por un comentario de alguien a quien acababa de conocer.
- Aquí tenéis chicas, vuestros cafés.- miré a la camarera, una chica más o menos de la edad de Quinn.
- Gracias Lidia, por cierto ¿nos vemos esta noche no? - le sonrió coquetamente.
- Por supuesto preciosa - guiñó un ojo y desapareció.
Me quedé mirando a Quinn analizando la situación que acababa de vivir. Así que era de esas chicas... No sé por que no me sorprendía. Terminé de echar el azúcar al café y lo removí. Ella me volvió a mirar.
- ¿Qué?
- No has dicho nada por lo de Lidia.
- ¿Debería? - levanté una ceja mirándola algo inquisidora.
- No, supongo que no. Pero quiero que sepas que no estamos saliendo ni nada.
Yo sonreí divertida, ¿me estaba dando explicaciones?
- Si lo estuvierais no pasaría nada - le dije aun sonriendo - ¿no?
-No, pero no es la clase de chicas con las que tendría una relación - dijo desviando levemente la mirada hacia Lidia.
-¿Y con que tipo de chicas tendrías una relación? - añadí.
La situación había dado un vuelco a mi favor, ahora ya se me había quitado el sonrojo y era yo la que controlaba la conversación o al menos eso creía.
Ella me miró y pude ver en su rostro que no debería haber hecho esa pregunta. Su sonrisa era traviesa, coqueta, la sonrisa que me ponía nerviosa.
-Como tú quizás, aunque si te conociera mas... a fondo quizás si podría asegurártelo.
Mi rostro se volvió como una bolita de navidad, me daba la impresión que el rojo de mi rostro era el que estaba iluminando toda la cafetería e inmediatamente volví a bajar la cabeza y me dedique a remover el café por enésima vez.
De repente oí la carcajada de Quinn, en ese momento alce el rostro lentamente y vi como se reía mirándome.
-Que linda te ves sonrojada - alargó su mano y acarició mi mejilla.
No podía dejar de mirar a aquella chica. Era tan diferente a mí, pero a la vez la sentía tan cercana. ¿Por qué me pasaba esto?. De repente miré el reloj y vi que había pasado una hora desde que salí de casa y sería mejor que volviera, a fin de cuentas Lucas seguía solo.
Justo en ese momento sentí como algo en mi bolsillo comenzaba a vibrar, metí la mano en él y saqué el móvil para ver quien era. "Papá" ponía en la pantalla.
-Un segundo - le dije a Quinn mientras descolgaba el teléfono.
Quinn solo asintió y se quedé mirándome, atenta a todo lo que hacia.
Me gire levemente para evitar esa mirada y contesté.
-Dime papá.
-Rach, ¿me podrías hacer un favor? - dijo al otro lado de la línea - necesito que me traigas unos papeles que me dejé en casa, es importante.
-Vale, voy a ahora para casa y te los llevo - hubo unos segundos de silencio - papá... ¿te das cuenta que no conozco la ciudad y no se donde trabajas?
Una risa procedente de Quinn hizo que la mirara levemente levantando una ceja.
-Coge un taxi, la calle es Menendez Valdes en las oficinas de arquitectos Arteco.
-Vale, ¿Donde dejaste los documentos?
-Están encima de la mesa del salón, en una carpeta roja - se quedó callado unos segundos - ¿lo ves?
-No estoy en casa, voy ahora para allá.
-Oh, vale. No tardes.
-Hasta ahora - dije para después colgar.
Cuando guardé el teléfono en el bolsillo miré a Quinn la cual no había perdido su preciosa sonrisa.
-Debo irme, lo siento.- dije mientras sacaba la cartera para pagar.
-¿Qué haces? Invito yo.- Pidió la cuenta, la cual trajo Lidia en seguida.
-Gracias, la próxima invito yo -dije mientras me levanta y me dirigía en dirección a la salida.
Pero Quinn se interpuso en mi camino.
-¿No creerás que voy a dejarte escapar tan fácilmente no? - dijo sonriendo de forma traviesa.
La mire interrogante. ¿Qué es lo que quería?
Se acercó lentamente hasta quedar a escasos centímetros de mí y su nariz casi rozaba la mía. Abrí lo máximo que pude los ojos y mi boca se quedo en una mueca extraña de sorpresa. ¿Qué pretendía? No me iría... a besar, ¿no?
Intenté recomponerme mientras que ella se acercaba aun mas, pero resultó inútil.
-¿Te ibas a ir sin ni siquiera darme tu teléfono? - dijo de repente para después estallar en una gran carcajada.
Me puse de nuevo roja de la vergüenza. Como pude le escribí mi teléfono en una de las servilletas y salí de allí rápidamente. ¿Qué había sido eso?
Nada más salir mi móvil sonó de nuevo, lo cogí extrañada pues no conocía el número.
- ¿Te llevo?- me reí al reconocer la voz de Quinn.
Al darme la vuelta vi como ella guardaba el teléfono en el bolsillo y me ofrecía la mano. La agarré y cruzando el paso de peatones nos metimos por un callejón.
