Disclaimer: Todos los personajes, entornos y demás marcas son propiedad de JK Rowling, excepto obviamente los personajes originales. Todos ha sido usado solamente para entretencion.

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Un nuevo comienzo

Harry Potter observó el tren de Hogwarts perderse en la distancia y caminó acompañado de su esposa y sus amigos Ron y Hermione de vuelta al mundo muggle. Salieron en silencio con los pensamientos aún puestos en los muchachos que había partido rumbo a la escuela. Harry no podía creer que Albus ya estuviera la edad suficiente para iniciar su educación mágica, era increíble lo rápido que habían pasado los años, él ya se había convertido en un adulto que había formado una familia propia, al igual que casi toda la gente de su generación. Incluso podía ver con orgullo como sus amigos más cercanos Ron y Hermione, también habían logrado lo mismo y ahora se veían fortalecidos en sus respectivas carreras. Ahora sus hijos, la nueva generación de magos y brujas comenzaba una nueva etapa, era este el comienzo de un camino y era agradable ver como todo esto se realizaba en medio de un agradable ambiente de paz. Las sombras del pasado se habían diluido hacía muchísimo tiempo.

Con la muerte de Lord Voldemort– a quien gran parte de la comunidad mágica había comenzado a llamar por su nombre, ya que el miedo había desaparecido prácticamente por completo– todos los resabios de la guerra, a casi veinte años de que terminara, prácticamente habían desaparecido. Pero el mal no se había ido, aún seguía agazapado en algún lugar esperando resurgir. Era por esta razón que su trabajo como Auror nunca tenía descanso, aún quedaban muchas criaturas tenebrosas pululando por el mundo y muchos magos oscuros que seguían practicando la magia negra. Aunque afortunadamente ninguno se había convertido en una amenaza seria si representaban una molestia que no tenía fin, porque apenas eliminaban un foco aparecía otro en algún otro lugar; este trabajo le había enseñado a lo largo de los años que el mal no puede ser destruido, solo controlado, siempre va a estar allí queriendo atacar. Era por eso que las guerras, tanto en el mundo muggle como en la comunidad mágica se habían sucedido. La historia en ambos mundos es siempre cíclica, lo único que esperaba es que este periodo de paz se extendiera a lo largo de su vida, porque no se sentía preparado para enfrentar otra guerra.

Harry junto a sus amigos salieron de la estación y caminaron lentamente hasta el estacionamiento, en el camino se les unió Teddy Lupin quien ese día comenzaba su periodo de prueba en el Departamento de Aurores. Se le veía contento y muy ufano, seguramente su reciente encuentro con Victoire aun lo tenía en las nubes. Harry lo entendía muy bien, él sabía perfectamente lo que era estar enamorado, a pesar de los años que habían pasado, él seguía amando a su esposa como el primer día.

– ¿Cómo te sientes Teddy?– preguntó apenas este llegó a su lado– Preparado para tu primer día.

–Por supuesto padrino– respondió el muchacho esbozando una sonrisa y Harry no pudo dejar de sorprenderse nuevamente con el notable parecido que tenía con Remus, el difunto amigo de sus padres y de quien Harry guardaba un imborrable recuerdo– Estoy ansioso por empezar.

–Tienes que estar preparado– agregó Ron– Recuerda que el trabajo en terreno es completamente distinto al trabajo en la Academia. No puedes descuidarte ni un solo instante.

–Lo tengo muy claro, no tienes por qué recordármelo. Estoy preparado para todo lo que pueda pasar.

–No asustes al muchacho Ron– lo reprendió su mujer mirándolo con severidad– No ves que ya debe estar lo suficientemente nervioso.

–Además– agregó Harry– Nosotros vamos a estar ahí en caso de que pase cualquier cosa.

– ¿Cómo es eso?– preguntó Teddy mirándolo extrañado.

–No te molestes, pero me tomé la libertad de asignarte a nuestra división.

–Espero que no estés tratando de protegerme padrino– agregó el muchacho mirándolo seriamente– Tienes que tener claro que soy capaz de protegerme por mí mismo.

–Eso lo tengo muy claro muchacho. Lo único que quiero es ver de cerca cuáles son tus progresos. Además si no te gusta la idea puedo asignarte a otra división apenas lleguemos a la oficina.

–No te preocupes por eso. No te estoy reclamando nada, lo único que pido es que seas imparcial conmigo.

