Capítulo 1
Vamos a hablarlo
-Muy bien, antes de empezar la primera sesión voy a hacer un recordatorio amistoso: no estamos aquí para echarnos en cara lo malo, sino para afrontarlo y hacer todo lo posible para corregirlo y salir adelante todos juntos. Lo importante es el vínculo que os une, que es lo que hay que cuidar; ahora mismo está dañado, pero con mi ayuda podremos sanarlo adecuadamente ¿de acuerdo?
-De acuerdo.
-Supongo…
-Maldita sea, Ronald ¿¡es que acaso no puedes mostrar interés por una vez en tu vida?!
-¡Ya he dicho que sí, no me presiones!
-¡No, has dicho "supongo" a desgana, no es lo mismo! ¿Lo ve? ¡A esto me refiero, es desquiciante!
-¡Pero deja hablar a la mujer!
Antes de que la cosa fuera a más, la terapeuta levantó una mano y los dos guardaron silencio, lo que ella aprovechó para hablar.
-Vale, tranquilidad, haya paz. La hostilidad es el punto de partida, esto en parte es normal, pero no debemos dejarnos llevar por ella o sucederán cosas como esta. La discusión es parte del proceso, de hecho todas las parejas discuten alguna que otra vez, pero siempre que se consiga llegar a un entendimiento por las dos partes, al final desemboca en algo mejor.
Ante eso los dos se quedaron callados, sin decir nada más; la terapeuta aprovechó entonces para continuar.
-Bien, ahora vamos a conocernos todos un poco mejor ¿de acuerdo? ¿Qué hay de ti, Hermione, a qué te dedicas?
Ante esa pregunta la mujer respondió de seguido, sin mostrar duda al respecto.
-Soy funcionaria, trabajo en un ministerio.
-Oh, qué bien ¿en cuál?
-En el ministerio de exteriores.
-Una buena posición, por lo que veo… ¿y qué hay de ti, Ronald?
-Ah, esto… fui funcionario un tiempo, pero ahora soy… empresario, sí, eso, empresario, llevo una tienda de artículos de broma con mi hermano…
-Vaya, interesante… ¿tenéis hijos?
-Sí, un niño y una niña-murmuró Hermione.
-Hugo y Rose…-añadió Ron, con gesto distante.
-Vale, esto también es muy importante, el cambio debe de ser motivado por parte de la propia familia, que es el principal motor para mejorar y seguir adelante. ¿Dónde están ahora?
Ron quiso responder, pero Hermione se adelantó enseguida.
-Se encuentran dando clase en un prestigioso internado escocés.
Ante esa información, la terapeuta torció la boca mientras comenzaba a tomar notas, frente a ese gesto Ron inquirió al respecto.
-¿Qué pasa, hay algún problema?
-No, no como tal, es sólo que la distancia en la familia dificulta un poco el proceso de mejora, pero no tiene por qué ser malo. Aun así es algo a tener en cuenta.
-Entiendo…-murmuró Hermione.
-Pues yo no ¿qué problema hay en que los niños vayan a… un internado? Te recuerdo que nosotros dos también fuimos y nos conocimos allí-murmuró Ron, con gesto molesto.
-Ronald, eso no viene el caso, estamos aquí para hablar de nosotros, no de los niños…
-Ya, vale, pero no he venido aquí para que una desconocida ponga en duda la educación de nuestros hijos…
Hermione puso los ojos en blanco, tratando por todos los medios de no entrar al trapo, a lo que la terapeuta asintió tomando notas; sin embargo Ron lo vio y masculló.
-¿Qué pasa, cuál es el problema?
-Ninguno, señor Weasley, tan solo tomo notas de lo que veo…
Ante eso Ronald se quedó callado, aunque con un gesto molesto dibujado en su cara; la terapeuta aprovechó el momento para hacer un inciso.
-Vale, ahora que nos conocemos un poco mejor vamos a empezar haciendo un pequeño ejercicio. Empecemos por ti, Hermione, quiero que te dirijas a tu marido y le digas todo lo que no te parece bien de él y su comportamiento. En cuanto a ti, Ronald, no digas nada y acepta y toma en consideración todo lo que tu mujer te diga. Luego haremos lo mismo pero a la inversa. ¿Habéis entendido?
Los dos asintieron con la cabeza mecánicamente, Hermione se giró y encaró a su marido con gesto decidido.
-Muy bien, adelante.
La mujer dejó escapar un ligero suspiro nervioso y, finalmente, lo dejó escapar.
-No soporto esa pasividad tuya, Ronald, apenas muestras interés casi por nada excepto en tus cosas y el maldito qui… fútbol. Cuando llego a casa espero que tengas algo bonito conmigo, algún detalle, por muy tonto o nimio que sea, pero aun así no recibo nada de ti excepto una adusta indiferencia que no soporto y me hace daño. Y sí, Ronald, me haces mucho daño, y a ti te da igual.
