Corría desesperado por las calles marginales de Toulouse mientras llovía y hacía frío, pero mi deber era proteger la pizza del agua, por lo que aumenté mi velocidad. El lugar a donde me dirigía se encontraba a cuatro manzanas. Mi abuela seguramente estaría preocupada, ya que, hacia más de dos horas que me había mandado a por la cena. Como de costumbre, la pizza era una tradición cuando me quedaba todos los viernes en casa de mi abuela.
Cuando mi cuerpo me pidió oxígeno, cesé la velocidad, aunque contrariamente la lluvia se hizo más fuerte, a lo lejos, varias ráfagas de truenos anunciaban que la tormenta no iba a mejorar. Aquello me hizo parar por completo. Odiaba los truenos, detestaba aquel sonido tan ensordecedor. Les tenía tanto miedo. Mi cuerpo empezó a temblar incontrolablemente, sentí el cartón de pizza deslizarse por mis manos. Acabó cayendo estrepitosamente en el charco de agua. Aunque el sonido que produjo, no bastó para que abriera los ojos, y me diera cuenta de que estaba ahí paralizado, sin poder moverme.
Otro trueno me estremeció, aun más cercano.
Mis sentidos, mis músculos, mis nervios quedaron inmovilizados. Seguidamente mis piernas comenzaron a flaquear hasta que me desplomé en aquella calle oscura y estrecha. La pizza quedo olvidada a mí alrededor, empapada tanto como yo lo estaba. Nuevamente escuché otro trueno. Pero esta vez, mientras las gotas de agua caían y hacían contacto con mi piel, me abrace en el suelo de manera que parecía una bolita de carne. Estaba temblando. El sonido de la lluvia era acompañado del castañeo que producían mis dientes causado por el clima gélido en el que me encontraba. Me estremecí y atraje hacia mí, fuertemente, mi pequeño cuerpo. Y entonces, recordé.
Cuando tenía 6 años mis padres me dejaron solo en casa al cuidado de María, mi hermana mayor. Ese día hacía una noche lluviosa, la zona en la que vivíamos era una zona de tormentas gravemente intensas, pero esa noche previeron, que también se sumarían truenos. Embelesado miraba los dibujos que María me había puesto en la televisión, pero cuando despegué la mirada de la pantalla para buscar los nachos que anteriormente comía:
—Lo siento, Samantha, no puedo ir, esta noche mis padres me han encargado cuidar de mi hermano —escuché la voz de María a lo lejos, estaba hablando por teléfono, como de costumbre.
—Sí…, lo sé…, pero ¿Qué quieres que haga? No puedo dejarle solo, es un niño.
Me acerque gateando hacia el lugar donde provenía la voz de María, ignorando por completo el rugido de mis tripas.
—Bueno, pero lo que me interesa es tu ex. Tienes que contarme lo que pasó el día de la fiesta de graduación, ¿es cierto que se estuvo enrollando con la guarra de Michelle? Sigo sin poder creérmelo.
María estaba acostada en su cama, escuchando el teléfono en una oreja y mirando el móvil en la mano. Estaba tan concentrada en las dos cosas, que no se dio cuenta del fuerte ruido que se produjo en el sótano.
Me levanté y me dirigí rápidamente hacia éste. La puerta estaba cerrada por lo que la abrí, y al entrar escuché la lluvia que chocaba contra las pequeñas ventanas, el ruido de éstas invadía el lugar.
El sótano se encontraba totalmente oscuro. Busqué el interruptor pero éste se encontraba en la pared a unos centímetros por encima de mí. Volví mi vista hacia abajo examinando el lugar, fue entonces cuando vi que las escaleras de madera estaban iluminadas por la luz proveniente del pasillo. Volví a escuchar de nuevo aquel estruendo que ahora era más fuerte que me provocó un respingo, estaba realmente asustado. No podía parar de preguntarme ¿qué era aquel ruido? Y ¿Qué lo provocaba? Daba la sensación de que se estaban cayendo cosas.
Temblando baje un escalón. Sentía escalofríos recorriendo todo mi cuerpo, pero a pesar de ello, continúe descendiendo. Tras haber bajado unos escalones más dejé de oír la voz de María. En ese instante, el sonido de la lluvia chocando contra las ventanas era lo único que podía oír mientras avanzaba. Mi curiosidad fue en aumento, y acabé bajando todas las escaleras lo más rápido y sigiloso que pude. Cuando llegué abajo me encontré entre oscuridad y penumbra. Pero fui capaz de visualizar lo que parecía ser una sombra disconforme a la oscuridad que rodeaba el sótano. ¿Era una persona?
