-Siendo AU, hay OoC con los personajes.
-Por ahí algunos saben que el AoKi no termina de convencerme, pero como sí tolero la pareja y porque queda con la historia, he decidido usarla.
-Lo siento para los que esperaban KagaKuro; aunque me gusta la ship, para mí simplemente no van como pareja, solo como beff(?). Prefiero mil veces el KagaHimu uvu. Pero bueh, tal vez les haga fanservice(?).
-En los datos tomados tanto para licántropos y vampiros he tomado referencias de algunos autores de varios libros o incluso películas, sin embargo, hay cosas que son de mi propia autoría.
-Todos los personajes pertenecen a Tadatoshi Fujimaki, yo solo los tomo prestados para satisfacer mi imaginación fujoshi.
Hola, preciosas señoritas y si hay algún chico también :v
Pues eso, ahora que también tengo cierta obsesión con KNB y sobre todo con el AoKaga, era imposible que no terminara escribiendo nada de ellos y menos de este género, porque amo a los vampiros y ese tipo de cosas xD!
Ya los que han leído mis otras historias saben cómo adoro esto3.
Amh, las formas de la luna son ficticias, es decir, no sé si realmente los estados en que menciono están en cierta fecha, es verdad :v.
Creo que no tengo más qué decir, salvo que disfruten el primer capítulo y disculpen si tengo algún error ortográfico o incoherencia narrativa uvu.
|| Luna Nueva ||
Los ojos como rubíes de Kagami se abrieron lentamente con la luz colándose en la ventana de su cuarto, que se suponía debía estar con las cortinas negras corridas. Cuando se dio cuenta de eso, se sentó en la cama, preocupado buscando a su hermano con la mirada.
—Cálmate, Taiga. El sol no me matará, recuérdalo —dijo Himuro con una sonrisita paciente y cariñosa, removiéndose en la cama que compartía con el pelirrojo, lamiéndole discretamente el hombro.
El nombrado chico se estremeció y le apartó los cabellos al ajeno para ver mejor su rostro.
—Sí, lo sé, Tatsuya, pero… —Kagami frunció los labios y sujetó de la mano al pelinegro para besarle el dorso.
—Deja de acordarte de los mitos —amonestó Himuro escéptico y luego le acarició la nuca.
Ambos chicos estaban desnudos, metidos en la cama calientita. Aunque se consideraran hermanos, su relación era bastante diferente a la que unos hermanos compartirían realmente; se amaban como si lo fueran, pero se trataban como amantes. Extraño, mas les gustaba aquello.
—Ya, lo siento —Kagami frunció el ceño con cierta vergüenza por eso. De tanto estudiar sobre el submundo tantos años, que era imposible que no tuviera esos mitos en su cabeza.
—Feliz cumpleaños, Taiga —musitó Himuro, sujetando el rostro ajeno con ambas manos para depositar un suave beso en los labios ajenos.
—Hm… —Kagami no respondió con palabras, al contrario, lo hizo correspondiendo ese beso de forma apasionada, enredado sus dedos en los cabellos negros ajenos con fuerza.
Sus lenguas hicieron aparición en el ósculo tan ferviente que compartían y que los hacía jadear; al pelirrojo porque al ser humano necesitaba aire para respirar y al pelinegro, por simple inercia porque sus pulmones no necesitaban aire realmente.
Las manos de cada chico recorrían cada tramo de piel de manera ansiosa, poderosa. El fuerte deseo sexual que existía en ambos era incontrolable y quizá hubieran dejado que todo avanzara, de no ser porque se vieron interrumpidos.
— ¡Taiga, feliz cumpleaños! —gritoneó Alex, abriendo la puerta de la habitación de una patada, vestida solo con ropa interior, lanzándose sobre los dos chicos; pero apartó al pelinegro para besuquear en la cara al pelirrojo.
— ¡A-Alex, vístete primero antes de abrazarme así! —exclamó Kagami, sonrojándose con violencia al sentir los grandes senos de su maestra encima de su pecho.
Himuro miró la escena y rió por lo bajo.