Tras esa corta pero intensa arenga, Hermione se quedó callada, aguantando con todas sus fuerzas que un par de lágrimas asomaran por sus ojos. La terapeuta apuntó varias cosas en su libreta, sin pasar por alto si quiera el último gesto de la mujer, sin embargo dio el turno a Ron.
-Muy bien, Ronald, te toca.
Esta vez el hombre, con gesto molesto, se dirigió a su mujer con la misma contundencia que ella.
-Dices que apenas muestro interés… ¿y qué quieres que haga cuando llego a casa molido y veo que sigues trabajando aunque ya no estés en el ministerio? No haces más que sentarte en tu escritorio, firmando perga… papeles que hablan de todo excepto de mí y apenas te muestras interesada por lo que hago o lo que me gusta ¿cómo quieres que me tome eso?
El silencio posterior fue tan denso que se podía cortar con un cuchillo, Hermione parecía estar usando todo su autocontrol para no estallar, mientras que Ron la miraba con gesto huraño.
-Vale, muy bien, lo habéis hecho estupendamente, os sorprendería saber cuántas parejas acaban desmadradas después de este primer ejercicio. Bien, en cuanto a los resultados en sí veo que es el trabajo lo que ha causado el daño, aunque por ahora tampoco quiero echar las cartas al vuelo, puesto que puede haber mil y un factores detrás. Quiero trabajar este aspecto lo más hondamente posible. Dime Hermione ¿en qué consiste exactamente tu trabajo, qué funciones realizas en él?
Ron miró a su mujer un tanto apurado, sin embargo ella no se mostró nerviosa en ningún momento, comentando de seguido.
-Me dedico principalmente a establecer relaciones político-comerciales con el resto de países, llevando la documentación y el papeleo y, de vez en cuando, actuando de intérprete.
-Oh, ya veo, trabajo de secretariado básicamente…
-Sí.
-Muy bien… ¿y qué hay de ti, Ronald?
-Pues… me dedico principalmente a ayudar a mi hermano en todo lo posible, a vender productos a los clientes, a llevar las cuentas de vez en cuando, a solicitar los pedidos de material… de todo un poco, después de todo soy copropietario, comparto la mitad de los activos del negocio con él.
-Entiendo. Unos trabajos de lo más dispares, he de decir, no es que sea malo, pero a veces la diferencia entre ellos suele ser el motivo de muchas disputas. No estoy diciendo que debáis cambiar de trabajo ni mucho menos, después de todo seguramente lo que hagáis en ellos os llene y os guste, pero debemos trabajar en que esas diferencias no sean motivos de escarnio o de arengas. A veces lo más simple siempre acaba siendo lo más efectivo. Os voy a sugerir un nuevo ejercicio, a ver qué os parece. Quiero que hagáis un cambio de trabajo-anunció la terapeuta.
Tanto Ron como Hermione se quedaron un tanto confusos, el hombre fue el primero en opinar al respecto.
-¿Cómo?
-Sí, es justamente lo que estáis pensando, quiero que el uno ocupe el lugar del otro durante un breve periodo de tiempo, digamos una semana. Hermione se encargará de vender en la tienda y Ron de llevar el papeleo político-administrativo, pero desde un entorno menos hostil como es el del propio hogar. Tranquilos, no va a ser una prueba eminentemente práctica, sólo trabajaremos este cambio de roles a nivel personal.
Hermione se quedó mucho más tranquila, aunque Ron opinó al respecto rápidamente.
-No entiendo ¿entonces debemos hacer el trabajo del otro desde casa? ¡En ese caso no haremos nada!
-¿¡Qué estás insinuando, Ronald?!-masculló entonces Hermione, viendo por dónde iban los tiros.
-¡No insinúo nada, tan solo digo que en ese caso no será un cambio de trabajo real! Además, no me veo trabajando en el ministerio…
-¡Oh, ya veo, entonces ese es el interés que tienes en arreglar lo nuestro! ¡Qué novedad!-le espetó ella, dolida de nuevo.
-¡Asumo entonces que tú tampoco tienes intención de ponerte en mi lugar en la tienda! No me lo digas, supongo que tus aspiraciones personales tampoco casan tanto con la posición de tendero…-murmuró Ron, con tonito.
-¡Lo que no casa para nada somos nosotros, Ronald! ¿¡Cómo hemos llegado a esto?! ¿¡Por qué me casé contigo?!
Hubo entonces un súbito silencio en el que se lo dijeron todo en nada, mirándose mutuamente, Hermione con los ojos anegados en lágrimas y Ron con un gesto de rabia y enfado dibujado en su rostro. Antes de que la cosa fuera a más, la terapeuta medió.
-A ver, a ver, está claro que aún no estábamos preparados para este ejercicio, la cosa iba tan bien que pensé que igual era el momento, perdonadme, no era mi intención provocar esta situación…
-¡Pues enhorabuena, qué buen trabajo!-masculló Ron, molesto.
-¡Ronald!-exclamó Hermione.
