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Capítulo I
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¡Maldición!
Una flecha había rozado su costado, lo había alcanzado pero era mas que un roce, el ardor y humedad en esa parte le confirmaba que tenía un corte. Aun así no detuvo su marcha. Seguía corriendo por el bosque atravesando arbustos y ramas que en mas de una ocasión le habían causado arañazos a través de la delgada tela negra que consistía su uniforme, tenía suerte de llevar la máscara pues de lo contrario su rostro también hubiese sufrido de pequeñas cortaduras. Podía sentir las flechas rozando su cuerpo cada vez que decidía cambiar de dirección abruptamente y evitar que dieran en el blanco. Tenía que admitirlo, su determinación, fuerza y entrenamiento se ponía a prueba en todas estas ocasiones. Ya antes había escapado de los soldados de la Nación del Fuego y siempre había salido impune; burlándose desde sus adentros que nunca podrían atraparlo porque sabía que estaba por encima de todos ellos. Hasta ahora...
Realmente había sido una muy mala idea adentrarse a aquella fortaleza. Pero ¿Qué otra opción le quedaba? Se estaban quedando bajos de suministros y los necesitaban para su viaje, además ellos tenían de sobra ¿Qué mas daba que les robara un poco de carne, fruta y dinero? El problema cayó en que no se detuvo solo en eso, una vez que obtuvo lo que quiso y después de haber escondido su botín en un lugar seguro en el bosque, se atrevió a regresar esa misma noche. Entrar y salir sin ser descubierto en su primer viaje había sido un gran éxito y su confianza lo hiso creer que podía hacer lo mismo de nuevo, pero en esta ocasión el no iba por alimentos, iba por información. Saber los planes de la nación del fuego se convirtió en algo fundamental; estar al tanto de sus movimientos, planes y otras cosas le daría la ventaja, y solo por eso se atrevió a hacer el viaje dos veces. Y el riesgo había valido la pena.
Todo iba bien hasta que un suceso inesperado lo delató, no hace falta decir lo que paso después; ahora se encontraba así, corriendo por su vida a través del bosque evitando la mortal puntería de los arqueros Yu Yang, ya había escuchado de ellos, pero rayos, no pensó que fueran peor que un enjambre de abejas siguiendo al intruso que se atrevió a molestarla colmena ¡No podía quitárselos de encima! Y lo peor de todo es que no podía huir a su campamento, primero tenía que quitárselos de encima. Enfrentarlos a la distancia no era posible, ellos le tenían la ventaja, pero de cerca, su preciosa precisión con el arco se perdía, el era mucho mas veloz en una lucha cuerpo a cuerpo y con sus espadas era invencible, solo tenía que encontrar la oportunidad de acercarlos mas a él sin que su vida estuviera en peligro de sus flechas. Mientras corría vio algo que lo hiso sonreír. La idea se formó en su mente y la llevó acabo.
El líder de los arqueros detuvo su paso. Los otros seis que lo seguían se detuvieron a su costados observando lo que su líder veía. Frente a ellos había un lago. La obscuridad de la noche hacia difícil ver o seguir el rastro del que perseguían, sabían que ese había sido el rumbo que tomó pero aun así se mantuvieron cautivos. La superficie del lago se mantenía quieta; los troncos de árboles y grandes rocas que había dentro les indicaban que no era muy profundo. Con cautela se adentraron, se movían con sutileza causando el menor movimiento de agua posible.
Un ruido proveniente del bosque al otro lado del lago hiso que uno de los arqueros disparara su flecha hacía aquel lugar lo que provoco que una parvada de pájaros saliera volando. En ese momento bajaron la guardia y el que se escondía bajo las aguas salió. Con sus espadas atacó al primer arquero que tenia cerca, los demás reaccionaron enviando sus flechas a su objetivo pero el enmascarado usó al arquero como escudo humano haciendo que las flechas se insertaran en él. Lanzó una de sus espadas a otro de los arqueros quedando atravesada en su pecho y sin perder mas tiempo avanzo hacia los otros. Su teoría hacia sido correcta, los arqueros a distancia eran mortales, pero de cerca en un combate cuerpo a cuerpo no eran dignos rivales para él.
No le gustaba matar y lo evitaba a toda costa, si tenía que elegir entre dejar inconsciente o terminar una vida siempre escogía la primera opción, pero en algunos momentos no podía permitirse ser noble. En mas de una ocasión había tenido que elegir entre matar o morir, y por supuesto, la opción tomada le había permitido seguir un día mas con vida. El conocía a los maestros fuego, ellos no perdonaban, no daban segundas oportunidades, solo algunos tomaban prisioneros pero los que no contaban con tanta suerte veían su vida terminada; él sin embargo ya era un enemigo buscado por la nación del fuego, había visto los carteles de "Se Busca" del Espíritu Azul, si no moría a manos de sus captores de igual manera sería condenado a muerte por sus crímenes y sabía de sobremanera que aquellos arqueros no tenían pensado capturarlo con vida.
El último de los arqueros había caído, en solo un minuto había logrado lo que en media hora de persecución no pudo. Se dirigió hacia aquel que tenía su espada enterrada en su cuerpo cuando un dolor en su hombro casi provocó que se sumergiera en las aguas del lago por la fuerza con la que lo impacto. Una segunda flecha en su brazo le hiso gruñir del dolor, con rapidez desprendió la espada del cuerpo del arquero y en rápido movimiento evitó que una tercera flecha se clavara en su corazón, pero una se clavo en el costado de estómago y otra en una pierna. Que idiota, aquellos seis no habían sido sus únicos perseguidores, de entre las sombras del bosque, tres arqueros se dejaron ver, los tres apuntando a él. Ellos se habían quedado mientras que el resto del grupo se adentraba al lago. Habían dejado que murieran en sus manos solo para después atraparlo. Eso hiso enojar al enmascarado.
Apretaba con fuerza la empuñadura de sus espadas, calculaba sus opciones para salir de esa situación, realmente eran muy pocas. De pronto un ligero mareo lo golpeó. Era imposible que se estuviera sintiendo así, estaba cansado es verdad y aun con sus heridas no consideraba que estuviera perdiendo tanta sangre como para caer en la inconciencia o morir desangrado, amenos que... la idea lo golpeo con fuerza. Las puntas de las flechas estaban envenenadas; era eso o tenían un especie de droga. Comenzó a sentir un hormigueo en su garganta y lengua, su cuerpo se puso rígido incapaz de moverlo. Maldijo para sus adentros. Estaba jodido ¿Cómo rayos saldría de esta? ¿Realmente podía? Lo dudaba mucho.
Así que este era su fin... le resultaba muy difícil mantenerse en pie y casi sentía la totalidad de su cuerpo paralizado.
Los arqueros le apuntaron, sabía que no podía esquivar ese ataque. Malditos arqueros con sus trucos sucios. Las flechas fueron disparadas pero un muro de hielo se levantó frente a él haciendo que las flechas se quedaran clavadas ahí. Lo siguiente que escucho fue el movimiento del agua y el grito ahogado de los tres arqueros. El muro frente a él se deciso dejando ver una sola figura.
Flotaba sobre el lago, portaba un vestido que caía con suaves movimientos, el sombrero en su cabeza desprendía un largo manto traslucido que cubría su rosto y casi toda su figura, la neblina que la rodeaba le hacia ver etérea. Se acercó a él, a poca distancia se adentró al agua, y cuando quedo de frente colocó su mano en su pecho, no sintió el toque, pero si como suavemente lo empujaba hacia atrás. No puso mucha resistencia pues su cuerpo estaba paralizado y no tenía control sobre él, en lugar de caer de lleno al agua pudo sentir como suavemente quedaba flotando en la superficie, sus manos soltaron sus espadas pues ni siquiera era capaz de sostenerlas. Una de las manos del ser se coloco en su nuca mientras que la otra se mantenía en su pecho, esa mano de pronto se movió y se dirigió a una de las flechas que estaba en su brazo, sin perder tiempo la quito de un solo movimiento. El no sintió el dolor, a esas alturas no podía sentir nada en todo su cuerpo. Hiso lo mismo con el resto de las flechas.
No podía ver el rostro de tan extraña figura. Aun que el manto que cubría su cara no era muy grueso, la obscuridad no ayudaba tampoco, pero había otras cosas si podía distinguir, como por ejemplo, que se trataba de una mujer, la curvatura de su pecho se lo dejaba en claro, algo mas que notó era que su tez era de un color mas obscuro que su propia piel; también observó unas líneas rojizas sobre su piel que pintaban sus brazos desnudos. Siguió el rastro de las líneas a través del cuerpo de la mujer llevándolo a su rostro, para ese momento, un pequeño soplido del viento hiso que su velo se moviera y pudo ver un poco mas de su cara, vio pintura en el, pero había algo que realmente se destacó a pesar de la obscuridad, unos ojos azules brillantes.