Vertiginosamente, un trueno realmente escalofriante alumbró el lugar, iluminando a la sombra que se encontraba ahí.
Mis pensamientos colapsaron y chillé. Asustado, corrí hacia las escaleras, pero un fuerte golpe me sorprendió por detrás, provocando que cayera al suelo, antes de volver a escuchar otro intenso trueno.
A partir de ese momento todo se nubla y soy incapaz de recordar que fue lo que pasó esa noche. Mi hermana me encontró una hora después, y me preguntó qué había sucedido y por qué estaba en el sótano. Pero no fui capaz de contestarle, seguía confuso y aterrado. Para no meternos en líos, mi hermana y yo prometimos no contarles nada a nuestros padres. Desde entonces, cada noche de tormenta me escondía siempre bajo las sábanas hasta quedarme dormido.
Gracias a mi madre acabamos mudándonos a Francia, dejando para siempre aquella casa tan misteriosa. Y Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había habido tormenta. Casi me llegué a olvidar de todo esto como si fuera un sueño.
Pero, ahora me encontraba en la peor situación posible, estaba tan asustado como aquella noche. Incapaz de moverme, teniendo algún que otro espasmo cada vez que caía un rayo, unas lágrimas bajaron por mis mejillas, y mientras tanto mi cabeza recordaba los ruidos y la sombra de aquel día. ¿Por qué? ¿Por qué ahora? Hacía mucho tiempo que esos recuerdos infantiles habían sido guardados en lo más profundo de mi ser.
Otro trueno retumbo por todo el callejón. Y ahogué un chillido al escuchar unos pasos viniendo hacia mí.
— ¡Hey! ¿Estás bien? —Abrí los ojos y la vi. Era una niña aproximadamente de la misma edad que yo, aunque ella parecía un poco más madura, tenía la tez clara, ojos finos y oscuros como la noche de hoy, no podía distinguir muy bien el color del cabello corto, ¿Negro? ¿Azul oscuro? ¿Azul marino? ¿Azabache? Lo que se podía ver con claridad era las puntas que resaltaba su cabello levantado, en su mano izquierda sujetaba un paraguas rojo y con la mirada fija puesta en mí, me dijo:
— ¿Estás bien? Levántate —dijo ofreciéndome la mano que tenía libre.
— Déjame solo. —dije bruscamente.
— ¿Eres tonto? ¿¡No ves que te estás empapando!? Vas a pillar un resfr…—Un rayo retumbó cerca de nosotros, provocando que pegara un respingo y volviera a hacerme una bolita agarrándome lo más fuerte que podía. Al parecer, ella había logrado comprender la situación, y continuaba delante de mí con la mano estirada.
Me arme de valor y sin poder contenerme la grite.
— ¡DÉJAME EN PAZ! ¿¡ES QUE NO LO ENTIENDES!? —chille mirándola a la cara e ignorando otro trueno que acababa de sonar.
Mis ojos seguían húmedos, temblaba más que antes. Mi ropa estaba empapada y qué decir de la pizza, que yacía a mi lado, sucia y con agua por todas partes. ¿Y ahora que le iba a decir a la abuela? Preocupado, deje de mirar a la chica que seguía sin moverse a mi lado.
— Déjame ayudarte, no quiero dejarte solo, por favor, aunque sea te acompaño a donde tengas que ir —se agachó en frente mía y con su mano libre me sujetó la mandíbula, haciéndome mirarla fijamente a los ojos. —Déjame ser útil por una vez en mi vida, por favor.
Nos quedamos unos cuantos minutos más en esa posición, yo en el suelo, sujetándome fuertemente las rodillas con mis brazos mientras ella me miraba fijamente a los ojos cogiéndome débilmente de la mandíbula y agachada también.
Sin previo aviso me sonroje, lleve mi mirada al suelo, y a pesar de haber despegando mi vista de la suya. Su mano no se aparto de mi mandíbula.
"¡Qué chica más rara!", pensé.
—Como quieras —dije al fin. Después de pensar un rato.
—Vamos —dijo ofreciéndome su mano con una leve sonrisa en sus finos labios. ¿Estaba contenta o qué? ¡Qué chica más molesta!