—Alex, no hagas eso. Harás que me ponga celoso.
La rubia se apartó con un puchero y les miró con reclamo.
—Ustedes incluso tienen sexo y duermen desnudos, ¿por qué yo no puedo también consentir a Taiga? —Alex le miró con desdén. Era la mayor, pero había veces que parecía una adolescente.
— ¡No lo digas de esa manera! —gruñó Kagami.
—Bueno, solo dijo la verdad, Taiga —señaló Himuro, molestándolo un poquito.
—Tsk, como sea. Déjenme solo que necesito vestirme —se quejó Kagami.
—Taiga, yo cambiaba tus pañales y te bañaba de bebé, te he visto desnudo tantas veces que no necesito salirme —recordó Alex con una sonrisa maternal.
— ¡Pero ya no soy un bebé! —repitió Kagami, colorado y huraño, incorporándose mientras jalaba las sábanas para taparse la entrepierna.
—Anda, Alex, ya no lo molestes así —Himuro sonrió con paciencia y jaló a la rubia para animarla a salir—. No tardaremos en salir, espéranos.
—Esto no es justo, hasta te quedarás con Taiga ahora —refunfuñó Alex, dejándose arrastrar por el pelinegro hasta salir de la habitación.
—Eso es porque tú eres la responsable de hacer que Taiga se divierta esta noche con su regalo de cumpleaños —susurró Himuro, guiñándole un ojo de forma cómplice.
Esas palabras hicieron sonreír a la rubia de hermosos ojos esmeralda y asintió con orgullo.
—Tienes razón, Tatsuya. Entonces, encárgate de mantenerlo ocupado.
—Por supuesto que lo haré.
Tan pronto dijo eso, vio como Alex se iba, y Himuro cerró la puerta con seguro al sintir los brazos ajenos rodearle la cintura con fuerza.
— ¿Vas a tomar tu regalo de cumpleaños, Taiga?
—De una vez, porque estoy seguro que en la noche estaré ocupado.
Tatsuya inclinó sus caderas hacía atrás para golpear la pelvis ajena y sonrió, girando el rostro para ver al otro chico.
—Tienes razón. Tendremos toda la mañana ahora.
Kagami le sonrió ladino y se inclinó para besar al pelinegro completamente desnudo ante él.
…
La noche era oscura, completamente oscura. De no ser porque las estrellas estaban en el firmamento en la estación de verano, Aomine seguramente se hubiera quedado un poco ciego. Y no porque fuera un licántropo débil, para nada, no por nada todavía era uno de los seis líderes entre todo el submundo, aunque ya no viviera en su mundo.
Ya llevaba tantos años fuera de lo que antes llamó hogar, que ya hasta se había acostumbrado al ruidoso y maldito mundo humano, cosa que solo le hacía odiarlo más. No extrañaba su mundo, tampoco era eso.
Solo lo extrañaba a él… incluso, aunque todo lo que hubiera vivido fuera una mentira.
Aomine sacudió la cabeza y no se permitió hundirse más en esos recuerdos que jamás volverían a ser realidad, porque simplemente ahora era imposible. No importaba cuanto le doliera, no importaba cuanto lo extrañara, no importaba que se sintiera vacío…
Suspiró y se incorporó. Recorrió con su vista azul como zafiros el desastre que era su pequeño departamento en los barrios bajos de la ciudad de Tokyo. Estaba malhumorado porque hoy no podría cenar como casi todas las noches gracias a la desaparición de la Luna en el cielo, que era la fuente de su poder y su transformación. Bueno, tal vez podría conseguir carne cruda o algo similar, después de todo, tenía dinero de sobra por sus trabajos.
Daiki frunció el ceño con desinterés al escuchar la alarma de un pequeño aparato que siempre cargaban, el cual le indicaba que un problema había en la ciudad o bien, en el país. Y no cualquier problema, sino solo los que él podía manejar. Porque el peliazul no era ningún jodido héroe de la ciudad, él mismo también mataba a humanos para su alimento, puesto era más divertido que comer animales. Él simplemente se encargaba de las faltas a las normas de su mundo y que podían afectar al mismo. Lo hacía por mera obligación, porque no tenía de otra, no porque quisiera.