El sonido del rasgado de una tela lo hiso desviar su atención, ella había roto la tela de su brazo para tener acceso a su herida. Después de eso vio algo que lo impresionó. La mano de la mujer brilló por el agua que la rodeaba y la colocó sobre su herida, poco a poco comenzó a sentir un frescor en su brazo y un hormigueo en el, por un momento pudo mover sus dedos. La mano que sostenía su nuca ahora cambió a su hombro, aunque no pudo ver sintió el mismo frescor y después un ligero hormigueo en su espalda, la sensación del tacto poco a poco había regresado a su cuerpo. Para ese momento ya no dudó mas. La persona que tenía frente a él era una maestra agua.
Una maestra agua que lo estaba sanando ¿Pero por qué?
Sabiendo que sus ojos estaban ocultos por la máscara volvió a su escaneo. Su ropa, las marcas en su piel, el velo... en ese momento algo hiso click en su mente. La Dama Pintada. Sonrió detrás de la máscara. La leyenda trata de un espíritu femenino con el poder de ayudar a otras personas, sanaba a los enfermos. No era estúpido, sabía que quien estaba a su lado sanándolo no era un espíritu si no una persona de carne y hueso al igual que él, pero ahí radicaba lo irónico del asunto. La Dama Pintada era una historia de la Nación del Fuego, sin embargo era una mujer de la Tribu Agua quien la estaba representando, por otro lado, el Espíritu Azul era un demonio del folclor de las Tribus Agua, un ser travieso que siempre hacía maldades tanto en el mundo de los espíritus como a los humanos ¿Y quien lo representaba en esos momento? Un maestro fuego. He ahí la ironía de todo.
Un suave toque en su estómago lo hiso traer a la realidad, su camisa, o lo que quedaba de ella, había sido levantada dejando su piel expuesta; los pequeños dedos tocaron cerca de su herida, pero también sintió como se desviaban por otras zonas.
¿Acaso lo estaba manoseando?
Sonrió de nuevo; no era por presumir pero su cuerpo estaba muy bien definido producto de sus entrenamientos. Si hubo una reacción ante eso por parte de la dama no lo notó, aun no podía ver con mas detalle su rostro pues el velo la cubría nuevamente. Lo sanó y ahora su mano comenzó a desabrochar sus pantalones. Su corazón comenzó a latir tan rápido que le parecía imposible que ella no llegara a escucharlo, quería decir algo pero no pudo, la parálisis aun estaba presente y de su boca no pudieron salir palabras, solo un pequeño gruñido que apenas pudo hacer con dificultad debido a su garganta cerrada.
- ¿Te he lastimado?
La suave voz lo desconcertó un poco, ella detuvo su tarea cuando lo escuchó. Pero el no podía decirle, aunque quisiera no podía.
- No puedes hablar ¿Verdad? – solo pudo gruñir a manera de respuesta.
La mano que estaba al borde de sus pantalones se dirigió a su garganta, bajó parte del traje dejando al descubierto su cuello, lo tocó suavemente. Después de un momento su mano subió a su mascara y su cuerpo se tensó, cuando sintió el jalón hacia arriba gruño de nuevo.
- No tengas miedo – susurro suavemente la mujer. Se acerco mas a él abriendo su manto y por fin pudo ver con mas detenimiento su rostro. Lo primero que llamo su atención fueron sus ojos, ahora que los miraba mas de cera se dio cuenta que eran de un azul intenso, sentía que podía ver a través de su máscara a sus ojos dorados. Había líneas rojas dibujadas en su cara, una media luna dorada estaba en su frente. Lo que mas le sorprendió es que se veía muy joven, tal vez incluso de su edad; los labios de color rojo se movieron en una sonrisa – Solo necesito... – hablo nuevamente mientras descendía a él y retiraba la mascara – Mas acceso a ti – la mascara solo se había desplazado un poco, dejando al descubierto su boca.
Ahora que se había movido su máscara los ojos de la misma habían cambiado de lugar impidiéndole ver que es lo que haría la mujer. Se sorprendió mucho al sentir unos labios en los suyos.
¿Qué diablos? ¡Lo estaba besando!
No es que se quejara, es decir, sus labios eran muy suaves; después de pasar la primera impresión él le correspondió el beso. Se movían de manera lenta, disfrutando el toque de cada uno, su cuerpo reaccionó al contacto, se sentía caliente y su corazón latía precipitado enviando sangre a todo su cuerpo, una parte de el agradeció aun sentirse bajo los efectos de lo que sea que le habían dado los malditos arqueros produciendo su parálisis, eso evitó que cierta zona de su cuerpo despertara, o al menos que se hiciera evidente; por otro lado maldecía que no pudiera mover su cuerpo, Oh como deseaba tocarla. La lengua de la chica toco sus labios suavemente pidiendo permiso para entrar en su boca, él no podía mover su lengua pero aun así le dio la bienvenida. Al abrir su boca sintió como se movía dentro de él lo cual lo excito a un más, el movimiento de pronto se detuvo y comenzó sentir como un líquido pasaba a su boca y de ahí a su garganta, el mismo frescor lo envolvió pero ahora desde dentro, descendiendo hasta su pecho. Sintió como su garganta se habría y poco a poco se descinchaba, se trago el agua que lo había estado sanando, por fin pudo mover su lengua y saludó con un movimiento la lengua de la dama que estaba aun unida a su boca, ella le respondió de igual manera continuando el beso. Por los espíritus que realmente besaba bien; después de un placentero momento ella se separó, fueron largos los segundos hasta que sintió que su máscara regresaba a su lugar pudiendo por fin ver a la dama que lo estaba sanando.
- ¿Mejor? – juró que lo escucho como un gemido.
- Sí.
Respondió con su voz gruesa ¡Maldición! Acababa de romper una de sus reglas. Jamás hablar. Se había dejado llevar al responder de manera automática su pregunta; pero que diablos, lo estaba sanando, lo menos que podía hacer es decirle que estaba haciendo bien su trabajo. Por otro lado estaba completamente excitado por culpa de un maldito beso, pero como negarlo, había pasado mucho tiempo desde la última vez que había tenido contacto con alguien del sexo opuesto, lo que le había sorprendido es que un solo beso había logrado que se pusiera de esa manera, ni siquiera había visto a la chica, al menos no por completo, su vestimenta y su pintura no dejaba apreciar si era alguien bella o si tenía una buena figura, aun así con solo ver sus ojos fue suficiente para cautivarlo y ahora que la había probado por desgracia quería más. No podía saber si había causado la misma reacción en ella. Su velo nuevamente cubría su rostro.
Sintió como sus manos volvían a la tarea anterior de quitarle los pantalones, curiosamente ya no le importó. La prenda descendió hasta sus rodillas, su ropa interior negra se ajustaba a su cuerpo como segunda piel, claro que si no estuviera paralizado habría una parte de su anatomía que resaltaría por mucho. La mano paso por la herida en su pierna detallándola con cuidado, lavó la sangre y casi sintió su corazón detenerse cuando su mano se deslizaba hacia el interior de su muslo. Esta mujer lo estaba volviendo loco.
- Eres la Dama Pintada – habló mientras lo sanaba.
- Y tu el Espíritu Azul.
No se sorprendió que lo supiera, pero si tenía muchas dudas respecto a ella, a diferencia de él, nunca había escuchado nada respecto a la Dama Pintada fuera de la Nación del Fuego, ningún rumor o noticia de su avistamiento por parte de lugareños.
- ¿Por qué me ayudas?
- Porque ayudo a los indefensos y heridos – le respondió con una sonrisa - Tu cuerpo aun está paralizado – sus finos dedos vagaron por su muslo subiendo a su cadera – No puedes moverte, pero puedes sentir ¿No es así? – ahora estaba sobre su abdomen duro tocando sus músculos marcados, eso provocó un pequeña gemido por parte de él – Veo que si.
- No pensé que a la Dama Pintada le gustaba jugar con sus pacientes.
- No pensé que el Espíritu Azul necesitaría de mis atenciones – miraba su cuerpo y eso solo lo éxito más, estaba seguro que le gustaba lo que veía – Dicen que eres tan sigiloso como una sombra, fuerte como diez hombres, tus espadas son tan filosas que el viento que producen puede incluso cortar a sus enemigos – su mano se detuvo en su pecho haciendo figuras en él – Fue un verdadero deleite verte pelear.