Caminábamos sin prisa, volvimos a la pizzería para comprar otra pizza que ella me pagó, quede impresionado por los tantos billetes que guardaba en su cartera ¿Era rica?
Probablemente, pero no me importaba. Cuando estuvimos en la pizzería, pude ver con claridad cómo era físicamente: era más alta que yo, dos mechones de su pelo le sobresalían a cada lado de su rostro níveo, característico de ella. Debía admitir que la chica era, hermosa.
Y me sonrojé nuevamente, mientras ella seguía a mi lado sujetando el paraguas rojo, faltaban tres manzanas para llegar a la casa de mi abuela. Y poco a poco me iba recuperando del miedo y el pánico que me habían paralizado, además, la tormenta había amainado y ahora solo chispeaba débilmente.
— ¿Cómo te llamas? —preguntó interrumpiendo mis pensamientos.
— Naruto —respondí tímidamente, no sé pero esa chica me causaba tal sensación de vergüenza. Era como si fuera capaz de ver a través de mí.
—Naruto, ¿eh? Y ¿cuántos años tienes? —inquirió, tratando de conseguir que siguiera la conversación.
— ¿Y tú? —respondí con otra pregunta, ¿pero qué le pasaba a esta niña, tan preguntona? ¿Es que no me puede acompañar a casa y ya está?
—17 —respondió.
¿¡17!? ¿¡Tanto!? Bueno, un poco más mayor que yo. Si le dijese mi edad seguro que se reiría, y yo no quiero ser el hazmerreír de nadie. Y mucho menos de ella.
— ¿Y tú? — pregunto con ademan inquisitivo.
— Emm… 14…—mentí. Realmente tenía 12, pero podía aparentar uno de 14, es verdad que las apariencias engañan.
— ¿14? Vaya, pareces mas mayor, de mi edad.
"Y tú pareces de mi edad también" pensé.
El ambiente comenzaba a ser más ligero, pero duró poco, ya que, al girar la esquina llegue a mi destino.
— Bueno, debo irme, es aquí —dije viéndola como observaba el lugar. —Muchas gracias por acompañarme y por pagarme la pizza, en serio muchas gracias —si no fuera por ella, ahora mismo seguiría en aquel callejón llorando y lamentándome de mis recuerdos.
—No te preocupes, quería serte útil, Naruto —y volví a sonrojarme, su voz pronunciando mi nombre, era extraño.
Nada más entrar a la casa, la mire por última vez, y me despedí de ella. Para siempre. Nunca más la volví a ver.
7 años después
Biblioteca de Osaka – 20:30
— Creo que lo tenemos listo, solo falta esperar a que las portadas estén hechas.
— De eso me encargare yo, pero ahora debo irme, avisadme cuando publiquen el día de la exposición —dije mirando a los cuatro integrantes del grupo.
— Como quieras, pero asegúrate de tenerlo hecho, no falta mucho.
— Lo hare lo más rápido posible —intente tranquilar a Shikamaru mientras tomaba la cartera que había dejado en la silla.
— ¿A dónde vas tan rápido, Naruto? —preguntó Kiba.
— A donde no te importa, Kiba —respondí con mi humor habitual.
Kiba me dedicó una mirada de interés antes de hablar. —Cuida de Sakura, pillín.
Aquello me dejó sin palabras ¿Cómo sabía que iba a buscar a Sakura? Bueno tampoco me debe de impresionar ya que Sakura es mi novia, pero joder ¿es que era tan obvio?
— Déjale en paz, Kiba donde vaya no te incumbe. Y mucho menos a ninguno de nosotros —dijo Tenten echándome una mano, como siempre.
— ¡Eso eso! No os incumbe a nadie de lo vaya o no hacer con Sakura.
"Mierda" pensé. Yo y mis meteduras de pata, me volví hacia la puerta, debía salir de aquí antes de que estos pensaran que lo iba a hacer con Sakura, pero fue tarde cuando Kiba alzó la voz más de lo permitido.
— ¡Ponte protección, Naruto! —dijo con una sonrisa tan ancha que se le vieron los colmillos.
Todas las personas que se encontraban en la biblioteca fijaron su vista hacia nosotros, especialmente hacia mí. Como respuesta le saque el dedo corazón y me marche hacia la salida.
Nada más salir de la biblioteca me dirigí camino a casa de Sakura, pero una voz me detuvo en seco. Al girarme supe quien era.
