Hola a todos. Aquí les traigo una nueva historia, la cual constará d capítulos. Estará basada en el universo del juego: "Sonic y el Caballero Negro". Espero que lo disfruten.
Nota: Los personajes Percival, Galahad, Lancelot, Gawain y Nimue tienen la apariencia de Blaze, Silver, Shadow, Knuckles y Amy respectivamente. Digo esto solo para los que no estén familiarizados con el juego.
Disclaimer
Todos los derechos de localizaciones y personajes pertenecientes al universo de Sonic the Hedgehog son propiedad de Sonic Team y SEGA. La historia, sin embargo, si es de mi propiedad.
Más que Simples Caballeros
Capítulo 01
PUM, PUM, PUM. Los pasos fuertes en la oscuridad hacían un eco en el vasto vacío del lugar. En la soledad de dicha parte solo se encontraba una persona que caminaba sin rumbo ni esperanza alguna. Aquel erizo de pelaje gris plateado con su armadura brillante recubriéndole su pecho, manos y parte de sus piernas, caía de rodillas al suelo. Alargaba su mano como si quisiera alcanzar algo, o alguien. Mientras lo hacía, cada parte de su pulcra armadura se oxidaba con lentitud y a continuación, como una enfermedad propagándose, la piel, carne y pelos de su cuerpo comenzaron a pudrirse y caerse.
– ¡AHHHHH! – Gritó con agonía aquel caballero, pero de nada servía. "Era un grito que nadie oiría".
– ¡NOOO! – Con un grito de desesperación Percival despertaba a mitad de la noche. Trató de calmarse en vano. Su respiración agitada no disminuyó para nada hasta el momento en que escuchó pequeños golpes en la puerta de su habitación. – Adelante. – Dijo ella. Abriendo y entrando con cuidado, sosteniendo una vela que iluminaba todo el lugar con una luz tenue, una conejita de color crema de pelaje, y de una edad de no más de 10 años, la miró.
– ¿Está bien señorita Percival? – Preguntó con un tono delicado la conejita a la felina lavanda, quien ante su preocupación solo le sonrió.
– Estoy bien. Solo tuve una pesadilla. – Le respondió serena.
– ¿Por eso estás llorando, por la pesadilla? – Tomándola por sorpresa esas palabras, ella frotó su dedo debajo de sus ojos y pudo comprobar que lo que decía era verdad. "Las lágrimas no dejaban de brotar de sus ojos y empapar su rostro".
– ¿Qué me pasa? – Se dijo a sí mismo Percival, cayendo en un llanto de dolor desconocido. Con un abrazo cálido por parte de su escudera una parte del dolor se disipó. No le gustaba mostrarse débil frente a su escudera y aprendiz, pero también recordaba que era su amiga más íntima y agradecía de tenerla a su lado.
La mañana llegó tan rápida y tan brillante, pero en el rostro de Percival solo se notaba su cansancio. Mantenerse despierta era una lucha constante que no podía ganar. Por breves instantes sus párpados se cerraban y se recomponía con rapidez antes de que otros se dieran cuenta. "Debía mantener una buena imagen frente a los demás".
– Sir Percival, el rey pide su presencia inmediatamente. – Le informó su escudera. Ella, sabiendo su posición, fue de inmediato al castillo corriendo con una velocidad impresionante. A pesar de la apariencia de su armadura el peso de esta no le afectaba en nada y cuando menos lo pensó, yacía frente a las puertas del castillo. Entrando y yendo directo a la sala del trono, aun acompañada de su escudera y aprendiz, se sentía lista para cualquiera que fuese el asunto por el que fue llamada.
– Mi rey Lancelot. Es un placer estar frente a tu presencia. – Se inclinó y le reverenció ante Lancelot. Aquel erizo negro con franjas rojas en sus brazos y piernas, y pequeñas rayas rojas en varias púas de su cabeza, con una corona de oro con grabados esplendidos de los símbolos que representaban a su reino y una capa roja sobre sus hombros solo soltó un suspiro.