Eso lo impresionó un poco, pero también ya lo había pensado, logro ayudarlo justo en el momento en que vio que no sería capaz de evitar las flechas, lo que quiere decir que lo había estado observando. Después de sus palabras movió su mano y ahora todo su cuerpo a excepción de su cara se encontraba cubierto de agua, empezó a brillar, un cosquilleo se apoderó de él, después sintió como cada músculo se relajaba de manera extraordinaria, su cansancio desapareció y por fin tubo control sobre su cuerpo. Manipulando el agua hiso que quedara de pie. Se acercó a él colocando sus manos en su cadera, no lo había notado pero sus pantalones se encontraba en su lugar, no abajo en sus rodillas, ella toco la orilla de su pantalón, se estremeció por su tacto y se dio cuenta que lo estaba abrochando; una vez que terminó sus manos quedaron en su cadera, los hermosos ojos azules lo miraron atreves del velo.
- Cuídate Espíritu - acto seguido beso los labios de la máscara; se separo de él y cuando emprendía su retirada una mano la sujetó de su brazo haciendo que se diera la vuelta.
Ni por los mil demonios permitiría que se fuera sin su beso, cuando vio que planeaba irse no pudo evitar el impulso de traerla de regreso, en el instante en que la atrajo a él su otra mano ya había movido su mascara para dejar al descubierto su boca y besar a la mujer de nuevo. Respondió a su beso casi con la misma hambre que él; el sombrero estorbaba y ella misma se lo había quitado. La acercó mas a su cuerpo duro sintiendo la suavidad de ella. Gimió sobre sus labios cuando su lengua entró en ella y se deleitaba con el interior de su boca.
- No abras los ojos.
Le ordenó sobre sus labios jadeante, no había sido necesario decírselo pues ella ya tenía los ojos cerrados. Retiro la mascara en un movimiento rápido, libre de ella podía disfrutar mejor de la hermosa mujer frente a él. La besó con pasión, con disfrute y entrega, sentía que nunca antes había besado a alguien así antes, pero no se conformó solo con eso; sus labios descendieron por su cuello saboreando no solo su piel, también su aroma, mordió la carne suave y ella gimió en respuesta, las manos de su dama estaban en su cabeza sobre su largo cabello moviéndose con suavidad atrayéndolo mas hacia ella. Subió de nuevo a sus labios devorándolos con intensidad que ella también le regresaba, las pequeñas manos descendieron hasta su pecho y ahora ella se separo de su boca para continuar por la pálida piel del hombre que representaba al Espíritu Azul. Se sentían tan bien sus labios en su cuello y cómo suavemente lo mordía, atrajo su cara hacia él para besarla nuevamente. Después de unos momentos el beso bajó de intensidad y lentamente se saboreaban uno con otro, se detuvieron mas no se separaron, la acariciaba con su nariz rosando su cara deleitándose con el toque mientras la abrazaba a su cuerpo, manteniéndola pegada a él.
- Gracias – susurro sobre su rostro.
Ella sonrió - Si así es como das las gracias avísame cada vez que te hieran – ahora él también sonrió.
Las manos de la Dama se movían sobre su pecho y poco después comenzaron a palpar su abdomen duro, se acerco mas a él, a su cuello ronroneando suavemente, con un movimiento acercó su cadera a él. Su dureza toco su suavidad y eso solo lo éxito mas, captó el mensaje y moviendo sus manos a sus caderas la acercó aun mas a él haciendo pequeños movimientos mientras que ella devoraba su cuello. Se frotaba contra él con delicia, si las cosas seguían así no seria capaz de detenerse y tomarla ahí ¿Pero acaso estaba bien eso? Ni siquiera la conocía. No sabía quien demonios era la mujer detrás de la mascara. Un gemido por parte de ella mando al diablo sus divagaciones. El era el Espíritu Azul y ella la Dama Pintada, con eso para él fue suficiente para crear una relación entre ambos, al menos por ese momento. La beso de nuevo mientras sus cuerpos seguían con aquella pequeña danza placentera.
Un sonido los distrajo ocasionando que ambos miraran hacia el bosque. Una tenue llama se dejaba ver a lo lejos seguida de otras más.
- Maestros fuego – advirtió la chica. En ese momento y para su inconformidad se tuvo que separar de ella. Su máscara flotaba cerca de él y se la colocó, su compañera ya se había colocado el sombrero con el velo y con un movimiento de sus manos las espadas gemelas salieron del fondo del lago hacia su dueño.
- Son un grupo de reconocimiento, vienen a saber porque no han regresado los arqueros – aclaró él.
- Es una pena que no quede ninguno de ellos... Y que nos hayan interrumpido... – volteó a mirarlo y no tuvo que adivinar sus pensamientos porque estaba pesando de la misma manera, solo asintió con su cabeza.
Después de eso hiso aparecer una densa neblina alrededor de ellos extendiéndose por todo el lago y los alrededores.
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- ¿Realmente crees que estén con vida? Si lo estuvieran ya habrían regresado a la fortaleza – hablo uno de los soldados.
- Los arqueros Yu Yang tienen una precisión excelente, ellos nunca fallan.
- Pero estamos hablando del Espíritu Azul, nunca lo han atrapado... y hay algunos que piensan que no es humano...
- ¡Dejen de comportarse como niñas asustadizas! El Espíritu Azul no es mas que un vil ladrón que acaba de robar información importante del Almirante Zhao. Sus ordenes fueron claras, atraparlo vivo o muerto, si esos arqueros no pudieron entonces nosotros que somos maestros fuego no podemos fallar. Ahora sigan caminando o regresen y díganle al Almirante que fueron unos cobardes que no quisieron seguir sus ordenes.
Eso los calló y continuaron su camino, una densa neblina los cubrió evitando que pudieran ver frente a sus narices, uno de ellos se quejó de haber golpeado un árbol.
- ¿De donde diablos salió esta neblina?
- Esto no es normal...
Un grito hiso que la sangre se les helara.
- ¿Chan?
El sonido del movimiento de espadas hiso que se detuvieran, los soldados estaban aterrados. En la desesperación uno lanzó un ataque de fuego, las llamas se abrieron entre la neblina sin dar a un objetivo, entonces un grito ahogado y otro de los soldados había desaparecido.
- ¿Pero que...?
El casco del soldado cayo a sus pies. De entre la neblina una figura se dejo ver balanceando sus espadas.
Los gritos no se hicieron esperar haciendo eco en el bosque; algunos huyeron despavoridos alejándose del espíritu que los estaba atacando sin piedad. En su huida no se dieron cuenta que habían caído en el agua de un lago. Miraban hacia el bosque esperando que el que estaba de detrás de ellos no los siguieran, sin embargo no se percataban que una figura los observaba desde sus espaldas. La neblina se disipó un poco, fue entonces cuando uno de los soldados se atrevió a mirar hacia atrás. Se quedo petrificado por lo que veía, la figura de una mujer se encontraba flotando en el lago a cierta distancia de ellos, el viento movía sus ropas gastadas así como el velo que la cubría.
- ¿Un espíritu? – susurro uno.
Un movimiento de sus manos y el agua se agitó a su voluntad atacándolos sin contemplación. Todo termino en cuestión de segundos. Desde el bosque solo una figura emergió, la máscara azul observaba a la Dama sobre el lago, ella inclino la cabeza y el respondió de igual manera; se cubrió de neblina quedando lejos del alcance de la vista.
- Hasta pronto Espíritu Azul - le susurro la neblina.
Segundos después se disipó por completo dejando ver que ella ya no estaba. Su dama se había ido. Miro al cielo y pudo ver por la posición de la luna que ya era muy tarde. Todo había vuelto a la calma, solo se escuchaba el croar de las ranas lo cual le recordó algo. Se adentro de nuevo al lago y comenzó a recoger las ranas congeladas; al ver que tenía suficientes se adentro al bosque, en un árbol en especifico encontró la bolsa con los víveres robados, se la colgó al hombro y empezó el camino de regreso al campamento.
Estaba amaneciendo cuando llego a la ciudad en ruinas. Un gruñido animal llamo su atención, caminando con cautela se acercó; vio los restos de una fogata, un enorme animal peludo y dos figuras durmiendo en él. Se acercó al par en silencio, los ojos grises del niño que dormía se habían abierto y ahora lo miraban.
- Zuko... - susurro el chico con dificultad – Has vuelto.
