PRESTAME TU CUERPO

Yokohama, Japón.

En una modesta habitación de una casa de huéspedes, aproximadamente a las once de la mañana, se ve a una hermosa muchacha despertando de un sueño reparador.

-¡¡Vaya! Después de una ardua noche de trabajo, no hay nada mejor que descansar –dice en voz alta mientras se estira en su cama.

Lo primero que hace al ponerse de pie es comenzar con una sencilla rutina de ejercicios para mantener su curvilíneo cuerpo en excelente forma. Nada complicado, sólo unos cuantos estiramientos, sentadillas, abdominales y ejercicios para marcar la cintura.

Tan pronto como acaba, entra al baño a darse una ducha, pues tiene planeado salir a dar un paseo. Es inevitable, lo hace desde que tiene uso de razón, así que sin más comienza a entonar una de sus canciones preferidas. Sabe que aunque las paredes de la casa de huéspedes no son lo suficientemente gruesas como para evitar que sus vecinos lleguen a escuchar su voz, son ya pasadas de las once de la mañana, así que probablemente todos estén ya levantados, y los que no, nunca habían protestado ante su canto.

Al salir del baño decide arreglarse y toma una de sus cremas para mantener un cutis rebosante, casi de porcelana. Se maquilla sus ojos y su ceja, no tanto como lo hace en las noches, cuando actúa en su show, pero sí lo suficiente como para resaltar su belleza natural. Además, su piel blanca necesita color. Su negro y largo cabello lo recoge únicamente en una modesta coleta, lo cual la hace ver un tanto infantil, pero sin perder su atractivo.

Vestir siempre le complica la vida. No le gusta verse provocativa ni escandalosa, pero tampoco le agrada parecer monja y pasar completamente desapercibida, así que debe de hallar el equilibrio perfecto entre ser una vedette en las noches y una dama decente a la luz del día.

En esa mañana decide usar unos pantalones estilo capri (que llegan hasta arriba de la pantorrilla) color negro, blusa lila abotonada al frente y con los hombros al descubierto, con manga ¾ y unas lindas sandalias de plataforma anudadas a la altura de los tobillos.

Sí, al verse al espejo se da cuenta de que definitivamente su apariencia no podría ser mejor.

El día era hermoso. No hacia mucho calor a pesar de estar en pleno verano en zona costera. Definitivamente podría disfrutar más de ese día en compañía de un caballero gentil y apuesto, pero ese caballero aun no llegaba a su vida. Pensó en dar un paseo y decidió subir a un bote. Estar en el mar y sentir el movimiento de las olas la relajaría.

Al llegar al muelle uno de los dueños de una modesta embarcación, que aparentaba tener unos cincuenta años y era de tez negra, la saludó jovialmente:

-¡Señorita Tomoyo! Que alegría verla por aquí.

-Hola, señor Yuske, a mí también me da mucho verlo.

-Supongo que ha venido a dar un paseo, ¿no es cierto?

-Así es. Y no pensé en nadie más que en su bote.

-Señorita, sabe que me encanta su compañía, pero mi bote ya es viejo.

-Oh, vamos, no se preocupe. No pienso dar la vuelta al mundo, sólo quiero estar unos minutos en el mar para relajarme. Es más, acabando el paseo lo invito a comer un delicioso coctel de mariscos, ¿qué le parece?

-Bueno, una invitación así de una hermosa dama no se puede negar. Sólo espero que mi viejecita no se ponga celosa.

-¡Pues también invitamos a la señora Maki, no faltaba mas!

-Nunca pierda esa chispa, señorita Tomoyo, porque en verdad que eso la hace ser una dama encantadora. Ande suba antes de que el sol se ponga más fuerte y vaya usted a quemarse.

-¡Vamos entonces!

Al estar en la embarcación, Tomoyo recordó cómo es que había llegado a esa vida. El canto, el baile y la actuación siempre habían sido su más grande pasión desde que tenia memoria. Sus padres nunca habían estado de acuerdo. Provenía de una familia de estatus medio-alto. Nunca había sido rica, pero tampoco había sufrido de carencia económica. Cuando a los 15 años, luego de haber terminado la educación secundaria, enteró a sus padres de que su vocación era el mundo artístico, ellos le prohibieron determinantemente dedicarse a eso.

Ella comprendió su postura. Era hija única, y todo el mundo sabía que la mayoría de las vedettes eran prácticamente prostitutas. Decidió complacer a sus padres y estudio la preparatoria. Quiso entrar a una escuela universitaria donde la prepararan para actuar y ser una de las mejores actrices o cantantes, pero su padre le impuso estudiar la carrera de Derecho.

