Antes que todo, quiero decir que ninguno de los personajes aquí descritos me pertenecen, salvo aquellos que no reconozcan. Harry Potter y compañía pertencen a una rubia multillonaria y yo no soy ni lo uno, ni lo otro. - Los personajes como sabemos a J.
Capítulo I - Una solitaria flor
Narcissa Malfoy recibió la taza de chocolate de manos de su elfina personal, la que le preguntó si necesitaba algo más.
-No, Corey, es suficiente, puedes ir a descansar no creo que necesite nada más esta noche.
-Que duerma bien señora.
-Gracias
Desde que perdió a su hijo los días festivos carecían de sentido, años atrás se habría sentido sorprendida de pasar la Noche Buena completamente sola. Primero en las grandes reuniones familiares de los Black, luego cuando se casó, en las fiestas que brindaba su marido. Y ahora, sola, con una taza de chocolate entre las manos, no en el salón principal, sino en la sala de la cristalera, llamada así desde siempre debido a su techo que permitía ver las estrellas. Esta noche estaba nevando, pero aún así el hechizo le permitía ver a Regulus, pequeño rey, la estrella más brillante de la constelación Leo, una de las cuatro "estrellas reales" mesopotámicas. A Sirius, también conocida como Alfa del Can Mayor, la estrella más brillante del cielo nocturno, no podía verlo, pues solo era visible desde el hemisferio sur. Pero sí podía ver a Bellatrix, la guerrera, y sí que había sido una guerrera, pero con los ideales mal enfocados. Para Narcissa, la familia estaba primero que todo, sobre cualquier decisión. Maldita la sangre, ella no veía la diferencia entre un sangre sucia y un mago de linaje. – Bah, sí hasta a veces son mejores hechiceros, el mismo Señor Oscuro era un impuro. ¡Habrase visto! Servir a un impuro. – Es cierto que ella consideraba que había ciertas cosas que nunca iban a cambiar, se sentía superior a otros, pues claro, era una Black, pero no le veía necesidad a matar a los sangre sucias. – Si no existieran, acabaríamos en la endogamia. Por algo ella se caso con un Malfoy. Una familia de raigambre, sí, pero con sus orígenes en el continente, en Francia.- Sirius, Regulus, Bella, Dromeda, ¡cómo han cambiado las cosas!
Había empezado la noche recordando a su Draco y al mirar las estrellas había recordado a sus hermanas y a sus primos. Todos con nombres de estrellas, como siempre había sido en su familia, menos ella, aunque podría decir que habían acertado, Narcisa, y es que era cierto que siempre había sido muy vanidosa, orgullosa de su nombre y su belleza hasta decir basta. Todos a excepción de ella misma y de Andrómeda, muertos jóvenes, muy jóvenes para su gusto.
Era cierto que nunca había sido demasiado afectiva, pero quería a su familia, y si se habían separado después era porque cada uno siguió sus ideas y porque ella siempre tuvo a la familia por delante, al igual que el pequeño Regulus, en eso podría decirse que se parecían, pero él tuvo la mala suerte de ser hombre, o de inmiscuirse demasiado. Según Bellatrix, el Señor Oscuro no tuvo nada que ver en su desaparición. – Ese pequeño zoquete, nisiquiera fue útil para realizar bien una misión, dejarse capturar, ¡un Black! – Pero no, Narcissa estaba segura que no, si hubiera caído a manos de un auror, se hubiera sabido algo de él, y ella conocía a Regulus lo suficiente para saber que era un mago muy hábil, increíblemente astuto y sobretodo muy cuidadoso, y además nunca estuvo muy de acuerdo con los métodos del Señor Oscuro, lo más probable era que haya hecho algo que hubiera incomodado a su Señor o descubierto algo. Pero, para que preocuparse por ello, nada los iba a traer de vuelta. Nunca más habrían esas Navidades en Grimaud Place, donde ella era la reina de la fiesta. Sí, ella, porque, Bellatrix, a pesar de su belleza, tenía un carácter de los mil demonios, y Andrómeda, exageradamente tímida, además desde cuarto año, paraba en las nubes, bueno, después supo el porqué. Ella, era la perfecta señorita Black, bella como ella sola, siempre obediente a sus padres, con los ropajes perfectos, con las maneras perfectas, con la sonrisa prefecta para sus abuelos y sus tíos. Nunca más, vería a los pequeños Sirius y Regulus, correr a recibir al tío Alphard, el tío favorito, y aunque su madre y su tía la hubieran escuchado, la habrían desaprobado, también para ella, era el tío favorito. Y es que pese a todo lo que Bellatrix decía, ella los quería, ellos eran el futuro de los Black. A ellas les correspondía casarse con un mago de otra buena familia y tomar el apellido de su esposo. Bellatrix, en cambio, consideraba que esos pequeños nunca debieron haber nacido, ella era la mayor de esa generación, ella era la que debía tomar el mando de esa familia y no Sirius.