-¿¡Qué?! ¡Yo sólo digo lo que veo!
-¡Eres un maldito insensible! ¿¡No ves que sólo está tratando de ayudarnos?!
-¡Sí, y mira cómo ha acabado!
-¡Porque tú lo has provocado!
-¡Oh, sí, claro, todo yo, sólo yo, yo soy el culpable en toda esta mierda! ¿¡Y qué hay de ti?! ¡No todo gira a tu maldito alrededor!
Hermione quiso contestar, atacada al extremo, sin embargo la terapeuta cortó de golpe la discusión.
-Vale, tranquilos, tranquilos, no pasa nada, ya habéis descargado un poco de tensión, ahora respiremos hondamente ¿de acuerdo? Dejadlo escapar, eso es, inspiración, expiración…
Las tranquilas y conciliadoras palabras de la mujer sirvieron para apaciguar a los dos, los cuales siguieron sus indicaciones y logrando calmarse un poco. Una vez que las aguas volvieron a su cauce, la terapeuta retomó la sesión.
-Vale, creo que por hoy es más que suficiente, me hubiera gustado trabajar un poco más, pero visto lo visto vamos a tener que abordarlo de otra forma. Olvidaos del ejercicio de cambio de roles, por ahora lo dejaremos aparcado, quiero centrarme en vosotros de forma individual. En la siguiente sesión empezaré contigo, Hermione, y luego irás tú, Ron.
-Está bien.
-Pues vale…
La vena de la frente de Hermione palpitó, sin decir nada.
-No os preocupéis ¿de acuerdo? La rabia y el desasosiego forman parte del proceso, aceptadlo, si tenéis esto en cuenta os será mejor sobrellevarlo. Y, lo más importante, no os limitéis sólo a las sesiones, trabajad esto en casa también, y si podéis tened en cuenta a los niños, que siempre son un buen motor para seguir adelante.
-De acuerdo, gracias por todo, Daphne…-murmuró Hermione, suspirando.
-Estoy aquí para ayudaros, no lo olvidéis.
-¿Puedo irme ya? Tengo unos cuantos pedidos que llegan hoy dentro de media hora…-comentó Ron en ese momento.
-Ah, claro, adelante.
-Bien. Te veo luego en casa.
Hermione tan solo asintió someramente, sin apenas mirarle, y Ron se marchó; una vez solas Hermione no pudo más y se echó a llorar, Daphne se acercó a ella para consolarla.
-Es siempre lo mismo… cada vez lo siento más y más lejos, y yo… no sé cómo sentirme… por qué…-musitó la mujer, entre lágrimas.
-Mira, querida, quiero que sepas que vuestro caso no es el peor que he tenido, he conocido a parejas en peor situación que aun a pesar de mi ayuda y consejo se han acabado separando. Y, si quieres mi opinión, vosotros aún no estáis ahí.
-¿Tú crees?
-Sí, desde luego, aún hay tiempo para arreglarlo… porque queréis arreglarlo ¿no?
-Ah… sí, sí, claro… por los niños, principalmente.
-Bien, no te preocupes, haremos todo lo que esté en nuestra mano por que todo salga bien ¿de acuerdo?
-Gracias, Daphne…
La mujer la sonrió, comentando de seguido.
-¿Te viene bien venir el miércoles que viene a la misma hora?
-Sí, puedo perfectamente.
-Estupendo, en ese caso nos vemos el miércoles.
Se despidieron con un sentido abrazo que Hermione no se molestó en tratar de ocultar, casi como si se lo pidiera a gritos. La terapeuta no puso ningún reparo y la envolvió entre sus brazos, lo que hizo sentirse un poco mejor a la mujer.
El aire fresco de otoño de Londres la ayudó a sentirse un poco mejor, mientras su mente comenzaba a divagar por otros derroteros; se había ausentado un tiempo de su puesto para poder acudir a la sesión, pero ahora debía de volver cuanto antes, por lo que buscó un callejón apartado y, en un visto y no visto, se desapareció rápidamente.
Reapareció inmediatamente después en otro callejón colindante a Whitehall, al lado del acceso a unos baños públicos subterráneos que se encontraban cerrados por reforma; Hermione se acercó a ellos y entró en el baño de señoras, encerrándose en uno de los cubículos y metiéndose en la taza sin mayor reparo. Acto seguido tiró de la cadena y, en un visto y no visto, se vio en pleno Atrio del ministerio de magia británico. Los funcionarios iban y venían en un continuo goteo de personas, gente del servicio y memorándums voladores con forma de aviones de papel; muchos la saludaron cortésmente al verla.
-Buenas tardes, señora ministra.
-Que tenga un buen día, señora ministra.
-Buenas tardes-saludó ella, con una sonrisa.
Se dirigió a los ascensores y clicó el botón al primer piso, donde se encontraba su despacho junto a todo su personal de apoyo; nada más llegar su secretaria se acercó a ella para saludarla.