Y porque si se oponía, matarían a la única persona que amaba más que a su propia vida, pero sacrificarse no haría que volvieran a estar juntos como hace tantas décadas. Como hace un siglo.
— ¡Aominecchi, te amo! —la musical voz de Kise sonó en su mente, en un recuerdo. Un recuerdo de aquella vez que no solo compartió besos con él, de aquella vez que fueron uno al fin.
El moreno frunció más el ceño y sintió como su endurecido corazón latió dolorosamente.
—Basta de los recuerdos, tengo trabajo —se dijo a sí mismo. Yendo a cambiarse.
Su ropa no era especial realmente, pero como al ser luna nueva no podría usar su transformación—que no por ello perdía su agilidad y demás dotes de lycan, más no podía transformarse, puesto eso solo les pasaba a los licántropos desterrados, en su mundo si podía—, necesitaría un apoyo. Al menos solo para protegerse, porque con sus propias manos le bastaba para deshacerse del caos.
Y luego de que el fugaz recuerdo de esos ojos miel y alegre sonrisa desapareciera, Aomine se lanzó por la ventana del quinto piso del edificio.
…
La casa residencial donde Kagami ahora vivía, anteriormente fue un castillo gótico por uno de los tantos reyes de Europa hace tanto tiempo. Mismo lugar fue demolido y reconstruido, guardando todos sus secretos bajo la tierra.
El sol se acababa de ocultar tras las montañas en la ciudad de Londres, cuando por fin Kagami estaba completamente vestido de negro, siendo esta una ropa bastante cómoda para lo que vendría esta noche. Tenía muy buena resistencia física y eso que se la pasó haciendo el amor con Himuro toda la mañana, con quién, por ser un vampiro, debía tener más fuerza. Y la tenía.
— ¿Estás listo para tu regalo ahora que has cumplido los dieciocho años? —inquirió Alex con un traje negro de igual manera; un pantalón de nylon y una playera de mangas largas del mismo material, que se amoldaba perfectamente a su hermosa y curvilínea figura. Su sedoso y largo cabello rubio estaba recogido en una coleta y no usaba gafas.
—Sí, Alex. Estoy deseoso de por fin poner en práctica todo lo que se me ha enseñado —respondió Kagami con una sonrisa amplia y emocionada.
Desde bebé, siempre vivió con Alex y Himuro, puesto sus padres le abandonaron luego de que nació—seguía sin saber el motivo—, dejándolo con aquel par de vampiros que ahora eran toda su familia, a quiénes amaba con todo su corazón. Resultó ser algo muy bueno que aquel par no le mataran tan pronto lo tuvieron en sus manos, con su sangre caliente y bombeada por su corazón.
En lugar de eso, la rubia decidió criarlo junto con aquel pequeño vampiro que era Himuro también.
Quizá porque se crecieron juntos, es que los chicos compartían un lazo de hermandad perfecto, uno donde la lógica no tenía sentido y donde todo era intenso, así como difícil de explicar. Tal vez por eso mismo, es que Tatsuya no era capaz de beber la sangre de Taiga, pese a que se le hacía realmente deliciosa, pero era más grande su amor por él que el deseo de beber de este. Y además, Alex nunca lo permitiría tampoco; a ella no le costaba tanto contener su sed con el pelirrojo, porque lo veía como a su hijo y el amor de una madre era realmente increíble, añadida su experiencia en su autocontrol.
Cuando Kagami cumplió los cinco años, consideró normal el vivir con vampiros, no les temía. Pero sabía guardar bien el secreto cuando empezó una vida normal humana al ingresar a la primaria. Siempre habló inglés, pero Himuro se encargó de enseñarle el japonés, dado el origen de ambos.
Era extraño, puesto el pelirrojo a veces sentía que su hermano le ocultaba algo importante. Y quizá así lo era, porque cuando esa duda embargaba su mente, este le decía "a su tiempo lo sabrás", sonriendo y dejando el tema a un lado.
