"¿No te parece extraño?"

"¿Por qué te obsesiona tanto?"

Al principio, eran comentarios sin sentido para ella. Comentarios cuya respuesta era fácil de encontrar, y que dictaba con su penetrante y fina voz, mostrando todo el orgullo que su condición le permitía.

"Así es el amor."

"No lo entiendo."

"¿Cómo vas a entenderlo con tu forma de pensar tan simple?"

"Tampoco tú lo entiendes. Jamás te han amado."

A veces eran subidos de tono, claro que sí, pero era igual de fácil lidiar con ellos.

"Es suficiente que yo dé amor."

Y así, regresaba a su maletero para tener contacto con sus sueños. Cada noche acababa sumida en un silencio tan profundo como la oscuridad que la rodeaba, o más incluso. Cada noche era ella quien pronunciaba la última palabra. Era ella quien rompía la monotonía y lo absurdo de esas cortas conversaciones. Era ella quien decidía cuándo parar.

Ella creía tener el control.

"Explícame. Enséñame cómo es tu forma de pensar tan enfermiza."

"¿Cómo puedes hablar de amor?"

"Lo tuyo solo es obsesión."

"Explícame."

"Kirakishou..."

"¿Sabes qué se siente la tortura en su sueño?"

No. ¿Cómo podría saberlo? Dentro de su cabeza, ella mandaba. Nadie más que ella.

Esa misma noche lo conoció. Conoció el dolor. Conoció la sensación de ser dominada, de rendirse ante algo a lo que era ajena. Gritó, por supuesto que gritó; el detalle era que lo hizo en sueños, donde únicamente estaban ella y el silencio. Era horrible, sentir el aliento en su nuca, en su cuello, en sus oídos, en todo su cuerpo, era horrible. Era aun peor hundirse en el mar de la agonía y la desesperación. Era como caer en lo más profundo de un pozo, o como subir a la fría cima de una montaña: el aire se volvía pesado, y sus sentidos se nublaban y su movimiento desaparecía; pero el dolor permanecía invadiendo cada centímetro de su mente, y lo único que se le permitía hacer era mirar. ¿Qué miraba? Nada. Absolutamente nada.

Solo eran ella y el silencio.

Entonces, ¿qué era lo que sentía? ¿Qué estuvo sintiendo y escuchando todo este tiempo? Algo debía estar mal con ella. ¿Por qué Padre olvidaría darle un arreglo, si es que lo necesitaba?

"Porque no te ama."

Lo tenía. Llegar a la solución era igual de simple que contestar las cuestiones de esas voces.

Sus ojos estaban mal.

Se los arrancaría, y así podría hacer que la arreglaran.

Fue ahí que puso todo su esfuerzo en alzar su mano derecha. Sus dedos estaban tiesos, temblaban. Se retorcían a medida que luchaba por recuperarse.

Era molesto. Era realmente difícil sacarlo con todas esas gotas de agua saliendo de él. Aunque no lo fue tanto cuando decidió atravesarlo con una de sus enredaderas.

Perfecto. Ahora iba a pedir un arreglo, de este modo sus torturadores no la molestarían más.

Esa noche, Kirakishou fue testigo de dos cosas. La primera fue que sus esfuerzos no sirvieron de nada: esos susurros continuaban acechándola. Y la segunda fue que ya no importaba, porque, al verse por primera vez se dio cuenta que era más hermosa con esa flor en el lugar de una cuenca vacía y, por ende, del anterior orbe amarillo.

Era absolutamente más hermosa.


¡Hola, de nuevo! Alguien, por favor, aléjeme del angst, del drama, y de lo sin sentido. XD Le daré una uva de premio.

Bueno, orgullosa del todo no es que esté luego de acabarlo. Este escrito nació repentinamente cuando vi una portada que tenía guardada por ahí, así que enseguida abrí el editor de texto y escribí lo primero que vino a mi cabeza. Al acabarse mi inspiración, lo terminé de una manera muy simple, al menos para mí.

La verdad es que este, el foro de Rozen Maiden, es el único foro que sigo visitando en esta página. No sé por qué, pero me siento más cómoda siendo una simple lectora durante unos meses para después regresar con una historia pequeña que, para qué mentir, da mal rollo.

Como sea, gracias por leer. Cualquier idea para mi retorno en (creo) septiembre, es bienvenida.(? :3