–Eso puedes tenerlo por seguro, al primer error grave voy a ser el primero en reportarte a la Academia. Eso tienes que tenerlo muy claro.

–No esperaba menos de ti.

Ginny caminaba a su lado tomando de la mano a la pequeña Lily y hasta el momento se había mantenido ajena a la conversación, seguramente todavía embargada por el sentimiento de tener que alejarse de sus hijos por tanto tiempo después de haber compartido a su lado todo el verano, sobre todo a Albus de quien se separaba por primera vez. Harry la miró un instante y le esbozó una sonrisa que trató de ser tranquilizadora, hacía poco había sido ella quien lo había tranquilizado mientras el tren se alejaba y ahora era ella quien se encontraba sumergida en la nostalgia.

– ¿Vas a irte a casa ahora amor?– preguntó Harry mirándola con ternura.

–Sí, quiero dejar a Lily allí antes de partir al periódico.

– ¿Tú madre va a cuidarla nuevamente?

–Sí. No me imagino que vaya a pasar con ella, cuando Lily tenga que ir a Hogwarts.

–Para eso aún queda tiempo, lo único que espero es que no malcríe mucho a la niña. No quiero encontrar otro refugio de dulces en la pieza de mi hija. Ya ves que Molly pasó de madre represora a abuela consentidora en muy poco tiempo.

Ginny esbozó una sonrisa ante el comentario de su esposo. Aún recordaba el incidente ocurrido un par de meses atrás cuando su elfo doméstico Kreacher encontró bajo la cama de Lily una verdadera dulcería. Entonces la niña confesó que su abuela la llevaba de compras cada día y que a la vuelta siempre venían cargadas con más de una bolsa con caramelos.

–No te preocupes, ya hablé con ella de eso.

– ¿Vas a llevarte el auto?

Ginny asintió en silencio.

–Es lo mejor, creo que es conveniente que vean al menos a uno de nosotros salir de aquí en automóvil. Nosotros vamos a aparecernos en el Ministerio.

Miró a su alrededor para percatarse de que no hubiese ningún muggle que pudiese verlos, acto seguido sacó su varita y redujo el automóvil de Ron al tamaño de una caja de dulces para después metérselo en el bolsillo.

–No te preocupes, después te lo devuelvo.

Ginny le dio a su esposo un rápido beso en los labios y se introdujo en el automóvil, mientras su hija daba la vuelta para sentarse en el asiento del copiloto. Se despidió de todos saludándolos con las manos y salió del estacionamiento para perderse en el tráfico londinense.

El resto del grupo se encaminó hacia un pequeño callejón que había frente a la estación de King Cross, ese era el mejor lugar que tenían para poder desaparecerse rumbo al Ministerio.

–Bueno chicos– dijo Ron una vez que hubieron llegado al pequeño callejón donde apenas se colaba el ruido de los automóviles– Nos espera un largo día de trabajo.

Dicho esto todo el grupo se desapareció, de vuelta al mundo mágico.

Mientras Harry y sus amigos abandonaban la estación y se preparaban para sumergirse de nuevo en la rutina, Albus Potter acompañado por su prima Rose caminaba por el pasillo del tren en busca de un compartimiento vacío. La mayoría de ellos se encontraban ocupados por alumnos de cursos superiores o por estudiantes que habían sido más rápidos al momento de subirse al tren. Finalmente pudieron encontrar un compartimiento con un solo niño negro que miraba distraído hacia la ventana.

–Disculpa–dijo Albus– ¿está ocupado?

–No se preocupen– dijo el muchacho sonriendo– No estoy esperando a nadie. ¿Primer año?

–Sí, los dos– respondió Rose, mientras ambos tomaban asiento– Soy Rose Weasley y este es mi primo Albus Potter.

–Prefiero que me digan Al– se apresuró a aclarar el muchacho.

–Mucho gusto, soy Dylan Thomas. Tú eres hijo de Harry Potter ¿verdad?

–Sí, él es mi padre– respondió Albus si inmutarse. Sabía que esa pregunta se la iban a hacer muchas veces mientras estuviera en el colegio, después de todo su apellido era ampliamente conocido dentro de la comunidad mágica. Aunque a él, a diferencia de su padre no le molestaba llamar la atención, no por una cosa de ego, sino simplemente porque sabía que eso era algo con lo que iba a tener inevitablemente que convivir y no valía la pena molestarse por ello.