También a su corta edad, Alex se encargó de empezar a adiestrarlo en las artes marciales, así como otros estilos de pelea junto con varias lecciones del submundo. Lo estaban preparando para saber defenderse por si alguna vez se encontraba solo y ellos no pudieran ayudarle, no porque temieran que algo pasaría, pero más valía prevenir que lamentar. El chico mostró ser un prodigio en ello, del mismo modo que cierto deporte en específico, el cual jugaba de vez en cuando con Himuro.
Poco a poco fue creciendo, Kagami se dio cuenta de que deseaba poner a prueba todo lo que sabía. Gracias a su nocturna familia, supo que no eran los únicos como ellos en el mundo humano. Y eso hizo que quisiera luchar contra ellos, enfrentarlos, sobre todo porque los otros no eran como su familia. Porque los demás ponían en peligro su mundo.
Sin embargo, Alex siempre se lo negó, debido a que era demasiado pronto. Todavía era un niño y Himuro apoyó su decisión. Debido a eso, Taiga tuvo que ser paciente a regañadientes.
Por eso es que ahora estaba completamente excitado con la idea.
—Entonces, no perdamos el tiempo —Himuro se acercó al pelirrojo para verle con una sonrisa cariñosa—. Iremos al otro lado de la ciudad, investigué y ahí hay un neófito.
—Hah, no puedo esperar más. ¡Vamos! —la mirada de Kagami se iluminó sin dejar de sonreír.
—No te preocupes, Taiga, te lucirás bien —Alex le acarició la cabeza con una sonrisa.
— ¿Ustedes también pelearan conmigo? —preguntó Kagami.
—Veremos de lejos, nada más —contestó Himuro antes de que su hermano reprochara. Sacó del bolsillo de su pantalón y se la entregó al pelirrojo—. Ese es un regalo extra de mí para ti, Taiga. Úsalo como buena suerte.
—Oh… gracias —Kagami tomó dicho regalo y lo abrió sin esperar. Ahí dentro estaba un anillo de oro, con rubíes incrustados en medio, en todo su alrededor, de igual forma, venía acompañado con una cadena sencilla de oro—. Vaya, realmente es hermosa.
—Yo tengo una igual, solo que en lugar de rubíes, es ónix —repuso Himuro, luciendo su anillo de oro con una sonrisa de oreja a oreja—. Representa nuestra relación de hermanos y las demás que vayamos a tener después —añadió como quien no quiere la cosa.
—Me hace tan feliz ver como mis pequeños niños han crecido —suspiró Alex, enternecida por la escena—. Pero si no se apuran, perderás tu regalo, Taiga —señaló.
—Ya, ya. Deja solo me la pongo y listo —se apresuró a decir Kagami, sin perder el tiempo y colocándose la cadena con prisa. Sonrió deslumbrante cuando esta colgó de su cuello con orgullo.
—Te queda perfecto, Taiga.
—Igual que la tuya a ti, Tatsuya.
Los dos chicos compartieron un corto beso en los labios, para después disponerse a salir de la casa, acompañados por la noche.
…
Había algo que le estaba molestando a Aomine desde hace tres semanas. Aparte de todo lo que odiaba del mundo humano, claro está.
Y eso era que los rumores del submundo no se detenían con eso del "Tigre Cazador", cuando se corrió la noticia de que ese mismo muchacho se encargó de encarar y deshacerse del famoso aquelarre de vampiros que estaban siendo reunidos para fomentar la rebelión contra la Unión Milagrosa del otro mundo. Según los rumores, todo indicaba que ese sujeto era un humano, un humano con dotes demasiado sospechosos como para ser un simple y apestoso mundano.
Eso, lo que odiaba Daiki más que otra cosa, es que trataran de hacerse los héroes, porque en un mundo de mierda como este, era de locos y estúpidos hacer semejante barbaridad. No era hipócrita, porque el para nada se preocupaba por la seguridad humana, solo hacía su trabajo como una máquina asesina, nada más. Estaba seguro incluso que si encontraba con aquel famoso cazador, lo mataría sin dudar, así aprendería que en este mundo de porquería, la esperanza no era una opción.
