Descargo de responsabilidad: Castle y sus personajes no son mi propiedad, sólo mi inspiración.
The smell of your skin
The taste of your kiss
The way you whisper in the dark
Your hair all around me
Baby, you surround me
You touch every place in my heart
Oh, it feels like the first time every time
I wanna spend the whole night in your eyes
-Amazed by Lonestar-
Capítulo 1: Noche de Tormenta.
Y en ese momento glorioso, el único beso de él que Kate atesoraba en su memoria se volvió un recuerdo pálido; apenas un preludio fugaz de lo que es de verdad ser besada por este hombre y cuyo efecto, en su momento, no se acercó ni remotamente a los producidos en su cuerpo y en su mente justo ahora, entre sus brazos, sintiendo sus labios en los suyos y en toda la piel que tiene al alcance y que su boca acaricia con una desesperación y vehemencia que ella no se explica como ha sido capaz Rick de contener durante todo el tiempo en el que ella lo ha mantenido con los brazos extendidos, esperándola.
De pronto lo siente separarse de su piel a la altura de su clavícula, y su cuerpo protesta contra su ausencia, contra el frío húmedo que la agobia y que sólo el calor de él puede calmar. Pero son sólo fracciones de segundos de ausencia; la calidez de su mirada, el amor y la adoración que ella ve en esas lagunas azules y profundas, le regresan la tibieza a su cuerpo…y a su alma, que pareciera volver a su sitio tras viajar errante durante un tiempo tan largo, que ya ni siquiera era capaz de recordar lo que se siente tenerla unida al cuerpo. Rick la contempla con lo que sólo puede describirse como una mezcla dulce de devoción y profundo anhelo; no ve sus labios, ni sus ojos; su mirada busca con ansiedad un punto en especial…y entonces sus manos trémulas alcanzan el primer botón de su blusa y lo desabrochan mientras sus ojos se concentran en el objeto de su búsqueda: la cicatriz pequeña y borrosa que dejó aquella bala que por poco le cuesta la vida y que casi la arranca de su lado para siempre. La observa con respeto, con veneración. Y Kate siente como el corazón se le acelera nuevamente, aunque ahora por razones diferentes. En ese momento no es debido a la pasión por tanto tiempo contenida que al fin encuentra liberación; en ese momento es a causa de la emoción aplastante que la invade ante lo que hoy tiene frente a ella y que, por años, fue lo bastante obstinada como para negarse a valorar: el hombre que es capaz de admirar una marca en su cuerpo que a ella a veces puede hasta avergonzarla; ése que además es capaz de ver y tocar esa huella en su pecho con reverencia, con timidez e inseguridad; que le dedica sus caricias y su mirada con una ternura capaz de derretirla, de demoler a punta de perseverancia, paciencia y dulzura los muros altos y sólidos tras los cuales por tanto tiempo ella encerró su verdadera esencia y que, justo ahora, han quedado reducidos a polvo ante este último acto de amor, de perdón y de homenaje a su batalla por la vida.
Su mano toma la de él y la guía hasta esa parte en su pecho que parece no atreverse a tocar. El ambiente es tan dulcemente denso, tan cargado de ternura, de deseo latente, de expectativas que crecen cada segundo que pasa, que las palabras sobran –como siempre entre ellos-. Kate siente que quisiera decir tanto pero que no hay lenguaje que alcance para expresar todo lo que necesita hacerle saber. Por suerte sus cuerpos parecen estar dispuestos a hablar por ellos con un lenguaje que no deja lugar a dudas. La mano de Rick se posa sobre su cicatriz mientras su mirada se despega de ahí y empieza a subir en busca de la de ella. Pero Kate siente que a esas alturas no basta con la caricia de esa luz azul, profunda e intensa, ni con su mano firme y cálida rindiendo homenaje al testimonio de su historia y de aquella batalla para seguir con vida; ella siente que necesita más…que necesita todo. Y mientras la mano derecha sigue sobre la de él, presionada contra su pecho, con su mano izquierda ella le busca el rostro y lo acerca hasta que sus labios se encuentran y se unen en dos besos breves, pero que llevan implícita la promesa de las horas por venir…la promesa de un para siempre.