-Ah, señora ministra, ya ha vuelto…
-Sí, Aurora, ya estoy aquí… ¿hay algo pendiente?
-Han llegado algunos pergaminos de diferentes departamentos que requieren de su aprobación, y la recuerdo que tiene dentro de una hora la reunión con la primera ministra muggle por todo ese asunto extraño del Ñéxit, o Béxit…
-Bréxit, Aurora, es Bréxit.
-Eso, Bréxit… que sigo sin entenderlo ¿por qué los muggles quieren separarse de la unión? ¿No fue precisamente por eso por lo que lo hicieron, por la unión?
-Sí, lo sé, son muchas cosas realmente, no creo que nos afecte, al menos de forma directa, pero siempre viene bien asegurarse… no me pases recados, por favor.
-De acuerdo.
Tras eso se metió en su despacho y comenzó a firmar las órdenes para darlas validez; el trabajo, así que fue cosa del trabajo, o al menos eso sostenía Daphne. Podría ser, sin embargo la mujer sentía que no se trataba sólo de eso, sino de muchas más cosas. Llevaban mal hace ya un tiempo, sin embargo había sido recientemente cuando la situación comenzó a decaer peligrosamente, cosa que alarmó a Hermione hasta extremos insospechados. Nunca pensó que llegarían a estar así, y sin embargo la realidad la golpeaba con fuerza en la cara como un mazo de croquet.
Trató de no pensar más en ello mientras firmaba, sin embargo en ese momento alguien llamó a la puerta, sacándola de sus pensamientos.
-Adelante.
Al punto entró por la puerta un hombre de su edad, de pelo color azabache, despeinado, con una ligera barba sin afeitar, gafas redondas y una cicatriz en forma de rayo en la frente.
-¡Harry!-exclamó ella al verle, levantándose y dándole un abrazo.
-Hola, ya me han dicho que habías vuelto… ¿qué tal?
Ante esa pregunta la mujer puso una cara difícil de discernir, murmurando acto seguido.
-Pues… no lo sé, la verdad ¿bien? No lo sé, realmente no lo sé…
-¿Sí? ¿Qué tal fue la sesión?
-La sesión bien, se nota que la mujer es una experta, pero Ron… no estuvo muy comunicativo…
-Ya… hablé con él antes de que se fuera, pero no parecía muy convencido, más por la sesión que por otra cosa.
-Pues porque no le interesa, como todo lo demás…
-Vamos, no digas eso, sabes que a él le importas…
-¿Sí? pues hay veces que no lo parece…
Hermione se dio la vuelta y miró por el ventanal que daba a la inmensidad del Atrio, viendo desde allí la fuente de los hermanos mágicos recientemente restaurada. Harry aprovechó para volver a hablar.
-Mira, conoces a Ron tan bien como yo, y sabes muy bien que a veces puede llegar a ser muy suyo, sin embargo él siempre te ha querido, tanto como a Hugo y a Rose…
-¿Tú crees? Hay veces que llego a pensar si eso ha sido así, al menos durante los últimos años. Es que no es sólo por la indiferencia, es por todo, por cómo se comporta, por cómo me da de lado cada vez más, como si no estuviera ahí… y me duele, Harry. Me duele mucho…
Esas últimas palabras las pronunció en un débil y lastimero gemido, sin poder evitar derramar algunas lágrimas; Harry la abrazó y ella se echó sobre él mientras lloraba en silencio. De las pocas personas que sabían su actual situación con Ron él era una de ellas junto con Ginny, sus padres y los de Ron. Hugo y Rose no sospechaban nada y seguían carteándoles desde Hogwarts con el mismo tono feliz y entusiasmado.
-Vamos, Hermi, no te vengas abajo, te conozco bien, eres una persona fuerte y decidida, estoy seguro de que Ron pondrá de su parte, aunque al principio le cueste…
-Eso espero, realmente lo espero. Es que son tantos años ya, Harry, que parezca que ahora ya no hayan valido nada. Según la doctora es cosa del trabajo, pero yo siento que hay algo más. Tú sabes cuánto me ha costado llegar hasta aquí, todo por lo que he luchado…
-Lo sé, lo sé, y ahora los elfos domésticos tienen mucho que agradecerte, Hermi, además del resto de la comunidad mágica en general…
-Precisamente ¿y ahora resulta que ha sido cosa de todo ese esfuerzo por lo que estamos así? No es por desacreditar o no agradecer a la doctora, pero permíteme ponerlo en duda…
-Claramente no puede ser sólo por eso…
-Por supuesto que no.
El chico azabache la miró por un momento, como inseguro, sin embargo en ese momento ella comentó.
-No se lo dije a la doctora, pero… desde que estamos así siento que algo en mi vida nunca ha estado bien.
-¿A qué te refieres?-preguntó él, extrañado.
-Me refiero a que… noto como si hubiese algo que no termina de encajar, como… si se hubiese forzado…
-¿Forzado?