– Levántate, Sir Percival. – Indicó parándose de su trono, quitándose la corona y la capa que representaban la apariencia de su estatus. Sin decirle nada más, Lancelot caminó cerca de una de las ventanas del salón, detallando el grabado que tenía dibujado. – ¿Puedes creerlo? Ya han pasado cuatro años desde que el antiguo rey Arturo fue derrotado por el verdadero Rey, Sonic. – Narró sin mucha gana. – Cuatro años en los que he tenido que gobernar desde este castillo sin poder ir mucho a la acción por haber sido nombrado su sucesor. –
– No pareces muy contento, mi rey. – Expreso ante la actitud de su majestad.
– No lo estoy del todo. Renuncié a varios de mis sueños por un puesto. – Dijo. – Por debajo de Arturo, yo era "The Ultimate Knight (El Caballero Definitivo o supremo)". La verdad, es que no se si seré mejor que él. –
– Discrepo en ello. Tú eres un excelente rey. – Opinó con sinceridad ella. – Arturo perdió el camino al ser corrompido por magia maligna, pero antes de eso fue un muy buen rey; y tú serás mejor de lo que él fue. –
– Gracias Percival. – Aceptó con un poco de ánimo las palabras de la felina. – Lo bueno en mí será que en todas mis pinturas siempre me veré como un joven de 15 años hasta mi muerte; pero no te niego que muchas veces el regalo de la juventud eterna no es tan bueno como parece. –
– Conozco la historia, pero estoy segura que no me llamaste solo para recordar viejos tiempos. – Dijo de manera cortez, pues conocía que Lancelot no era del tipo muy hablador.
– Tienes razón. – Dijo, tomando una expresión seria. – Te llamé por mi hijo Galahad.
Solo con oír estas palabras Percival quedó pasmada, en silencio absoluto. Posando su mirada en ella, Lancelot le mostró una leve sonrisa que la dejó confundida.
– Tu aprendiz me ha comentado que en los últimos días has tenido una serie de pesadillas con mi hijo. –
– What? (¿Qué?) – Preguntó, fulminando a su escudera con una mirada fría que casi congela a la joven coneja. Aun cuando se sentía indignada por haber hablado con alguien más de su privacidad sin su permiso, la verdad es que ahora indagaba de como sabía que era de Galahad con quien soñaba. "No se lo había dicho a nadie".
– Una noche te oí pronunciar ese nombre muchas veces. Como si estuvieras asustada. – Declaró la coneja mirando al suelo, avergonzada.
Dejándola de lado, la felina lavanda volvió a ver al rey quien se mantenía serio y firme.
– Sir Percival, sé que tú y mi hijo tenían una relación muy cercana desde que eran niños. Ambos se volvieron caballeros de la mesa redonda a la edad de 13 años. Lamentablemente, en aquel entonces, mi hijo dudaba de Arturo. Él presentía como Arturo estaba cambiando, pero yo no lo escuché. –
– Yo tampoco. – Susurró ella con un poco de dolor.
– Dos meses antes de la caída de Arturo a manos del Rey Sonic, él inició un peregrinaje con el objetivo de aclarar su mente. – Detallaba los hechos que Percival ya conocía de memoria.
– Por favor, mi rey, vaya directamente al punto. – Le pidió, sonando un poco grosera, pero Lancelot no le dio importancia.
– Hace un mes recibí una carta de Galahad. En ella, hablaba que se encontraba en una villa en el bosque que se encontraba al lado de las montañas de Isgard, al sur oeste de aquí. – Decía. – Mencionó que tal vez volvería a la ciudad de Camelot. Pero desde entonces, no he recibido nada nuevo. –
– ¿Esperó un mes para preocuparse por su hijo? – Dijo sonando algo molesta, puesto que algo así también debió ser de su conocimiento.
– No quería presionarlo, pero me doy cuenta que no fue la mejor opción. – Dijo con un tono culposo. – Al igual que tú, he tenido pesadilla que no salen de mi mente. –
– Entiendo hacia dónde va el asunto, mi rey. – Indicó. – Hoy prepararé una guarnición de 10 soldados para ir en su búsqueda y…–
– Solo quiero que seas tú, y tu aprendiz si así lo deseas. – Le indicó, por lo que ella guardó silencio unos segundos.