Las miradas vuelven a encontrarse y es inevitable la sonrisa que se forma en ambos rostros; la esperanza y el anhelo brillando abiertamente en las expresiones de sus caras. Kate se vuelve consciente de que ya no hay vuelta atrás y de que tampoco quiere que la haya; pero también sabe, con toda la certeza que le da conocerlo como nadie, que no será él quien guíe esta danza hoy. Han sido años de obligarlo a restringirse, a dar siempre un paso atrás para evitar que ella salga corriendo o levante más sus muros interiores. Y después de esas últimas semanas, en las que los secretos, las mentiras por omisión, las palabras duras e irreflexivas y las despedidas lograron abrir brecha entre ellos, sería injusto esperar que él sienta la confianza y la seguridad suficientes como para dar el último paso rumbo a donde -por tanto tiempo- los dos han deseado desesperadamente llegar. Pero por parte de ella ya no hay dudas; ya no hay miedos que no puedan controlarse –excepto el miedo de perderlo, de dejarlo ir sin demostrarle lo que siente por él-; ella está dispuesta a hacer lo que tenga que hacer para encaminarlo en la nueva senda que quiere que recorran juntos.
Y en esa noche, con toda el alma ella desea cederle el control… Por una vez, por primera vez dejarse guiar y que se siente el precedente para todas las noches que siguen; porque también está ya cansada de imponer siempre un liderazgo que ha demostrado no ser tan acertado como ella siempre había pensado. Kate sabe que se ha negado muchas veces a escucharlo, a seguir su consejo, a dejarle el manejo de las situaciones por un absurdo temor a perder un control que muchas veces ni siquiera tiene; se ha negado a aceptar –por soberbia y orgullo malententendido- que la perspectiva que Rick tiene de las cosas suele conservar la objetividad y la ecuanimidad que el excesivo apasionamiento le hacen perder a ella a veces; ese afán de defender a capa y espada su independencia y la autonomía de sus decisiones les ha costado mucho dolor y casi les cuesta una amistad que siempre tuvo el potencial de volverse algo más... Algo que ahora Kate sabe que no quiere perder porque vale totalmente la pena. Ha tenido ella que llegar al punto de estar colgada de la cornisa de un edificio, con su vida pendiendo de un hilo y su mente nublada por el doloroso pensamiento de que puede morir sin haberle hecho saber a él sus sentimientos, sin haber sentido sus brazos y sus labios y su piel, ha debido llegar hasta ese extremo para percatarse de que, en su afán de protegerse del dolor, no ha hacho otra cosa que rodar erráticamente por un camino que la puede llevar a una pérdida igual de dolorosa que la que ya ha vivido antes y que lamentaría el resto de su vida.
Los pensamientos se agolpan en su mente, confusos y fugaces. pero hay una sola idea que prevalece y en la que no caben confusiones ni dudas: lo quiere a él, sólo a él, ahora, todo, sólo para ella. Y va a hacerle entender que quiere que la guíe, que lleve las riendas, que tome la iniciativa y que la lleve al cielo prometido al que sólo entre sus brazos puede llegar. Así que, por ahora, no hay más qué decir…sólo hacer y dejarse hacer. Su mano izquierda desciende rápido hasta encontrar la de él que la alcanza en el camino; se enlazan y ella tira de él para indicarle el camino. Afuera la tormenta sigue, furiosa e intensa, como un testigo estridente de las pasiones contenidas que están a punto de desatarse en una habitación a penas iluminada por los rayos intermitentes. Kate lo guía a través de la oficina, hacia la recámara, sin soltar su mano ni un momento, sin titubear, sin vacilar, sin detenerse ni un solo paso, sin ver atrás. Y él la sigue, como siempre, dócil y dispuesto a llegar al fin del mundo siempre y cuando sea enlazado a sus dedos como el ancla a tierra firme. La anticipación es tanta que no hay espacio para más en la mente de ninguno de los dos. Todo lo que haya que decir puede esperar, todo lo que hay que pensar y que hacer se va a quedar suspendido hasta nuevo aviso, porque por ahora hay un solo apetito que debe ser saciado para compensar todo el tiempo que ha permanecido desatendido.