-Sí, forzado… sé que suena extraño, pero no lo sé, no sé qué pensar, la verdad…
Hermione miró al suelo con gesto afligido, sin embargo Harry la cogió de las manos y se dirigió a ella con actitud tranquilizadora.
-Mira, sé que Ron no es perfecto, pero es buena persona, él te quiere, y estoy seguro de que al final podréis arreglarlo.
Ante eso la chica sonrió, murmurando de seguido.
-Lo sé… gracias, Harry, por apoyarme y estar ahí…
-Siempre, y lo sabes.
Los dos compartieron sendas sonrisas en un gesto de profunda confianza y sin soltarse siquiera las manos; por un instante algo surgió en la mente de la chica, como un extraño y vago recuerdo, sin embargo en ese justo momento oyó a su secretaria comentar desde el otro lado.
-Señora ministra, la recuerdo la reunión con la primera ministra muggle en media hora.
-Ay, sí…
-Ah ¿vas a verte con May?
-Sí, he quedado con ella.
-Es por lo del Bréxit ¿no?
-Sí, no creo que nos afecte, al menos de manera directa, pero es todo verlo.
-Bien, ya me contarás, en el Departamento de Seguridad andamos también atentos a cómo se resuelve, creemos que algunos mortífagos que siguen en busca y captura aprovechen para intentar escapar a otros países de Europa, y como empiecen a imponer aranceles de algún tipo puede que nos vayamos a ver en un problema… al menos con otros ministerios mágicos.
-Bueno, a ver qué sale, ya te contaré.
Los dos se despidieron con otro abrazo y Hermione se marchó por donde había venido, aunque esta vez utilizó una de las tantas chimeneas conectadas a la red flu que allí había, acabando directamente en un pasillo del número 10 de Downing Street. Al otro lado un miembro de seguridad muggle la vio de refilón e inquirió.
-¿Qué hace usted aquí, señorita? ¿Puedo ayudarla en algo?
-Ay, sí, se lo agradecería…-murmuró Hermione, preparando su varita en su manga.
En cuanto lo tuvo enfrente, la blandió rápidamente sin que ni siquiera se enterara, al tiempo que recitaba en su mente.
-Confundus.
Al punto el hombre se quedó como aturrullado, a lo que ella aprovechó para comentar.
-He venido a una pequeña entrevista con la primera ministra, Theresa May, me espera en su despacho.
-Eh… ah, sí, sí, pase…
Hermione entró por la puerta, al tiempo que oía al hombre se seguridad comentar.
-Bof, necesito un café…
Nada más entrar vio a mano izquierda el retrato de Ulick Gamp, el primer ministro de magia, el cual saludó brevemente a Hermione en cuanto la vio; acto seguido le dio un toque a la cerradura de la puerta con su varita, cerrándola, y luego insonorizó todo el despacho con un rápido muffliato. Una vez lista vio a May sentada en su escritorio, sin ni siquiera haberse percatado de su presencia y leyendo algunos papeles.
-Buenas tardes, señora May ¿mucho trabajo?-inquirió ella con educación.
La aludida dio un tremendo bote en su silla, aunque al ver quien era se quedó más tranquila, aunque masculló.
-¡Señorita Granger! Diablos, qué susto me ha dado, no vuelva a hacer eso…
-Perdón, no era mi intención asustarla…
-Perdonada, supongo… que igual si no lo hago me convierte en rana…
-Oh, vamos, señora May, creo que no soy tan mala…
-No, no realmente, el señor Shacklebolt era todo un encanto también, pero la manía que tienen de aparecerse así sin más es muy poco ortodoxa, si me permite el comentario…
-No se preocupe, trataré de corregir eso… ¿le avisó el señor Gamp que venía?
-Eh… sí, sí, por suerte tenía algo de tiempo, he pedido que no me molesten… ¿sobre qué quería hablar?
-Sobre el asunto del Bréxit, ya sabe…
-Oh, sí, precisamente es lo que más me tiene ocupada actualmente, estoy tratando de garantizar una salida limpia y sin dramas, pero no todo el mundo está por la labor…
-Eso es lo que más nos preocupa precisamente…
-¿Ah, sí? pero tenía entendido que ustedes lo hacían todo aparte…
-Y lo seguimos haciendo, pero ya sabe que me he dedicado a reformar de arriba abajo todo el ministerio y ahora algunas cosas se hacen de manera distinta.
-¿De veras? ¿Pero tengo que hacer algo?-inquirió May, ceñuda.
-No, no, descuide, entre nosotras seguirá habiendo la misma comunicación a puerta cerrada y nada más.
-Ah, bien… en ese caso no veo cómo el proceso de salida podría afectarles…
-Es más complejo, quizás, por eso quería hablar con usted.
-Ya… oh, se me olvidaba ¿un té? Me lo acaban de traer-inquirió May, mirando a un juego de té cercano.
-Sí, de acuerdo.