Recordaba que estaba a punto de cumplir cinco años cuando nació Sirius Orion Black, y la verdad es que su muy esperado cumpleaños se vio algo minimizado por el nacimiento del heredero de la familia, el primer varón en los Black en mucho tiempo. En un primer momento se vio algo resentida por ello, pero al ver los ojitos del pequeño y cómo le gustaba tomar su dedo meñique con su manita, se enterneció. Un bebé siempre enternece a una niña de cinco años, y además ella seguía siendo la princesita de sus padres y abuelos, y su tío Orion, siempre la recibía con riquísimos dulces en Grimaud Place y con algún que otro pequeño guiño. Se dijo que era bueno que su tía Walburga no hubiera dado a luz niñas, para qué más, además los padres siempre las preferían niñas, así lo había dicho tía Cassiopeia. – Un varón que herede el apellido y se encargue de las finanzas, y las niñas para engreír y proteger.- Pero, así no pensaba Bella, con ella nunca estuvo muy de acuerdo.
Mientras veía caer la nieve, recordó cómo extrañaba su hogar al casarse y cómo conoció ese lugar de su nueva casa, que se convirtió con el paso del tiempo en su favorito, donde leía, tomaba el té y jugaba con su hijo, antes de que él partiera a Hogwarts. Tanto su marido, como su hijo, sabían que si Narcissa no estaba ni en su habitación, ni en la bblioteca podrían encontrarla ahí. Se casó a los 20 años, tres años después de dejar Hogwarts. –Ven, Narcissa, tengo un lugar especial que quiero mostrarte. – Tres días después del sonado matrimonio, estaba leyendo un libro en su cama, Lucius había asistido a una de sus frecuentes reuniones en el Ministerio y al regresar la había encontrado aburrida, desganada y con el rostro pálido, era cierto que no se había casado enamorado, pero ante todo se consideraba un caballero, y no era así como recordaba a la orgullosa señorita Black, así que pensó que esto podría animarla. Narcissa tampoco se había casado enamorada, pero sí deslumbrada, se consideraba muy afortunada de haber sido la elegida para casarse con el joven Malfoy, de buena familia, joven y muy guapo. Además le estaba agradecida porque no la había forzado a consumar el matrimonio aún, como había escuchado que era frecuente en muchas uniones pactadas, que eran lo más común en su círculo. Recordaba cómo había llorado una de sus primas lejanas Rosier al anunciarse su matrimonio con el viejo viudo Bulstrode, hasta su hijo mayor la superaba en edad ¡Habían sido contemporáneos en Hogwarts! La bella Margaret se tuvo que casar, ya que aquella rama de los Rosier había caído en desgracia y nada mejor que un matrimonio favorable para mejorar la situación, cabe resaltar que a pesar de que los Bulstrode eran sangres pura, no era un apellido tan respetable como el Rosier o el mismísimo Black. Se decía que, solo entre los familiares más cercanos por supuesto, que Margaret había llorado y le había suplicado a su marido que no consumaran la unión tan pronto, pero fue en vano y sus gritos en la cámara nupcial resonaron por toda la mansión. Meses después de celebrada la boda, Marcus Bulstrode regresó de su vuelta por el mundo, como solían hacerla muchos magos de su círculo al terminar Hogwarts, y se encontró con la sorpresa de que su anciano padre se había desposado con la bella y altiva Margaret Rosier, que iba un curso por debajo de él, en Hogwarts. Aquella joven de la que había estado perdidamente enamorado desde