Al llegar al borde de la cama, Kate se voltea hacia él y vuelve a enfrentar su mirada y, una vez más, sus mentes son capaces de de decir, a través de sus ojos, lo que la boca no se atreve; hay una especie de timidez muy dulce en la forma en que ella lo mira, vagando entre su boca y las pupilas azules que parecen preguntarle en silencio si está segura de dar el siguiente paso. Y ella recuerda entre brumas que está frente a un hombre que, además de ser un escritor virtuoso, un brillante consultor de la policía de New York, un padre e hijo excepcional, y el dueño de una mente prodigiosa, es también un perfecto caballero; un dechado de paciencia y respeto que es incapaz de traspasar una sola línea en la vida de ella sin su autorización y, a veces, aun contando con su permiso. En ese momento, él parece más consciente que nunca del paso que van a dar, de que están en un punto de no retorno, luego de haber pasado recientemente por conflictos que los han dejado vulnerables emocionalmente y, posiblemente, confundidos. Por eso toda su actitud le hace ver a Kate que lo que él desesperadamente necesita antes de ceder a su deseo y a su pasión, es la seguridad de que ella es también consciente de lo que va a pasar y de que no habrá arrepentimientos o huídas en medio de la madrugada, dejándolo solo y con la emociones hechas una maraña. Honestamente Kate no lo puede culpar por pedir esa certeza después de todo lo que o ha hecho pasar; sabe bien que si ella no soportaría dar un paso atrás después de lo que están viviendo esta noche, mucho menos él…y la diferencia es que si alguien no se merece ser lastimado nunca, es este hombre quien ahora mismo la contempla como quien tiene a su alcance el cielo y no se atreve a tocarlo por miedo a perderlo definitivamente después.
De manera que todo está en sus manos por ahora. Es su responsabilidad devolverle la certeza y confianza que necesita y que ella misma le ha robado; dar el primer paso para demostrarle que nunca en su vida ha estado más segura de nada; que nunca en su vida ha deseado tanto nada ni a nadie como lo desea a él ahora mismo; que no habrá arrepentimientos a la luz del día, ni fugas a la sombra de la madrugada. Debe darle la seguridad de que tienen por delante una noche entera y una vida entera también si de ella depende la decisión. Llegó el momento de dejar de pensar y sólo sentir, hacer sentir, de hacer y dejarse hacer hasta llegar al cielo.
Su mano sube hasta acariciar sus labios tal y como lo hizo momentos antes de que él la empujara contra la puerta y asaltara su boca con besos fieros y llenos de deseo y de pasión. Es la segunda vez en una misma noche que, espontáneamente, surge ese gesto íntimo y tierno, como si fuera un código entre ellos con el que Kate, en silencio, le ruega sus labios sobre los de ella; es como una invitación para romper las barreras y sólo dejarse llevar por el instinto y por el deseo sordo que ruge dentro de los dos como una fiera enjaulada y desesperada por su liberación. Resulta casi irónico como, luego de cuatro años en los que la constante ha sido un coqueteo atrevido, juguetón y casi descarado, ahora, en el momento tan íntimo que comparten, la provocación es callada, tímida, infinitamente dulce y mesurada…pero más efectiva que los flirteos interminables tras los que se han escondido desde que se conocen.
Al mismo tiempo que los dedos de una de sus manos acarician brevemente los labios de él, la otra alcanza el cuello amplio de su blusa desabrochada en los botones superiores y, junto con el tirante de su prenda interior, la desliza sobre su hombro, dejando buena parte de su piel expuesta ante su vista y, ella espera, que a algo más que sólo a su vista. El contacto entre sus miradas no se ha roto ni un momento, pero en el lenguaje corporal de ella, seguro, confiado, sugestivo y provocativo, Rick parece encontrar las respuestas a sus preguntas mudas y decide que es momento de entrar en sus sueños y quizá, sólo quizá, traerlos a la realidad. Su mirada se posa en el hombro desnudo de Kate que se expone ante él como la fruta por tanto tiempo prohibida y al fin permitida; su mano alcanza los mechones de cabello castaño que descansan sobre la piel cremosa que lo provoca y lo invita. Y con dedos temblorosos empuja los rizos húmedos hacia la espalda de Kate para que no estorben el panorama esplendoroso de su piel desnuda.