–Sí señor. Si es así, partiré inmediata…–
– Necesito que te repongas. No estás en tu mejor estado. Descansa todo el día y mañana, al amanecer, cabalgaras hasta la villa donde mandó su carta. – La interrumpió. Por mucho que quisiera que la búsqueda comenzara el mismo día, veía el estado de ella y no era el mejor.
Con una reverencia, Sir Percival y su aprendiz se retiraron del salón y del castillo, en dirección a su humilde morada. Ya dentro, quitándose sus armaduras, Percival se posó frente a su aprendiz y nuevamente la miró fulminantemente como en el castillo. Con rapidez, levantó su mano lista para darle una cachetada. Su aprendiz cerró los párpados esperando un golpe por su atrevimiento, pero del cual no se arrepentía de sus actos. "Esa cachetada nunca llegó".
Abriendo nuevamente los párpados ella pudo ver como Percival se alejaba desahogando su ira contra la pared, creando un gran hueco en él. Sin decir ni una palabra, y sabiendo lo que debía hacer, se dirigió a su habitación para dormir inmediatamente donde se propuso a reponer todas sus fuerzas que le faltaban como le había pedido su majestad. "Su único deseo era no tener más pesadillas".
Inicio POV Percival.
Con golpes que no se detenían me desperté sobresaltada de la cama, pero con un poco de cansancio. Cuando al fin pude recomponerme sigo escuchando como tocan sin educación la mi puerta de mi humilde morada.
– ¡Un Momento! – Grité furiosa, y con motivo, molesta que alguien tuviera el valor de despertarme a mitad de la noche. A paso ligero, con el brillo de mis llamas brotando de mi mano izquierda iluminando mi camino, salí de mi habitación y bajando las escaleras, llegué a la puerta.
– ¿Quién es? – Pregunté con un tono voz serio, casi como si de un interrogatorio a un prisionero se tratase.
– Percival. – Reconociendo su voz y pronunciando mi nombre con un tono dulce, mi corazón latió a ritmos acelerados casi saliéndose de mi cuerpo. Quitando los seguros de la puerta y abriéndola, nuestras miradas se cruzaron y sin tiempo que perder nos besamos apasionadamente. "Así como su voz, sus labios eran dulces y deseaba no separarme de ellos".
– Ga… Gala… Galahad. – Pronuncié su nombre con inocencia. Inconscientemente, durante el beso, mis llamas se apagaron por lo que tuve que encender uno de mis dedos para poder verlo. Soltando una pequeña sonrisa me dirigí a la mesa del comedor donde encendí una vela. Mientras hacía esta mundana tarea mi mente indagaba con cientos de preguntas del porqué de su presencia. Mirándolo hacia sus bellos ojos dorados, que no dejaban de brillar al verme, suspiré con la intensión de confrontarlo. Al abrir mi boca para expresarle mis dudas sus manos sostienen mis hombros y, nuevamente, me besa con pasión y cariño. Sin poder negarme a tales muestras me dejo llevar, dejando la razón de lado.
– Ya he tomado una decisión. – Dice Galahad una vez que se ha separado de mi al finalizar su beso sorpresa. Escuchando lo que acababa de decir deseaba que lo siguiente que saliera de su boca no me fuera a lastimar. – He decidido tomar el peregrinaje. –
Sin tiempo para procesar por completo sus palabras, una cachetada fue la reacción más rápida de mi cuerpo. La silueta de mi mano quedó grabada en su rostro como si lo hubiera marcado con fuego (y tal vez lo hice), pero él no parecía muy sorprendido. "Vino a mí, con dulzura y cariño, solo para prepararme de un duro golpe devastador que afecta lo más profundo de mi ser".
Tratando de calmarme, él de acercarse a mí con cuidado pero en sus ojos se refleja una actitud firme. Creando un muro de fuego evito que tenga el gusto de poder ponerme un dedo encima, pero en el fondo solo siento ira y dolor. Entre pequeñas lágrimas que no permito que vea, corro devuelta a mi habitación, donde me tumbo en la cama y lloro con tranquilidad en la oscuridad. En este estado no tenía fuerzas para mantener el control de mi poder, y también temía que en un punto esta se descontrolara que quemaran todo, por lo que las apago por seguridad. "Ahora solo era yo y la oscuridad de mi alma".
