La Batalla de Hogwarts


Estaba cansado. Cansado de él, de sus padres, de la guerra, del miedo, del dolor, de la soledad. Estaba muy cansado. Ya no importaba que pudiera pasar. Solo quería que termine. Que el miedo se extinguiera.

Necesitaba que ese dolor en el pecho, ese que lo mantenía despierto por las noches, de una vez se sellará. Necesitaba que Voldemort muriera. No podía aguantar un solo segundo de esa guerra. No tenía más fuerzas. No tenía más ganas de luchar. Solo quería poder dormir una noche en paz.

Extrañaba reírse, la tranquilidad. La felicidad era un recuerdo tan lejano que no podía recordar la última vez que río o escucho reír a alguien.

Se mentía. Si escuchaba risas, a menudo, pero las odiaba. Odiaba sus chillidos exaltados, odiaba el estridente sonido de sus carcajadas, le daban asco sus miradas enloquecidas.

Quería que alguien le pusiera un punto final a aquello. Necesitaba que alguien terminara esa guerra.

Ahora todos parados fuera del colegio veían a los mortífagos avanzar en su dirección. Él no iba con ellos. Cuando se retiraron no fue con ellos. Se quedó en el colegio. No tan irónicamente como podría pensarse, se sentía más seguro lejos de ellos. Sus antiguos compañeros no dudaban en mirarlo con desprecio, pero nadie, ni una vez, se metió con él.

Vio a Voldemort avanzar a paso firme, con una sonrisa, esa que tanto había llegado a aborrecer y temer. Detrás de él Hagrid cargaba algo. Cerró los ojos con fuerza. Una lágrima se escapó de sus ojos, dolida y rendida, necesitando salir y morir en su boca, morir como su elegido.

Escuchó los alaridos de Hagrid a los centauros. Habían matado a Harry Potter.

Un dolor le recorrió el pecho, tan real y tangible que el aire lo abandonó sin miramientos o contemplaciones. Un grito nacido desde el fondo de su alma quería salir de él. Uno roto y despiadado. Una furia animal, salvaje lo impulsó por su garganta y sin querer contenerlo lo soltó.

Todos los que estaban a su alrededor lo miraron incrédulos. Una mano se cerró sobre su brazo evitando que se viniera abajo. Pansy con los ojos llorosos lo sostuvo. Volvió los ojos llorando iracundo. Lo habían matado. Voldemort se lo había arrebatado.

Neville hablaba. Pedía que siguieran luchando. Que Harry Potter vivía en ellos. Lo dudaba, en su interior todo había muerto. El vacío era lo único que le quedaba. Eso y el brazo de su amiga de la infancia manteniéndolo en pie.

Un grito, uno asustado y generalizado lo obligó a mirar al frente. Neville ardía. Las manos de Pansy lo empujaron, intentaba ponerlo a salvo pero para él no había salvación posible. No la quería así existiera. Su amiga jadeo sorprendida. Lo soltó. Unas manos inmensas sustituyeron las suyas zamarreandolo con fuerza.

- Te lo divertí Draco -gruño un voz fuerte y mortífera- Te advertí que siempre iba a volver contigo.

Dos ojos verde esmeralda lo miraban desbordando adrenalina. Parpadeo creyéndose muerto. De alguna forma había logrado morir y estaba en el cielo.

- Malfoy -gruñó esa voz mirando algo detrás de él- Amor, estoy vivo, pero tenemos que pelear. Ahora es el momento de que pelees conmigo ¿si?

Negó con la cabeza, no le gustaba hablar de eso. Se suponía que al fin podían ser felices. ¿Porque hablar de guerras?

- Draco... -El moreno suspiró negando con la cabeza claramente apurado- Bien, estas shockeado pero este no es el momento -murmuró lanzando hechizos a su lado- Draco reacciona ¡joder que tengo una puta guerra que ganar!. -Gimió volviendolo a zamarrear.
- ¡HARRY! -la voz de Granger lo sacó de sus sueños.
- ¿Estas vivo? -preguntó incrédulo aferrándose a los brazos que lo sujetaban.
- Como siempre. -Sonrió y lo apartó bruscamente detrás suyo- Draco de verdad necesito que de una buena vez pelees.

Algo dentro suyo se removió. Inquieto intranquilo. Aún no estaba fuera de peligro. Vio lo que los rodeaba. Mortífagos huyendo, mortífagos peleando. Alumnos muriendo, alumnos resistiendo.

- Buen momento para recordarte que me dejaste sin varita -masculló estudiando a los mortífagos- más de la mitad huyen. Los que quedan son los mejores. Tiene que atacarlos de a cuatro como mínimo.
- Bien -dijo el morocho repitiendo sus palabras a los gritos- ¿que más?
- Macnair, es un idiota pero es muy bueno en combates. Pero descuida su espalda. Crabbe y Goyle son como sus hijos, no tengo nada más que pueda servirte. A Dolohov que no se acerque ninguno, diría que Flitwick podría con él, no estoy seguro, tal vez McGonagall. Greyback es un enfermo, ponle un cebo. Chica, linda y que parezca indefensa, si me lo preguntas, la Weasley puede con él. Rosier es mio.

El morocho asintió gritó apresuradamente lo que dijo y se volvió a verlo. Un grupo de alumnos los rodeaban protegiendolos. Le tendió una varita.

- No sé de quién es, pero más te vale usarla correctamente o yo personalmente voy a buscarte al mismísimo inframundo ¿me entiendes?-sus ojos cobran una tinte peligroso. El miedo en su voz era evidente.
- Lo mismo Potter -dijo agarrándolo del cuello de la sucia remera atrayendo a él- No te atrevas a volver a hacerme pasar por esto, o yo mismo acabo con los dos.
- Ni loco que estuviera Malfoy -se adelantó y plantó un rudo beso en sus labios- Te veo al final de esto Draco. -Prometió y con un grito todos fueron dentro del colegio.