DRAGON BALL Z NO ME PERTENECE. ES PROPIEDAD ÚNICA Y EXCLUSIVA DE AKIRA TORIYAMA.
Goten: 12 años
Gohan: 21 años.
PRÓLOGO...
Vacío.
¿Por qué está vacío?
Jugueteé con la cuchara, sujetándola entre mi dedo índice y corazón. Conté los platos que había sobre la mesa. Uno, dos, tres… ¿Por qué solo hay tres?
Miré de soslayo a mi madre, que tatareaba felizmente mientras nos servía el desayuno. Alcance una galleta de chocolate de la bandeja que acababa de depositar en la mesa y comencé a mordisquearla distraídamente, sin dejar de mirarla. Al cabo de un rato también tomo asiento, justo a mi derecha.
-¡Uahh! ¡Qué bien huele! –Mi padre entró tronando en la cocina, desperezándose como si fuera un gato. -¡Que hambre! …. ¿Uh? ¡Galletas caseras! ¡Chi-Chi eres la mejor!
A mi madre se le subieron los colores y se rio como lo haría una adolescente enamorada. Puse los ojos en blanco.
-¿A qué esperamos? ¡Se enfriará si no nos damos prisa! –Me revolvió el cabello con una mano, para darme los buenos días, después se dejó caer en la silla de madera que estaba a mi izquierda. No tardo en devorar cuanto había sobre la mesa.
Los observe alternativamente durante unos segundos, acabando por fijarme en el asiento que seguía vacío ante mí. Ya era raro que se retrasara tanto, porque normalmente él era el primero en llegar, pero lo que de verdad me extrañaba es que mi madre no le hubiera servido el desayuno. Raro, raro.
Mis padres seguían desayunando tranquilamente, como cualquier otro día. ¿No se percataban de que faltaba algo o, mejor dicho, alguien? ¿O simplemente lo ignoraban?
-Goten, cariño, ¿Qué te pasa? ¿No tienes hambre?
-¿Eh?...Ah, sí, claro…
Mi madre contemplo con el ceño fruncido el espacio donde se había perdido mi mirada unos instantes antes, aparentemente sin comprender que encontraba de interesante en esa silla vacía. Hundí la cuchara en el tazón con leche y me lo lleve distraídamente a la boca.
-Cielo… No le has echado los cereales.
-¡Ah, pues es verdad! ¡Jejeje! –Me rasqué la nuca mientras ella suspiraba y mi padre se reía discretamente.
Se inclinó sobre la mesa y agarro la colorida caja de cereales, vertiéndolos en mi tazón.
-Gracias… -Murmuré. Los cereales se hundieron poco a poco en la leche, provocando diminutos chapoteos. Removí la mezcla con la cuchara. Algunos discos de colores salieron a flote. Seguí observando como los cereales se hundían y al poco rato volvían a elevarse, una y otra vez, sucesivamente… Hasta que ninguno de ellos emergió de nuevo.
¿Por qué no decían nada?
-Esto… Mamá… ¿Dónde está Gohan?
-¿Gohan?
-¿Por qué Gohan no está aquí? ¿Ha salido? –Inquirí, señalando con la cuchara el lugar que solía ocupar.
-Goten… -Dejó los cubiertos en la mesa, junto a su plato. Me miró fijamente. -¿De qué estás hablando? ¿Quién es Gohan?
-Mamá déjate de bromas, ¿dónde está Gohan? –Por algún motivo el corazón empezó a latirme muy rápido.
Ahora mi padre también me estaba mirando. Ambos intercambiaron una mirada confusa.
-¿Te refieres a mi abuelo Gohan? Pero hijo, sabes que el murió hace mucho tiempo…
-No. Me refiero a Gohan. Mi hermano Gohan. ¿Dónde está? –Pregunte alzando ligeramente la voz. Cada vez me sentía más y más ansioso. ¿Qué demonios estaba pasando?
Mi madre posó su mano suavemente sobre la mía, observándome visiblemente preocupada. Yo la mire angustiado. Joder, esta broma ya está yendo demasiado lejos.
-Cariño, tranquilízate. –Siseó dulcemente.- ¿Por qué no te acuestas un rato? Creo que estas delirando… -Colocó su mano sobre mi frente, tomándome la temperatura-. ¿Estarás incubando un resfriado...?
Aparté su mano de mi frente de un manotazo y me incorporé bruscamente.
-¿Dónde está? –Repetí perdiendo finalmente la paciencia. -¡¿Qué le ha pasado?! ¡¿Dónde está Gohan?!
-¡¿Pero quién demonios es ese Gohan?! –Ella también perdió los estribos y golpeo la mesa con los puños, furiosa. -¡Deja de decir tonterías!