–Mi padre conoció al tuyo cuando iban a la escuela, su nombre es Dean Thomas.

–Creo haber oído hablar de él, por lo que sé ahora trabajan juntos en la oficina de Aurores.

Siguieron conversando a lo largo del viaje, comentaron lo emocionados que estaban por poder ingresar en Hogwarts, como los tres eran hijos de magos, habían crecido escuchando acerca de la escuela, por lo tanto era obvio que su primer año en ese lugar los llenara de excitación y nerviosismo. Dylan era una muchacho agradable y daba gusto conversar con él, pero había algo en su actitud que no encajaba, se daba de muy buena manera con los demás, pero parecía como si se sintiera mal haciéndolo, como si conversar con los demás lo hiciese sentir incómodo. Algunos lo llamarían timidez, Albus no sabía que nombre darle.

Entre los muchos temas que tocaron a lo largo del viaje, estaba el asunto de las Casas, lo que hizo que Albus reviviera nuevamente el temor que lo había venido asaltando durante las últimas semanas, específicamente desde el momento en que recibió la carta de Hogwarts. La conversación que había tenido con su padre en la estación lo había tranquilizado un poco, pero no había logrado alejar completamente ese temor. Al sabía que sus padres entenderían si es que terminaba en otra casa que no fuese Gryffindor, pero no tenía claro si sus hermanos o sus primos llegasen a entenderlo, sobre todo si terminaba en una casa con tan mala fama como lo era Slytherin. Además de eso estaba el temor de pensar que pasaría con él en esa Casa. Allí había muchos descendientes de Mortífagos y él siendo hijo de quien era estaba seguro que no la iba a pasar bien allí.

A la mitad del viaje los tres niños vieron abrirse la puerta del compartimiento e ingresar en él a James Potter, quien venía acompañado de su primo Louis, quien cursaba en el mismo año que él.

Al conocía las travesuras de su hermano, porque muchas veces se jactaba de ellas en casa, aunque siempre lo hacía con él o con su hermana Lily, ya que sus padres solían ser muy estrictos, sobre todo Ginny, quien había heredado el mismo temperamento que su madre y estaba muy atenta a las travesuras de su hijo mayor. James (o J.S., como se hacía llamar por sus amigos y conocidos para no ser confundido con su abuelo y poder hacerse un nombre por sí mismo, sobre todo en el quidditch que era su gran pasión) junto a sus primos Louis y Fred, se habían convertido en los pillos más famosos de Hogwarts en los últimos años, había algunos que incluso los comparaban con los celebres gemelos Weasley, cuyo nombre ya era sinónimo de leyenda. Dentro de las paredes del colegio, incluso quedaba un pequeño resto del pantano que ambos crearon cuando estaban en séptimo para rebelarse contra la tiranía de una fugaz directora. Después de la muerte de Fred, se había instalado junto al pantano una placa que rezaba: "En memoria de Fred Weasley, por hacer este mundo un poco más alegre".

– ¿Cómo están pequeños?–dijo James sentándose junto a su prima– ¿Disfrutando del viaje?

Albus asintió y aprovechó de presentarles a su nuevo compañero quien saludó a ambos con un tímido asentimiento.

– ¿Dónde está Fredy?–preguntó el muchacho curioso.

–Está en un compartimiento de adelante, con algunos compañeros–respondió Louis– Tiene que cuidar nuestra sorpresa para la primera semana.

– ¿Qué es lo que están planeando?– preguntó Rose mirándolos con severidad– No estarán pensando causar problemas apenas lleguen.

– ¿Nosotros?– dijo James fingiendo sorpresa e inocencia– Como se te ocurre primita, lo único que vamos a hacer es alegrar un poquito el tedio de los primeros días.

––Exactamente primo–agregó Louis– el Sargento va a tener mucho trabajo que hacer.

Rose bufó enfadada, pero no dijo nada más. Lo que sus primos interpretaron como un buen signo, era claro que Rose desaprobaba su actitud, pero no iba a decir nada por el simple hecho de ser sus parientes.

–Cambiando de tema chicos, hay una noticia que corre por todo el tren y creo que les va a interesar.

– ¿Qué es lo que pasa?–preguntó Albus

–Hay un nuevo alumno en Hogwarts que parece no querer integrarse.

– ¿Qué es lo que quieres decir?

–Que no está viajando en ninguno de los compartimientos.

– ¿Entonces donde está?–preguntó Rose intrigada, olvidando por un momento su enfado.