- Espera aquí.- Vi como entraba rápidamente en una casa y salía al poco con dos cascos-. Sube
Me sonrió y montó en una moto que estaba allí aparcada, en la cual yo en mi despiste no había reparado aún. Era una moto preciosa, negra y plateada y realmente pegaba mucho con el estilo de Quinn. Me coloqué el casco y subí agarrándome a sus caderas y automáticamente noté como ella se removió un poco inquieta y sonreí, ahora me tocaba jugar a mí.
- Bueno, ¿arrancamos ya?
Le susurré suavemente al oído y se puso algo roja para después rápidamente colocarse el casco intentando ocultarlo.
- S... si... mejor nos vamos...
Ella me miró de reojo y en menos de lo que esperaba estábamos delante de la puerta de casa. Le di un beso en la comisura de los labios cuando las dos nos habíamos quitado el casco y entré rápidamente para coger los papeles que necesitaba mi padre.
Entre en casa precipitadamente y encontré a mi hermano tirado en el sofá viendo la tele.
-¿Ya estas aquí? - me dijo.
-Si, pero salgo otra vez, que tengo que llevarle unos papeles a papa - le conteste mientras buscaba la carpeta por el salón - ¿Has visto una carpeta roja que estaba encima de la mesa?
-Si, la lleve a la habitación de papa, para que no la perdiera - me respondió.
Suspire y fui a la habitación, la cogí rápidamente y me dirigí a la puerta para salir de casa.
-Pórtate bien y cualquier cosa me avisas - le recordé.
-Que si, pesada -protesto él.
Quinn serpenteaba rápidamente entre los coches, tenía un gran manejo en la moto, no como con el monopatín, pensé sin poder evitar que una sonrisa traviesa se formase en mi rostro al recordar lo sucedido hacia apenas unas horas. Llegamos a la dirección en unos minutos y mientras nos acercábamos pude distinguir a mi padre en la puerta esperándome. Cuando Quinn aparcó la moto me baje de ella y me dirigí a mi padre que parecía no haberse dado cuenta de mi presencia. En cuanto llegue a su lado me quite el casco y le dije:
-Toma papa - tendiéndole la carpeta.
Él me miró sorprendido, después miró el casco y por ultimo miró a Quinn, todavía subida en la moto esperándome.
-¿Quién es ese? - pregunto sin dejar de mirarla.
-Dirás que, quien es esa - le dije mientras me reía suavemente - es Quinn, la conocí hoy y se ofreció a traerme en la moto para que llegase antes.
-Uhm... - dejó de mirar a Quinn con el ceño fruncido y me miró a mí - bueno, muchas gracias por la carpeta cariño - la cogió - pero ten cuidado en la moto ¿eh? que son peligrosas, y no te vayas por ahí con cualquiera, que nunca se sabe - dijo de forma protectora.
Yo me reí ante su comentario.
-Está bien papa, seré una niña buena y no hablare con nadie nunca.
Al escuchar eso él también se empezó a reír.
-Lo siento, a veces me paso de protector - dijo.
-No pasa nada papa. Anda ya me voy que tú tienes cosas que hacer- me acerqué y le di un beso en la mejilla- nos vemos luego.
Tras depositar el beso y que mi padre volviera a entrar en el edificio me acerqué a Quinn la cual se estaba quitando el casco.
- Tu padre me ha mirado mal.- Suspiró y puso una cara de fingida molestia.
- Si, es algo protector - me reí - ¿Pero a que viene esa carita?
- No quería caerle mal a mi suegro desde el primer día –soltó.
Yo solo me puse completamente roja, y seguro que si hubiera estado bebiendo algo en esos momentos lo habría escupido.
- ¿¡Qué! - la miré muy sorprendida
- Era una broma.- se empezó a reír estrepitosamente y yo me crucé de brazos.
- Idiota - suspiré y comencé a caminar con el casco en la mano.
Ella me siguió arrastrando suavemente la moto sin eliminar esa sonrisa traviesa de su rostro.
- Anda venga, que te llevo de vuelta.
- No, me voy caminando...
- No seas así, solo es una broma sin importancia.
- ¿Y como sé que no me violarás o algo así? - la miré con una sonrisa disimulada.
- Si te quisiera violar ya lo hubiera hecho –espetó completamente seria.
Me miró de forma penetrante a los ojos y me quedé estática, mi sonrisa se esfumó y pude notar como cada vez se acercaba más a mí.
Dejó la moto aparcada y llevó la mano a mi rostro acariciándola.
-A una mujer tan hermosa como tú, seria un pecado violarla, hasta follarla seria pecado. Lo que yo te haría es el amor, una y otra vez para te sintieras viva y amada – dijo acercándose más a mi rostro.
La miraba cada vez más roja y con la boca abierta con lo que acababa de escuchar, nunca nadie me había dicho nada parecido y yo, sinceramente, no sabía como reaccionar. De repente posó sus labios sobre los míos dulcemente, me dio un beso suave y lento y en seguida se separó para mirarme a los ojos.