—Dai-chan, no es bueno que albergues tanto odio en ti —dijo la dulce voz de su hermana, Momoi.
— ¡¿Satsuki?! ¡¿Qué estás haciendo aquí?! —inquirió Aomine, casi cayéndose del sofá donde estaba acostado, pero tenía buenos reflejos, así que se incorporó de un salto.
— ¡A verte, sí es tu cumpleaños! ¿A qué más, tonto? —exclamó Momoi casi con lágrimas en los ojos y se lanzó a abrazar a su moreno hermano, que era el ex líder de su manada.
—… —Aomine casi se mostró conmovido un momento, pero luego endureció su expresión, solo sujetando de los hombros a la chica; esa era su manera de corresponder al abrazo— No estoy muerto. Y me sorprende que Akashi te haya permitido salir de su mundo solo para felicitarme.
—No digas eso, Dai-chan, ese mundo también sigue siendo tu…
—Luego de estos cien años, ¿de verdad crees que ese lugar sigue siendo mi "hogar", Satsuki? —apremió Aomine con una sonrisa amarga.
La pelirosada suspiró.
—Todos en la manada siguen esperando por ti.
—Estoy seguro que tú eres una mejor líder ahora.
—Sí, pero todavía sigues siendo uno de los seis principales, Dai-chan —recordó Momoi, frunciendo el ceño con cierto reclamo.
—De igual forma sigo desterrado en este maldito mundo —resopló Aomine—. Y ahora dime, ¿a qué más has venido? Estoy seguro que si Akashi te dejó venir a verme luego de cincuenta años, es porque algo quiere —su voz se llenó de acidez. No negaba que no extrañaba a su hermana, pues aunque no fueran de sangre, la quería como una, era solo que ya había olvidado la calidez que era tener una familia.
Momoi hizo un gesto de tristeza y miró a su amigo. A ella de verdad le molestaba mucho que no le dejaran ir a ver más seguido al moreno y no podía permitirse el quebrar una de las normas, porque también debía pensar en la manada y su territorio.
—Quiere que te deshagas de un pez gordo del submundo —empezó a explicar—. Se supone lo que ese tipo haga con el mundo humano no nos concierne, pero Akashi se enteró que Hanamiya es el creador de todos esos neófitos que han salido de la nada en esta década y que además, está siendo autor de muchos experimentos para intentar crear portales.
—Ahórrate las explicaciones, no son necesarias —repuso Aomine desinteresado—. Entonces, solo debo de matar a ese chupasangre y ya, ¿no?
—Sí, pero, Dai-chan… —Momoi se mostró preocupada— Me envió porque incluso Akashi considera que necesitarás ayuda.
— ¡¿Eh?! ¿Qué clase de mala broma es esta? —rugió Aomine— ¿Ahora resulta que le preocupo? No me joda —sonrió altanero.
— ¡Dai-chan! —regañó Momoi— Tú bien sabes que Hanamiya es un tipo bastante peligroso, incluso Akashi considera que debemos ir con cuidado.
El moreno puso los ojos en blanco y se cruzó de brazos.
—De ninguna manera, Satsuki. Yo solo me haré cargo de esto —ordenó Aomine.
—Pero, Dai-chan, no debes desobedecer…
—Akashi ya no es mi jefe ahora que estoy desterrado, ¿recuerdas? Puedo hacer mi trabajo como yo quiera.
Momoi le miró.
—Yo no te voy a dejar esto para ti solo…
—Ya, Satsuki, no quieras meterte en esto. Tú deber es ir y liderar la manada como siempre, ayudar a un desterrado no es tu obligación —Aomine la miró fijamente.
—… —Momoi frunció los labios. Quizá ella ahora era la líder en el otro mundo, pero aquí incluso era capaz de sentir el peso alfa que el peliazul cargaba todavía y simplemente no podía replicarle por más que no estuviera de acuerdo— No me meteré, pero no me iré de aquí hasta que hayas terminado y esté segura estás bien, Dai-chan.