A estas alturas ella ya tenia 18 años, pudo haber elegido e incluso rebelarse ante los deseos de sus padres, pero en verdad no quería mortificarlos, así que renunciando a sus sueños se preparó para vivir complaciendo los de los demás.

Durante la primer semana de clases, sus padres sufrieron un accidente. O al menos así lo dijeron las autoridades. La realidad era otra, Kenji Daidouji había hecho negocios con contrabandistas de joyas. Gente sin escrúpulos, a quienes no les interesaba la familia o la vida de una persona. Kenji ya tenia una deuda bastante extensa con esa asociación, así que la única manera de quedarse con el dinero que Kenji tenia era eliminándolo. El dinero del seguro de vida que correspondía por derecho a Tomoyo pasó a manos de esa gente, dejando a la chica sin un centavo y sin patrimonio.

En esos momentos de desesperación es cuando se conocen a los amigos de verdad, y Tomoyo lo comprobó cuando Yukito Tsukishiro permaneció a su lado aun en esos terribles momentos. Él le dio el apoyo que ninguna otra persona le dio. Le abrió las puertas de su casa y le dijo que podía permanecer todo el tiempo que quisiera ahí. Yukito la veía como una hermana menor. Tomoyo sabía que con él jamás correría peligro. Él era coreógrafo de varias estrellas. Además de ser homosexual, aunque bastante discreto en sus relaciones de pareja.

Tomoyo le pidió que retomaran las clases clandestinas que él le dio cuando ella era niña. En aquellos tiempos Yukito era vecino de la pequeña Tomoyo y le tomó mucho cariño. La gentileza de Yukito la conmovía, pero no podía vivir a expensas de él por el resto de su vida. Con doce años de diferencia Yukito era a sus treinta años un experto en música y baile. La chica tenía una habilidad innata para ambas cosas, en eso no cabía duda, así que en un abrir y cerrar de ojos ella logró dominar ambas artes, y con Yukito como intermediario firmó un contrato para una gira por todo Japón. Eso sí, tuvo que cambiar su apellido por cuestiones de seguridad. Pasó de ser Tomoyo Daidouji a Tomoyo Taylor, y artísticamente la conocían como Amatista, nombre sugerido por Yukito, quien la había llamado así desde que era una niña, cuando la conoció, debido a su hermoso e inusual color de ojos. .

La gira que se había extendido por mucho tiempo y ahora, seis años después, ahí estaba ella, disfrutando de uno de sus lugares preferidos y siendo acariciada por la brisa marina.

Después de estar unos minutos en silencio, Tomoyo dejó salir un profundo suspiro, con lo cual atrajo la atención del señor Yuske.

-¿Pasa algo malo, señorita?

-No, no, para nada. ¿Por qué lo pregunta?

-Porque cuando uno suspira así es porque la vida lo ha decepcionado o porque se está profundamente enamorado. A su edad, no creo que sea lo primero. Su carácter es muy alegre como para que sea eso. Por otra parte, usted es muy bella, y estoy convencido de que debe tener a más de un pretendiente por ahí. Así que es el amor lo que debe tenerla suspirando.

-Pues sí y no. Suspiré por el amor, pero no porque haya llegado a mi vida, sino porque sigo esperándolo.

-¿Cómo? ¿Usted?

-Así es. Vera, desde niña tengo la ilusión de casarme vestida con un hermoso traje de novia. Amplio, hermoso y de un blanco reluciente.

-Bueno, sin ánimo de ofenderla, pero creo que eso de blanco es un poco difícil. Es decir, con su profesión, pues prácticamente ninguna mujer se casa así.

-Sí, sé lo que todos piensan de las vedettes, pero así como me ve, pues yo aun soy... usted sabe.

-¿Cómo? ¿Quiere decir que usted todavía no...? Perdone la duda, pero no le creo.

-Ya ve que sí. A mis 24 años todavía sigo siendo señorita en toda la extensión de la palabra.

-¡Que me muera aquí mismo si lo que dice usted es verdad!

Tomoyo sólo subió lo hombros como toda respuesta. Convencer a las personas no era nada sencillo, especialmente cuando no habían pruebas de por medio. Además de que no tenía el menor deseo de hacerlo. Pero bueno, aunque el señor Yuske le simpatizaba bastante, no tenía por qué hacerlo creer en algo que, aparentemente para él, resultaba en verdad imposible.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando notó que había agua dentro de la embarcación.