Antes de que la mujer se moviera la varita de Hermione se agitó y, al punto, la bandeja en una cómoda cercana se movió sola hasta posarse en el escritorio de May, al tiempo que la tetera se alzaba y vertía una buena cantidad de té en dos tazas; acto seguido la leche le siguió, echando sólo una nube, y un par de azucarillos acabaron cayendo en las dos tazas, las cuales se movieron hasta las dos mujeres. May se quedó mirando la suya con cara de circunstancia, hasta que finalmente Hermione la despertó.
-Señora May…
-Ah, sí, sí… perdón, es que no termino de acostumbrarme…
-Quizás me he pasado un poco…
-No, no, es sólo que… es increíble.
-Parece magia.
Ante esa salida las dos mujeres se rieron abiertamente, mientras removían sus tés.
-Pero bueno, en cuanto lo de la salida… ¿pues qué quiere que la diga, señorita Granger? Ya sabe que hubo una votación, el pueblo habló y ha recaído en mí el proceso, por lo que intento llevarlo con la mayor entereza posible, pero los demócratas me siguen poniendo trabas y trabas… es un dolor.
-Sí, ya he leído como van las cosas en el Daily Mail…
-¿Lee nuestra prensa?
-Sí, desde luego, me gusta estar informada, tanto por parte de la comunidad mágica como de la suya.
-Oh… curioso…
-¿Y eso por qué?-inquirió Hermione, extrañada.
-No, es sólo que todo este asunto de la comunidad mágica no ha sido plato de buen gusto para los anteriores ministros, la cosa viene de lejos, de los tiempos de John Major…
-Oh, claro, la segunda guerra mágica…
-Por lo que sé por documentos dejados por mis predecesores, una práctica común, estaba todo el santo día atacado, ya que debía de excusar todo lo que pasaba con hechos científicos realistas. Debido a esto la cosa no fue muy cordial, que digamos, y otros ministros también se quejaron al respecto, el que más baza metió fue Tony Blair, decía que le había tocado el tonto o algo así…
-¿El tonto?
-Sí, parece ser que el ministro de magia de por aquel entonces no debía de tener muchas luces, siempre tenía la mirada perdida y balbuceaba tonterías…
El ceño de Hermione se frunció, pensando a toda velocidad, pero entonces recordó algo y comentó.
-Ah, claro, Thicknesse…
-¿Quién?
-Pius Thicknesse fue ministro de magia durante un breve periodo de tiempo entre el 97 y 98, pero el pobre hombre estaba bajo el control de los mortífagos y no era consciente de sus actos, igual es por eso que le parecía tonto al señor Blair…
-Oh, sí, los mortífagos esos… dígame por favor que ya no están, bastante tenemos ya con los del ISIS…-masculló la mujer, preocupada.
-No, no se preocupe, los que huyeron en su momento fueron capturados y sentenciados a cadena perpetua en Azkaban, aún quedan algunos sin capturar, pero no suponen ninguna amenaza seria.
-Vale, menos mal, me quedo mucho más tranquila… ¿por dónde iba? Ah, sí, Tony Blair, estuvo esos años quejándose mucho, pero luego llegó el señor Shacklebolt y se quedó encantado con él, junto con los posteriores que llegaron, ni Gordon Brown ni David Cameron tuvieron quejas al respecto, y yo tampoco, a decir verdad.
-Ya, lo cierto es que Shacklebolt tenía una presencia de lo más confiable y tranquilizadora, su mandato sirvió para calmar a la comunidad mágica y reparar el daño que la segunda guerra mágica provocó, lo cierto es que lo hizo muy bien.
-Tengo que admitir que al principio yo también me asusté mucho, pero él me explicó con pelos y señales todo lo que había pasado y me quedé mucho más tranquila… y ahora está usted, que a decir verdad es la ministra de magia más joven que he conocido…
-Sí, bueno, no soy la primera ministra de magia ni mucho menos, pero conmigo rompieron el molde, literalmente hablando, ya que es precisamente lo que he hecho. El ministerio llevaba siglos anticuado, ya era hora que se adaptara a los vientos de cambio… y he de decir que muchos de esos cambios vinieron motivados por algunas de sus políticas, para hacer los procesos más sencillos-añadió Hermione.
Ante esa información May se quedó sorprendida, e incluso un tanto halagada, murmurando de seguido.
-Vaya, querida, menuda sorpresa me da, gracias…
-Ya ve, después de todo siempre he pensado que no somos tan distintas al fin y al cabo…
-Oh, es usted un encanto…
Las dos se rieron levemente, dando un sorbo a sus tés, aunque en ese momento el retrato del primer ministro de magia habló dirigiéndose a ellas.
-Si me permiten el inciso, señora y señorita, debo decir que nunca antes había visto a ambos ministerios tan bien compenetrados… impresionante, debo decir.
-Gracias por sus palabras, señor Gamp…-murmuró Hermione, azorada.
-Siempre he tenido curiosidad ¿usted quien fue?-inquirió May, dirigiéndose a él.
