Capítulo 1: Primer día despierto
¿Cuándo "nace" verdaderamente un robot con inteligencia artificial? La gran mayoría de las personas a las que se les hace dicha pregunta, te responden que en el momento en el que son creados, en el que la máquina está completamente construida.
Sin embargo, ¿es correcta esa afirmación? Ciertamente, aunque el momento en el que el robot es construido es muy importante, no es ese el momento en el que el robot cobra vida.
Un robot nace cuando sus circuitos se encienden por primera vez, dándole la capacidad al robot de mirar a su alrededor, observar y, en definitiva, de funcionar.
El momento en el que este dorado animatrónico nació fue durante los años 70, más concretamente en 1978, una mañana de Abril. Miraba curioso a las criaturas humanas que tenía delante, quienes lo miraban de vuelta con unos ojos brillantes y una expresión jovial.
- Bien, se ha encendido. Y parece funcionar estupendamente, aunque bueno, lo ideal sería sacarlo al escenario en cuanto empiece el evento de este medio día. - dijo uno de ellos. Era un hombre de unos 40 años y llevaba un mono azul, gorra y había una caja roja con herramientas a su lado. Era un mecánico.
- No se preocupe, tenemos pensado mostrarles a los niños ambos animatrónicos en el día de hoy. En caso de que haya algún incidente, los tendremos todo el día bajo los focos.
"¿Ambos?", se preguntó entonces el dorado robot. ¿Significaba eso que habría alguien como él por aquí cerca?
- Ah, sí, el otro. Deberíamos ver si ese también se enciende. Solo por si acaso... - dijo el hombre del mono.
Ambos humanos se dirigieron entonces al otro punto de la habitación, y nuestro amigo robot giró la cabeza, viendo que había un animatrónico tan dorado como él en aquella misma sala gris. Tenía la forma de un conejo enorme, con una pajarita de color negro, como la que él mismo llevaba. Se acercaron a su espalda, activando sus funciones "vitales" y así fue como el otro abrió los ojos.
- ¡También se enciende! - dijo el mecánico. - Estupendo. - fue entonces a donde el primer animatrónico, recogió su caja de herramientas y se despidió del otro hombre. - Bueno, pues mi trabajo aquí queda hecho. Si hay algún problema, ya saben...
- Sí, sí, contactaremos con usted, no se preocupe. - aseguró el otro, yendo hacia la puerta y abriéndola para que saliese el mecánico. - Y dígame, ¿los desconecto o...?
- No, déjelos rondando por la sala. Toma su tiempo el re-conectarse cuando se apagan, y siendo inofensivos, puede dejarlos conectados por aquí.
Los dos humanos abandonaron la sala, dejando solos a los animatrónicos. El que tenía aspecto de conejo se miraba a sí mismo con curiosidad y luego ojeó la sala, encontrando así que no estaba solo. Pareció sorprenderse al ver a alguien tan parecido a él, solo que en vez de un conejo, se trataba de un oso dorado con chistera. Él no llevaba chistera, aunque sí una pajarita muy parecida a la de su compañero robot.
Tras un momento de silencio y desconcierto, el conejo se acercó al oso.
- Uh... ¡Hola! - dijo, alzando una de sus manos en señal de saludo. Tenía una voz de hombre, aunque esta era un poco aguda, era también suave y sonaba animada. Para ser un robot, era una voz muy peculiar la suya.
- ... Buenas. - contestó el oso. A diferencia del conejo, la voz robótica de éste era algo más grave, aunque no tenía un tono de voz intimidante. El conejo sonrió y lanzó una pregunta.
- ¿Cómo te llamas?
El oso meditó un momento la respuesta, la cual buscó en su memoria interna. Pocas cosas tenía el animatrónico ahí metidas, pero afortunadamente, lo que estaba buscando, lo encontró sin problemas.
- Freddy Fredbear. - de nuevo hubo un silencio entre ambos, hasta que Freddy preguntó de vuelta. - ¿Y tú?