-¡¡Señor Yuske, mire!

-Ay Dios, se está metiendo agua.

-¡Eso ya lo sé, pero hay que hacer algo! –respondió algo alterada al ver la pasiva respuesta de su acompañante.

El señor se agachó para poder revisar el orificio, pero vio que era demasiado grande para poder cubrirlo con algo. Además, el bote estaba apunto de hundirse.

-Ya es tarde. No se puede hacer nada. Échese al agua señorita.

Ambos cuerpos cayeron. Tomoyo no era experta nadadora, pero sabía defenderse bastante bien.

-Ahora le creo señorita. Tenía usted razón. Por favor, discúlpeme por haber dudado de su palabra.

-No se preocupe, es normal que dudara. Oiga, ¿estamos muy lejos de la orilla del mar?

-Sí, vamos a tener que nadar mucho, espero que aguante.

-Con tal de seguir viviendo, claro que aguantaré. Pero lo que me preocupa es que por aquí hayan tiburones.

-Conozco esta zona del mar desde que era un crío, créame, acá no hay tiburones. ¡Que me muera aquí mismo si se nos aparece uno!

Definitivamente el truco le había dado resultado al señor Yuske por muchos años, pero ese día no debió haber dicho esas palabras, pues en ese preciso momento un par de tiburones blancos merodeaban la zona, y atraídos por el ruido que hacían al nadar, se acercaron rápidamente hacia Tomoyo y el señor Yuske...

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-Tomoyo, Tomoyo, abre los ojos.

La chica de hermosa mirada amatista decide hacer caso a la petición que esa bella voz le hace desde hacía un buen rato. Curioso, ella hubiera creído que estaría postrada sobre alguna cama o al menos un sillón, ¡pero estaba de pie! ¿Desmayada y de pie? ¿Era eso normal?

Cuando mira a su alrededor se encuentra con un lugar que casi en su totalidad era blanco. Si, definitivamente estaba en un hospital, pero por ningún lado veía a las enfermeras o a los doctores. Y recordó que en los hospitales no había neblina, al menos no como la que rodeaba ese lugar. Además, ¿cómo estaba eso de que se había desmayado estando de pie? Mira su ropa. Nada de batas raras de hospital. Portaba la misma con la que se había subido al bote y estaba sin ningún daño. Pero traía sobre el pecho un cartel con un número: el 10103. ¿Qué estaba pasando?

-¡Que bueno que ya despertaste!

Volvió su mirada hacia donde había escuchado esa linda voz. Una hermosa jovencita, quizá de su edad o un poco más joven la miraba con una sonrisa adornándole el rostro. Sus ojos grandes y verdes parecían llenos de vida y alegría. El cabello era castaño y reluciente.

Vestía de blanco. Aunque no con el clásico uniforme de enfermeras. Quizás ella era voluntaria o algo así. Era muy conservadora, pensó Tomoyo, puesto que su falda llegaba a las pantorrillas y su blusa era de un blanco impecable. Una hermosa boina colocada de lado, al estilo francés, adornaba su cabeza. Sí en verdad esa chica era linda.

-Hola. Disculpa, ¿pero dónde estoy, qué hospital es este?

-Ahm... bueno, quizá te sorprendas un poco con lo que voy a contarte, pero...

En ese momento se escuchó el alboroto que hacia un hombre tras salir de una puerta que era bastante extraña. Al verlo, Tomoyo pensó en esos vaqueros del viejo oeste que veía en la televisión cuando era pequeña. Traía un sombrero parecido a aquellos, además de un par de pistolas y un bigote que le hacían parecer rudo.

-De ninguna manera voy a aceptar lo que ese tipo dijo. Yo no voy a ir para allá, así que consíganse otro.

-Señor McDouglas, no tiene opción. Usted mismo vio por qué decidieron lo que decidieron. Tiene muchos crímenes en su lista, así que venga con nosotros sin decir más. –le respondía pacientemente otro hombre, vestido también de blanco. Probablemente era algún enfermero o algo así, al menos eso pensó Tomoyo.

-¡Ya les dije que no voy y no voy! Y al que quiera obligarme ahorita mismo lo mato. Total, uno más no va a hacer ninguna diferencia.

Para dar pruebas de lo dicho sacó ambas pistolas de sus fundas y amenazó a los que Tomoyo supuso eran guardias de seguridad. Bajo otras circunstancias ella habría estado aterrada, pero no sintió ni pizca de miedo ante la acción del "vaquero", más bien miraba expectante la escena.