—Na.. Naruto-kun —Hinata tenía la cabeza baja, ella era una de las integrantes del grupo, era una chica muy tímida y atractiva, su cabello morado largo rodeaba su fina figura y aquel flequillo dificultaba ver sus ojos claros.
— ¡Hinata! —dije al notar que llevaba algo entre las manos, esta me lo entregó tímidamente. —Se te había olvidado el cuaderno de esquemas —dijo con voz suave, casi susurrando.
— ¡Oh! Muchas gracias —lo tome de sus manos y estas rozaron levemente casi sin darme cuenta. Hinata se enrojeció al instante ¿Pero qué? No la entiendo. A lo mejor estaba enferma.
— De.. de nada… Naruto-kun… pásatelo… m.. muy bien con Sakura-chan. —dijo casi inaudible y se alejó lo más rápido que pudo ¿Qué le pasa a las mujeres?
— En fin tengo que ir rápido con Sakura ¿Me habrá hecho pastelitos como la última vez? ¡Dios! ¡Qué ilusión! — Y rápidamente me fui hacia su casa.
Sabía que a Sakura no le disgustaba el ramen, por lo que de camino compre dos de carne en el puesto de siempre, sujetando la bolsa con la mano, llame al timbre y nadie contestó, esperé unos minutos más pero seguían sin contestar ¿Habrá salido? Ella mismo me dijo que estaría todo el día en su casa ¿Habrá ocurrido algo? ¿Alguna emergencia?
Saque el móvil del bolsillo y marque su número, espere apoyado en la puerta mientras esperaba a oír su voz.
— ¿Naruto? —contestó con tono preocupado.
— ¿Sakura? ¿Dónde estás? Pensaba que estabas en casa ¿ha pasado algo?
— Lo siento mucho, tenía que salir, recibí una llamada urgente del hospital.
¿Hospital? ¿Sakura estaba en el hospital?
— ¿Qué ha pas…-no llegué a terminar la frase.
— Debo colgar, no te preocupes, ya te contare —Sakura intentaba tranquilizarme, como siempre. Pero había sido un poco fría. ¿La había sucedido algo?
— Pero…
— Siento faltar, quería verte, pero tranquilo ya te lo compensare más tarde —dijo casi en un susurro, seguro que estaría sonrojándose por decir tal cosa, Sakura no era de soltar indirectas.
— Te quiero Naruto, adiós.
— Yo también —conteste ya cuando ella había colgado.
¿Y ahora? Con las ganas que tenía de verla. Si recibió una llamada del hospital es que alguien de su familia se encontraba ahí. ¿O no?
Mis pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de mi estomago. Entonces me di cuenta de que tenía dos ramenes de carne en mis manos, y si Sakura no estaba, significaba que eran para mí. ¡Debía de aprovechar el momento! Y rápidamente me dirigí a mi departamento, tenía tanta hambre que agilice el paso.
¡Ramen, ramen! ¡Estaba tan feliz!
Llegue al edificio donde se encontraba mi departamento, salude al portero quien me dedico una suave sonrisa. Abrí la puerta y me dirigí al ascensor, pulse el botón de llamada y unas voces estridentes llamaron mi atención.
— ¡Naoko! ¡No seas tan familiar! ¡Si no te conoce!
— ¡Me da igual! No me va a volver a ver.
Observe a las dos niñas aproximadamente de 16 años. Por los uniformes que llevaban puestos supuse que eran colegialas. La tal Naoko era realmente atractiva, su minifalda se ajustaba delicadamente a su cintura. Joder, de hecho me quede embelesado por el movimiento de sus largas piernas.
¡Era hermosa! Sus pechos podrían sacar los ojos a cualquiera y esos labios rosados. Umm… Sé que tengo novia pero joder, nadie puede prohibir los instintos de un hombre. Me sorprendí cuando nuestras miradas se cruzaron, y nos quedamos observando fijamente como si nos estuviéramos analizando internamente. En sus labios brotó una sensual sonrisa cuando me observó de completo. No era por ser un creído, pero yo también era atractivo. Entre mi altura, el color azul cielo de mis ojos, mi cabello rubio, mi cara socarrona y mi tez morena no había chica que no se fijara en mí. Antes de estar con Sakura ya había estado con otras, no era mi culpa que las mujeres me encontraban tan irresistible.