que empezó su sexto curso, pero con la que nunca había intercambiado más de dos palabras. Encontró a la joven en un ambiente hostil. Su abuela materna, que era de la misma generación de Hogwarts que su padre, trataba a la joven Rosier como una intrusa, una suplantadora que venía a sacarla del trono que ocupaba desde la muerte de su hija. La verdad que Marcus siempre se había preguntado por la manía de su padre de andar tras niñas, sí niñas, su madre fue 22 años menor que su padre, y con Margaret la diferencia de edad, aunque dable en su círculo, era considerada por él una aberración. Sus dos hermanos menores estaban en casa, por ser vacaciones de verano. Millicent, su hermana de 17 años, veía a la joven como la ladrona de atención que su padre debía brindarle a ella, además ahora los regalos que deberían ser suyos iban a manos de la otra, por lo que importunaba a Margaret y hablaba de fiestas y jóvenes delante de ella, cómo burlándose de que ella no podría participar de esas diversiones, y solo era un año menor. Millicent siempre había sido engreída y caprichosa y para su mala suerte muy parecida físicamente a su padre, a diferencia de sus hermanos. Parecía que la única compañía amable que tenía la joven era la del pequeño Ceaser, que pronto iba a abandonar la casa ya que estaba próximo a comenzar su primer año en Hogwarts. La primea esposa del viejo señor Bulstrode había fallecido al dar a luz al menor de sus hijos, y este era a ojos de su padre y su abuela el culpable de esta muerte. Su querido Marcus estaba aún en Egipto según la carta que había recibido, así que encontró en Margaret una bonita y amable amiga, más que agradable compañía. La muerte por infarto del señor Bulstrode tres años después del matrimonio fue muy conveniente para Margaret, antes de ser repudiada. Por lo que escuchó Narcissa comentar entre su tía Walburga y su madre, el viejo señor había regresado antes de tiempo de un viaje y había encontrado a su hijo en su cama. La madre de Margaret y Druella Rosier eran primas hermanas y las únicas mujeres en su familia, muy unidas, así que fue de ese modo cómo se entero la familia Black de esto. Solo Ceaser faltaba en casa en ese momento. Pero, se desató una tormenta, el señor Bulstrode le lanzó un cruciatus a Margaret y otro a su hijo, gritó en toda la casa, acusó a su suegra de ser una alcahueta, pero el infarto le ganó y no llegó a desheredar a su hijo y borrarlo del árbol familiar, ni tampoco tuvo tiempo para devolver a su esposa a su familia, si es que no le lanzaba un avada. La vieja señora, se pasó el mal trago y solo no condenó a Margaret por ser Marcus su nieto favorito, y ordenó que el secreto de la causa de la muerte no saliera de esas cuatro paredes, prohibió a Millicent abrir la boca, y esta con los ojos rojos y los puños apretados tuvo que morderse la lengua y nunca habló sobre ello porque el segundo perjudicado si esa historia se daba a conocer sería su hermano, al que a pesar de todo quería mucho. Pollux Bulstrode que nació ocho meses después de este incidente fue criado como hijo póstumo de Cyrano Bulstrode y medio hermano de Marcus, Millicent y Ceaser. Pero solo entre la familia se sabía que en realidad era hijo de Marcus. Margaret era cuatro años mayor que Narcissa, así que en Hogwarts solo cruzaban palabra para saludarse. Pero al casarse Narcissa, comenzaron a frecuentarse, además Lucius era amigo de Marcus.