Al ver que los guardias no hacían nada por detenerlo, el hombre caminó en dirección contraria hacia donde lo habían conducido. Unos de los guardias levantó la mano y automáticamente el "vaquero" se detuvo. Fue como si le hubieran inyectado un tranquilizante, pero nadie disparó nada. Además, el tipo no perdió la conciencia, sólo se quedó paralizado. Los guardias fueron por él y lo condujeron hacia un ascensor.

Luego de que se cerraran las puertas Tomoyo vio con extrañeza que el número de los pisos iba en negativo. El ascensor se detuvo cuando marcó el piso –666 o sexto sótano.

-¡Que raro! ¿Viste que los números estaban descompuestos...? Por cierto, hay un olor muy desagradable... Como a azufre, ¿verdad? –comentó la chica de ojos amatistas.

La chica de ojos verdes sonrió por toda respuesta. Sabía que Tomoyo no era tonta, así que pronto comprendería.

-¡Oye, espera! Esto no es un hospital, ¿verdad?

La chica castaña sólo sonrió mientras negaba con la cabeza.

-¡Ay no! Entonces no llegué a la orilla y... y... morí ahogada.

-Bueno, las cosas no fueron exactamente así.

-Espera, antes que nada, ¿quién eres tú?

-Mi nombre es Sakura y soy tu ángel de la guarda.

-¿Mi ángel de la guarda? ¡Ay, no sabes cuan feliz me hace conocerte! –Tomoyo la abrazó efusivamente, al separarse, vio que en sus manos habían plumas. Se sorprendió, pues a simple vista no se veían ningunas alas, pero bueno, eso en realidad carecía de importancia-. Sé que muchos dicen que ustedes no existen, pero yo siempre creí en ti. ¡Además, eres lindísima! Podrías ser una hermosa modelo o algo así.

Sakura se apenó ante los halagos de su protegida, así que se sonrojó y sonrió en agradecimiento.

-¡Pero eso quiere decir que en verdad estoy muerta! Bueno, siempre quise saber si había vida después de la muerte, y ya lo comprobé. Oye Sakurita, ¿y esto es el cielo? –preguntó la chica mientras miraba a su alrededor con curiosidad.

-No.

-¡Estoy en el infierno entonces! –interrogó ahora con cara de pánico.

-No, no, tranquila. Digamos que estas en el medio.

De pronto, la extraña puerta de donde había salido el "vaquero", nuevamente se abrió, pero esta vez Tomoyo vio salir de ahí al señor Yuske.

-Mira, Sakurita, al menos veo a alguien conocido aquí. ¡Señor Yuske!

-Oh, señorita Tomoyo, ¿usted también? -preguntó el señor sorprendido mientras caminaba hacia la muchacha.

-Pues sí, ¿qué se le va a hacer?

-Discúlpeme, por favor. Si no hubiera dudado de su palabra...

-Ay, no se preocupe –replicó Tomoyo de forma relajada-. Además, todos tenemos que llegar a esto tarde o temprano, así que no hay problema.

-Gracias por ser tan gentil, señorita... Definitivamente usted se merece ir allá arriba y espero que yo también. ¡Que me muera aquí mismo, pero usted se va conmigo al cielo!

En ese momento, del ascensor salieron dos hermosos niños de tez negra y vestidos de una túnica deslumbrante. Ellos tenían alas y estas eran bien visibles. Tomaron de ambas manos al señor Yuske y lo jalaron al ascensor.

-Señorita Tomoyo, mire. ¡Sabía que aunque no los pintaran, habían angelitos negros! Hasta luego señorita. Nos vemos allá arriba.

El señor ingresó al elevador, pero esta vez el ascensor marcó el séptimo cielo. Tomoyo sonrió. Definitivamente ese día no era el correcto para que el señor Yuske repitiera esa frase, pero al menos se había ido a un buen lugar.

-Número 10103. Repito, número 10103.

-Ese es nuestro turno, vamos Tomoyo.

Ambas chicas ingresaron por la misma puerta por la que había salido el señor Yuske. No había nadie adentro, lo cual sorprendió a Tomoyo. Ni siquiera había una mesa o una silla.

-Su número –interroga una fuerte voz varonil.

-10103 –responde Sakura dando un paso adelante.

-¿Motivo del deceso?

-Su bote se hundió en medio del mar. Los tiburones se acercaron para comérsela. Yo la desmayé para que no sufriera.

-Una buena acción, muy bien Sakura.