-Eh... eh... - fue lo único que pude decir.
-Deberías... - dijo mientras sonreía – haber visto tu cara, jajajaja – y se comenzó a reír a carcajadas.
El rojo de mi cara paso de ser de vergüenza a ser de ira, la miré totalmente enfadada y le lancé el casco, ¿Cómo se atrevía a hacerme algo así?. Ella lo sujetó como pudo y se dejo de reír.
-Vete a la mierda – le solté y comencé a alejarme caminando mientras apretaba los puños.
Esta tía es estúpida... Era lo único que conseguía pensar mientras caminaba hacia casa. No había mirado hacia atrás, pero algo me decía que no se había movido de donde la dejé. Me daba igual, por mí como si no la volvía a ver, me dije a mi misma con firmeza.
Al llegar a casa cerré de un portazo sobresaltando a Lucas el cual estaba estudiando, cosa que no termine de entender porque apenas había pasado un día de clases, pero en esos momentos no me apetecía pensar mucho en ello. Me disculpé y comencé a preparar algo de cenar para distraerme. En menos de lo que esperaba eran las nueve y mi padre y mi hermano esperaban ansiosos la cena. Sonreí y serví tres platos de macarrones. Justo cuando me dispuse a llevarme el primer bocado a la boca tocaron la puerta. Mi padre se levantó y abrió, dejando sobre la mesa un sobre con mi nombre y una rosa.
No le di mayor importancia y seguí comiendo, pero aquellos dos cotillas que tengo por familia no dejaban de echarme furtivas miradas para que la abriera. Hice caso omiso y tras terminar de comer me dirigí a mi habitación con la rosa en un vaso de agua y el sobre.
Sentada sobre la cama con las piernas cruzadas no dejaba de mirarlo sin terminar de decidir si abrirlo o no, pero tampoco podía estar eternamente con el cerrado. Suspiré y con cuidado despegué la pestaña, dentro había un sobre blanco, con una perfecta caligrafía que decía:
Lo siento, he sido una estúpida por tratarte como a un juguete solo para divertirme o por lo menos esa es la imagen que he dado. Pero no es eso lo que pretendía. Desde que te vi me llamaste la atención, no se a ciencia cierta por que, pero es así. Me ponías nerviosa, aunque no se notase y con estas estúpidas bromas es como me siento segura. Cuando te besé, fue porque quería hacerlo, te veías tan adorable fingiendo estar enfadada... pero al ver tu rostro cuando me separé me dio miedo y lo estropee. De nuevo lo siento y comprendo que ya no quieras verme más, pero si cambias de opinión, si dentro de ti piensas que podrías llegar a perdonarme en algún momento, te estaré esperando en la calle, a la puerta de tu casa hasta una hora después de haberte llegado esta carta. Si no te veo, sabré que no quieres verme mas y así será.
Atentamente: una estúpida arrepentida.
Cuando termine de leer la carta miré la hora rápidamente, ya casi había pasado una hora desde que la había recibido. ¿Porque habría sido tan estúpida de esperar a leerla? Me levanté rápidamente y salí corriendo de casa dejando a mi padre y a Lucas estupefactos en el sofá.
En la calle ya hacia frío, y tan solo una farola la iluminaba tenuemente. Miré frente a mi casa y allí ya no había nadie. Suspiré y me froté los brazos dándome algo de calor. ¿Por qué había sido tan estúpida de esperar? Me repetí. Ya no la volvería a ver... Busqué desesperadamente a los lados, pero ahí tampoco había nada. Realmente la fastidié. Con la cabeza gacha entré en casa, sin reparar en que una sombra me observaba desde el portal de una casa. Esa sombra sonreía mientras me veía entrar, cosa que no supe hasta semanas después, y eso era algo que realmente cambiaría mi vida.
Subí a casa pausadamente y cuando por fin entré los chicos me miraron todavía sorprendidos por mi comportamiento.
-¿Todo bien? -quiso saber mi padre.
-Si, si, tranquilo – dije sin mucha convicción.
Él se me quedo mirando preocupado.
-Seguro que se le escapó el novio – bromeo Lucas.
Le lance una mirada asesina y mi padre le dio un suave zape.
-Deja a tu hermana tranquila – le riñó.
Lucas se sobó la cabeza y después se cruzó de brazos mirando a la tele, enfadado.
-Me voy a la cama – le dije a mi padre – estoy cansada.
-Esta bien cariño, descansa – se levantó y me abrazó.
Le correspondí y me quede así unos segundos con los ojos cerrados sintiéndome como cuando era pequeña y el me consolaba, después él me besó la cabeza y se separó sonriéndome dulcemente.
Me aleje por el pasillo y entré en mi habitación cerrando la puerta, fui hasta mi cama y me dejé caer en ella boca a abajo mientras unas lágrimas se asomaban amenazando con salir y entre sollozos me quedé dormida aún con la ropa puesta.