—Has lo que quieras, entonces —Aomine bostezó, confiado. No apenas hace dos días pasó la otra luna nueva del mes, y esta faceta lunar no era mala para él, de modo que lo único que hizo fue lanzarse por la ventana, como siempre lo hacía al salir a hacer sus misiones.
La luna estaba creciente, en el centro del cielo con varias estrellas que le hacían compañía. De no haber sido porque Satsuki llegó a verle, su cumpleaños número doscientos tres hubiera sido igual de aburrido desde que llegó al mundo humano. O tal vez, hubiera salido más tarde a buscar a quién follar y luego cenar, en fin, ahora celebraría matando a un vampiro.
Eso le hizo sonreír. Como disfrutaba matarlos.
Antes no tenía ese odio por ellos, simplemente le eran indiferente, pero tras todo el caos de hace un siglo, todo cambió para él.
No quiso transformarse para correr sobre los edificios en plena noche, porque de alguna forma así le daba más adrenalina esto. Su olfato era perfecto y sabía exactamente dónde empezar a buscar; el bar subterráneo del barrio donde vivía, por supuesto. Todo tipo de seres vivos iban a ese lugar, eso seres para quiénes no había lugar en el otro mundo, como él.
Aomine era conocido de igual forma, como el guardián amateur enviado por Akashi; pocos conocían su historia en el otro mundo, pero aquí las malas lenguas hervían sobre su vida y el motivo del por qué estaba aquí. Al peliazul le daba igual, ciertamente. Por ello, tampoco tuvo problema en amenazar a más de un tipo para tener lo que buscaba; la dirección de Hanamiya.
No le costó como pensó, al contrario. Pero por ese mismo motivo es que eso se le hizo sospechoso.
De todos modos, siguió su camino hasta llegar a aquella pequeña casa a las afueras de la ciudad, escondida entre el monte y los árboles, cerca de la carretera. Con tan solo su olfato y su fino oído, Aomine fue capaz de darse cuenta que ese pobre casa solo era una farsa, puesto debajo de esta se oía gran actividad. Seguramente su vivienda era una mansión subterránea con todo el dinero se rumoreaba tenía.
Entro sin preocupación al terreno donde Hanamiya tenía los límites para los no invitados a su hogar y menos de un segundo, los enemigos se hicieron presentes.
—Deben estar bromeando si piensan detenerme solo con dos de ustedes —se burló Aomine, negando.
Los aludidos vampiros no dijeron nada y se lanzaron al ataque y el peliazul, deseoso de matar, se transformó en una fracción de segundo—luego de quitarse sus jeans, que era lo único que llevaba puesto—, sintiendo esa poderosa sensación orgásmica, adquiriendo la hermosa y peluda forma de un licántropo de dos metros con cuarenta centímetros.
Rugió arrogantemente y despedazó a aquellos dos vampiros, más rápido de lo que pensó, enterrando sus garras en los cuellos de estos, para después desmembrarlos con sus colmillos de su hocico.
—Haha, esto fue demasiado fácil, maldición —Aomine sonrió o hizo el gesto parecido a eso, porque en su cara lobuna no se distinguía. Se relamió con su gran lengua y escupió la sangre maldita de aquellos seres—. Espero ese bastardo de Hanamiya me dé más diversión.
—Fufu, seguro que te la daré —la risa maliciosa de Hanamiya se hizo presente en el lugar, mientras aplaudía—. Vaya, has derrotado a mis hombres muy fácil, ¿qué debería hacer ahora, eh?
—Divertirme, todos ustedes son un par de debiluchos —rugió Aomine con un tono altanero.
—Tch, tch, eres un mocoso todavía, Aomine. Deberías aprender a saber hablarle a los mayores —espetó Hanamiya con una expresión conmovida, pero su mirada se tornó malévola—. Sobre todo, cuando eres uno de los tantos que rompió la ley de oro.