–Sentado en la plataforma al fondo del tren. Al aire libre.

–No puedes estar hablando en serio– dijo Albus– Allá afuera debe estar helando. ¿Quién puede querer estar en la plataforma en vez de aquí dentro con calefacción? Debe ser alguien muy tonto.

–O muy desadaptado– comentó Rose.

–Yo lo vi– dijo Dylan interviniendo en la conversación– Iba caminando hacia el final del tren, pero pensé que estaría buscando los últimos compartimientos, no que se dirigiera hacia la plataforma. Iba cargando un bolso.

– ¿Un bolso?– preguntó James– ¿Un bolso muggle? ¿No subió con un baúl como todos los demás? Eso va a traerle problemas.

–No lo creo– dijo Rose– El baúl es más una tradición de mago que una imposición del colegio, la mayoría de nosotros llevamos un baúl porque nos resulta más cómodo, pero cualquier persona, puede llevar el equipaje que desee. Por lo que sé hasta mediados del siglo pasado muchos hijos de muggles usaban sus maletas u otro tipo de equipaje, después comenzaron a contagiarse de nuestras costumbres.

–No me lo digas– preguntó Albus, con una sonrisa– ¿Historia de Hogwarts?

Rose asintió en silencio.

–Eres una enciclopedia viviente– opinó James con sorna– Igual que tu madre.

–Y muy orgullosa que estoy de ello– dijo Rose clavando sus llameantes ojos en su primo. Si había algo que no toleraba es que alguien se burlara de su madre.

–Volviendo al tema– dijo Louis adelantándose a lo que podía ser el comienzo de una pelea familiar– ¿Quién creen que sea nuestro misterioso viajero? ¿Tú qué opinas J.S?

–Puede que sea pariente de un Mortífago. Si yo fuera uno de ellos claro que no querría hablar con nadie.

–No lo creo– dijo Rose, lanzándole a James una mirada de desprecio, el comentario acerca de su madre la había molestado bastante– En Hogwarts debe haber muchos parientes de Mortífagos, la mayoría mantiene contactos solo con la casa de Slytherin, pero no se aíslan de esta manera.

–Tal vez es solo alguien que no le gusta compartir– dijo Albus quien solía apostar que las soluciones más simples eran siempre las correctas– Sé que llama la atención, pero he conocido gente así, aunque no a este extremo, deberíamos olvidarnos de él y dejarlo tranquilo.

A gran parte de su familia le gustaba la lógica que Albus solía aplicarle a los problemas o las situaciones. Rose era por mucho la persona más inteligente de la familia, después de todo había heredado toda la capacidad intelectual de Hermione, su madre, pero el segundo de los Potter, poseía un sentido común que nadie sabía de dónde venía. Lo único que sabían era que sus apreciaciones muchas veces eran las adecuadas. Así que apenas intervino en la conversación, todos decidieron que era mejor cambiar de tema.

Así que el resto del viaje lo ocuparon en discutir acerca del colegio y lo que les esperaba de ahora en adelante. James les contó muchas historias muy fantasiosas acerca de la vida en Hogwarts, él único que parecía preocupado por todo lo que James contaba era Dylan, pero muy pronto Rose le aclaró que no debía hacer caso de él que era experto en hacer bromas.

El viaje avanzó rápido, pronto James y Louis abandonaron el compartimiento y se dirigieron de vuelta al suyo, dejando a los tres sumergidos en una alegre conversación. Poco después que ambos se hubiesen marchado, pasó el carro de las golosinas, oportunidad que los tres chicos aprovecharon para atiborrarse de dulces y chocolates. Cuando estas se acabaron, el sol ya comenzaba a hundirse en el horizonte, dando paso a un crepúsculo neblinoso. Sabiendo que el viaje se acercaba a su fin, los chicos procedieron a vestirse con las túnicas del colegio.

Cuando ya se encontraron listos con su vestimenta del colegio, los tres chicos sintieron abrirse la puerta del compartimiento, en el umbral se paró un muchacho que también vestía la túnica de Hogwarts, en su mano derecha llevaba un bolso muggle por lo que los chicos supieron de inmediato que se trataba del muchacho del que habían estado hablando con James.

–Necesito dejar mi bolso aquí– dijo mirando alrededor y observándolos a todos con atención, había algo en su mirada que hizo a Albus sentirse extrañamente nervioso– Tengo entendido que si el equipaje no está en un compartimiento no puede ser llevado al castillo.

