¡Feliz cumpleaños, Kyoko-chan!
Descargo de responsabilidad: Contactar con Nakamura Yoshiki, Japón.
TIEMPO PARA CRECER
[25 de diciembre, muy temprano]
Los viejos hábitos son difíciles de matar, solía decir ella.
Y no importan los años que pasen, es cierto…
A veces, vuelve a ella algo de la vieja angustia. Agradar, agradar, conseguir la aceptación de quienes respeta, hacerlo todo bien a la primera, ser perfecta, perfecta… El vértigo entonces le alcanza y se queda sin aire, doblada en dos y boqueando para respirar.
Hasta que recuerda, como él le enseña constantemente (y porque también a él le costó aprenderlo), que la perfección no existe. Que todos tenemos nuestras heridas, nuestras debilidades, y que eso nos hace tan solo humanos. Que todos escondemos nuestras cicatrices, cuando deberíamos mostrarlas al mundo y gritar a los cuatro vientos "¿Ves mis marcas? ¿Ves mis heridas? Pues he sobrevivido. Y ahora soy más fuerte que antes".
Kyoko cierra los ojos y suspira, vaciando el pecho de anhelos amargos y recuerdos que siempre dolerán un poco. Pero puede con eso. Sí, puede sobrellevar esa carga. Les ha hecho un sitio en su corazón, un sitio chiquitito, donde guardarlos y no olvidarlos. Pero la diferencia con la Kyoko que antes fue, es que ahora no son lo primero en su vida. Ni lo segundo, ni lo tercero… Esta Kyoko que es ella sabe que solo le corresponde a ella misma, y a nadie más, sentirse orgullosa de sus pasos. Solo a ella le pertenece su destino. No tiene que ser perfecta, porque su imperfección es quien la hace ser cómo es. Y le gusta la persona que ha llegado a ser.
Kyoko, en conclusión, no es perfecta. Y es absurdamente feliz. Porque se ha aceptado por completo, porque ha abierto su corazón a las mil clases de amor que la vida ha puesto en su camino. Ni los cerrojos, los candados, ni siquiera aquella caja, son necesarios porque su corazón ya no vive en ella. Vive en aquellos a los que ama y que la aman a ella. Y sobre todo, porque se ama a sí misma.
Renovada y fortalecida, Kyoko deja atrás el antiguo miedo, se lava la cara para borrar sus huellas y se mira en el espejo. Sus ojos brillan y una sonrisa de completa dicha empieza a formarse en su cara.
Ella no es su madre. No tiene que ser como su madre. Jamás será como su madre.
Ella será una asombrosa y perfectamente imperfecta madre para la nueva vida que crece en su interior.
El mejor de los regalos…
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NOTA: ¡Feliz día de Navidad!