-Yo fui el primerísimo ministro de magia, allá por 1707, y seguí siéndolo hasta 1718, me reeligieron dos veces.
-Oh, nada mal, un periodo considerable de tiempo…
-Creé el Departamento de Seguridad Mágica, lidié con los efectos del estatuto internacional del secreto, tranquilizando a la población mágica, y definí por primera vez las que ahora son las maldiciones imperdonables, condenando a cadena perpetua en Azkaban a todo aquel mago que las usara contra otros magos o los muggles-reveló Gamp con todo detalle.
-Ya veo… cuántas cosas…-murmuró May, impresionada.
-Hasta el momento las relaciones entre el ministerio de magia y el muggle han sido meramente simbólicas, pero he decir que con la señorita Granger parece surgir una nueva perspectiva…-comentó Gamp.
Ante eso Hermione sonrió, anunciando al respecto.
-Puede que haya pensado en algo, sí… ¿cómo vería usted aparecer conmigo en algún acto conmemorativo de carácter mágico, señora May?
Esa idea cogió con la guardia baja a la aludida, la cual no pareció estar muy en contra al principio, comentando de seguido.
-Oh, pues no me importaría, aunque habría que pensar en horarios, excusas…
-No se preocupe, es una mera idea, al menos por ahora, la dejaré que lo vaya pensando.
-Oh, está bien, está bien…
Durante el resto de la reunión hablaron más sobre el Bréxit y sus posibles efectos, en los que May aseguró que haría todo lo posible por que fueran lo menos abruptos posibles; en un principio apenas se notaría en el mundo mágico, pero en cuanto se hiciera efectivo de manera oficial Hermione acordó con ella enviar observadores mágicos que tomaran nota sobre posibles efectos que les pudieran salpicar a ellos de alguna u otra forma. A May le pareció bien y lo acordaron oficialmente por escrito, firmando las dos en un pergamino que lo acreditaba.
-Vaya, y pensar que ahora se lleva el papel…
-Sí, algunas cosas no cambian nunca por mucho que estemos en 2018…
-Curioso cuanto menos…
Recogiendo sus cosas, la cartera de Hermione se resbaló y cayó en el escritorio de May, dejando a la vista una foto de Ron y sus dos hijos; éstos miraban a cámara, sonrientes y felices, esbozando alguna que otra cara rara, y por su parte Ron sonreía someramente.
-Oh ¿es su familia?
-Ah, sí, mis hijos, Hugo y Rose, que ahora están en Hogwarts, y… mi marido, Ronald…
Por un instante la chica miró a la foto, sin poder evitar sentirse triste al respecto, lo que enseguida notó May.
-¿Se encuentra bien, querida?
-Ah… sí… bueno… sí, en realidad sí, no se preocupe.
-No es por meterme donde no me llaman, sólo preguntaba, perdone si he sido muy indiscreta…
-No, está bien, no se preocupe, es sólo que… mi marido y yo hemos estado teniendo problemas últimamente, pero lo estamos arreglando.
-Entiendo, siempre hay problemas… pero bueno, seguro que podrán solucionarlo.
-Gracias, señora May…
Finalmente se despidió de ella y se marchó por la misma chimenea, despistando una vez más al guardia y regresando así al ministerio de magia.
Ya casi era la hora de plegar, puesto que la reunión con May se había alargado un tanto, pero antes de marcharse regresó un momento a su despacho para archivar el documento oficial y volviendo a casa.
Hermione vivía cerca de Westminster, en un piso cercano al ministerio y no muy lejos también del callejón Diagon, donde Ron trabajaba; debido a sus orígenes muggles a la mujer no le importaba vivir entre ellos y en un ambiente no tan mágico, lo que en parte incomodaba a Ron, el cual estaba acostumbrado justamente a lo contrario. Esto también había sido motivos de discusiones en el pasado, cosa que en parte también se fueron agravando con el paso del tiempo.
Entró en su casa de seguido, dirigiéndose a su despacho al otro lado del piso para dejar sus cosas y yendo después al salón, donde Ron se encontraba leyendo el Profeta sentado en un sillón.
-Hola…-saludó ella, algo apurada.
-Buenas-murmuró él, sin despegar la vista del periódico.
Hubo un breve silencio que se sintió como si pesara un quintal, la mujer buscó las palabras adecuadas antes de volver a hablar.
-¿Qué tal en la tienda?
-Bien, como siempre, reponiendo y vendiendo… nada nuevo realmente.
-Ya…
Por un momento pensó que él la iba a preguntar por su día en el ministerio, sin embargo esa pregunta nunca llegó; algo molesta debido a esto decidió sacarlo ella misma a colación.
-Hoy me he visto con Theresa May, la primera ministra muggle. Lo cierto es que es una mujer de lo más agradable, nos llevamos sorprendentemente bien, incluso Ulick Gamp nos lo remarcó…
-Muy bien…
Hermione ahogó como pudo otro suspiro, aunque en un momento dado masculló.
