— ¡Quiero un hámster!

Exclama a su novio Adrien que está sorprendido por su petición.

— ¿Un hámster? —él pronunció lentamente, ella asintió efusivamente— ¿Por qué?

Su voz sintiéndose desconcertada, herida.

—Porque son lindos y adorables —explicó Marinette— Hace mucho que deseo tener un hámster y ahora viviendo en este departamento para nosotros dos, seria lindo una mascota.

—Tienes a Tikki.

—¡Ella no es una mascota!

—Pero es linda como una —Marinette sintió algo en su pecho por ese halago a su Kwami— ¿Y no me tienes a mí? Soy Chat Noir, soy un gato... ¿Ahora me vengo a enterar que no te gustan los gatos?

—Adrien no es eso...

—¿Entonces qué es? No entiendo, Marinette para que quieres a un roedor, si me tiene a mí, su gato —Acercándose lentamente a su novia— Me cuido solo, voy al baño solo y siempre me veo adorable.

— Pero... siempre he deseado un hámster y tener tres hijos... —Marinette enrojeció al decir lo último que ciertamente no venía al caso, a pesar de que el deseo fue originado en conjunto. Adrien esbozó una sonrisa gatuna.

—Un hámster no le puede dar lo que yo daría —Sus narices se rozaban, tanto que en segundos, acortó su distancia y la beso suavemente, quedando al separarse el dulce sabor de sus labios impregnado— Además si tuviese ese animal, le prestaría más atención a él, que a mí.

Marinette comprendió con su beso que era un dulce y contundente no, notándose como estaba celoso por ese hámster hipotético.

—Y también... —continuó, su voz susurrante por la cercanía— Si quieres tanto un hámster y tres hijos... podemos empezar por lo último.

Sugirió picaronamente.

Marinette sintió sus mejillas enrojecer por la propuesta, que aceptó cuando los labios de su novio-gato viajaron por su cuello.