Las luces fluorescentes del escandaloso lugar cegaron a Stiles por lo que parecieron horas. Se dirigió a la abarrotada barra de caoba llena de extraños líquidos de cristalinos colores y se sentó en un alto taburete de cuero negro, esperando impaciente al grupo de nefilims que habían prometido reunirse con él. El barman le miró extrañado, seguramente pensando en si preguntarle por una bebida o ignorarlo al ser menor de edad. Decidiéndose por la segunda opción, giró sobre sí mismo y se dirigió a un chico de cabello rubio y ojos dorados, salvajemente atractivo, ofreciéndole un trago. Este lo declinó amable y encantadoramente, escaneando con sus relucientes soles la estancia y juntando su mirada, altanera, con la de Stiles. Este pudo ver los extraños símbolos en el cuello y brazos del muchacho, quién ya se acercaba a él sigiloso, y con algo que parecía ser una espada de marfil puramente blanco en su cinturón.
-¿Jace Wayland?- los ojos bourbon del hiperactivo adolescente aún seguían fijamente incrustados en el cinturón negro del rubio incluso cuando soltó esas palabras. Vio como este seguía su mirada y posaba su tostada y callosa mano encima del objeto, bloqueándolo de su vista.
-El mismo. Debe ser un placer conocerme.- soltó el cazador de sombras mientras levantaba la mano que le quedaba libre y señalaba a un grupo de cinco personas para que se acercaran a donde se encontraba.- Estos son mis hermanos, mi novia, el imbécil de su mejor amigo y el señor brillantina.- Las tres primeras palabras le salieron con un extremo cariño. Sin embargo, las otras dos estaban llenas de una amargura digna de competencia de un vino añejo.
-Stiles Stilinski. Siempre es un placer conocer personas tan narcisistas como Jackson.- El castaño extendió su mano blanca y llena de lunares, completamente diferente de la del rubio nefilim. Todos le miraron confundidos, hasta que la bajita pelirroja se la estrechó. Una súbita curiosidad inundó los sentidos del adolescente. Una curiosidad que fue interrumpida por la entrada de su manada y familia. Derek iba delante, como todo buen alfa, evitando mirar a Stiles. Scott, Kira, Liam, Lydia y Mason caminaban tras suya totalmente rígidos y algo agazapados, casi pareciendo intimidados.
-¿Debo suponer que vosotros sois los cazadores de sombras?- la grave y rasposa voz del de cabellos azabaches puso en posición defensiva a los nombrados, quién enseguida se relajaron y bajaron las relucientes armas avergonzados. Un chico alto y de cabellos negros como la noche bajó la cabeza con las mejillas sonrojadas. El hombre que minutos atrás había sido introducido como "señor brillantina" le miró con una intensidad desbordante, desconcertando al castaño.
-Sí.- contestó cortamente el nefilim rubio a la par que susurraba algo al oído de la que decía ser su novia.- Sabemos que han sufrido de varios ataques de diferentes demonios en la última semana, y estamos seguros de saber a qué se deben.- Los espléndidos ojos dorados del hablante se oscurecieron, mostrando un recuerdo trágico e innombrable, el cual fue amortiguado por una sonrisa socarrona.- Podemos deshacernos de ellos, pero tienen que ayudarnos. Por muy fuerte que seamos, no podremos matarlos a todos.
-Con tal de eliminar a los demonios y conseguir que el pueblo esté a salvo de nuevo…- Scott se sentó al lado de su mejor amigo, mostrándoles una cálida sonrisa a sus nuevos aliados. Derek, por el contrario, gruñó audiblemente, aparentemente molesto por todo lo dicho por el cazador de sombras.
-¿Por qué nos ayudaríais? Nunca nos hemos llevado bien, ni siquiera con los acuerdos. Si permanecemos alejados los unos de los otros, es por algo.- La chica pelirroja dio un paso hacia adelante. Era considerablemente más bajita y mucho menos aterradora que el alfa de la manada Hale, pero sus ojos estaban iluminados con una chispa de determinación que hicieron a este querer escucharla.
-Mira, sé que los cazadores de sombras y los hijos de la luna no nos llevamos bien. Ni siquiera hace falta que lo hagamos, lo único que necesitamos es trabajar juntos para acabar con la amenaza. Puedes volver a odiarnos tras acabar con todo esto. No sabes aún a lo que te estás enfrentando, te juro que es más peligroso de lo que tú y tu manada enfrentáis todos los días.-La desordenada melena pelirroja de la muchacha, recogida en una cola de caballo, se movía frenética ante los constantes movimientos de cabeza de esta. Sus manos, finas, suaves y delicadas a comparación de las de su novio, se retorcían nerviosamente mientras intentaba hacer su punto creíble.
-De acuerdo, que así sea. Vamos a mi loft, allí tendremos más intimidad y podremos discutir los detalles de la "misión" con menos música tecnológica destrozándonos los oídos.- Stiles se levantó tras oír las que serían las últimas palabras del ojiverde por lo que quedaba de viaje y se encaminó a la salida, seguido de cerca por los nefilims. Sin duda le quedaba un muy largo camino hasta llegar a la que Derek describía como casa.