De pronto, sobre la cabeza de la muchacha, apareció una brillante aureola. Sakura sonrió y Tomoyo también lo hizo. Después de todo su ángel le había ahorrado un terrible dolor. La curiosidad la carcomía, así que acercándose a ella, y en voz baja le preguntó:

-Sakurita, ¿él es...?

-Oh, no. Él es uno de sus secretarios. Es muy influyente.

-Ah, ya veo.

-Tomoyo Daidouji. –Comenzó a relatar la voz-. Cambió su nombre por Tomoyo Taylor en año 2000. Nombre artístico: Amatista. Edad: 24 años. Nacida en la Ciudad de Hiroshima el 3 de septiembre del año 1982. Sangre tipo A positivo. A los 3 años enferma de neumonía; sobrevive. A los 12 cae de una motocicleta; sobrevive. –en este punto Tomoyo sonríe, orgullosa de haber pasado por tantas cosas y seguir con vida-. A los 18 años atentado contra ella y sus padres; sobrevive. A los 20 enferma de tifoidea, sobrevive. A los 24 su bote naufraga; sobrevive.

-Ahm... espere, espere –interrumpe Sakura-. Me temo que hay un error. Ella no sobrevivió. Es decir, al naufragio sí, pero ella fue devorada por los tiburones.

-No, eso no dice aquí. Tomoyo se salva de eso. Tu protegida morirá en el año 2046 por un paro cardiaco.

-Entonces yo...

-Así es Sakura. Cometiste un error.

En ese momento la hermosa aureola que adornaba la cabeza de la angelical chica desaparece, lo cual la hace mostrar una triste mirada.

-Debes de repararlo de inmediato. Tomoyo Daidouji, tomará el cuerpo de la primera persona que muera.

Hasta ese momento Tomoyo sólo había escuchado, pero definitivamente lo último que dijo el secretario no le había gustado para nada.

-Espere un momento. Hasta donde entendí, el error fue de ustedes, no mío. Así que no veo por qué tengo que pagar yo por su equivocación. Por si no se ha dado cuenta , yo tenía un cuerpo muy bonito, me había esforzado mucho en mantenerlo así. Además, soy vedette y cantar es lo que más me gusta en la vida. Uno no puede ser vedette teniendo un cuerpo descuidado. Y si quieren que llegue a anciana, de algo necesitaré vivir. Sólo le pido que me pongan en un cuerpo lindo, alguien que sea de igual buen ver que yo. No importa que no cante para nada, sé que tengo talento innato, así que yo me encargaré de hacer esos cambios.

Sakura estaba aterrorizada con todas las barbaridades que Tomoyo había dicho. A un superior no se le podía hablar así, por lo que decidió modificar un poco el discurso de su protegida.

-Ahm... lo que ella quiere decir es que necesita un cuerpo útil para la labor que desempeña. Su talento es innegable, así que no podría realizar su arte si la materia no le ayuda.

-Bien, bien. Entiendo el punto. Creo que tiene razón. Y como bien dice, el error no fue de ella. En compensación tendrán 24 horas para hallar un nuevo cuerpo. Tomaran el de alguna persona que vaya a morir. Al salir te entregaran el itinerario, Sakura. Les deseo suerte.

-¡Muchas gracias! –dijo Tomoyo-. De verdad que se lo agradezco, hasta pronto... No, mejor dicho hasta dentro de 40 años.

Continuara...

¡Hola, hola!

Sé que querrán patear mi lindo trasero cuando vean que he subido un nuevo fic y aun no actualizo el otro. Pero es que un buen día estaba viendo en la TV por cable un canal en donde pasan únicamente películas mexicanas, desde la época del cine de oro hasta las del nuevo cine mexicano.

Este fic estará basado en una que lleva el mismo titulo que el fic, y la protagonista es Silvia Pinal (la anfitriona de Mujer casos de la vida real) en sus años mozos.

Lamento decirles que durante un par de capítulos más no verán a Eriol. Lo siento, pero es cosa del trama, aunque cuando aparezca... bueno, sólo diré que les agradará su personalidad.

Bueno, por el momento estas son todas mis notas finales. Please, no te maten, les juro que pronto tendrán el nuevo capítulo de Return to me, es sólo que ha habido algunos problemas de inspiración, además de que mi Servidor de Internet ha estado fallando horriblemente. Please, comprendan mi triste situación... sola, desolada, abandonada en este mundo vacacionero, y sin poder conectarme a Internet... en fin, espero que empaticen con mi cruel situación.

Por fa, cuídense mucho. Azura, ánimo, te quiero mucho, no lo olvides.

BESOS!