Se quitó la mascara dejando ver la cicatriz en su rostro y sus ojos dorados, su cabello largo, que se había mantenido en una coleta alta pero ahora estaba desecha, se movió con gracia por el viento.
- Bienvenido – saludó Sokka – Appa y yo hablábamos de ti, el es tan gracioso.
Zuko suspiró, se quitó la bolsa y la dejo caer a su lado, después buscó en ella y sacando una de las ranas se la puso en la boca, hiso lo mismo con el pequeño monje.
- Chúpenlas, los curaran.
Ambos lo hicieron. Se dejo caer con pesadez sobre las patas del bisonte. Nunca le había parecido mas cómodo que en esos momentos.
- ¿Hiciste nuevos amigos? – preguntó Sokka.
Recordó a la Dama Pintada y sonrió - Tal vez...
- Que bueno.
Después de eso su mente divagó en su encuentro con la chica de ojos azules y labios suaves... lo había salvado y no solo eso, también había sanado sus heridas. Ella pudo haberle ayudado a curar el resfrió que había atacado a Sokka y Aang, pero no podía arriesgarse, Aang era el avatar y aunque le ayudó eso no significaba que podía confiar en ella, además, según la herbalista solo necesitaba las ranas para curar a sus amigos. Con el recuerdo de unos labios rojos y unas caderas que se movían placenteramente se quedó dormido con una sonrisa en su rostro.
Horas mas tarde escucharía sus quejas por haberlos echo chupar ranas y Sokka no dejaba de gritar diciendo que tenía algo en el interior de su boca a causa de eso. Si tenían la suficiente fuerza para quejarse significaba que estaban bien. Les mostro el botín que había robado, cuando Sokka vio la carne olvido por un momento el asunto de la rana y se concentró en comer.
- ¿Maestros fuego? – preguntó Aang mientras comía. El sabía que Zuko solo les robaba a ellos.
- Si, hacia el este tienen una fortaleza. Están lejos de aquí, pero aun así seria bueno que nos vallamos pronto.
- ¿No te habrán descubierto o si? – preguntó Sokka mientras devoraba la carne.
- Lo hicieron pero no creo que me sigan – sonrió – Realmente dudo que lo hagan.
- ¿Te enteraste de algo más? O solo robaste comida.
Mientras comía recordó la información que había obtenido mientras hurgaba en la oficina del comandante a cargo.
- Sí, hay algo que deben saber – su tono se volvió serio y ambos chicos lo miraban ahora con atención – Zhao estaba ahí, y no solo eso, esta reuniendo una flota para atacar el Polo Norte.
- ¿Qué? – exclamó Sokka.
- ¿Piensa atacar la Tribu del Norte? – Aang no parecía creerlo - Pero... ¿Es posible?
- No es imposible tampoco. Durante mucho tiempo las Tribus Agua se han mantenido fuera del alcance de la Nación del Fuego. Son fortalezas de hielo y están rodeadas por su elemento.
- Tendrías que ser un completo idiota para atacar – aclaró Sokka, pues durante toda la guerra su tribu habían resistido los ataques de los del fuego y con orgullo podía decir que nunca habían pasado la primera barrera de protección.
- Tienes razón, pero Zhao no es cualquier soldado, por lo que vi, planea reunir una gran flota para atacarlos. Si logra obtener un gran número de acorazados tal vez logre su objetivo.
- No podemos permitirlo – exclamó Aang – Tenemos que advertirles.
- ¿Y como planeas hacerlo? – hablo Sokka - ¿Quieres que Zuko mande su halcón?
- Mi halcón no puede ir hacia la Tribu del Norte Sokka.
- El no pero nosotros si.
- ¿Estas loco? – gritó Sokka - ¿Tienes idea de lo lejos que está el Polo Norte? Además estamos en busca de un maestro tierra Aang ¿No es mas importante eso?
- No, soy el avatar, mi misión no es solo terminar esta guerra si no también evitar que la Nación del Fuego siga destruyendo otras naciones – hablo con determinación.
- Zuko ayúdame a que entre en razón.
- En realidad estoy de acuerdo con él.
- ¿Qué? ¿Se han vuelto locos?
- Sokka ¿Qué crees que pase si Zhao logra vencer la Tribu del Norte? Los maestros agua son los opuestos naturales de los maestros fuego... Además no es que desconfié de su fuerza pero... antes de ser descubierto escuche decir a Zhao que tenía un plan secreto para vencerlos y el se escuchaba muy confiado en eso – Sokka parecía pensarlo - Por otro lado – agregó - Si tiene éxito ¿Cuánto tiempo crees que pase para hacer su objetivo a la Tribu del Sur?
Los ojos azules del guerrero se abrieron y Zuko estaba seguro de la respuesta que obtendría de él.
- Iremos – dijo sin dudar.
- Bien – hablo Aang - Ahora nuestro nuevo rumbo es el Polo Norte.
Los tres chicos estuvieron de acuerdo en eso.
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La puerta se abrió y entro a su casa. Dejo su bolso de viaje en la entrada sacando unos paquetes con sumo cuidado, se quito los zapatos y dejo que el frescor del piso de madera se sintiera en sus pies; caminó por la casa de estilo oriental, era grande con un jardín y estanque en el centro, era lo suficientemente espaciosa para albergar cuatro habitaciones, aunque en ese momento solamente estaban ocupadas tres.
- Bienvenida señorita.
- Hola señora Yang Ming – saludó a la mujer de mediana edad.
- El señor Mushi se encuentra en la terraza exterior.
- Déjame adivinar, bebiendo té – la mujer sonrió a manera de afirmación – Iré a verlo.
Caminó por un pasillo adornado con pinturas y pequeños jarrones con flores, habían pasado varios meses desde que se alojaba en aquella casa y casi ya la sentía como su hogar. Dio una vuelta y salió al jardín donde pudo ver al hombre de mayor edad sentado bebiendo tranquilamente una taza humeante de té.
- Veo que ya has llegado.
La chica se sentó frente a él.
- Y he traído lo que me ha pedido señor Mushi – extendió los paquetes dejándolos en la mesa, los ojos del hombre frente a ella brillaron con emoción.
- Oh, las hojas de té del jazmín blanco son una rareza, definitivamente será una gran novedad en la tienda de té.
- Me alegro haber podido traérselas.
- Lamento haberte echo ir en un viaje tan largo Katara ¿No sufriste de algún peligro verdad?
- No, todo estuvo tranquilo.
En efecto había sido un viaje largo. Mas de dos semanas de viaje hasta la herbalista que sembraba la rara planta de té.
- Me alegro escuchar eso – le sirvió una taza de té y ella lo bebió gustosa.
- ¿Cómo esta el mundo afuera?
- Igual, pero... escuché el rumor de que el avatar había vuelto.
- Si es así espero que sea verdad.
- ¿Cree que él le ponga fin a esta guerra?
- Eso espero querida, eso espero.
Se sumergieron en un silencio cómodo mientras bebían el té, Katara notó entonces que había un pequeño papel en la mesa, hasta ese momento no lo había notado pero había una bolsa con las semillas que solo se le daban a cierta ave.
- ¿Recibió una carta de su sobrino?
- Sí – su rostro se iluminó con una sonrisa.
A solo tres días de haber llegado a vivir con el señor Mushi vio como el halcón de rojo plumaje descendía al jardín, el señor Mushi le explico que eran pequeñas cartas de su sobrino. Katara solo podía pensar que se trataba de un soldado del Reino Tierra que peleaba en la guerra, no hiso mas preguntas al respecto pero siempre escuchaba gustosa cuando su anfitrión le hablaba de su sobrino Lee.
- Espero que este bien.
- Lo esta.
- También espero que regrese pronto. Me ha hablado tanto de él que ya creo que lo conozco sin haberlo visto en persona.
El hombre soltó un risa – Yo también espero verlo pronto, pero en estos momentos él esta ocupado en una misión mas importante.
Si, pelear en la guerra es importante, pensó Katara. Recordó entonces al Espíritu Azul. Su corazón se aceleró y casi podía sentir sus mejillas arder.
- ¿Paso algo interesante durante tu viaje?
- No mucho... bueno.. conocí a alguien.
- Oh... – ahora el rostro del hombre se vistió con una sonrisa un poco maliciosa – Un apuesto joven supongo.
- Si... – sonrió tontamente, su sonrojo aumentó, pero… en verdad no había visto su rostro, solo su boca, su estómago bien marcado, sus piernas y se había molido sus caderas sobre él – Bueno... supongo, yo... solo lo ayudé. Un poco...
