No oh so charming!
Los años nunca pasan en vano. La gente crece, comienza a considerar estúpidas cosas que antes ni siquiera cuestionaba y empieza a verlo todo por los crisoles de la madurez. Eso mismo le pasó a Helga. Resultaba que al final, las niñas no tenían lo que querían sólo por ser buenas y que, contrario a lo que se pudiera pensar, el príncipe azul destiñe.
Eso le quedó bien claro, la noche-madrugada del día anterior cuando la trigésima chica a la que Arnold P. Shootman o "cabeza de balón" se le declaraba, había dicho "sí" en vez del clásico "¿Por qué no te pierdes?" Al que Arnold-o parecía estar tan acostumbrado.
En palabras de la dulce Lila, había sido algo así como " Lo siento Arnold, tú y yo vamos mejor siendo amigos", pero el resultado y significado real de esas frases, no importaba cuan dulces o adornadas fueran, era el frío y lapidante "tu no me gustas" al que Helga tanto temía.
Por eso no había dicho nada. Tres años de preparatoria y uno de secundaria después del bochorno de "Industrias Futuro" no eran suficientes para superar el "si te vi, no me acuerdo" que Arnold decidió por cuenta propia aplicar a lo que sea que fueran.
Lo ignoró. Lo enterró. Lo dejó allí tal cual dejas a la mañana siguiente a la chica con la que te acostaste en una fiesta sin saber ni siquiera el nombre.
Así qué Helga decidió hacer lo mismo con su amor. Decidió arrancarlo de su ser, amputarlo igual que lo haría con una pierna inútil y destrozada luego de un gran accidente.
No iba a negar que lo echaba en falta, que a veces le dolía como podría dolerle a un lisiado un miembro fantasma, pero tenía que admitir que vivía mejor sin ello.
No más fantasías intrínsecas. No más suspiros al aire. No más preguntas internas. No más acecho por las calles. No más palabras de amor. Lo había logrado. O al menos eso creyó hasta que lo vio con la lengua enterrada en la boca de Stacy Peterson hace más o menos doce horas. Ahora le hervía la sangre, se sentía furiosa con él y con ella misma y estaba ahogándose en una diatriba de "que hubiera sí..." Cuando el grito la distrajo.
-¡Olga, ven aquí ahora mismo!
Gran Bob. Lo consideró un minuto. La princesita estaba en casa, pero no era posible que Bob la llamara de una forma tan ruda, así que concluyó que "Olga" se refería a ella misma.
Bajo las escaleras refunfuñando entre dientes a punto de soltar su "es Helga, Bob" cuando alguien lo hizo por ella.
-¡Mamá, por favor, no piensas dejarme aquí, ni siquiera saben que el nombre de su otra hija es Helga!
Escuchó decir en el piso de abajo. La curiosidad le picó y apuró el paso. Conocía esa voz. En su vida sólo había visto una persona hablar con más pomposidad que Rhonda Wellington Loyd y esa era...
-Angélica. -Saludó, o algo por el estilo. En esos momentos no estaba de humor para algo mucho mejor. Su prima le dedicó un asentimiento de cabeza y luego se volteó a su tía Carla, para exigirle su tarjeta de crédito platinum.
-Nada de eso, Angélica. Gastaste 50.000 dólares en ropa, tu tarjeta platinum es mía hasta nuevo aviso. Te daré una de crédito normal y ya hablé con tu tío Bob, deberás trabajar. Bueno, si eso es todo...Bob, Miriam, Helga, Olga, nos vemos.
-Adiós tía...¡Ay primita bebé la pasaremos muy bien las tres juntas! -dijo Olga y entonces Angélica quiso morirse. Nunca en su vida había trabajado o algo parecido. Se dejó arrastrar por las escaleras imaginando se a sí misma pasando un año entero con miss perfección o mejor conocida como Olga y su grito de frustración se oyó por toda la avenida.
Disclaimer: Hey Arnold y Rugrats Crecidos, no me pertenecen. Son de sus autores y esto es un fanfic, hecho sin fines de lucro.