En la escuela, Narcissa y Lucius, a pesar de ser Slytherins no habían tenido mucho trato, aunque claro hay que considerar que no estaban en el mismo año, y que además la señorita Black no hablaba mucho con los varones, salvo lo necesario, eso tal vez podría considerarse inapropiado. Lucius la llevo a la sala de la cristalera: -Sé de buena fuente que eras la mejor de tu clase en Astronomía. Y además en tu familia es una vieja costumbre colocar nombres de estrellas a sus miembros, bueno a excepción de ti bella Narcissa, y no creo que se hayan equivocado. - ¿Me estás diciendo vanidosa? Dijo con una pícara sonrisa en los labios. –De ninguna manera, pero no tendrías motivo para no serlo.
Se sentaron en uno de los sillones y se quedaron en silencio viendo al cielo durante algún tiempo.
No es tan grande como el gran comedor, pero el techo está hechizado para que durante las noches puedas ver claramente las estrellas, sin importar que haya una tormenta o este nevando.
- Mira, esa es Regulus, de allí viene el nombre de mi primo.
- Lo sabía, Astronomía no era mi asignatura favorita, pero tampoco puede decirse que era malo. Humm, y esa ¿cuál es?
- Etamin o Eltanin, la Draconis, la más brillante de su constelación. También conocida como la Estrella del Cenit.
- Muy bien, señorita, y podría decirme cual es la de allá, me parece más interesante.
- Jajaja, misma constelación, la αDraconis, antiguamente llamada Thuban, fue utilizada hace casi 5000 años como estrella polar. Los egipcios que hace más de cincuenta siglos construyeron sus famosas pirámides mostraron ser poseedores de unos conocimientos muy avanzados al abrir unas galerías que permitían observar desde su interior el polo norte que entonces apuntaba a Thuban. Ahora, desde las galerías de las pirámides, bueno si no estuvieran obstruidas, podríamos observar nuestra estrella polar actual, Polaris.
- Interesante clase acerca de las estrellas. - Dijo Lucius, cuyo rostro tenía una expresión de sorpresa.
- ¿Sorprendido? ¿Acaso pensó que al casarse conmigo, lo hacía con una boba que no sabe nada más que dar órdenes a los elfos domésticos?
- Gratamente sorprendido. Y he de decir que hubiera sido mejor alumno, si el profesor de Astronomía hubiera tenido una hermosa cabellera rubia y unos impresionantes ojos azules. – Narcissa se sonrojó al oír aquello y bajó sus pobladas pestañas castañas. A su marido esta acción le enterneció, con sus dedos rozó el rostro de Narcissa, y con su otra mano acarició sus lacios y sedosos cabellos. Ante la proximidad ella sintió latir a su corazón mucho más rápido de lo usual y sus labios se secaron por lo que se los humedeció con su lengua. Al ver esto y observar sus labios entreabiertos y su respiración entrecortada Lucius no aguantó más tiempo, tomó a Narcissa por la barbilla, obligándola a levantar la mirada, y la besó. En un principio fue lento, un roce de labios, mordió suavemente el labio inferior y d allí continuo suave y pausadamente como reconociendo cada lugar de la boca de su compañera. Poco a poco, el beso fue tornándose más apasionado, más agresivo, como era en sí du temperamento, y la señorita Black, ahora señora Malfoy, le sorprendió al seguirle el ritmo, entrelazando lenguas. Sus manos descendieron, siguiendo su talle y se aferraron a su cintura. Narcissa desordenaba sus entonces cortos cabellos y no pudo contener un gemido. El beso terminó tan suave como había comenzado, y ella no se sintió capaz de verlo y bajó la mirada, él la tomó de la barbilla y se miraron a los ojos. – Nunca pensé decirlo, pero besas increíblemente bien. – Ella sonrió y dijo: - Eso fue fantástico, aunque tampoco creo