- Espero que te haya dado las gracias de manera apropiada, no todos los días se es ayudado por una hermosa maestra agua como tú.
- Lo hiso... – ahora estaba segura que su cara parecía un tomate – Me agradeció de manera apropiada - y vaya que lo hiso.
Zuko estornudó con fuerza.
- ¿Estas bien? – preguntó Aang desde la cabeza de Appa.
- Si fue solo un estornudo.
- Alguien esta hablando de ti – exclamó Sokka desde el final de la silla – En la Tribu del Sur cuando alguien estornuda solo una vez quiere decir que alguien está hablando de esa persona.
- Solo existe una persona que puede estar hablando de mi.
La imagen de un hombre barrigón amante del té llego a su mente.
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Zuko se encontraba en la proa del barco, a sus trece años y con la ropa militar poseía un porte de guerrero, simplemente imponente. Iroh lo había estado observando por casi dos horas, el joven no se había movido ni un solo centímetro desde que se paro en ese lugar. Le preocupaba inmensamente lo que le había pasado.
Enfrentarse a su propio padre en un Agni Kai solo para que marcara su rostro de por vida y lo exiliara por el crimen de haber hablado fuera de lugar. Realmente recriminaba la conducta de su hermano ¿Qué clase de persona le haría eso a su propio hijo? Pero también recordó que Ozai nunca había sido benevolente, el nunca le reprochó el echo de que se convirtiera en el Señor del Fuego, después de la perdida de su único hijo no se creía capaz de tomar ese lugar, a decir verdad, no se creía capaz de hacer nada; fue en su sobrino, Zuko, que encontró un ligero consuelo, él nunca sería Lu Ten, pero lo amaba como si lo fuera.
En el momento en que supo que Ozai lo exiliaría de la Nación del Fuego, tomó la decisión de acompañarlo, fue la única ocasión en que se enfrento a su hermano menor, ni siquiera le pidió permiso, simplemente le informó que acompañaría a Zuko en su exilio. Ozai, a pesar de ser el hombre con mas poder en el mundo, no le negó aquella decisión a su hermano, de cierta manera, aunque lo considerara débil, Iroh no era una persona que se tenía que tomar a la ligera, no por nada tenía el titulo de Dragón del Oeste por haber matado al último dragón en el mundo y eso era algo que muy pocos lograban. Solo le dijo al final, que si pensaba regresar que lo hiciera trayendo al avatar. El único ser que podía detenerlo, el que por cien años se había mantenido oculto o tal vez había muerto, pero nadie lo sabía, darle aquella misión era ridícula para un apenas adolescente, pero solo así aceptaría nuevamente a su hijo y le restauraría su honor.
El ataque que recibió Zuko en su cara, solo demostraba el perfecto control que poseía Ozai, pudo haberlo dejado peor, pero incluso, no dañó del todo su ojo izquierdo ni la oreja, aunque quedara ligeramente deforme. Aun convaleciente Zuko había partido en un barco que Iroh había puesto a su disposición. El mismo había elegido al capitán y a los tripulantes. Hombres fieles a él de muchos años. En el momento en que partieron Zuko había permanecido inconsciente por la reciente herida. El médico del barco había declarado que se había infectado un poco pero estaría bien, lo malo era que su rostro quedaría marcado para siempre.
Cuando despertó Iroh le informó lo que su padre había decidido hacer con él. Lo había exiliado y solo podía regresar si atrapaba al avatar y lo llevaba frente al Señor del Fuego. Zuko permaneció en silencio al escuchar las palabras de su tío.
- Hagas lo que hagas, yo te seguiré Zuko – fue lo último que le dijo y lo dejo solo.
Horas después Zuko se había levantado y estuvo en la proa del barco, donde aun seguía, por horas, de pie sin hacer nada. Iroh sintió entonces que debía ir con él, se paro a su lado en silencio.
- Nunca fui perfecto – comenzó a hablar su sobrino - Azula siempre ha sido mejor que yo. Mi padre una vez dijo que Azula había nacido con suerte y que yo había tenido suerte de nacer – Iroh miro a Zuko con sorpresa, nunca pensó que Ozai le diría algo como eso a su propio hijo – Trate de superarme, de ser mejor – hiso una pausa - ¿Pero de que sirve obtener el aprecio de alguien que solo ve fallas en ti? Que te cree débil e inútil.
- Tu no eres débil Zuko – Iroh puso una mano en el hombro del príncipe.
- Tío, ¿Por qué decidiste acompañarme? ¿Por que preferiste estar en el exilio conmigo? – Zuko aun miraba el mar.
- Tu sabes que te quiero como a un hijo, te aprecio demasiado Zuko, y sin importar que ahora tal vez nunca regresemos a la Nación del Fuego, no me importará porque prefiero estar contigo que con tu padre.
Miró a su tío con su único ojo sano, la mitad de su rostro estaba vendado, el cabello largo del príncipe se movía por el viento en una danza suave.
- No pienso regresar a la Nación del Fuego.
Iroh abrió los ojos con asombro. No esperaba escuchar aquella declaración de su sobrino.
- Estas... seguro?
- Si, lo estoy – hablo con determinación – Si mi propio padre me hiso esto, es la prueba mas clara de que no me quiere a su lado y por ningún motivo pienso comenzar una búsqueda inútil solo para obtener su perdón. Si realmente me amara no me hubiese exiliado – Iroh entendió que la marca en su cara era castigo suficiente por su falta. Pero haberlo exiliado había sido algo mas exagerado. Especialmente porque Zuko era prácticamente un niño, solo tenía trece años, además de que era su primogénito. Pudo sentir el rencor en sus palabras y tenía todo el derecho de estarlo.
- Si eso es lo que has decidido, como te dije antes, yo te acompañaré – una ligera sonrisa se marco en el rostro del príncipe y el ex general también le sonrió.
De cierta manera, se sintió tranquilo de la decisión que había tomado su sobrino. Había sido algo que, en vista por todo el tiempo que pasó pensando en ello no había sido del todo fácil de decidir. Iroh sabía que Zuko poseía un corazón bueno y que en un futuro el esperaba que se convirtiera en un gran hombre, pero la opresión que generaba Ozai sobre y él y el constante hostigamiento por parte de Azula no era un ambiente favorable para el príncipe que poseía una lucha interna del bien y el mal dentro de él. Una pelea de opuestos que Iroh sabía a la perfección que poseía por la descendencia que tenía Zuko. Pero al parecer, subestimó a su sobrino, pues demostró ser mas abierto y deductivo y supo elegir por si mismo el camino correcto para él. Aun no estaba seguro hasta donde llegarían estando ahora los dos por su cuenta, pero sin importar que pasara, el siempre lo acompañaría.
- Tío – hablo después – Quiero que me digas ¿Qué fue lo que paso con mi madre?
Y desde entonces la habían estado buscando, ni siquiera Iroh sabía con exactitud porque Ursa se había marchado. En ese entonces el estaba llevando el duelo por su hijo. Cuando regresó a la nación del fuego Ursa ya no estaba, su padre había fallecido y Ozai había sido coronado. Pero ahora ayudaría a su sobrino en todo lo que fuera necesario.
Zuko se separo de todo aquello que lo unía a la nación del fuego. Cortó su cabello, al igual que Iroh y los dos comenzaron a andar por el mundo. Durante los primeros meses se movieron en barco, pero conforme pasaba el tiempo, se dieron cuenta que era mejor continuar sin la ayuda de la tripulación; en mas de una ocasión se habían enfrentado a maestros tierra, andar en un acorazado de la Nación del Fuego y ser atacados constantemente no era algo que ayudaba en su búsqueda, por lo que tío y sobrino decidieron continuar solos. Se despidieron del capitán y del resto de la tripulación. Iroh les pidió que mantuvieran en secreto la búsqueda que llevaban acabo. Y así los dos emprendieron su camino.
Habían pasado por un sin fin de aventuras, Zuko, pudo mirar desde otro ángulo lo que causaba la guerra. Dolor y sufrimiento. El odio que sentían hacía los maestros fuego era mas que justificado, por lo tanto la pareja tuvo que cambiar sus nombres, para su propia seguridad.