Como una estrella que ilumina la noche más oscura, Galahad entra portando en su mano la vela que antes encendí. Aquellos bellos ojos dorados que tanto me gustaban me miraban con su brillo apagado.
– No me hagas sufrir más y solo vete. – Le pedí con una voz amenazadora y quebrada a lo que él bajó su mirada al suelo.
– No quiero irme, sabiendo que tú te quedas con Arturo cerca. – Dijo, pero oír esto solo me enfurecía.
– ¡ES NUESTRO REY! ¡Mi lealtad está hacia él, y el reino que defendemos con nuestras vidas! – Le Expresé en todo lo alto. Así como yo lo atacaba con palabras fuertes, él alzó su rostro y su mirada parecía una espada desenfundada, lista para el ataque.
– ¡PERO YA NO ES EL MISMO REY DEL QUE ME SENTÍA ORGULLOSO! – Gritó como yo lo hice. Con nuestras miradas cruzadas de ira, la tensión entre nosotros era tan grande que se podía partir con un cuchillo filoso. Poco a la respiración de nuestros cuerpos volvía a nuestro ritmo normal, y nuestras miradas se apaciguaron. Con pena y vergüenza, apartamos nuestras miradas.
– Perdóname. No quise…– Trató de disculparse.
– Yo también te pido perdón. – Le interrumpí, levantando su rostro. Viéndonos, sabíamos lo que teníamos que decir.
– Te Perdono. – Dijimos los dos a la vez, soltando pequeñas risas. Dejándonos llevar, otra vez, acercamos nuestros labios y nos besamos con la pasión de minutos atrás, sin ningún tipo de preocupación.
– Desearía que las cosas no fueran así. – Murmuró en voz baja, con pena.
– ¿Realmente quieres irte? – Expresé, sintiendo como nuevamente unas lágrimas brotaban de mis ojos.
– Pídeme que me quede, y me quedaré; o ven conmigo y dejemos que sea nuestro amor quien guie nuestro camino. – Declaró, produciéndome una idea que mi corazón gritaba con un gran "¡sí!".
– Yo… Yo… Yo…– Traté de responder lo que mi corazón gritaba, pero la razón me lo impedía.
– Entiendo perfectamente. Solo desearía que tu amor por mi fuera mayor que la lealtad hacia nuestro rey, y el reino. – Dijo triste, mostrando una sonrisa fingida. – Mañana, antes del mediodía, me iré. No sé cuánto tiempo me iré pero, en el cualquier caso, si el tiempo pasa y conoces a alguien que pueda ganar tu corazón… no me molestaría verte feliz con otro. –
– Te conozco desde muy joven, casi desde que tengo memoria, y no he sido capaz de entregarme a ti, así me es imposible verme en la cama con otra persona que no seas tú. – Indiqué de manera seria. Entendía que se iba y tardaría años en volver, pero mi alma y cuerpo solo estaban destinados para él.
– Sabes que nunca te presionaré a nada. Solo cuando los dos estemos listos consumaremos nuestro amor. – Expresó, por lo que me sentía apenada. Muchas veces quise entregarme sabiendo que no había nadie más merecedor de mi amor que Gahalad, pero no pude. El miedo me invadía cada vez que quería proponérselo, además de que debía entender que éramos muy jóvenes para eso. "Podíamos ser animales antropomórficos, pero seguíamos siendo muy jóvenes". – Me gusta esta linda túnica. Es tan suave… y delgada. – Dijo, y tenía razón. Era tan delgada que podía sentir el roce de sus dedos casi en mi piel.
– No… No tengo nada debajo de ella. – Dije sin pensar, por lo que me sentí como me ruboricé. – Ya es muy tarde para que salgas. El frio de la noche te puede hacer daño. Quédate a dormir aquí… conmigo. – Le sugerí aun sonrojada.
– Me gusta la idea. – Indicó con una sonrisa pícara. Quitándose sus pocas prendas de vestir, sus guantes y botas, me ayudó a quitarme mi túnica morada que combinaba perfectamente con mi pelaje lavanda. Sin prendas en nuestro cuerpo, él se acostó primero boca arriba. Yo, por mi lado, acomodé la mitad de mi cuerpo encima del suyo, de su lado izquierdo. Mi cabeza quedó sobre su pecho, lo que me permitía escuchar sus acelerados latidos. Por su lado, él usaba su mano derecha para acariciar momentáneamente mi cuerpo hasta donde le permitiera su alcance.