tener con que comparar. Lucius no pudo contener una carcajada por lo dicho por la azorada joven. –Pero aprendes rápido. – No pensé que fueras tan gentil, me refiero a que te has portado muy bien conmigo, no sé como… - ¿Eres mi esposa o no? Además ante todo está la familia. –Sí, ante todo está la familia. Dijo Narcissa, tomada de las manos de su esposo y levantó su mirada hacia el cielo viendo así las estellas, Lucius le siguió la mirada y agregó – Y esta pequeña y recién formada familia debe agradecer su primera conversación "interesante" a… α-Draconis. – A la constelación Draco a decir verdad. –Una de las más grandes si no me equivoco. – Exactamente. Lucius la acercó hacia sí y ella se recargó sobre él: - ¿Nadie se llama así en tu familia? - ¿Draco?, no, tampoco hay ningún nombre de las estrellas de esa constelación. Humm…, Thuban, Alwais, Rastaban, Eltamin, Altais, no, prefieron Draco, mil veces prefiero Draco. ¿Tú qué crees? – Draco…. suena bien. Se acercó a sus labios y volvió a besarla, esta vez dejó los labios y siguió la línea de la mandíbula, llegó a la oreja, a la que mordisqueó suavemente, y con voz ronca le dijo al oído: - Suena muy, muy bien. Narcisa que nunca se había sentido tan bien, y se aferraba a su marido con sus brazos a la vez que le desperdigaba pequeños besos por el rostro, rompió a reír, secundada por esposo. De repente, un elfo se apareció e inclinándose hasta que rozaba el suelo, anunció que la cena estaba servida. Cuando se casó con la señorita Black, al ser "sutilmente" recomendado por su padre, Luis Malfoy era consciente que no la amaba, le gustaba su altivez y su belleza, pero no la amaba, a partir de ese momento vio que podrían inventar, a su manera, un buen amor.
Y esta noche del 24 de diciembre del 2006, descalza y recostada sobre aquel mismo mueble, Narcissa veía pasar todo su pasado al observar las estrellas. Prefería estar sola que pasarla con su hermana Andromeda, ella le había invitado a pasar juntas otra vez la Navidad, pero cortésmente se había negado, sabía que su hermana la iba a pasar con su nieto en casa del joven Potter, seguro que el lugar estaría lleno de Weasleys también y no se sentiría muy cómoda compartiendo mesa con tantos "traidores a la sangre", cierto que el término había pasado de moda después de la guerra y para ella no tenía sentido, pero ellos seguían careciendo de clase. Y aunque el dueño de casa, Harry Potter, la trataba con gentileza y se dirigía a ella con cierto respeto, difícil de creer luego de haber tenido un primer encuentro de infeliz recordación en cierta tienda de ropa, y además le había repetido la invitación este año. Prefería permanecer en su casa, su hogar, donde había pasado terribles momentos, pero también el lugar donde había sido muy feliz.
Decidió que era hora de ir a dormir, se levantó y pisó mal, la taza se le cayó sobre la pequeña mesita y para no caer se apoyó en la misma con tan mala suerte que se cortó la mano y la sangre brotó de forma inmediata. – Maldita taza. Sangre, causante de tantas discordias, eres escarlata para todos, para mí, una Black, al igual que para un pobre Weasley o que cualquier sangre sucia. Causante también de mis desgracias, que ya no tenga a Lucius conmigo y que no estés entre mis brazos, mi Draco.
Con un movimiento de su varita y un reparo, la taza se reconstruyó y la dejó sobre la mesa, se arrodilló sobre la alfombra y se apoyó sobre el mueble y comenzó a llorar, no se preocupó por la herida, ya que la sangre había dejado de brotar, no era cosa grave. Solo los sollozos de la bella y ya mayor mujer interrumpían el silencio de aquella gran mansión en Wiltshire.