En mas de una ocasión, habían incluso peleado contra maestros fuego para proteger una aldea. Aquello a pesar de ser un acto noble, supo que no era correcto, buscar convertirse en enemigos de la Nación del Fuego no sería nada bueno, debían mantener un perfil bajo y no llamar la atención. Cuando Iroh se intoxicó a causa de una hoja de té fue cuando decidieron buscar un lugar fijo, un lugar seguro donde vivir y desde ahí continuar su búsqueda. Con ayuda del Loto Blanco lograron obtener documentos falsos y se fueron a Ba Sing Se, una de las ultimas ciudades libres del reino tierra. El trabajo formó parte fundamental para ellos pues sus reservas de dinero se estaban agotando y ahora debían sustentarse, aunque el éxito obtenido en la tienda de té había sido algo inesperado, pero muy bien aceptado.
De vez en cuando los integrantes de la orden le daba información a Iroh sobre alguna pista de donde podría estar la madre de Zuko y en cada ocasión el príncipe iba a comprobarlo. Pero como en todos sus viajes, todo terminaba en nada. En simples rumores… Hasta que cierto día recibieron una nota diciéndoles que la antigua princesa de la Nación del Fuego podría encontrarse en el Polo Sur.
- ¿Crees que ella se encuentre ahí? – el rostro de Zuko ya no mostraba la misma emoción y determinación que los años anteriores. Cada viaje resultaba en un gran fracaso y él parecía darse por vencido poco a poco.
- Nunca lo sabremos si no vamos y lo averiguamos. No tienes que darte por vencido Zuko, ella está ahí afuera, en algún lugar. Al igual que nosotros pudo haber cambiado su nombre. Seguirle el rastro no ha sido fácil, pero tampoco es una tarea imposible.
Después de deliberar un poco Zuko partió a los tres días de haber recibido el mensaje. Seria el viaje más largo que habría echo, pero aunque la duda y la incertidumbre lo agobiaran el no podía menospreciar el esfuerzo que hacían los de la orden por la búsqueda de su madre.
Varias semanas después de la partida de su sobrino recibió un mensaje de un miembro de la orden, lo que leyó le impresionó de sobremanera, el avatar había sido encontrado; en el le explicaba como un viajero había encontrado a un joven de no mas de doce años en un glaciar, un maestro aire, el pequeño no tenía conciencia de la guerra o lo mas importante, de la extinción de los maestros aire, al parecer y después de unas pruebas se supo que era el avatar y ahora se encontraba en la Tribu del Sur aprendiendo agua control.
"Debo mencionar mi querido amigo que el joven que lo encontró no ha querido separarse del pequeño maestro aire, fue el mismo quien lo trajo aquí, a la tribu y sin dudar decía que era el avatar a pesar de que el pequeño aun no parecía muy convencido de serlo. Tiene la edad de mi nieto, sus ojos dorados y su temple me hace cuestionar si en verdad es un ciudadano del Reino Tierra pues me recuerda a alguien que conocí en mi juventud ¿Tienes algo que declarar al respecto? Tal vez no, conociéndote seguramente no querrás darme explicaciones y siendo sincero no deseo saberlo, lo único que me importa en estos momentos es que el Avatar ha vuelto. Solo te queda decidir qué movimiento haremos."
Los días previos a la llegada de esa carta Iroh no hablaba mucho. Siendo un hombre de humor alegre que gustaba de las conversaciones se hiso notorio su cambio, solo por unos días con la llegada de una jovencita a su casa fue que mas o menos regreso a su forma de ser, pero el hombre del té estaba esperando algo, una carta que llegaría tres días después, una carta que lo hiso sentir el hombre más orgulloso del mundo. Su sobrino le había escrito, y así como años atrás lo volvía a sorprender.
"Estas palabras no me han sido fácil escribirlas pues no se como te tomes esta noticia. He encontrado al Avatar. Recuerdo tus palabras cuando yo, teniendo trece años fui exiliado por mi padre con la misión de encontrar a la única persona que se interpone en su conquista del mundo. Ahora lo tengo a mi alcance, es solo un niño, no es tan fuerte como imaginé que sería, un blanco fácil para la Nación del Fuego.
Tío, yo ya había tomado una decisión de renunciar a su búsqueda por una más importante, dejamos atrás quienes éramos para lograr el objetivo que me propuse y que tú humildemente decidiste acompañarme. Te pido disculpas pero ahora te diré que ese objetivo ya no lo seguiré más. Ahora hay otro motivo más importante que me está llamando.
Quiero que me perdones por la decisión que he tomado, pero aun si cuento con tu aprobación o no yo no cambiaré lo que he decidido hacer.
Ayudaré al Avatar a vencer a mi padre.
Sé que al tomar esta decisión me he convertido en un traidor hacía mi país y hacía mi padre. Pero esta guerra debe terminar. El equilibrio debe regresar al mundo y yo le ayudaré al avatar a conseguirlo. No quisiera arrastrarte a este destino, porque sé que cuando mi padre se entere mandará todo su poder sobre nosotros, ya suficiente has hecho por mi al acompañarme al exilio como para involucrarte en esto.
Jamás me perdonaría si algo llegase a pasarte por culpa mía.
En estos momentos tío él esta aprendiendo agua control, cuando termine yo me convertiré en su maestro y le enseñaré fuego control; lo acompañaré en su formación de los cuatro elementos. He decidido que este será mi camino. No te mentiré al decirte que no tengo miedo, pero si te diré que no me rendiré y pelearé con todas mis fuerzas para lograr mi objetivo.
Le pido a Agni que me ayude y me proteja en esta nuevo desafío."
Una lagrima bajó por su mejilla. Apretó la carta contra su pecho con una emoción que no podían describirse con palabras. Una sonrisa de genuino orgullo estaba en su rostro. No perdió tiempo y aun con el pulso tambaleante por la emoción respondió a la carta.
Y ahora solo quedaba esperar... esperar para ver de que otra manera cambiaria el destino de su sobrino.
- Ella es increíble.
Iroh salió de sus recuerdo y miró la joven frente a él con quien compartía una taza de té. Toph, una chica dos años menor que Katara había estado visitando la tienda pocos días después de la inauguración convirtiéndose en un cliente asiduo. Era ciega y siempre se preguntó Iroh como es que podía llegar tan fácilmente a la tienda sin ningún acompañante; aun así resultó ser una chica agradable y buena conversadora. A pesar de que visitaba la tienda a menudo no sabían mucho de ella y tanto Iroh como Zuko tampoco se molestaron en preguntar. Seguramente era la hija de un noble de la zona alta lo cual no estaba muy lejos de ser verdad pues vestía como uno. La amistad que se forjó con su sobrino era muy apreciada por ambas partes. En silencio Iroh agradecía que ese chica se convirtiera en alguien cercano a Zuko, el sabía con seguridad que Toph era el primer amigo verdadero que llegó a tener.
- Ya lo creo, gracias a ella el número de clientes ha aumentado.
La melodía del erhu se escuchaba en toda la tienda de té. Los comensales disfrutaban en un bajo murmullo del espectáculo de la interprete. El señor Mushi había mandado a construir un escenario para Katara justo enfrente del enorme ventanal que poseía una vista esplendida de toda la zona alta, había incluso quienes pedían reservación para las mesas que estaban ahí y ahora el privilegiado lugar se veía ocupado por la chica, nadie se quejó por ello, mientras ella tocaba Ba Sing Se fungía como su escenario de fondo creando un marco perfecto para su interpretación.
- Apuesto a que la mayoría son hombres ¿verdad?
Iroh sonrió, el sabía que esta chica podía ver, aunque de otra manera. Anteriormente la mayoría de la clientela era del género femenino y no era precisamente solo por el buen té que se servía, si no también por cierto mesero que ahí trabajaba.
- ¿Cuándo regresara Lee? – se atrevió a preguntar.
Sus viejos ojos observaron a la joven, podía notar impaciencia en ella pues extrañaba a su amigo; para ese momento ya habían pasado cerca de ocho meses desde que Zuko había partido.
- No se cuanto tiempo le tome a mi sobrino regresar de su viaje.
El Dragón del Oeste se dejó llevar por la hermosa melodía y el aroma del té. Había pasado cerca de un mes desde que recibió la última carta de su sobrino diciéndole que se dirigían al Polo Norte, no pudo evitar sentir un poco de preocupación por él pero por otro lado lo admiraba y se sentía orgulloso por el camino que ahora se estaba dirigiendo. Las decisiones que se tomaron hicieron cambiar el destino de una manera que nunca se había imaginado.
Toph solo suspiró resignada, extrañaba al chico delantal...
La música se dejo de escuchar y todos aplaudieron a la interprete; Katara bajo del escenario e inmediatamente después un chico se acercó a regalarle flores seguida de una invitación para salir, ella rechazó la invitación pero aceptó las flores por compromiso. Otro chico se acercó queriendo lo mismo y pronto se hiso un grupo rodeando a la chica. Inmediatamente Katara los despachó a todos de manera amable, tanto como su paciencia podía, después de un momento pudo acercarse a la mesa donde el señor Mushi y Toph se encontraban.