El silencio y la tensión que había dentro del jeep azul oxidado del único humano de la manada podría cortarse con una de las afiladas uñas de su copiloto. Scott, Lydia y Kira se sentaron atrás con incomodidad, sintiendo la lejanía que envolvía al hijo del Sheriff y a su alfa, a pesar de solo estar a unos centímetros de distancia. El castaño suspiró con pesadez, apretando con mucha fuerza el volante. Los nudillos se le estaban volviendo blancos y estaba seguro de que Derek y Scott podían oler como se sentía. Frustrado, cansado y confuso. Ni siquiera estaba pensando en los demonios que estaban atacando el pueblo y aterrorizando a los habitantes de este, estaba pensando en su vida, en aquella antes de que su mejor amigo fuera mordido por Peter, en aquella en la que era un adolescente marginado normal al que solo le interesaban las historias de seres sobrenaturales cuando creían que eran falsas. Suspiró de nuevo y miró de reojo a el hijo menor de los Hale. Aún seguía sin creer lo que hace unos días le había confesado. Había investigado sobre la imprimación de los lobos, y había conseguido cantidades descomunales de información, pero nunca pensó que él podría llegar a ser uno. No estaba seguro si podía aceptarlo tan fácilmente. Él, que era molesto, hiperactivo y no se preocupaba de sí mismo, poco atractivo y sin ningún talento oculto. Él, que en realidad iba desquebrajándose a cada minuto que pasaba y a cada evento tenebroso y espeluznante que ocurría en su presencia. ¿Cómo sería una buena pareja para el lobo de cabellos azabaches? Derek se merecía todo lo bueno del mundo después de haber sufrido tanto en su corta vida, y, aunque le doliera admitirlo, no sería capaz de dárselo.
Las voces de su familia se fueron haciendo paso entre sus dilemas, sacándolo de su trance. Escuchaba la dulce y a veces irritante voz de Lydia preguntándole algo, la barítona de Scott algo coqueta mientras hablaba con Kira y los inaudibles gruñidos de Derek esperando en su garganta.
-Stiles ¿me estás escuchando?- Sintió sus brillantes y enormes ojos analizándolo, intentando descubrir cuál era su problema, o simplemente intentando averiguar que era más importante que escucharla. Negó, sintiendo un poco de calor en sus mejillas y frenó justo antes de pasarse el loft del moreno.-Eres un caso perdido. Bueno, te estaba preguntando que cuál era tu opinión sobre los cazadores de sombras. ¿Crees que podemos confiar en ellos?
-Bueno, parecen ser muy narcisistas, pero aparte de eso aparentan saber lo que hacen.-Dudó un par de segundos, intentando ordenar las palabras y contestar a la pregunta que marcaría si trabajarían con aquellos petulantes individuos o no.- Creo que nunca confiamos en nadie temiendo que nos defraude o nos decepcione, pero, tengo una buena corazonada sobre estos chicos. Yo confiaría en ellos, igual, ya nos han desilusionado lo suficiente.
De nuevo el apabullante silencio se hizo en el coche, haciendo remolinos extraños entre la desgastada tapicería y llegando a sus oídos, hiriéndole. Algo temeroso agarró el pomo de la puerta y la abrió, saliendo a trompicones y casi cayendo al suelo infectado de hojas bronceadas y amarillentas. Se dirigió al enorme portón de metal y, con la llave que Derek en confianza, le había entregado, lo desbloqueó. Ni siquiera se giró para verificar que sus acompañantes le seguían, tan solo entró y descuidadamente se sentó en el sofá de cuero negro, con las piernas cruzadas.
-Pónganse cómodos. No creo que tengamos una agradable conversación de pie, puede que tengamos que hablar mucho.- El alto chico que antes se había sonrojado, se acercó con paso lento y precavido hacia él, sentándose a su lado y mirando sus grandes manos como si acabara de encontrar la novena maravilla del mundo. La muchacha morena de voluminosas caderas y ropas extremadamente ajustadas faltas de imaginación, tomó el último lugar en el sofá de tres plazas. Jace se acomodó en el sillón, y con un ágil y rápido movimiento, hizo que la baja pelirroja se sentara entre sus piernas, completamente roja. El brujo, del cual aún no sabía su nombre, se decidió por una de las sillas de madera de la mesa del comedor, y, por último, el vampiro se sentó en el frío suelo, apoyando su ancha espalda en el reposabrazos del sofá, junto a la hermana del rubio. Su manada se sentó en sus respectivos lugares, cruzados de brazos y con los ceños fruncidos, mostrando que la autoridad aún la tenían ellos. Sonrió para sus adentros y entrelazó las manos, mirando descaradamente a todos los presentes.-Creo que primero deberíamos presentarnos, solo me sé un nombre y es el de Jace.
-Con que te sepas el mío vas bien. Es el más importante.-Soltó vagamente el nombrado recibiendo un golpe en el brazo por parte de la de pecas y un taconazo de la de ojos tan oscuros como el miedo.
-Eres un imbécil Jace.-gritó está volviéndose a poner la alta bota de tacón que le habían devuelto. –Mi nombre es Isabelle Lightwood, un placer.
-Yo soy Simon Lewis… espero no me maten por ser un vampiro.-Aunque la última parte salió como un simple susurro, todos lograron escucharlo, haciendo reír por lo bajo a Stiles.
-Magnus Bane, el gran brujo de Brooklyn. Encantado.- Saludó cortésmente mostrando sus perfectos dientes blancos y sus ojos verde-dorado con pupilas de gato.
-Clarissa Morgesten. Pero solo llámenme Clary.- Stiles volvió a fijarse en las graciosas ondulaciones de su cabello. Como este se movía a cada palabra que decía por la increíble energía que poseía. Le sonrió de vuelta casi hipnotizado por el hecho y se giró impaciente hacía el último cazador sin presentar, el cual seguía mirándose las manos.
-Me llamo Alec Lightwood. Espero que nos llevemos bien.- El chico de cabellos como la noche levantó la cabeza y le miró. El chico que corría con los lobos pudo ver sus alucinantes ojos azules, tan hermosos, brillantes y extraordinarios que casi parecían irreales. También pudo observar las inseguridades y los oscuros pensamientos ocultos en lo más recóndito de su mente. Por un momento incluso pensó que no eran tan diferentes. Todas las personas tenían los mismos problemas, ya fueran sobrenaturales o no.