Sí, tengo el ego muy alto.
Cuando escuche el timbre del ascensor avisando de su llegada, la tal Naoko caminó hacia mí. Las puertas se abrieron, pero yo no me aparte, seguía embelesado en ella.
—Perdone ¿Puede apartarse? —escuche decir.
Inmediatamente quite mi mirada de ella para observar a la anciana que estaba delante de mí.
Cuando me estaba apartando para dejar pasar, choque contra algo duro que en ese momento salía rápidamente del ascensor.
— ¡¿Eres idiota o qué?! —exclamó la otra persona.
Rápidamente me aparte de él, me giré y fije mi mirada en su camisa mojada y me di cuenta que mi camiseta también se encontraba mojada, el hombre que estaba delante de mi sujetaba la botella de agua prácticamente vacía, mientras me observaba con el ceño fruncido, estaba muy molesto.
— ¡¿Es que no te vas a mover?! —ladró.
Me sentí molesto. Y una rabia empezó a apoderarse de mí. "Me está cabreando, realmente me está cabreando, no tiene derecho a dirigirse de esa manera, aun teniendo yo la culpa". Trate de relajarme respirando. Pero no lo conseguí.
— ¡No me hables así, maldito! —le encare sin darme cuenta lo cerca que estaba.
Era un hombre aproximadamente de 26 años, alto, con el pelo corto, negro con algunos mechones de color azul marino, entre su rostro se apreciaba dos largos mechones que destacaba a los lados, sus ojos totalmente oscuros me observaban firmemente e irradiaban fuego. Vestía de etiqueta el muy cabrón.
— ¡Me da igual idiota! Te lo mereces por ser tan despistado.
Esa fue la gota que colmó el vaso.
— ¿Despistado? ¡Sí! ¡Puede ser! ¡Pero no tienes derecho a insultarme! — le respondí cabreado.
— ¡La próxima vez ándate con más cuidado, i-dio-ta!
— ¡¿Qué?! —estalle.
El ambiente empezó a ser incómodo, molesto y asfixiante, algunas personas nos miraban curiosos e interesados. La tal Naoko desapareció del lugar y mi furia creció aún más, el muy gilipollas la había espantado.
—Lo que oyes, imbécil —dijo.
En ese momento me surgió una duda, si le pegaba ahí, seguro que acabaría mal. Él era mucho más alto, y a juzgar por sus hombros tenía pinta de practicar algún deporte. Aunque eso no me importa en absoluto. Pero había otra razón más, no quiero meterme en problemas, se lo había prometí a Sakura.
Intente calmarme pensando en ella.
— Fue mi culpa ¿sí? Pero ¿¡cómo te vuelva a ver por aquí!? Desfigurare esa cara bonita que tienes —le amenace, di media vuelta y me dirigí hacia las escaleras, antes de asimilar lo que acababa de decir.
—Tsk —fue lo último que escuche de él antes de irme.
¿En serio, Naruto? ¿Cara bonita? ¿Le he dicho yo eso? Joder, yo y mis meteduras de pata, aunque debía admitir que ese hombre me sonaba de algo. Tenía la sensación de que ya le había visto antes, no sé, pero su cara me sonaba mucho.
¿Le habré visto por aquí antes? ¿En otra vida?
Deje de darle importancia y me dirigí hacia mi departamento.
Al día siguiente me desperté gracias al sonido de mi teléfono.
— ¿Si?—conteste adormilado.
— ¡Tío! ¿Dónde te has metido?—reconocí la voz de Kiba.
— ¿Kiba?¿Qué pasa?
— ¡¿Que, qué pasa?! ¿Sabes qué hora es? ¡Joder, Naruto! ¡Hoy hay clases!
— ¡Mierda!—exclame, e inmediatamente le colgué saliendo de la cama lo más rápido que pude. En menos de 10 minutos, salí pitando del edificio, me apresure hasta la parada del autobús que por suerte había llegado. Al subir, no tenía ganas para ponerme los cascos, así que respire hondo y espere. Al cabo de un tiempo, el autobús llego a mi destino, me baje, camine hacia la puerta principal…
Y lo vi.
Estaba apoyado en su coche negro de última gama, el chico con el que había tropezado ayer, se encontraba acompañado de una mujer rubia que para ser sinceros, era preciosa, parecía una famosa.