Eso tomó desprevenido al peliazul. Por supuesto, mucho se decía sobre él, pero nunca antes alguien había dicho algo como eso, es decir, todos lo creían imposible dada su mala manera de ser.
— ¿Qué demo…?
—Deberías conocer a tu enemigo primero, Aomine, ese odio tuyo contra los vampiros te va a matar —rió Hanamiya con ganas.
—Te mataré —siseó Aomine y su pelaje azul oscuro relució bajo la luna media. Estaba por lanzarse al pelinegro, cuando sintió en su cuerpo un completo entumecimiento. Su mirada se desconcertó y perdió el equilibrio.
¿En serio él, un indomable y poderoso licántropo estaba perdiendo el equilibrio?
Intentó forzar sus piernas para volver a incorporarse, pero le fue imposible cuando Makoto le atacó, enterrándole la mano en el costado derecho, cosa que le hizo rugir del dolor, porque solo estaba paralizado, de ahí sentía todo a su alrededor.
— ¿Sabías que la plata puede hacerse líquida, maldito perro? —Hanamiya le sonrió ampliamente y lo mandó a volar de una patada, sacando su mano del cuerpo ajeno, la cual chorreaba sangre con sus largas uñas resplandeciendo.
¿Ese bastardo dijo plata?, pensó Aomine, sin ser capaz de moverse. Sí, sabía que esa era una de sus debilidades ciertamente y era algo que no podía oler, estando en este mundo, pero, ¿qué tenía que ver eso? No me jodan con que ese maldito…
—Fufufu, sabía que vendrías a buscarme tarde o temprano por órdenes de Akashi —dijo Hanamiya con gesto superior—. Y por eso, gracias al aviso de alguien, pude darme el lujo de probar mi mejor experimento contra los lycan —habló mientras caminaba hasta el peliazul, que todavía intentaba incorporarse, con su herida sangrando.
— ¡Desgraciado! —gruñó Aomine con ira, asesinándolo con la mirada y con sus fauces abiertas, intentado desgarrar inútilmente alguna extremidad ajena.
—Ah, resulta que funcionó todo muy bien. Inyecté la plata líquida en la sangre en dos de mis hombres, aunque ellos igual estaban sufriendo —se rió Hanamiya por lo bajo, permitiéndose el golpear al licántropo delante suyo—. Mírate, tan patético solo por ese metal… ¿Debería matarte ya o hacerte sufrir más de lo que ya has sufrido?
—Gngh… —Aomine estaba intentando moverse, pero era inútil, sentía que se incendiaba por dentro y no podía hacer nada— ¡No te daré el gusto! —rugió nuevamente y logró mover su cabeza hacia delante para intentar morderle la cara al vampiro.
— ¡Uh! Eso estuvo cerca —Hanamiya frunció el ceño. No perdió el tiempo y dejó sus colmillos expuestos, para luego volver a enterrar su mano en el pecho ajeno y golpearlo contra un árbol. Pese a todo lo que pesaba ahora el peliazul, hacer eso era muy fácil, después de todo, era un vampiro—. No tiene caso, Aomine, así aburrirías a cualquiera. Tal vez por eso tu vampirito se cansó de ti, ¿verdad? —sus ojos se volvieron rojos completamente y una sonrisa cruel apareció.
Esas palabras causaron un agónico dolor en el pecho del peliazul y no porque estuviera siendo herido, ese dolor no tenía nada que ver con algo físico. Sintió un terrible pesar en su cuerpo y el odio lo atrapó con la misma intensidad que los dolorosos recuerdos que esa frase le trajo a la mente.
—Para mí es fácil saber porque te desterraron —señaló Hanamiya—. Puedes morir aquí o trabajar para mí, después de todo, tú también has de odiar a Akashi y todos los de la Unión Milagrosa, tanto o más qué yo.
—Preferiría morir que trabajar para un maldito chupasangre como tú —escupió Aomine con hiel.