-¡La que está diciendo tonterías eres tú! –Me giré violentamente, agarrando a mi padre por los hombros. -¿Tú si sabes quién es, verdad? ¿Verdad? ¡Tienes que saberlo! -Sentía que se me saltaban las lágrimas. Mi padre me miro sin reaccionar, dejando que yo lo zarandeara como si fuera un muñeco.
-Goten… -Me asió por las muñecas y lentamente me alejo de él. Su gigantesca mano derecha se posó suavemente sobre mi cabeza, como solía hacer cuando era más pequeño para reconfortarme. Sentí algo de alivio mientras me sonreía dulcemente. Después se agazapó ligeramente, hasta quedar a mi altura. –No sé de qué me estás hablando…
No. No. ¡No! ¡Esto no puede estar pasando! ¡Esto no me puede estar pasando!
-Mientes… -Mi padre parpadeó confundido. -¡Mientes! –Lo empujé con todas mis fuerzas, apartándolo de mí. -¡¿Por qué estáis mintiendo?!
-Goten… -Mi madre intentó acercarse, pero yo retrocedí instintivamente.
-¡No me toques!
Era consciente de que estaba asustada. Lo veía en sus ojos. Terror… Y compasión.
-Hijo, tienes que tranquilizarte. –Mi padre posó su mano sobre mi hombro. Lo miré. Las lágrimas se deslizaban libremente por mi rostro. Él sonrió felizmente. Entonces me sentí furioso, muy furioso, tanto que sentí repugnancia de su contacto. Por un instante los odié. A ellos y a esas estúpidas miradas de compasión en sus caras. Me observaban como si estuviera loco. Pero yo no soy el que está loco. Yo no…
¿Por qué actúan así? ¿Por qué me hacen esto? ¿Acaso se están burlando?
-¿Cómo podéis decir eso? ¿Cómo podéis estar tan tranquilos? –Musité sin alzar la mirada.
-¿Decir el qué? –Preguntó mi padre con excesivo tacto.
-¿No es obvio? –Lo aparté salvajemente, haciendo que tropezara con sus propios pies y cayera sobre mi madre, derribándola también al suelo. -¡¿Cómo podéis haberlo olvidado?! ¡¿Cómo no podéis recordar a Gohan?! ¡Es mi hermano! ¡Mi hermano mayor! ¡Vuestro hijo, maldita sea! –No sabría decir en qué momento mi voz se había quebrado, pero tampoco me importaba, la verdad. Estoy asustado. Más de lo que he estado en mi vida. -¡Dejad de actuar como si no existiera!
-¡Quieres parar de una puñetera vez! –vociferó mi padre. Lo miré sorprendido. Jamás lo había visto tan enfadado, en realidad, jamás lo había visto enfadado, al menos no conmigo. Se me revolvió el estómago, porque sabía que esta vez yo era el motivo de su cabreo. -¡Gohan no existe!
"No existe" esas palabras se me clavaron en el corazón como cuchillos afilados. Trastabillé hacia atrás, sujetándome en el mármol de la encimera para no perder el equilibrio. Noté que me faltaba el aire y me sentí un poco mareado. Lo más probable es que me haya aplastado una apisonadora y yo acabó de enterarme.
-Y-yo… ¡Sois los peores padres del mundo!
No podía soportarlo ni un minuto más. Salté por la ventana, volando a toda velocidad hacia ninguna parte. Tengo que alejarme. Necesitó alejarme de esta casa.
-¡Goten, Goten, Goten! ¡GOTEN!
No me detuve. No importa lo mucho que mis padres griten mi nombre, no me detendré. Necesito… Necesito escapar de esto, buscar un refugio seguro donde pueda esconderme hasta que consiga aclarar todas estas ideas que se amontonan en mi confundida mente.
Me sequé las lágrimas con la manga del pijama, pero casi al instante nuevas gotas saladas volvieron a nublarme la vista.
Esto no puede ser verdad. Tiene que ser un sueño. Una broma. Una pesadilla.
Gohan… ¡Gohan no puede haber desaparecido!... ¡Esto no era lo que yo quería que pasara! ¡No lo decía en serio! ¡Estaba enfadado, lo dije sin pensar!... ¡E-esto no puede ser culpa mía! ¡No puede ser! Pero… Lo es, ¿verdad? ¿Qué otra explicación hay si no?... Si tan sólo no hubiese pedido ese estúpido deseo…
-Es culpa mía… Perdóname Gohan… Perdóname…
Una lágrima brillo a lo largo de mi mejilla, deslizándose hasta perderse en el vacío. Flotó durante unos instantes, balanceándose en el aire como una pluma. Finalmente se estrelló en el lago que se abría mudo e impasible a varios metros por debajo de donde yo pasaba, reprochándome con su silencio. Una única honda en el agua acompañó su caída.
...Creo que la única alternativa que me queda es ir a ese lugar... Quizás... Quizás puedan ayudarme...