Se estaban besando en plena calle sin vergüenza alguna, como si no hubiera un mañana. Ella le sujetaba por la cintura, pegando su cuerpo a él seductoramente. Me sonroje de inmediato cuando en medio de la lucha de lenguas, los movimientos y toques eróticos, el muy idiota abrió los ojos y me observó. Clavó sus ojos negros en mí.
¿Pero qué? ¡Dios! Sabe que estoy mirándole, mierda Naruto ¡¿por qué no apartas la vista?!
El muy maldito siguió observándome, mientras profundizaba el beso, su mano se desplazó hacia la delicada y blanquecina nuca de la mujer. Su mirada irradiaba erotismo, sensualidad, lujuria y pasión, aquella mirada estaba desnudando mi alma inexperta, poco a poco, y suspire inconscientemente.
Seguro que mi rostro estaba como un tomate, sentí la temperatura de mi cuerpo ascender, maldita sea, estaba ardiendo y sin poder explicarlo, una imagen vino a mi mente.
Aquel hombre maduro y sensual besaba mis labios desesperadamente, su mano se posaba en mi nuca y yo…
Yo le correspondía.
— ¡Naruto! —escuche una voz lejana.
Nada mas girarme, recibí un fuerte golpe en la cabeza de la persona que menos esperaba.
"Eso dolió" pensé, llevándome las manos a la cabeza, agradecí internamente aquel impacto ya que mi mente retorcida había creado una imagen espantosa.
—Sa..Sakura —me sorprendió mucho haberme encontrado con ella.
— ¡¿Qué haces aquí?! ¡Llegas tarde! —exclamó cogiéndome de la muñeca. — ¡Vamos!
Cuando recobre la compostura, mire a ambos lados, pero él ya había desaparecido, sin dejar huellas.
¿Qué hacía allí? ¿Era un nuevo profesor?¿Un nuevo director? ¡No! No debería pensar más en él.
Finalmente me deje llevar cuando Sakura me arrastró a clases.
La señorita Yamanaka, era mi profesora favorita, en mi primer año de periodismo, me enseñó sociología, era brillante en su profesión, le admiraba como a nadie, era amable y cariñosa. Además de una muy buena profesora.
Tenía a Ino Yamanaka en un altar.
Como en todas sus clases, siempre me la pasaba observándola como si fuera la criatura más hermosa de la naturaleza, pero en ese momento mis pensamientos estaban concentrados en otra cosa o más bien dicho en otra persona.
No entendía que me estaba pasando, apareció ese hombre y mi mundo se volvió loco ¿Por qué?
Suspire y visualice por la ventana el campo de baloncesto, y una sensación de nostalgia broto en mi mente. Hace un año aproximadamente, estaba en el equipo del instituto, no era gran jugador pero si uno de los mejores, amaba el deporte aunque me quitaba mucho tiempo libre, siempre lo aprovechaba al máximo, ahí fue cuando enlace lazos con Sakura, ella era la encargada del equipo de porristas, aunque no nos hablábamos mucho en esa época, ella era mi amiga desde que entre en el instituto, era mi mejor amiga. En el momento que ganamos la final de la liga de juveniles de la ciudad de Osaka, Sakura y yo enlazamos más nuestra amistad, convirtiéndonos en íntimos amigos y posteriormente en pareja. Ahora que estoy en la universidad no he tenido tiempo de apuntarme a algún deporte, tengo muchos trabajos, deberes y exposiciones que hacer, además estoy en la academia de fotografía y como mucho en mi tiempo libre realizo las fotos que me mandan hacer.
Me acosté en mi pupitre y suspire ¿¡Tan ocupado estaba!? No podía hacer nada, mi vida social se iba a pique y casi no veía a Sakura.
Apoye mi cabeza en mis brazos cruzados de manera que parecía que estaba durmiendo encima del pupitre. La clase estaba tranquila y la mayoría prestaba atención a la señorita Yamanaka. Sin dejar de mirar a esta, pensé en las cosas que tenía que hacer al llegar a casa, vivía con mi madre, mi padre siempre se encontraba de viaje de negocios. Hace unos años vivimos en Francia y después en Italia por el trabajo de mi padre. Mi madre cansada de tantas mudanzas habló con mi padre para mudarse definitivamente, y la empresa donde ejercía le proporcionó una oportunidad, le garantizaban casa y comida a cambio de que él trabajara aquí, en Japón, él aceptó. Y aquí estamos.