El conejo estuvo un buen rato meditando, incluso cerró sus ojos, buscando la respuesta. Parecía que tenía problemas en "recordar". ¿Será que quizá, a diferencia del oso, él no tenía su nombre incorporado en la memoria?
- ¡Spring Bonnie! - exclamó de repente, sorprendiendo a Freddy.
¿Spring Bonnie? ¿Qué clase de nombre era ese? Era extraño, y no era un nombre sencillo de pronunciar.
- Ya veo... Encantado de conocerte. Supongo. - contestó Freddy.
- ¿Supones? - Spring Bonnie entrecerró los ojos, mirando dubitativo al dorado oso.
- Sí. ¿No se dice eso cuando conoces a alguien?
- Se dice lo de "encantado de conocerte", pero no lo de "supongo" - ¿había un tono de burla en la voz de Bonnie?
- Bueno, es que... No sé si me siento "encantado". Nosotros no tenemos la capacidad de "sentir", al fin y al cabo.
- ¡Pero nuestros circuitos reaccionan a los tonos de voz de los demás y a sus palabras! Cuando alguien nos dice algo, hay una reacción. No "sentimos", propiamente dicho, ¡pero tenemos una mecánica versión de ellos! - concluyó eufórico el conejo, mientras se sentaba en una caja grande de madera que había en el cuarto.
Freddy Fredbear rodó los ojos. No podía negar que su compañero tenía razón, pero no iba a compartir lo que pensaba con él. Imitando al conejo, el oso decidió sentarse en otra caja y observar con más detenimiento a su alrededor.
La habitación tenía las paredes de color gris, al igual que el suelo. Había ventanas que alumbraban la sala, pero aún así, daba la sensación de que el lugar donde se encontraban era melancólico y triste, puesto que no había muebles alrededor. Solo cajas, herramientas y repuestos para robots. Se encontraban en una sala trasera, pero eso los chicos no lo sabían.
¿Qué era lo que sabían, a todo esto? Freddy intentó hacer memoria, para ver qué tenía programado en su IA y en su memoria interna. Además de su nombre, se encontró con la programación de sus gestos y personalidad. Al parecer, según sus datos, Freddy Fredbear es la mascota de "Fredbear Family Dinner", un restaurante que organiza eventos para niños, como cumpleaños y otras celebraciones. Su personaje era el del líder de un dueto, donde él cantaba diversas canciones. Su personalidad era tranquila y paciente, agradable y amable, con un corazón de oro. Quizá a veces un poco gruñón.
El oso soltó algo parecido a un gruñido. Había palabras las cuales no entendía, o al parecer, no conocía su definición. Queriendo no centrarse en lo desconocido, hizo otro repaso rápido a lo conocido para asegurarse de que había entendido "su papel".
- Oye, Freddy. - dijo entonces Bonnie, sacándolo de sus pensamientos. - ¿Qué son los niños?
- Por lo que tengo entendido... Son a quienes debemos entretener en los cumpleaños y... Realmente... No sé mucho más.
- Aaaaah... - Bonnie miró hacia el techo, mientras que él también ojeaba en su memoria. - Según mis circuitos... Tenemos que ser buenos con ellos. Y quererlos... - recalcó esa última palabra y girando su cabeza hacia Freddy, volvió a preguntar. - ¿Qué significa querer, Freddy?
- No lo sé. - contestó el otro animatrónico.
De nuevo, un silencio sepulcral se hizo entre ellos. Pero no duró mucho pues Spring Bonnie volvió a hablar, sonriendo.
- Al parecer, tendremos un "escenario" donde actuar. Yo tocaré la guitarra. No estoy seguro de si lo haré bien, ¡pero estoy...! Estoy... - buscando la palabra más adecuada en su vocabulario, el robot exclamó. - ¡Nervioso!
- No puedes sentirte así. No puedes sentir.