– ¿Estás… cómodo? – Le pregunté, jadeando un poco por culpa de esas caricias de las que no me negaba.
– Lo estoy, y mucho. La calidez que emana de tu cuerpo nunca deja de fascinarme. – Dijo lujurioso, comenzando acariciar más allá de mi espalda. Casi como un latigazo, mi cola le dio en su mano. Tenía un límite del que no me gustaba pasar.
– Buenas noches, Galahad. – Le dije con una sonrisa.
–Buenas noches, Percival. – Exclamó, acercando su rostro y dándome un beso de buenas noches. Soplando, apagó la vela que había traído y dejado en mi mesa de noche. Casi al instante me dormí y deseaba no despertar para poder seguir a su lado.
Mis párpados se abrieron por la tenue luz que entraba a través de las cortinas de la ventana de mi habitación. Inconforme con esa luz chocando en mi rostro, me arropé completamente. "No sé en qué momento me arropé ni me importaba" pensé.
– ¿Aun sigues dormida? – Preguntando con un tono de reproche, las sabanas que arropaban mi cuerpo fueron quitadas por Galahad, quien me mostraba una cálida sonrisa. Quise devolverle la sonrisa pero lo que recibió de mi fue un rostro de disgusto.
– ¿Estás usando mi túnica? – Expresé señalándolo con el dedo índice. Él soltó una risa, pero yo no me reía para nada. – Quítatela. – Le pedí con seriedad, pero él se negó.
– Lo siento. Es que me desperté apenas cantó el gallo y, como sorpresa, hice el desayuno. –
– ¿Y eso que tiene que ver con que uses mi ropa? – Indagué confusa.
– La uso para poder sentir la fragancia de tu dulce cuerpo mientras estaba abajo. – Finalizando estas palabras, agarró de su pecho la túnica y la olfateó enormemente. – Es muy dulce. – Dijo con el rostro extasiado y sus ojos de iris dorados estaban en blanco, como dentro de una fantasía.
Parándome enojada, lo cogí de sus hombros y tirándolo a la cama me puse encima de él.
– No necesitas una simple tela. Me tienes aquí. – Dije lujuriosamente. Él sonrió, por lo que me agarró de la parte trasera de mi cabeza y la acercó a la suya.
– Quisiera llegar más lejos que solo tocar tu cuerpo desnudo. – Dijo con tenacidad pero sin presión.
– Yo también desearía llegar más lejos. – Indiqué mirando a un lado.
– Vamos a comer. – Indicó, quitándose mi túnica y entregándomela. Me la puse, así como un calzón para n sentirme tan desnuda, y olí la prenda. Su esencia masculina yacía ahora impregnada en mi ropa, lo que provocaba de me sonrojaba. Sin darle tiempo a preguntarme por mi actitud, bajamos a toda prisa puesto que no queríamos que se nos enfriara. Allí, en mi comedor, pude ver como la mesa estaba bien tendida, con nuestro desayuno ya servido en los platos. Eran huevos y tocino frito, con un jugo de naranja bien servicio, con un pedazo de pan en medio de la mesa para complementar nuestros platillos a nuestro gusto. Solo con olerlo se me hacía agua la boca y me gruñía el estómago. Sentándonos nos comimos todo lo que hizo casi como si lo devoráramos. "Sabía exquisito".
– Percival… no quiero que esté allí cuando me vaya. – Me pidió con melancolía. – Debo marcharme para poder despejar mi mente de muchas dudas que tengo. No son solo dudas sobre el rey, sino también sobre mi vida. – Mirándome fijo, sus ojos se notaban apagados. – Si vas… yo sé que no podré marcharme. –
– Te prometo que no iré Galahad. – Acepté aun cuando mi subconsciente me pedía a gritos que no lo hiciera. Quería ir y detenerlo, pero ese destino no me correspondía. "O eso es lo que pensaba".
– Gracias. – Agradeció desanimado. No nos dijimos ni una palabra más. Solo nos besábamos una y otra vez, separándonos cuando el aire de nuestros pulmones faltaba, exhalando e inhalando para así poder recuperar el aliento y seguir otra vez. No queríamos separarnos, solo deseábamos que el tiempo fuera más lento.