—Hah, muere por tu orgullo entonces —Hanamiya sonrió. Sabía que no había forma más cruel para un licántropo que morir por la mordida de un vampiro, ya que la ponzoña que estos secretaban, era como veneno para su sangre. Sus colmillos crecieron aún más, dispuestos a perforar la peluda piel del otro chico.
Aomine se sentía indignado. Todo por haberse confiado, todo porque no escuchó a Satsuki, seguramente ella con su intuición había sido de buena ayuda, pero es que el solo hecho de tener que matar a un vampiro le motivaba tanto. Y era demasiado terco y orgulloso como para aceptar la ayuda de alguien más. Pero en el fondo de su ser, más que nada no quería que la pelirosa corriera peligro por esto, ella no tenía por qué hacer ese tipo de trabajos con él, pues ella estaba limpia.
Definitivamente no estaba dispuesto a morir aquí, definitivamente no lo haría. Mucho tiempo antes tuvo tantas oportunidades de acabar con su vida y no lo hizo para no darle el gusto a nadie, ni mucho menos a aquel chico, dueño de su corazón.
Esta maldita plata no me detendrá, pensó Aomine, frunciendo el ceño, luchando con todas su fuerzas. Era alguien demasiado terco como para darse por vencido.
Tenía una fuerte presencia, no por nada era un alfa y uno de los miembros principales de aquella organización encargada de mantener el orden en el otro mundo. Algo tan simple como esto, no lo iba a detener. No importaba que su transformación se estuviera deshaciendo, no perdería.
Él nunca perdía en nada, o mejor dicho, no lo volvería a hacer. Porque era el mejor.
Y así fue, justo cuando esos colmillos iban a perforar su piel, dio un zarpazo al abdomen del vampiro, rasguñándolo y enviándolo lejos, haciendo que sacara esa mano de su pecho, permitiendo a la sangre salir a borbotones.
— ¡Te hace falta mucho para detenerme, bastardo! —exclamó Aomine y rugió cual lobo, dispuesto a cazar, ahora sí, con sus ojos llameando y estableciendo su transformación.
—Tsk, maldito… ¡¿Cómo es posible que pudieras resistirlo?! ¡Maldito, maldito! —Hanamiya le miró alterado, limpiándose la sangre que salía del rasguño. Pero luego, sonrió— ¡Es broma, idiota! Ahaha, sería demasiado fácil el matarte así y aburrido. No le harías honor a tu título si dejabas que eso te detuviera —se lamió sus manos manchadas de sangre.
Aomine simplemente estaba agazapado, amenazante. Ya no estaba de humor, simplemente quería matarlo. Sin embargo, todavía no recuperaba la total movilidad de su cuerpo, porque ese escozor e incendio en su interior seguía. Mierda, debo recuperarme ya, pensó.
Pero cuando el vampiro estuvo dispuesto a saltarle encima, una alta figura de cabello tan rojo como la sangre, apareció de la nada y dio un balazo al cuerpo Hanamiya.
— ¿Cómo es po…?
Era ilógico, completamente ilógico que una bala alcanzara la velocidad de movimiento de un vampiro y sobre todo, ¡un humano! ¡Por Dios!
Hanamiya dio un alarido de dolor cuando sintió como su brazo empezaba a quemarse desde el interior, incapaz de moverse. Esto le ardía más que cuando tenía sed, era como si tuviera al sol en su interior.
—Vampiro bastardo… ¡Te exijo que me digas dónde tienes a Tatsuya! —rugió el chico de cabellos rojos bajo la mirada fija del peliazul.
—Hah, que gusto… conocer al "Tigre Cazador" —siseó Hanamiya, con burla y acidez.
Listo. Así te termina :v.
¿Qué les pareció? x'DDDDDDDDD! Ya de antemano les había advertido que esta historia contendrá bastante OoC con los personajes, pero aun así espero les haya gustado por lo menos un poco.
Debo decir que aparte de adorar las cosas del submundo, amo el drama, así que bueh, los tríos amorosos se pondrán buenos creo. :v.
Hahaha, espero me dejen su comentario ;v;
Cofcof, veré que tan buena acogida tiene el fic y así actualizaré :3