- Lo sé, lo séeee... No puedo "sentir". Pero entonces... ¿Qué es...? - se miró las manos, sus metálicos párpados, entrecerrándose. - ¿Qué es esta... Impaciencia?
Freddy tan solo se encogió de hombros. Volvió a meterse en su memoria, a ver si podía encontrar algo sobre su compañero. No sabía muy bien porqué, pero tenía curiosidad por saber el papel que el conejo tenía.
... Espera, ¿tenía curiosidad? No, eso era imposible.
Afortunadamente, algo encontró en sus archivos sobre Spring Bonnie: se trataba del segundo miembro del dueto, la segunda mascota del restaurante, el "hombre" de la guitarra. Al parecer, la guitarra era un instrumento de cuerda que el conejo sabía tocar a la perfección para acompañar a la voz de Freddy Fredbear. Su personalidad era un tanto opuesta a la suya, siendo el conejo algo tímido al principio, pero cuando cogía confianza, era alegre, optimista y sobre todo, dulce y simpático.
Había algo en común entre ellos dos, algo relacionado con el color que llevaban.
Ambos tenían un "corazón de oro", un corazón capaz de amar a los niños.
Las horas pasaron aunque los animatrónicos no fuesen conscientes de ello. Estaban muy ocupados hurgando en sus propias memorias como para no darse cuenta de que el restaurante estaba activo. Los primeros olores de la deliciosa comida comenzaban a inundar el lugar, las familias iban llegando y los encargados del restaurante iban preparando el escenario.
Las orejas de Spring Bonnie se alzaron cuando a ellas les llegó un sonido para el robot, melodioso. Freddy hizo lo mismo, al percatarse de aquel sonido.
Eran... Voces de niños.
- Freddy... - comenzó a decir Spring Bonnie, maravillado ante tal maravilloso sonido. - ¿Qué es eso que oímos...?
- Parecen... Risas. - respondió este, también fascinado.
- Así que eso son "risas". Me gustan. - concluyó Spring Bonnie, sonriendo dulcemente.
Ambos robots cerraron los ojos, concentrándose en los sonidos que traspasaban las paredes. No podían entender nada de lo que decían las voces, pero... No les importaba lo más mínimo.
Pero al poco fueron interrumpidos, cuando un hombre entró en la habitación. Era una persona normal y corriente, con una estatura normal, una complexión normal... Lo único sobresaliente del individuo era el ropaje que llevaba: un uniforme de color morado con una placa dorada y una gorra del mismo color que la camisa y los pantalones. Acompañado a aquel color morado, había una corbata negra. Era el uniforme del restaurante.
- Em... ¿Chicos? - al escuchar la voz del hombre, ambos robots abrieron los ojos y lo miraron. - ¿Podéis presentaros?
El hombre debía hacer la prueba de que los animatrónicos respondiesen a los comandos de voz antes de sacarlos a escena, ya que, ¿cómo iba a sacar al escenario a dos robots incapaces de entender a los humanos?
Spring Bonnie fue el primero en levantarse.
- Soy Spring Bonnie.
- Yo soy Freddy Fredbear. - dijo Freddy después, levantándose también de la caja. El hombre sonrió.
- ¡Ah, perfecto! Chicos, seguidme, el espectáculo debe empezar ya.
El hombre los invitó a salir por la puerta, de acompañarle. Los animatrónicos parecieron dudar por un instante, pero finalmente, Freddy salió de la sala, siguiendo así al empleado. Al ver que si no se movía, se quedaría solo en esa triste habitación, Spring Bonnie también salió de allí, yendo justo detrás de Freddy.
Fueron conducidos a la parte de entre bastidores y poco después, al escenario, el cual estaba tapado con unas cortinas moradas. Una vez los animatrónicos llegaron a las escaleras, el hombre volvió a hablar.