- Vaya Sugar Queen, creo que es un nuevo record ¿A cuantos idiotas despediste hoy?
- Cada vez se están volviendo una molestia – se quejo Katara, su faceta dulce pasó para mostrar una de desagrado.
- Lamento eso Katara, pero no se puede evitar, es tu culpa por ser muy bonita – agregó Iroh, inmediatamente Katara se sonrojó un poco.
- Ya lo creo – agregó Toph – Creo que incluso has superado al grupo de fanáticas del chico delantal. Al menos tu grupo de admiradores no son tan molestos como esas chicas fastidiosas.
- Oh entonces... Su sobrino es muy guapo señor Mushi?
- Oh sí, lo es. No es tan galán como yo lo fui en mi juventud pero tiene su encanto.
- Eso solo lo sabremos cuando regrese.
- ¡Sí es que vuelve! – Se quejó Toph – Ha pasado tanto tiempo, me pregunto qué es lo que hace que tarde tanto en volver.
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- Es un maestro fuego ¡NOS HAS MENTIDO! - Hank entró amenazante a la habitación seguido por otros maestros agua.
- Espera podemos explicarlo – trato de intervenir Sokka.
- ¡No! ¡El es un enemigo y debe morir!
- ¡Nadie tocará a Zuko! – gritó Aang poniéndose en el camino del guerrero, moviendo su bastón planeador de manera amenazante frete a los hombres de la tribu. Ante sus palabras los ojos de Hank se abrieron con asombro.
- Entonces es verdad, no solo es un maestro fuego, él es Zuko, el príncipe de la Nación del Fuego – reveló su gran descubrimiento.
Aang casi se reprendió por haber dicho el nombre de Zuko si pensar en las consecuencias. Pero ya no había tiempo de arrepentimientos, la identidad estaba expuesta, no sabría que pasaría a continuación.
A solo semanas de su llegada a la Tribu del Norte los maestros fuego llegaron. La invasión acababa de terminar; fue más duro de lo pensado pero habían logrado su victoria. Por desgracias Aang se había encontrado meditando, cruzando al mundo de los espíritus para entender mas su función como avatar cuando el ataque comenzó. Sokka lo había estado protegiendo todo ese tiempo. Zuko se había enfrentado a varios soldados y al almirante Zhao para evitar que su plan secreto se llevara acabo. En medio de la batalla había descubierto quien era y sin poder ocultarlo más luchó contra él usando su fuego control; había evitado que Zhao tomara al pez Koi que representaba al espíritu de la luna recibiendo el ataque de lleno en su pecho dejándolo gravemente herido. Por desgracia su pelea fue vista por otros maestros agua revelando que no era un ciudadano del Reino Tierra como les habían dicho y a sus oídos llegó también su identidad.
Cuando Aang lo vio inconsciente y malherido no pudo evitar entrar en el estado avatar, el espíritu del océano lo tomó y bajo su control venció al resto de la flota que atacaba la tribu dándoles la victoria.
Ahora Zuko se encontraba inconsciente siendo tratado por los curanderos, Sokka y Aang no se habían separado de él; pero en ese momento no sabrían como salir de esa situación. Sokka estaba cansado y tenía algunas lesiones, aun así mantenía su boomerang y hacha firme listo para atacar, él sin embargo estaba agotado, el estado avatar había drenado sus energías y no sabría cuanto duraría en combate, pero protegería a Zuko a como diera lugar.
- ¡Apártense de él! – exigió Hank - ¡O serán considerados traidores!
- No nos moveremos de aquí y no te llevaras a Zuko a ningún lado – hablo Sokka - Y si das un paso mas no dudaré en atacarte – advirtió moviéndose de manera amenazadora.
- Príncipe o no, me importará muy poco si no me obedeces.
- Puedes tomar tus ordenes y metértelas por...
- ¡BASTA!
Todos voltearon a ver a quien había gritado. En la entrada la princesa Yue se encontraba de pie, a su lado dos maestros agua la escoltaban. El ambiente era muy tenso, pero aun así se inclinaron de manera respetuosa ante ella mientras se adentraba a la habitación donde el avatar y sus amigos se habían estado hospedando.
- Dile a tus hombres que se retiren – se dirigió a Hank.
- ¿Qué crees que estas haciendo Yue? – hablo con exigencia a la que era su prometida.
- ¿Cómo se atreve a hablarle así a la princesa? – uno de los guardias lo reprendió – La princesa ha dado una orden y todos ustedes obedecerán.
Sokka sonrió por lo bajo. Los hombres de Hank obedecieron de manera inmediata, a excepción de Aang y Sokka que aun se mantenían en la misma posición.
- Ese hombre es el príncipe de la Nación del Fuego, debe ser llevado como prisionero.
- Esa decisión la deberá tomar mi padre y no tu Hank. Por ahora te pediré que te retires - a regañadientes se fue no sin mostrarle una mirada mortal al chico del sur.
- Princesa Zuko no es...
Yue levantó su mano en señal de silencio para el monje – No tiene que explicarme nada avatar, por ahora lo importante es la salud de su amigo ¿Cómo se encuentra? – la pregunta iba dirigida a la joven curandera que se encontraba atendiendo al príncipe del fuego.
- Recibió un fuerte impacto en su pecho, tiene quemaduras en todo su torso y algunos órganos dañados, no hay mucho que pueda hacer.
- ¿Quiere decir que él va a morir? – hablo con incredulidad Aang.
- Me temo que si...
Fue como un terrible golpe en el estómago, tanto Aang como Sokka sintieron sus tripas retorcerse ante aquella noticia seguida de un horrible estremecimiento que les recorrió la espalda.
- Aun hay algo que se puede hacer – Yugoda, la maestra curandera entró, saludo con propiedad a la princesa y observó al paciente con sus viejos ojos – Sí, el daño es grande y no pasará de esta noche pero... si usamos el agua del estanque de los espíritus tal vez pueda salvarlo.
Esperanza, aun había una oportunidad – pensó Aang.
- Esa agua solo puede ser usada para la familia real – aclaró la joven curandera.
- Y el es un príncipe ¿O no? – agregó la mujer mayor – La decisión es suya princesa, se necesita de la autorización de un miembro de la familia real para obtener el agua.
- Lo tienes – dijo sin dudar – Traigan agua del estanque de los espíritus y curen al príncipe.
- Yo iré por ella – antes de que pudieran decir algo más Aang ya había salido de la habitación con una ráfaga de viento detrás de él. A una velocidad asombrosa había ido y venido trayendo el agua consigo en un recipiente - ¿Con esto será suficiente?
- Lo es.
Después de eso, la curandera tomo el agua en sus manos y haciéndola girar en un disco la colocó en el pecho del príncipe. El agua brillo con un resplandor blanco y no azul como usualmente sucede durante la curación. Las heridas se estaban cerrando de manera asombrosa, la piel quemada era sustituida por nueva y los órganos internos sanaban. Una respiración profunda por parte del paciente les indicó que ya estaba fuera de peligro. Sus ojos dorados se abrieron.
- ¡Zuko! – Aang prácticamente se dejo caer sobre el para abrazarlo con fuerza - ¡Estas vivo! ¡Estas vivo!
- No lo estará si lo sigues abrazando de esa manera – le regaño Sokka. El monje se apartó un poco avergonzado – Vaya susto que nos diste hombre.
- ¿Qué paso?
- Peleaste contra Zhao, no es que sea mejor que tu, pero el jugó sucio, un golpe de fuego te impactó – explicó Sokka.
Y había sido verdad, aunque lo que lo hiso fallar mas que nada fue que, cuando peleó contra Zhao, Zuko ya se había enfrentado a mas soldados de la Nación del Fuego que ningún otro guerrero de la tribu; peleaba de manera formidable y no podían ganarle. El príncipe se había vestido con ropa de guerrero y junto con Sokka se pintaron como los guerreros Lobos del Sur, el maquillaje le permitía ocultar su rostro y ser reconocible, hasta que peleó contra Zhao.
Para ese entonces su cuerpo demostraba cansancio y la guardia personal del Almirante no fue fácil de vencer, no tubo opción que hacer uso de su fuego control. Zhao había quedado admirado pues pensaba que se trataba de otro guerrero de la tribu agua, pero conforme su pelea se dio acabo la pintura de Zuko se fue desvaneciendo y quedo a la vista su cicatriz, Zhao no lo pensó dos veces al verse cara a cara con el príncipe exiliado, su ataque se volvió más frenético diciendo que lo castigaría por ser un traidor, que después de su victoria llevaría ante el Señor del Fuego al avatar y a su hijo traidor, se llenaría de poder y gloria ante tal hazaña; pero por supuesto Zuko no lo permitiría.