Los pensamientos coherentes empiezan a volverse un lujo difícil de conseguir para Kate. La emociones convulsas e intensas le vuelven la cabeza una nube brumosa en la que cuesta hallarle sentido a la realidad después de haber soñado tantas veces con llegar a este momento que imaginó de mil modos; ninguno de los cuales se acercó ni un poco al cúmulo de sensaciones abrumadoras que bullen dentro de ella ahora que está frente al hombre de su vida, a punto de que él le haga el amor. La anticipación crea una tensión que se manifiesta como mariposas en el estómago, como un mareo agradable y un cosquilleo en su centro que sólo aumenta a medida que pasan los segundos. Ahora se da cuenta que todo lo que pudo haber esperado de su primera noche con Richard Castle no le hizo nunca justicia al hermoso ser humano que el escritor es, más allá de lo que puede aparentar ser. Ella imaginó prisa, ansiedad, pasión desbordada, casi furia y desesperación cuando estuvieran juntos en la intimidad finalmente. Pero lo que tienen ahora es absolutamente todo lo contrario; Rick está respondiendo a la provocación de una forma muy diferente a lo que pudiera esperarse…pero es una manera tan maravillosa como inesperada, porque parte de la magia consiste justo en la sorpresa de encontrar lo que no se busca y disfrutarlo como si fuera la última vez cuando en realidad es sólo la primera de muchas.
Rick la inclina sobre la cama y cae lentamente junto con ella sin permitir, de ninguna manera, que su peso la abrume o la lastime; en ningún momento se ha quitado de la cabeza la frase "casi morí y todo lo que podía pensar era en ti…"; Kate estuvo a punto de morir…otra vez. Y él no estuvo ahí para cubrirle la espalda, para protegerla, para salvarla. Si no ha sucumbido ante el pánico por esa revelación es sólo porque lo ha oído de su boca y, aparentemente no hay daños severos en su cuerpo; pero su subconsciente le dice que debe tener cuidado por si está adolorida o lastimada y que debe tratarla como lo que siempre ha sido para él, lo más delicado y fino y preciado. Así que prácticamente la deposita sobre el edredón que cubre al colchón, sosteniéndola siempre por los brazos como si fuera el tesoro más frágil y valioso. Pero a mitad del camino hacia sus labios parece detenerse un poco y ella no sabe si es sólo para contemplarla o porque hay restos de inseguridad navegando en la mente de él…o sólo porque no es capaz de convencerse de que no es un sueño y teme que la magia del momento se desvanezca cuando menos lo espere. Pero sea por lo que sea, Kate está decidida a acortar distancias y disipar a punta de besos y caricias cualquier motivo que pueda tener para seguir conteniéndose. Entonces ella alza su cabeza hasta alcanzarle los labios y besarlo con todas las ganas acumuladas, pero sin alterar el ritmo dulce y tierno con el que Rick parece dispuesto a amarla durante su primera vez juntos.
Y sus labios se unen en un beso suave, infinitamente dulce, exploratorio, cargado de expectación y de un deseo irracional de volver inolvidable un momento que será único e irrepetible. Porque habrá millones de veces más en las que compartirán la intimidad, pero el descubrimiento de lo que por ahora es nuevo para ambos es oportunidad de una sola vez.
Las manos de ella acarician los brazos de él con ternura y pasión mientras él toma posesión de su boca y le regala los besos más eróticamente tiernos y delicados que nadie le ha dado jamás. Kate ya no es capaz de hilar sus pensamientos pero si algo es capaz de abrirse paso en su mente es que nunca nadie la había amado así, con tanto cuidado, con ese nivel de adoración y devoción. Y con toda certeza sabe en ese momento que todo lo que han tenido que vivir a lo largo de cuatro años, con sus altas y sus bajas, lo volvería a vivir con gusto por un solo minuto de los que ahora está viviendo en sus brazos.