- Bien, esperad aquí hasta que os llamen para subir al escenario, ¿de acuerdo? -ambos robots asintieron con la cabeza. - ¡Estupendo pues! Os explico brevemente, hoy se celebra vuestro debut en el restaurante, por lo que empezaréis un una canción vuestra propia. Después, le cantaréis el "Feliz Cumpleaños" a Jason, que es su cumpleaños hoy. Luego podéis hacer lo que queráis; podéis seguir cantando, o hablando en el escenario, y si os animáis a bajar a jugar con los niños, perfecto también. ¡Buena suerte! - y tras dedicarles esas palabras, el hombre se marchó, dejándolos solos de nuevo.
Una vez se marchó, los dos animatrónicos se quedaron en silencio, esperando a que alguien los llamara. Aunque de vez en cuando, cierto animatrónico, dudoso por aparecer, se iba haciendo preguntas a sí mismo en voz alta.
- Espero no meter la pata... ¿Y si me equivoco al tocar? ¿Y si no le gusto a los niños? ¿Y si...?
- Bonnie, ya para. - dijo Freddy, a punto de perder los nervios. ¿Por qué le programarían preocupación en sus circuitos? - Has sido programado para hacerlo bien, así que ten confianza. - dirigiendo su mirada a las cortinas, añadió. - Vamos a hacerlo genial.
Aquellas palabras fueron suficientes para tranquilizar a Spring Bonnie, o al menos, para hacerlo callar, pues no dijo nada más hasta que escucharon a alguien por los altavoces.
- ¡Y ahora señoras y señores, niños y niñas, el momento que todos estaban esperando! ¡Un aplauso para los nuevos animatrónicos y mascotas de nuestro querido restaurante! ¡Freddy Fredbear y Spring Bonnie!
Las cortinas fueron apartándose poco a poco, mostrando así el escenario a los robots que pacientemente habían esperado para poder ver. Freddy fue subiendo los escalones y contaba con que su compañero hiciese lo mismo. Sin embargo, el conejo, se quedó quieto abajo.
- ¿Qué haces? ¡Nos han llamado! - dijo Fredbear, llamando la atención de Spring.
- ... Es que... - el conejo bajó las orejas, al igual que sus párpados mostrando así un nuevo "sentimiento".
Miedo.
Fredbear suspiró y bajando las escaleras, tomó a su compañero por una de sus muñecas y lo arrastró escaleras arriba. Antes de que el conejo tuviese tiempo de quejarse, se vio encima del escenario, con un montón de miradas puestas en él y su compañero y el sonoro sonido de aplausos proveniente de adultos y...
Niños.
Los ojos de Spring Bonnie se abrieron por completo al ver a niños de 5 años de edad aplaudiendo eufóricos por su aparición, mientras que por las orejas del conejo se colaban el sonido de sus risas y sus ojos grababan las sonrisas en sus caras.
- ¡Hola niños! ¿Cómo estáis? - dijo entonces Freddy, con un tono jovial en su voz. Todos los niños gritaron al unísono "¡bieeeeen!", por lo que el oso sonrió y se presentó, levantando con una de sus manos su chistera. - Soy Freddy Fredbear y este es Spring Bonnie.
Los niños volvieron a aplaudir, haciendo que Spring Bonnie sonriese. Viendo una guitarra en el suelo, la tomó con sus manos y, de forma delicada, sacó un par de notas de ella.
- Oye Fred. - dijo entonces el conejo; el miedo había desaparecido. - ¿Qué tal si le dedicamos a estos preciosos niños una de nuestras canciones?
- ¡Esa es una buena idea! - respondió a Spring, sonriendo mientras miraba a la audiencia. - ¿Qué me decís, pequeños? ¿Os gustaría escuchar nuestras canciones?
Al escuchar por parte de los niños un enorme "¡SÍIII!", Spring Bonnie volvió a tocar la guitarra, aunque en lugar de un par de notas sacadas al azar, tocó una animada melodía, a la cual acompañó Freddy con su melodiosa voz y la letra de una hermosa canción.