Sin esperar respuesta dejó el bolso en el piso y lo empujó con el pié debajo de uno de los asientos. Se dio media vuelta para irse, pero Rose lo detuvo diciendo:

–Disculpa ¿Podrías decirnos tu nombre?

El chico frunció el ceño y contestó con voz firme:

–Lo sabrán en el castillo ¿Por qué tendría que perder el tiempo diciéndoselo?

–Solo quería hacer conversación– contestó la muchacha un tanto turbada– No tienes por qué viajar solo, si quieres puedes quedarte aquí.

Sin dejar su expresión adusta, el chico esbozó una extraña sonrisa.

–Muchas gracias, pero no necesito compañía. Además aquí ya son muchos, no creo que te sientas sola. No es bueno andar rogando que te acompañen ¿sabes?

El chico cerró la puerta del compartimiento dejando a todos absolutamente pasmados por su altanera reacción, el primero en abrir la boca fue Albus, quien dijo visiblemente molesto.

–Ese chico es un pelmazo. No puedo creer que haya alguien tan desagradable– vio a su prima que miraba hacia la puerta con los puños apretados– Tranquila Rose, tú solo quisiste ser amable. No es culpa tuya que es muchacho sea tan…

–Estúpido– completó Rose, despegando apenas los labios– Lamento que no me haya dado la oportunidad de cruzarle la cara de una cachetada.

–Nunca te había visto tan molesta.

–Ese chico va a tener que cuidarse– agregó Dylan– se acaba de ganar una enemiga de cuidado.

En ese momento notaron como el tren comenzaba a disminuir la velocidad hasta detenerse completamente. Habían llegado a Hogsmeade. Los tres chicos salieron del compartimiento, para reunirse en el andén con el resto de los alumnos. Albus vio de reojo como al pasar Rose le daba una patada a al bolso que había quedado a un lado del pasillo.

Una vez en el andén vieron como los alumnos de los cursos superiores se alejaban de la estación, Albus había escuchado de sus padres como los alumnos de segundo en adelante se trasladaban en carruajes tirados por animales invisibles llamados thestrals, pero él y sus compañeros de primero tendrían que cruzar el lago en botes hasta el castillo. Agradecía que aquella noche fuese clara, ya que les auguraba un viaje tranquilo.

Rose escudriñaba la multitud de alumnos, al parecer ansiosa por encontrar al chico que se había portado de forma tan grosera con ella, lo vio en un rincón tratando de mantenerse lo más apartado posible, hizo el gesto de querer ir hacia donde estaba él, pero sintió la mano de su primo sobre el hombro reteniéndola suavemente y, al volverse, lo vio negar suavemente con la cabeza, Rose comprendió inmediatamente el significado de ese gesto, no valí la pena hacer un escándalo en ese momento, tendría que esperar, después de todo tenía todo un año por delante.

De pronto desde la oscuridad, vieron aparecer una figura enorme que portaba un candil encendido, Albus y Rose reconocieron inmediatamente a Rubeus Hagrid, el guardabosques de Hogwarts, profesor y desde hacía dos años, jefe de la Casa de Gryffindor. Aunque sus colegas y especialmente el director del colegio le habían dicho que podía prescindir de su labor de buscar a los alumnos de primero, pero él había dicho que esa era una de las partes que más le gustaba de su trabajo.

– ¡Los de primero por aquí!– gritó repitiendo la señal que llevaba haciendo desde hacía más de cuarenta años– ¡Todos los de primero conmigo!

Los alumnos caminaron hacia él y se apiñaron a su alrededor, en el aire se sentía una mezcla de nervios y excitación.

–Hola chicos– dijo al percatarse de la presencia de Albus y Rose– Me alegra que por fin hayan venido. Rose– le dedicó a la chica una radiante sonrisa– estás cada día más linda, espero que seas tan buena estudiante como tu madre.

–Voy a intentarlo– replicó Rose con humildad.

–Y tú Albus, te pareces cada día más a tu padre. Sólo te faltan los anteojos y la cicatriz– Albus asintió, un tanto incómodo por el comentario– Bueno, basta de charla. No tenemos mucho tiempo, así que caminen, aún nos queda un trecho para llegar a los botes. ¡Chicos, andando!

Sin decir una palabra más los muchachos se echaron a andar tras la imponente figura de Hagrid.