Continué mis estudios aquí y me costó mucho aprender el idioma. Mis padres son japoneses, nacieron en Akita. Pero yo nací en Francia, pero ellos y toda la familia me consideran mas japonés que francés y ahora mismo como mi padre no está debo ayudar a mi madre con la casa, en la limpieza sobretodo.
—Naruto-kun.
Abrí los ojos al escuchar la voz de Hinata, esta se encontraba observándome con un leve sonrojo, cuando guie mi vista hacia ella, esta la desvió rápidamente.
— Naruto-kun... la clase ya termino, Sa... Sakura-chan te.. te está esperando.. afuera.
— ¿¡Qué!? —exclame, me levante y me di cuenta que todavía había algunas personas que estaban recogiendo sus cosas, cogí mi mochila y salí lo mas rápido que pude.
— ¡Gracias Hinata! —dije saliendo de clase.
¿Me había quedado dormido? ¿Cuánto? No sabría decir en qué momento cerré los ojos.
Visualice a Sakura a unos metros, me acerque y ella se dio cuenta de mi presencia
— Sí que has tardado —cortó nuestra distancia con un suave beso.
— Lo siento, me entretuve —dije cogiéndola de la mano.
— Espero que sea la última vez que pase esto.
— La última vez, por cierto ¿dónde está mi recompensa?
— ¿Qué?
— ¡Sí! Mi recompensa, que yo recuerde ayer faltaste a nuestra cita y pronunciaste algo de "ya te lo compensare". Así que estoy esperando ¿dónde vamos a tu casa o a la m... — antes de acabar la frase un fuerte golpe en la cabeza me dejó KO.
— ¡No me refería a ese tipo de recompensa! — me respondió mientras se ponía roja.
Acaricie la parte de la cabeza donde había recibido el golpe. Joder ¡Cómo duele!
—Sakura-chan solo era una broma —francamente no lo era, hace mucho que deseaba hacerlo con ella.
— ¡No vuelvas a gastarme ese tipo de bromas! ya sabes que me pongo nerviosa con esos temas.
Si, hasta donde yo sé, Sakura es virgen.
— Vale, vale, no lo volveré a hacer, pero quiero mi recompensa.
— Esta tarde, ¿sí? Iré a tu casa, en la mía no podemos estar, habrá visita, así que espérame en la tuya. ¡Te llevare un regalito!
Mis ojos brillaron al instante ¡Amo los regalos!
— ¡Sí! —afirme dedicándole mis tantas sonrisas zorrunas.
Llegaba tarde, hace media hora debía estar aquí. Odio esperar mi recompensa. ¿Qué me traerá? ¿El último juego de Activision? ¿La PS3? ¡No! No debo ilusionarme seguro será algo menos caro ¡joder! ¡Si Sakura tenía pasta! ¡Su familia estaba forrada! no podía esperar más.
Mi estomago gruño en el silencio en el que estaba sumido mientras pensaba sobre el regalo. Así que para calmar a mi revolucionado estómago, me levanté de la cama y deambule hacia la cocina, al bajar las escaleras, pasé por la puerta principal y unas voces que provenían del pasillo del exterior se me hicieron familiares.
¿Esa era Sakura?
Me acerque silenciosamente colocándome contra la puerta, ojee por la mirilla de la puerta, y visualice a Sakura hablando con alguien. ¿Quién era? ¿Por que reía tanto? ¿Por qué mierda no puedo ver la cara del tipo ese?
Tantas preguntas sin respuestas me estaban cabreando y sin pensármelo, abrí la puerta de golpe.
— ¡Naruto! —Sakura sorprendida me saludó.
Todos, absolutamente todos mis pensamientos, mis músculos, mi estómago hambriento, todo mi ser se paralizó al ver quien era la persona que estaba hablando con Sakura.
El chico del pelo azabache, aquel que tropecé ayer, me miraba sorprendido, ninguno de los dos esperaba tal reencuentro.
—Naruto, te presento a Sas...- Sakura no llego a terminar.
—Sasuke Uchiha —interrumpió este. Y me tendió la mano como señal de saludo.
¡Estaba sonriendo el muy idiota! Fijo sus ojos en los míos, negros contra azules, su mirada penetrante y fría me analizaba meticulosamente. Recibí el saludo con firmeza y sin despegar su mirada, le sonreí socaronamente.
—Naruto Uzumaki, encantado.