La tarde no pudo ir mejor; los animatrónicos animaron la fiesta con canciones, pequeños chistes y conversaciones entre ellos que hicieron que los niños rieran a carcajadas e incluso ayudaron a los empleados a repartir la tarta del cumpleaños entre los pequeños infantes, quienes correteaban alegremente por la zona del comedor. Tanto adultos como críos adoraron la presencia de los robots y quedaron encantados con ellos.
Freddy había estado ayudando a los pequeños a moverse por el lugar, e incluso los había cogido en sus brazos con la suavidad con la que lo haría cualquier persona normal y se los ponía sobre los hombros, jugando con ellos a ser gigantes que observaban el mundo desde las alturas. Por otro lado, Spring se había sentado incluso con los pequeños en la mesa, y aunque él no probara la tarta o se pusiese a dibujar con ellos, sí que hablaba con ellos y les preguntaba sobre todo tipo de cosas; sus colores favoritos, sus comidas favoritas... ¡Quería saberlo todo! Y los niños estaban más que encantados de compartir aquella información con él.
Jason, el pequeño cumpleañero se marchó del restaurante, diciendo que iba a ser la envidia de todos sus amigos del colegio, porque había tenido la mejor fiesta del mundo mundial. Los invitados a la fiesta se fueron con una sonrisa en la cara y prometieron volver para jugar o para pasar el día con los animatrónicos.
Condujeron a los dorados personajes a la habitación trasera, donde habían despertado hace varias horas atrás. Se les indicó que debían ponerse en stand-by para que la noche pasase rápido y poder llegar así al día siguiente, igual de emocionante que lo había sido hoy. Les dieron las buenas noches y cerraron la puerta, no sin antes apagar la luz.
La luz de la luna se colaba por las ventanas de la sala, dándole así un tono más melancólico al que los robots conocían. Aunque la habitación pareciera triste, los dos no podían estar más encantados con el trabajo que se les había asignado. Tan lleno de energía, tan lleno de buenos recuerdos, tan lleno de emociones...
Spring Bonnie miraba un papel que tenía en sus manos. Era el dibujo de una de las niñas que había asistido al cumpleaños, un dibujo que esa niña le había regalado. Se había dibujado a sí misma con Spring cogidos de la mano en un campo de flores con un sol. No era el dibujo mejor hecho de la historia, la artista era una niña que apenas podía coger con fuerza el lápiz, pero... Para el animatrónico era perfecto.
- ¿Sabes? Estoy... Contento. - le dijo entonces a su compañero.
- No voy a negarlo... Yo también. - confesó el oso, quien tenía los ojos cerrados y una enorme sonrisa en la cara. Veía en su memoria todos los recuerdos con sus niños, grabados todos como si de un vídeo se tratase.
Spring Bonnie se le quedó mirando entonces en silencio.
- ¡Anda! - dijo entonces, riendo. - ¡Mister No Tengo Sentimientos está sonriendo porque está contento!
Freddy abrió uno de sus ojos para dirigirlo a Bonnie.
- ¿No puedo sonreír o qué?
- ¡No, no, claro que puedes! Es solo que... Pensaba que nunca lo harías. - añadió Spring Bonnie, volviendo a reír.
El conejo se puso de pie y se puso a buscar algo entre las cajas y dentro de ellas.
- ¿Qué haces? - preguntó Fredbear.
- Estoy buscando... Algo con lo que las personas pegas cosas. ¿Celo, se llamaba? ... ¡Ah! - con una de sus manos, cogió un pequeño rollo de celo e intentó partir un trozo.
Sin embargo, con los dedos tan grander que tenía, era una tarea complicada. Y cuando por fin conseguía despegar una tira, se le caía al suelo el rollo entero, o se le quedaba pegado entre los dedos al intentar cortarlo. ¡Incluso intentando evitar que se cayese el celo, el propio Spring Bonnie se cayó al suelo! Freddy no podía dejar de reír.