Con un último beso de nuestra parte, nos separamos y él solo salió por la puerta sin ver atrás. Sin verme. Lo vi a través de mi ventana marcharse con lentitud con paso desalentado. Sorprendida, giró y me miró fijamente desde la distancia. Posando los dedos de su mano derecha en aquellos labios que tanto deseaba cuando los tenía cerca, me lanzó un beso. Instintiva, posé los dedos de mis manos en mis labios, pudiendo jurar que sentía que volvían a ser besados por Galahad. Sentí mi cara enrojecer de la excitación que me daba, así como de las ganas de que cuando llegara el día de mañana, en nuestras reuniones habituales entre los caballeros de la mesa redonda, él estaría allí.
"Lamentablemente, no lo volví a ver como deseaba y… permití que se fuera de mi lado".
Fin POV Percival
Despertando abrumada, Percival solo respiraba a gran velocidad. Sentía como su corazón bombeaba la sangre de su cuerpo a tope, llegando a partes que de hecho no creía que tenía. Al recomponerse pudo observar como la oscuridad del lugar le indicaban que ya era de noche. Con sus llamas brotando de su cabeza, caminó hasta la planta baja donde pudo ver una como todo estaba en calma. En la mesa del comedor vio como yacía un plato hondo y tapado. Lo abrió y vio que se trataba de sopa de pollo. Aun lado del plato también había una carta con una caligrafía impecable. Tomándola, Percival observó que eran palabras de disculpa por parte de su aprendiz, quien le suplicaba que la perdonara de su intrusión en su vida privada. Con una sonrisa, dejó la carta de lado y, metiendo uno de sus dedos, calentó la sopa y se la tomó. "Estaba exquisita".
Al finalizar, aun cuando durmió todo el día, el cansancio nuevamente volvió a su cuerpo. Quería regresar a su cama y volver a soñar con Galahad como hace un momento, recordando los buenos momentos pasados. "Recuerdos que había olvidado".
Pero antes de permitirse el lujo de volver a su habitación, ella se fue a la habitación de su aprendiz, la cual quedaba a un lado de la cocina. Allí la vio acurrucada con sus sábanas blancas, descansando placenteramente.
– Despierta. – Murmuró Percival, pero no vio reacción alguna en ella. Soltando un suspiro, se acercó a su cama y, sentándose a un lado, la agitó con cuidad.
– Maestra. – Dijo sobresaltándose.
– Ya te he dicho que en casa me puedes decir Percival. – Indicó frunciendo el ceño.
– Percival, yo… yo quiero disculparme…– Trató de decir la coneja, pero se detuvo al sentir la mano de la felina en su hombro.
– No te disculpes. Fue lo mejor que pudiste hacer por mí. – Le dijo, dejándola algo confundida.
– ¿Que era Sir Galahad para ti realmente? ¿Eran muy buenos amigos? – Preguntó con inocencia.
– No. Yo era su enamorada, y él era el mío. – Le contestó con honestidad.
– No… no lo sabía. – Dijo ella, algo avergonzada.
– No importa. Lo único que importa, y deseo, es que esté bien. – Dijo Percival, abrazándola. – Descansa. –
– Buenas noches. – Se despidió, sonriéndole para animarla. Con bostezos, dejó descansar a la coneja para el día de mañana salir a primera hora.
Subiendo y entrando a su habitación, Percival cerró la puerta con seguro, se quitó su túnica morada y la ropa interior que la cubría debajo de esta. Acercándola a su nariz, inhaló lo más profundo y una sonrisa se esbozó en su rostro. A pesar de los años, la fragancia de aquel día del hombre que amaba aún seguía impregnada. Con sumo cuidado colocó dicha prenda en la cama y se posó encima de esta.
"Con un poco de imaginación, se quedó dormida pensando que su amado estaba a su lado como la última noche que estuvieron juntos".
Espero que les haya gustado el capítulo. No olviden dejar sus reviews, se los agradecería bastante y me ayudaría a mejorar para traerles más historias.
Aviso: El siguiente capítulo la historia será ya clasificación M.
Sin más que decir, hasta la próxima :D