-Por favor, Ron… yo sólo quiero que esto funcione, que estemos bien… la doctora dijo…
-Sí, sí, ya sé lo que la doctora dijo, pero precisamente no entiendo por qué tenemos que contar nuestros problemas a una muggle ¿no hubiera sido mejor acudir a una terapeuta mágica?
-Una vieja amiga mía muggle me la recomendó, y tiene muy buenas referencias en internet, por eso la elegí, no por otra cosa…
-Ya, claro, supongo que fue por eso por lo que me colaste una sesión a traición sin consultarme siquiera…
-¡Si lo hice fue porque la necesitábamos! ¡Si te hubiera dicho algo te hubieras negado en redondo!
-¡Ah, entonces admites que lo hiciste expresamente!
-¿¡Y qué querías que hiciera?! ¡¿Que lo dejara estar y siguiéramos igual que hace varios años?! ¡Ronald, por favor, yo sólo quiero que volvamos a ser felices! ¿¡En qué momento nuestro matrimonio se empezó a sentir como… como… una farsa?!
El silencio posterior fue tan denso que se podía cortar con un cuchillo, los dos se miraron a los ojos, ella con expresión desesperada y él con gesto serio y distante.
-¿Entonces eso es lo que crees que somos? ¿Una farsa?
-¡No, yo sólo digo lo que se siente! ¡Antes éramos felices, Ron! ¡Cuando nacieron Hugo y Rose también! ¿¡Por qué ahora no?! ¿¡En qué momento todo eso cambió?!
Ante esa pregunta el hombre se quedó callado, como si no pudiera o no quisiera responder a esa pregunta; finalmente se pronunció al respecto.
-No lo sé… yo sólo sé que nada es como antes, y ni siquiera sé cómo sentirme al respecto. Se supone que debo sentir algo, pero por alguna razón… no lo hago. No sé por qué.
Ante esa revelación Hermione se quedó helada, sobre todo por la frialdad e indiferencia con lo que lo dijo; quiso decir algo al respecto, sin embargo nada salió de su boca, demasiado impactada como para hablar. Finalmente la mujer se marchó, dejando solo a Ron en el salón junto con sus pensamientos.
Por su parte ella se encerró en su despacho y allí se desahogó a gusto, llorando débilmente. ¿Por qué? ¿Por qué la hacía esto? Por más que trataba de dar con una respuesta sentía que no podía, lo que la frustraba aún más. Creía que tras la boda todo iba a ser perfecto y de color de rosa, que aun a pesar de sus diferencias iban a poder ser felices, sin embargo el tiempo terminó por demostrarla lo contrario, lo que la entristecía enormemente. Después de veinte años, un matrimonio y dos hijos, todo parecía diluirse como si no valiera nada. Y eso la dolía mucho más de lo que ella misma se hubiera esperado.
Afuera jirones de nubes compactas comenzaban a arremolinarse sobre Londres, amenazando con lluvia.
¡Vaya por dios! ¿Os podéis creer que, cuatro años después de ocurrírseme una idea, ahora me ponga a escribirla? ¡Viva yo! XD pero bueno, quizás haya sido porque he vuelto a escribir acerca de Harry Potter después de largo tiempo escribiendo sólo acerca de ponis, que sepáis que ese estúpido e inspirador Volgrand también tiene parte de culpa, pero bueno, dejemos de divagar y hablemos sobre esta idea.
Hará cosa ya de cuatro años cuando Jotacá dijo aquello de que se arrepentía de casar a Ron y Hermione y todo el mundo puso el grito en el cielo; personalmente yo no lo hice, de hecho recuerdo que me quedé con una extraña cara de satisfacción al tiempo que pensaba: I was right all along! XD y sí, soy Harrmony a ultranza, qué queréis que os diga, yo vi ahí una progresión natural entre dos personajes bien construidos y me dije: ah, ya veo, genial, estos dos hacen una pareja monísima. Pero entonces va Jotacá y me mete con calzador dos relaciones salidas de la nada y me quedo en plan: ¿ein? pero bueno, lo dejo ahí que no quiero discusiones tontas.
El caso es que cuando dijo en aquella entrevista que tal vez Ron y Hermione necesitarían terapia de pareja me quedé pensando todo intrigado ¿y cómo serían esas sesiones de terapia de pareja? el caso es que la idea surgió justo ahí, sin embargo no hice nada con ella, probablemente porque por aquel entonces estaba ocupado escribiendo sobre ponis. Y ahora, cuatro años después, me pongo a escribir. Si es que...
Pero bueno, sobre la historia en sí habrá mucho diálogo por obvias razones, iré escarbando la relación entre los distintos personajes y puede que haya alguna que otra subtrama entre medias, pero nada demasiado grande, tampoco quiero extenderme mucho.
Y eso es todo de momento, comentad, dejad reviews y todo eso. ¡Nos leemos!