- ¡Oye, no tiene gracia! - dijo Bonnie, con un tono de molestia en su voz. Poco después, puso recomponerse y cortar un trozo de celo. Con él, pegó el dibujo de la niña en la pared, dándole así un poco de color a la sala. - Queda perfecto...
Ambos robots se quedaron mirando el dibujo, cautivados por los colores que este tenía. Se quedaron en silencio hasta que Bonnie lo rompió.
- Oye Goldie... ¿Puedo llamarte Goldie?
- No. - contestó de forma áspera Fredbear.
- Goldie... - haciéndole caso omiso a la contestación del otro. - ¿Van a ser así todos nuestros días?
- Que te he dicho que no me llames así...
- Pero dime... ¿Lo serán? - volvió a preguntar el conejo, insistiendo en conocer la respuesta a su cuestión.
- ... Sí. Muy probablemente. ¿Por qué lo preguntas?
- Porque... Me aterra pensar que algún día, eso se acabe... - confesó Spring, bajando las orejas. - Que ya no pueda volver a ver a los niños, que ya no pueda tocar la guitarra... De que, por algún motivo... Todo... Desaparezca...
Freddy se quedó pensativo, mientras Bonnie volvía a dirigir su mirada en su dibujo. La preocupación de su amigo era grande, y lo cierto era, que la entendía y en parte, la compartía. El día de hoy había sido demasiado perfecto, y pensar que algún día, dejarían de tener unos días así...
El oso se levantó de donde estaba sentado para acercarse a su compañero y le puso una mano sobre el hombro. Spring Bonnie lo miró a los y Fredbear, devolviéndole la mirada, habló.
- No deberías preocuparte por eso ahora. Lo único que debería preocuparte es el día de mañana y solo mañana, que es el futuro más cercano que tienes. ¡Más te vale mañana darlo todo cuando vengan los pequeñines a jugar!
Spring Bonnie parpadeó un par de veces, sin dejar de mirar sus ojos azules. Por alguna razón, aquella mirada le inspiraba algo... ¿Confianza? ¿Seguridad?
Dejó soltar un sonido parecido a un suspiro y sonriendo, contestó.
- Tienes razón. Mañana es lo único que importa. ¡Mañana vendrán más niños con los que jugar! Gracias Goldie.
- No vas a dejar de llamarme así, ¿verdad?
- No, creo que te queda muy bien el nombre. ¡Te va a juego con tu color! - añadió, riendo.
- Yo podría llamarte de la misma forma, Golden Bonnie. - dijo Freddy, burlón.
- ¡De eso nada! Si vas a llamarme por otro nombre, trabájatelo un poco más. No me copies la idea de MI maravilloso mote para ti.
Bonnie volvió a reír y entonces, mirando a Freddy, se despidió de él.
- Ya escuchaste, ¡toca ponerse en stand-by! ¡No puedo esperar a mañana! - hizo una pequeña pausa, y con una sonrisa de lo más dulce, añadió. - Buenas noches, Goldie.
A los pocos segundos, los párpados de Spring Bonnie se bajaron por completo, escondiendo así sus verdes ojos y "descansando" para afrontar al mañana. Freddy, sin embargo, tardó un poco más en ponerse en stand-by, puesto que quería volver a ver el vídeo que tenía guardado en sus recuerdos.
Más concretamente, el momento en el que él y su compañero subieron al escenario y cantaron su primera canción juntos. Al principio Bonnie estaba nervioso, pero en cuanto se soltó, ¡qué melodía más maravillosa salió de su guitarra! También se sorprendió a sí mismo, pues no se imaginaba que su voz fascinara tanto a adultos como a niños, quienes callaron enseguida en cuanto empezó a cantar, cautivados por el dorado oso.
Las sonrisas, la melodía, la voz, la música, los niños, el restaurante...
Y Spring Bonnie.
Freddy se puso finalmente en stand-by, esperando que las preocupaciones de su compañero no fuesen más que eso; tontas preocupaciones.
Porque lo que había vivido en su primer día "vivo" en este mundo... No quería perderlo por nada del mundo.