Su encuentro terminó cuando, por una mala jugada por parte de Zhao, recibió todo el impacto de un puño de fuego en su pecho protegiendo al pez que representaba la luna. El dolor fue grande, cada vez que respiraba sus pulmones ardían y escupía sangre por la boca, realmente pensó que no lo lograría especialmente cuando todo se volvió obscuridad.
- Ya lo recuerdo... ¿Qué paso con la invasión?
- Todo bien, vencimos – hablo con alegría el monje. Una sonrisa se dejo ver en el rostro cansado del maestro fuego – Emm Zuko... – Aang se toco la parte trasera de su nuca – Ellos ya saben quien eres...
Esa noticia no le impresionó mucho, había peleado usando su fuego control delante de algunos maestros agua y por desgracia Zhao había casi gritado a los cuatro vientos quien era. Ahora todo podría cambiar. Si algún maestro fuego sobrevivió solo seria cuestión de tiempo para que su padre se enterara; aun así no temía por lo que pasara, tarde o temprano su padre lo sabría, por ahora importaba más como reaccionarían los de la tribu a él. No lo había notado pero la princesa Yue se encontraba ahí.
- Princesa... – trato de hablarle.
- Mi padre hablara después con ustedes; me retiro - sin más salió de la habitación seguida por sus guardias.
- Necesitaras descanso – hablo la curandera al terminar de vendar el pecho Zuko – Aunque ya has sido curado necesitas recuperar energías, el daño que sufriste fue muy grande.
Tenía razón, se sentía terriblemente cansado. Ni siquiera los entrenamientos con Aang lo habían agotado tanto como en esos momentos. Era extraño, cuando había sido sanado por la Dama Pintada su cuerpo había recuperado las energías, se había sentido completamente renovado como si nunca hubiera sido atacado, lo mas extraordinario es que incluso las pequeñas heridas que ya tenía también fueron sanadas, así como le habían dicho tal vez el daño había sido muy grande, debía de estar agradecido por sus atenciones.
- Gracias.
- Soy yo quien debería darle las gracias, aun siendo quien es, usted defendió mi tribu con el mismo valor y tenacidad que cualquier guerrero de por aquí, incluso mejor que ellos. Les doy las gracias a usted – miró a Sokka - Al príncipe de mi tribu hermana – volteó su vista a Aang – Y al avatar. Gracias – les hiso una reverencia, la joven curandera también lo hiso.
Los tres chicos se quedaron callados por las acciones de la mujer. Después se marchó junto con la otra curandera. Una vez solos Sokka dejó salir un gran suspiro.
- Eso fue intenso. Pero bueno, ya cumplimos nuestra misión, les advertimos, peleamos y ahora nos vamos – acto seguido tomo su mochila y comenzó aguardar sus cosas.
- ¿Qué? ¿Ya te quieres marchar? ¿Qué hay del reposo de Zuko? – el monje señalo a su amigo.
- Aang, Zuko puede descansar en Appa todo el viaje de regreso al Reino Tierra. Tenemos que irnos. No me quedare aquí a ver que decide ese idiota de Hank o el jefe Arnook con respecto a Zuko.
- Pero...
- Sokka tiene razón.
- ¡Pero ya no eres el príncipe de la Nación del Fuego! ¡Tu propio padre te exilió!
- Exiliado o no aun sigo siendo el hijo de mi padre Aang y resulta que mi padre es el Señor del Fuego, la persona que ordenó este ataque y causante de esta guerra. Si se quieren desquitar con alguien ¿Con quién crees que será?
- Ahhhg - Aang se había dejado caer sobre su cama con un quejido – Esta bien...
Una hora mas tarde comenzaron la huida. Afuera de su habitación había guardias así que tuvieron que salir por la ventana y bajar piso por piso desde la parte exterior del palacio, Aang simplemente se dejo caer y con su aire control tocó el suelo con suavidad, Zuko a pesar de su lesión supo bajar con maestría, aunque un poco mas lento, Sokka resbaló en el último peldaño lo que ocasionó que cayera en su trasero. Una vez fuera se encaminaron hasta el establo donde estaba Appa. La obscuridad de la noche estaba a su favor y por la reciente batalla muy pocos maestros custodiaban la ciudadela.
- Esto me recuerda a cuando salimos de la Tribu del Sur – hablo Aang.
- Todo por que Sokka quiso venirse con nosotros – agregó Zuko.
- ¡Oye! ¡Si el príncipe de la Nación del Fuego ayuda al avatar a terminar la guerra un príncipe de la Tribu Agua también lo hará!
- ¿Y por eso tuvimos que salir a escondidas durante la noche? – le preguntó Aang a manera de reproche.
- Ya se los había dicho, mi padre no me iba a dejar ir. Soy el príncipe, el siguiente en ser el jefe de la tribu, soy una persona muy importante.
- Claro... y nada tenía que ver con tu supuesto compromiso ¿verdad? – Aang recordaba a cierta chica que no se despegaba del príncipe del sur, aparentemente la chica sería su prometida cuando ella cumpliera los dieciséis y justamente la víspera de su cumpleaños ellos escaparon para iniciar la búsqueda de un maestro tierra.
- Guarden silencio – los calló Zuko.
Anduvieron con cautela hasta llegar a los establos. Había un par de guardias custodiando al bisonte, con un movimiento rápido por parte de Zuko y Sokka noquearon a los dos hombres. Appa los reconoció recibiendo con un lengüetazo a Zuko.
- Oh maldición Appa ¡Deja de hace eso!
- ¿Sokka? – se quedaron petrificados por la voz que se escuchó.
Una persona estaba en la entrada, la parka cubría su cuerpo pero una porción de cabello blanco se dejaba ver.
- ¿Yue? – los tres chicos se voltearon y vieron a quien estaba en la entrada del establo. Efectivamente era la princesa de la tribu, bajó su caperuza para que la pudieran ver - ¿Qué haces aquí? – el asombro dio paso al nerviosismo - ¡Nosotros no estamos haciendo nada!
Ella sonrió – Se lo que tratan de hacer, les he traído esto - dos mujeres entraron, una de ellas cargaba una bolsa que le entregó al príncipe del sur – Son alimentos y demás cosas para su viaje, espero que les sea de ayuda.
- Gracias – Sokka acepto la bolsa – No tenías que hacerlo.
- Lo hago porque quiero. Hacen bien en irse, mi padre y los demás hombres del consejo hablarían con ustedes por la mañana, Hank quiere proponer castigar al príncipe Zuko para enviarles una mensaje a la Nación del Fuego por habernos atacado – Zuko simplemente negó con la cabeza – Pero hay otros que no piensan así, ven el acto del príncipe como algo noble, sin embargo, mientras deciden que hacer con él lo mantendrían en la prisión. Iba a advertirles pero... supuse que ustedes ya habrían pensado en algo como esto.
La segunda mujer que acompañaba a la princesa era la curandera que trató a Zuko. Ella se acercó a él con una pequeña bolsa en sus manos.
- Son medicinas y vendas. No dudo que las vayan a necesitar.
Zuko la tomó – Muchas gracias – inclinó su cabeza de manera respetuosa.
– Y esto – de su cuello sacó un collar con un pequeño frasco colgando – Es agua del estanque de los espíritus, en caso de que lo necesiten para una emergencia, solo un maestro agua podría hacer uso de ella pero... quien sabe, es mejor estar prevenidos ¿No cree?
Zuko sonrió tomando el preciado recipiente. La imagen de la Dama Pintada llegó a su mente pero así como llegó se fue, que se volvieran a encontrar lo dudaba enormemente.
- La Tribu del Norte nunca olvidará lo que han hecho por nosotros. Que Tui y La los acompañe – les despidió finalmente la princesa
Sin más partieron de la ciudadela de hielo y nieve.
- ¿Y bien? Ahora hacia donde? – preguntó Aang.
- A Ba Sing Se – fue la respuesta de Zuko – Vamos por tu maestro tierra – Sonrió recordando a cierta chica ciega. Había sido tan estúpido, ¿Por qué no había pensado en ella desde el comienzo? Con una enorme sonrisa pensó en alguien mas, alguien que extrañaba enormemente. Ya había llegado la hora de ver a su tío.
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